La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Madame Bovary

Aeropuerto internacional de McCarran. Me encontraba en la terminal de Delta Airlines sentado en las butacas enfrente de la puerta de embarque. Mi nerviosismo iba en aumento, no paraba de moverme sin encontrar una postura claramente cómoda. Decidí levantarme y dar una vuelta por los alrededores para echar un último vistazo a Las Vegas. Me acerqué al inmenso ventanal y observé las montañas lejanas. El desierto, que engullía a esta ciudad tan extraña y atrayente, hizo que mi embotada mente volara durante unos segundos por paisajes arenosos, desolados, polvorientos. Con un movimiento de la cabeza y el sonido de un premio en la tragaperras de al lado desperté de esa  ensoñación. Empecé a andar. Vi gente mirando sus billetes, comprobando que ese era el lugar que buscaban. Alguno que con su café en la mano se dirigía al servicio antes de subir al avión. Un grupo de italianos que aprovechando los últimos dólares pagaban unas camisetas mientras el dependiente, con mirada cansada, esperaba a que contaran céntimo a céntimo el dinero que encima del mostrador habían soltado. Caras tristes y apagadas, o eso me lo parecía a mi. Quizá porque quería que estuvieran como yo, con el mismo ánimo, para por lo menos decir que no era el único que se volvía. Mal de muchos....
Sin un rumbo fijo me topé con la tienda de las revistas y libros. Entré no porque fuera a comprar algo sino para matar el tiempo hasta que por el altavoz del aeropuerto dijeran que me tocaba embarcar.  Ojeé alguna revista de coches, mirando las fotos, leyendo algún que otro titular. Vi alguna portada de los periódicos locales. Y al llegar a la sección de libros curioseé que tipo de lectura les gustaba a los americanos o que es lo que más se vendía por esos lugares. Y un hecho me llamo la atención, en esos estantes vi un libro que no esperaría ver entre los más vendidos en una tienda de aeropuerto. Puede que algún francés curioso lo hubiera dejado ahí por equivocación, con prisas porque su avión daba el último aviso. Puede que fuera cierto que estaba entre los 20 libros más vendidos, quien sabe. El caso es que entre libros de autoayuda, libros de conspiraciones varias, y alguna novela histórica, allí se encontraba una edición de Madame Bovary. 
Hace unos años paseaba por la ribera del Sena, viendo pasar los barcos turísticos por sus verdes aguas. Estaba en la zona de los puestos de libros viejos, de carteles de cabarets de otro siglo como le chat noir, el gato negro, de postales de un París antiguo y bohemio. Ya cerraban. Muchos libreros ya ponían sus candados y se iban a sus casas con los euros de los turistas en los bolsillos. Algún tendero más sonriente que otro porque el día se le había dado mejor. Casi llegando al final, entre un puesto y otro me paré a hacer una fotografía del río con el atardecer y la estampa de Notre Dame de fondo. Me pareció precioso, los árboles, el río, los arbotantes de la catedral, la cúpula. En definitiva, París en estado puro. La esencia de esa ciudad evocadora, romántica y sin lugar a dudas con una luz especial. Pues, como digo, me acerqué al murete de piedra entre un puesto y otro. Saqué la cámara de fotos del bolsillo y al apoyarme para tomar un mejor ángulo de toda la ciudad vi un libro olvidado en el muro. Miré alrededor para dárselo al librero pero ya no había nadie. Todo estaba cerrado. Me encogí de hombros y me fijé en el libro. Hojas amarillentas, algunas dobladas en sus esquinas. La portada rajada un poco por abajo y manchada con un cerco redondo, como dejado por un vaso al apoyarlo encima de él. Había un dibujo de una mujer con vestido de época y sombrero enorme y en grandes letras el título. Madame Bovary. Dejé el libro donde lo encontré, hice la foto y seguí paseando por esa maravillosa ciudad sin pensar más en ese hecho hasta el día de hoy.
Esta mañana iba en el autobus con los auriculares puestos escuchando música, como cada mañana. Desde hace un par de semanas veo a una chica que se sube en una de las últimas paradas. Una mujer preciosa. Rubia, pelo largo y liso. Cuerpo increíble y lo que más me llama la atención de ella, mirada inquietante. No es una mirada dulce, ni una mirada dura. No es una mirada somnolienta, ni triste, ni alegre. No es una mirada que transmita calor ni frío. Sus ojos son preciosos pero la mirada no deja traslucir ningún sentimiento. Podría decir que es una mirada vacía pero tampoco sería la definición correcta. Desde hace un par de semanas subo al autobus rezando para que nadie se siente a mi lado hasta que estemos en su parada. Imposible que mi súplica se cumpla. A esas horas raro es el día que no va lleno. Pero hoy ha sido un día especial. No, no se ha sentado a mi lado. Pero han ocurrido un par de cosas extrañas. La primera es que al subir hoy, ella llevaba un libro en la mano. Una pequeña edición de Madame Bovary. Y este detalle ha hecho que durante todo el trayecto piense en ese libro. Y recuerde. La segunda y más increíble es que al bajar del autobus ambos nos hemos cruzado y su mirada se ha posado en mi durante unos segundos. Y lo que me parecía una mirada inquietante desde la distancia se ha transformado en una mirada arrolladora. Mi corazón ha latido con fuerza. Mis ojos, durante un instante, se han encontrado con los suyos y ha sido una experiencia demoledoramente sensual. Su mirada tenía tanta fuerza que no he podido evitarlo, al final he acabado desviando la mia. Todo ha ocurrido rápido, sin pausa, pero para mi han sido momentos intensos, terriblemente vibrantes. 
Y con esa energía pasando de su mirada a la mía me ha dejado bajando las escaleras del autobus. Y la he visto desaparecer en los tornos del metro. Medio tonto, me he quedado parado un rato reteniendo en mi mente ese breve instante. Pensando en Madame Bovary, en París, en un aeropuerto lejano y en las casualidades de la vida.
Hechos extraños a parte, lo cierto es que me acabo de bajar una versión de la novela de Gustave Flaubert en el ipad y creo que esta tarde empezaré a leérmela. Así, si alguna vez esta chica se sienta a mi lado, podré hablarla del libro y de como me ha perseguido hasta el momento de encontrarme con su enigmática mirada. 


miércoles, 11 de septiembre de 2013

Día gris, lluvioso, melancólico.....romántico

Hoy es un día gris en Madrid. Uno de esos días en los que apetece abrazar a alguien mirando las nubes algodonosas y de preciosos tonos, un día en el que besar a la mujer que amas escuchando el sonido de la lluvia golpear el cristal de la ventana, un día para bajar a la calle sin paraguas y dejar que el agua moje tu cara, un día para soñar que se es feliz con una persona que te ama por encima de todas las cosas. 
Si, hoy es uno de esos días. 
La imaginación hace que al cerrar los ojos mientras voy en el autobús sueñe con todos esos pequeños detalles, cosas insignificantes que hacen que mi piel desee una caricia, un susurro en mi oído. Rubén, te amo. 
Mientras veo pasar gente a mi lado descubro que todo eso desaparece al abrir los ojos, así que los vuelvo a cerrar. Vuelvo al mundo de la fantasía, me sumerjo entre imagenes lejanas e irreales.
Mi mente me lleva hasta un café en París. Una mesa redonda de madera al lado de un ventanal amplio. En la calle se ven las primeras hojas caídas en el suelo por efecto del otoño que comienza. Revolotean movidas por un suave viento, una danza hipnótica. Un camarero se acerca sigilosamente y me pregunta que deseo tomar. Absorto y con la mirada perdida pido un café. Sólo tengo ojos para ella. La veo por la calle, caminando hacia la puerta. Suéter y vaqueros. Melena al viento. Los tonos grisáceos del cielo iluminan su figura. Ensalzan su belleza y hacen que me enamore más aún si cabe de esa mujer. Entra y se sienta a mi lado. Le acaricio la pierna mientras hablamos. Mi mirada se centra en sus ojos, en sus pómulos, en sus labios que se mueven dulcemente. E interrumpiendola abruptamente le suelto un te amo. Ella sonríe y en un café de París, en el barrio de Saint Germain des Prés, me dice yo también te amo cielo. Y entonces el que sonríe soy yo. Sueño que soy el hombre más feliz del planeta. 
El gris es un color que te envuelve el alma en melancolía. Te hace volar por sitios recónditos y que asustan al darte cuenta que todo es pura invención. 
Sigo en el autobús, y apenas abro los ojos para ver donde me encuentro. Por el cristal veo árboles, veo un pequeño bosquecito. 
Y me abandono de nuevo al mundo onírico. Al mundo en el que sueño con ser feliz. 
Estoy en un bosque lleno de colores. Verdes oscuros, todo tipo de marrones, rojos apagados que se confunden en la lejanía. A mi lado camina una chica que irradia magnetismo. Su cuerpo sensual se mueve entre la hojarasca caída de los cada vez menos frondosos árboles. Botas y cazadora a juego, pantalón ajustado y si, una melena que no hago más que ver moverse ante su cara. Precioso rostro con mirada cariñosa, en sus ojos hay bondad, amabilidad. Su sonrisa me reconforta y le agarro fuertemente la mano. Símbolo de protección ante el bosque desconocido y misterioso. Viviendo la aventura juntos, sin separarnos ni un instante, curioseamos y observamos la naturaleza. Escucho su respiración, aspirando ese aire puro y los aromas propios del monte. De pronto miramos hacia arriba. El cielo encapotado y gris amenaza lluvia. Al desviar la mirada del camino para subirla hacia las nubes me fijo en ella. Y deseo robarle un beso. Y sueño que lo hago. Apoyados en el tronco de un árbol centenario nuestros labios se juntan, con ambas manos acaricio su cara y la beso como si la lluvia que empieza a caer no nos mojara. No hay nada más en el mundo que ese beso. Nada existe más que ella y yo. Y bajo la protección de ese árbol nos sentamos, y sin poder dejar de mirarla ni un instante la abrazo, llevo su cabeza contra mi pecho y huelo su pelo mojado. Y la digo que me encantaría que ese olor me despertara cada mañana de mi vida al darme los buenos días. 
Los grises hacen que mi lado romántico salga. Que aflore mi deseo de encontrar a esa mujer. De perderme en su abrazo. Y hoy en el autobús lo he comprobado. 
Llegando casi a mi destino he dejado que una última visión me acompañe en el tramo final. Una imagen un poco borrosa, como si la lluvia no me dejara ver claramente. Es algo con lo que llevo soñando unos meses y que hoy ha martilleado mi corazón con fuerza. Es la visión de ella, de mi amor aún sin encontrar. Ella esta en algún sitio pensando en mi, soñando con mis ojos, deseando mis caricias. Se que esta ahí, hoy quiero pensar que sí, que es cierto. En un día gris y plomizo en Madrid cierro los ojos y con todas mis fuerzas la llamo, la siento, la pienso.  
Y hace un rato, con el agua resbalando por mi cara, me he dicho ¡qué maravilloso sería pasear bajo la lluvia sujetando su mano!

sábado, 7 de septiembre de 2013

Mujeres

No hay nada más bonito en el mundo que una mujer.
¿A qué viene esto hoy? Simplemente porque moriría si no pudiera contemplar, de vez en cuando, la belleza de unos ojos femeninos que me observan y sentir la mirada de un ser sublime, de alguien creado para hacer pecar al hombre. 
Eva vino para tentar a Adán. Y lo entiendo. ¿Cómo resistirse a tocar y acariciar, a sentir y oler, a mirar y soñar? Difícil, muy difícil. 
A lo largo de la historia los hombres han luchado por el amor de una mujer. Batallas y guerras empezadas por obtener el favor de una dama. Duelos a la luz de la luna. Peleas en bares. Amistades que se rompieron. Existen miles de ejemplos en los que los hombres, en algún momento de su vida, se volvieron locos por una mujer. 
¿Pero qué tienen?¿Qué hace que en su presencia nos olvidemos de todo?
Muchas teorías se han escrito al respecto pero yo daré mi opinión. 
Para mi, lo que me deja embelesado y tonto es su delicadeza. 
Me parecen frágiles envoltorios de un espíritu totalmente distinto al de los hombres. Cuando miro a una mujer me entran ganas de cuidarla, abrazarla, protegerla, y sin ninguna duda de meterme dentro de ella. No, no penséis mal. No hablo de sexo ahora. Cuando digo lo de meterme dentro de ella es algo más filosófico. Saber que piensa, que siente, que ve. 
A mi ex le hacia mucho esa pregunta. ¿Qué sientes? Yo siempre le decía que me encantaría estar dentro de su piel, ser ella y saber y pensar lo que en ese momento le cruzara la mente. Me pasaba horas enteras intentando vislumbrar que pasaba por su cabeza cuando la cogía de la mano o que sentía si de pronto iba a la cocina y le acariciaba el culo mientras preparaba la cena. 
El cerebro femenino funciona de distinta manera, es más complejo. Bastante más que el de un hombre. Sus pensamientos van por caminos distintos a los nuestros. Encuentran razonamientos donde nosotros sólo vemos frases inconexas. Ellas van un paso por delante. 
Mentalmente creo que son más poderosas. Más listas e inteligentes. Más audaces. 
Si a eso le unimos el influjo que tienen sobre nosotros las hacen realmente gobernadoras del mundo. 
Ante esto cualquier hombre nada puede hacer. Toda mujer, por poco agraciada que sea, tiene algo excepcional. Unas manos, una piel suave, un pelo que dan ganas de oler, unas orejas a las que deseas acercarte y susurrar su nombre, un brazo al que aferrarte, un culo al que mordisquear en una aburrida tarde, unas piernas que admirar mientras caminan hacia ti, un sonrisa que hace que pienses que han abierto las puertas del cielo y un ángel esta delante tuyo.
Mejor mente, más evolucionada, y cuerpo diseñado para tentarnos. Pero no todo queda ahí.
Su forma de decir lo que piensan, la forma en la que expresan sus ideas y convicciones es única. Podría pasarme días enteros escuchándolas. Debatiendo y hablando. Su manera de ver el mundo es muy interesante. Las mujeres sienten de distinta forma lo que nos rodea y me encanta escuchar ese punto de vista. Adoro mirar a una chica mientras habla. Admirar los gestos. Observar sus manos, a veces acompañando firmemente sus opiniones otras moviéndose nerviosamente alrededor del pelo. 
Y quizá lo más agradable de la conversación, escuchar su voz. El sonido de las palabras es mucho más musical en los labios de una mujer. Más sensual sin duda. Le entonación es algo importante en los diálogos y ellas lo bordan. Los hombres hablamos más monótonos y simples, ellas son más dulces y tienen muchos más registros sonoros.
Y todo esto ellas lo saben. Tienen perfecto conocimiento de ello. Saben que haríamos cualquier cosa por ellas. Por un beso o una mirada moriríamos. Por tenerla eternamente mataríamos. Así ha sido desde el comienzo de los tiempos y así seguirá siendo hasta que el sol se extinga. La mujer es la creación más bella del universo. Ángeles en un mundo terrenal. Seres únicos y maravillosos.
Y son la verdadera razón por la que el hombre vive y respira, para amarlas.





miércoles, 4 de septiembre de 2013

Rockabilly

Vivir rápido, morir joven y dejar un bonito cadáver. 
Esta mítica frase es del rebelde por excelencia, James Dean, y es una de las definiciones de lo que es la filosofía del Rockabilly. Una actitud ante la vida, una forma de ser y comportarse.
¿Soy un Rockabilly?
Para responder esta pregunta contaré una pequeña historia.
Hace muchos años, cuando aún no había salido del instituto, había alguien a quien quería parecerme. Con 16 años, más o menos, tenía en mi poder una cinta de video y era mi bien más preciado. En la carátula se podía leer, Aloha from Hawaii. Si, en mis manos estaba posiblemente el mejor concierto de Elvis de todos los tiempos.
Más joven aún ya tenía un cassette de sus grandes éxitos. Escuchado hasta la saciedad, tarareaba esos ritmos increíbles e incluso cantaba algún estribillo que otro. Canciones que hablaban de un modo de ver la vida, de amores y desamores, de romanticismo, de vivir el momento y disfrutar cada segundo. 
De chaval estaba alucinado por esa música, y por lo que intuía que decían esas canciones. Pero no fue hasta ver ese concierto cuando me di cuenta de que Elvis Presley era alguien muy especial y que quería ser como él. Como los personajes de sus canciones, como los protagonistas de esas letras tan pegadizas. 
Deseaba ser un chico que luchara por lo que creía que era lo correcto, rebelandome ante cualquiera que dijera lo contrario. Quería ser romántico para que las chicas cayeran rendidas ante mi. Soñaba con tener el magnetismo que Elvis poseía con las mujeres, una atracción sensual y sexual. 
Mi ilusión era enamorarme y contar y cantar que estaba enamorado. Decir lo tonto que era por quedar prendido de la mujer equivocada. Gritar a los cuatro vientos cuales eran mi ideales, por los que yo me guiaba y en los que creía. 
Elvis era mi ídolo. Sin ninguna duda quería ser como él. 
En los años 50 apareció un estilo de música distinto, una variante del Rock and Roll. Y con esos ritmos surgieron grupos que vivían según esa filosofía. Se reunian en bares, los honky-tonks, donde la música en directo amenizaba las charlas y con un float en la mesa y una hamburguesa en las manos hablaban sobre amores, vivir a tope y disfrutar cada instante como si fuera el último. 
Jóvenes que querían huir de la realidad que les había tocado vivir y soñaban con un mundo distinto. El greaser contra el conservador. Dos modos de ver la vida. 
El greaser, con su pelo engominado y mirada desafiante, adoraba la música Rockabilly. Escuchaban a Eddie Cochran, Elvis, Johnny Cash, Buddy Holly. Y en esa estética situamos a James Dean, en ese estilo de vida con el que comenzaba hoy. 
Y volviendo a la pregunta que me hacia unas líneas más arriba debo contestar que aún no lo soy. Pero  que me encantaría. Soy rebelde, romántico, creo en el amor y he tenido desamores. Intento disfrutar del presente sin que el futuro me condicione. Me gusta la estética del Rockabilly, aunque no lleve tupé y gomina, y creo en sus ideales. Pero me falta algo. Atreverme a vivir rápido, sin miedo. Y, por supuesto, dejar un bonito cadáver. 



domingo, 1 de septiembre de 2013

Verano azul

Creo que todos los que alguna vez vimos verano azul tenemos un problema. Al final de las vacaciones nos entra un vértigo raro que hace que el estómago se nos encoja y nos entre una melancolía y tristeza infinitas. Ver como Chanquete moría o como la pintora y los niños se despedían entre llantos incontrolados nos hizo mucho daño. Bea, Javi, Tito, el piraña..... En fin, toda la tropa, volviendo a sus vidas y dejando atrás el barco, del que nunca se movieron, y la playa de arena fina donde vivieron decenas de aventuras. Dudo que nadie se haya quedado sin derramar una lagrimita, aunque sea a escondidas, ese último día en el que la pintora se quedaba observando como todos se alejaban mientras pensaba si alguna vez volverian a verse.
Y eso es lo que me pasa a mi.
Cada final del verano me da una nostalgia y una tontería que es muy difícil de aguantar.
Siempre he intentando no sucumbir ante ese desasosiego y esa inquietud interior pero es superior a mis fuerzas e imposible de controlar.
Un sentimiento de tanta pena que no te deja disfrutar los instantes finales. Una puesta de sol, un helado mientras se pasea, un baño en el salado mar, la lectura de ese libro que deseas acabar, la música que pones para amenizar la tarde mientras el tiempo pasa inexorablemente. Todo, absolutamente todo, se queda en simples actos mecánicos ya que tu mente anda por otros lugares. Sitios tristes y amargos. La vieja rutina, el jodido día a día del que no nos podemos librar. Y entonces resuenan las mismas palabras en millones de bocas, ¡ojala fuera millonario!
En mi caso, el asunto es peor. Ya de por sí soy melancólico, imaginad el nivel de hartazgo que puedo causar en mis acompañantes.
Recuerdo un año que estando en Cadiz, concretamente en El Puerto de Santa Maria, no queria volver y añadia una nueva cosa que hacer. Nos vamos después de comer pactaba y al terminar la comida decía. Bueno, ¿un heladito? Pero al acabarlo aconsejaba, yo creo que es mejor no salir ahora, ¿un paseo por el mercadillo? Finalmente no se podía alargar más el tiempo y había que partir.
Cuando el horario de salida ya estaba cerrado por ser un vuelo por ejemplo, lo que hacía era quedarme despierto toda la noche, lo máximo posible, ya que así parece que el tiempo corre más lentamente. Me decía, si me duermo en cuanto despierte me tendré que ir. Si no duermo puede que ese momento no llegue nunca. ¡Qué iluso soy! 
Sin embargo, a pesar del transcurrir de los años, sigo pensando lo mismo y actuando de igual manera.
El año pasado mi avión salía de Las Vegas a las 8:30 de la mañana, y me pasé la noche viendo series en la tele. Obligandome a escuchar y entender para no dormir, para asi intentar esquivar las leyes naturales y parar el tiempo. Pero no, no pude. Y a las 7 de la mañana el despertador sonó y a las 8:30 estaba en mi asiento del avión con cara de tristeza. Ningún hecho insolito había ocurrido, el tiempo había seguido avanzando y los segundos y minutos habían proseguido su marcha hacia delante. Hacia el futuro.
Este año, de nuevo, ha ocurrido. Me acosté el sábado con la idea de que sería mi última noche en la playa. El domingo me desperté con los claros sintomas de que las vacaciones se terminaban, suspiros, sin hambre, nostalgia en la mirada, tristeza en mi alma. He comido pensando que esto llegaba a su fin, que en un par de horas estaría de camino. De pronto me he dicho, ¿por qué no salgo mañana? Y para convencerme más he apoyado la decisión pensando, hoy habrá mas tráfico, como si eso me hubiera importado alguna vez.
Asi que aquí estoy, en la playa aún, despierto a las 4 de la mañana deseando que no sean las 4:01. Si cierro los ojos y lo deseo con todas mis fuerzas, ¿lo conseguiré? ¿Podré parar el tiempo? Voy a intentarlo......
Son las 4:02.

viernes, 30 de agosto de 2013

Paseo por la playa

Todo este suceso ha empezado con un post en mi página de Facebook. Esta mañana, por casualidad, me he fijado en uno que alguien publicó con el título de "me encanta Murcia". Había una foto en la que se veía una playa preciosa y se leia como encabezamiento, playa de Calblanque. Acto seguido lo he buscado en google y me ha soltado un listado de páginas en las que decían que era un paraje natural maravilloso. Y me he dicho, ¡joder Rubén, 20 años aqui y no lo conoces! Asi que esta tarde me he ido a dar un paseo por esa zona.
Acantilados alucinantes, y más hoy con el mar embravecido, olas inmensas rompiendo contra las rocas, el sonido tremendo de la furia del mar. La verdad es que ha sido increible contemplar la naturaleza y el caos que la gobierna.
Y andando he ido a parar a una playa y me he quitado las zapatillas. Y caminando por la orilla, en un momento dado, me he sentado al resguardo de unas rocas. Estaba cansado, llevaba dos horas subiendo peñascos y acantilados. Me quité el pantalón y la camiseta, quedándome en calzoncillos, y me he tirado en la arena a tomar el sol y descansar un poco.
Al rato, quizá 20 minutos, levanto la cabeza y al otro lado de la roca hay una pareja. ¿Y qué tiene de extraño todo eso? Pues que ambos estan en bolas.
Al principio me quedé un poco sorprendido pero tampoco le di mucha importancia. Sin embargo ella no paraba de mirarme. Y claro, yo no soy inmune a la mirada de una tia que no esta nada mal y que desnuda me miraba una y otra vez. Así que me incorporo y la miro a ella también. No parecía importarle pero el juego de miradas acabó por aburrirme y el marido le quitaba toda la gracia al tema. Asi que me puse pantalón y camiseta y me disponía a marcharme cuando no se muy bien porqué le lancé un beso desde la distancia. Ella lo vio y lo que hizo me dejó alucinado. Me hizo señas para que me acercara. ¿Qué? Dudé unos segundos. ¡Estaba el marido de espaldas! ¿Voy? Pero finalmente me fui. Y aquí el azar jugó un papel importante en esta historia. Las llaves de casa se habían caido del bolsillo y tuve que volver al lugar donde estaba tumbado. Ellos no estaban ya pero algo curioso sucedió, al coger de nuevo el coche les vi. Y salieron justo delante mio. Y me hicieron una señal para que parara en un parking.
Estaba flipando. ¿Qué hago? Me dije. Decidí parar a su lado y esta fue la conversación coche a coche con las ventanillas bajadas.
Ella - Hola.
Yo - Hola.
Ella - ¿Qué tal?
Yo - Bien.
Silencio incomodo unos segundos.
Yo - Vosotros diréis.
El - Pues verás, somos una pareja liberal y nos gusta el naturismo y ella se ha fijado en ti. Estamos casados y nos queremos, incluso tenemos dos hijas. Pero desde siempre nos ha gustado el morbo y disfrutar del sexo. ¿Te apetecería hacer un trio?
Yo - La verdad es que tienes una mujer preciosa.
Ella - Me llamo Lola.
Yo - Rubén.
El dice su nombre también pero no presto atención. ¿A quién diablos le importa el nombre de él? ¡¿Me estan proponiendo un trio?!
Yo - Si queréis os doy mi teléfono y hablamos para quedar. Porque aqui y ahora es un poco cutre, ¿no?
Intentaba darme tiempo para pensar, o quizá para despertar.
El - Yo por las mañanas trabajo pero esta noche o el sabado lo tendríamos libre. ¿Qué te parece? Le pregunta él a su mujer.
Ella - El es perfecto. ¿Esta noche estas libre?
Yo - En principio si, pero llamadme y quedamos.
Unos minutos más de charla, ¿de donde somos?¿de vacaciones?¿has hecho algún trio alguna vez? En fin, que tras 10 minutos hablando nos despedimos.
En el coche, de vuelta, no podía creer todo el tema. Ella era muy bonita. Él, era un tio. Ella tenía un cuerpo precioso. Él, era un tio. Ella me miraba con ojos traviesos. Él, era un tio.
A la media hora recibo un mensaje por whatsapp, soy Lola. ¿Puedes esta noche?
Después de haberlo pensado en el coche, tengo casi decidido que me olvidaré del tema pero ella insiste. Esta noche tengo ganas de tener una polla en mi boca y otra en mi coño. ¿Qué tio, en su sano juicio, se niega a eso? Me digo. Pues yo, el estúpido y tonto Rubén.
Y le escribo que mi plan es este. Te invito a una copa, nos reimos, te como la boca y después vamos a algun lugar a disfrutar hasta quedar exhaustos y luego te llevo a tu casa para que se lo cuentes al marido. Ella rie y contesta. Para eso hay cola, yo quiero un trio. Entonces saco mi lado prepotente y digo. Niña, ¿has visto mi cuerpo? No todos los dias se tiene la oportunidad de disfrutar de algo así. Piénsalo y ya me cuentas. Y ella, caliente segun me dice, responde. Buscaré para hoy otro plan y pensaré el tuyo, pero no es lo que buscamos.
Y asi ha quedado la historia. Tan extraña, alucinante e inquietante que no podría creerlo sino fuera porque tengo escrito cada mensaje para corroborar todo lo que pasó esta tarde.
Aún así me sigo preguntando, ¿ha sido real o sólo un sueño? Y entonces me contesto, si fuera irreal no tendría en mi cabeza metida la mirada viciosa y juguetona de Lola al decir a su marido, él es perfecto.

lunes, 26 de agosto de 2013

Dos caminos

¿Qué es mejor andar durante 20 minutos o correr 15?
Esta simple pregunta ha hecho que tenga un intenso debate en la playa con mi hermano.
Él, como a todo lo que se le plantea, te contesta, pero ¿para qué quieres entrenar? Yo creo que esa pregunta es errónea, es decir, el para que no sirve. Los motivos son en realidad indiferententes porque van cambiando a lo largo del camino. Lo que cuenta, a mi modo de ver, es la forma de afrontar cada reto. Sí, yo necesito retos. A la primera pregunta yo contestaria que, sin duda, es mejor correr 15 minutos para a la semana siguiente hacer el mismo recorrido en 13. Yo busco motivaciones.
Entrenar en sí es aburrido para mi, por eso busco nuevas cosas, retos diarios, pequeñas hazañas que hagan que me sienta a gusto cuando acabe el ejercicio exhausto, sin aliento. Estar seguro de que he dado todo lo que llevo dentro lo consigo mediante la motivación.
¿Y cómo me motivo? Con música, como mucha gente. Y teniendo en mente algo. La mejora gradual de mi estado físico. Cada vez que compruebo que puedo hacer algo que antes no realizaba es el combustible que necesito para al dia siguiente volver a ejercitarme.
Parece una perogrullada pero es la realidad. Y es lo que a mi me funciona. Cuando comento que me quiero parecer a tal o cual modelo de fitness se que nunca tendré ese cuerpo pero me ayuda a mantener mi ritmo y no bajarlo. Ponerme de meta una utopía, algo inalcanzable, hace que me exprima a tope para conseguirlo. Y no, el desánimo no viene cuando ves que no lo alcanzas. Uno tira la toalla cuando piensa que ha llegado al máximo y que no hay posibilidad de mejoría.
En cualquier faceta de la vida nada se llega a dominar del todo. Siempre se está en el proceso de aprendizaje y por lo tanto querer controlar cada variable es agotador e imposible. La experiencia da ese punto que falta. Nuestro cuerpo puede sorprendernos por su capacidad de adaptación. Un bebe empezará a gatear y luego intentará andar. Se caerá mil veces, llorará e incluso quizá se haga daño pero si no lo intenta, jamás avanzará.
El deporte es experimentar con tu cuerpo, llevarlo al limite y avanzar al siguiente escalón. Y si te caes, volver a levantarte y empezar de nuevo.
El límite esta en la mente de cada uno, el éxito en cualquier empresa que nos propongamos lo definimos nosotros.
Mi hermano y yo tenemos dos visiones de la vida. Él se pregunta de que sirve hacerlo y yo lo hago y luego veo que me aporta.
Estas dos visiones del mundo ya las discutian los filósofos en la antigüedad. La gente lista de hace unos siglos se decía ¿en que lado estoy? ¿Soy un observador que esta subido en una ola y veo como se mueve todo desde allí o en cambio estoy en la orilla contemplando el avanzar de la ola hacia mi?
Dos posturas que harán los planteamientos distintos, las vivencias seran diferentes. Las sensaciones claramente diferenciadas.
El resultado será el mismo, está claro. Pero sin duda lo que experimenta uno y otro es diferente.
El teórico y el que experimenta. Esos somos Dani y yo. Dos mundos enfrentados desde que el hombre es hombre. Dos personajes antagónicos como Superman y Lex Luttor. ¿Quién es quien? No lo se, lo único cierto es que uno no puede existir sin el otro.