La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

viernes, 18 de enero de 2013

Miedo

Hasta los 13 años viví en Vicalvaro. Un barrio de Madrid que por aquel entonces estaba lleno de gente extraña a ojos de un pequeño chaval.
Yo no era un chico especialmente miedoso con la gente, aunque esta fuera un poquito rara.
Por ejemplo, tenía un amigo que en vez de tener un ojo le habían insertado una bola de cristal. Sí, ni yo ahora mismo me lo creo. Pero es cierto, o al menos es el recuerdo que yo tengo. El chico sacándose el ojo de cristal para mostrarlo a todo el colegio. Interesante visión.
Uno de mis amigos era un gitano, y un día su hermano mayor se acercó a mi y me dijo, "si alguna vez necesitas que alguien te defienda, avísame". Era su forma de agradecerme que jugara con su hermano menor ya que por su condición pocos se acercaban a él.
Otro día a un amigo de mi clase, cuando volvía al cole por la tarde, le mangaron las zapatillas y llegó al colegio llorando porque eran nuevecitas.
Incluso a mi me intentaron atracar también. Iba con mi hermano en bici por un descampado que había cerca de mi casa. Un grupo de cuatro chavales se puso en medio del camino para que nos detuviéramos. El que parecía ser el jefe de los matones me preguntó si tenía hora. Yo, claro, se la dije. Y acto seguido sacó una navaja y nos dijo que le diéramos los relojes y las bicis. Yo tendría unos 11 o 12 años y mi hermano 4 años menos. Viendo que perdía mi preciada bici actué del único modo que pude. Vi una oportunidad de salir de aquella situación. Pasaba un desconocido a lo lejos, bastante lejos diría yo, y se me ocurrió gritar ¡papá!. Al momento le dije a Dani, mi hermano, ¡vámonos, rápido! Y pedaleamos lo más fuerte y veloz que pudimos. Los chavales, distraídos por mi grito y mirando al hombre a lo lejos, no pudieron darnos alcance. A partir de ahora, le dije a mi hermano, cada vez que salgamos en bici aprietate la correa del reloj lo máximo que puedas para que no nos lo quiten.
Como veis, no era un niño que me asustara la gente, de hecho, yo me solía meter en bastantes peleas y más de una vez acababa con las zapatillas en el tejado del colegio por meterme con quien no debía.
Parece el salvaje oeste y por aquella época si que lo era. Vicalvaro era una zona oscura donde en el colegio a parte de jugar a los cromos aprendíamos como abrir una mariposa o lo que era una cheira.
Pues bien, un día sucedió algo inquietante. Un hecho inexplicable.
Cierto día mi madre tenía que salir para comprar. Y mis hermanos se fueron con ella. A mi no me apetecía y le dije que me quedaba en casa viendo los dibujos en la tele. Al poco de irse sonó el teléfono de casa y descolgué. Una voz de hombre sonó por el auricular. Dijo textualmente, "hola, se que estas solo en casa. Voy a ir a por ti.". Después escuché el armario de una de las habitaciones abrirse. Me entró tal pánico que tuve que salir corriendo de casa y buscar a mi madre en la calle. Corrí desesperado hasta encontrarla casi entrando en la tienda y le dije, mamá mejor voy contigo.
Pensé que un espíritu o un fantasma iba a por mi. Sentí auténtico miedo.
Pudo ser una broma de alguien. No se. Pudo ser cualquier cosa.
Lo que me deja impresionado es que reaccionara tan bien con un atraco de verdad, con gente peligrosa que llevaban armas blancas y que una triste llamada me asustara tanto.
Esto me hace pensar que temo más a lo desconocido, lo intangible, que a lo real, a lo que se ve.
Curioso.
Una confesión. Me dan miedo los fantasmas y las apariciones. Son mi kriptonita.

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