La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Hollywoodland

Llegué a Hollywood en autobús desde el hotel en el que me hospedaba en Sunset Boulevard. Un recorrido por Los Angeles en el que te das cuenta de como es la ciudad. Casas bajas, negocios y restaurantes no sobrepasan los dos pisos de altura. Lo más alto que puedes ver en ese paseo en autobus son los hoteles y algún edificio que otro de oficinas. Me bajé un poco antes de llegar y fui andando hasta encontrarme con la famosa calle de las estrellas. Bullicio. Eso es lo que me encontré. Mucha gente. Más de lo que había imaginado 5 minutos antes. Una vez pasada esa primera impresión de agobio te fijas en los edificios. Justo estaba en la esquina del museo Ripley's y un dinosaurio gigante en la azotea te llama la atención. Esta calle es así, vas de sorpresa en sorpresa.
Empiezas a caminar a lo largo de Hollywood Boulevard  y ves muchos museos extravagantes, raros, curiosos. Cualquiera que tenga algo que mostrar lo ha puesto en un expositor y te cobra una entrada por verlo. La calle esta llena de restaurantes americanos y pizzerías donde poder sentarte a tomar algo y descansar. Y hacia este lado no ves nada más especial salvo miles de conductores de mini autobuses turísticos ofreciendo llevarte a ver las casas de los famosos por un módico precio. No lo probé  porque en algún sitio leí que era un poco perder el tiempo ya que ni apenas se acercan a las casas y solo ves las vallas de seguridad de Madonna, de Brad Pitt o de Michael Jackson. Es decir, nada. Eso si, te lo aderezan con chascarrillos varios típicos de programas del corazón.
Siguiendo con mi paseo di la vuelta y me dirigí hacia el otro sentido. Y unos metros después me fijé en el suelo y por lo que es famosa esta calle, las estrellas. Miles de estrellas adornan el suelo, dedicadas a todo tipo de personas relacionadas con el arte. Te ves leyendo todos los nombres que puedes intentado evitar chocar con la gente. Sonríes al ver a algún actor español, Banderas y Penélope Cruz, y te sorprendes con los que conoces y te preguntas quienes serán los demás. Es divertido. Y de vez en cuando levantas la mirada y en una de esas ocasiones te topas con el teatro El Capitan, un mítico cine de los años 20. En esa pantalla se estrenaron las primeras películas sonoras, actores como Clark Gable, Errol Flynn y Orson Wells se sentaron en sus butacas. Películas de Cecil B. Demille, la maravillosa Ciudadano Kane de Wells tuvo su premier allí. Luego el cine lo compró Disney y allí se pudo ver en la alfombra roja al mismísimo Walt junto a Julie Andrews y Dick Van Dyke cuando se estrenó Mary Poppins. Ahora sigue siendo de Disney y estaba G-Force en cartel, no es lo que se dice una película de culto pero no podía desperdiciar la oportunidad de entrar en ese legendario lugar y compré una entrada para la primera sesión de la tarde.
Justo enfrente se encuentra otro teatro con glamour. El Kodak Theater. Aquí se celebran los Oscar cada Febrero. Todo el mundo se hace la consabida foto en las escaleras emulando a los actores y actrices de las megaproducciones. Deseando por un instante ser ellos. Dentro hay tiendas de lujo, en las que solo puedes mirar porque los precios son prohibitivos. Al que ama el cine como yo, este es un sitio en el que siempre ha soñado con estar, en la alfombra roja, los paparazzi haciéndote fotos, los periodistas luchando por entrevistarte. Sueño imposible.
Y pocos pasos más allá completa la terna de teatros imprescindibles en esta zona el Grauman's Chinese Theater. El teatro chino es precioso, su entrada con forma de pagoda es impresionante, un dragón enorme te saluda en la puerta que guardan dos perros chinos. Y en el suelo, ante la entrada, las huellas de los actores en las baldosas. Me emocioné al ver la de Steven Spielberg. Hay decenas, el actor de Harry Potter y sus amigos con las huellas de sus varitas, las manos de Travolta, Harrison Ford, Julie Andrews. Es muy emocionante.
Al lado hay un centro comercial al aire libre, con una bonita plaza con fuentes que refrescan el ambiente. Restaurantes originales, tiendas, y en la planta de arriba un mirador en el que puedes fotografiarte con el famoso cartel de Hollywood al fondo.
Para descansar de tantas emociones comí en un restaurante bastante chulo, en cada mesa había una pantalla y hacías el pedido por ahí. También se podía jugar con las otras mesas a diversos juegos. Era muy divertido. Un lugar diferente. Como todo lo que hay por Hollywood Boulevard.
Después de comer tenía el cine, buena hora para disfrutar sentado en la butaca de una película sin demasiada chicha pero te ríes de vez en cuando. Fue la primera vez que en un cine en vez de ponerte anuncios antes de la película había un tío tocando el piano. Me gustó. Un toque de distinción.
Pero lo más alucinante de todo lo que ocurrió ese día fue al salir del cine. Me encontré entre un barullo de gente, rodeado de multitud de personas, no sabía que ocurría. Había cámaras, había guardaespaldas de dos metros, había seguridad por un tubo. Y de pronto me encontré de sopetón con Quentin Tarantino, la gente me había llevado hasta primera fila y pude verle tan cerca que hasta oía sus comentarios a las personas que le rodeaban. Me quedé totalmente embelesado, ¿qué más se le puede pedir a un dia en Hollywood?

martes, 25 de diciembre de 2012

Ricitos

Ha llegado el día en el que tengo que hablar del momento en mayúsculas. Del instante que me ha marcado como ser humano. El día que la conocí.
Es uno de esos ángeles caídos de los que hablé anteriormente. Pero al fin y al cabo es un ángel y me cautivó. Su embrujo de espíritu celeste encadenó su corazón al mío para la eternidad. En ese primer segundo que la vi no pude más que dejarme llevar y la locura se desató en mi alma y de ahí en adelante ya no soñé con tener a nadie más. Para mi, una mirada o una sonrisa suya era como estar en el mismo cielo. Contemplar sus manos y gestos al hablar, algo tan cotidiano y normal, era algo que me atraía hasta extremos de no poder esperar para poder verlo otra vez. Ese primer día encontré el amor verdadero y me di cuenta al instante. Se sabe, más que saberlo lo sientes en tu interior.
¿Cómo describirla? Es como la voz de Lana del Rey, dulce, sexy, a veces frágil, a veces dura, es poesía como sus letras, es la tranquilidad como el susurro de sus estribillos. Pero ante todo es angelical, y ese estado que le confiere una superioridad ante todos lo seres humanos es lo que me llevó a enamorarme perdidamente de ella en el mismo momento que la vi.
Cuando pronunció mi nombre por primera vez descubrí que Rubén sonaba a música, lo dijo con tanta dulzura que no escuché el resto de la frase, simplemente me quedé obnubilado. Recuerdo oírla pero no prestaba atención a sus palabras. Todo mi empeño se centraba en no cometer el error de besar esos labios y acariciar su pelo, de arrodillarme ante ella y suplicar una caricia.
Campeé el temporal emocional como pude y salí al paso asintiendo a cuanto decía y de vez en cuando preguntaba algo que sonaba más o menos coherente. Pero mi mente divagaba por otros lados, mi mente se encontraba junto con mi corazón en el mismísimo paraíso. Éramos Adán y Eva.
Y en el momento de separarnos esa primera vez un sentimiento se avalanzó sobre mi, tristeza. La incertidumbre era para mi una losa enorme sobre mis hombros. ¿Será un ángel que se quedará en mi vida o será efímero y desaparecerá para siempre? Pero décimas de segundo después, la tristeza dejó paso a la alegría infinita. Estaba locamente enamorado.
Y el momento entre los momentos, el instante más romántico de toda mi vida. Fue un beso bajo la lluvia en un parque, cuando a ella no le importaba mojarse y a mi no me importaba mostrarle mis sentimientos. Refugiandonos mientras seguíamos besándonos bajo una techumbre y aponyandola contra la pared el beso se volvió eterno. El tiempo se detuvo y nada de lo que pasaba en el mundo tenía importancia, solo existíamos ella y yo apoyados en el muro. Nunca volvimos a darnos un beso como aquel, y me arrepiento. Nadie en el mundo puede hacerse a la idea de cuanto siento no haber repetido ese instante. Quizá es lo que lo hizo tan romántico también, esa unicidad. El ser único e irrepetible. Quisiera saber quien fue el loco que inventó el beso, sinceramente.
¿Y qué ocurrió? Hace tiempo que dejé de preguntarme el cómo, el donde y el cuando. Ya no me pregunto ni que hace ni donde estará. Durante un tiempo tuve esa ilusión por recuperarla pero ese sentimiento me tenía sumido en una ansiedad constante, una impotencia y rabia que no controlaba. Y me puse en el peor escenario posible, ella había desaparecido para siempre de mi vida, y la angustia se fue, la rabia desapareció y solo quedó tristeza, una pena que llena mi corazón porque aún la amo, pero no puedo permitir que mi corazón tome las riendas de mi vida, aunque es una tarea ardua, extremadamente complicada y hay momentos en los que sin poder impedirlo descubro que una lágrima cae por mi mejilla, recordando que una vez tuve el amor de mi vida entre mis brazos y se me escapó.
Soy un soñador, un romántico empedernido, quizá un iluso. Y en el día de hoy me hago el único regalo que deseo. Permitirme durante unos minutos pensar en que es posible volver a tener su mano en la mía.
En lo profundo de mi corazón, escondida en un recóndito lugar aún hay una llamita. No he podido apagar ese fuego. Pero ese lugar esta bajó siete llaves, y una tras otra las he tirado al océano más profundo. No quiero dejar de ser como siempre he sido, no quiero endurecer mi alma, no quiero dejar de creer en los cuentos de hadas pero es la única manera de no sucumbir, al menos no he encontrado otra forma.
Pero me consuelo pensando que por muy larga que sea la tormenta el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Extraños

La vida, sin ninguna duda, te reserva sorpresas. Es difícil que en el mundo que nos ha tocado vivir alguien se sienta sobrecogido por los hechos que voy a narrar porque la gente se ha vuelto egoísta, y como si fueran trenes guiados por railes cada uno sigue su rumbo sin desviarse lo más mínimo.
Pero en ocasiones sucede que lo más inverosímil puede ocurrir.
Hace mucho tiempo, tanto que ni lo recuerdo, causé buena impresión a una persona. No quiero decir físicamente, sino como persona. Yo no era consciente de ello, simplemente la trataría como trato a cualquiera. Con amabilidad y respeto. No lo sé. El caso es que por una de esas cosas de la vida, ahora que mi espíritu, mi alma, y mi corazón pasan por momentos de flaqueza, y como si pareciera que algunas cosas están conectadas, recibí un mensaje en el móvil de esta persona. Un pequeño conjunto de palabras unidas para formar unas frases que supusieron para mi un alivio emocional momentáneo. ¿Por qué justo se acordó, esta persona, de mi en esos precisos instantes? Un guiño de la vida, así lo veo yo. Un guiño a la esperanza del ser humano porque cada semana recibo una nota desde su teléfono preocupándose por mi, sin ningún tipo de interés en otras cosas. Simple y llanamente recibo sus ánimos y preocupación. Se han hecho experimentos en los que dos personas conectadas de alguna forma, por parentesco, o sencillamente por conexiones neuronales a través del espacio, saben cuando sufren o cuando les ha pasado algo malo. No digo que ella y yo tengamos algún vinculo especial, ni siquiera la recordaba y ni le podía poner cara a ese mensaje pero ¿es para sentir curiosidad, no?
Otro hecho remarcable, más aún si cabe que el anterior, es que esa extraña persona con la que te encuentras por azares de la vida, te ayude desinteresadamente. Aquí entra la otra persona de la que hablaré hoy. Cada vez se ve menos, cierta clase de humanidad, ayudar al prójimo, ayudar a la gente que lo está pasando mal. Pese a que cada uno tiene sus propios problemas, y los lleva como mejor puede, esta persona saca tiempo y ganas para escribirme, para conversar. He dicho antes que era remarcable, me explicaré mejor. Es una persona que también pasó por mi vida hace muchísimo tiempo, pero a diferencia de la persona anterior, ella pasó como pasa el viento entre los árboles. Susurrando. Fue un contacto somero y frugal. Unas miradas, unos saludos. Y después del correr del tiempo se toma las molestias de interesarse por mi, de pasar alguna noche a mi lado con el móvil en la mano pese a que hace miles de días que no nos vemos. Ni apenas nos conocemos.
Estos dos hechos me emocionan, me hacen creer en la bondad de la gente. Al menos de algunas personas. Ojalá el mundo estuviera lleno de gente como ellas. Gente anónima que ayuda sin esperar recibir nada a cambio.
La sociedad de ahora nos ha inculcado que para sobrevivir hay que pisar a los demás, que lo único que vale es el yo. Nos lo han marcado a fuego en nuestros corazones. Competir, machacar, ganar, ascender sobre nuestros rivales. Cada vez hay menos compañerismo, menos interés por lo que le pasa al que tenemos al lado. El individualismo gana la batalla. Sin embargo, pienso en las dos personas que he mencionado aquí y tengo fe.
La vida es caprichosa. En un momento dado te da una bofetada en plena cara que te deja sin sentido y al rato te obsequia con el mejor de los regalos, esperanza.
Para un día tan especial como el de hoy, el optimismo por un mundo mejor, creer que es posible cualquier cosa si uno pone su granito de arena, es el mejor presente navideño.
Feliz Navidad a estas dos personas en especial, y a todo el mundo en general. Merry Christmas!

domingo, 23 de diciembre de 2012

Wicked

Andar por Broadway es una de esas cosas que te llena de ilusión, sientes cada neón, cada luz, iluminando tu cara de asombro por la cantidad de teatros que observas. Te fijas en los carteles, todos te llaman la atención de una forma u otra. Reclaman tu asistencia con comentarios de críticos que alaban esa obra en particular. En cada teatro contemplas los nombres de las estrellas que forman el elenco que actuará en unos momentos allí dentro y te sorprendes al ver a tal o cual nombre conocido. Al actor de Hollywood que para reciclarse se mete a protagonizar un musical o una comedia teatral.
Broadway y en particular la parte en la que se concentran los teatros es un hervidero de gente minutos antes de que empiecen los espectáculos. Personas venidas de todos los rincones del mundo que desean empaparse del glamour de haber asistido a un lugar con una clase especial. Un lugar de ensueño donde miles de actores han conseguido fama mundial, donde el sueño de triunfar es proporcional a la popularidad que consigas.
La gente se agolpa en las entradas de los teatros, nerviosos, espectantes. Muchos se visten con sus mejores galas para la ocasión. Otros, en cambio, se intuyen que son turistas de paso y van más acorde a su condición. Pero todos tienen en su semblante una sonrisa. Porque te adentras en un mundo que hasta hace poco tiempo estaba vedado a la mayoría. Ahora las funciones son diarias con incluso dos pases algún que otro día, los precios son asequibles y puedes conseguir unas entradas aceptables por un buen precio. Internet y la globalización han hecho que todo esté más al alcance de la mano de cualquiera. Pero todo eso no le quita ni ápice de ese sentimiento de saberse especial. Un privilegiado.
Eso mismo sentí yo cuando fui a ver Wicked. He visto otros espectáculos en Broadway pero ni siquiera la grandiosidad de El Rey León, ni la delirante comedia How to succeed in business without really trying, pueden comparárse a la historia protagonizada por Elphaba.
Al entrar al teatro no me esperaba el caudal de sensaciones que me produjo el musical, había leído críticas muy buenas, y más o menos sabía el hilo conductor de la obra. Que para aquel que no haya oído hablar nunca de ella, se centra en la vida de las brujas del oeste y del norte antes de encontrarse con Dorothy en Munchkinland y de intentar buscar al temido mago de Oz.
El teatro era bastante grande y todos pululábamos antes del comienzo por el hall, viendo la muestra de fotografías de los mejores momentos del musical, observando el vestuario que exponían en vitrinas de un cristal reluciente, tomando una cerveza o un refresco antes de enfrentarse a la bruja mala del oeste, viendo la tienda y decidiendo si más tarde comprarás algo.
Y llega el momento de sentarse en la butaca, reclinarse, ponerse cómodo, y disfrutar. Y desde el primer segundo es lo que haces. La historia te llena, te conmueve, te toca la fibra sensible, hay momentos en los que sientes que vas a llorar como un niño y otros en los que sueltas carcajadas que se escuchan cuatro filas más atrás. Quizá yo lo vi de esa forma porque me sentí identificado con el personaje de Elphaba, la bruja del oeste. Una mujer buena en su interior pero diferente, nació verde. Y eso provocó el rechazo de la gente, y sentirse incomprendida la hizo cambiar al final. Ella quería ser una bruja buena, quería utilizar la magia para el bien. Bueno, todos sabemos lo que le ocurre a la bruja del oeste en el mago de Oz. Acaba bajo la casa de Dorothy, aplastada. Un final triste para una bruja que en el fondo tenía su corazoncito de hada buena.
Los actores lo bordan y la música es vibrante, te engancha, te sumerge en la historia. Y el número estrella, el que realmente me hizo estremecer fue Defying Gravity. Esa canción esta llena de intenciones. La amistad entre las dos brujas, la lucha interior que se debate en Elphaba, el decidir tomar un camino aunque la vida se empeñe en que tomes otro. Las voces de las actrices se te mete en el corazón, en el alma y el final tan espectacular de este número te hace aplaudir hasta que te duelen las palmas de las manos. Increíble, es una fiesta para los sentidos. Un final de acto espectacular.
Sigues la historia de los personajes atentamente, sufres con ellos sus aventuras. Los actores consiguen transmitirte ese aluvión de sentimientos y sus voces hacen que tu vida durante un par de horas sea parte de ese mundo, un mundo de fantasía, de amistad, de traición. Y cuando todo acaba te deja pensativo. Piensas que ahora cuando veas el mago de Oz ya nada será igual. Has sufrido un cambio interior. La bruja del oeste que acaba bajo la casa de Dorothy por el terrible tornado ya no será la malvada bruja, será Elphaba. Comprenderás porque ha llegado hasta ahí, el recorrido que sufrió su vida para actuar del modo en el que lo hizo.
Al levantarte de la butaca y salir al hall de nuevo, eres otra persona, ves la vida con otros ojos. Eso es lo que tiene el arte. Cambia a las personas. Y Wicked es un obra de arte.
Y me fui a la tienda y compré el cd con la banda sonora para escucharlo de vez en cuando y recordar ese instante en el que, emocionado, te das cuenta que todos somos un poco Elphaba, todos intentamos luchar contra viento y marea por lo que queremos llegar a ser.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Sueños

Los sueños son incontrolables, impredecibles, a veces indeseables, a veces ni te quieres despertar.
Mi momento de hoy es un sueño, no un sueño en particular. Últimamente me ha dado por pensar en los sueños que tengo, puede que sea de persona poco normal, incluso rara, pero hace mucho un profesor mío de filosofía nos dijo que si podíamos recordar los sueños que los escribiéramos porque se puede conocer mucho de ti mismo por lo que sueñas.
De pequeño, en cierta ocasión, me desperté encima de la cama a cuatro patas y ladrando. Como sí me hubiera convertido en un perro. Lo cierto es que al despertar me dio miedo, y llamé a mi hermano para que estuviera conmigo acompañándome en mi terror nocturno.
Cuando tenía pesadillas, mi hermano que entonces tenía 4 o 5 años me decía, piensa en espinete y se te pasa. Buen consejo. Pero aún así yo tenía bastantes pesadillas. Sueños que para un niño son de un pavor terrible.
Y que decir tiene de ese momento justo antes de quedarte dormido, ese duermevela, ese momento entre la vigilia y el sueño en el que puedes ver cualquier cosa, apariciones, ilusiones, visiones fantasmagóricas. Da miedo, sinceramente.
Sin embargo me encantaba soñar. Ya siendo más mayor un amigo del colegio me dijo que si pensabas en una persona mucho, antes de dormir, soñabas con ella. Y yo lo probé, y funcionó, vaya que si funcionaba. Me gustaba una chica de clase y cada noche pensaba en ella, me dormía viéndola en mi mente, jugando juntos en el patio del colegio, o comiendo en el comedor junto a los demás chicos de clase. En esa época me encantaba soñar, era el mejor momento del día. Luego de adolescente lo intenté de nuevo y parece que la magia desapareció de pronto. Ya no controlaba los sueños, eran visiones locas, aventuras rocambolescas y de vez en cuando alguna que otra pesadilla. Una de ellas, bastante recurrente, era que varios aviones se caían del cielo, sobre mí. Y yo corría desesperado para que no me aplastaran.
El sueño es algo complejo, hace un tiempo escuche que los bebés antes de nacer mueven los ojos como si estuvieran en fase REM. Una fase en la que estas profundamente dormido y en la que se sabe que se sueña. Y te preguntas, ¿que sueña el feto de un bebe? No tiene ningún tipo de experiencia vital para que el cerebro pueda montar algún sueño. ¿Por qué algunas personas no pueden recordar sus sueños? ¿Cómo es posible que en un sueño puedas reír y llorar y esos sentimientos se trasladan al cuerpo y te sorprendes riendo o llorando al despertar? Cómo digo los sueños son muy complicados de entender.
En estos dias, no puedo por menos que decir que mis sueños son menos controlables que nunca. Me descubro a mitad de la madrugada inquieto, nervioso, triste, cansado, feliz. Me gustaría poder controlarlos como de pequeño, y poder fantasear sobre la almohada con lo que yo deseo, pero es imposible. No hay manera. Cada noche cierro los ojos sin una pequeñísima idea de la película que montara mi mente mientras duermo. Algo que parece normal es desesperante porque no quiero soñar con algunas cosas, el cerebro se comporta como un auténtico bellaco de cómic. Haciendo y deshaciendo  a su voluntad. Preferiría soñar con la rubia que se sienta enfrente de mi en la biblioteca, esa que solo con mirarme el corazón se acelera. O con la rubia con cuerpo de modelo y sonrisa cautivadora que pasa por mi trabajo y a la que jamás me atreví a decir nada, pero en sueños todo es posible. Aunque mucho me temo que seguiré soñando cosas que no me apetecen, cosas que cuando abres los ojos piensas que aún siguen ahí, que todo es real y tienen que pasar unos minutos para hacerte a la idea de que todo es una fantasía horrible orquestada por tu cerebro. O quizá todo sea cierto te dices, quizá todo sea verdad y ese sueño solo sea una especie de premonición, de visión del futuro. 
Los sueños ante todo son perturbadores, sean buenos o malos, aventuras felices o pesadillas increíblemente reales. Pero hoy me he propuesto intentarlo de nuevo, intentar cerrar los ojos y pensar en la rubia con cuerpo para pecar y sabor a caramelo. Quizá consiga ligarmela, sólo quizá. Los sueños son así. 

viernes, 21 de diciembre de 2012

Fin del mundo

La fecha de hoy es un día del que se ha hablado mucho. Los mayas no se creerían todo el revuelo que ha causado su ya archifamoso calendario.
Sin embargo, a mi este día me trae a la memoria un instante de hace unos años.
Era Agosto. En la playa, en La Manga. A mediados de mes siempre suele haber una lluvia de estrellas, las perseidas o como también se las llama, las lágrimas de San Lorenzo. Ese año fui a ver las estrellas alejado de todos y de todo. Quería contemplarlo en absoluta soledad. Busqué un sitio sin demasiada contaminación lumínica y me tumbé en la arena.
El firmamento estaba repleto de pequeñas motitas blancas, y pasados unos minutos vi la primera estrella fugaz. Me emocioné. Nunca antes había visto una. E hice lo que todo el mundo, pedir un deseo. No me acuerdo que deseé en esos instantes pero de lo que si me acuerdo es que me puse a pensar sobre el universo. Al poco vi otra estrella recorrer rápidamente el cielo, en realidad no son estrellas, lo sé. Pues sí, me puse a pensar sobre lo que siempre me ha llamado la atención, el universo infinito. Es imposible pensar en lo grande que es el universo con sus millones de galaxias y billones de planetas y estrellas. El otro día por ejemplo leí que el telescopio Hubble había descubierto una galaxia que dista tanto de nosotros que se formó casi cuando el big bang. Es decir, estamos viendo el pasado. En su infinitud es imposible pensar que no haya un planeta parecido al nuestro en el que se haya desarrollado vida, y no hablo de hombrecillos verdes con cabeza deformada. A todos aquellos que niegan la posibilidad de vida en otro lugar del universo es porque no se ha detenido a mirar el cielo.
Y mientras veía los meteoritos pasar fugazmente por el cielo mi pensamiento vagaba por esos mundos lejanos y planetas inhóspitos. Fantaseaba con ir alguna vez al espacio y contemplar la tierra desde las alturas de una nave espacial. Sueños.
El espacio es para nosotros como el mar y los océanos eran para los aventureros del siglo XV cuando salían a navegar sin saber muy bien que les depararía el futuro, que habría unas millas más adelante. Nos toca a nosotros ser ese Cristóbal Colón de los cielos e ir en busca de nuevas tierras. La única diferencia son las distancias, demasiado grandes para un ser humano. El espacio abarca tanto que necesitáremos de robots que vayan por nosotros, o descubrir por fin un agujero espacio-temporal que nos transporte a otros lugares. Tarea muy complicada. Pero hay que tener la mentalidad de antaño y no derrumbarse ante el hecho de que vivimos muy poco para tan largas distancias.
Ahora con todo este maremagnum de informaciones y noticias sobre el fin del mundo y como llegará me doy cuenta de todo lo que la gente ignora sobre el cielo, sobre nuestro planeta y sobre el universo en general. Los mayas eran gente muy sabía para la época en la que les tocó vivir, gente que miraba a los cielos para predecir acontecimientos importantes, y lo hicieron con bastante exactitud. Al igual que otras muchas civilizaciones antes que ellos. Antiguamente las estrellas se veían con más intensidad ya que no había ningún tipo de contaminación lumínica y era posible ver en cualquier punto de la tierra constelaciones y estrellas que ahora nos es difícil vislumbrar. Pero todo esto del fin del mundo, algo que han vendido hasta la saciedad, algo que se ha creado para ganar dinero, es una soberana tontería.
Yo no creo que hoy haya un meteorito gigante que nos vaya a impactar, no creo en un diluvio, ni que una radiación solar colapse todos nuestros equipos electrónicos y nos vayamos todos al garete. Más bien creo que el enemigo está en casa, en el propio planeta. Y somos nosotros. Guerras, masacres, asesinatos en masa, violencia, todo eso es nuestro fin del mundo.
Y personalmente creo que toda esta gente debería mirar al cielo, como lo hicieron los mayas, como lo hicieron los egipcios hace miles de años y ver. Entender que somos seres que en comparación con el universo no duramos nada. Un profesor mío decía que somos seres de 10 millones de segundos, es nuestra duración aquí de media. Una insignificancia para la edad de todo lo que hay en el firmamento.
El sol tiene fecha de caducidad, claro, es una estrella y como todas mueren. Pero eso ocurrirá dentro de muchos años, muchísimos, y en cuanto el sol se extinga, la tierra irá detrás. Pero hasta entonces creo que podremos disfrutar de un viernes tranquilo y apacible. Disfrutad.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Entrada a Venecia

Un espectáculo para los sentidos es entrar a Venecia con el vaporetto. Llegar a la plaza de San Marcos  por mar. Te sientes como Marco Polo, volviendo de su viaje por los confines de la tierra y llegando a su Venecia natal. Sí, quisieras haber nacido aquí. En su época de esplendor, rodeado de mercaderes y nobles, de pescadores y navegantes.
Yo, personalmente, llegué hasta la región del Véneto en coche y lo dejé en uno de los muchos parkings que hay a la entrada de la ciudad para luego coger el vaporetto y hacer mi entrada triunfal, como un Napoleón del siglo XXI.
Al bajar del pequeño barquito observas algo que en la Venecia actual a nadie sorprende. Hay más turistas que venecianos. Sobre todo en esa parte de la ciudad. Centenas de ellos bajan de los barcos que recorren el gran canal, de los cruceros que van a pasar un día allí o salen de los miles de hoteles que llenan la urbe. Es un hecho que Venecia esta concebida en la actualidad para los turistas, y a decir verdad la ciudad los necesita porque sino habría acabado hace ya bastante tiempo sumergida bajo las aguas del Adriático.
El vaporetto te deja en la misma plaza de San Marcos y tras desembarcar miras las columnas que te saludan y dan la bienvenida. Iconos de Venecia, las columnas de San Teodoro y del León alado de San Marcos son todo un símbolo. La plaza en sí es un monumento, y estoy de acuerdo con Napoleón, es el salón más bello de toda Europa. El palacio Ducal, el campanile, y al fondo la Basílica te rodean, te imbuyen de ese ambiente de los siglos XIV y XV cuando era el centro neurálgico de toda esa parte del mundo.
Caminas durante unos minutos admirando el ladrillo rojo del campanile, los detalles del palacio, sus muros exteriores están llenos de pequeñas ojivas, arcos y columnas. Y te das cuenta que la tonalidad de estos va cambiando según le de la luz del sol. Miles de palomas llenan el suelo de la plaza, atraídas por los turistas. Este suelo está lleno de agujeros, hechos para que pueda salir el agua cuando se da el fenómeno  del acqua alta. Y al darte de bruces con la fachada de la basílica te das cuenta de su belleza intrínseca. No se demasiado de arte, pero reconozco algo bello cuando lo veo y esto me dejó alucinado. Los distintos colores de la fachada, las esculturas, los arcos, las bóvedas, todo se une para hacer una auténtica obra de arte, delante de mi tenía algo excepcionalmente bonito. Es lógico que durante toda mi estancia en Venecia pasara cada día por esta plaza y admirara esta vista, de hecho una tarde estuve viendo como se ponía el sol detrás de sus muros y eso, amigos míos, es algo digno de ver.
En la plaza te puedes pasar prácticamente un día entero para visitar todo. Hay colas de turistas por donde mires, grupos de ellos haciendo miles de fotografías, dando de comer a las palomas, dejandose hacer un retrato por un artista callejero o simplemente parados, anonadados por el lugar.
Y como no puede ser de otro modo yo me convertí en otro de esos turistas esperando para subir al campanile. El actual campanario es de principios del siglo XX ya que el original se derrumbó pero eso no le quita ni un ápice de notoriedad al lugar. Pero más que nada yo quería subir allí por las vistas que desde lo alto se verían de la ciudad. Y no me defraudó. Desde esos 100 metros de altura a los que me encontraba se veía una Venecia distinta, la plaza y las callejuelas que la rodeaban mostraban lo diferente que es a todas las otras ciudades del mundo. Sus canales, serpenteando, con miles de recodos dan un toque de singularidad mayor a todo. Ves las góndolas atracadas en el puerto como si fueran minúsculas hormigas. Y desde ahí arriba se ve ese color azul del Adriático tan espectacular, tan hermoso. El puerto de la plaza es un trajín de entrada y salida de barcos de todo tipo, y desde lo alto se ve mejor que en ningún otro sitio. Desde ahí contemplas la basílica con otro punto de vista que no hace más que corroborar lo que ya pensabas, es increíble. Te gustaría quedarte más tiempo en las alturas pero la gente se agolpa detrás de ti y te saca de tu ensimismamiento. Hay que bajar.
Para descansar un rato te sientas en una de las terrazas de la plaza a tomar un café, sin duda el más caro de cuantos me he tomado, pero disfrutar de un sitio como ese con la calma y tranquilidad que te transmiten los músicos que dan un pequeño concierto allí mismo no tiene precio.
Y así, termina mi instante de hoy. En un lugar peculiar, diferente. Con sus contrastes de un lujo de antaño y la aglomeración turística actual. Un instante romántico, nostálgico, elegantemente poético.