La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

lunes, 31 de marzo de 2014

¿Belstaff o H&M?

Cuentan los viejos libros que antes de que naciera la humanidad entera, una sabiduría infinita y todopoderosa creó la luz y la oscuridad, los rios y mares, la tierra y las nubes. 
Una vez hecho el trabajo más complejo a priori, ese Ente totalmente loco, por lo que se pudo comprobar unos instantes después, se rascó la cabeza y dijo...aquí me falta algo, ¿no? Efectivamente, su sapiencia extrema no estaba exenta de estupidez porque se le ocurrió que su creación no estaría completa si no había quien habitara ese mundo tan perfecto que acababa de dar a luz. Así que, ese poderoso Ser, hizo aparecer a un ser humano llamado Adán. Por supuesto, para que el chico recién llegado a ese nuevo mundo se divirtiera pisando charcos en el bonito e idílico Paraíso, el bondadoso Ser le dió una compañera de juegos, Eva. Y aquí viene la soberana tontería del Ente creador que puso sobre la tierra a ese par de almas cándidas. Quiso que esos dos se comportaran como él mismo, se propuso que su última creación fuera perfecta. Adán y Eva serían unos modelos impecables de él, a su imagen y semejanza como rezan esos antiguos tratados sobre la creación de nuestro mundo. Una entelequia, la cuadratura del círculo. ¿Cómo un Ser supremo e infinitamente sabio no supo ver que eso era imposible? Y encima, el pobre iluso para más inri, puso a la parejita un árbol de dulces y jugosos frutos delante de sus narices y les dijo.....Niños, niños, niños. Escuchadme atentamente, no seáis revoltosos y comáis el fruto prohibido del árbol de la sabiduría. ¿De acuerdo?¿Me habéis entendido? Adán y Eva se miraron con cara de pillos y asintieron con una sonrisita en el rostro. Si, señor. ¡Jamás cogeremos nada de ese bonito árbol! Dijeron ambos al unísono. ¿Pero quien podría resistirse? ¡Coño! Hasta yo mismo habría esperado que el magnánimo Ser se diera la vuelta para dar un bocado a una de esas frutas y sin necesidad de que una malvada serpiente me comiera la oreja contándome las alabanzas del arbolito de marras y lo que disfrutaría saboreando tan delicioso manjar. Si, yo le hubiera hincado el diente a la manzana del pecado original. ¿O quizá no?
El sábado por la mañana me encontraba tirado en la cama, no me apetecía hacer nada. Miraba el techo sin más, escuchando la lluvia golpear la ventana. De pronto una palabra apareció en mi cabeza. Belstaff. 
¿Cuanto costaría una cazadora de Belstaff? Me pregunté. Curioso, cogí el IPad y tecleé en el buscador. Nada más entrar en su página web vi una foto. David Beckham posaba con una de ellas, un modelo en marrón oscuro que le quedaba como un guante, perfecta. ¿Me quedaría igual a mi? Cerré los ojos y me imaginé con la cazadora puesta junto a David y salvando las distancias, creí que incluso yo estaba más mono con ella puesta que él. Vale, puede que exagere, pero tan sólo un pelin de nada.... Estuve un buen rato mirando modelos y colores. Vi una que me llamó poderosamente la atención, tanto que me di de alta en su web y la metí en el carrito de la compra. Y de pronto me dije, ¿para que quiero una cazadora? Ya tengo. Y de comprar otra, ¿por qué no una de H&M, Zara o Springfield? Y sólo pude contestar.....¡Es que es tan chula!
El antojo de lo que no tenemos, el interés por lo prohibido, el capricho de querer acariciar con nuestras propias manos lo que nos esta vedado. Todos hemos tropezado con esa enorme piedra pese a que se ve desde lejos. Adán, Eva, yo mismo. 
Hace cuatro o cinco años me encontraba sentado frente a la tele. Veía una película mientras cenaba, lo recuerdo bien. El puente sobre el río Kwai. Había aprovechado que ella no estaba para ponerla, ese tipo de historias no le gustaban demasiado. Hacia la mitad de la película el móvil vibró, un mensaje. En un principio creí que era ella dándome las buenas noches desde la cama de su hotel, sin embargo el sms que leí fue de alguien que no esperaba que me escribiera. Una mujer a la que había conocido mucho tiempo atrás.
- ¿Qué tal te va? 
- ¡Hola, cuanto tiempo! Bien, ¿tu como estas?
- Cansada, acabo de llegar del curro.
- ¡Que tarde! Abusan de ti, rubita.
- Ya, pero no tengo más remedio, hay que pagar el piso. ¿Qué haces?
- Viendo una peli tirado en el sofá. 
- ¿Solito?
- Si, ella se ha ido unos días a Londres.
- ¿Te apetece que nos veamos mañana? Tengo un par de horas libres, te invito a comer en mi casa.
- No se, ¿tu casa?
- Si, bueno, o en cualquier sitio. 
- Venga vale, mañana por la mañana te llamo y me das la dirección. 
- Muy bien, entonces a dormir que se me cierran los ojos ya. Besos.
- Besitos guapa.
Al terminar la conversación en la tele aún seguía el puente sobre el rio, pero en ese momento ya no hacia mucho caso a las peripecias de los soldados ingleses que intentaban volarlo. Le di al pause y me quedé mirando a la nada, pensativo. 
Me había tanteado en otras ocasiones, sin embargo nunca di ese paso. Y aquel día acepté, ¿por qué?
Negar que ella me gustaba seria mentir, pero no iba detrás de un polvo. Si tan sólo fuera eso habría dicho que no sin dudar, el problema estribaba en que su personalidad me atraía de veras. ¿Pero tanto como para engañar a la mujer a la que amaba? Un juego peligroso, sin duda. Quise mentirme pensando que sólo era una comida entre amigos, lo malo es que para nada lo éramos. ¿Qué es lo que quería ella?¿Y yo? Otro par de años antes recibí otro enigmático mensaje desde su teléfono. Hola Rubén, mi padre ha muerto. Esa noche yo leía tumbado en la cama, mi ex dormía junto a mi. Lo siento mucho, contesté. ¿Quieres hablar? Añadí. Silencio hasta un año más tarde. Cuatro o cinco mensajes más y desaparecía como engullida por la niebla. Hasta aquella noche del puente y el río Kwai. 
¿Por qué acepté ir a comer con ella? Quería tener lo que no tuve diez años atrás. O al menos tener la posibilidad de poseer algo que anhelaba, su deseo por mi. Ansiaba oír algo del estilo Rubén me gustas, vayamonos lejos tu y yo. Huyamos donde las caricias sean eternas y el amor no se marchite.
Sentado en el sofá, con la película aún en pause, pensé en todo esto durante un par de horas. Cansado de darle vueltas al asunto me fui a la cama con la mente abotargada, unos minutos después caí en un sueño profundo del que desperté al día siguiente con el ruido de la alarma del móvil. Al apagarla vi un mensaje escrito una hora antes. "Buenos días cariño, te amo."
Recuerdo que lloré. No fue una llorera desconsolada, tan sólo unas cuantas lágrimas que acabaron humedeciendo la almohada. Cinco minutos después volvió a sonar la alarma y me sacó del trance. Esta vez la apagué bien y mandé dos mensajes antes de meterme en la ducha.
"Lo siento, me viene mal quedar a comer hoy. Un beso, ya hablaremos."
"Buenos días ricitos, yo también te amo. Más que nunca."
De ella no supe más, jamás volvió a escribir. Fui yo quien lo hizo cuatro meses después de que mi historia de cuento se terminara. Un tímido saludo, un simple que tal. Pero no hubo respuesta. Definitivamente se desvaneció como si nunca hubiera existido.
Mi ex nunca supo de esta pequeña tribulación. Jamás escuchó de mis labios que al final si que rechacé esa fruta del árbol prohibido. Nunca creí que fuera demasiado reseñable, al fin y al cabo en ningún momento supe a ciencia cierta lo que ella buscaba.
Alguno, llegados a este punto, podría decir que Beckham juega en ambos bandos. Lleva cazadoras de Belstaff y calzoncillos de H&M. ¿Podría hacer yo lo mismo algún día? Obviamente mi respuesta en un no rotundo. ¡Esos calzoncillos blancos que lleva son terriblemente feos!





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