La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

viernes, 18 de agosto de 2017

Capítulo 10: Yo, robot.

Tenía un libro en mis manos.
Su primera página constaba de tres sentencias. Breves y concisas normas.

Primera Ley: Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
Segunda Ley: Un robot debe hacer o realizar las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la 1ª Ley.
Tercera Ley; Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la 1ª o la 2ª Ley.

Durante mucho tiempo no pasé de esa primera página. Cogia el libro, lo abría, leia las leyes y lo cerraba.
Pasados unos meses de indecisiones y tras leer un millón de veces esas breves normas, un Rubén adolescente leyó por primera vez la novela de Asimov.

En una ocasión conocí a una persona que los construía. Hacia robots. Su confesión una mañana paseando por un poco transitado parque me dejó perplejo. ¿Pero pones tu los chips y sensores? Si, claro. Respondió. Mi extrañeza era lógica, esa persona no tenia apariencia ninguna de "profesor bacterio", típico cliché de científico loco pero que todos tenemos en mente al hablar de experimentos con bata blanca y miles de circuitos rondando por mesas con cachivaches de toda índole.

¿Por qué tardé tanto tiempo en decidirme a leer "Yo, robot"? Tenía muchas expectativas ante aquel libro. Habia escuchado tantas cosas que quizá no deseaba empezarlo para no acabarlo jamás. 

Los robots más simples son los autómatas. "Seres" que de un modo u otro saben lo que tienen que hacer y donde ir. Mediante una serie de algoritmos llegan a deducir cual es el siguiente paso.
Eso es lo que me empezó a alucinar de este mundo cuando era un simple niño que imaginaba un futuro al estilo de Blade Runner.
Los autómatas no tenian dudas.

¿En cuantas ocasiones hay que insistir hasta conseguir tus sueños?
Una pregunta sencilla para un pequeño robot, una muy complicada para un humano.
"For i:=1 to 500". Un contador (i) y un maldito bucle que llega hasta el número en cuestión. Después de eso, el robot pasa a la siguiente tarea.
No hay duda alguna posible. Cuando el contador llega a 500 (i:=500) el algoritmo termina (End) y los circuitos analógicos y digitales del cerebro "pensante" de la máquina se dedican a otros menesteres.

Los humanos (yo) somos distintos. Al bajar de una montaña rusa, por ejemplo no puedo simplemente pasar a otra cosa. ¡Quiero repetir!

Es bien cierto que los viejos autómatas y los hombres de hojalata del mago de Oz quedaron muy atrás. Apareció la inteligencia artificial, las redes neuronales y la nanotecnología. ¡Boom! Los robots con decisiones "propias" se hicieron tangibles.
Ahora bien, ¿tendrán dudas?

Para eso fueron dadas esas tres leyes del inicio. Los robots del futuro podrian vacilar ante cualquier cuestión. ¿En cuantas ocasiones hay que intentar conseguir aquello con lo que se sueña?
Un simple contador no bastaría para estas máquinas, ya que las variables a analizar se hacen infinitas.
¿Como solucionamos, pues, nuestro dificil dilema?

Algo que se les achaca a los robots en las novelas, documentales y artículos de todo calado es la inestimable capacidad de sentir. Carecen de corazón y alma, por tanto, no hay sentimientos. ¿Sería posible simularlos con unos y ceros o simples subidas y bajadas de tensión?
Filosofía aparte, la cuestión es que una máquina siempre es programada para hacer lo que sea que haga de la manera más eficiente posible. Guardando recursos y tiempo para otras tareas.
Un robot, a mi modo de ver, jamás pasaría del 500 en ese hipotético contador, por mucha inteligencia artificial que intentara simular algun atisbo de sentimientos. No es eficiente. Punto.

No obstante, el mundo de las máquinas pensantes, de Terminator o Blade Runner, aun queda un pelin lejos. Por eso, al empezar esta entrada me he dicho...¿qué ocurrirá en la 501?

Capítulo 9: El cuadro de la mujer silenciosa.

Una melodia tibetana ahuyenta todo aquello superfluo, eso que es inservible y que obstaculiza poder escribir con el alma. La mujer a la que escucho la descubrí hace tres o cuatro años y desde entonces, cuando necesito relajarne voy en su búsqueda.
Ella es de una región de Mongolia, un lugar inhóspito lleno de misticismo.

Una vez, otra mujer, me enseñó un cuadro. Me mandó una foto con la enigmatica frase...lo he pintado yo, bueno y otra persona más.
Aquella foto ya no está en mi poder pero recuerdo que habia una chica dibujada, muchos libros y símbolos matemáticos por doquier. ¿Qué significa? Pregunté. Tendrás que averiguarlo tu. Contestó misteriosamente.
Durante varias horas del siguiente día, me dediqué a descifrar el mensaje que se me ocultaba. Amplié la foto con el visor del móvil y recorrí con la mirada cada milímetro de aquella pintura.
Me encontraba en una biblioteca en ese momento, rodeado de libros como el personaje del cuadro. Embuido, con todos mis sentidos en esta preciosa canción que se cuela en mis oidos en estos instantes. Fui incapaz de dar con la solución. ¿Qué se ocultaba tras esos símbolos?

Algún tiempo después leí un artículo que se titulaba "pintando sentimientos".
En una parte de aquel compendio de leyes sobre lo que debía ser un buen maestro decía que habia que pensar en todas las posibilidades, por muy descabelladas que estas fueran. "Solo las mentes más locas son capaces de innovar", creo recordar que apostillaba la autora del artículo.
Eso me llevó de nuevo a aquella pintura de la mujer silenciosa. ¿Tendría que mirar con otros ojos para descubrir sus secretos?
Ese "pintando sentimientos" provocó dos cosas en mi. Cambié mi punto de vista ante un enigma olvidado y plagié su título para escribir mi propio "pintando sentimientos".

Seguí en blanco. Esa mujer del cuadro era un auténtico rompecabezas para mi. Entre esa simbología mística que, aqui y allá, se solapaba con las decenas de libros, logré descubrir alguna beta, alguna fórmula física (E=mc2) e incluso desentrañé entre las pinceladas algún misterio más. Pero el meollo del asunto me seguía siendo indescifrable. ¿En serio se ocultaba algo ahí, o tan solo era un pequeño juego de las autoras?

Más adelante en el tiempo observé una pequeña pista. La realidad de mi mundo y la del suyo era muy distinta. La mujer del cuadro vivía en un universo distinto. Durante todo ese tiempo en el que admiré el cuadro había cometido un grave error. Dar por supuesto que el simbolo igual (=) en ambos mundos tendria el mismo significado. Me regía por unos convencionalismos euclidianos. Por unas leyes newtonianas. Por unas reglas nemotécnicas que pudieran muy bien no ser las que reinaban dentro del universo de la chica del cuadro.

Cuando uno tiene delante un Rembrandt, un Goya o un Tiziano lo que hace para comprender sus obras en su total amplitud es estudiar las biografias de aquellos que dedicaron sus mentes a dar dimensión a las imagenes que se guardaban en el interior de sus almas. Solo asi seria posible intentar desentrañar el porqué de una pincelada, asi que lo tuve claro. Queria conocer al menos a una de las autoras, hasta donde ella dejara que metiera mis curiosas zarpas.

El arte, en cualquiera de sus formas, me conmueve. No entiendo demasiado de estilos, ni tan siquiera de modos ni actitudes ante la presencia de tal o cual obra. Pero si se de sentimientos, quizá es lo que mejor se ver y, en definitiva, pintar va de eso. La dificil tarea de plasmar sentimientos en dos dimensiones.
En mi objetivo de conocer a la autora jamás le pregunté sobre el tema o quizá si lo hice estaba demasiado embriagado para recordar respuesta alguna. Por tanto, mis devaneos con la mujer silenciosa continuaban en el mismo punto en el que aquel día en una biblioteca del centro de Madrid, me dediqué a desafiar aquella mirada llena de intenciones.

Pasado más tiempo aún y ya casi olvidados algunos trazos de aquella obra que me desveló muchas noches, vuelvo a la pregunta inicial que me hice por entonces. ¿Qué escondes tras ese silencio? ¿Qué arcano secreto esconde el cuadro de la chica que tan sólo hablaba mediante extraños simbolos y libros de ocultos misterios?
Cerrando los ojos veo a una niña con coletas, pinceladas oscuras, trazos marrones y verdes. Solicitando mas neuronas a mi olvidadizo cerebro puedo llegar a imaginar una sonrisa, quizá riendose de este pobre bobo que pasó mas tiempo del debido delante de los disparatados enigmas que suscitaba su mirada.

Sigo escuchando a Sa Dingding y sus melodías evocadoras. Me sumen en un leve trance. La brisa del mar, que poco a poco se hace notar, me lleva a un lugar. Un lejano lugar tanto en el tiempo como en su posición.

Sólo, en la popa de aquel enorme barco observaba las pequeñas cascadas que caían sobre el frio y azul mar que rodea la peninsula de Alaska. Allí, me hice una pregunta. ¿Esto es lo más bello que he visto en mi vida? Las escarpadas y verdes cornisas por las que caia el agua se veian brumosas, vaporosas. ¿Habrá algo más impresionante que esto? El atardecer oscurecia la visión pero me permitió quedarme a solas unos momentos para disfrutar de aquello que jamás pensé que pudiera ver.

Viendo los ojos de aquella mujer silenciosa me hice la misma pregunta. ¿Hay en algun lugar una mirada tan sobrecogedora como esta?
De ahí, que hace mucho tiempo, decidiera desentrañar sus secretos, empeñando mi tiempo y conocimientos en algo en lo que, a dia de hoy, sigue siendo un misterio insondable.
A pesar de ser un enamorado de los acertijos, de charadas adivinazas y miradas jeroglíficas llenas de oscuros secretos, ese cuadro pudo conmigo, con mi intelecto, y mi corazón. Mi mente y mi alma no supieron ver la respuesta a la pregunta. ¿Qué misterio escondes?

jueves, 10 de agosto de 2017

Capítulo 8: Au revoir. (Parte 3)

Un ruido ensordecedor heló la sangre de Rubén al darse cuenta de donde provenía. Los franceses acababan de lanzar un cañonazo desde su costado de estribor. La gran bola que atravesaba la corta distancia entre los dos buques silbó en el aire yendo a parar justo sobre su cabeza, partiendo el palo de la vela que, desplegada, caía sobre la cubierta. Miles de astillas salieron volando, con la mala fortuna de que una de ellas se clavó en el hombro derecho del Conquistador. Rubén aulló de dolor e intentó llegar con la boca a la afilada astilla. Demasiado lejos para sacarla, se revolvió furiosamente pero apenas pudo moverse, ya que aún seguía atado al palo destrozado por el cañonazo. De pronto se dió cuenta de que un joven yacía a su lado llorando sobre un enorme charco de sangre. Otra de esas balas de 24 libras que despedían los cañones del mercante francés había amputado su pierna y el desconsolado chaval no paraba de gimotear viendo que se desangraba.

- ¡Eh, chico! 

El muchacho levantó despacio su cara manchada de sangre y lágrimas. 

- Ayúdame, acércate y desata el nudo que sujeta mis manos. 

- ¡Me muero! ¡No puedo aguantar este dolor! Contestó el pobre chaval.

- Hijo, haz ese esfuerzo. ¿Quieres morir como un cobarde? Libérame y podré ayudarte a cortar la hemorragia. ¡Somos piratas, luchamos hasta la muerte!

El chico se quedó pensativo unos instantes. Recordó las viejas historias que le contaba su tío sobre valerosos corsarios. Esta era su oportunidad de ser parte de una de esas historias, todo cuanto había soñado desde niño. Fortuna y gloria. Empezó entonces a arrastrarse los pocos metros que le separaban del Conquistador. 

- ¡Muy bien, muchacho! ¿Cómo te llamas?

- Peter, señor. Peter McKnee. 

- Yo soy Rubén, y juntos nos haremos con ese maldito mercante que nos esta jodiendo vivos. 

Peter le desató con una tremenda dificultad, cayendo desmayado cuando lo consiguió. Rubén se arrancó la astilla del hombro y acto seguido rasgó un trozo del velamen caído sobre la cubierta y practicó un torniquete sobre la herida del muchacho. La sangre paró de salir pero Peter aún seguía inconsciente. El Conquistador no quería dejarle ahí, a su suerte. Buscó algo de agua dulce para dársela a beber.

- ¡Venga chico, despierta!

Peter reaccionó al agua que le dio a beber Rubén y se animó al ver que de la herida había parado de manar sangre. 

- Bien muchacho, te he traído una daga para cuando comience el abordaje. Mientras tanto quédate aquí recuperando fuerzas. Si eres valiente sobrevivirás, podrás contar a tus nietos como salvaste la vida de este loco pirata. 

- ¿Y tu qué harás? Preguntó el joven Peter. 

- Yo voy a Boston, en busca del amor verdadero.

- ¿Ella está allí?

- No lo se mi querido amigo, pero por algún lugar hay que comenzar.

Peter iba a decir algo pero Rubén ya se alejaba corriendo. Tan sólo pudo soltar una palabra entre susurros mientras miraba la daga con inquietud. Suerte, dijo con voz entrecortada. No sabía muy bien si se la deseaba al Conquistador en su búsqueda imposible o a él mismo para la inminente batalla. Y así, con la pequeña espada en la mano esperó hasta sentir que los dos buques se encontraban. Un choque suave y seco. Entonces se levantó sujetandose en un cabo y se preparó para cuando llegara el primer francés. Hoy me convertiré en un pirata de verdad, se dijo. Hoy seré parte de la historia. 

Mientras tanto, el resto de la tripulación se veía ajetreada evitando el impacto por una de aquellas pesadas balas de cañón al mismo tiempo que ellos lanzaban las suyas propias. Un caos espectacular en la cubierta principal hizo que Rubén pasara desapercibido y pudiera recorrer el barco hasta la popa. Se detuvo de pronto mirando hacia el mar y lanzó unos pequeños versos al aire..                             

J'aurais aimé t'aimer                                   
comme on aime le soleil.                             
Te dire que le monde est beau.                   
et que c'est beau d'aimer.                           
J'aurais aimé t'écrire                                  
le plus beau des poèmes,                           
et construire un empire                                
juste pour ton sourire.                                 
Devenir le soleil                                           
pour sécher tes sanglots,                            
et faire battre le ciel                                     
pour un futur plus beau.                              
Au revoir mes amis,                                     
au revoir.                          

Me hubiera gustado amarte,

Como se ama al sol.

Decirte que el mundo es bonito,

Y que es bonito el amar.

Me habría gustado escribirte

el más bonito de los poemas

y construir un imperio

sólo para tu sonrisa.

Convertirme en Sol

para secar tus sollozos,

y sacudir el cielo 

para un futuro más bonito. 

Adiós amigos míos,

adiós. 

...tras estos bellos versos Rubén se tiró de cabeza al mar y nadó hasta convertirse en un punto indistinguible en el horizonte. Una insignificante gota de agua en el infinito océano. 


Por cierto para los más curiosos, las últimas palabras del Conquistador no son mías. Son de una canción de Saez Damien titulada "Je veux qu'on baise sur ma tombe". La traducción sería algo así como quiero que follen sobre mi tumba. Bonita despedida del pirata más famoso de todos los tiempos y más conociendo una curiosa y extraña leyenda que durante mucho tiempo se ha transmitido de boca en boca. Se cree que Rubén el Conquistador aún sigue vivo. Ahí, es nada. 

Au revoir mes amis.

Capítulo 7: Au revoir. (Parte 2)

"...en mis viajes por las indias he recopilado objetos y tesoros por valor de cien mil libras y es mi deseo que el gobierno pueda beneficiarse de ellas...si fracaso en mi empeño no pediré más merced que ser ejecutado, en cumplimiento de mi sentencia. Su desafortunado y humilde servidor, William Kidd."

Sentado en la lúgubre celda de la prisión de Newgate en Londres, kidd redactaba esta carta. Esa noche la impávida mirada de la parca se cernía sobre él. Una tenebrosa sombra que deseaba llevarle consigo y ese pliego de papel, garabateado con letras imprecisas, contenía su única oportunidad para librarse de ella. Su salvoconducto para esquivar la horca y por lo tanto a la maquiavélica muerte.

Pocos meses antes, en Nueva York, como parte de la negociación para ser liberado de los cargos que se le imputaban, había desvelado el escondite de parte de su tesoro. En una pequeña porción de tierra al este de los Hamptons llamada Isla Gardiners había enterrado un botín de cerca de quince mil libras en oro y joyas. El gobernador de Nueva York, raudo y veloz, fue a por el tesoro descubriendo que era cierto que allí se encontraba, tal y como había dicho el bueno de Kidd. No obstante, no fue suficiente como para hacer la vista gorda y William fue llevado a la vieja Inglaterra para su juicio ante el parlamento. 

Allí, los delegados de la India querían la cabeza de Kidd por haber capturado el Quedagh Merchant, un navío mercante lleno de seda y oro con bandera francesa pero de pertenencia India. El Almirantazgo Inglés, temiendo el cese de la fructífera relación con oriente, condenó a Kidd haciendo caso omiso de la misiva que escribió en Newgate y del fabuloso tesoro que decía poseer.

Días más tarde, en las orillas del Támesis, el corsario William Kidd iba a ser ahorcado por piratería. Un ajusticiamiento que tendría que ser modélico para todo aquel marino que se viera tentado de traspasar la línea y convertirse en pirata. Por eso, embadurnaron el cuerpo inerte de Kidd con brea y lo colgaron, atado con cadenas, sobre el río. Cualquiera que transitara el Támesis en los dos años siguientes pudo ver el cuerpo descompuesto del capitán del Adventure Galley, el del señor William Kidd. Y así fue como la leyenda de ese magnífico tesoro llegó hasta el nuevo continente. Y por supuesto, tanto Rubén como Jack conocían esta leyenda que se contaba en todas las tabernas desde New Providence hasta Nueva Inglaterra. 

Alrededor de veinte años más tarde de la muerte de Kidd, Rubén el Conquistador estaba sentado ante la feroz mirada de Anne Bonny.

- Creo que no has entendido bien tu situación, Conquistador. Empieza a hablar ahora mismo y te prometo que no seré demasiado cruel contigo, ya que de morir no te libras.

Rubén, sabiendo que aún tenía una carta en la manga, sonrió. 

- Anne, eso es lo que me gustaba de ti. La sensación al poseer a un animal salvaje cuando te follaba en esa sucia cama de aquella posada de Port Royal. 

En ese instante Mary se acercó y le abofeteó con ganas. 

- Habla, ¡maldito bastardo! Le ordenó Read.

- Jack, tranquiliza a tus gatitas o te quedarás sin saber el final del cuento. 

- Vamos chicas, dejadle terminar la jodida historia. Y tu, ¡déjate de rodeos y ve al grano!

- Bien, queridos amigos, ¿conocéis la Isla del Roble?

Oak Island es una pequeñísima isla en Nueva Escocia, Canadá. Allí, en esas rocosas playas, yace el mayor misterio de cuantos se narran en los viejos tratados. Un enigma que comenzó en 1795 y que a día de hoy no ha sido resuelto. En ese año, un grupo de tres adolescentes descubrieron algo que les llamó la atención. Andando por la isla se fijaron en una pequeña hondonada en el terreno, les pareció tan extraño que alguien hubiera hecho un agujero en ese inhóspito lugar que se pusieron a cavar.
Así que, tan sólo armados con sus propias manos, comenzaron a trabajar quitando arena y piedras. Y lo que descubrieron les dejó boquiabiertos. A unos 30 centímetros había una especie de enrejado hecho con pequeñas ramas y piedras. A la semana siguiente se citaron allí mismo, pero esta vez llevaban unas palas. Al mismo tiempo que ellos cavaban se dieron cuenta de que aquello tenía pinta de haber sido hecho por la mano del hombre, no era algo casual o un capricho de la naturaleza. Y eso se confirmó cuando a los tres metros de profundidad encontraron una plataforma hecha con troncos. 

Esos tres chavales, sin más medios que unas tristes palas y una enorme curiosidad, llegaron hasta los diez metros de profundidad y comprobaron que cada tres una nueva plataforma de troncos aparecía ante sus ojos. 

Algunos años más tarde una compañía formada con el único objetivo de desentrañar ese misterio, la Onslow Company, llegó a la isla y perforó hasta una profundidad de veintisiete metros. Encontrándose, por supuesto, con las susodichas plataformas cada vez que bajaban tres metros más. Pero aquí viene lo más intrigante de todo este enigmático tema, al llegar a los 27 metros encontraron una tablilla de piedra grabada con unos extraños símbolos. Cuando lograron descifrar su significado surgió una increíble frase, "...14 pies más abajo, 2,000,000 de libras están enterradas....". 

¿Qué ocurrió entonces? El nuevo descubrimiento hizo que los trabajadores de la compañía corrieran demasiado a la hora de perforar, sin darse cuenta de que el que hizo aquel tremendo pozo puso alguna trampa para que no fuera tan sencillo apropiarse de lo que se escondía ahí abajo. Muchos años más tarde se descubrió, en una playa cercana al lugar de perforación, que había un canal que comunicaba el pozo con el agua salada del mar. Los trabajadores de Onslow desconocían este hecho y al bajar unos 10 metros más, de los 27 donde encontraron la piedra con los símbolos grabados, todo se inundó. 

Desde entonces ha sido imposible dragar el pozo, ya que no sólo se comunica por un sólo canal con el mar sino que el arquitecto que diseñó el misterioso agujero horadó cinco de estos inoportunos conductos en el subsuelo de la isla. 

Estudios recientes sobre el pozo del dinero, nombre por el que es conocido ese enigmático agujero, dicen que fue construido alrededor del año 1700. William Kidd fue ahorcado a finales de Mayo de 1701. ¿Sería verdad lo que decía esa carta que escribió encerrado en una oscura celda en Londres?¿Es posible que el pozo del dinero esconda el legendario tesoro de Kidd?

Desde luego estos hechos eran totalmente desconocidos por El Conquistador, pero había llegado a sus oídos cierto rumor de una isla en el norte, más allá de Boston. Un marinero que había escuchado una historia de boca de una fulana cuya hermana regentaba una tasca, donde un desconocido sentado en una de sus mesas había mencionado que fue compañero de un viejo marino que había estado bajo el mando de uno de los que estuvieron con Kidd en el Adventure Galley. Esas historias hablaban de un pozo que construyeron ingenieros franceses que obedecían órdenes de cierto pirata Escocés.

- ¿La Isla del Roble? Preguntó Jack Rackham.

- Eso es, llévame a Boston y te diré exactamente donde está escondido el tesoro de William Kidd. Habrá oro y joyas suficientes para que puedas retirarte de la piratería y vivir feliz con tus gatitas ronroneando junto a ti. 

Calicó Jack cogió entonces una carta de navegación que había sobre su mesa.

- Indícame donde está, ¡vamos!

Rubén se iba a negar a hacerlo esgrimiendo cualquier estúpida razón cuando, de pronto, bajó alguien corriendo. Arriba, en cubierta, se empezó a escuchar cierto alboroto.

- Capitán, hemos avistado un mercante francés. Rumbo sur-suroeste, a unas 15 millas. 

- ¡Subamos! Y señalando a Rubén añadió, ¡átalo al mástil! 

Así que allí estaba El Conquistador, amarrado al palo de la pequeña balandra de Jack Rackham. Una embarcación con apenas 8 cañones. Enfrente, a babor de la balandra, un navío de unos 40 cañones y quizá el doble de eslora. O Jack era muy bueno en lo suyo o Rubén acabaría siendo pasto de los tiburones.  

Capítulo 6: Au revoir. (Parte 1)

Nota del autor: Todos los hechos, situaciones y personajes son reales. Pertenecen a esa parte de la historia en la que bucaneros, corsarios y piratas dominaban todos los mares y océanos. 
Inclúso, la más que polémica existencia del conquistador es verídica. Mis antepasados narraban estos cuentos basados en las aventuras de un joven pirata, cuya sangre (diluida por el paso del tiempo) aún corre por mis venas. 
Se dice que El Conquistador huyó de la fama, la gloria y el oro por un solo motivo. La búsqueda de una mujer. 

El mar hoy está embravecido. El rugir de las olas me lleva inevitablemente a un instante. Un momento en el que, cerrando los ojos, puedo ver una balandra en cuyo palo ondea una bandera negra. 

Rubén el conquistador se encontraba en medio del océano, llevaba casi una semana en ese pequeño bote y empezaba a creer que su momento llegaba al final. Apenas le quedaban fuerzas, ni tan siquiera podia ponerse en pie sin marearse. 

No era un tipo religioso pero en esos instantes de desesperación rezó. Pidió al cielo un pequeño milagro. Miró hacia arriba y observó una nube que se deslizaba lentamente cambiando de forma. ¡¡¡Ayúdadme!!! Gritó con las pocas energías que le quedaban. 

Como respuesta a las súplicas del conquistador tan sólo se escuchó un abrumador silencio que lo envolvía todo. Esa ausencia total de cualquier sonido le estaba volviendo loco. Se quitó entonces la camisa que llevaba puesta y la remojó en el agua salada. La puso sobre su cabeza y se tumbó, cerrando los ojos esperando la inevitable muerte.

Un marino debe morir en el mar, eso pensaba en esos momentos. Ser engullido por ese entorno, que tanto respeto le merecía, era la muerte perfecta que todo pirata deseaba. No hay un lugar mejor para reunirse con el diablo y pedir que le abran las puertas del infierno.

En estas y otras disquisiciones se encontraba cuando de pronto notó que la pequeña embarcación se movía, un pequeño vaivén mecía su cuerpo. Algún delfín curioseando, se dijo sin levantar la cabeza. Sin embargo el balanceo se fue haciendo cada vez más intenso. ¿Eran voces eso que escuchaba?

Rápidamente se incorporó y lo que vió le hizo maldecir su suerte. Quizá hubiera sido preferible haber estado muerto que ser rescatado por esa balandra, intuyó en ese instante.

Delante de él, a menos de media milla de distancia observaba ondear la Jolly Roger, la famosa bandera negra pirata. Muchos capitanes con cierto nombre se distinguían por variar el típico diseño de la calavera cruzada por dos tibias. La que tenía ante sus ojos en ese preciso instante tenía también una calavera pero bajo ella en vez de los dos huesos, eran dos sables los que se cruzaban. ¡Maldita sea mi suerte! Debió gruñir Rubén entre dientes.

Juntando todo el orgullo que pudo se puso en pie y esperó a que el buque de un sólo palo llegara a él. Cuando estuvo lo suficientemente cerca para que le escucharan gritó...

- ¿Donde está vuestro miserable capitán?

Todos los marineros miraron hacia atrás, de pronto la figura de un hombre vestido con ropas de colores se asomó por la borda. Se escuchó entonces una potente risa que resonó a la largo de todo el barco.

- ¡Pero mirad a quien hemos pescado!¡Si es el mismísimo Conquistador!

- Jack, súbeme. Necesito hablar contigo. 

- ¿Estamos en alguna taberna mugrienta? Aquí soy el Capitán Rackham, ¡muestrame algo de respeto!

- Muy bien capitán, acepta mis disculpas y deja que suba. 

- Creo que te las apañas muy bien tu solito, Conquistador.

Rubén tenía que captar la atención de Calicó Jack pero no podía decirle nada sobre el cofre de Barbanegra y la misteriosa isla en la que había dejado anclado su buque. Sin embargo, una idea empezaba a fraguarse en su mente, ¿funcionaría? Era improbable, además de colársela a Jack tenía otro par de huesos muy duros de roer. Por cierto, se preguntó, ¿por qué no salían de su escondite para saludar?

- Jack, tengo algo con lo que negociar. He encontrado el tesoro de kidd. 

- ¡Perro mentiroso! ¿Por qué tendría que creerte?

- ¿Qué pierdes escuchándome? Vamos, súbeme y te lo cuento. Si no te convence mi historia podrás echarme al mar de nuevo. 

Jack sostuvo la mirada de Rubén durante unos breves segundos tras lo cual se dirigió a la tripulación con un grito. 

- ¡Subidle!

Una tímida sonrisa se descubrió en el rostro del conquistador. ¡Bien! Había picado. Pero lo más difícil estaba por llegar.

Un par de horas más tarde Rubén estaba en el camarote del capitán. Despertar la avaricia de Jack Rackham era una cosa pero lidiar con las otras dos personas que en ese instante acompañaban a los dos capitanes era otra muy distinta. 

Anne Bonny y Mary Read le miraban con desprecio. Con una de ellas había tenido un pequeño romance, por llamarlo de alguna manera, mucho tiempo atrás.

Hubo unos días en la vida de Rubén en los que el ron era una parte importante, algunos que le conocieron por aquellas fechas llegaron a decir que si rajaban al conquistador en alguna pelea en vez de sangre lo que surgiría de sus venas sería alcohol. En fin, fue en esos extraños días en los que iba de puerto en puerto y de taberna en taberna, donde conoció a una mujer como no había visto nunca. Anne era una más de ellos, decía las mismas bravatas, manejaba la espada como el mejor, y tenía el inoportuno don de enamorar a quien ella se propusiera. Y creedme, era una mujer tan bella como caprichosa. 

Anne estaba casada con un pirata de tres al cuarto, pero eso no era ningún impedimento para ella, ya que el muy bobo del marido se pasaba meses enteros lejos de Port Royal que era donde en ese momento residían. 

Y dió la casualidad de que a ella se le puso entre ceja y ceja camelarse a aquel desconocido al que todo el mundo llamaba Conquistador.

Sinceramente, conozco la historia de fuentes bastantes cercanas y no me equivocaría al decir que ella acabó enamorándose de Rubén, cosa nada descabellada. Al contrario de lo que se pueda pensar El Conquistador era un verdadero caballero para los estándares de los piratas del momento. Sin ninguna duda, Rubén hacia honor a su apodo. Pero, como decía un poco más arriba, la etapa por la que discurría la vida del Conquistador no era la idónea para dejarse embaucar por dama alguna. Así que todas las intentonas de Anne se toparon con un alto muro. Pared que jamás pudo saltar ni traspasar, y su orgullo quedó herido. Rubén había sido el primer hombre que se había resistido a sus encantos. 

Pocos meses después Anne conoció a Jack y se enamoró de la personalidad de este excéntrico pirata de ropajes llamativos. Rackham que por entonces ya era un corsario con gran reputación habló con el marido, pero éste se negó a divorciarse de ella. Entonces, el gobernador de Jamaica tomó cartas en el asunto y convenció al marido para que, a cambio de algo de dinero, la dejase marchar. Sin embargo esta vez fue Jack, el muy agarrado, el que no quiso pagar lo que pedía el cornudo marido. Así que un buen día, Anne Bonny se disfrazó de hombre y se unió a la tripulación del capitán Rackham. La bella Anne fue la primera mujer pirata, o quizá no. Porque varios meses más tarde la rápida y ligera balandra de Calicó Jack abordó a otro buque en el que había un bravo marinero. Este se unió a la tripulación de Rackham y con el tiempo se percató de que Anne pasaba muchas horas junto a ese joven. Celoso, lo mandó llamar a su camarote para asustarle sin duda, pero por arte de magia ese marinero se convirtió en Mary Read. Otra alma con ganas de aventuras que sólo pudo hacerse pasar por hombre para vivir su sueño, ser un pirata.

 

Así que el jodido Jack no sólo tenía una mujer a bordo de su buque sino a dos, extremadamente bonitas y ambas enamoradas de él. Tipo con suerte dirían muchos. 

¿Tríos?¿Cuernos?¿Mujeres vestidas de hombre?¿Esto es una historia de piratas o el sálvame deluxe?

Sea como fuere, una cosa es bien cierta. Cuando varios años después de este episodio con Rubén el Conquistador, detuvieron a Jack por piratería, él fue juzgado y condenado. Sin embargo, tanto el juicio de Anne Bonny como el de Mary Read fueron pospuestos porque ambas estaban embarazadas del bueno de Jack. Lo dicho, un tipo con suerte.

- ¡¿Cómo te atreves a exigirme nada?! Exclamó el llamativo pirata. 

- Necesito que me lleves a Boston, entonces te diré donde está exactamente la isla. Tan sólo se encuentra a un par de días de navegación de allí. 

Al escuchar la prepotencia de Rubén, Jack sonrió e iba a contestar algo cuando Anne rompió su silencio. Tenía la mirada de una pantera a punto de saltar sobre su víctima para devorarla. 

- Creo que no has entendido bien tu situación, Conquistador. Empieza a hablar ahora mismo y prometo no ser demasiado cruel contigo, porque de morir no te libras.

miércoles, 9 de agosto de 2017

Capítulo 5: Una tarde de viernes cualquiera.

Año 2020. Lugar, una casa domótica en algún sitio cercano a Madrid.

Es viernes y a la señorita Y no le apetece hacer nada. Esta cansada por el trabajo y la semana agotadora. Al llegar a casa el chico X la saluda con un beso, como cada día. Él tiene preparada una ensalada de pasta para comer. Cuando terminan, a ella le apetece quedarse adormilada en el sofá mientras él ve un documental en la amplisima tele que domina el salón. Uno de esos que tanto le gustan sobre historia y misterios. De vez en cuando el chico X mira a la señorita Y de reojo. Ella duerme placenteramente con la cabeza apoyada en el brazo del sofá y los pies sobre el cuerpo de él. Tiene ganas de acariciarla pero no quiere que se despierte y muy suavemente recorre parte de la pierna de ella con su mano. Esta encantadoramente bella durmiendo. Parece un ángel. Al rato ella se despierta y lo primero que ve al abrir los ojos es el rostro de él. Y sonríe. Se alegra de tenerle a su lado. Pero lo que más le gusta es que él desea estar ahí, junto a ella, y en ningún otro lugar del mundo. 

Él observa que ella se ha despertado de su siesta y le dice que si le apetece dar una vuelta pero al mismo tiempo que lo pregunta se abalanza a darla un beso y se quedan tumbados ambos. Acariciandose el brazo, escuchando sus respiraciones. Sintiendo el latido de ambos corazones con cada bocanada de aire. Cogidos de la mano permanecen así un buen rato. Sin hablar, sin estropear ese bonito momento con ninguna palabra, que estaría de más en ese preciso instante. 

Al cabo de un rato sus miradas de nuevo se encuentran y sonríen. Ella le besa a él en la mejilla y le susurra algo al oído. Él asiente y responde algo al oído de ella. Y de paso le mordisquea el lóbulo. Ella siente como el pelo se le eriza y le aprieta la mano más fuerte. Él baja de la oreja al mentón y le pega otro pequeño mordisquito. Ella no aguanta más y lo besa con pasión. Un beso que a él le causa una excitación evidente. Segundos después ambos se desnudan mutuamente. Él admira el cuerpo de ella, lo acaricia con devoción. Sabiendo que esos pechos le pertenecen, que sólo él podrá besarlos eternamente, que sólo él los lamerá cada vez que desee. Roza el vientre de ella con la mano, sintiendo su suave piel y deseando cada vez más fundirse con su cuerpo. Ella, a su vez, lo mira a él. Observa su mirada. Le atrae el deseo de sus ojos. Ella sabe que él esta loco por ella y eso le da mucho poder. A ella le encanta ejercer esa fuerza sobre él. Le gusta el control que posee porque nunca ningún hombre sintió nada parecido por ella. Ningún ser humano deseará tenerme en sus brazos como él, piensa. Y eso la pone. La pone mucho. 

Él baja hacia abajo. Lame su cuerpo entero. Se detiene unos minutos metiendo la lengua en la vagina. Jugando con el clítoris. Saboreando, introduciento, acariciando. Escuchando los gemidos de placer de ella. De pronto y sin previo aviso ella le dice, me toca a mi. Y le empieza a lamer el pene erecto. Él tiembla por la excitación. Grita. Gime. Siente.

Ella se pone sobre él. Introduce el pene dentro de ella y sube y baja acompasadamente. Un ritmo que poco a poco va "in crescendo". Él observa sus pechos botar, ella a su vez siente las manos de él apretando su culo. Él sube sus manos acariciando su espalda, sus brazos, sus manos. Ella las aprieta fuerte en el mismo instante en el que se corre al sentir que él también lo acaba de hacer. Él, entonces deja que ella se recueste sobre su pecho. Ella escucha aún el corazón de él acelerado por la adrenalina. Él acaricia su pelo. Ella le da un beso en la mejilla.

No hay duda, la señorita Y y el chico X están enamorados. Un amor sin caducidad, para siempre. Me aventuro a imaginar. Hasta que el mundo se extinga y no quedé nada en el universo. Eternamente unidos. 

La escena continua unos minutos más tarde, cuando ella se separa unos centímetros de él, le mira y sonriendo dice. ¿Qué hay de ese paseo?¿Te apetece?
El contesta, ¿dónde te apetece ir? Ella le susurra, al fin del mundo.

Ella, tras esas palabras que le dejan a él con cara de bobo, se levanta del sofá y desaparece tras la puerta del salón. Él mira el precioso culo de ella contoneandose hasta ocultarse de su mirada, luego cierra los ojos y sonrie feliz.

domingo, 6 de agosto de 2017

Capítulo 4 : El teniente Kolesnikov.

Mar de Barents, 12 de Agosto del año 2000. El comandante Gennady Lyachin contempla las pantallas en la sala de control con gesto adusto, serio. Sin duda esta feliz y orgulloso de capitanear el submarino nuclear de ataque más poderoso de toda la flota del país pero no es momento de andarse con frivolidades, a sus 54 años está en el momento culmen de su carrera militar. Sin embargo, los acontecimientos de aquel día tomarán un rumbo insospechado para él. Aún no tiene conciencia de ello, pero el comandante Lyachin se encuentra a tan sólo unos minutos de morir junto a 118 compatriotas rusos.

A pocos metros bajo la superficie, unos 20, la tripulación del Kursk espera con impaciencia. El día anterior habían tenido un enorme éxito, su misión era la de lanzar un misil tipo Granit sin ojiva nuclear. Pruebas, tan sólo eso según reza el informe oficial. Sin embargo, esa mañana era el día en el que el submarino de la clase Oscar II, debía enseñar al mundo entero que todavía seguían siendo una potencia naval temible. Para ello, ese sábado tenían previsto lanzar un torpedo capaz de alcanzar los 500 km/h, algo totalmente fuera del alcance de cualquier país europeo o americano. Lyachin, con calma, saboreando el momento, se acerca a su primer oficial y le ordena que armen el torpedo. Éste coge el teléfono que le comunica con la proa del submarino. Allí otro oficial contesta, todo listo. El primer oficial mira al comandante, Lyachin entonces gira la cabeza y observa el objetivo a través del monitor lleno de verdes y negros. Y con una tremenda energía grita....¡Láncenlo!

Las 11:28 comprueba el comandante en el enorme reloj que cuelga encima de la pantalla del sónar, las manecillas avanzan lentamente, los segundos se hacen eternos. Tic-tac, tic-tac, tic-tac. El silencio allí es abrumador, y de pronto algo sucede. Una pequeña explosión que hace tambalear a todo el mundo. Cada uno se sujeta donde puede, ¿qué demonios ha ocurrido? Se preguntan todos. Lyachin interroga con la mirada a sus oficiales, nadie sabe a ciencia cierta que ha pasado. Alguien se comunica con el comandante desde algún punto indefinido del submarino de 155 metros. Sin embargo no hay tiempo para la reacción, a los dos minutos una nueva explosión, esta vez mucho mayor que la anterior abre un boquete enorme en la cámara uno y dos del submarino. La proa empieza a llenarse de agua, pero las compuertas estancas del reactor nuclear situado más a popa salen intactas salvando al mundo de un desastre de dimensiones impredecibles. Al sentir esta segunda sacudida algunos hombres huyen hacia los compartimentos posteriores corriendo lo más rápido posible hacia popa. Los pocos que estaban en los compartimentos siete, y ocho se refugian en el nueve cerrando la compuerta tras de si. El resto de la tripulación ha muerto.

Mar de Barents, 12 de Agosto del año 2000. En la superficie el Almirante de la flota norte Vyacheslav Popov a bordo del buque "Pedro el grande" espera con semblante triunfal en la cubierta, se acerca la hora de probar los temibles Shkvall, los novisimos torpedos de supercavitación. Capaces de superar en velocidad a cualquiera de los torpedos del resto de potencias navales, son el orgullo de Rusia. Y éstos pretenden vender esa tecnología a China. De hecho, varios delegados y militares de ese país se encuentran allí, observando lo que el alto mando ruso había denominado como el principio del resurgimiento de la nación. La supremacía en el ámbito naval era un buen comienzo. 

Un recién elegido Vladimir Putin había heredado una Rusia decadente, el gobierno de Yeltsin había estado lleno de corruptos que se habían llevado el dinero a espuertas dejando un país obsoleto y viejo. Putin quería revertir esa caída en picado y lo primero de todo era mostrar al mundo entero que ellos seguían ahí, para ello organizó unas maniobras en las que juntaría a la mayor parte de sus buques estrella para realizar unos ejercicios de simulación. Es posible que se escuchara a Putin decir, en una de esas reuniones después de ser elegido Presidente....¡Demostremos a esos jodidos yanquis que deben andarse con cuidado, el mundo no es suyo! 

Sin embargo, en esa pequeña parte del Océano Ártico había mucho movimiento esos días. Y desde luego sería un iluso cualquiera que pensara que sólo los rusos campaban a sus anchas por allí. Para empezar, al ser las maniobras tan cerca de la frontera de Noruega, estos mandaron un par de barcos espía, por si las moscas debieron pensar. Los ingleses estaban también "a la escucha". La OTAN tampoco perdía ripio de lo que acontecía. Pero los que de ninguna manera iban a faltar a una fiesta de este tipo eran los americanos. 

Esa mañana de sábado el USS Memphis y el USS Toledo, dos submarinos nucleares de la clase Los Angeles, seguían a cierta distancia al Kursk. Algunos, incluso, podrían decir que le marcaban muy de cerca, tanto que a las 11:28 el Toledo se estampa con el Kursk. ¿Un fallo del sónar o algo premeditado? El caso es que ese choque hace que todo se precipite hacia una posible Tercera Guerra Mundial. El kursk ha sido atacado, y el comandante Lyachin quiere responder con furia. Desea cambiar el rumbo previsto del torpedo Shkvall hacia el USS Toledo, pero algo sucede antes de que pueda ser disparado. El submarino que esta más alejado de todo el altercado, el Memphis necesita distraer al Kursk de alguna forma para que el Toledo pueda huir. Un par de minutos después de la colisión, un torpedo Mark 48 surca el Mar de Barents en dirección a los rusos haciendo impacto en la parte de proa y abriendo un agujero enorme en el doble casco. 

Popov, el Almirante a bordo del "Pedro el grande", al enterarse de la desaparición del Kursk de sus ecos del sónar vuela en helicóptero hasta la base de Murmansk. Llegan horas de incertidumbre, momentos en los que hay que ser cuidadosos o algo terrible podría desencadenarse. Días de mentiras a la opinión pública, de ocultación de hechos. ¿El Memphis en un dique seco?¿El Toledo oculto?¿Boyas de localización americanas?¿Los rusos no encuentran al Kursk hundido a tan sólo 100 metros de la superficie?¿No pueden abrir las escotillas por falta de medios?

Putin, de vacaciones en Sochi, hace varias llamadas a Clinton. Empiezan las negociaciones. Mientras tanto, los familiares de los que yacen ahí abajo están a oscuras en todo este tema. Incluso no saben si sus hijos o maridos han embarcado o no ya que un submarino nuclear tiene dos tripulaciones. ¿Quién estaba de guardia? Se preguntan entre lloros y ataques incontrolados de histeria.

Al principio los rusos cuentan lo que creen que ha pasado, el incomprensible ataque americano. No obstante todo es un juego para ellos, un tira y afloja en busca de dinero. Varias llamadas después y unos cuantos días más tarde el mando ruso cambia el argumento. La versión oficial habla de un accidente causado por agua oxigenada. Si, tan simple como eso. El torpedo va alimentado por Peróxido de Hidrógeno, un compuesto altamente peligroso que reacciona con el metal. Una pequeña parte se ha infiltrado por la carcasa del torpedo y ha provocado la primera explosión, luego una reacción en cadena causa, dos minutos más tarde, el segundo estallido. Los americanos sabían de este peligro, ellos ya tuvieron los mismos problemas en la década de los 50. Clinton y sus consejeros les sirvieron en bandeja a Putin y sus ministros la excusa perfecta. Días más tarde Estados Unidos canceló parte de la deuda que Rusia tenía para con ellos, un montón de pasta. Y les fueron concedidas más ayudas y préstamos. Más pasta aún. Una solución perfecta para todos, ¿o quizá no?

Mar de Barents, 12 de Agosto del año 2000. En el compartimento número siete el teniente Dmitri Kolesnikov, oficial a cargo de la sala de turbinas, mira las parpadeantes luces de los diversos cuadros de instrumentación que le rodean. Concentrado, observa cada señal que se enciende en la consola. Escucha a sus hombres de confianza diciendo que todo se desarrolla con normalidad, según lo previsto. De pronto siente un temblor bajo sus pies, se sujeta al pasamanos que hay en la pared metálica que se encuentra a su derecha y empieza a observar como varias luces rojas y anaranjadas aparecen en el panel. Algunos estridentes pitidos se van adueñando de la sala poco a poco. Decidido a averiguar que pasa coge el teléfono y llama a la sala de lanzamiento de torpedos. Mira la hora de soslayo, las 11:28, ¿pero qué diablos ha ocurrido? Dmitri ve pasar a un hombre corriendo, es el encargado de las llaves. Los protocolos son claros, ante una amenaza de cualquier índole ese tipo debe ir a la caja de seguridad donde se guardan los códigos para lanzar los misiles con ojivas nucleares, esos que los propios rusos negaron que llevaran a bordo. Kolesnikov no escucha nada al otro lado del auricular y empieza a evaluar los daños. Instantes después una sacudida tremenda que le tira al suelo le hace comprender algo, la cosa pinta mal. Alguien entonces detiene los reactores nucleares, sin ellos no hay suministro de energía y las luces se apagan. Automáticamente las de emergencia se encienden pero las baterías no durarán mucho. Hay que decidir que hacer y grita a sus hombres, ¡vamos, al nueve todos! Corren hacia popa, en el último compartimento hay una escotilla de emergencia. Quizá la puedan abrir desde el otro lado y salvarles. Es su única oportunidad de salir con vida de ese trance. Llegan allí justo al mismo tiempo que el Kursk se posa en el lecho del Mar de Barents, a 108 metros de profundidad. Cierran la compuerta y empiezan a golpear las paredes y a gritar tanto como pueden. Minutos de angustia y locura dejan paso a un decaimiento total cuando los generadores de emergencia dejan de funcionar y las pocas luces que había se apagan. La oscuridad, ahora, es total ahí abajo. 

Dmitri comienza a pensar entonces en su mujer. Cuatro meses antes se había casado con la que había sido su novia de toda la vida. Poco antes de partir, éste le había escrito una pequeña nota vaticinando una posible catástrofe. “Cuando llegue la hora de morir, pese a que intento no pensar en ello, querría haber tenido tiempo para decirte....querida, te amo”. Entonces se le ocurre una idea algo estúpida en ese instante pero que le mantendrá ocupada la mente durante algún tiempo, escribir una carta a su amada esposa. ¡Quería decirla tantas cosas! Entre palabra y palabra, escrita en la terrible oscuridad, habla con los que están allí encerrados y les comenta que esta escribiendo una nota. Les pide que digan sus nombres en alto para apuntarlos y quede constancia de su historia. 

Pasan las horas y nada sucede. Se están volviendo locos, hacinados allí sin apenas espacio empiezan a pensar en el posible final. Quedaría oxígeno para un par de días más, quizá tres con suerte. Pero el principal problema no era ese, en algún lado existía una grieta que dejaba pasar agua al compartimento 9. 

Alguien, en el segundo o tercer día de reclusión, de pronto escucha un murmullo suave. El fantasmal silencio que impera en el interior se ve roto por el lejano sonido de un motor. ¿Un pequeño submarino de rescate? Notan que están manipulando la escotilla. ¡Les van a sacar de allí! Entonces todo el mundo empieza a golpear el fuselaje del submarino. Lanzan proclamas patrióticas y tararean el himno de Rusia. Minutos más tarde dejan de escuchar a los que estaban al otro lado de ese maldito sarcófago de hierro en el que se había convertido el Kursk ¿Pero por qué cojones no nos sacan ya? ¡¡Estamos vivos!! 

Kolesnikov se da cuenta, a las pocas horas de este hecho, que no saldrán con vida de ahí dentro y escribe una segunda carta explicando todo lo sucedido desde las 11:28 del 12 de Agosto. Esta segunda misiva tiene fecha del 15 de ese mes, tres días después del incidente. 

Tan sólo han salido a la luz algunos fragmentos de las cartas, el resto es secreto de estado.

“13.15. Todos los tripulantes de los compartimientos sexto, séptimo y octavo se trasladaron al noveno. Aquí nos encontramos 23 personas. Tomamos esta decisión como resultado de la avería. Ninguno de nosotros puede subir a la superficie.

13.50. Escribo a ciegas...”