lunes, 15 de mayo de 2017
Día 65: El corazón de pizarra.
sábado, 13 de mayo de 2017
Día 64: Peter Pan.
viernes, 12 de mayo de 2017
Día 63: Moonriver.
¿Qué hay más bonito que mirar a través de una ventana el cielo gris de una mañana lluviosa mientras suena Moonriver y la suave voz de Audrey Hepburn te lleva a lugares confortables y calientes dentro de tu alma?
En algún otro instante de mi vida ya hablé de esta cálida voz, de la sensualidad que desprende su pausado ritmo, de la increíble paz que transmite esta canción susurrada por la bonita Audrey.
Y ayer la volví a poner para escribir sobre algo que me ha sorprendido bastante. A la gente no le gustan los días de lluvia.
¿Qué sin sentido es ese? ¿Cómo es posible que nadie vea la belleza del agua cayendo sobre los tejados rojizos de las casas o disfrute escuchando el chapoteo de las miles de gotitas golpeando una ventana llena de reflejos inverosímiles?
Yo podría pasarme horas y horas observando las nubes volar por el cielo, las miles de formas y cientos de tonalidades de grises que, surcando el aire, parecen deambular sin un destino aparente.
Demasiado bucólico, quizá muy ñoño, alguno incluso podría decir que hasta resulta empalagoso. Puede que así sea y que viva en un mundo irreal donde he dejado de lado los atascos causados por el agua, los pitidos de algún loco que llega tarde al trabajo, las maldiciones de esa señora que al abrir el paraguas ve que está roto. Si, quizá sea eso. Vivo en mi país de las maravillas donde una gotita de agua es sólo eso, una pequeña cápsulita llena de sensaciones. ¿¡Qué importa mojarse!? ¿¡Qué más da que algo de agua resbale por nuestra cara!?
Me asombra que la gente no se deje llevar por el momento, que no disfrute de algo tan banal como una tormenta o un día de lluvia.
Recuerdo que en una ocasión me pilló una tormenta tropical en Miami. Desde una semana antes todos los canales de la televisión hablaban de la increíble fuerza de esa tormenta que al tocar tierra se convertiría en huracán. Yo estaba expectante, ¿como sería vivir una experiencia de ese tipo? Sentía una curiosidad tremenda. La televisión local de Miami no paraba de mostrar el posible recorrido que haría el ojo del huracán a lo largo de Florida. Los meteorólogos anunciaban que sería la mayor tormenta desde el Katrina, los periodistas recomendaban comprar víveres en unas tiendas en las que ya se veían estantes vacíos. Los del hotel decían, para calmar los ánimos de todos los que nos arremolinabamos por el hall y llenos de esa tranquilidad que te da haber vivido decenas de tormentas tropicales, que sería un día con un poquito de lluvia pero nada más. En fin, el día llegó y me desperté con ganas de abrir las cortinas de la habitación y ver mi primer huracán en directo.
Fue emocionante. El cielo estaba realmente negro, lóbrego. Desde luego era una oscuridad tenebrosa, que presagiaba mucha agua. El viento empezó a soplar cada vez más fuerte y yo salí a la terraza de la habitación con la cámara en mano a grabar todo aquello. Las palmeras del paseo se bamboleaban en una danza hipnótica. Sonaban las sirenas de los bomberos a cada instante, acompañadas por un bufido ensordecedor causado por la fuerte ventisca que, cada segundo que pasaba, se hacía más potente. Y de pronto una inmensa tromba de agua cayó sobre Miami con una intensidad como jamás había visto.
Una hora más tarde esa lluvia cesó de golpe para pocos minutos después volver a caer pero con mucha menos virulencia. ¿Ya está? Me dije. Pues que bobería, ¡pensé que volarían coches y vacas por el aire como en las pelis! Me metí dentro de la habitación un poco decepcionado pero sonriente.
Para asombro mío, tres o cuatro horas más tarde y al salir de comer una deliciosa tarta de queso de un restaurante cercano, un sol radiante lucía en el cielo. La tormenta se dirigía en esos momentos hacia el norte, cogiendo una fuerza inusitada que días más tarde obligaría a cerrar algunas estaciones del metro de Nueva York por inundaciones en la parte baja de Manhattan, y que cancelaría vuelos en los dos aeropuertos internacionales de la Gran Manzana.
Sin duda ese día, en el que yo disfruté como un niño viendo llover, muchos otros se levantaron maldiciendo, con cara de pocos amigos. ¿No es más bonito disfrutar de todo cuanto nos rodea ya sea con un rojizo y ardiente sol, una pequeña brisa nocturna o una arreciante lluvia?
Yo creo que si, por eso ayer me puse los cascos y salí a la calle con una amplia sonrisa.
¡Qué día más bonito! Me dije, cuando la primera gota de lluvia mojó mi cara, mientras la dulce voz de Audrey susurraba en mi oído Moonriver.
"...two drifters, off to see the world. There's such a lot of world to see..."
Día 62: Gonzo y su canción.
Llevo un rato escuchando la canción número diez de un antiguo disco.
El álbum en cuestión es un CD que tengo desde hace muchos años, tantos que los dedos de ambas manos no dan para contarlos.
La décima pista está cantada por Gonzo, uno de los míticos personajes de los muppets.
Siempre que la escucho me da por llorar, me es imposible no emocionarme y derramar alguna lágrima al oír a Gonzo desear no ser él. Sin embargo, en mitad de la canción aparece Chicken, la gallina. Y entonces todo cambia.
La canción se titula "Wishing song" y dice algo así :
I wish I had a coat of silk, the color of the sky.
I wish I had a lady fair, as any butterfly
I wish I had a house of stone that looked down on the sea
But most of all I wish that I was someone else but me.
En este momento aparece la gallina y dice que se alegra de que Gonzo no fuera otra persona. Y Gonzo, incrédulo, le pregunta ¿ah, si?¿por qué? A lo que la gallina contesta, porque me gustas. Entonces Gonzo canta lo siguiente :
Now I don't have a coat of silk, but still I have the sky
Now I don't have a lady, but there goes a butterfly
Now I don't have a house of stone, but I can see the sea
Now most of all I know that I am happy to be me.
I'm happy to be me.
martes, 25 de abril de 2017
Día 60: La lucha del amor en un sueño.
jueves, 20 de abril de 2017
Día 59: Breve historia de unas manos.
lunes, 17 de abril de 2017
Día 58: Sueños compartidos.
"Dos desconocidos...tumbados uno junto al otro escuchando música. Boca abajo y mirándose. Sin decir nada. Solo miradas nerviosas. Muy juntos. Sintiendo el latido rápido del corazón transmitiendose a través de la arena mojada.
Ella, con un suave movimiento, se acerca un poco más y él...él pone sus labios sobre los de ella sintiendo su sabor, mordisqueando los labios, jugando con su lengua...deliciosamente perfecto. Unos instantes después se separan únicamente para poder mirar sus ojos respectivamente. Ambos traviesos, entornados por el sol de un agosto que se acaba. De nuevo juntan sus labios fundiéndose en un beso salado y eterno.
¿Se podría añadir algo más a la sublime sensación de un beso en una playa a una preciosa desconocida?
Después de besarse un rato...él, cogiendo la mano de ella, la levanta suavemente y sin decir palabra alguna la lleva hacia el mar. Caminando se miran, observan cada movimiento del otro...ella sonríe nerviosa, el mira sus ojos embelesado. Cuando la costa ya se ve lejos se sientan sobre el fondo de un mar poco profundo. Uno frente al otro sonrien y acarician su piel húmeda, se vuelven a besar, abrazándose esta vez, acariciando ella la espalda de él. A lo que el responde, en un ataque de locura, quitandose el bañador y tumbadose completamente. Ella, poniéndose sobre él de manera que nadie pueda ver su ereccion, se aparta un poco la braguita del bikini e introduce el pene dentro de ella sintiendo todo su calor. Las pequeñas olas mueven sus cuerpos y así, en una mar en calma, pasan los minutos lentamente...siendo una sola alma y un solo cuerpo."
Sueños al atardecer.
Esto lo escribí hace un año y medio en un post de mi perfil de Facebook. Fue una tarde en la que, sólo, admiraba el mar y su movimiento ondulatorio. No podía concentrarme en el libro que paseaba cada tarde a la playa y cogí el móvil.
Recuerdo que imaginé a esa chica, la vi claramente en mi ensoñación. A mi lado, me sonreía tímidamente. Vi sus facciones, el color de sus ojos, su larga melena.
Cualquiera que mirase desde otro lugar no hubiera visto más que a un chico, yo, sentado en la toalla mirando a un horizonte lleno de pequeñas barquitas amarradas al fondo poco profundo del Mar Menor. Sin embargo, yo la observaba a ella. Claramente. Sin ningún género de dudas, ella estaba allí. En mi mente. En mi corazón.
Hace año y medio vi su rostro en una especie de epifanía, una clarividencia totalmente fantasmal.
Su mano tocaba mi cuerpo. Sus dedos paseaban por mi brazo, desde el hombro hasta la mano, haciendo pequeños dibujos en mi piel.
Veía mover sus labios, decían mi nombre. Ru, dame la mano.
Mis dedos, entrelazados a los suyos. Mi mano llevando la suya tímidamente hacia el mar. Sus uñas acariciaban el dorso de mi mano, mientras yo la susurraba...sígueme. Ella, por supuesto, así lo hizo y lentamente andamos hacia las profundidades de un mar de un leve calado, sutil.
Aquella tarde me ha venido hoy a la memoria al tiempo que miraba el sol bajar poco a poco sobre el horizonte. Una tarde especial, esa en la que el amor de mi vida se me apareció ante mi. Mi alma la pudo contemplar pese a la ceguera visual causada por un sol de finales de agosto, enrojecido y llameante.
Tecleaba la escena en el móvil, deseando publicarla en mi perfil de Facebook por si ella, fuera quien fuese, reconocía por algún casual, haberse topado en sueños con la misma ilusión óptica. Nosotros caminando hacia el sol, unidos por nuestras manos y bañados por las sombras de los rayos del astro rey.
¿Quien lo vería? Amigos de amigos de amigos de amigos...soñaba que ella estuviera entre ese montón de gente.
Nadie, en cualquier caso, me hizo saber que había soñado lo mismo que yo. Ninguna chica dijo, Ru era yo esa chica que te besó sentados uno frente al otro en medio de aquel cálido mar. Nadie en año y medio me ha confesado que compartió ese sueño conmigo. Y esta tarde, haciendo una foto de mi pie sobre el sol, intentando caminar sobre las estrellas, he pensado...¿Y si ella no puede acceder a mi perfil? ¿Y si no está entre esos amigos de amigos de amigos de amigos? ¿Y si lo estaba y no pudo leerlo porque se encontraba de vacaciones? ¿Y si por algún hecho fortuito perdió ese día el móvil y no pudo entrar a la red social para dar a los "me gusta" de turno?
Se me han ocurrido un sinfín de posibilidades para que ella, la chica que se tumbó sobre mi cuerpo desnudo fundiéndonos en una sola alma, no hubiera podido reconocerse en ese embriagador y lujurioso sueño de verano. Así que poco después de contemplar la foto de mi pie al lado del sol me he dicho...Joder Rubén, se más ambicioso y no te quedes solo en el Facebook. ¡Lanza tu sueño al mundo entero!
Así que aquí me hallo, en mitad de la noche recordando un sueño de hace año y medio. Una visión de un ángel venido del mismísimo cielo, una chica de rostro tan claro para mi corazón como oscuro para el resto del mundo que no mirase con los ojos de mi alma.
Ojalá tenga más suerte en esta ocasión. Espero que la indiscutible globalización de este planeta, haga que estas palabras lleguen a los ojos de esa chica y pueda reconocer mi sueño, nuestro sueño compartido. Ese en el que ambos andamos, cogidos de la mano, hacia el sol para fundir nuestros cuerpos en uno solo, y buscandome me diga...Ru, soy yo. Por fin nos volvemos a encontrar, y está vez no es un sueño.