La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

martes, 16 de julio de 2013

Cumpleaños

16 de julio de 1945. En el desierto de Nuevo México se va a llevar a cabo un experimento realmente devastador. Unos meses antes Einstein leyendo unas notas de unos colegas físicos se dio cuenta de algo importante, mediante la fisión nuclear se podrían conseguir grandes cantidades de energía. Escribió al presidente Franklin D. Roosevelt contándole las posibilidades que este hecho suponía. Así surgió el proyecto Manhattan. El desarrollo de la bomba atómica. Y ese día de Julio se iba a poner a prueba todo lo que sobre el papel parecía una simple explosión de andar por casa. Sin embargo, todo fue más grande de lo esperado. Incluso Oppenheimer, el físico encargado de aquel loco proyecto, al ver la magnitud de la explosión dijo que el hombre había perdido su inocencia. Sus palabras exactas fueron "ahora me he convertido en muerte, destructora de mundos". Ya nada en el planeta volvería a ser igual. La prueba Trinity, dentro del proyecto Manhattan del 16 de Julio de 1945 puso una mirada de miedo en los hombres. Ese día todos los que estaban en Alamogordo, Nuevo México, creyeron en la posible devastación del planeta.
16 de julio de 1969. Aldrin, Armstrong y Collins se adentran en el módulo de mando del Apolo XI. Al traspasar la puerta y cerrarse herméticamente, los tres astronautas solo tienen en mente una cosa. Llegar a la Luna. Ese día las miradas de medio mundo estaban puestas en las pantallas de los televisores viendo imagenes en blanco y negro de Cabo Cañaveral, observando a los técnicos poniendo a punto cada detalle para que todo saliera según lo previsto. Ese día las radios aportaban notas informativas cada hora sobre las últimas noticias del despegue del hombre hacia la conquista del espacio. Cuatro días más tarde Armstrong pronunciaba su frase más famosa al pisar suelo lunar. Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad. El lanzamiento del Apollo XI el 16 de julio de 1969 fue un hito en la historia de la civilización. El mundo, sin ninguna duda, sería de otra forma sin ese avance.
16 de Julio de 1977. En Madrid hace un calor tremendo, como siempre. Y en una clínica de la calle Eduardo Dato una mujer esta a punto de dar a luz. Mi madre. A las 6 de la mañana doy mi primera bocanada de aire. Lloro y pataleo como si no quisiera estar allí. En aquella sala escucho mis primeras voces sin reconocerlas. Seguramente el médico diciendo a mi madre que todo había salido perfecto. La enfermera ayudando a cortar el cordón umbilical. Mi única unión con la realidad. Después soledad. Mis primeras horas, como las de cualquier bebe recién nacido, las paso sólo. En una sala tétrica de por sí. Una decena de bebés en sus cunas. Cada bebe sólo ante ese mundo desconocido y misterioso.
Este 16 de Julio no tiene tanta trascendencia como los otros que he narrado pero para mi es igual de importante. Una vida se abre paso, una nueva historia que contar. El futuro puede ser prometedor, todo esta en el aire.
Muchos 16 de Julio pasaron desde entonces. Y nunca me gustó este día. Pero pese a ello siempre intenté poner buena cara.
Como aquel en el que mi hermana me despertó con una cerilla en una magdalena cantándome el cumpleaños feliz. Bonito pero triste, era un año mayor. O como aquel otro en el que yo de adolescente me levanté de la mesa del restaurante en el que estábamos porque mi madre quiso que una orquesta cantara para mi. Vergüenza y tristeza sentí en ese instante. O ese otro en el que mi novia se fue de viaje y me quedé sólo. Despertando un día tan importante como este sin nadie que me besara, sin nadie que me diera los buenos días. Doblemente triste.
Pero recalcaré un día 16 muy especial. El día que cumplí los 18. Pero antes de ir a Julio de 1995 me detendré en la noche antes de fin de año del 94. Esa noche, sentado en el mismo sofá en el que me encuentro ahora escribí por primera vez. Fue la versión anterior de mi blog. Me planteé hacer un cuaderno con mis pensamientos. Leyéndolo se ve a un Rubén prácticamente como el de ahora. Quizá más parco en palabras, puede que no se expresara de la mejor forma. Pero los sueños de entonces siguen siendo los sueños de ahora. Hablo de lo que para mi es la esencia de la vida, descubrir, aprender, observar, pasear. Viajar, en una palabra.
Tendrían que pasar siete meses para que volviera a escribir algo. El día de mi decimoctavo cumpleaños. La incertidumbre sobre el futuro es lo que me rondaba por la cabeza. Y otro de mis sueños, estar en el mundo del cine.
Han pasado exactamente 18 años desde entonces. Y la rueda de la vida ha girado 360 grados. Mirando con perspectiva me puedo sentir orgulloso porque ambos sueños los he cumplido o al menos lo he intendado. Durante un par de años intenté entrar en la escuela de cine, quedándome a las puertas. Y he recorrido un sinfín de lugares y rincones del planeta. He viajado y observado el mundo, he recorrido las calles de decenas de ciudades, he visto lugares donde la historia de la humanidad cambió por completo.
Sin embargo ahora me encuentro donde estaba hace 18 años. Sólo. Con la única compañía de la música que pongo al escribir. Mirada triste. Melancólica. Buscando nuevos retos o quizá actualizando los antiguos. Mi deseo de hacer películas se ha transformado en contar historias. Viajar sigue estando ahí, en el horizonte. Volver a lugares ya visitados y observarlos con una mirada distinta, que por mucho que me empeñe en negarme a ello será más madura e incluso menos inocente. Ver la puesta de sol en otras ciudades y preguntarme si volverá a salir o si el tiempo se detendrá para que pueda disfrutar eternamente de una noche romántica con la mujer soñada. El ser padre y enseñar a mi niña que la vida no sólo es tristeza. Que papi ha sido un estúpido por ser así.
Ese día que cumplí 18 años hice una cosa que me da vergüenza confesar. Me hace ser más estúpido aún. Me fui con la bici por el campo. Y busqué la colina más alta de los alrededores. La subí pedaleando y al llegar arriba, extenuado, grité al cielo. Fue un grito atronador. Una mezcla entre el aullido de un lobo y el rugido de un león. El cachorro que se ha hecho mayor, ha crecido y se ha convertido en un fiero animal que dice aquí estoy, preparado para la lucha. ¡Pelearé por mis sueños!
Un día pensé que daría mi alma por ser inmortal, alguien como Connor Macleod. El escocés. Así los cumpleaños dejarían de ser lo que son, días más o menos excepcionales.
Para alguien como yo, con mi personalidad, es inevitable ponerme triste en un día como este. Al fín y al cabo no quiero envejecer, no deseo perder la inocencia con la que veo el mundo y a las personas.
Hoy me gustaría rugir como entonces. Irme al lugar más alto, desde donde pueda dominar todo el horizonte, y exclamar ¡sigo aquí y lucharé hasta la muerte! Un grito fuerte y potente que llegue bien lejos. Quizá lo haga, así que no os asustéis si oís un alarido en la distancia.
Go dté tú an céad!
Go maire tú!
"Tuve un sueño que no fue un sueño. El sol se había extinguido, las estrellas vagaban a oscuras en el espacio eterno. Sin luz y sin rumbo y la helada tierra oscilaba ciega y negra en el cielo sin luna. Llegó el alba y pasó y llegó de nuevo sin traer el día". Lord Byron.



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