La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

sábado, 14 de junio de 2014

ECM

El Viernes 13 ha pasado ya, no sin antes dejarme una terrible pesadilla. Un sueño que ha hecho que me despierte entre lágrimas y con el corazón a mil por hora. 
El 13 siempre fue un número asociado a la muerte y al mal augurio en general. Según algunos tratados de historia todo empezó un Viernes 13 de Octubre de 1307 cuando, esa noche, miles de calles de toda Europa se llenaron de sangre. La codicia de un rey francés junto con la inestimable ayuda de un Papa sin escrúpulos hicieron que ese día pasara a ser uno de aquellos momentos perdurables en la historia.
Un dato curioso es que el capítulo trece del Apocalipsis está dedicado al anticristo, el ser por antonomasia ligado a la muerte y la destrucción del mundo conocido. El trece, también, podría escribirse como uno y tres, que sumados dan cuatro. En la cábala, ese número representa la memoria. ¿Qué se yo de la muerte? Que mejor que el Réquiem de Mozart para hacerme recordar, una música compuesta para acompañar al difunto hasta la otra orilla del río. Mozart compuso esta música pocos días antes de morir acuciado por una misteriosa enfermedad que lo postró en la cama tan hinchado que los médicos y familiares que le rodeaban en esos instantes no fueron capaces de vestirle con su mejor traje en esos últimos momentos de vida. El réquiem fue un encargo de un enigmático hombre que se le presentó, encapuchado, una noche templada de Junio. Sin embargo, el bueno de Mozart siempre creyó que era su propio Réquiem, él pensaba que el inquietante hombre era un enviado de la muerte que le avisaba de su inminente final. Esa intuición no iba desencaminada ya que cinco meses después el Kyrie, una de las más bellas partes del Réquiem, era tocado en una pequeña iglesia de Viena en memoria del compositor recientemente fallecido. 
Bien, mientras escucho a Mozart, volveré a esa extraña pregunta de hace unos instantes, ¿he visto a la muerte de cerca? 
Tendría alrededor de unos 12 años, nos dirigíamos a un pueblo en mitad de Cuenca. Mis hermanos y yo mismo no sabíamos mucho de aquella persona, tan sólo que era un familiar de mi padre, una tía creo recordar. Las imágenes son vagas y difusas en mi mente, pero hay una que se me quedó grabada. El cementerio tenía diversos montículos elevados, pequeñas colinas. Mi madre se quedó junto a nosotros en la base de una de aquellas lomas en las que sería enterrada la pobre mujer. Como niño curioso que era, no quitaba ojo de lo que acontecía y fue un acto de tremenda tristeza lo único que puedo recordar con absoluta claridad. Un primo de mi padre, hijo por lo tanto de la fallecida, estaba arrodillado al lado del agujero mientras varios hombres bajaban con cuerdas el ataúd. Mi visión era a contra luz por lo que no distinguía más que sombras recortadas sobre el cielo claro y azul iluminado por un sol que subía hacia su cenit. De pronto, mientras cuatro sombras intentaban deslizar la caja de madera lo más suavemente posible, ese hombre arrodillado empezó a gritar furioso. ¡No! Decía una y otra vez. Inquieto, vi como ese desconsolado hombre se levantó rápidamente y dijo ¡iré contigo madre! A punto estuvo de saltar al abismo pero unas sombras entre las que, intuí, estaba mi padre le sujetaron antes de que pudiera pasar cualquier desgraciado accidente. Eso es lo único que puedo recordar de ese instante, bueno quizá otro pequeño detalle. Era época de matanza y nos trajimos del pueblo unos chorizos que estaban bien ricos. Los recuerdos de un niño, curioso. 
Afortunadamente tuvo que pasar bastante tiempo hasta que, de nuevo, me viera enfrentado a la muerte. Era el día después de Reyes, el último de las vacaciones de Navidad y me había ido al cine después de comer. Como siempre, quité el sonido del móvil antes de que comenzara la película. La verdad es que no recuerdo el título pero se que era una de Harrison Ford. Al terminar miré el teléfono y tenía bastantes mensajes y varias llamadas. Uno de aquellos SMS decía, "nos vamos a Guadalajara, tu abuelo se ha puesto malito." Llamé a mi madre y no lo cogió. Fui a por el coche y conduje hasta el hospital sin saber la gravedad del asunto. Mi abuelo ya estaba enfermo pero llevaba tiempo así, sin mejoría aparente pero tampoco sin empeorar. Al llegar allí volví a llamar y conseguí hablar con mi madre, sube a la habitación fue el mensaje escueto que recuerdo. Nunca está uno preparado para ver a un ser querido en una cama de un hospital pero verlo luchando por quedarse unos instantes más en este mundo es chocante y frustrante. Veía a mi abuelo que respiraba con dificultad, aún con los ojos abiertos quien sabe si observando lo que le rodeaba. Nada se podía hacer por aliviar ese instante, nada más que esperar. Me acerqué a darle un beso y no hubo reacción ninguna, no movió ni un sólo músculo. Pensé que estaría utilizando toda su energía para aguantar un poco más, aferrandose a un lugar que por muy triste que fuera ya no era su mundo. Algunos minutos después llegó el desenlace, mi abuelo empezó a dar bocanadas de aire, su piel cambió de color y la temperatura de su cuerpo bajó. Miré a mi madre, después a mi abuela. Mi madre salió en busca del médico con lágrimas en los ojos, mi abuela acariciaba a mi abuelo sin decir nada. Poco después el médico nos dijo que saliéramos de la habitación, mi abuelito había fallecido. No lloré, tan sólo cogí la mano de mi abuela mientras andábamos sin rumbo por el pasillo del hospital. 
Algo más reciente fue este último episodio. Íbamos a Toledo, ella hablaba por teléfono con su madre mientras yo conducía. Estaba ingresada en el hospital pero su madre le juraba que estaba bien, tan sólo la mantenían en observación por una recaída. ¡Pasaoslo bien! Le dijo animada desde el otro lado de la línea. "Vale, luego vamos a verte" le contestó. Intentamos hacerla caso pero la cara de mi ex denotaba preocupación. Intenté que pensara en otra cosa mientras comíamos e incluso la convencí para subir al tren turístico que recorría la ciudad. Íbamos a sacar los billetes para montar al trenecito cuando recibió una llamada de su hermano. Al terminar la conversación estaba muy nerviosa. ¡Vamos al hospital! Me dijo. Volaba por la autopista. Me sentía culpable por haberla convencido para hacer algo distinto ese día que teníamos libre, creí que pensar en otra cosa le vendría bien. ¿Y si por ello no podía despedirse de su madre? Corrí como jamás habia corrido, volaba a 180 deseando que todo fuera una falsa alarma. Cuando llegamos al hospital recuerdo que comía una pera de la cena que le habían dado. Nos saludó y preguntó que tal el día, si lo habíamos pasado bien. Entonces respiré profundamente, todo había sido sólo un susto. Sin embargo, a los pocos minutos empezó a hablar de cosas inconexas y nos miramos extrañados. Mi ex llamó a la doctora y lo que le dijo fueron malas noticias. El final estaba muy próximo. ¿Cómo es posible? ¡Hace un momento comía una pera tranquilamente! Hubo muchos momentos tristes en los dos días siguientes. En esta ocasión si que lloré, y mucho. Y el más triste de todos fue en el momento de cerrar el ataúd para enterrarla. Nos dijeron que podíamos estar un rato a solas antes de llevarla al coche fúnebre. Yo no sabía que eso iba a ser tan duro. En la sala estábamos cinco personas. Su hermana y hermano, ella y el marido de su hermana. Nada más quedarnos a solas mi ex puso sobre el pecho de su mamá una foto de cada uno de nosotros, para que la acompañáramos a donde fuera. Luego metió un Belén pequeñito de cristal que le habíamos comprado en Toledo para regalárselo la tarde que murió. Acto seguido ellos tres se cogieron de la mano, mientras el marido de la hermana le daba un beso de despedida y se unía a ellos. Yo estaba sólo al otro lado, mirando el rostro de esa mujer que siempre me trató con cariño. Desconsolado, no pude parar de llorar durante un par de horas.
La muerte es cruel, desgarradora. Desde luego que es así para los que lo sufren desde fuera, pero visto del otro lado ¿qué se sentirá? ¿Qué es una ECM?
Mucho antes de estos tres episodios de mi vida sufrí un pequeño percance. Un insólito suceso que a día de hoy aún no he podido explicar con una cierta coherencia. Un caluroso día de Julio jugaba en la playa, como tantos otros niños me divertía en la orilla saltando las olas. En un descuido me metí demasiado, tanto que en uno de esos brincos dejé de hacer pie. La resaca del mar hizo que cada vez me alejara más de la orilla, asustado empecé a gritar. Me hundía hacia el fondo sin poder evitarlo, pero no sólo por la acción del indolente mar. Allí había alguien más. Mi cabeza estaba ya más tiempo bajo el agua que sobre ella y en una de esas incursiones vi a un niño. Me cogía de la pierna y tiraba hacia abajo. Nunca olvidaré ese rostro. Un chaval algo mayor que yo, de pelo rizado y oscuro. En su cara se dibujaba una amplia sonrisa cuando tiraba de mi pie hacia el fondo. Intenté zafarme pero era más fuerte que yo y no conseguía librarme de esa mano que me agarraba por el tobillo. Agotado y ya casi a punto de abandonarme a mi suerte sentí que alguien me sacaba del agua. Mi primera reacción al ver que todo el mundo me rodeaba para ver que tal estaba fue gritar, ¡hay otro niño! La misma persona que fue a por mi se metió de nuevo en el cada vez más enfurecido mar, al poco rato mientras mi madre me abrazaba y secaba con una toalla volvió el hombre que me había salvado. Allí no hay nadie más, ¡¿a alguien le falta un niño?! Gritó. Por lo visto estaba yo sólo allí. Entonces, ¿quien era ese niño?
Los testimonios de personas que han sufrido una experiencia cercana a la muerte dicen haber visto personas que las guían a través de un túnel. Gente sonriente y feliz que las acompañan por la travesía que une ambos mundos, el de los muertos y el de los vivos. ¿Ese niño era mi guía? No sabría responder a esa pregunta pero la verdad es que el muy cabroncete me quería llevar a algún lado. 
Tanto en la vida como en la muerte suceden ciertos hechos que podrían denominarse como caprichosos y a veces ese misterioso ser encapuchado te acecha con su guadaña y en otras ocasiones, en cambio, aparece un turbador niño que te da un zarpazo y sólo logra herirte. Eso es lo que pienso que me ocurrió ese día en la playa. No obstante soy de la opinión de Woody Allen quien, en una de sus películas, dijo que no le tenía miedo a la muerte, tan sólo no quería estar allí cuando ocurriera. Por eso si vuelvo a ver a ese pequeño diablillo de pelo rizado cambiaré de rumbo e intentaré darle esquinazo. 

lunes, 2 de junio de 2014

Orange is the new black

El tema carcelario siempre ha sido algo atractivo para la gente, quizá porque muchos de nosotros sentimos curiosidad por lo que sucede ahí dentro, ya que nunca hemos estado tras las rejas de una celda.
En ese termómetro social que es el cine, se demuestra que fue un asunto que siempre estuvo muy en boga. Desde la violencia y la locura extremas que se veían en "el expreso de medianoche", situando la acción en una cárcel turca de principios de los 70. Hasta la mágica versión de "la milla verde" en la que se cuenta la historia de un hombre que en los años 30, esperando en el corredor de la muerte de una de las muchas penitenciarias americanas, empezó a curar a gente usando métodos un tanto sobrenaturales. Pasando por una de mis favoritas sin ninguna duda, "la leyenda del indomable", en la que un díscolo Paul Newman intentaba escaparse de su confinamiento de mil maneras, a cada cual más inverosímil. 
Pero hay muchas otras, infinidad de historias cancelarías llenas de ternura, compañerismo y por supuesto con altas dosis de violencia. Relatos inventados o basados en la realidad en los que aparecen personajes de todo tipo, asesinos despiadados, hombres sin escrúpulos, locos con un punto de cordura o cuerdos con ciertos ataques de locura transitoria. Una cárcel es por tanto un universo en sí mismo, por eso no me extrañó para nada que se hablara tanto de esta serie que empecé a ver hace unos días. Pero, ¿qué tiene de nuevo una historia más sobre reclusos? Pues curiosamente tiene algo novedoso, el argumento se desarrolla en una cárcel de mujeres. Que yo sepa, muy pocas historias de este tipo se han centrado en contar las aventuras y desventuras de una mujer condenada a pasar sus días tras las altas vallas de una cárcel. En realidad yo no conozco más que un precedente, una película erótica llamada cárceles de mujeres, creo recordar, de la que vi imágenes hace mucho tiempo. 
Ayer me encontraba viendo un nuevo episodio de "orange is the new black" cuando me puse a pensar en algo. ¿Sería capaz de sobrevivir a una condena? No, no penséis mal. Mis planes de dar el gran golpe y atracar el Banco de España para hacerme con las reservas del país aún están en la fase de proyectos para un futuro lejano. Más bien mis pensamientos iban por el camino de si yo sería un personaje sumiso y obediente o en cambio sería rebelde e indisciplinado. ¿Sería yo el que diera o el que recibiera? En definitiva, la pregunta que me hice fue.....¿Soy un macho alfa?
Extraña cuestión para hacerse un domingo después de comer, pero como suele ser habitual en estos pequeños relatos que vengo escribiendo desde hace un tiempo, todo tiene un fondo. No suelo dar puntadas sin hilo, aunque haya veces que me disperse un poco. 
En fin, vayamos al grano. Llevo unos días obsesionado con algo. Una idea martillea mi cerebro al igual que el herrero golpea una pieza a la que quiere dar forma en el yunque. Me encantaría tener un perro.
Si, es una afirmación que me ha asombrado incluso a mi. Me encantan los animales, me fascina su comportamiento y la nobleza de la mayoría de ellos pero nunca sentí la necesidad de tener alguno junto a mi. Salvo las tortuguitas pequeñas o los pececitos que apenas sobrevivían a la semana de vida jamás tuve en mi casa un animal y no me preocupaba demasiado, la verdad.
Sin embargo, hace unos días vi un pequeño video de una mujer que grababa a su nueva mascota recién llegada a casa. Era un cachorrito que daba sus primeros pasos por su nuevo hogar, olisqueando y mordiendo una vieja alfombra. Me pareció una imagen tan tierna que me enamoré en un instante de esa raza y me zambullí en internet para averiguar más sobre esos preciosos animales. Era un Akita Inu, un perro desarrollado en Japón para la caza de osos, entre otros animales. Al ver las fotos del perro adulto me enganchó aún más, me pareció extremadamente bello. Pero había otro detalle más que me atrajo, el Akita es un animal increiblemente fiel, crea un vínculo afectivo con su amo muy fuerte y jamás le abandona. Leí durante un buen rato sobre las virtudes de este perro y algo me extrañó enormemente, esa bolita de pelo tan mona que había visto en el video jugando en una deshilachada alfombra estaba considerada en España como una raza potencialmente peligrosa, e incluso me topé con la noticia de un Akita que había matado a un bebe al morderle en el cuello en un descuido de los padres. 
Los expertos decían que para dominar al perro había que ser el macho alfa de la manada, es decir, yo tendría que enseñarle que era el líder. Sino, el perro jamás toleraría una orden mía y mucho menos haría caso de lo que dijera. Para un primerizo como yo sería difícil optar a un perro de ese nivel así que me puse a pensar y de niño siempre hubo otra raza que veía por la calle y hacia que girara la cabeza al pasar a mi lado. De crio el pastor alemán siempre me pareció un lobo, un animal salvaje. Me gustaba la fuerza que transmitía, el poder de su mirada, el ladrido seco y autoritario. El Akita y el pastor alemán son ambos excelentes perros guardianes, no obstante el carácter de cada uno es bastante distinto. El japonés es más solitario, más terco en ocasiones. El ovejero es más trabajador, quiere agradar al amo en cada tarea que realiza. Pero una vez más estaba en la misma tesitura que antes, el pastor alemán necesitaba de un experto dueño que le dijera quien mandaba en la manada. 
El Golden Retriever tiene mirada de bonachón, de compañero de travesuras y juegos. Es la tercera y última raza de la que busqué información. Para un novato era perfecto, un perro listo que sin apenas esfuerzo aprendía las órdenes básicas. El Golden es un animal criado para la recuperación de presas, le encanta por tanto jugar y corretear detrás de una pelota o chapoteando en el agua, un perro muy activo y divertido. Aún así no estaba seguro de poder criar, todo lo bien que debiera, a un perro de tal tamaño y no se me ocurrió otra cosa que pensar..... Bien, ¿y por qué no un gato? Son más independientes, no necesitan de un cuidador tan experto y pueden estar en casa sin salir demasiado. Y con esa idea estuve todo este fin de semana leyendo acerca de diversas razas de gatos y sus características más notables. Tres fueron los que más llamaron mi atención por lo bonito de su manto, sus hipnotizantes ojos y sus elegantes andares. 
El Russian blue (azul ruso) es adorable, parece un peluche. Un gato muy listo y curioso que enseguida coge cariño a los integrantes de la casa. La mascota perfecta si de gatitos hablamos.
El Bengal o Bengalí es un cruce entre dos especies, el de un gato doméstico y un gato leopardo de procedencia asiática. Su manto es lo que lo hace único y por lo que nació esta especie que parece un leopardo en miniatura. Después de varias generaciones hicieron que la parte doméstica de su ADN prevaleciera ante la parte más salvaje y así su naturaleza fuera la de un animal tranquilo y muy sociable con altas dosis de curiosidad.
Por último, pero no por ello menos impactante, el Savannah. Su silueta es impresionante, no en vano este es el mayor gato doméstico criado hasta el momento. Es imponente verle caminar. Tres veces mayor que sus hermanos gatunos es un animal híbrido. Un experimento precioso, y caro. Un ejemplar de calidad puede costar cerca de los 8000€. Es el cruce entre un gato doméstico y un Serval, un gato salvaje de las llanuras africanas. De ahí su exótico nombre, Savannah. Y el increíble resultado de este juego en el que parece haberse convertido la genética es un minino que puede saltar en vertical unos tres metros de altura. Patas fuertes y potentes, muy musculoso y ágil. Es tremendamente veloz. Y pese al gran tamaño y fiereza que se le presupone por herencia ancestral, es muy cariñoso con su dueño y la familia de éste. 
Tres razas de animales que respetan la jerarquía de la manada, como son los perros, me llevaron a otras tres razas en las que lo que impera es marcar el territorio, los gatos. No obstante, aún había un pequeño detalle en el que reparé con tristeza. La vida de esas mascotas era muy corta comparada con la de los humanos. Los perritos rondaban de media entre doce y catorce años, los gatitos alguno más. Eso me dejó pensativo, siendo como soy yo me daría una pena terrible perder a alguien que ha estado conmigo tanto tiempo. Entonces empecé a leer sobre la salud de estos animales y sus enfermedades más comunes, displasia de cadera, moquillo, diversos cánceres, problemas oculares. ¿Cómo sería posible alargar su vida de forma que vivieran sin complicaciones ni achaques más que los debidos a la propia vejez? La solución me vino de una página web en la que decían que los criadores que se especializan en una sola raza escogen sólo a los mejores especímenes para la cría, libres de enfermedades hereditarias. Ellos te aseguraban, mediante el pedigrí, que tu mascota sería descendiente de animales completamente sanos y fuertes. 
¿Es mejor reservar a un animal que aún no ha nacido que adoptar a uno que ya lo ha hecho y darle cobijo para que no acabe en una perrera esperando un desenlace fatal? Pregunta delicada y en la que seré egoísta. Cuando quiero a alguien lo que más deseo es que esté a mi lado eternamente, disfrutando de la vida sin problemas ni enfermedades. Es imposible, lo sé. Pero si me dan a elegir entre un cachorrito que vivirá ocho años y otro que tiene más posibilidades de estar conmigo otros seis años más, sin duda elegiré que me rompan el corazón lo más tarde posible. Como digo, cuestión de egoísmo. 
Todo esto es el cuento de la lechera por supuesto, ya que antes de decidir que raza, de las seis que he mencionado, escogería para ser mi fiel amigo he de contestar a esa sencilla cuestión que me preguntaba ayer al terminar de ver el episodio de "orange is the new black". ¿Soy un macho dominante?¿Podría ser el animal al que la manada siguiera? Mi respuesta fue clara y rotunda. No, yo no me veo como un macho alfa, y quizá por eso jamás tendré un gatito restregandose entre mis piernas ni un perrito que juegue conmigo mientras mueve la cola complaciente.