La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Mujeres

No hay nada más bonito en el mundo que una mujer.
¿A qué viene esto hoy? Simplemente porque moriría si no pudiera contemplar, de vez en cuando, la belleza de unos ojos femeninos que me observan y sentir la mirada de un ser sublime, de alguien creado para hacer pecar al hombre. 
Eva vino para tentar a Adán. Y lo entiendo. ¿Cómo resistirse a tocar y acariciar, a sentir y oler, a mirar y soñar? Difícil, muy difícil. 
A lo largo de la historia los hombres han luchado por el amor de una mujer. Batallas y guerras empezadas por obtener el favor de una dama. Duelos a la luz de la luna. Peleas en bares. Amistades que se rompieron. Existen miles de ejemplos en los que los hombres, en algún momento de su vida, se volvieron locos por una mujer. 
¿Pero qué tienen?¿Qué hace que en su presencia nos olvidemos de todo?
Muchas teorías se han escrito al respecto pero yo daré mi opinión. 
Para mi, lo que me deja embelesado y tonto es su delicadeza. 
Me parecen frágiles envoltorios de un espíritu totalmente distinto al de los hombres. Cuando miro a una mujer me entran ganas de cuidarla, abrazarla, protegerla, y sin ninguna duda de meterme dentro de ella. No, no penséis mal. No hablo de sexo ahora. Cuando digo lo de meterme dentro de ella es algo más filosófico. Saber que piensa, que siente, que ve. 
A mi ex le hacia mucho esa pregunta. ¿Qué sientes? Yo siempre le decía que me encantaría estar dentro de su piel, ser ella y saber y pensar lo que en ese momento le cruzara la mente. Me pasaba horas enteras intentando vislumbrar que pasaba por su cabeza cuando la cogía de la mano o que sentía si de pronto iba a la cocina y le acariciaba el culo mientras preparaba la cena. 
El cerebro femenino funciona de distinta manera, es más complejo. Bastante más que el de un hombre. Sus pensamientos van por caminos distintos a los nuestros. Encuentran razonamientos donde nosotros sólo vemos frases inconexas. Ellas van un paso por delante. 
Mentalmente creo que son más poderosas. Más listas e inteligentes. Más audaces. 
Si a eso le unimos el influjo que tienen sobre nosotros las hacen realmente gobernadoras del mundo. 
Ante esto cualquier hombre nada puede hacer. Toda mujer, por poco agraciada que sea, tiene algo excepcional. Unas manos, una piel suave, un pelo que dan ganas de oler, unas orejas a las que deseas acercarte y susurrar su nombre, un brazo al que aferrarte, un culo al que mordisquear en una aburrida tarde, unas piernas que admirar mientras caminan hacia ti, un sonrisa que hace que pienses que han abierto las puertas del cielo y un ángel esta delante tuyo.
Mejor mente, más evolucionada, y cuerpo diseñado para tentarnos. Pero no todo queda ahí.
Su forma de decir lo que piensan, la forma en la que expresan sus ideas y convicciones es única. Podría pasarme días enteros escuchándolas. Debatiendo y hablando. Su manera de ver el mundo es muy interesante. Las mujeres sienten de distinta forma lo que nos rodea y me encanta escuchar ese punto de vista. Adoro mirar a una chica mientras habla. Admirar los gestos. Observar sus manos, a veces acompañando firmemente sus opiniones otras moviéndose nerviosamente alrededor del pelo. 
Y quizá lo más agradable de la conversación, escuchar su voz. El sonido de las palabras es mucho más musical en los labios de una mujer. Más sensual sin duda. Le entonación es algo importante en los diálogos y ellas lo bordan. Los hombres hablamos más monótonos y simples, ellas son más dulces y tienen muchos más registros sonoros.
Y todo esto ellas lo saben. Tienen perfecto conocimiento de ello. Saben que haríamos cualquier cosa por ellas. Por un beso o una mirada moriríamos. Por tenerla eternamente mataríamos. Así ha sido desde el comienzo de los tiempos y así seguirá siendo hasta que el sol se extinga. La mujer es la creación más bella del universo. Ángeles en un mundo terrenal. Seres únicos y maravillosos.
Y son la verdadera razón por la que el hombre vive y respira, para amarlas.