La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Cincuenta sombras, tristes y grises.

Algo me tiene un poco descolocado. Un hecho terrible a la par que curioso. ¿Por qué las mujeres alucinan con esta trilogía de E. L. James? Sinceramente hace unos meses intenté leerlo sin saber muy bien de que iba ni quien lo escribía. No pasé de la página 60. La protagonista de la novela me parecía tan estúpida que dije, el autor se ha lucido. Pero al buscar en Google de donde venía la E y la L me sorprendió todo aún más. Erika Leonard James se estaba forrando con algo que al menos a mi me parecía de lo más simple. Una mujer describía a la protagonista de tal forma, ingenua y tonta, que no podía entender que funcionara tan bien y que por ejemplo en el metro, mirase donde mirase, toda mujer llevara su ejemplar abierto con una sonrisita en su cara deseando que Grey las estuviera empotrando contra la puerta automática del vagón mientras las besaba pasionalmente. 
He construido una teoría, quizá errónea, de lo que sucede. La expondré más tarde, ahora contaré una pequeña historia. 
Hace un tiempo estaba en Mallorca, eran las cinco de la tarde y me encontraba, desnudo, atado a la cama de pies y manos. Un par de horas antes comía en un restaurante viendo la playa y el mar y una conversación en la mesa planteaba esta cuestión. ¿Quieres ser hoy mi ama? Eso le dije a mi acompañante. ¿Sería capaz de obedecer todo lo que alguien me ordenara sin importar lo que fuera? Esa era la pregunta que me hice y que ella quiso que yo averiguara. Pensativa dijo, ¿hay algún límite, es decir, puedo pedirte lo que yo desee? Mi contestación fue instantánea. Si, puedes hacer cuanto quieras conmigo. Pagamos la comida y subimos al hotel, al traspasar la puerta mi capacidad de decisión se esfumó y desde ese mismo instante fui un títere manejado por ella. Sería su esclavo durante unas dos o tres horas, mi curiosidad sobre lo que ella sería capaz de pedirme o hacerme aumentaba mientras me preguntaba si sería capaz de someterme. 
Quizá podría contar unos pequeños flashes de lo que aconteció esa tarde de primavera en Mallorca. Pequeñas imágenes que no comprometan demasiado, sin caer en el mal gusto o la falta de respeto porque lo que allí ocurrió es algo íntimo y personal. Un minúsculo fogonazo sería el momento en que ella con su cigarro en las manos y una mirada desafiante descorrió la cortina de la pequeña terraza que daba a la piscina del hotel y al mar azul turquesa del Mediterráneo mallorquín. Se sentó desnuda en la silla de plástico blanco y con las piernas abiertas y el cigarro en la boca me ordenó, "cómeme el coño mientras me fumó el piti". Y obediente, sumiso, le pase la lengua y saboreé su sexo en lo que le duró su cigarro. Ella soltaba gemidos de placer, yo me desvivía por darle lo que pedía. 
Otro pequeño flash, tan etéreo y difuso como el humo del cigarro que se acababa de fumar, fue el momento en el que cogió el cinturón de mis vaqueros y me lo anudó a la garganta. Y cogiendo el extremo a modo de correa me exigió, "¡sígueme perro!" Y a gatas la seguí arrastrandome por toda la moqueta de la habitación para un par de minutos después mandarme con voz decidida y sería, "¡y ahora follame como el perro que eres!" Mientras ella se arrodillaba en la cama yo me encaramé a su espalda y como un perro forniqué penetrándola, viendo su rostro de placer extremo en el espejo que había en la puerta del armario junto a la mullida cama. Yo sacaba la lengua relamiendome, metido en mi papel perruno y dando rápidos golpes de cadera me corrí dentro de ella tras lo cual caí rendido sobre los almohadones. Cinco minutos más tarde el juego se había terminado, giré mi cabeza y la miré a los ojos. Abrazándola y besándola la dije, "gracias cariño. Te amo."
Con esta historia lo que pretendo es introducir mi teoría. No hace falta ser un Grey para vivir una aventura distinta. Sólo hay que dejar volar la imaginación y sentir. Eso es lo que le falta al mundo ahora mismo. Un poco de viveza al hacer las cosas. Un poco de sentimiento al acostarse con una mujer. Por eso tiene tanto éxito ese libro, por eso cada mujer del planeta sabe quien demonios es el tal Grey. Los hombres han perdido esa pasión, y las mujeres han dejado que eso suceda. Los tan traídos follamigos con los que simplemente te acuestas, sin más pasión que la de llegar quizá al mismo tiempo al orgasmo ha dejado que los tíos no tengan que "currarse" la cita, saben que al final mojarán. El mundo frío y sin apenas interés por conocer sentimientos permite que puedas tirarte a una chica nada más entrarla si eres un poco majete, pero sin un atisbo de sentimiento ni pasión. Eso es lo que ha terminado haciendo que E.L. James tenga el dinero por castigo al vender millones de libros con las historias que podría cualquiera hacer realidad pero que se conforman con leerlas y soñar que son ellas las protagonistas. 
Esta es mi teoría, quizá me equivoque. Puede que los hombres nunca hayan perdido esa chispa, y las mujeres no hayan dejado que la monotonía llame a sus puertas. Puede que la fantasía no este casi extinguida. Pero mucho me temo que la realidad es que la película que pronto se estrenará basada en el libro hará que millones de mujeres sueñen en vez de vivir.
Triste teoría, ojalá sea errónea. 

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