La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Día 8: La desaparición de mi álter ego.

Cada día al escribir sobre él imaginaba que era yo. Cada acción, cada palabra, cada gesto deseaba que fueran los míos propios. Me hubiera gustado ser como Rubén el Conquistador y tener el valor suficiente para dejar todo atrás y salir en busca de mis anhelos, de mis sueños.
Ponía música y totalmente oscuras, tumbado en la cama, escribía. Cerraba los ojos y pensaba en ese valeroso pirata que se hizo a la mar intentando encontrar al amor de su vida. En la mayoría de las ocasiones en las que inventaba sus azañas acababa llorando. ¿Por qué el maldito pirata podía enfrentarse a todo y yo me recluía en mi mundo?

"...Anteriormente había dejado en la Gruta de los Olvidados a Rubén, el Conquistador. Se encontraba allí despues de un año de increibles aventuras persiguiendo una leyenda. Sin embargo, la fortuna le era esquiva y parecía que el destino jugaba con él como un pequeño pajarito juega con una diminuta ramita seca...Sólo un alma pura..."

Unos días después de escribir este fragmento, hace un año más o menos, dejé de hablar con la gente. Apenas cruzaba unas frases aquí y allá. Durante unos meses mi única conexión con el mundo exterior fueron las palabras que ponía en mi blog. Necesitaba estar a solas. 

"...Esas palabras rondaban por la cabeza del Conquistador. Una y otra vez maldecía su mala suerte. El tesoro de Barbanegra estaba ahí, casi lo rozaba con sus dedos y no podía abrir el jodido cofre. Y de verdad que lo había intentado pero no sabía que singular encantamiento mantenía la cerradura intacta. Seguramente Edward Teach, Barbanegra, habría hecho algún tipo de pacto con algún hechicero o quien sabe si con el mismísimo diablo. ¡Malditos sean todos los brujos repartidos por los confines del mundo conocido!..."

Había conocido a una preciosa mujer, Mercedes. Una chica increíblemente bonita, tanto que dudé en un primer momento si ella era real. ¿Sería cosa de mi imaginación?¿De verdad esa encantadora niña deseaba estar conmigo?¿Por qué?

"...Rubén, sentado en la arena, escuchaba el monótono sonido de las olas. Ese ir y venir del agua le había sumido en un trance, puede que ayudado por la botella de ron que sostenía en la mano izquierda mientras, con la derecha, jugaba con la fina arena blanca. Miró a la luna y empezó a cantar una bella balada que había aprendido de niño, la canción de los enamorados errantes. ".......Na na na na I tell you a story that happened one day about a beautiful girl, her age was sixteen, and a young English soldier with nice pretty eyes na na na na......".
Esa letra le traía recuerdos, imágenes lejanas de una mujer susurrandosela al oído mientras hacían el amor en la cama de una posada de Tortuga. Su primer te quiero, su primer suspiro, su primer y único corazón roto. Rubén había amado como jamás lo haría ya, puesto que después de que ella muriera al dar a luz una niña preciosa de ojos azules como el profundo mar se juró que no permitiría que su corazón le traicionara de nuevo. La niña, a la que llamó Shenandoah, falleció a las pocas semanas y Rubén quedó inmerso en una tristeza infinita la cual superó poco a poco tras varios meses deambulando por las tabernas más oscuras, desde Kingston a los Cayos, empapando su alma en alcohol..."

Tenía miedo. Estaba muy asustado. Esa pequeña mujercita había hecho que soñara de nuevo en paseos cogidos de la mano, en compartir noches de luna llena abrazados y tumbados en la cama, o en caricias y besos en anónimos bares. 

"...Así que, con los recuerdos del entierro de la pequeña Shenandoah en la retina, cantó a la enorme Luna y lloró. La impotencia, la crueldad del mundo, la soledad. Todos esos sentimientos afloraron en esa desconocida isla en la que Teach escondió su tesoro. Y de pronto el sollozo paró, se había dado cuenta de algo. Una increíble idea empezó a formarse en su cabeza. "Sólo un alma pura podrá abrir el cofre." ¿Alguna vez su alma había podido calificarse de pura e inocente? Si, sin duda. Ese día en la isla de Tortuga. El día que concibió a su niña, aquel en el que tumbado en el catre de la posada "Jenny's Grotto" escuchando los gritos lejanos de una pelea en la cantina de enfrente juró amor eterno a esa mujer de pelo rizado y rubio. 
Rubén el Conquistador se levantó del suelo y corriendo hacia el mar gritó. Lanzó un sobrecogedor aullido a la brillante Luna junto a una promesa al cielo y las estrellas. 
- ¡¡Juro por mi vida y por los espiritus de mis antepasados que mi alma volverá a ser pura!! Y ni todas las tempestades juntas, ni hechizos de mal nacidos brujos, ni monstruos de mil cabezas podrán detenerme, ¡¿me habéis oído?! ..."

Al tiempo que escribía estas inventadas frases del Conquistador ella me pedía que nos viéramos. Quería pasear bajo las luces de Navidad y deseaba hacerlo conmigo. ¿Por qué? Me volví a repetir.

"...Rubén tenía la estúpida idea que encontrando de nuevo ese amor, su verdadero amor, podría hacer que su alma volviera a ser pura. ¿Funcionaria? Por tonto que pudiera parecer tenía sentido, desde luego que lo tenía. Sólo hallando a esa mujer destinada para él podría calmar su corazón y devolver la inocencia a su maltrecha alma. 
Y con las olas golpeando su fuerte pecho miró desafiante el horizonte. La encontraría, estaba dispuesto a viajar donde fuera necesario, surcar los océanos infinitos y buscar por todos los rincones del planeta. Encontraría el amor y volvería de nuevo a esa isla para abrir el cofre de Barbanegra. El tesoro sería suyo. 
-¡Edward, tu oro será mío! Gritó a la oscuridad como si el propio Barbanegra se escondiera tras el lóbrego cielo. Y ante la decidida mirada de Rubén una estrella fugaz cruzó la negrura en ese instante como si el pirata de los piratas recogiera ese desafío. Atrevete, Conquistador, y toda mi furia caerá sobre ti..."

¿Qué es lo que se me ocurrió hacer entonces? Huí, me fui a La Manga el primer día del año. Y allí terminé de escribir la historia de Shenandoah. Era una noche con algo de brisa por lo que me tapé con una manta mientras miraba el oscuro mar y escuchaba romper las olas en la playa. Ella me había escrito un mensaje. "Feliz año, Rubén". Yo no pude contestar hasta un par de días después, me sentía un cobarde por no enfrentarme a la vida. 

"...Shenandoah es el título de una canción de marinos. Una de esas tonadillas que se cantaban en la cubierta de los buques mientras se surcaban las aguas de mares y ríos. Una balada romántica y evocadora que hace que las palabras fluyan suavemente, como se mueve el casco de una embarcación a través del líquido elemento. Sin embargo, Shenandoah tiene otros significados. Algunos dicen que es el nombre de un jefe indio iroqués, esos que poblaban la región de los grandes lagos de América del Norte. Pero yo me quedo con otra acepción más poética. Su traducción podría ser la de "hija de las estrellas". Esos mismos astros que en este preciso instante no puedo observar por las caprichosas nubes, aunque se con certeza que ahí están. Y ahora una compleja pregunta viene a mi mente, ¿hago bien siendo de la forma que soy? Tengo la extraña sensación de que como un pirata, moriré sólo. Buscando un tesoro que nada más que existe en mi cabeza, imágenes idealizadas por miles de historias y cuentos irreales. Quizá el verdadero amor, la idea que subyace en esas palabras, tan sólo pertenezca al mundo de la fantasía, como el tesoro de Barbanegra..."

Intenté por todos los medios dejar de pensar en ella, dejar de soñar.
El último día que pasé en la playa, antes de volver a Madrid, escribí un mensaje. "¿Quieres que nos veamos? Ya no estarán las luces pero me apetece abrazarte." 

"...tengo la seguridad absoluta de dos cosas, que deseo amar de verdad y que Shenandoah es un bonito nombre para poner a una niña. La hija de las estrellas cuya madre era un ángel venido del cielo de preciosa sonrisa y voz dulce..."

Dos o tres días después de Reyes la abracé. Y ¡bum!, mi corazón se desbocó. Ya, ya se que a veces soy muy impulsivo pero para mi fue como una estampida de bisontes en las llanuras americanas, o quizá como una locomotora que surca velozmente el horizonte. Ese día me di cuenta de algo, en el fondo no deseaba amar. Mientras jugábamos en el cine y ella metía palomitas en mi boca y yo intentaba quitarselas de la mano sentí un miedo atroz. No quería que me volvieran a herir y me juré, en ese instante, que nunca más la volvería a ver. Al día siguiente me invitó a una cocacola. ¿Te vienes a casa? Me preguntó. Mercedes, no te volveré a ver más. No quiero hacerlo. Escribí entre lágrimas. ¡Jodido gilipollas!¡Maldito cobarde!
Después de eso no vi a nadie en meses. Me enfadé conmigo mismo y me encerré en una burbuja. Viví a través de Rubén el Conquistador. Sus aventuras eran las mías, sus anhelos mis sueños, su valentía la que yo no tenía. En todo ese tiempo varias personas se acercaron a mi. "No entiendo que no quieras tomar una caña o salir a cenar, Rubén." Me decían, sin comprender de que me escondía.
Seis meses después de escribir Shenandoah decidí hacer desaparecer al pirata. Seguía teniendo miedo, claro, pero las ganas por volver a vivir eran enormes. Quería descubrir lo que el infinito universo tenía destinado para mi. Pero más que curiosidad por averiguar que había tras mi burbuja lo que deseaba era amar y ser amado, de todas las cosas que he tenido y han desaparecido a lo largo de mi vida, el amor es lo que más echo de menos.
Ese paréntesis en mi vida fue necesario, la desaparición del Conquistador también. De Mercedes no supe más desde aquel día. Probablente se enfadó y se haya olvidado de este pobre estúpido, quizá no fuera el momento más adecuado para encontrarnos o puede que ella estuviera destinada a pasar por mi vida para hacerme comprender que no es tan malo sentir. 
Shenandoah es una bonita canción que siempre que escucho me hace pensar en piratas y corsarios, en tesoros escondidos y bellas damas, en la vida y la muerte. Y sin duda, en el amor. 
La vida continúa, los días pasan inexorablemente. Y como diría cualquier pirata que se precie, siempre hay un tesoro que debe ser encontrado. Para mi es imposible no soñar con el amor pero mientras eso llega piratearé un poco y brindaré con mi querido compañero de batallas. Rubén el Conquistador, el más valeroso de cuantos hombres hayan surcado los siete mares y océanos. ¡Va por ti, amigo mío!


sábado, 15 de noviembre de 2014

Día 7: Los chicos no lloran, sólo pueden soñar.

Miraba por la ventana con tristeza y melancolía. Eran los últimos días que pasaría en aquel lugar. Ya no volvería a ver a mis amigos, ya no jugaría en esas calles, nunca más montaría en bici subiendo aquella agotadora cuesta. De pronto la vi pasar. Fue algo casual, fortuito, como contemplar a un ángel inesperadamente. Había estado enamorado de ella desde los diez años, ahora ambos teníamos trece. Observándola a través de una ventana que no era la de mi casa la vi caminar por la calle con aire distraído. Tuve ganas de abrir de golpe aquel cristal que me separaba de ella y gritar su nombre. Sin embargo me quedé quieto, paralizado. Un par de lágrimas bajaron por mi mejilla al ver como desaparecía y darme cuenta de que jamás volvería a hablar con ella.
Hace un par de meses, en una noche en la que yo estaba llorando le pedí a una chica que me contara algo gracioso. "¿Me haces un favor? Cuéntame un chiste". Necesitaba evadirme de un hecho que me había producido una tristeza tremenda. Con lágrimas aún en los ojos contesté al teléfono, ella me estaba llamando. "No me acuerdo de ninguno", diijo con voz compungida. "Pero puedo contarte historias de cuando yo era pequeña, era muy traviesa." Añadió. Dos horas más tarde reía al escuchar a esa mujer, que pese a que nunca nos habíamos visto, se había abierto a mi de tal manera que me contó infinidad de anécdotas de su infancia. Unos pocas semanas después esa chica ya no está en mi vida, desapareció. 
Recibí un mensaje de otra mujer. Alguien que siempre me ha parecido muy agradable y maja. Hace dos días leí en las notificaciones del móvil estas palabras, "Hola Rubén, ¿qué tal estas?". Hice caso omiso del whatsapp enviado por esa preciosa mujer. ¿Por qué? ¿Este mundo me esta volviendo demasiado frío? Creo que soy una persona muy emocional, vivo los sentimientos de una manera increíblemente intensa pero este mundo tan rápido y vertiginoso en ocasiones puede conmigo. No deseo cambiar ni transformarme en alguien sin alma y lucho contra ello cada día sin embargo noto que algo en mi interior esta evolucionando.
Unas semanas atrás alguien me decía por teléfono "Ven a dormir conmigo, te necesito. Quiero sentirte a mi lado." Unas palabras cargadas de sensaciones, sin duda. Mi cabezonería y yo, unidos frente a tal proposición nos hicimos fuertes y me negué en redondo a pasar, lo que sin duda hubieran sido unas espléndidas horas con esa impulsiva chica. Muchos kilómetros y algunos días después de eso, ayer hablaba con ella fríamente, como si nada de eso hubiera sucedido. Unas risas lejanas y un tanto vacías, unas palabras en cierta manera algo distantes. Quizá indiferencia sea una palabra muy dura y excesiva, pero sin duda la conversación fue extrañamente rara. Obviando que ella, una tarde que no esta tan lejana en el tiempo, me pidió que la abrazara fuerte en la cama. ¿No es de locos?
Pero si de locuras he de hablar, el hecho acaecido hace algunos días es para pensar seriamente que me ocurre a mi o al mundo, no se muy bien. Llamaron al telefonillo, esa era la señal para decirme que tenía que ponerme las zapatillas de nuevo e irme. Ella me miraba atarme los cordones mientras yo me excusaba por no poder pasar la noche en su casa, me había pedido que me quedara pero esa noche era imposible. Al incorporarme nos abrazamos, sentí su rizado pelo hacerme cosquillas en mi nariz y me besó en los labios. Nos reímos cuando hice un comentario gracioso y metió sus manos en los bolsillos de los vaqueros mientras se balanceaba sobre las puntas de sus pies. Tenía la cara sonrojada por el calor de la manta que la había estado tapando en el sofá durante la hora que habíamos estado hablando allí tumbados y una amplia sonrisa hizo que me diera pena no quedarme y disfrutar más de su compañía. La besé de nuevo en los labios y le dije un hasta luego. En ese momento no supe que jamás la vería más. Unas horas más tarde, por teléfono, escuché estas palabras... Es mejor que no nos veamos más.
Cuando conocí a esta otra chica hace año y medio sentí que el alma me daba un vuelco. Era la primera mujer con la que compartía confidencias después de bastante tiempo de dudas existenciales. Es una persona increíble y me hizo mirar el mundo de otro modo. Me ayudó tanto que fue imposible no sentir un cariño inmenso por ella, ¿por qué entonces cuando en agosto me escribió para interesarse por mi la despaché con un par de mensajes? Me sentí horriblemente mal al hacerlo, ¿habré estado muy borde? Me pregunté. 
La gente sale de mi vida sin apenas darme cuenta, de puntillas. Sin avisar. A otros en cambio les echo yo movido quizá por el desapego que existe en este mundo. Un lugar en el que los besos no significan nada, donde compartir risas o lágrimas esta tan infravalorado como abrazar a alguien. En un mundo como este te puedes acostar en la cama de una mujer y acariciar su desnuda espalda al mismo tiempo que te preguntas si a la mañana siguiente ella seguirá en tu vida o si será un efímero sueño. 
El excesivo celo que hemos impuesto a nuestras vidas hace que desconfiemos de nuestros sentimientos y apartemos de nosotros el calor y el apego, sustituyendolos por una frialdad e indiferencia que muchas veces no comprendo.
Algo más de veinte años después de ver a esa niña cruzar bajo la ventana de una casa que no era la mía, una fría noche de un otoño lluvioso me dió por buscarla en facebook. Hace dos años tecleé su nombre y me salió un pequeño listado de varias mujeres con el mismo apellido. No la reconocí. Estaba indeciso entre dos preciosas chicas, ¿de verdad no te acuerdas de ella, Rubén? Les mandé una solicitud a ambas. Las dos aceptaron. Una de ellas desapareció hace algunos meses, como llevada por el viento de una tormenta veraniega. Con la otra, la de mi infancia, no he hablado desde aquel día de otoño de hace dos años. Ese día pasé un par de horas mirando sus fotos y leyendo cosas suyas, recordando. Fue emocionante volver a contemplar sus ojos, su sonrisa. Me di cuenta de algo, el cariño no se olvida y me alegré que aquella niña de mirada risueña fuera ahora una feliz mamá.
Hoy escribo recordando a toda esa gente que pasó por mi vida en algún momento u otro. Aquellos que compartieron un instante conmigo, ya fuera una breve conversación telefónica, un abrazo, una mirada, una sonrisa...
No puedo decir que sea amigo de nadie pero no hay duda de que siento un cariño especial por toda esa gente. Un apego que hace que mientras escribo todo esto no pueda evitar emocionarme y derramar alguna lágrima. Mea culpa, sin duda, soy demasiado sentimental. 
Pero como dijo Miguel Bosé en alguna ocasión... Los chicos no lloran, sólo pueden soñar. Así que cerraré los ojos unos minutos, me secaré las lágrimas y soñaré.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Día 6: Stay alive.

25 de Diciembre de 2014. 
Al despertar no me ubiqué en un principio. Estaba de lado y observaba, con los ojos entreabiertos, una lamparita en la semipenumbra. En la mesilla reposaba mi reloj, al lado una intermitente luz verde centelleaba. Era mi móvil. ¿Dónde estaba?
- Buenos días, cariño. ¡Feliz Navidad! Escuché que alguien decía detrás de mi. 
A mitad de camino entre la curiosidad y la extrañeza me giré sobre la cama. Fue entonces cuando supe exactamente donde me encontraba. Unos preciosos ojos me miraban con cierto aire divertido. 
- Así que no te he soñado. Dije acariciando su pelo para apartarlo de su cara.
- No, cielo. Creo que soy bastante real. Contestó ella dándome un beso en los labios. 
Sabía a caramelo de fresa o quizá a algodón de azúcar.
Me tumbé boca arriba y miré el blanco techo. ¿De verdad estoy aquí y es Navidad?
Aún pensativo, un escalofrío recorrió mi cuerpo y me tapé con el edredón de colores rojo, verde y azul. Tanteé con la mano buscando la suya y me di cuenta de que estaba desnuda bajo la sábana. Ladeé entonces mi cabeza de nuevo, ella seguía en la misma posición. Sin quitarme ojo me observaba sonriendo. ¡Dios, que guapa era!
- Creo que la mezcla de turrón y cava de anoche te sentó un poquito mal, dijo riendo. 
Su risa era dulce, su voz tierna, sus labios me decían bésame. Y por su puesto, fui un niño bueno e hice caso.
- ¡Si apenas bebí! Respondí sin acordarme realmente si lo había hecho o no. 
Al acercarme a ella sentí su piel, suave y cálida. De nuevo la besé y esta vez no reparé en el sabor de sus besos sino en el olor de su pelo. ¿Cómo puede un simple aroma provocar tantos sentimientos?
Ella se había colocado sobre mi, sentada. Con el edredón sobre su espalda empezó a acariciar mi pecho con el dedo. El pelo le caía por los hombros, sus pechos se balanceaban en una hipnótica danza que provocó que mis ojos los siguieran durante unos segundos. 
Si esto es un sueño espero que no suene la alarma ahora que la cosa se pone interesante, me dije. Mientras, ella seguía acariciando mi cuerpo con una delicadeza increíble. Lo hacía lentamente, parándose de vez en cuando para mirarme a los ojos. Imposible resistirse a un momento como ese, notó mi creciente erección e intuí una leve sonrisa tras su enmarañado pelo. Con la mano que le quedaba libre cogió mi pene y lo introdujo dentro de ella liberando un suspiro corto y dulce cuando se deslizó completamente a través de su vagina. Entonces se tumbó sobre mi y empezó a morderme el cuello al mismo tiempo que movía su culo arriba y abajo. Yo la tenía cogida de la cintura mientras ella se abrazaba a mi con ambos brazos alrededor de mi cabeza. Sus tetas botaban sobre mi cara, sus acompasados y débiles gemidos me llegaban como ecos lejanos de otros mundos. Ella variaba el ritmo, tan pronto se aceleraba y me arañaba la espalda con sus uñas por el frenesí del momento como se relajaba y me comía a besos. ¿Cuanto tiempo estuvimos así? Imposible saberlo, minutos, horas. Quien sabe. Ella empezó a temblar de pronto, entonces supe que era el momento. Separé su cara de mi cuerpo y la sostuve entre mis manos. Quería mirarla a los ojos al corrernos, deseaba que mis ojos le dijeran cuanto la amaba en ese instante. Esos segundos fueron de una intensidad tremenda, la expresión de su rostro cambiaba con cada movimiento y al notar mi semen caliente recorriendo su interior abrió bien los ojos. 
Feliz Navidad mi amor, solté. Ella tan sólo me besó. Un minuto después ambos yacíamos de lado sobre la cama, mirándonos a la cara en silencio. Te amo, susurré. Y yo a ti, Rubén. Eres el amor de mi vida.

Necesito soñar para mantenerme vivo. 

jueves, 6 de noviembre de 2014

Día 4: Otoño.

Los árboles que veo cada mañana van tiñendo sus hojas de tonos pardos, marrones apagados, amarillos sin brillo. Las nubes pasean ligeramente por el cielo, flotando de un lado a otro llevadas por el suave viento que trae un aire que empieza a ser frío. La gente camina rápido, con las manos en los bolsillos y la mirada baja. Se ven las primeras bufandas de la temporada anudadas en los calentitos cuellos, bailando al son de los pasos de los que las llevan. De vez en cuando me cruzo con algún chiflado que aún no se ha enterado que ya hemos cambiado de estación y viste con bermudas y una fina camiseta, ¿su sangre será más caliente que la mía o sólo es que esta tarado? En mi camino sorteo algún charco que otro, señal inequívoca de que la noche ha sido lluviosa. De pronto detengo mi marcha y observo a un par de ancianos. Él lleva un bastón que le ayuda en su lento caminar, ella le agarra del brazo fuertemente, tanto como le dejan sus escasas energías. Estoy a unos metros de ellos y les miro. Me asombra su compenetración al dar cada paso, casi parece una marcha militar. Derecha, izquierda, derecha, izquierda. Muy lentamente van desapareciendo de mi vista y me hago una pregunta, ¿cuanto tiempo se necesitará para llegar a tener esa conjunción, ese entendimiento? Toda una vida, sin duda. 
Al desviar la mirada de los entrañables viejecitos me fijo en otro detalle que me llama la atención. En este mundo, en el que todo va tan rápido, es reconfortante ver que aún hay personas que no corren y se toman su café sentados en un banco del parque. Un tipo trajeado, con gabardina marrón, sostiene un periódico en una mano mientras con la otra sujeta un vaso de plástico con el logo de una gran empresa de cafés estampado en el. Con las piernas cruzadas una sobre la otra, lee alguna noticia que parece interesarle sobremanera. Mera suposición por el gesto de su rostro, atento y ceñudo. Quizá lee sobre extraños virus, políticos corruptos, o el buen juego del Madrid, puede que incluso sólo este mirando el pronóstico del tiempo. ¿Quien sabe?
Si, llega el otoño y con él mi eterna melancolía. Esa sensación ocupa todo mi ser y hace que me convierta en un estúpido soñador. Esta época del año es complicada para alguien como yo, en verdad todas lo son, pero quizá cuando llegan los primeros fríos es cuando más necesitado estoy de un abrazo. Un poco de calor corporal de alguien especial, una persona con la que no me importaría perderme en la inmensidad de cualquier solitario bosque. 
El romanticismo acude a mi con el transcurrir de los días. El templado Octubre da paso al ventoso Noviembre dejando tras de si un extraño poso en mi alma. Un deseo irrefrenable de querer pasear por un bosque, abrazado a una mujer que me ame. No creo que haya un lugar más romántico en esta época del año. Caminar por la espesura junto a ella, cogerla de la mano recorriendo senderos repletos de hojas de multitud de colores, sintiendo su respiración confundida con los enigmáticos sonidos que se escuchan en la lejanía. Creo que es increíblemente bello compartir un instante así, terriblemente evocador.
Mi mente juega conmigo e imagino llegar a un claro en mitad de la arboleda. En ese sugerente sueño me veo descansar del bonito paseo apoyado en un tronco de un milenario árbol, tan grueso y grande que ni mil tempestades juntas podrían arrancarlo. Ella se sienta en el hueco dejado entre mis piernas, su espalda roza mi pecho, mis brazos la rodean abrazándola. Huelo su pelo, le beso el cuello, juntos escuchamos los sonidos que nos trae el suave viento que mece las amarillentas hojas. Ese mismo aire que atraviesa el frondoso bosque crea un susurro encantadoramente placentero, momento en el cual ella gira levemente su rostro para comentar precisamente eso. Jamás he estado tan a gusto como en este instante, me dice. Yo observo su rostro y beso la comisura de sus labios, la aprieto fuertemente contra mi pecho. Quiero meterme dentro de ella, quiero que seamos una sola alma. Se lo digo al oído. Sonríe y lentamente se gira para mirarme a los ojos. Con sus suaves manos acaricia mi cara, su dedo recorre cada arruga de mi rostro desde los ojos hasta el mentón y me besa en los labios. Es tierno y dulce durante unos segundos, cálido. Luego el beso se transforma, se vuelve fogoso y pasional, intenso. Rubén, me susurra en un breve descanso para coger algo de aliento, hazme el amor ahora, aquí. La miro con una mezcla de cariño y deseo, ella me devuelve esa mirada con creces. Me quito la chaqueta y la extiendo en el suelo, ella hace lo mismo y la pone junto a la mía improvisando una superficie algo más cómoda. Se tumba mirando el cielo, a la espera. Es preciosa. Puede que sea mi corazón el que hable o quizá sean las increíbles tonalidades que crea la luz otoñal reflejandose en su piel, pero al verla ahí recostada pienso que es la mujer más bonita de todo el planeta. Me pongo de rodillas, una pierna a cada lado de su cuerpo y empiezo a besar su bella carita. Durante un rato sólo nos besamos pero la pasión sube en intensidad y acabo por quitarle el suéter para acto seguido sacarme el jersey que impide que ella acaricie mi pecho. Juegos, mordiscos y pellizcos continúan el ritual, sin embargo lo que viene luego es algo confuso. No se de que forma ella se deshace de sus vaqueros ni me imagino como puedo yo quitarme los míos sin dejar de besar sus labios pero el caso es que allí estamos ambos, desnudos bajo el viejo y gigantesco árbol. Es entonces cuando cumplo mi deseo de estar dentro de ella y ser ambos uno sólo. La penetro despacio y muy lentamente, me muevo con ritmo pausado hasta que ella pone en su cara esa expresión de estar en el mismísimo paraíso. Sus ojos, entonces, me dicen que es el momento de cambiar de ritmo y poco a poco los golpes de cadera se hacen más acentuados, ella sigue esa cadencia levantando su culo en ese sensual baile. De pronto agarra con fuerza mis manos clavandome las uñas, inmediatamente bajo la velocidad e intento llegar lo más adentro posible, concentrándome en aquel instante, saboreando el éxtasis que provoca que ambos gritemos en medio de aquel solitario bosque y que decenas de pájaros alcen el vuelo asustados. Minutos después aún yacemos desnudos sobre la alborotada ropa. Su cabeza reposa sobre mi pecho, escucha los latidos de mi corazón. Levanto su cara suavemente con la mano para mirarla a los ojos. Te amo. Te amaré eternamente. Confieso. Me mira fijamente, sabe que soy sincero y que será para siempre. Entonces sucede, me da el beso con más amor que jamás haya recibido persona alguna. No son necesarias más palabras, la energía que me transmite es brutal y se que ella también me ama. Soy feliz. 
Quizá alentado por las miles de imágenes bucólicas de estos días esta mañana me he parado un par de minutos a observar a los ancianos, al hombre del traje y a la gente que iba y venía de un lado a otro. Una ráfaga de viento ha hecho que cerrara los ojos unos segundos y hundiera las manos en los bolsillos momento que ha aprovechado mi malvada mente para crear estas imágenes en las que me encontraba tumbado bajo un enorme árbol de hojas amarillas. Si, el otoño ya esta aquí de nuevo. Bienvenido sea. 

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Día 3: La foto

Experimento: Publicación de una foto de un tío en bolas en mi perfil de Facebook. 
Objetivo: Descubrir la reacción de las mujeres al ver un cuerpo desnudo. 
Tamaño de la muestra: Indefinido.
Hipótesis inicial: Es imposible intuir, de una manera razonable, que le gusta a una mujer.

Mi primera tentativa en el proceso de llegar a entender a las mujeres mediante la difusión de una canción japonesa no fue lo que podríamos decir muy concluyente así que ayer de nuevo me puse a pensar.
¿Qué diablos les gusta a las mujeres? 
Hace tiempo que estoy dado de alta en una página de contactos. Nunca me ha gustado esa manera de conocer gente ya que es algo así como el segunda mano de las citas. Pones un anuncio y si a alguien le interesas te da un toque. Bastante frío todo el tema pero cuestiones filosóficas a parte hay algo que me llamó mucho la atención al leer los perfiles de las mujeres. Un porcentaje bastante alto decían no sentirse atraídas por chicos que van a gimnasios. De hecho, lo que pude comprobar es que si ponías una foto haciendo deporte o mostrando tu cuerpo moldeado a base de esfuerzo y sudor te decían que no les interesabas, que eras poco menos que un chulito que vacila de cuerpo y que seguramente no tuvieras nada de cerebro, es decir, lelo perdido. 
Frases como "no eres el tipo de hombre que busco","no me gustan los que van de chulos por la vida","no me gusta el deporte así que odio a todo aquel que dedica algo de tiempo a esa insufrible tortura","eres un flipao"... En fin, y todo esto antes incluso de cruzar una sola palabra conmigo.
Sin embargo echo un vistazo a las publicaciones de Facebook y veo miles de me gusta a fotos de modelos enseñando pectorales, leo comentarios escritos por mujeres a fotos de tíos con cuerpazos llenos de esteroides. Babeando tan sólo por rozar un músculo de ese desconocido, soñando con pasar unas horas en una cama estudiando anatomía y queriendo suspender el examen para poder repetir de nuevo. ¿Qué es lo que ocurre aquí? ¿Las mujeres son bipolares?
Hace una semana escuché esta conversación entre dos chicas...
- ...¿qué tal te va con Carlos?
- Tía, es super majo y muy mono pero he conocido a otro. Esta buenísimo.
- ¿Estaba en la boda?
- Si. (Saca el móvil para enseñarle una foto a la otra). ¿Has visto que cuerpazo?
- Tia, eres una cabrona. (Ríen las dos)

Quería ser ambicioso con mi nuevo experimento, algo a nivel global. Deseaba llegar a la mayor cantidad de mujeres posible para poder evitar ciertas desviaciones que hay en todo estudio que se precie. ¿Y qué mejor lugar que la red social por excelencia para servir a mis propósitos? Tocaba entonces elegir una foto que provocara, que no dejara indiferente. Decidí publicar una mía totalmente desnudo. ¿Por qué yo y no un desconocido y potente hombre de cualquier revista tipo Men's Health o algo así? Evidentemente mi estudio abarca a toda la población femenina pero lo que de verdad me interesa son las opiniones de aquellas a las que conozco y supuse que si era yo el retratado habría más comentarios, quizá por eso de ser alguien conocido el que se mostraba. Por lo tanto me aventuré a pensar que seria mejor recibida y que obtendría más material de análisis. La foto estuvo unas cuatro horas visible en mi muro en lo que televisivamente podríamos llamar el prime time del face, desde las 8 de la tarde a las 11 de la noche. Sin embargo cometí un pequeño error, no tuve en cuenta un factor importante. La gente es muy celosa de su intimidad y le cuesta decir lo que piensa, máxime si los demás van a ver lo que dices así que el efecto no fue el deseado. Unos pocos me gusta, algún comentario en la publicación, y seis o siete mensajes al móvil tanto aprobando como regañando mi indecorosa actitud. 
Definitivamente el experimento vuelve a ser inconcluyente, no hay suficientes datos para emitir un juicio pero lo que si me esta quedando cada vez más claro es que las mujeres son muy difíciles de analizar. Debo seguir investigando, tengo que estrujarme más el cerebro para crear nuevos experimentos. Estoy convencido que al final lograré algún avance significativo, seré el primer hombre en entender a las mujeres. Luego escribiré un libro y me forraré. Tendré el dinero por castigo y una bella mujer con la que gastarlo. 

Archivos adjuntos: 

jueves, 30 de octubre de 2014

Día 2: Ricky Martín y el perro.

¿Quién no ha oído alguna vez la historia de un perro, una niña y un bote de mermelada?
La resumiré para aquellos despistados que allá por el año 99 no escucharon aquel rumor que corrió rápido por esta piel de toro que es nuestro país. Por entonces había un programa en la televisión que daba pequeñas sorpresas a gente anónima. Familiares o amigos de personas que idolatraban a tal o cual actor o cantante escribían a los productores pidiendo que admirado y admirador fueran presentados. Claro, para que el efecto fuera más conmovedor e impresionante el famoso de turno se escondía para aparecer en un momento dado causando una reacción de total desconcierto en el susodicho sorprendido. Bien, pues los papas de una niña que adoraba a Ricky Martín escribieron una misiva solicitando que el cantante puertorriqueño diera una alegría a la chiquilla. Sin embargo, ella ya tenía quien le proporcionara su pequeño momento de placer. Me explicaré. Llegado el día de autos la gente del programa escondió a Ricky en el armario de la habitación de la niña. Los padres, al llegar esta del colegio, pusieron una excusa para salir un momento de casa y dejar a la cría sola. En ese momento ella dijo, esta es la mía. Se fue a la cocina, cogió un bote de mermelada y se lo untó por aquella parte del cuerpo en la que todos estamos ahora imaginando para acto seguido gritar, ¡Ricky, ven aquí! No, no llamaba al cantante, el cual aún aguardaba escondido. Demandaba la presencia de su perro que también respondía por ese nombre. El perrito, solícito, corrió en busca de la niña y en su habitación empezó a darle lametones mientras Ricky Martín veía todo el espectáculo y salía escandalizado del armario. 
Todo el mundo hablaba de esto aquel invierno del 99. ¿Pero de verdad ocurrió? Según se ha podido saber aún no se ha encontrado a una sola persona que lo haya visto de primera mano. Se ha convertido en una de esas leyendas urbanas que forman parte de nuestro acervo cultural. 
Sin ninguna duda no hay producto que haya sufrido más cantidad de mala prensa que la Coca Cola. Bulos de toda clase se han dicho sobre esta refrescante bebida. Desde que en el interior de las latas y botellas se escondían cuchillas o dedos mutilados de los empleados hasta que en los almacenes de la compañía había miles de ratas que orinaban sobre las muchas remesas de latas que allí se guardaban transmitiendo enfermedades mortales a quienes bebieran de ellas. He leído estudios que dicen que este producto desatasca tuberías e incluso vi un programa en la tele en el que se dedicaban a probar que juntando Coca Cola con caramelos de la marca Mentos la reacción que se producía era como estar delante de un auténtico géiser, una impresionante liberación de energía. ¿De nuevo estamos ante un gran cúmulo de patrañas o es algo real y tangible?
Nos encontramos en la antesala del día en el que honramos a los muertos, a los que ya no están con nosotros y fueron a lugares más etéreos. Puedo decir, sin equivocarme, que la protagonista de esta historia deambula por caminos que están entre este mundo y el siguiente. Adoro conducir de noche, me encanta. Y siempre que voy por alguna carretera secundaria y algo revirada me viene a la mente esta pregunta, ¿me encontraré en algún momento con la chica de la curva? Una niña en unas versiones, una mujer joven en otras. Siempre vestida con un camisón o vestido blanco, de largo pelo oscuro y tez mortecina. Dicen que murió en un accidente unas curvas más adelante de donde se la ve y que se muestra a la gente para recomendarles que pongan atención y bajen la velocidad para así librarles de una muerte segura. Algunos cuentan que aparece dentro del coche sin ser invitada. Otros narran asustados lo que un amigo de un amigo les susurró... al llegar a la fatídica curva desaparió por arte de magia del asiento trasero. ¿De verdad existen los espíritus o simplemente son tétricos embustes?
Desde luego esta historia da un poco de miedito pero no tanto como esta otra. Escalofriantemente real. Ayer, mientras hacia cola en el banco, una chica me escribió un mensaje extrañamente raro. "Me he enamorado". Al leerlo puse cara de poker, y pensé ¡venga ya!¡el amor es una leyenda urbana! No me dió tiempo a responder, ella mandaba otro mensaje aclaratorio. "No es amar, es enamorarse". Aquí ya me dejó sin palabras, ¿cuál es la diferencia entre enamorarse y amar?¿Es algo así como una especie de podium en el que enamorarse esta en segundo lugar y amar en el primero?¿O es al revés? ¿Y qué es lo que queda relegado al tercer puesto?¿El sexo, la amistad o una mezcla de ambos, los terribles follamigos? En fin, no quise seguir ayer por este camino con ella ya que en varias conversaciones telefónicas surgieron acaloradas discusiones sobre este polémico asunto así que mientras mi mente me llevaba por estas livianas cuestiones deje que ella me contara su bella historia. Cuando terminó su relato y salí del banco cogí el coche. E inevitablemente me puse a pensar. ¿El amor realmente es un engaño o es posible que esta chica haya dado con él? Por la experiencia que me han dado los dos últimos años en los que me han contado innumerables crónicas del singular mundo de las relaciones dejé de creer que el amor fuera algo real. Si, hay pasión. Por supuesto que existe la atracción y no negaré que hasta pueda haber cierto tipo de comunión entre dos almas. Pero del amor ni rastro. Así que, hace algunos meses me di por vencido y acabé por creer que era una leyenda urbana como las de la chica de la curva, las de la Coca Cola o el goloso perro y Ricky Martín. ¿El amor es un bulo?¿Es un simple rumor que ha llegado a nosotros traído por algunos ilusos que habitaban este mundo en tiempos inmemoriales? Preguntas sin respuesta por el momento, sólo el pasar de los días dará solución a este enigma. Espero que ella lo logre y dentro de unos años me cuente que estuvo ahí, en ese lugar donde el corazón late sin miedo y el alma vuela alto. Me encantaría que me dijera que ha podido comprobar, de primera mano, que el amor existe y que no es un camelo de estúpidos soñadores. Desde luego da miedo volver a creer, pero sería maravilloso ilusionarse con un mundo en el que es posible amar de verdad, sin reservas ni tapujos. Eso si que sería una auténtica sorpresa y no la de Ricky Martín. 


miércoles, 29 de octubre de 2014

Día 1: El experimento.

Experimento: Distribución aleatoria de una canción japonesa. "Ninja re bang bang" de Kyary Pamyu Pamyu.
Objetivo: Descubrir el funcionamiento del cerebro femenino. ¿Es posible llegar a entender a las mujeres?
Tamaño de la muestra: 20 mujeres comprendidas entre los 30 y los 45 años. 
Hipótesis inicial: Es imposible intuir, de una manera razonable, que le pasa a una mujer por la cabeza.

Ayer se me ocurrió un pequeño juego. ¿Cómo reaccionarían las chicas ante una canción japonesa que a mi me parecía súper graciosa y pegadiza? El experimento me diría dos cosas, la primera me permitiría saber si podría adivinar que diría cada una de ellas al recibir y escuchar algo fuera de lo común. Esta parte iba orientada a responder la eterna cuestión de si entiendo o no las intrincadas leyes que rigen el extraño modo de pensar de las mujeres. La segunda parte de este curioso juego me diría bastante sobre la mentalidad de las personas implicadas. ¿Están abiertas a nuevas experiencias? 
Me fascina el modo en el que las mujeres desarrollan sus pensamientos. Más aún, soy un enamorado de su forma de ver el mundo y creo que su potencial es mayor que el de los hombres. Por ello he dedicado bastante tiempo a analizar sus gestos, sus palabras y por supuesto la manera en la que se comportan llegando a una terrible conclusión. Son impredecibles, no hay forma humana de entrever una relación coherente entre lo que piensan y lo que hacen. Y eso las convierte en increíblemente peligrosas, diría que ellas son el arma más mortífera de todo el planeta. Con una sola mirada, por ejemplo, pueden hundir a un hombre o llevarlo al éxtasis más extremo en cuestión de segundos. El poder que lucen es ilimitado y ellas lo saben, desde luego que si. Ahí radica su verdadera amenaza, dominan muy bien su fuerza pero no sólo eso, conocen nuestros puntos débiles y eso hace que ostenten una supremacía total sobre el destino de cualquier hombre. Yo no me dejo engañar cuando dicen eso de...soy más simple que el mecanismo de un chupete. 
Las admiro. No hay duda. Y por eso ayer me embarqué en este loco experimento.
Veamos, de las 20 chicas tres no contestaron. Esto me hace pensar que o bien no escucharon la canción por falta de tiempo o ganas o bien no les gustó en absoluto. Del resto, tan sólo tres me contestaron que les encantó. Sin embargo, el grupo mayoritario fue el que dijo. ¿Qué leches es eso Rubén?
He de decir que con ninguna acerté la posible contestación a mi envio de la canción. Bien es cierto que esa parte del experimento tenia una variable de la que dependían bastante los resultados. ¿Cuanto conozco al sujeto en cuestión?
La mayoría no se definió ni en un sentido ni en otro. Hay varios grados claro, desde la que dijo que era una fricada hasta la que me animó a estudiar japonés para traducirle la canción de marras pasando por la que a mi pregunta de "¿a que mola?" me contestó con un "el que mola eres tu".
Desconcierto total. No sólo no había adivinado que diría cada cual sino que las respuestas eran tan dispares que era imposible hacer un gráfico que sintetizara el estudio. Había una nube de puntos en el cero y otra en el diez y luego, los demás, estaban dispersos a lo largo de esa inconcluyente tabla.
A la vista de estos datos sólo puedo decir que necesito seguir estudiando esas misteriosas conexiones sinápticas que se producen en las mentes de las mujeres que activan esos invisibles resortes que las hacen tan atrayentes a la par que inescrutables. Si en algún momento quiero hacer feliz a alguna de ellas debo entenderlas, comprender sus motivaciones. Y el único modo real de hacerlo es de forma experimental, provocando reacciones y sentimientos. Tan sólo así lograré adivinar que diablos desean las mujeres. 

Agradecimientos: Este pequeño estudio no hubiera sido posible sin la colaboración de esos entrañables conejillos de indias que fueron las mujeres a las que envié la canción. A todas ellas gracias, espero que no se hayan sentido ofendidas ni molestas. Todo es en beneficio de la ciencia. 



jueves, 23 de octubre de 2014

¿Qué coño es ser mono?

Abrumado. Confuso. Cabreado. Incrédulo. Estúpido. 
Así me siento ahora, en este preciso instante. No deseo hablar con nadie, no quiero interactuar con persona humana alguna. ¿Por qué? Muy sencillo, no entiendo el comportamiento de la gente. No comprendo las motivaciones que llevan a mis congéneres a actuar de la manera como lo hacen. 
"¿Sabes eso del amor sobre lo que tanto escribes? ¿Qué pasa, te has enamorado? Si, me ha estallado en la cara. Pero es algo imposible. ¿Por qué? El esta casado y va a tener un bebé."
Esta conversación de ayer me dejó perplejo. ¡¿Pero que cojones le pasa al mundo?! Ella me explicaba que tan sólo había pasado, no era algo buscado. Evidentemente, no lo creo. Soy algo excéptico en eso de que sólo fue una mirada y salieron a flote todos esos sentimientos. Cuidado, no juzgo el comportamiento de ella, persona libre y sin ataduras. Es adulta y supongo que sabe donde se mete. Sin embargo es a él a quien va dirigido todo mi cabreo y frustración. Una persona que hace unos meses decidió tener un hijo, un tío que mientras duerme al lado de su mujer embarazada le dice a otra que esta loco por ella, un energúmeno que antes de que pasara todo esto no se paró a pensar en las consecuencias de sus mensajes por whatsapp. "No hemos hecho nada aún pero estoy enamorada". Esa frase me hizo sonreír, una sonrisa de incredulidad. No hay que follar con alguien para hacer algo, el mero hecho de dormir junto a una mujer y decir a otra que no haces más que pensar en ella ya es demasiado. Ese hombre es un hipócrita, un terrorista emocional. 
Dos semanas y media antes de la conversación de ayer iba en el metro un viernes por la noche. Había quedado con una mujer preciosa e iba observando mi reflejo en la ventanilla del vagón intentando dilucidar si había escogido bien la ropa que me había puesto cuando de pronto recibí un mensaje al móvil. "Me ha vuelto a escribir y me ha dicho que busque un sitio íntimo para mañana pasar la noche. ¿Qué hago Rubén?". No daba crédito a lo que leía. Me enfadé y mucho. Cuarenta y ocho horas antes, esa mujer que se planteaba ver a ese hombre, me mandaba mensajes llorando, jurando y perjurando que jamás volvería a tener sexo vacío y sin sentimientos con nadie. ¡Estoy harta de todo eso! Exclamaba entre sollozos. Bien, ¿alguien me puede explicar como un tío de treinta y pico años es tan gañán de decirle a una mujer que busque un sitio para follar? Aunque sea sólo por las formas es para dar de leches a este hombre. ¿Dónde ha quedado relegada la educación? La galanteria de invitar a una mujer a cenar, hacerla sonreír, jugar con las miradas, acariciar su brazo, susurrar al oído... Si quieres meterte en la cama de una mujer hay maneras más elegantes de intentarlo que con un mensaje tan burdo como el que escribió este torpe aquel día. 
Más o menos por esos días otra simpática chica me escribía para contarme sus escarceos en temas amorosos. Si, ya se lo que pensáis, parece que soy consultor sentimental o algo así. En cierta forma me halaga pero acabo abrumado por todo este torrente de uniones y rupturas express. La breve historia de esta pequeña mujercita es sencilla. "Hola Rubén, he conocido a alguien y ¡creo que es el amor de vida! ¡Me alegro mucho xxxx! Si, pero quiero que sigamos siendo amigos, ¿vale? Claro xxxx, aquí estaré siempre que quieras."
Una semana más tarde o quizá semana y media volvió a dar señales de vida. "¿Qué tal estas Rubén? Muy bien y tu, ¿qué tal va esa bella historia de amor? Pues no hay historia. Vaya, lo siento".
Pero sin ninguna duda lo que le pasó a otra de mis "clientes" en el consultorio fue de echarse a reír o llorar, no se muy bien. Es una mujer realmente bonita, tiene un cuerpo increíble y una carita de ángel. De ahí que me quedara alucinado cuando me contaba lo que le había pasado. Antes del verano me puso un whatsapp..."creo que he encontrado al definitivo". Durante el tiempo que hablamos me contó como le conoció y que había sido un flechazo, que sentía latir fuerte su corazón. La cosa se quedó ahí, con mis mejores deseos para que de una vez por todas a esta encantadora niña le saliera un príncipe que no fuera rana. La cosa no iba a ser de cuento precisamente. A mediados de Agosto, una tarde después de subir de la playa recibí un mensajito de ella. "¿Qué tal tus vacaciones? Geniales, un poco aburridito en La Manga pero estoy en la playa. ¿Y tu?¿Qué tal tu cuento? Pues creo que era gay. ¿¿Qué?? Si, no me tocó ni una sola vez. Quizá fuera tímido dije yo, incrédulo total. No, ¡que va! Creo que todo era por aparentar delante de su familia."
Pequeños relatos de gente que se acercó a mi buscando una opinión o puede que solamente queriendo compartir algo de su momentánea alegría. Pero la verdad es que no puedo ni opinar ni juzgar porque no comprendo este mundo. No entiendo un carajo de nada. Las relaciones son tan enigmáticamente extrañas como esta jodida expresión...¡Eres tan mono! 
Todas y cada una de las mujeres de estas historias me lo dijeron en un momento u otro pero, ¿qué diablos quiere decir?¿Qué soy gilipollas?¿Un imbécil integral? Porque así es como me siento, un moñas, un necio más sobre el planeta. Quizá no sólo eso sino el más estúpido de los estúpidos, ese que aún cree en la honestidad. 
Si, hoy no quiero hablar con nadie. Me iré a mi isla desierta y me evadiré de todo y de todos. Hoy no me busquéis, he salido a soñar. 




jueves, 16 de octubre de 2014

¿El huevo o la gallina?

¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? 
Esta mañana me hacia esa pregunta esperando en la parada del autobús con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en el horizonte.
Parece una estúpida cuestión pero nada más lejos de la realidad, ya desde la antigüedad los filósofos y sabios del momento se detuvieron unos instantes ante este maravilloso enigma. Aristóteles, por ejemplo, entre clase y clase de retórica o matemáticas en la Academia de Atenas conversaba con Platón sobre este tema intentando dilucidar cual sería la respuesta correcta. Asunto escabroso también en el entorno de la iglesia hace unos cuantos siglos, la Biblia era clara en este caso. Dios creó todo ser viviente que habita la Tierra, por lo tanto la gallina estuvo cacareando mucho antes de que cualquier huevo fuera puesto. Pero entraron en escena los evolucionistas y dijeron...No, no, no. Las aves son animales que han llegado a nosotros a partir de los dinosaurios y por lo tanto, como cualquier cambio genético se da en fase embrionaria, el huevo ha de ser sin ninguna duda lo primero. Incluso al tío más listo del planeta, el señor Stephen Hawking, en alguna rueda de prensa para presentar alguno de sus libros sobre el origen del Universo o acerca de la teoría de la existencia o no de los tan enigmáticos agujeros negros, se le ha preguntado su opinión. Su respuesta, tajante. El huevo. 
En fin, que mucha gente con mentes sesudas y grandes coeficientes intelectuales se han metido de lleno en el asunto de la gallina y el huevo. ¿Y cuál es mi opinión? 
Todo esto viene a colación de algo que me llamó la atención hace unos días. ¿Se besa a alguien antes de sentir o se siente antes de besar?
El beso es algo tan antiguo como la propia vida pero se cree que fue en la India, hace algo más de tres mil años, donde se empezó a convertir en un gesto erótico y sensual. Escenas sacadas del Kamasutra nos corroboran este dato. Fue Alejandro Magno, quien al conquistar esa parte de Asia trajo el arte del beso, como activador erógeno, a Europa. 
Los antiguos sabios hindúes no iban desencaminados al tratar al beso como una parte esencial en el placer de amar. Según estudios bastante concienzudos, al besar el cerebro libera varias hormonas como son la oxitocina, la dopamina y la adrenalina. Unido a que los labios son una de las zonas con mayor número de terminaciones nerviosas de nuestro cuerpo hace que el beso actúe de contacto entre nuestra alma y nuestras necesidades fisiológicas como seres totalmente sexuales. Y es ahí, en esta conexión entre alma y cuerpo, donde reside mi dilema moral. ¿Hace falta sentir para besar a alguien? En caso afirmativo, ¿qué clase de sentimiento? Amor, deseo, pasión, cariño...
Creo en el romanticismo del beso. El juego de miradas, la leve mueca previa, la piel sintiendo el contacto, los labios de uno en las comisuras del otro, la pequeña apertura que deja salir el aliento, cálido y sensual. El mordisqueo, el baile de lenguas, el sabor inconfundible de la excitación, el intercambio de saliva...
Algunas personas creen que el mundo es eterno, que no hay principio ni final. Según esta teoría, la vida se ha desarrollado tras una serie de infinitos ciclos y por lo tanto, la respuesta que dan a la cuestión de qué fue primero si la gallina o el huevo es que ninguno. Ambos ya estaban aquí, y aquí seguirán para siempre.
¿Se puede besar sin sentir? Por supuesto. Un gesto como cualquier otro, lleno de reacciones químicas que activan nuestros sentidos y los llevan a cotas inimaginables. Sin embargo, lo que lo hace único, causante de guerras y batallas, de muertes sospechosas, o de actos valerosos a lo largo de los siglos es el amor. Lo verdaderamente mágico sucede cuando dos personas enamoradas se besan, entonces el mundo se para y deja de girar. El tiempo no existe, se vuelve infinito. 
Hace muchos años, tantos que me da miedo recordar, me gustaba una chica de mi clase. Ella se sentaba delante de mi, por lo que podía observar muy bien cada movimiento que hacía. De vez en cuando se giraba para hablar conmigo o con mi compañera de mesa, yo esperaba esos instantes con una tremenda impaciencia. Un día soñé que la besaba al darse la vuelta, un beso tierno y dulce. Un beso de niño enamorado. Al día siguiente quería hacerlo, la besaría sin más. ¿Por qué no? El que no se la juega no gana, me dije. Instantes antes de atreverme a dar ese enorme paso algo hizo que cambiara de opinión. Me enteré de que a ella le gustaba otro. Mi corazón se puso triste y me sentí estúpido por lo que había estado a punto de hacer, desde ese día antes de besar a nadie siempre he necesitado saber que sentía la otra persona. Quizá el que dijo aquello de que los besos que más huella dejan son los que no se dan tenía razón, aunque yo me quedaria con esta otra frase de Emil Ludwig, "la decisión del primer beso es la más crucial en cualquier historia de amor, porque contiene dentro de sí la rendición."

sábado, 14 de junio de 2014

ECM

El Viernes 13 ha pasado ya, no sin antes dejarme una terrible pesadilla. Un sueño que ha hecho que me despierte entre lágrimas y con el corazón a mil por hora. 
El 13 siempre fue un número asociado a la muerte y al mal augurio en general. Según algunos tratados de historia todo empezó un Viernes 13 de Octubre de 1307 cuando, esa noche, miles de calles de toda Europa se llenaron de sangre. La codicia de un rey francés junto con la inestimable ayuda de un Papa sin escrúpulos hicieron que ese día pasara a ser uno de aquellos momentos perdurables en la historia.
Un dato curioso es que el capítulo trece del Apocalipsis está dedicado al anticristo, el ser por antonomasia ligado a la muerte y la destrucción del mundo conocido. El trece, también, podría escribirse como uno y tres, que sumados dan cuatro. En la cábala, ese número representa la memoria. ¿Qué se yo de la muerte? Que mejor que el Réquiem de Mozart para hacerme recordar, una música compuesta para acompañar al difunto hasta la otra orilla del río. Mozart compuso esta música pocos días antes de morir acuciado por una misteriosa enfermedad que lo postró en la cama tan hinchado que los médicos y familiares que le rodeaban en esos instantes no fueron capaces de vestirle con su mejor traje en esos últimos momentos de vida. El réquiem fue un encargo de un enigmático hombre que se le presentó, encapuchado, una noche templada de Junio. Sin embargo, el bueno de Mozart siempre creyó que era su propio Réquiem, él pensaba que el inquietante hombre era un enviado de la muerte que le avisaba de su inminente final. Esa intuición no iba desencaminada ya que cinco meses después el Kyrie, una de las más bellas partes del Réquiem, era tocado en una pequeña iglesia de Viena en memoria del compositor recientemente fallecido. 
Bien, mientras escucho a Mozart, volveré a esa extraña pregunta de hace unos instantes, ¿he visto a la muerte de cerca? 
Tendría alrededor de unos 12 años, nos dirigíamos a un pueblo en mitad de Cuenca. Mis hermanos y yo mismo no sabíamos mucho de aquella persona, tan sólo que era un familiar de mi padre, una tía creo recordar. Las imágenes son vagas y difusas en mi mente, pero hay una que se me quedó grabada. El cementerio tenía diversos montículos elevados, pequeñas colinas. Mi madre se quedó junto a nosotros en la base de una de aquellas lomas en las que sería enterrada la pobre mujer. Como niño curioso que era, no quitaba ojo de lo que acontecía y fue un acto de tremenda tristeza lo único que puedo recordar con absoluta claridad. Un primo de mi padre, hijo por lo tanto de la fallecida, estaba arrodillado al lado del agujero mientras varios hombres bajaban con cuerdas el ataúd. Mi visión era a contra luz por lo que no distinguía más que sombras recortadas sobre el cielo claro y azul iluminado por un sol que subía hacia su cenit. De pronto, mientras cuatro sombras intentaban deslizar la caja de madera lo más suavemente posible, ese hombre arrodillado empezó a gritar furioso. ¡No! Decía una y otra vez. Inquieto, vi como ese desconsolado hombre se levantó rápidamente y dijo ¡iré contigo madre! A punto estuvo de saltar al abismo pero unas sombras entre las que, intuí, estaba mi padre le sujetaron antes de que pudiera pasar cualquier desgraciado accidente. Eso es lo único que puedo recordar de ese instante, bueno quizá otro pequeño detalle. Era época de matanza y nos trajimos del pueblo unos chorizos que estaban bien ricos. Los recuerdos de un niño, curioso. 
Afortunadamente tuvo que pasar bastante tiempo hasta que, de nuevo, me viera enfrentado a la muerte. Era el día después de Reyes, el último de las vacaciones de Navidad y me había ido al cine después de comer. Como siempre, quité el sonido del móvil antes de que comenzara la película. La verdad es que no recuerdo el título pero se que era una de Harrison Ford. Al terminar miré el teléfono y tenía bastantes mensajes y varias llamadas. Uno de aquellos SMS decía, "nos vamos a Guadalajara, tu abuelo se ha puesto malito." Llamé a mi madre y no lo cogió. Fui a por el coche y conduje hasta el hospital sin saber la gravedad del asunto. Mi abuelo ya estaba enfermo pero llevaba tiempo así, sin mejoría aparente pero tampoco sin empeorar. Al llegar allí volví a llamar y conseguí hablar con mi madre, sube a la habitación fue el mensaje escueto que recuerdo. Nunca está uno preparado para ver a un ser querido en una cama de un hospital pero verlo luchando por quedarse unos instantes más en este mundo es chocante y frustrante. Veía a mi abuelo que respiraba con dificultad, aún con los ojos abiertos quien sabe si observando lo que le rodeaba. Nada se podía hacer por aliviar ese instante, nada más que esperar. Me acerqué a darle un beso y no hubo reacción ninguna, no movió ni un sólo músculo. Pensé que estaría utilizando toda su energía para aguantar un poco más, aferrandose a un lugar que por muy triste que fuera ya no era su mundo. Algunos minutos después llegó el desenlace, mi abuelo empezó a dar bocanadas de aire, su piel cambió de color y la temperatura de su cuerpo bajó. Miré a mi madre, después a mi abuela. Mi madre salió en busca del médico con lágrimas en los ojos, mi abuela acariciaba a mi abuelo sin decir nada. Poco después el médico nos dijo que saliéramos de la habitación, mi abuelito había fallecido. No lloré, tan sólo cogí la mano de mi abuela mientras andábamos sin rumbo por el pasillo del hospital. 
Algo más reciente fue este último episodio. Íbamos a Toledo, ella hablaba por teléfono con su madre mientras yo conducía. Estaba ingresada en el hospital pero su madre le juraba que estaba bien, tan sólo la mantenían en observación por una recaída. ¡Pasaoslo bien! Le dijo animada desde el otro lado de la línea. "Vale, luego vamos a verte" le contestó. Intentamos hacerla caso pero la cara de mi ex denotaba preocupación. Intenté que pensara en otra cosa mientras comíamos e incluso la convencí para subir al tren turístico que recorría la ciudad. Íbamos a sacar los billetes para montar al trenecito cuando recibió una llamada de su hermano. Al terminar la conversación estaba muy nerviosa. ¡Vamos al hospital! Me dijo. Volaba por la autopista. Me sentía culpable por haberla convencido para hacer algo distinto ese día que teníamos libre, creí que pensar en otra cosa le vendría bien. ¿Y si por ello no podía despedirse de su madre? Corrí como jamás habia corrido, volaba a 180 deseando que todo fuera una falsa alarma. Cuando llegamos al hospital recuerdo que comía una pera de la cena que le habían dado. Nos saludó y preguntó que tal el día, si lo habíamos pasado bien. Entonces respiré profundamente, todo había sido sólo un susto. Sin embargo, a los pocos minutos empezó a hablar de cosas inconexas y nos miramos extrañados. Mi ex llamó a la doctora y lo que le dijo fueron malas noticias. El final estaba muy próximo. ¿Cómo es posible? ¡Hace un momento comía una pera tranquilamente! Hubo muchos momentos tristes en los dos días siguientes. En esta ocasión si que lloré, y mucho. Y el más triste de todos fue en el momento de cerrar el ataúd para enterrarla. Nos dijeron que podíamos estar un rato a solas antes de llevarla al coche fúnebre. Yo no sabía que eso iba a ser tan duro. En la sala estábamos cinco personas. Su hermana y hermano, ella y el marido de su hermana. Nada más quedarnos a solas mi ex puso sobre el pecho de su mamá una foto de cada uno de nosotros, para que la acompañáramos a donde fuera. Luego metió un Belén pequeñito de cristal que le habíamos comprado en Toledo para regalárselo la tarde que murió. Acto seguido ellos tres se cogieron de la mano, mientras el marido de la hermana le daba un beso de despedida y se unía a ellos. Yo estaba sólo al otro lado, mirando el rostro de esa mujer que siempre me trató con cariño. Desconsolado, no pude parar de llorar durante un par de horas.
La muerte es cruel, desgarradora. Desde luego que es así para los que lo sufren desde fuera, pero visto del otro lado ¿qué se sentirá? ¿Qué es una ECM?
Mucho antes de estos tres episodios de mi vida sufrí un pequeño percance. Un insólito suceso que a día de hoy aún no he podido explicar con una cierta coherencia. Un caluroso día de Julio jugaba en la playa, como tantos otros niños me divertía en la orilla saltando las olas. En un descuido me metí demasiado, tanto que en uno de esos brincos dejé de hacer pie. La resaca del mar hizo que cada vez me alejara más de la orilla, asustado empecé a gritar. Me hundía hacia el fondo sin poder evitarlo, pero no sólo por la acción del indolente mar. Allí había alguien más. Mi cabeza estaba ya más tiempo bajo el agua que sobre ella y en una de esas incursiones vi a un niño. Me cogía de la pierna y tiraba hacia abajo. Nunca olvidaré ese rostro. Un chaval algo mayor que yo, de pelo rizado y oscuro. En su cara se dibujaba una amplia sonrisa cuando tiraba de mi pie hacia el fondo. Intenté zafarme pero era más fuerte que yo y no conseguía librarme de esa mano que me agarraba por el tobillo. Agotado y ya casi a punto de abandonarme a mi suerte sentí que alguien me sacaba del agua. Mi primera reacción al ver que todo el mundo me rodeaba para ver que tal estaba fue gritar, ¡hay otro niño! La misma persona que fue a por mi se metió de nuevo en el cada vez más enfurecido mar, al poco rato mientras mi madre me abrazaba y secaba con una toalla volvió el hombre que me había salvado. Allí no hay nadie más, ¡¿a alguien le falta un niño?! Gritó. Por lo visto estaba yo sólo allí. Entonces, ¿quien era ese niño?
Los testimonios de personas que han sufrido una experiencia cercana a la muerte dicen haber visto personas que las guían a través de un túnel. Gente sonriente y feliz que las acompañan por la travesía que une ambos mundos, el de los muertos y el de los vivos. ¿Ese niño era mi guía? No sabría responder a esa pregunta pero la verdad es que el muy cabroncete me quería llevar a algún lado. 
Tanto en la vida como en la muerte suceden ciertos hechos que podrían denominarse como caprichosos y a veces ese misterioso ser encapuchado te acecha con su guadaña y en otras ocasiones, en cambio, aparece un turbador niño que te da un zarpazo y sólo logra herirte. Eso es lo que pienso que me ocurrió ese día en la playa. No obstante soy de la opinión de Woody Allen quien, en una de sus películas, dijo que no le tenía miedo a la muerte, tan sólo no quería estar allí cuando ocurriera. Por eso si vuelvo a ver a ese pequeño diablillo de pelo rizado cambiaré de rumbo e intentaré darle esquinazo. 

lunes, 2 de junio de 2014

Orange is the new black

El tema carcelario siempre ha sido algo atractivo para la gente, quizá porque muchos de nosotros sentimos curiosidad por lo que sucede ahí dentro, ya que nunca hemos estado tras las rejas de una celda.
En ese termómetro social que es el cine, se demuestra que fue un asunto que siempre estuvo muy en boga. Desde la violencia y la locura extremas que se veían en "el expreso de medianoche", situando la acción en una cárcel turca de principios de los 70. Hasta la mágica versión de "la milla verde" en la que se cuenta la historia de un hombre que en los años 30, esperando en el corredor de la muerte de una de las muchas penitenciarias americanas, empezó a curar a gente usando métodos un tanto sobrenaturales. Pasando por una de mis favoritas sin ninguna duda, "la leyenda del indomable", en la que un díscolo Paul Newman intentaba escaparse de su confinamiento de mil maneras, a cada cual más inverosímil. 
Pero hay muchas otras, infinidad de historias cancelarías llenas de ternura, compañerismo y por supuesto con altas dosis de violencia. Relatos inventados o basados en la realidad en los que aparecen personajes de todo tipo, asesinos despiadados, hombres sin escrúpulos, locos con un punto de cordura o cuerdos con ciertos ataques de locura transitoria. Una cárcel es por tanto un universo en sí mismo, por eso no me extrañó para nada que se hablara tanto de esta serie que empecé a ver hace unos días. Pero, ¿qué tiene de nuevo una historia más sobre reclusos? Pues curiosamente tiene algo novedoso, el argumento se desarrolla en una cárcel de mujeres. Que yo sepa, muy pocas historias de este tipo se han centrado en contar las aventuras y desventuras de una mujer condenada a pasar sus días tras las altas vallas de una cárcel. En realidad yo no conozco más que un precedente, una película erótica llamada cárceles de mujeres, creo recordar, de la que vi imágenes hace mucho tiempo. 
Ayer me encontraba viendo un nuevo episodio de "orange is the new black" cuando me puse a pensar en algo. ¿Sería capaz de sobrevivir a una condena? No, no penséis mal. Mis planes de dar el gran golpe y atracar el Banco de España para hacerme con las reservas del país aún están en la fase de proyectos para un futuro lejano. Más bien mis pensamientos iban por el camino de si yo sería un personaje sumiso y obediente o en cambio sería rebelde e indisciplinado. ¿Sería yo el que diera o el que recibiera? En definitiva, la pregunta que me hice fue.....¿Soy un macho alfa?
Extraña cuestión para hacerse un domingo después de comer, pero como suele ser habitual en estos pequeños relatos que vengo escribiendo desde hace un tiempo, todo tiene un fondo. No suelo dar puntadas sin hilo, aunque haya veces que me disperse un poco. 
En fin, vayamos al grano. Llevo unos días obsesionado con algo. Una idea martillea mi cerebro al igual que el herrero golpea una pieza a la que quiere dar forma en el yunque. Me encantaría tener un perro.
Si, es una afirmación que me ha asombrado incluso a mi. Me encantan los animales, me fascina su comportamiento y la nobleza de la mayoría de ellos pero nunca sentí la necesidad de tener alguno junto a mi. Salvo las tortuguitas pequeñas o los pececitos que apenas sobrevivían a la semana de vida jamás tuve en mi casa un animal y no me preocupaba demasiado, la verdad.
Sin embargo, hace unos días vi un pequeño video de una mujer que grababa a su nueva mascota recién llegada a casa. Era un cachorrito que daba sus primeros pasos por su nuevo hogar, olisqueando y mordiendo una vieja alfombra. Me pareció una imagen tan tierna que me enamoré en un instante de esa raza y me zambullí en internet para averiguar más sobre esos preciosos animales. Era un Akita Inu, un perro desarrollado en Japón para la caza de osos, entre otros animales. Al ver las fotos del perro adulto me enganchó aún más, me pareció extremadamente bello. Pero había otro detalle más que me atrajo, el Akita es un animal increiblemente fiel, crea un vínculo afectivo con su amo muy fuerte y jamás le abandona. Leí durante un buen rato sobre las virtudes de este perro y algo me extrañó enormemente, esa bolita de pelo tan mona que había visto en el video jugando en una deshilachada alfombra estaba considerada en España como una raza potencialmente peligrosa, e incluso me topé con la noticia de un Akita que había matado a un bebe al morderle en el cuello en un descuido de los padres. 
Los expertos decían que para dominar al perro había que ser el macho alfa de la manada, es decir, yo tendría que enseñarle que era el líder. Sino, el perro jamás toleraría una orden mía y mucho menos haría caso de lo que dijera. Para un primerizo como yo sería difícil optar a un perro de ese nivel así que me puse a pensar y de niño siempre hubo otra raza que veía por la calle y hacia que girara la cabeza al pasar a mi lado. De crio el pastor alemán siempre me pareció un lobo, un animal salvaje. Me gustaba la fuerza que transmitía, el poder de su mirada, el ladrido seco y autoritario. El Akita y el pastor alemán son ambos excelentes perros guardianes, no obstante el carácter de cada uno es bastante distinto. El japonés es más solitario, más terco en ocasiones. El ovejero es más trabajador, quiere agradar al amo en cada tarea que realiza. Pero una vez más estaba en la misma tesitura que antes, el pastor alemán necesitaba de un experto dueño que le dijera quien mandaba en la manada. 
El Golden Retriever tiene mirada de bonachón, de compañero de travesuras y juegos. Es la tercera y última raza de la que busqué información. Para un novato era perfecto, un perro listo que sin apenas esfuerzo aprendía las órdenes básicas. El Golden es un animal criado para la recuperación de presas, le encanta por tanto jugar y corretear detrás de una pelota o chapoteando en el agua, un perro muy activo y divertido. Aún así no estaba seguro de poder criar, todo lo bien que debiera, a un perro de tal tamaño y no se me ocurrió otra cosa que pensar..... Bien, ¿y por qué no un gato? Son más independientes, no necesitan de un cuidador tan experto y pueden estar en casa sin salir demasiado. Y con esa idea estuve todo este fin de semana leyendo acerca de diversas razas de gatos y sus características más notables. Tres fueron los que más llamaron mi atención por lo bonito de su manto, sus hipnotizantes ojos y sus elegantes andares. 
El Russian blue (azul ruso) es adorable, parece un peluche. Un gato muy listo y curioso que enseguida coge cariño a los integrantes de la casa. La mascota perfecta si de gatitos hablamos.
El Bengal o Bengalí es un cruce entre dos especies, el de un gato doméstico y un gato leopardo de procedencia asiática. Su manto es lo que lo hace único y por lo que nació esta especie que parece un leopardo en miniatura. Después de varias generaciones hicieron que la parte doméstica de su ADN prevaleciera ante la parte más salvaje y así su naturaleza fuera la de un animal tranquilo y muy sociable con altas dosis de curiosidad.
Por último, pero no por ello menos impactante, el Savannah. Su silueta es impresionante, no en vano este es el mayor gato doméstico criado hasta el momento. Es imponente verle caminar. Tres veces mayor que sus hermanos gatunos es un animal híbrido. Un experimento precioso, y caro. Un ejemplar de calidad puede costar cerca de los 8000€. Es el cruce entre un gato doméstico y un Serval, un gato salvaje de las llanuras africanas. De ahí su exótico nombre, Savannah. Y el increíble resultado de este juego en el que parece haberse convertido la genética es un minino que puede saltar en vertical unos tres metros de altura. Patas fuertes y potentes, muy musculoso y ágil. Es tremendamente veloz. Y pese al gran tamaño y fiereza que se le presupone por herencia ancestral, es muy cariñoso con su dueño y la familia de éste. 
Tres razas de animales que respetan la jerarquía de la manada, como son los perros, me llevaron a otras tres razas en las que lo que impera es marcar el territorio, los gatos. No obstante, aún había un pequeño detalle en el que reparé con tristeza. La vida de esas mascotas era muy corta comparada con la de los humanos. Los perritos rondaban de media entre doce y catorce años, los gatitos alguno más. Eso me dejó pensativo, siendo como soy yo me daría una pena terrible perder a alguien que ha estado conmigo tanto tiempo. Entonces empecé a leer sobre la salud de estos animales y sus enfermedades más comunes, displasia de cadera, moquillo, diversos cánceres, problemas oculares. ¿Cómo sería posible alargar su vida de forma que vivieran sin complicaciones ni achaques más que los debidos a la propia vejez? La solución me vino de una página web en la que decían que los criadores que se especializan en una sola raza escogen sólo a los mejores especímenes para la cría, libres de enfermedades hereditarias. Ellos te aseguraban, mediante el pedigrí, que tu mascota sería descendiente de animales completamente sanos y fuertes. 
¿Es mejor reservar a un animal que aún no ha nacido que adoptar a uno que ya lo ha hecho y darle cobijo para que no acabe en una perrera esperando un desenlace fatal? Pregunta delicada y en la que seré egoísta. Cuando quiero a alguien lo que más deseo es que esté a mi lado eternamente, disfrutando de la vida sin problemas ni enfermedades. Es imposible, lo sé. Pero si me dan a elegir entre un cachorrito que vivirá ocho años y otro que tiene más posibilidades de estar conmigo otros seis años más, sin duda elegiré que me rompan el corazón lo más tarde posible. Como digo, cuestión de egoísmo. 
Todo esto es el cuento de la lechera por supuesto, ya que antes de decidir que raza, de las seis que he mencionado, escogería para ser mi fiel amigo he de contestar a esa sencilla cuestión que me preguntaba ayer al terminar de ver el episodio de "orange is the new black". ¿Soy un macho dominante?¿Podría ser el animal al que la manada siguiera? Mi respuesta fue clara y rotunda. No, yo no me veo como un macho alfa, y quizá por eso jamás tendré un gatito restregandose entre mis piernas ni un perrito que juegue conmigo mientras mueve la cola complaciente. 


jueves, 15 de mayo de 2014

El beso

Necesito escribir, realmente lo necesito. La impotencia me está matando. Puede que sea la única manera de lograr recordar como era su cara.
El deseo por perderme de nuevo en sus ojos es lo que ha hecho que lleve media hora intentando que mi mente vuelva a revivir algo ocurrido tan sólo un par de horas atrás. ¿Tan complicado es? No me he movido de la cama en todo este tiempo quizá para que todo estuviera de la misma forma y así poder repetir ese momento tan increíblemente sensual y mágico. ¡Maldita sea! ¿Por qué me habré despertado justo en ese instante?
Tengo miedo a que esa deliciosa escena se borre de mi mente y pase a formar parte de ese archivo akásico que fluye en el aire. Es un temor real y tangible, ya que cada segundo que pasa su recuerdo se va haciendo más vago y etéreo.
De nuevo ha sido una pelirroja de larga melena la que ha hecho que mi corazón vibre, se desboque y vuelva a latir. Sin embargo era muy distinta a la de ese primer sueño que tuve hace tiempo.
¿Cómo apareció? No lo se, es un auténtico misterio. La primera vez que recuerdo que la vi estábamos en una enorme tienda. Ella caminaba entre estanterías llenas de prendas, observando con deleite todos esos vestidos, pantalones y blusas. Mientras, yo pensaba en otro detalle que me tenía un poco loco. ¿Fuera de la tienda estaba Mario Vaquerizo?¿Y qué hacía en un desfile de Reyes vestido de payaso y con pantalones de colores? 
Aún le daba vueltas al tema de Mario cuando, de sopetón, en ese diáfano local que era la tienda apareció una estructura colgante. Una plataforma sustentada en el aire tan sólo por unos fuertes hilos de acero que venían de un techo altísimo, el cual creo que jamás logré vislumbrar. En ese instante escuché la voz de la pelirroja diciéndome que quería subir, y sin prestarle demasiada atención le contesté que yo esperaría dando una vuelta por abajo. 
Y fue entonces cuando alguien agitó su varita mágica, o quizá cupido lanzara una de sus conocidas flechas, incluso pudiera ser que un rayo de feromonas salidas de su precioso cuerpo acertara de lleno en la diana, justo en mi insensible corazón. Escoged lo que más os guste, pero lo cierto es que empezó a sonar "Lady in red" de fondo en la gigantesca tienda, aunque puede que esa canción sólo estuviera en mi mente. Y ahora que lo pienso, hacía años que no la escuchaba. ¿Por qué aparecería en el sueño en ese momento? En fin, que mientras la música empezaba a salir de algún sitio indeterminado miré hacia arriba buscando esos inexistentes altavoces. Un gesto mecánico supongo, pero que provocó que por fin la viera de verdad. Llevaba un vestido negro, ajustado, en el que no me había fijado hasta entonces. Brillaba, por la acción de unos focos que tampoco conseguía ubicar, lanzando destellos hacia mi. De pronto ella cogió un pañuelo de una estantería y se lo colocó alrededor del cuello y empiezó a bailar siguiendo el ritmo de la música. "....I'll never forget the way you look tonight....".
Incluso ahora, después de unas horas, mi corazón se acelera con ese sensual recuerdo. Ese baile me deshizo por dentro, derritió todas mis defensas y desde ese mismo instante me enamoré perdidamente de esa chica de pelo rojo.
Pasados un par de minutos y queriendo recordar ese mágico momento saqué mi móvil y la grité. ¡No bajes, que voy a hacerte una foto! Se que la llamé por su nombre pero por más que estrujo mi cerebro no consigo acordarme cual era. Sin embargo algo extraño sucedió repentinamente, un giro inexplicable de los acontecimientos. Mientras intentaba enfocar bien con la cámara del teléfono, alguien apareció de la nada y me cogió del brazo. Una rubia me decía algo sonriendo. ¡Ven a ver esto, Rubén! 
¡Dios! ¡No estaba sólo con la pelirroja! Había alguien más en la tienda acompañándonos. De hecho, tengo la sensación de que la protagonista de mi sueño, esa niña del vestido negro, era una amiga de la rubia.  
Un rato después del momento baile estabamos los tres en una zona de la tienda repleta de carritos con ropa colgada. Multitud de perchas sostenían prendas de todo tipo que la pelirroja miraba distraídamente. Paseaba tranquila, rozando la ropa con sus manos y sonriendo cada vez que algo le gustaba. 
De golpe, soltó la bomba. De espaldas, mientras continuaba desechando camisas y faldas que no le llamaban la atención me preguntó.....
- ¿Vas a besarme en algún momento o seguirás mirándome así eternamente?
- Eh.....¿qué? Conseguí decir sorprendido. 
- Esa mirada tuya me pone nerviosa.
- ¿Qué mirada?
Entonces se dió la vuelta y me miró a los ojos. Lentamente se acercó a mi. ¡Esa mujer era tan bonita! Mis palabras jamás podrían hacer justicia ante tal belleza. No soy capaz de poner adjetivos y describir a ese ángel que se movía con decisión y delicadeza hacia mi. 
Tan sólo puedo añadir que yo no estaba nervioso en absoluto, su mirada había evaporado cualquier sensación de intranquilidad. Sentía una paz terrible. La calma antes de la tormenta, sin ninguna duda. 
- Esta mirada. Dijo, acariciandome con sus suaves dedos uno de mis ojos. 
Dejé que llegara con su índice hasta la barbilla. Con los ojos cerrados sentía su perfume, su respiración, incluso llegué a intuir sus latidos a través de los finos capilares de las yemas de sus dedos. 
Abrí los ojos y vi su mirada, esa que ahora no puedo recordar. Era la de una mujer que acaba de rendirse ante lo evidente. Había una atracción entre ambos, química si queréis, 
Acerqué mi mano hacia su cara y ella giró su cabeza para apoyarse en ella. Y entonces lo hice. La besé. Un tímido beso en el que tan sólo nuestros labios se rozaban. Recuerdo que con la otra mano cogí la suya, y sentí su suavidad, su calidez. Me separé un instante de ella mordisqueando levemente su labio y no se como explicar esto, pero apareció una cama delante de mi. ¿Mobiliario de la tienda? La llevé de la mano hasta allí y nos sentamos en el borde. Observé su increíbles y grandes ojos, su nariz llena de pequitas, su largo pelo rojo y de nuevo la besé. Esta vez fue más pasional. Tumbados sobre el mullido colchón dábamos vueltas de un lado a otro sin despegar nuestros labios. Mis manos acariciaban su pelo y cintura, las suyas cogían con fuerza el edredón de tonos azules que cubría la cama. 
Unos minutos después ese beso paró y ella, que estaba sobre mi en ese instante, me dijo...besas bien. Al tiempo que apoyaba y acariciaba con su dedo mis labios, que dibujaban una amplia sonrisa. 
Iba a contestar algo cuando, en un acto de crueldad infinita, me he despertado abrazado a la almohada y con una gran erección.
Ha sido inútil volver a cerrar los ojos y pensar en esa mujer para dormirme de nuevo y continuar ese maravilloso sueño. Al darme cuenta de que sería imposible volver a soñar, he intentado concentrarme en su pelo, su nariz, sus ojos. Pero todas las tentativas han caído en saco roto y me ha sido imposible volver a esa cara. Como último, y desesperado, acto para evocar esos recuerdos he buscado "lady in red" en internet pero lo único que he conseguido ha sido derramar un par de lágrimas al pensar que jamás la volvería a tener en mis brazos. Esa pelirroja se había desvanecido en el mundo de los sueños y nunca más sus labios se unirían a los míos. 
Sin embargo si que hay algo que he conseguido llevarme de ese mundo onírico e irreal. "...I'll never forget the way you look tonight..." Si, jamás olvidaré ese brillante vestido negro.
 




martes, 6 de mayo de 2014

I want to believe

Ross y Rachel. Rachel y Ross. Deseaba que esos dos acabaran juntos de una vez por todas. 
Cada día a las tres de la tarde ponía el plus para ver un nuevo episodio de friends y comprobar si por fin ambos se dejaban de tonterías y se declaraban amor eterno. Ya estaba cansado de que les buscaran parejas imposibles, con las que no pegaban para nada. Esos dos habían nacido para estar juntos y así debía ser, así que cuando vi en el último episodio, justo hace ahora 10 años, que el amor saldría victorioso respiré profundamente y sonreí.  
En una habitación de hotel dos bandos enfrentados se desafían a gritos, los de narcóticos por un lado y los hombres de Drexler por otro. Y en medio estaban ellos, Clarence y Alabama, intentando cerrar el negocio de sus vidas. Pero la cosa de pronto se desmadra y, en esa habitación de hotel de Los Angeles, empieza la locura en forma de lluvia de balas. Cuando en ese instante vi que a Clarence le impactaba uno de esos proyectiles perdido en ese tremendo caos, mi corazón se encogió y grité un no entre indignado y triste. Quizá no fuera tan espectacular como el lamento de la señorita Worley al ver a su querido Clarence allí tirado con la cara desfigurada, pero sinceramente quise atravesar la pantalla y liarme a tiros por pura venganza. Pero esa sed de sangre pasó a los pocos segundos al ver que no había muerto y que esa bala tan sólo le había rozado. Si, el amor triunfaba de nuevo. Clarence y Alabama tendrían un hijo al que llamarían Elvis y vivirían felices el resto de sus tranquilas vidas. 
Estaba en el cine, tendría 19 años y la sala estaba prácticamente desierta. En un instante, sentado en esa butaca, todo mi mundo se precipitó hacia un oscuro vacío y rompí a llorar como un crio al ver que le habían disparado, Guido había muerto fusilado por un jodido nazi. Jamás vi a un personaje como el que interpretaba Roberto Benigni, lleno de vitalidad y alegría. Ese tipo era genial y ahora estaba muerto, no lo podía creer. Me negué a pensar que jamás volvería a ver a su princesa y al salir del cine aún llorando me imaginé que Dora y él se reunían mientras los soldados americanos liberaban a la gente del campo de concentración. Cerré los ojos y vi a ese italiano, menudo y extremadamente delgado, saliendo del oscuro callejón donde había sufrido ese traicionero disparo y arreglándose un poco el pelo ir al encuentro de su maravillosa Dora. ¡Buenos días, princesa! Le diría con una amplia sonrisa mientras la abrazaba y la besaba y el pequeño Giosué, se agarraba a su cintura y gritaba....¡papa, papa, hemos ganado el tanque! ¿Verdad que si? Quizá sea por eso que a partir de ese día me prometí que cuando amara a alguna mujer, todas y cada una de las mañanas que estuviera a su lado le daría los buenos días de una forma especial. Guido no habría muerto en vano, su espíritu seguiría en mi. El romanticismo no moriría mientras yo creyera en el amor verdadero y eterno.
Siempre he creído que alguien en algún lado me amaría, que al despertar pensaría en mi. Quizá al tomarse el primer café en el trabajo su mente la llevaría hasta la noche anterior cuando, tumbados en el sofá, le acariciaba la mano al ver juntos la tele. Y que al comer me echaría tanto en falta que me llamaría por teléfono y le diría cuanto la amo y que mi existencia no tendría ningún sentido sin ella a mi lado. Desde que fui un adolescente soñé que abrazaría a una preciosa mujer por las noches, jugando en la cama entrelazando las piernas. 
Pero lo más sorprendente es que tuve todo eso, y mucho más. Mi sueño se cumplió. Entonces, ¿por qué cuando me pidieron dar un paso más no lo hice? Esa pregunta me rondó por la cabeza durante varios meses. Hasta que decidí que era una tontería seguir dándole vueltas y empecé a conocer a otras mujeres. Si ella no era mi princesa, quizá mi destino aún estuviera esperándome en algún lugar.  Sin embargo cometí un error, un fallo que me hizo sentirme mal. Comencé a dar los buenos días a varias mujeres a la vez. Durante un par de meses, puede que alguno más, cada mañana escribía a 10 o 15 chicas. Se suponía que debía ser un mensaje especial de buenos días, intentaba que fuera distinto cada mañana y para cada chica. Era realmente agotador, toda mi capacidad inventiva estaba a punto de desbordar. Mí objetivo no era camelarlas y llevarlas a la cama, eso creo que todas lo tenían claro. Mi único propósito era enamorarlas como Guido hizo con su principessa y ahí es donde estaba mi error. 
Yo no se jugar a lo que juegan los demás. Una mañana me sentí horriblemente mal. Entre mensaje y mensaje levanté la cabeza y miré por la ventana del autobus. Cuando aparezca esa mujer especial, ¿qué mensaje de buenos días distinguirá a una de otra? Desde ese momento no pude escribir más mensajes de ese estilo. 
Algunas de esas chicas desaparecieron por creer que ya no deseaba saber de ellas, otras siguieron escribiendo preguntándome el motivo de mi silencio. 
No es que no pensara en esas mujeres al escribirme con ellas, tan sólo es que quiero que esa mujer que me enamore se sienta especial. 
No me imagino a Roberto Benigni dando los buenos días a otra que no fuera su principessa, ni a Alabama llorando por otro hombre de la forma como lo hizo al creer que Clarence estaba muerto, ni tan siquiera se me puede pasar por la cabeza otro final de friends en el que Ross no acabe con Rachel. 
Sé que en algún lugar se encuentra esa mujer que se merece mis besos, mis caricias y mis buenos días. Tiene que existir esa chica, lo sé. Esta historia tiene que acabar bien, no puede ser de otro modo.
Necesito y quiero pensar de esta forma, porque yo soy así. Simplemente por eso, creo en el amor verdadero y el destino. La inquebrantable fe en esos conceptos ha hecho que cada día de mi vida tenga ganas de levantarme. Cuando tuve el amor y ahora que no lo tengo. 
Quiero creer, necesito creer. 





miércoles, 23 de abril de 2014

La camisa de Abercrombie

Cierto día de hace un par de años tenía en mis manos una camisa, y una importante duda me inquietaba de tal forma que no había manera de salir de ese atolladero. ¿Me la compro? Indeciso, la dejé de nuevo en el estante posando mi mirada en una camiseta que había al lado.
Me encontraba entre los pasillos del Abercrombie & Fitch del centro comercial del hotel Caesar Palace, en Las Vegas. Cuando llegamos a la tienda llevaba ya un rato dando vueltas mirando escaparates, admirando la belleza de ese mundo irreal, llamado The Forum Shops, cubierto por un cielo azul de pega que escondía al aunténtico, mucho más luminoso y de un azul más....azul y cálido.
Seguramente mi asombro tuviera cierta mirada nostálgica y triste. Es probable que caminara con algo de desgana por los pasillos del centro comercial, suspirando de vez en cuando y apretando fuerte la mano de quien dejaba que me guiara por aquel laberinto lleno de bonitos escaparates. Ese día era uno de los últimos que pasaría de vacaciones y quizá esa fuera la última compra que haría ese verano.
Sin embargo esa melancolía se mantuvo fuera de las puertas de la tienda. ¿Por qué me gustaba tanto ese lugar? El ambiente oscuro, la música bien alta, gente por todos lados, chicas guapas doblando ropa. No se, es un cúmulo de pequeñas cosas que hacen que probablemente sea la tienda en la que pasaría algo más de 20 minutos sin cansarme. 
Pues bien, yo seguía dando tumbos entre salita y salita de la tienda sin saber muy bien que comprarme en esa ocasión. Y de nuevo volví a por la camisa, la desdoblé para verla mejor. ¿La pillo? Pregunté a mi acompañante. Ella asintió con la cabeza, y pronunció unas palabras para convencerme. Llevas mucho tiempo queriendo comprarla, hazlo. ¡Llévatela!
Y era cierto, esa camisa la había visto cuatro o cinco años antes por primera vez. Me enamoré de ella a primera vista. 
Una bonita tarde de Agosto paseando por el centro de Santa Monica me entró frio. Se había levantado algo de viento y tan sólo llevaba una camiseta en lo que debía ser un día caluroso de playa. Pero no fue así, hacia una rasca importante pero no quería volverme aún a Los Angeles así que cuando andando por la avenida peatonal me topé con una tienda de Abercrombie no me lo pensé dos veces y entré a mirar alguna cosa que me abrigara. Nada más traspasar la puerta, un chico con una enorme sonrisa nos saludó. Hi, how are you doing? Yo respondí con otra sonrisa y un tímido hi. Fue entonces cuando tuvo lugar el flechazo. No, no soy gay. Ese sentimiento no era causado por la mirada de ese tio de cuerpo escultural. Fue algo realmente extraño, ese chico llevaba unos vaqueros ajustados y una camisa de cuadros. Era roja de pequeños cuadritos azules y manga larga que llevaba recogida a la altura casi del codo. Es muy raro en mi, pero en ese preciso instante tuve la imperiosa necesidad de tener esa camisa. La quería, deseaba ponérmela. ¿Por qué esa camisa? Me he preguntado en varias ocasiones. Hay muchas de ese estilo, con cuadros de distintos colores y tamaños. Y sin embargo era esa la que ansiaba tener, no cualquier otra. Aquel día busqué ese modelo, miré las tallas. Cogí la S pero no me la probé. Quizá hacia demasiado frío para comprármela en esa ocasión en la que necesitaba algo que abrigara un poquito más, me dije devolviéndola a la percha y colgándola de nuevo. Entonces, volviendo a lo que me había llevado a la tienda en un primer momento, fui a la sección de sudaderas y vi una que me gustó de color beige, y sin dudarlo ni un instante pagué y al salir de la tienda le quité la etiqueta y me la puse. Ahora ya no sentía el frío viento en mi cuerpo, pero durante unos minutos no pensé en eso. En mi cabeza rondaba una idea, reservar 79$ para comprar esa camisa cuando viera otra tienda de Abercrombie & Fitch.
Pero la vida a veces es muy curiosa, y pese a que después de Santa Monica estuve en bastantes ciudades en las que había un A&F y siempre me dejaba caer por allí, nunca compré esa camisa. Así llegué a ese instante de hace casi dos años en el que en medio del barullo de la tienda de Las Vegas, llena de gente, me debatía entre dos opciones. ¿La compro o no? Ese dilema existencial que venía persiguiéndome desde hacía tanto tiempo quedó resuelto como despacho casi todas mis dudas, dejándolo para más tarde. Bueno, dije, si al final no me compro nada en el outlet cuando vaya, me pillo la camisa el último día. 
Ayer pensé en ello de pronto. Sentí curiosidad por saber cual era el motivo de no haber comprado nunca esa camisa y me he dado cuenta de que hago algo muy similar con las mujeres. 
He conocido a algunas personas interesantes en el último año pero en especial me he encontrado a tres o cuatro chicas con las que me entiendo bien, personas muy agradables por las que sin duda me preocupo y siento algo así como cariño. Bien, diréis, ¿y cuál es el problema? Pues que jamás las he visto en persona aunque ellas me han dejado claro que quieren verme y abrazarme como hacen los amigos de verdad. Alguna vez me dicen que no lo entienden, incluso me preguntan si es que no tengo interés en que seamos amigos. Y nunca supe explicárselo a ninguna de ellas de una forma satisfactoria. Tan sólo, después de divagar por los distintos motivos que se me ocurrían, podía decir...yo soy así. 
Pienso en esa camisa que siempre dejé colgada en la tienda, que ni tan siquiera me probé una sola vez y me pregunto, ¿es posible que en el fondo tenga miedo de tenerla en mi armario?¿será que creo que a mi jamás me quedará igual que al maniquí o al tío de la tienda de Santa Monica?¿quizá prefiero que se quede en la tienda y soñar?
Es inevitable extrapolar, y meditando sobre todo esto cuestionarme algo. ¿Antepongo los sueños a la realidad?¿Escojo el camino más sencillo en vez de enfrentarme al mundo tangible y real?
El recuerdo de esa camisa roja de cuadritos azules me ha entristecido un poco, pero los pensamientos se desvanecerán con el tiempo para formar parte del aire que nos rodea y seguiré siendo un niño soñador que un día se enamoró de algo que tenía un miedo terrible de poseer. 
Por eso escribo la entrada de hoy, para recordarme cuando lea estas palabras que la vida no sólo es cerrar los ojos e imaginar que soy un pirata, o soñar que una preciosa chica me vendrá a buscar, me cogerá del brazo y me dirá, ¡eh tu! Si tu, el estúpido que sólo sueña. ¡Ven aquí y bésame!
No, creo que eso no sucederá nunca y supongo que en algún momento tendré que enfrentarme a mis miedos y mis deseos y entrar en Abercrombie, comprar esa maldita camisa y ponérmela para ir a cenar con una de esas amigas a las que tanto aprecio. 
Quizá mañana.