La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Día 24: La reina de Mayo.

Solo queda sentarme, cerrar los ojos y soñar. 
La mano se apoya suavemente en mi pierna mientras sus ojos se deslizan sin prestar demasiada atención por la gente que a través de la ventanilla observa como sombras de un mundo ajeno al nuestro. De pronto gira su cabeza hacia mi, me mira a los ojos y sin decir una sola palabra besa mis labios. Tierno. Dulce. Casto. Un beso de esos que no esperas, uno que te eriza la piel y hace que el planeta entero se detenga de golpe. Instintivamente cierro los ojos al juntar sus labios con los míos, sintiendo muy dentro de mí como los sentimientos fluyen de un cuerpo a otro. Un intenso intercambio de sensaciones que termina por hacer que abra los ojos para mirarla detenidamente al tiempo que las primeras luces se asoman por el gran ventanal del autobús. Sonrío y digo...¡Ya están!¡Las luces de Navidad!
Nervios. Mucha impaciencia. Una excitación creciente que culmina al bajar del autobús y mirar hacia el gran árbol iluminado que adorna la plaza. Cojo su mano enguantada y la llevo rápidamente a su base, saco el móvil del bolsillo y besándola en la mejilla hago una foto de ambos con el enorme árbol de fondo.
Quiero esa foto, deseo esa foto, anhelo esa foto.

Solo queda sentarme, cerrar los ojos y soñar.
Me despierto por la noche. Me meo. Si, tengo unas ganas tremendas de hacer pis. Voy al baño tanteando la pared, sin apenas abrir los ojos. Al girar el picaporte de la puerta me detengo un instante, huelo a ella. El perfume que ha quedado impregnado en su ropa y que unas horas antes había dejado tirada en el baño en un momento de pasión repentina ha llenado toda la habitación. Respiro profundamente y sonrío. Adoro ese olor, suave y afrutado. Sutil. 
De nuevo en la cama acaricio su pelo y ella se despierta. Gira su cabeza y con los ojos entornados me susurra un hola. Yo no puedo más que abrazarla y tras pegarle un pequeño mordisquito en su oreja decir...Duerme cielo, aún es pronto.
Mientras miro las sombras cambiantes en el impoluto techo, pienso. Escuchando su respiración cada vez más profunda, siento. Apagando lentamente esos sentidos, sueño. 

Solo queda sentarme, cerrar los ojos y soñar. 
Sumidos en un buen atasco me acomodo en el asiento del conductor y subo un poco el volumen de la radio. A los pocos minutos una canción empieza a sonar y ella tararea. Miro su perfil, observo como ladea la cabeza y mira al coche de al lado distraídamente. Su mano de pronto se dirige a la rueda del volumen, lo sube y empieza a cantar. Ese gesto me distrae hasta tal punto que el coche de atrás me da las largas para que continúe una decena de metros. Ella sigue cantando ajena a todo, su voz inunda el coche. Mi alma se encoge y aprieta para luego expandirse hasta el infinito y estallar a modo de big bang estelar. Una explosión de amor, deseo y ganas de estar dentro de ella, bajo su piel, en sus entrañas. Su voz hace que me pregunte...¿Existe la felicidad absoluta? De ser así, debe parecerse mucho a esto. Me digo al tiempo que cojo su mano, la acerco a mis labios y beso su palma. 

Cuentan las leyendas que Rhiannon era una mujer de una belleza increíble. La gran reina del mundo de las hadas, hija de un dios del inframundo, podía desenvolverse igual de bien en el lado de los vivos como en el de los muertos. Un día decidió salir de su confortable mundo e ir a parar al nuestro, entonces algunos la llamaron la reina de Mayo. Los antiguos druidas y magos encendían hogueras el día de Beltane en su honor, conmemorando la primavera, el reverdecer de los campos y el renacer de la vida tras el largo invierno. 
Allá, en el norte, los fríos mantenían la vida en un horrible letargo, el corazón prácticamente se paralizaba en su continuo latir y todo, incluso el amor, permanecía a la espera. Todo se detenía en el tiempo hasta que los primeros rayos del sol de la primavera calentaban esas tierras. La reina de Mayo salía de su oculto escondite y cabalgando desnuda en su precioso corcel iluminaba el mundo. 
Estos días estamos a punto de entrar en el oscuro invierno, y hoy quiero pedir un favor a Rhiannon si por casualidad estas palabras le llegan hasta su misteriosa morada. 
Bella dama de largos cabellos, señora de la vida y reina de la luz, no dejes que mi alma hiberne y se oscurezca pese a la llegada del frío. No permitas que deje de soñar, tan solo me queda eso. 



miércoles, 9 de diciembre de 2015

Día 23: Seducir y destruir. De lo más pequeño a lo más grande.

Una vez mi abuelita me dijo que había visto a alguien como yo en la calle. Tan parecido a ti era, me contaba, que le llamé por tu nombre y todo, al girarse vi que erais iguales. 
En ese momento en el que ella me "veía", yo estaba tomando el sol en la playa. Ella, en cambio, iba hacia casa, muy cerquita ya del portal. Por lo tanto nos separaban unos centenares de metros y era imposible que ese misterioso chico tan parecido a mí fuera yo mismo. Una pequeña confusión seguramente, pero ¿y si mi encantadora abuela llevaba razón?

Hay algo que me fascina sobremanera. Bueno, para ser sinceros, en realidad son dos cosas. Los labios pintados de un rojo potente de una desconocida que frente a mí teclea suavemente el nombre de algún archivo metido en su ordenador portátil. Y, por supuesto, la posibilidad de que existan mundos paralelos a este en el que estoy escribiendo.
¿Es tan descabellado pensar en mundos simultáneos al nuestro? Bien, para intentar responder a esa difícil cuestión tendré que remontarme un pelin hacia atras en el tiempo. Justo en el instante en el que varios científicos como Einstein o De Broglie dedujeron que la luz era mágica. Aparecía y desaparecía sin previo aviso. ¿Cómo era posible tamaña hazaña? Entró en escena lo que ellos denominaron dualidad onda-corpúsculo, la característica más increíble de los fotones (el elemento más pequeño que encontramos en la luz). Con este hallazgo se abría un interesante mundo sobre nosotros, el maravilloso cosmos de lo infinitamente pequeño. 
Muchos años antes de todo este galimatías de cosas ínfimas y microscópicas, Newton había demostrado que cualquier masa, por pequeña que esta fuera, sufría una fuerza de atracción. A esto lo llamó gravedad. Por ejemplo, las mareas son un efecto de la masa de la luna y el sol sobre la de la tierra. Desarrollando estos conceptos, Einstein llegó a su teoría de la relatividad general y su noción de que la gravedad causaba una curvatura en el espacio-tiempo. Es decir, que el tiempo se hacía relativo dependiendo de quién y dónde lo observara. Nos movíamos ahora por el universo de lo inabarcable, el mundo de lo increíblemente grande.
Sin embargo, algo fallaba en todo esto y el bueno de Einstein se dió cuenta. Las leyes que rigen lo más pequeño no iban bien para determinar qué ocurría con lo más grande. Se pasó toda su vida intentando dar sentido a todo esto, buscando su teoría de campo unificada. Algo que describiera todas las cosas que existen en el universo, tanto las más minusculas como las más gigantescas. 

¿Sabes Rubén? Me gustaría encontrar el amor y también hacerlo. Esa pequeña frase hizo que sonriera. El amor y el sexo, una y otra vez. No quise adentrarme en esa conversación y cambié de tema...¿tienes vértigo? Solté sin más.  Diez minutos después, al conocer que a ella no le gustaban las alturas y yo saberme desilusionado, la conversación se acabó. No obstante el eco de esas palabras iniciales se mantuvieron en mi cabeza un buen rato más. ¿Sería posible encontrar una ecuación o alguna ley que uniera ambos mundos? Al igual que aquellos sesudos científicos que allá por 1950 creían en una sola teoría que abarcara todas las leyes de la naturaleza. yo creo que existe una norma generalizada que gobierna el corazón. Estoy convencido de que tiene que haber algo que describa tanto el amor como el sexo. El método experimental, el de ensayo-error de toda la vida, hace pensar que no es así. El amor va por un camino y el sexo por otro.

A finales del siglo XX apareció una corriente de nuevos pensadores. Físicos que descubrieron que los protones y neutrones estaban constituidos por unas partículas aún más pequeñas, los quarks. También hallaron indicios de otra serie de partículas pequeñísimas como los gluones, los leptones y los bosones. Esos científicos, observando el comportamiento de estas partículas llegaron a la conclusión de que un quark no es más que un pequeño hilo finísimo unido por sus puntas y que vibra. A esta increíble deducción se le ha llamado la teoría de supercuerdas y es algo que a día de hoy aún sigue en pañales pero que tiene unas posibilidades enormes. De un plumazo se han pasado de tener cuatro dimensiones (las tres espaciales más la temporal) a una cantidad variable entre diez y veintiséis (la creencia más generalizada es pensar que existen once dimensiones). Es decir, que lo que Einstein buscó durante el final de sus días sí que es posible. La teoría del todo es una realidad tangible, lejana pero casi al alcance de las yemas de nuestros dedos. 

El universo vibra, esa es la clave. ¿Será posible que esa ley fundamental de toda la materia pueda describir algo tan misterioso como lo que ocurre en el corazón humano? Quiero pensar que si. Deseo creer que cuando vea al amor de mi vida, al estar frente a ella; mi corazón, todos los quarks, leptones y bosones que hay en el, vibrarán de tal forma que pondrán de acuerdo a mi alma y sepa que amar y hacer el amor es lo mismo. Que no hay diferencia alguna entre esos dos conceptos o mejor dicho que simplemente esa causalidad está motivada porque ambas cosas van de la mano al igual que nosotros, el ser humano, estamos constituidos por particulas realmente pequeñas y formamos parte de un sistema enormemente grande. 
Esa dualidad de la luz que hace cien años descubrieron unos locos científicos y que fue el pistoletazo de salida para todo este embrollo de fórmulas y leyes, es la misma dualidad del alma. La misma incertidumbre en la que me sumo cada noche al preguntarme si al día siguiente mi corazón será capaz de vibrar. Pero quizá lo más complicado sea encontrar, una vez aceptada y demostrada esta teoría del todo, otro cuerpo que vibre conmigo uniendonos en una resonancia infinita. Eso es lo realmente difícil. Pero no desespero en mis deseos, todo es posible en el mundo de las interacciones fundamentales de la naturaleza. No en vano, somos polvo de estrellas.