La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

martes, 15 de enero de 2013

Desintoxicación

Estoy con ansiedad desde esta mañana.
He tenido un sueño maravilloso mientras lo soñaba y horrendo al despertar. Y no logro quitármelo de la cabeza. Un sueño de compensación, lo que no se produce en la vida se hace real mientras duermes.
Me siento solo. Intento no pensar en la soledad, sin embargo mis intentos no fructifican.
Empecé a escribir este blog por no encerrarme en mi mismo, para sacar todo lo que hay dentro de mi. Nunca pensé que nadie me leería y por eso escribí cosas muy interiores, cosas de las que nadie sabe, nadie intuye, nadie si quiera podría adivinar. Mis pensamientos siempre han sido míos, siempre los he guardado celosamente en mi mente. Y ahora necesito hacer un ejercicio de introspección, necesito averiguar quien soy. Y si realmente soy una persona terriblemente egoísta, sin sentimientos, sin corazón.
Estoy en un proceso de desintoxicación. Curándome de mi adicción a la mujer de la que he estado completamente enamorado durante una década. Cada día es una lucha continúa, mi cabeza dice una cosa, mi corazón otra. Durante el terremoto que fue la ruptura dijo de mi cosas duras, hirientes, mentiras que en su mente transformó en realidades. Su punto de vista, claro. ¿Cómo es posible que siga pensando en ella? Es un esfuerzo enorme no escribirla, aún sabiendo que después de romper me ha mentido, aún sabiendo que fue por otro. Iba en el autobús hace apenas una hora pensando en cuando me bañé con ella en Miami, en sus aguas claras llenas de pececillos. En el beso que la di mientras nadábamos juntos. En el abrazo que nos dimos mientras nos decíamos cuanto nos amábamos. ¿Por qué me martirizo de esta forma?¿Por qué pienso en alguien a quien ya no intereso lo más mínimo? Ella toma pastillas para superar, para olvidar. En algún momento tendrá que dejarlas y enfrentarse a lo que su mente le obligue. Sus miedos. Yo dejé de medicarme, mi opinión es que tengo que poder pensar con claridad y las pastillas me adormecen, me dejan k.o., y no quiero ser un muerto viviente. Enfrentarme a mis fantasmas. Y ahí estoy, pasando el mono. El amor es la droga más dura y más difícil de superar. Me llamo Rubén Ferrán y llevo 6 días sin escribirla, podría decir en un teórico grupo de apoyo a modo de presentación. Mañana me darían la chapita de la primera semana, luego la del mes, la del medio año más tarde. ¿Una utopía?¿Soy realista? No se que haré esta tarde, mucho menos que pasará dentro de 6 meses.
Me dicen que tengo que valorarme. Soy lo que soy, no puedo engañar a nadie. Mis obsesiones, mis temores, mis pasiones, todo viene conmigo. Me miro en el espejo y veo a un chico que no esta mal físicamente, pero por dentro esta librando una guerra y esta destrozado, herido, mutilado. Gana batallas y pierde otras. En un momento esta en la colina celebrando la victoria y horas más tarde esta en el foso, cubriéndose como puede del enemigo.
El tiempo va pasando, me hago más viejo día a día. No es que madure sino que mi alma envejece, se hace más dura, menos pasional, la ilusión se esfuma, el futuro se hace oscuro.
Quizá hoy este así por el sueño, el subconsciente me ha traicionado, me ha vendido. He dejado correr mi fantasía durante mi descanso nocturno y eso ha sido la perdición.
¿Cómo se domina a la mente? ¿Pastillas? No creo que sea la solución, más bien un parche. ¿Pensar mal de la otra persona? Lo intenté, pero no pude. Es imposible para mi. Quizá a ella le funcione, a mi me resulta una tarea complicada. ¿Un clavo saca a otro clavo? Injusto para ambos clavos y para mi.
Por ahora lo único que me funciona es el ejercicio físico. Pero la resistencia es finita y no puedes estar sudando todo el día. Hay que recuperar, descansar. Y es en esos momentos de descanso donde mi cerebro clava el puñal a mi corazón. Duele. Intento agotarme lo máximo posible durante la práctica de deporte para que mi mente este cansada y las conexiones sinápticas sean más lentas, que incluso se extingan en los primeros pasos. Pero una vez he recuperado, mi maldito cerebro vuelve a funcionar. Y revisa ideas, preguntas y planteamientos ya desechados.
¿Qué he de hacer? Durante tres meses he revisado en mi mente toda clase de recuerdos, y desde hace algo más de uno los plasmo en el blog. Me ha ayudado. He visto que no soy tan malo, ni egoísta, ni he faltado al respeto a nadie. Mi vida, básicamente, se ha reducido a ir por mi lado sin molestar, sin meterse con nadie, sin inmiscuirme en la vida de los demás. Jamás hablé mal de nadie, ni siquiera de ella, en estos momentos en lo que lo más sencillo sería discutir, pelear, luchar. Me he sumido en un estado de sumisión. Para mi nunca ha sido importante de quien es un libro o un disco, lo esencial, lo trascendental, lo que realmente me preocupa es como ocurrió sin enterarme, sin que ella dijera nada, sin previo aviso. ¿Cómo pudo pasar algo tan demoledor sin ser yo consciente de lo que ocurría?
Eso es lo que no me deja dormir tranquilo. He estado ciego. De haber sabido la realidad, ¿habría actuado de otra forma? Seguramente. Ciertamente sí.
Solo puedo esperar que esto pase. Que el tiempo corra rápido y no se detenga. Nunca deseé tanto que la vida pasara veloz.
¿Vendrán tiempos mejores?¿La tristeza tornará en alegría?¿Existen los milagros? Preguntas sin una respuesta clara.

lunes, 14 de enero de 2013

Tatuaje

El tatuaje es una forma de expresión. Siempre cuenta algo de lo que somos o de lo que nos gustaría ser.
Desde la antigüedad el ser humano se ha dibujado cosas en la piel, por diversos motivos. Bien por cuestiones de poder, bien por misticismo o por distinguirse del resto.
El tatuador es un artista del dibujo, de las formas, de la tinta. Diseñan y transportan del papel a la piel. Mucha presión ya que en el cuerpo no hay margen para el error.
Yo tengo dos tatuajes, uno en cada brazo. Cerca del hombro. ¿Por qué me los hice? Cada uno por distintos motivos aunque tienen algo en común. Ambos son animales alados.
Mi naturaleza soñadora, algo intrínseco en mi, hace que mi mente al igual que mi cuerpo deseen volar. Siempre he admirado la altura. Ver la vida desde una posición superior. Divisar todas las posibilidades. Cuando me hospedo en un hotel siempre pido habitaciones altas, cuando veo un castillo quiero subir a su torre, cuando hay un observatorio en cualquier edificio quiero ascender hasta su cima, adoro viajar en avión y pasarme el rato mirando por la ventanilla, contemplar a vista de pájaro el mundo. Sientes una excitación increíble. Incluso te sientes poderoso. Estas más cerca del cielo y te crees alguien divino. Un habitante del Olimpo. Dejando atrás la arrogancia, me encantaría poder volar.
De pequeño veía una serie en la televisión, "gran héroe americano", en la que un tío se encontraba un traje parecido al de Superman y al ponérselo conseguia tener poderes, entre los cuales estaba volar. Yo imaginaba que era él y que tan solo dando esos fantásticos tres pasos me lanzaría en un vuelo increíble. Y probaba en mi habitación dando saltitos pero a lo más que llegaba era a planear hasta el suelo desde mi corta estatura. Imagen infantil y graciosa pero clarificadora. Desde tan corta edad ya pensaba en surcar los cielos.
El primer tatuaje que me hice fue un dragón alado en el brazo izquierdo. Un ser mitológico.
Estaba decidido a hacerme un tatuaje, y sabía que quería algo con alas. Pero no sabía que exactamente. Fue en el estudio de tatuajes, donde mirando dibujos, lo vi. Me llamó poderosamente la atención. Un dragón, eso era lo que buscaba. El chico que atendía se puso a mi lado y me dijo, ese es uno muy bueno y es un diseño propio, la autora está hoy por sí quieres hacértelo. Y no me lo pensé dos veces. La chica era un genio. Lo hizo perfecto. Cuando un par de años más tarde fui al mismo lugar para hacerme el segundo, el tatuador se quedo alucinado de la perfección del primero. De los detalles. Un trabajo de diez. No sabía nada sobre dragones, su universo mitológico era desconocido para mi. Aún así fue una imagen que me atrajo y por eso la elegí. Con este primer tatuaje quería demostrar al mundo que mi felicidad estaba en dejar volar mi imaginación, deseaba soñar en un momento de mi vida difícil, complicado.
El segundo, como ya he comentado, decidí hacérmelo un par de años después. El motivo era distinto. Los animales alados para mi tienen un significado muy claro. Libertad. Un pájaro puede desplazarse a cualquier lugar del planeta, alzar el vuelo y disfrutar de algo que mucha gente no posee. El placer de sentirse libre, sin ataduras ni a lugares ni a ideas. ¿Y que pájaro simboliza claramente esto? Quería un águila. Alas poderosas, fuertes patas, pico que infunde temor. Es el rey del cielo. Deseaba que cualquiera que viera mi tatuaje supiera que mi lema es la libertad personificada en ese águila.
Llegué al estudio y me puse a ver diseños y al igual que con el primero, en cuanto lo vi me enamoré de él. Un águila con la palabra "liberty" entre las patas. Ese era. La letras redundaban en la idea que tenía en mente, por si alguien no entendía el por qué. Había un problema, el águila tenía entre las alas unos arcos y en el interior no había nada. Tenía que decidir que poner dentro. Como no lo tenía claro, el chico me dijo que lo dejara vacío y que cuando supiera lo que deseaba me lo tatuaría. Ese pequeño hueco aún sigue en mi brazo. Como detalle curioso he de decir que lo quería en la espalda. Uno grande, muy grande. Que las propias alas del águila parecieran ser las mías. Sin embargo, el diseño que elegí hubiera quedado mal a una escala mayor y acabamos decidiendo, entre el artista y yo, que lo mejor sería el brazo. Así tendría las alas del dragón en un lado y las del águila en el otro. Dos emperadores de los cielos que sostendrían mi vuelo.
Hace dos meses decidí que quiero un tercero. No estoy tan seguro como con los otros dos. Debido, claramente, a que no estoy seguro de nada en mi vida. Pero deseo marcar este instante en mi cuerpo. Quiero mirarlo cada mañana al ducharme y recordar lo que soy y lo que deseo ser. Y como no podía ser de otra forma quiero alas. He pensado en un fénix. Otra criatura surgida de los mitos. ¿En qué lugar debería estar? Sin duda en el pecho, en el corazón. Aún no he ido a mirar dibujos porque se que sí alguno me atrae me lo haré en ese mismo instante. Quiero rumiar la idea un poco más. Probabilidad del tercer tatuaje, 75%. Probabilidad de volar, 50%. Probabilidad de soñar, 25%. Probabilidad de amar 0%.
Meras posibilidades, cierto. Y como todas ellas llevan consigo asociadas un error. Espero equivocarme. Deseo creer en la falsedad de mi premisa. Deseo poder amar.

domingo, 13 de enero de 2013

Domingo

It's a new dawn, it's a new day, it's a new life for me and i'm feeling good.
Hoy voy a ser corto. Breve.
Voy a hacer ejercicio. Veo una amplia gama de colores, no solo grises.
Sintonía entre mi cuerpo y mi alma.
Ya veremos dentro de unas horas, ahora aprovecharé este momento de exaltación y fuerza.

sábado, 12 de enero de 2013

Desmontando a Rubén

A lo largo de mi vida, tengo 35 años, siempre ha habido una constante. Algo que he buscado cada día, algo que me ha hecho soñar. El amor.
He sido una persona tremendamente enamoradiza. Siempre, desde que tengo uso de razón. Cada mañana de estos 35 años me levanté pensando en la chica que en ese momento ocupara mi mente. Deseando estar a su lado, hablar con ella cada minuto del día, reírnos juntos, llorar abrazados, sostener su mano.
La primera fue Vanesa. Con diez años me enamoré perdidamente de esta chica. En el colegio jugábamos juntos, éramos amigos, y ella me parecía la niña más maravillosa de todo mi mundo. Comíamos en el colegio, y mientras lo hacíamos, nos retábamos a ver quien desviaba antes la mirada. Yo siempre perdía. Hasta los 13 años estuvo cada día en mi mente, quería sentir esa mirada sobre mí durante toda mi vida.
Me mudé de casa. Para un chaval de esa edad fue triste. Su primer amor, aunque fuera no correspondido, se quedaba y el se iba. Ese último verano allí supe que era la melancolía por primera vez.
Sin embargo, al empezar de nuevo el colegio nueva gente encontré y de otra chica me enamoré. Esta era distinta a la anterior, pero con algo en común con todas las chicas que aquí mencionaré. Todas me parecieron muy especiales.
El sentimiento evolucionó, lo que de niño eran juegos inocentes y soñar con mirarla eternamente se transformó en querer besarla. Un simple beso. Un contacto también inocente pero muy expresivo. Y cada día que veía a esta niña  en el colegio deseaba hacerlo. Ella me encantaba, ¡era tan dulce y simpática! Fui al instituto con ella, y vivía cerca de mi. No obstante nunca la dije nada, sabía que también ese sentimiento era no correspondido. Aún así muchas noches soñé que ella era mi princesa y yo su príncipe encantado. Su nombre es Itziar.
Al salir del instituto otra mujer ocupó mi mente. Ya eran cosas mayores. Ángela era de otra ciudad, de otro mundo. Y el sentimiento acabó por madurar del todo. Ahora era amor completo, desear un contacto físico. Con esta chica mantuve una atracción cercana a la locura. Muy intenso. Dos jóvenes enamorados que descubren la vida, que sienten el azote del deseo, que comienzan a hablar de familia. La lejanía acabó por desquiciarnos y todo se volvió escabroso y duro.
Silvia vino después. Era un espíritu libre. Su locura es lo que me tenía enganchado. Además era preciosa. Intentaba estar a su lado cada oportunidad que tenía. Ella ya tenía novio y yo no pude más que  soñar con ella. Mirarla y sonreír mientras en mi interior me moría de ganas de fundirme en un beso pasional que durara hasta que el mundo ya no fuera mundo. Un par de años sufrí esta impotencia.
Luego llegó Paola, una chica muy guapa. Exótica. Distinta. Trabajaba conmigo, éramos buenos amigos. Pero una vez más alguien ahí arriba se reía de mi y Paola ya estaba comprometida con otro tío.
Mi corazón y mi alma empezaban a inquietarse. Deseaba encontrar un amor correspondido.
Sin embargo apareció Lules, una mujer extremadamente bella. Una mujer impresionante. Me encantaba su forma de hablar, de expresarse, de contar las cosas. Acabé enamorado de ella en cuanto me miró pero ella jugaba en otra liga y yo solo pude disfrutar de su compañía durante un brevísimo espacio de tiempo.
Mi desazón era obvia, mi alma estaba turbada. Sentía un desasosiego tremendo. Gritaba al destino. Si había alguien para mí deseaba encontrarla ya.
Almudena apareció en mi vida de pronto. Un día de verano. Me enamoré de ella por su bondad. Una mujer adulta con alma de niña, al igual que yo. Dos personas muy parecidas en su corazón y en su pensamiento. Y ella se enamoró de mi también. Mario Benedetti escribió que para estar total, completa, absolutamente enamorado, hay que tener plena conciencia de que uno también es querido, que uno también inspira amor. Y no podría estar más de acuerdo con él. Diez años y unos meses después ella dejó de amarme y todo se acabó. La bondad que vi en ella se había transformado. 
Tres meses después de ese impacto tremendo que es no saberte amado estoy en una zona extraña. Por las mañanas ya no me levanto pensando en nadie. Algo que he necesitado durante los últimos 25 años. Me siento raro, creo que he perdido la capacidad de soñar.
Ese impedimento para fantasear, para una persona como yo, es la muerte. Vivir como un zombie. Mi corazón necesita alguien por quien latir, aunque sea una utopía, inalcanzable. Y lo más desmoralizador es que no veo a nadie especial, ¿se habrán extinguido esos seres?¿o será que no quiero encontrar a nadie por miedo a qué mi pobre y recompuesto corazón se rompa de nuevo en mil pedazos?¿o quizá es el tiempo?
Ciertamente no lo se. Ahora lo único que se es que soy un pedazo de carne sin alma.¡Quiero sentir!¡Quiero soñar!
Escribo esto escuchando música celta, incitadora, evocadora, con un punto de pasión, de romanticismo. Y una lágrima cae. Un punto de partida. Un cuerpo que llora tiene algo de alma, ¿no?  





viernes, 11 de enero de 2013

The Star-Spangled Banner

La primera vez que escuché, en directo, el himno de Estados Unidos fue en un partido de la NBA.
Nueva York, Madison Square Garden. Templo mítico del deporte americano y en especial del baloncesto. Knicks contra Memphis. En aquel momento era un partido más entre un equipo de la conferencia este y otro de la oeste, sin nada en juego. Sin embargo yo iba con una emoción inmensa que estalló en el momento del himno. Lo cantó una niña, con una voz vibrante, llena de potencia, una entonación perfecta. Se me hizo un nudo en el estómago y la piel se me erizó. ¿Qué tiene esa canción que emociona tanto? ¿Quizá fue el ver a los americanos levantarse al unísono, como si tuvieran un resorte en las piernas, y ponerse la mano derecha en el corazón? ¿Quizá oír cantar y tararear a cientos de personas a la vez? ¿Quizá ver en los video-marcadores la bandera en tamaño gigante de las barras y estrellas? ¿Quizá sea yo, que soy un poco friqui y me gustan ese tipo de cosas? Puede que sea una mezcla de todo ello. Lo único cierto es que en ese momento, al acabar la niña de cantar, silbé y aplaudí como un estadounidense más. Me había convertido en un yanqui en ese ritual deportivo.
Pasa con muchos de los himnos americanos, que lo de ser patriotas lo dominan que da gusto. ¿Habéis oído el de los marines? Seguro que sí os sonará. Buscadlo por internet. Escuchadlo. "From the Halls of Montezuma, to the shores of Tripoli; we fight our country's battles, in the air, on land, and sea; first to fight for right and freedom, and to keep our honor clean; we are proud to claim the title of United States Marine." Te dan ganas de alistarte, de coger un fusil y largarte a cualquier guerra absurda con el tatuaje de Semper Fidelis en el brazo. Es extremadamente motivadora, y la música apoya la letra en todo momento.
Otra canción que usaron como himno, o como representación de unos ideales fue Yankee Doodle. La letra es maravillosa, es alucinante. "Yankee Doodle went to town, a-riding on a pony; he stuck a feather in his hat and called macaroni. Yankee Doodle keep it up, Yankee Doodle dandy; mind the music and the step, and with the girls be handy!". Hay una película que en inglés se llama Yankee Doodle dandy, en la que sale James Cagney, y verle cantarla y bailarla es una delicia. Su voz y sus pasos te dejan con la boca abierta de par en par.
Esta no es americana pero no puedo dejar de mencionarla. "The British Grenadiers" es una marcha inglesa. La podeis oir en la genial pelicula de Kubrick "Barry Lyndon". Los tambores resuenan, las flautas lanzan su melodia y escuchas esta letra, "Some talk of Alexander, and some of HerculesOf Hector and Lysander, and such great names as these. But of all the world's great heroes, there's none that can compare. With a tow, row, row, row, row, row, to the British Grenadiers."
Te imaginas que estas en la batalla, ingleses contra los colonos americanos. Casacas rojas contra casacas azules. Emocionante. Exaltación del alma. Tu yo guerrero se levanta de las sombras.
"Dixie" o "I wish I was in Dixie" es una canción sureña de la época de la guerra civil. Y aun hoy es toda una declaración de sentimientos. La versión por la que yo la conocí fue la que hizo Elvis Presley. Es una joya. "I wish I was in the land of cotton, old times they are not forgotten; Look away! Look away! Look away! Dixie Land. In Dixie Land where I was born, Early on one frosty morning, Look away! Look away! Look away! Dixie Land.". Tiene algo, ¿verdad?
Ahora recuerdo otra con una fuerza tremenda, música poderosa, sonido que engancha, letra que conmueve. La cantaban ambos bandos de la guerra civil, y es un deseo de que los soldados vuelvan a casa. Me refiero a "When Johnny comes marching home". La habéis oído, seguro, en la tercera parte de La jungla de cristal. "When Johnny comes marching home again. Hurrah! Hurrah! We'll give him a hearty welcome then. Hurrah! Hurrah! The men will cheer and the boys will shout. The ladies they will all turn out. And we'll all feel gay. When Johnny comes marching home."
De esta época también es "oh, Susanna". Una de los primeros mega éxitos americanos. Y la adoro. Me encanta. "Well I come from Alabama with my banjo on my knee, and I'm bound for Louisiana, my own true love for to see. It did rain all night the day I left, the weather was bone dry. The sun was so hot I froze myself, Suzanne, don't you go on and cry. I said, oh, Susannah, now, don't you cry for me, as I come from Alabama with this banjo on my knee."
La última que menciono para no aburrir, es una con toques de gaita. "The Irish Brigade". Preciosa. Si cierras los ojos y dejas la mente volar, te traslada a otros tiempos y lugares. Evocadora. Melancólica. 
No iba a hablar de esto hoy, pero las canciones me han venido a la mente y no he podido resistirme. Por cierto, ya que me he puesto ha escribir sobre música de la guerra civil americana, ahora esta de moda la película de Spielberg. "Lincoln" tiene 12 nominaciones a los Óscar. ¡Habrá que verla!












jueves, 10 de enero de 2013

Georges Méliès

Voy a contar hoy algo que muy poca gente conoce de mi. Estas personas se podrían enumerar con los dedos de una mano y sobrarían cuatro.
No es una cosa inconfesable, ni tan siquiera es algo que se salga fuera de lo común. Sin embargo nunca lo dije, lo mantuve en el secreto más absoluto.
Mi pasión por el cine creo que es evidente para el que haya leído estos pequeños episodios de mi vida que día a día voy relatando. Es un amor hacia los "narradores de historias".
El día que me di cuenta de ello es el día que vi Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore. Hace muchos años contemplé esta cinta con una emoción y una fascinación que se apoderaron de mi ser.
Es un viaje a través de los ojos de Totó, un niño inquieto, sagaz, curioso. Desde el primer momento le coges cariño y creces junto a él. Te haces adulto a su lado. Compartes sus sueños. Anhelas sus deseos. Amas a Elena al igual que él. Totó empieza a enamorarse del cine a través de su cicerone Alfredo. Este hombre es el encargado de proyectar las películas en un cine de un pueblo italiano de los años 40. Alfredo transmite su amor por el cine a este niño y a su vez a todos los que contemplamos sus vidas desde nuestras casas.
Un buen relato necesita de una buena música y la banda sonora de Ennio Morricone te lleva por ese mundo de sentimientos como si flotaras en una nube y fueras a parar a ese pueblecito italiano. Imagen y sonido estarán unidas para siempre en tu mente al recordar ciertas escenas. Sobre todo la final, una oda a la libertad, al amor y al beso.
Por sí alguno aún no la ha visto no rebelaré nada más de la historia, pero si diré que cuando terminé de verla, algo en mi interior surgió. Un deseo irrefrenable de hacer cine.
Al año siguiente me inscribí en la escuela de cine de Madrid. Para entrar había que hacer una serie de pruebas,  y elegir en que disciplina querías matricularte. Yo hice la prueba para dos, para dirección y para actor. Quería ser director, mostrar al mundo mi visión de las cosas mediante la cámara. Poder contar historias que de ningún otro modo podría conseguir narrar. La mirada de un chico que nunca supo expresarse muy bien. Lo de actor fue vanidad, fue un capricho. Nunca tuve madera de actor. Ni en un millón de años podría hacerme pasar por alguien que no soy. Credibilidad en el personaje que interpretara nula. Ninguna de las dos las pasé. No iba preparado, haber leído unas cuantas revistas sobre el tema no fue de gran ayuda ya que se presentaba muchísima gente y algunos bastante más puestos que yo en temas como que películas dirigieron Antonioni o Lars Von Trier por poner un ejemplo. Más que nada era curiosidad, ir a las instalaciones, ver a la gente de allí, inmiscuirme en su mundo por unos instantes. Simple curiosidad. Pero me picó el gusanillo y decidí que al año siguiente lo volvería a intentar.
Compré unos libros, leí mucho sobre cine, vi muchas películas de todos los géneros y épocas, escuché programas de radio que hablaban sobre el tema. Me empapé bien de todo lo que pude. Y el día llegó.
Habría unas 700 personas. La primera prueba era un test de cien preguntas. Cada uno, dependiendo de la especialidad a la que hubiera decidido presentarse, tenía unas preguntas determinadas. Como dirección engloba todo, mi examen tenía todo tipo de cuestiones. Posiciones de cámara, movimientos de esta, quien dirigió tal o cual película, quien realizó la banda sonora, comienzos del cine, que actor hacia el personaje equis en un filme japonés, cine mudo, Nouvelle Vague, etc, etc, etc.
Como en todo test que se precie, por pregunta fallada te quitan puntos, por lo que responder cualquier cosa se te quita de la cabeza enseguida. No recuerdo cuanto duró la prueba pero cerca de dos o tres horas creo que si estuve, y al salir la cabeza la tenía totalmente embotada. Pero fue una experiencia bonita. El hecho de que la prueba fuera en la sala más grande del Kinepolis ayudó al ambiente que se respiraba. Cine por los cuatro costados. Eso era lo que nos unía a todos los que allí estábamos.
Unas semanas más tarde dieron los resultados. Yo había pasado a la siguiente prueba. Me ilusioné, me alegré tanto que ese día falté a mis clases habituales y fui al cine a celebrarlo. ¿Qué mejor forma?
La siguiente prueba era a mi modo de ver más complicada, bastante más.
Aún había bastante gente. A los que pasamos a esta fase por medio del test se unieron otros que no tuvieron que hacerlo por haberse matriculado en un curso de verano que te daba la opción de librarse de las cien preguntas. Quedaríamos unas 300 personas.
También fue en una sala del Kinepolis. Nos pusieron una película y había que analizarla según a lo que te presentaras. La prueba empezó a las 9 de la mañana y acabó a las 3 de la tarde. De esta si me acuerdo del horario porque acabé tan cansado que se me grabó en la mente.
Libertarias, de Vicente Aranda, fue lo que nos pusieron. Entre los nervios y que era la primera vez que la veía no tuve muchas esperanzas en pasar al próximo reto. Eso, unido a mi nula habilidad para expresarme, ya sea por escrito o hablando, dejaron mis espectativas por los suelos. Pero aún así, como me había gustado bastante el argumento, más animado la comenté y analicé bajo la mirada de un futuro director. Rellené cuatro folios por ambas caras. Primero fue un borrador y cuando estuve más o menos conforme con el resultado lo volví a escribir sin borrones ni comentarios en los márgenes a lo que había redactado. Salí de allí sin ninguna convicción de haberlo hecho bien. ¿Demasiado crítico conmigo mismo? Quien sabe.
Transcurrido el tiempo de espera para saber el resultado, me acerqué a ver la lista de los elegidos. 40 nombres, ahora ya solo en la especialidad de dirección, constaban en esa hoja. Cual fue mi sorpresa al ver que mi nombre estaba allí escrito. Sí, una nueva prueba me esperaba.
Deberían quedar sólo 25 para la última prueba, que era una simple entrevista personal, y la forma de eliminar a gente fue el tercer escollo antes de la ansiada meta. Ahora ya nos metieron en una de las clases de la escuela de cine. Nos repartieron una serie de hojas con unas viñetas dibujadas en ellas a modo de storyboard. Teníamos que escribir un guión utilizando como guía esos dibujos. Construir una historia. Modelar unos personajes. Dotar de alma esos bocetos. Me puse muy nervioso y es lo peor que me puede pasar. Inventar y contar. Ideé una trama un poco rocambolesca. No puse énfasis en lo más importante de cualquier historia, las personas que la viven. Me dediqué simplemente a esbozar algo general, sin profundizar. No di vida. No creé.
Y ahí me quedé. La ilusión se esfumó y ya no lo volví a intentar. Mi sueño de ser director de cine se volatilizó.
Observándolo con la perspectiva que siempre da el tiempo, me alegro de haberlo hecho, fue una experiencia inolvidable. Aprendí mucho. Y sobre todo me conocí a mi mismo un poco más.
Hoy es un buen día para dejar salir este recuerdo de mi mente, para dar a conocer un secreto personal, para revivir este momento especial. Hoy se han dado las nominaciones para los Oscar. Un día para hablar de cine.
Para aquellos que no lo sepan, Georges Méliès fue el primer "contador de historias" usando un proyector de imágenes. Los hermanos Lumière inventaron el cine propiamente dicho, pero era algo más documental. Georges fue el primero en contar relatos de ficción mediante trucos y efectos que el mismo desarrolló. Desde este humilde blog le dedico este relato. Para él mi más sentida admiración.

miércoles, 9 de enero de 2013

Nápoles

Tenía miedo.
Sentía pánico por lo que había leído sobre la conducción en Nápoles.
Salí de Milán y fui por las carreteras italianas en dirección al sur de Italia. Con el paso de los kilómetros ya se veía el contraste entre el norte y el sur. Los peajes de las autopistas cambiaron. Las cabinas de los controladores pasaron de ser un mero cubículo con ventanilla a fortificaciones impenetrables. Las áreas de descanso cuidadas de la zona de Lombardia se convirtieron en gasolineras cutres con tienda de la región de Campania.
Al llegar a Nápoles, sin GPS aún, con un simple mapa de la ciudad de una guía turística me entró un cosquilleo en el estómago. Era por la tarde, hora punta. Miles de coches transitaban por las calles. El respeto por las señales de tráfico era nulo. Los semáforos están prácticamente de adorno, las glorietas son una confusión eterna sobre a quien le toca pasar, los transeúntes cruzan la carretera en el instante que menos esperas, motos que hacen eslalon como si creyeran ser esquiadores en Panticosa bajando un remonte. Un auténtico caos. Ahora lo recuerdo con una sonrisa, con nostalgia quizá pero en aquel momento maldije a más de uno. Intentaba estar atento a todo mientras buscaba calles que salieran en el mapa que llevaba para ubicarme. Al fin logré encontrar el hotel, y aliviado vi salir al botones que amablemente recogió las llaves del coche y lo llevó al garage.
Esa fue mi entrada a una ciudad que me gustó, pero no por sus monumentos, que están la mayoría muy descuidados. Me gustó por el ambiente que se respira. La Italia más auténtica.
El mismo día de mi llegada, al anochecer, salí a dar una vuelta y cenar. Al lado del hotel, situado por lo que vi en la mejor zona posible, había un castillo y alrededor muchos restaurantes. Es muy entretenido ver como los encargados de darte una mesa te intentan convencer para que te sientes en su restaurante. Incluso se llegan a increpar entre ellos. Ver como discuten dos italianos es gracioso y a la vez te infunde respeto. Repetí en uno de ellos porque me resultaba muy gracioso el maitre, el primo Luigi lo llamaba, típico tío salido de una película de mafiosos.
En Nápoles tienes esa sensación en todo momento, de que familias que controlan los barrios te observan al pasar. De que la Camorra esta al acecho. Hay varias zonas de la ciudad en las que no te sientes seguro al 100%, y al mismo tiempo son las más bonitas, las callejuelas estrechas con ropa tendida en sus ventanas, calles en las que la "mamma" del clan familiar está sentada en el portal en una silla de mimbre mientras los niños juegan y corretean entre los coches. Paseando te viene el olor de los mercados, puestos abiertos a la calle, las frutas y verduras con sus colores dan alegría al ambiente. Señoras comprando, tirando de sus carros llenos de comida, hablando entre ellas. Oír hablar italiano me encanta, es un idioma muy expresivo, con una sonoridad que hace que cualquier cosa que se diga parezca algo dulce, amable, simpático. Incluso cuando se alza la voz parece que los insultos son educados. Te dan ganas de aprenderlo. De entenderlo. Es una lástima que nunca lo haya intentado.
La comida napolitana es una delicia. Las pizzerías tienen sus hornos a la vista y observas como hacen la masa, como la tiran hacia arriba y la cogen al vuelo, como ponen harina sobre la mesa de la cocina y comienzan a amasar, es como un ritual. La comida es algo sagrado para los napolitanos. ¡Y está tan llena de sabor! Los spaguetti a vongole, el ragú napolitano, la zuppa di cozze, el risotto, la lasagna de carne. Un festín para el paladar.
Uno de los días fui al Duomo, la catedral. Su fachada estaba llena de pintadas. ¿Cómo es posible que a alguien se le ocurra dejar ahí su sello? Y lo que es más confuso, ¿cómo es posible que no lo limpien? En La Fontana de Trevi, en Roma, tienen a media docena de carabinieri plantados todo el día.  Aquí se nota que la ley es otra, o más bien, lo que se nota es la ausencia de esta. La mafia es la dueña. Los sobornos deben estar a la orden del día. Y la policía se dedica a otros quehaceres. Me quedé un poco desilusionado, deberían cuidar algo más ese tema. Italia es arte y el arte debe respetarse. Pese a esto, Nápoles, al ser una ciudad costera, esta imbuida por ese aroma a mar, a Mediterráneo. Los griegos, romanos y españoles dejaron huella en sus edificaciones, en sus historias y leyendas. Incluso a Napoleón le dio por invadirla. Cuna de artistas. El polichinela, el "o sole mío", Sofía Loren, Giordano Bruno o Bud Spencer nacieron aquí. La pena es que esa esencia mediterránea quede eclipsada por las constantes huelgas de recogida de basuras, negocio controlado por la Camorra.
Me gusta esta ciudad, rezuma un aire de la Italia que todos hemos visto en películas de Vittorio de Sica, Rossellini o Luchino Visconti. Las que retrataban a gentes de clase obrera y gente desfavorecida. Historias de finales de la segunda guerra mundial y la posguerra. Algunas calles de Nápoles te sumergen en ese ambiente. Y para mi es lo bello de este lugar, el elemento diferenciador respecto a otros sitios que he visitado en este maravilloso país.
Es caótica y por eso mismo es genial. Impredecible. Algún día tengo que volver.