Hace unos tres años alguien me hizo un extraño ofrecimiento.
Me acababa de topar con ella cinco minutos antes, en una de esas muchas aplicaciones que existen para conocer gente.
Era una de esas noches solitarias y tristes que abundan en mi vida. Tengo una fantasia, me dijo. Enrollarme en el metro con un desconocido. Al instante pensé que era una broma, un tio haciendose el gracioso. Aún asi le seguí el rollo, total no habia nada mejor que hacer.
Durante la media hora siguiente concretamos como seria el encuentro.
Habia una regla unicamente. Ninguno de los dos podia decir una sola palabra. La impuse yo y ella aceptó.
A la mañana siguiente, al llegar a la parada en la que habiamos quedado, no pensé que estaría asi que me sorprendió ver a una chica en el punto en el que habiamos dicho de vernos.
Muy bien, le dije la noche anterior. Alli estaré a las 8:30. Me pararé a unos metros de ti, si quieres que me acerque y continuar con todo, hazme un gesto afirmativo con la cabeza. Si quieres anular el asunto tan solo da media vuelta y desaparece.
Alli parado, durante el breve instante en el que ella decidió que todo continuara, la observé. Iba con vaqueros y camisa oscura. Pelo oscuro también, rizado. Sonreia mientras movió la cabeza afirmativamente.
Yo ni tan siquiera estaba nervioso porque no esperaba encontrar a nadie. Pero en el mismo momento de decirne que si, una pregunta hizo que algo dentro del estomago me hiciera cosquillas. ¿qué hago?
No lo pensé más. Fui hacia ella con paso decidido y la besé en los labios. Primero fue algo tierno, timido, sugerente. Diez segundos después nuestras lenguas jugaban en el interior de las bocas. Una de mis manos sujetaba su cabeza, la otra cogia su mano a la altura de la cadera.
No se cuanto tiempo duró aquello pero al finalizar ella continuaba sonriendo, motivo por el cual la hice un gesto con la mano para dirigirnos a los tornos de entrada al metro.
Esperando en el andén me apoyé en la pared y ella en mi. Nuestros cuerpos estaban muy juntos, tanto que ella debió notar la excitación creciente bajo mis pantalones. Deslizó la mano hacia abajo por mi cuerpo y rozó mi polla a traves de los vaqueros. Yo le metí las manos en los bolsillos traseros del pantalon apretandole el culo contra mi.
Un primer tren pasó. Apenas nos dimos cuenta hasta que sonó el pitido avisando que las puertas se cerraban. Ambos sonreimos y seguimos basándonos hasta que el siguiente tren hizo acto de presencia. Entonces la cogí de la mano y entramos.
El vagón estaba hasta arriba pero encontramos un hueco en el que ella y yo nos fundimos con las paredes para mimetizarnos con el propio vagón.
La empotraba contra la pared con mi cadera. Empujones leves. Ella gemia sutilmente. Lo notaba tras los auriculares que me mantenian ausente del mundo. Escuchando música con el volumen muy bajo para poder oir esos suspiros que de vez en cuando, y sólo en los breves momentos en los que nuestros labios se separaban, lanzaba al aire.
De pronto me hizo una señal. Esa era su parada. Me cogió de la mano y me sacó con ella. En las escaleras mecánicas se puso delante. Me agaché un poco y le pegué un pequeño mordisco en el culo. Ella se giró y metió la mano bajo los pantalones. Me tocó la polla erecta.
Traspasados los tornos de salida y en la misma boca del metro me paré. Ese era el final del trato. Acompañarla hasta su trabajo y luego desaparecer para siempre.
Sin embargo ella rompió la unica norma que había en todo aquel asunto.
¿Cuando follamos? Me preguntó.
Yo no follo sin estar enamorado, la contesté dandome la vuelta y volviendo a coger el metro hacia mi destino.
Jodido estúpido. Me dije en el vagón nuevamente, pero ahora solo y sin manos que me sobaran.
¿Por qué tienes que ser asi?
Ella, aquella noche y varias más, me siguió escribiendo. Hablamos durante un tiempo. Incluso me pidió que la llevara de viaje en ese verano que ya empezaba a vislumbrarse. Quiero ir contigo a un sitio que siempre me ha apetecido, me decía.
Lo siento, solo viajo con alguien si estoy enamorado.
Pero, ¡qué cojones te pasa Rubén!
Unas nuevas vacaciones llegan a su fin. Sol, playa, helados...Pero nadie en el asiento del acompañante, nadie cantando junto a mi para amenizar el camino.
Debes dejar que las cosas fluyan, me han recomendado no hace mucho tiempo. Tan sólo dejar que lo que tenga que ocurrir pase sin más. Pero no puedo, son dos normas que simplemente no puedo olvidar. No quiero follar sin sentir algo por ella y no puedo viajar con nadie de la que no esté enamorado.
¿Por qué? Obvio. Quiero bailar en la habitación del hotel, para después hacer el amor hasta el amanecer.