La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

martes, 29 de agosto de 2017

Capítulo 23: Just keep swimming.

¿Seré capaz de ir desde mi casa hasta la estación de Atocha?
Hace un rato me he puesto el disfraz de Nemo y me he adentrado en el infinito océano de las calles de un Madrid poblado de nubes.

La empresa no era baladí en cualquier caso. Los que me conocen lo saben, me pierdo en una baldosa. Un pirata madrileño, para más inri, navegando por callejuelas estrechas y amplios bulevares.

¡Pero Ru, si es todo recto desde tu casa! Exclamarán los más atrevidos, pero queridos, en mi mundo la linea recta no existe.

Asi que, ataviado nada más que con el valor propio de un Nemo de colores llamativos, me he puesto a andar descifrando a cada paso el sendero a seguir, con más ímpetu que pericia.

He procurado no guiarme por app ninguna, ni preguntar a los lugareños, que complacientes me dirian que camino era el adecuado. No, lo quería hacer complicado. Debía ser un auténtico reto por lo que mi única guía serían los árboles, viendo hacia que lado crecían las ramas o salía el musgo en sus ancianos troncos. El viento, por supuesto, oliendo el rastro cuál adiestrado sabueso. Los pájaros, con su misterioso vuelo. Las estrellas, imaginando donde estaria la Osa Mayor. En fin, mi metodología para lograr cantar victoria, era intentar desplegar toda mi sabiduría de boy scout y ver donde paraba.


Observando hacía donde soplaba el viento. La fuente me fue de gran ayuda. 
Un pequeño receso para escuchar a los árboles. Esos troncos no tenian musgo que me diera pistas, pero aún asi me aventuré a seguir mi instinto. Just keep swimming!
Encrucijada. Palomas, ¿qué sendero he de tomar? Nada, ni caso. 
¡Lo conseguí!
Saboreando la victoria. Conquistada Atocha, una ďuda me sobrevino de inmediato...¿y ahora por donde vuelvo?

Capítulo 22: Modelo.

Confesión. Me encantaría parecerme de mayor a Phil Dunphy de Modern Family. Es total.

sábado, 26 de agosto de 2017

Capítulo 20: Vomitando nubes de colores.

"I saw thee smile! The sapphire's blaze 
Beside thee ceased to shine; 
It could not match the living rays 
That filled that glance of thine."
Lord Byron, 1815. (Extracto del poema I saw thee weep)

La lucha incesante era abrumadora. Fogonazos de un lado, del otro llamas ardientes. Unos salían disparados desde la mente hacia el mismo centro del alma. El fuego, a su vez, intentaba replicar desde lo más profundo del corazón.

Las sombras se cernían en el interior trás cada descarga. Ninguna de las dos partes se creía en desventaja y por ello nadie retrocedía. Cerebro y corazón se batían en duelo, a tumba abierta, hasta que uno de los dos pereciera al fin.

Mientras, los ojos, invitados inoportunos a tan descomunal batalla, se desligaban de cualquier conflicto y se posaban distraidos sobre las nubes. Ignorantes de la contienda que se desarrollaba más abajo, flotaban ligeras mecidas por el viento que las envolvía, llevandolas hacia lugares lejanos, quizá más allá de las estrellas.

Las manos palparon el corazón, seguía latiendo.
El corazón miró de reojo a la mente, seguía pensando.
¡Maldita terquedad!

El fresco aliento del atardecer entró en los pulmones dando un respiro. Una necesitada tregua en la que recobrar fuerzas. En esa pausa momentánea, los ojos se cerraron y ambos bandos se acercaron a hablar. ¡Parlamento! Gritó uno de ellos.

- Cerebro: ¡No ves, estúpido corazón, que todo esto es en beneficio tuyo!
- Corazón: ¿Qué tiene de bueno no sentir, loco incrédulo?
- Cerebro: Evita que vengas gimoteando cuando alguna flecha del endiablado Cupido te alcanza y resquebraja parte de tu cuerpo.
- Corazón: ¿No te das cuenta que si dejo de latir tu morirás?
- Cerebro: Prefiero la muerte a leer u oir alguna sandez tuya que tenga que ver con el amor. ¡Estoy harto de tanto empalago!
- Corazón: El ser humano fue creado para amar, mi querido enemigo. ¿No leiste a Byron o Tennyson?¿No fue este último el que dijo aquello de «es mejor haber amado y perdido que jamás haber amado»?
- Cerebro: Necios todos ellos. Románticos sin cura posible. El amor es una enfermedad, debilita y trae consigo la muerte. ¿¡Cuántas batallas comenzaron por eso que llamas amor!?
- Corazón: ¿Dejarás que alguna vez diga te quiero?

El cerebro, en un instante de absoluta osadía, desenfundó su espada dispuesto a dar la última estocada.
Solo había una manera de salvarse, pensó el corazón. 
El pulso se aceleró, los latidos se notaron en cada rincón y órgano del cuerpo. Un enorme torrente de sangre fluyó desde el corazón hasta el cerebro llevando consigo un recuerdo.

Noche oscura. Dos manos, dos personas. Ella buscó su mano, él dejó que la encontrase fácilmente. Los dedos se entrelazon de manera sutil, casual. Entonces ella apretó la mano de él con fuerza, necesitándola. Echándo de menos cada uno de esos dedos. Él respondió de la única manera posible.
Amándola. Eternamente.

¡Qué diablos!
Vomitadas de la boca, asombrosamente, salieron pequeñas figuras algodonosas que tomaban diversas formas según iban subiendo hacia el cielo.
Su estructura, indefinible, estaba plagada de bellos colores. Tonos anaranjados, verdes y rojos. También se podían observar cúmulos llenos de amarillos y marrones, el azul apenas distiguible del horizonte subió rápidamente tras salir a trompicones en una exhalación al dejar abierta la boca por el desconcierto.

¿Qué está ocurriendo? Se preguntaron los ojos, extrañados ante tan mágico acontecimiento. ¿Estoy vomitando nubes de colores?

- Cerebro: Permitiré que digas te quiero con una condición.
- Corazón: Pide y te será concedido.
- Cerebro: Que tan solo menciones esas palabras si ese sentimiento es verdadero.
- Corazón: Así sea.

La paz ha llegado, esa fumata mágica y colorida da fe de ello. Cerebro y corazón han sellado un acuerdo.
La mente será mas permisiva y el corazón...bueno él seguirá siendo él.

"Deep in my soul that tender secret dwells,
Lonely and lost to light for evermore,
Save when to thine my heart responsivee swells,
Then trembles into silence as before."
Lord Byron, 1814. (Fragmento de The corsair, el corsario).

viernes, 25 de agosto de 2017

Capítulo 19: Wonderland.

Basado en hechos reales.

Escena primera: Plano medio de alguien sentado en un sofá, sujetando un vaso de whisky al que da pequeños sorbos de vez en cuando. Mientras el plano se va abriendo y la cámara se aleja poco a poco de esa persona que lleva un extraño sombrero, una voz en off empieza a hablar.

...Hay ocasiones en las que nada se puede hacer, y otras en las que por mucho que hagas nada cambiará en absoluto. Sin embargo, si ella no volvía Manhattan se marchitaría poco a poco...

Esa voz se apaga en un susurro justo en el momento en el que la cámara se para en un plano de la cara de ella reflejado en una foto que reposa sobre la mesa al pie del sofá. Blanco sobre negro. El vestido de ella, tan claro como la Luna, resaltaba su ojos oscuros. Su pelo negro rodeaba un rostro sonriente y reposaba sobre el sensual vestido. La mirada perdida en la mueca de su acompañante, el mismo que bebía preocupado en el sofá, denotaba admiración. De fondo las luminosas letras del Wonderland dejaban un rastro de destellos mágicos en la instantánea.

La cámara se detiene de nuevo en el hombre del sombrero, su mirada de ojos verdes se posa sobre la foto de ella mientras una melodía, que no hacía mucho se coló en sus pensamientos, suena con aires nostálgicos. "...though I try to hide it, it's clear. My world crumbles when you are not here..."

Fundido a negro.

Escena segunda: Una calle desierta, una oscura noche sin luna. Plano general de un barrio típicamente americano de casas bajas. Se escucha a Duke Ellington tocando it don't mean a thing...

Al fondo aparece un hombre impecablemente vestido con traje gris oscuro. Bajo el sombrero, que lleva algo ladeado, se dibuja un rostro. Es el de Reuben.

La voz en off se escucha de nuevo mientras la cámara va recorriendo en un lento travelling las calles del alto Manhattan. 

Edward Reuben Niemmen caminaba por la calle con la seguridad que le daba sentirse adorado por la gente. Sin embargo, ese día, su semblante no transmitía ese magnetismo que le caracterizaba. Una hora antes había tenido una conversación con Beatriz. Esa mujer le tenía descolocado, quien lo iba a decir. Eddy Niemmen, más conocido en la ciudad como "Shorty" se había quedado sin palabras ante lo que aquella intrigante y, al mismo tiempo, maravillosa mujer le había dicho hacía unos pocos minutos. 

Un par de manzanas antes de llegar al club se paró un instante, se apoyó en la fría pared de piedra gris de una tienda de ultramarinos y se frotó los ojos. Necesitaba un trago. 

- Una botella del mejor Bourbon que tenga, por favor. Le pidió al tendero que distraído escuchaba la CBS en su viejo aparato de radio. 

- ¿Una mala noche? Le preguntó el hombre canoso detrás del mostrador. 

Eddy, sin mirar siquiera el rostro de quien le hablaba, sacó un fajo de billetes y pagó la botella de 10 dólares con uno de veinte. 

- Quédese el cambio. 

Salió a la calle, fría y solitaria. La amarillenta luz de las farolas creaban una atmósfera aún más gélida. ¿O quizá era su maldita percepción? Abrió la botella y bebió mientras las palabras de Bea se asomaban a su mente. ¡Te odio, Eddy!

Su mirada entonces se quedó fija en un hombre sentado al otro lado de la calle.

- ¡Amigo! Le gritó éste al ver que Eddy detenía su vista en él. ¿Tiene un par de pavos para un hombre sin suerte? 

Shorty se acercó.

- Haré algo mejor, compartiré mi botella contigo. ¿Quieres un trago? 

- Nunca diré que no a un ofrecimiento como ese. 

Shorty le pasó el Bourbon. 

-¿Sabes? Nunca entedenderé a las mujeres. 

- Es mejor así, dijo el vagabundo. Es lo que las hace tan fascinantes. El misterio que hay tras sus miradas.

Eddy se quedó pensativo. Si, las mujeres eran una incógnita para él. 

El mendigo hizo el gesto de devolverle la botella. Edward sonrió levemente.

- Quédatela, hoy la disfrutarás tu más que yo. 

Metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó un par de billetes.

- Busca un lugar en el que te den un buen filete y así lo acompañas con el whisky. 

El hombre sentado sobre un cartón mugriento sonrió mientras Ed se alejaba. 

- ¡Gracias amigo! Gritó. 

Shorty saludó con una mano sin mirar hacia atrás, quitándole importancia al gesto que acababa de tener. ¿Qué importaban unos dólares en una noche así? 

Caminó unos minutos sin apenas desviar la vista del suelo, hasta que empezó a escuchar el bullicio. A lo lejos se intuían la luces del club de moda en las noches de Nueva York. Una larga cola se podía ver ante la entrada. Gente de todo tipo esperaba horas para entrar en aquel lugar. Chicos intentando impresionar a sus citas, grupos de amigos que deseaban conocer a la actriz del momento, amantes del blues, fanáticos que deseaban que Billie les dirigiera una sensual mirada al tiempo que se movía sobre el escenario, niñas que anhelaban un beso de Errol y gritaban excitadas ante tal posibilidad. 

Edward adelantó a la gente que esperaba impaciente su turno. 

- ¡Hey, amigo, póngase a la cola! 

Escuchó que le gritaba alguien. Ed con las manos en los bolsillos ni se inmutó. Llegó a la doble puerta negra con un gran ojo de buey a cada lado y levantó la vista observando el letrero luminoso que centelleaba en la noche.

Today, the great and marvellous Billie Holiday. Como cada Domingo, en la noche de las estrellas, allí estaría Eleanora cantando para él. 

Al bajar la mirada se topó con la figura del grandullón. Franky, el búlgaro. Una mole de unos dos metros de alto y brazos enormes. El búlgaro era tan americano como Shorty pero le llamaban así porque contaban las malas lenguas que unos años atrás había matado a un hombre de nacionalidad búlgara que intentó camelar a su chica en un garito de mala muerte en Brooklyn. Se decía que Frank había cortado cada dedo de la mano con la que había tocado el culo de su novia dejando que se desangrara poco a poco. La policía nunca pudo demostrar tales habladurías porque el búlgaro nunca apareció ni vivo ni muerto, pero Frank se quedó el apodo. Y si alguno de vosotros le pudierais preguntar os diría lo mismo que le dijo a Edward cuando una noche sacó el tema. Oye Frank, ¿qué hay de cierto en todo eso del búlgaro? Shorty, eso es algo que sólo el propio búlgaro podría responder.

Y ahí se encontraba Eddy, a las puertas del club más chic de todo Estados Unidos. Una noche más, pero no una cualquiera. Era la celebrities night en el mágico Wonderland y allí todo podía suceder. 

Franky dió la mano a Ed al verle y le abrió la puerta. 

- Dentro esta Jess. Te espera en la barra. 

- Gracias Frank. Esta noche pinta bien, dijo señalando con la mirada la larga fila. 

- Si, Lady Day los tiene a todos locos. 

Traspasar aquellas puertas era como adentrarse en un mundo irreal y luminoso. El olor de la amplia entrada era inconfundible. Allí estaba Rachel frente a un pequeño mostrador flanqueado por dos enormes jarrones de rosas blancas y rojas que ella misma traía cada noche. 

- Hola cariño. 

- Hola Rachel, ¿qué tal la noche?¿muchas propinas?

- No esta mal, Bugsy me ha soltado un billete de 50 sólo por cuidar de su abrigo como si fuera mi querido gatito. Con esas mismas palabras me lo ha pedido. 

- Vaya, ¿Bugsy ha venido?

- Así es Ed, hoy tenemos a gente importante. 

- El jefe va a tener que subir el sueldo a Billie, reúne a más millonarios que una junta del bueno de Rockefeller. Soltó Edward, entre risas, mientras daba un beso en la mano de Rachel.

Un pasillo estrecho unía la recepción con el gran salón. La pared negra estaba repleta de fotos de mujeres con preciosos vestidos y apuestos hombres acompañándolas, posando a la entrada del Wonderland o sentados en alguna de sus mesas. Recorrer esos metros cambió el humor de Eddy, ya escuchaba el clarinete de Lester Young. Fuera de allí el mundo era violento y cruel, despiadado. Pero todo cambiaba al caminar por ese pasillo. Ese era el único lugar en todo Nueva York en el que blancos o negros, mafiosos o banqueros, músicos o escritores, actores o jugadores de béisbol eran tratados por igual. Sólo había un requisito para poder disfrutar de todo aquel ambiente, tener diez pavos en el bolsillo que era lo que costaba un sidecar. Mezcla de coñac, cointreau y zumo de limón, era el cóctel que ahora estaba más de moda entre las nuevas actrices de la MGM que se dejaban caer por la Costa Este entre rodaje y rodaje. 

- ¡Ed! 

Una preciosa muñequita de largo y sedoso pelo rojizo con pequitas por toda la cara le llamaba a la entrada del salón. Era Beth, una jovencita de Boston que había dejado su hogar para labrarse un futuro en el mundo del espectáculo. De momento, era una de las camareras del Wonderland. 

- ¡Hola nena! ¿Qué ocurre? 

- El señor Siegel quiere verte, me ha pedido que te avisara cuando llegaras.

- Luego me acerco a su mesa, antes tengo que hablar con Jess.

Extremadamente luminoso, el gran salón del Wonderland era enorme y estaba lleno de vida. La luz era esencial en un lugar al que la gente iba para ser vista y para lograrlo tres grandes lámparas colgaban del alto techo creando ese increíble contraste entre el oscuro pasillo de entrada y la inmensidad y claridad del salón. Edward siempre decía que hacer ese recorrido era como volver a nacer, como cuando un bebé recien nacido atraviesa el útero de la madre para salir al mundo. Por supuesto, para Shorty el mundo entero se concentraba en aquel maravilloso salón del Wonderland.

Siempre se asombraba del poder de la música. En cualquier otro lugar, esos tipos sentados en las mesas estarían matandose unos a otros. Allí disfrutaban del alcohol y de las chicas, hablaban y reían. Nada  parecía preocuparles, desde luego que no era así. ¡Pero todo era tan idílico! 

En el centro estaba la orquesta y una pequeña zona abierta donde algunas parejas bailaban. Lester hacia las delicias de los que agarrados se susurraban cosas inconfesables al oído. Estaba calentando el ambiente hasta que ella saliera y fuera el centro de atención. La vió en una mesa, sentada junto a Duke y su mujer. Billie estaba excepcionalmente bella esa noche, luego iría a verla antes de su actuación. Ahora necesitaba localizar a Jess.

- Maggy, cielo, lleva una botella de Crystal a la mesa del señor Louis.

- Muy bien Ed, pongo el cóctel a la señora Pickford y enseguida estoy con el campeón. 

Eddy había estado en el estadio de los Yankees viendo el combate de Joe contra Schmeling. Max había aceptado la revancha a aquel primer encuentro que tuvieron ambos un par de años atrás. Esta vez Joe Louis estudió mejor los golpes de Schmeling y ante un estadio lleno hasta la bandera, setenta mil personas según el Times, logró noquearle y llevarse una bolsa de un millón de dólares. The Brown Bomber tenía un buen montón de dinero para gastar y Edward quería que se dejara una pequeña parte en el Wonderland y para ello tenía que tenerlo contento. 

Tras la barra había dos mujeres. Jeannie, una rubia de pelo corto y amplia sonrisa, y Natalie una morenita de Alabama de reciente adquisición para los intereses del club. 

- Natalie, bombón, ponme un Macallan. ¿No estaba por aquí Jess?

- Si, ha ido a saludar al señor Luciano. 

¿Lucky Luciano y Bugsy Siegel el mismo día? Eso era algo sobre lo que pensar, se dijo Edward. Pero luego se encargaría de ese tema. Ahora mismo acababa de aparecer lo que andaba buscando. Jessica Wilson llevaba un vestido rojo sin mangas ajustado en la cadera. Su caminar era seguro pese a los vertiginosos zapatos negros con los que daba pasos cortos pero decididos. El pelo rubio lo tenía recogido en un moño salvo por dos pequeños y finos mechones que, uno a cada lado de su atractiva carita, se balanceaban como el péndulo de un ilusionista que intentara hipnotizarnos. Sus preciosos y enormes ojos azules estaban fijos en él. Durante diez segundos no pudo evitar admirar a esa impresionante mujer, luego fue a su encuentro para saludarla. Jessica era la encargada de aquel explendido club.

Una de las extravagantes señas de identidad del Wonderland era que el local estaba regentado y atendido por mujeres únicamente. Salvo dos excepciones. Frank el búlgaro, y Edward "Shorty" Niemmen.

- Hola Jess, hoy tu ojos brillan más que nunca. Le dijo Eddy al darle un beso en la mejilla. 

- Buenas noches, jefe. Tus ojos, sin embargo, me dicen que su dueño esta algo más triste de lo habitual. 

- Tienes razón, Bea ha desaparecido. Debo pedirte un favor, pero antes disfrutemos de la voz de Billie un rato. Quizá eso me permita aclarar las ideas.

En ese momento salía la señorita Holiday al escenario y los primeros acordes de "Strange fruit" empezaban a sonar.

El Wonderland bullía de vida, la melancolía desapareció brevemente de su mirada y por unos instantes contempló su mundo, aquel increible salón. Ese ecosistema único en el que él era el mago que hacia que cualquier cosa fuera posible en el país de las maravillas. No había nada que Eddy y sus chicas no pudieran conseguir, y eso era lo que hacia que todo el que tuviera un nombre en esa jodida ciudad quisiera estrechar la mano de Edward Reuben Niemmen. 

Sin embargo, tras los primeros acordes y la melancólica voz de Lady Day la mente de Eddy no pudo evitar rememorar esa conversación.

- Te odio, Eddy. Odio amarte. Por eso me largo de Manhattan.
Edward, de pie en la puerta, la abrazó. La besó en la mejilla.
Mientras la observaba alejarse por el pasillo una melodía recorrió aquel lugar como si alguien, un ser divino o un guionista improvisado de aquella pequeña tragedia, supiera exactamente lo que la mente de shorty pensaba.
"...though I try to hide it, it's clear. My world crumbles when you are not here..."

Shorty, en una de las pocas fotografías que se conservan de él. 


miércoles, 23 de agosto de 2017

Capítulo 18: La singular mente de la chica de la Luna llena.

Siempre se ha creido que llegará un instante en el desarrollo de la humanidad en el que habrá un cambio irreversible donde todo lo que conocemos, sentimos y observamos jamás podrá volver a ser igual. Este momento en el espacio-tiempo, es lo que se ha venido a llamar singularidad.

En el ámbito de la ciencia, ese singular punto vendrá dado por varios factores. La neurociencia y el estudio de los sistemas de inteligencia artificial junto a la compleja simbiosis cerebro-máquina harán que dentro de no mucho podamos averiguar qué es lo que realmente piensa y siente una persona.

Erase una vez una chica cuyo rostro brilló junto al de la Luna llena. Sus ojos parecían estrellas y su sonrisa pequeñas nubes algodonosas que flotaban alrededor del luminoso astro.

Como toda narración que se precie de ser contada, debe tener un hilo conductor, éste no puede ser otro que su singular cerebro. Él es el prota en esta ocasión, el hilo, nudo y desenlace de esta pequeña historia.

Sobre el papel, su cerebro visto desde fuera no revestía nada especialmente llamativo. Era igual que muchos otros, con sus rugosidades, sus lóbulos perfectamente diferenciados, su bulbo, su cerebelo. La singularidad (esta palabra se va a repetir bastante a lo largo de tan singular escrito) residia en lo que había en su interior y recorría velozmente axones y dendritas a traves de los neurotransmisores. Esos paquetes de datos que, sin parar, discurrían fugazmente de un lado a otro creando verdaderas autopistas de pensamientos, era lo realmente fascinante de esta chica.

En el mundo del mañana, sería muy sencillo poner ciertos electrodos en puntos estratégicos de su esponjoso cerebro y observar mientras las máquinas analizan datos y comportamientos.
En el mundo de hoy, esa mujer es el enigma del siglo. Decenas de personas en algún momento u otro de su vida se preguntaron algo que jamás tendrían oportunidad de averiguar. ¿Qué pensaba?

Si lloraba, ¿era de felicidad o de tristeza? Si sonreía, ¿se debía a algun hecho del presente, del pasado o quizá del futuro?
¿Un si, era realmente un si? ¿Las palabras que salían por su boca eran la transmisión literal de sus pensamientos o su prodigiosa mente la engañaba con algún truco que solo ella era capaz de realizar? ¿Tenía sentimientos o al ser un cerebro tan desarrollado, éste los había desechado al fondo "del armario" por ser inservibles en épocas en las que esta mal visto dejar hablar al alma?

Ningún ser humano se propuso averiguar realmente tales cuestiones. Todos se rendían al primer embate de dificultad. Todos y cada uno de ellos dijeron, bueno ya llegará el dia en el que las máquinas hagan ese trabajo. Un día los ordenadores entenderán la mente de esta chica cuya cara refulgió en una ocasión tanto como lo hizo la bella Luna.

Ese nudo gordiano tan dificil de desliar que era su mente causó estragos en algunas personas, pero quizá la más afectada era la propia chica. Muchas veces quiso huir de ella, dejándola abandonada en cualquier antro maloliente. No pocas noches intentó dar esquinazo a su vívido cerebro, pero éste se las sabía todas y por muchos garitos a los que fuera siempre se acostaba con el acuestas. No había forma alguna de desligarse de sus pensamientos.

No todo era sufrimiento, desde luego. Esa hiperactividad eterna que mantenía su mente en vertiginoso funcionamiento, le hacía ser una persona tremendamente inteligente. ¿Pero hasta que punto valía la pena? Muchos conocimientos, mucha sabiduría, el dominio de muchas artes y sin embargo cada noche solo su cerebro era capaz de comprenderse a si mismo. Como una máquina que llegado ese punto de inflexión, esa singularidad, sabe aprender de si misma para hacerse mejor y más eficiente, desoyendo al cada vez más tímido corazón cuyo hilo de voz apenas se escucha entre el rugir de la información correteando a velocidad de la luz por todo su cerebro.

En este punto de mis cuentos siempre suele aparecer el héroe, sin embargo en esta ocasión esa persona no tiene pinta de valeroso y fuerte caballero andante.
El único ser humano capaz de comprender ese cerebro es uno que, muy lejano de ese estereotipo de chico con capa y espada, pese a los nulos abances no se detiene en su férrea determinación de averiguar quien es la mujer de la Luna llena.
¿Qué le lleva a ello? En una de mis historias sería el amor, el verdadero amor. No obstante este cuento es muy peculiar (singular, si lo preferimos) y su motivo puede que no sea ese.

El antihéroe sabe que hay muchas cosas que los hombres no conocen, que permaneceran durante mucho tiempo en algún lugar etéreo y nebuloso, velado para el entendimiento humano. Quizá hasta que alguna máquina, robot o ser artificial sepa desentrañar esos misterios.
El antihéroe no quiere conocer sus pensamientos por simple curiosidad o por llegar donde ningun otro hombre estuvo. No desea culminar ninguna cumbre antes que nadie por el simple mérito de haberlo conseguido.
El antihéroe, el único que tiene la potestad real de averiguar el secreto de los pensamientos de la chica-luna, tan solo desea coger su mano en las noches en las que ella desee huir agobiada por su hiperdesarrollada mente y decirla entre susurros. Tranquila, yo te entiendo y estaré a tu lado para siempre. Cada amanecer de cada día besaré tu alma y acariciaré tus pensamientos.

Algunos científicos han dado fecha para esa singularidad. Mediados del siglo XXI. En ese momento la neurociencia y la tecnología se unirán para que el ser humano llegue a un punto de no retorno. Entonces esa chica dejará de ser un misterio, y quizá por trartarse de algo cotidiano eso de leer y comprender mentes, nadie se preocupe por averiguar sus sueños y pensamientos.

Suena demasiado gris, ¿no creéis? Alguien debe dar color a este final e intentarlo antes de que ese día llegue y el mundo sea demasiado viejo para creer...en lo singular del amor.
Antihéroe, ¿dónde te metes? Esa chica necesita que le sostengas la mano en las noches más oscuras.

lunes, 21 de agosto de 2017

Capítulo 17: Corazones de hielo.

Fase1: Ser majete.
Fase 2: Buscar un tema de conversación que le atraiga.
Fase 3: Hacerla reir.
Fase 4: Mirarla con sinceridad.

¿Qué  hacer cuando nada de eso funciona? ¿Cómo actuar ante una de esas almas llenas de vericuetos? ¿Cómo se conquista un corazón helado? ¿Con fuego? No, corres el riesgo de chamuscarte. ¿Con cariño? Tampoco, la capa de hielo es demasiado espesa para poder traspasarla con algo de afecto. ¿Con indiferencia? Imposible.

Estas y muchas otras preguntas asomaron por mi mente en varias ocasiones. Mi poca experiencia en el tema me decia que debía buscar el consejo y la sabiduria de los grandes.

Empecé por estudiar los antiguos tratados en los que decian que la palabra escrita y leida era la mejor forma de despertar el lado romántico de alguien. Bueno, me dije, parece sencillo. Trillones de palabras en innumerables cartas no surtieron el efecto deseado.
El corazón helado no se derritió con las infinitas misivas hablando del amor.

De acuerdo, busquemos un nuevo método. Según esos mismos tratados, los caballeros serviciales, atentos y dispuestos a toda clase de actos nobles y valerosos las volvían loquitas.
Siempre que sonó el telefono alli estaba. Siempre que ella dijo ven, allí que fui. No, ser cortés tampoco parecía la manera de llegar donde quería con un corazón helado.

Pero Rubén, ¡qué estamos en el siglo XXI!
Vale, vale. Abancemos un poco en las artes de cortejo y veamos ejemplos más cercanos.

El cine desplazó a los libros en este siglo, por tanto debería fijarme que hicieron algunos de sus protagonistas para llevarse a la chica de turno. ¿Qué hizo, por ejemplo, Clarence para ligarse a Alabama?
En "True Romance" el inocente Clarence lleva a la chica a una tienda de cómics. Alli le explica, con luz tenue y miradas furtivas, el cómo y porqué del anillo que lleva Peter Parker colgado al cuello antes de ser Spiderman. Tras eso y una noche llena de caricias y besos, Alabama le declara su amor a Clarence para al dia siguiente convertirse en la señora Worley.
Muy bien, no me veo llevando a nadie al Fnac, y en mitad de todo ese jaleo impresionar a una bonita chica con un cómic en las manos. También podria llevarla a la Warner (sabiendo que me pirran los parques de atracciones) y alli, subidos en la montaña rusa de Spiderman declarar mi amor eterno, pero me da en la nariz que tampoco funcionaría, el miedo de ella desvirtuaría sus posibles sentimientos hacia mi.

Prosigamos, pues. Tom Cruise en "Magnolia" da una clase magistral y un tanto misógina sobre como ligar con tias. Para él la clave está en tomar el mando, llevar el control y tener un calendario a mano. Hay que esperar cuatro dias una vez hecho el contacto y después, según  su metodología, la tendremos a nuestra merced. Dejadme decirlo por favor, ¡pero qué clase de chorrada es esa! En este mundo, si esperas cuatro dias te han birlado a la chica, a no ser que ella ya sienta algo, entonces la cosa cambia. Pero si no es asi, ¡espabila!

Dejemos al duro de Cruise y vayamos hacia lados más amables. En "Lost in traslation" Bill Murray va a un karaoke en Tokyo y alli logra encandilar en parte a la bella Scarlett Johansson. ¡Qué mono! Exclamaron las chicas de medio mundo.
Podría cantar, desde luego. Poner alguna canción que me encanta de Estopa, o quizá una de esa banda sonora de mi peli de Disney favorita pero seamos honestos, mi voz no derrite corazones helados, a lo más que puede llegar es a producir una sonora carcajada.

Siguiente método, la socorrida cena. ¿En cuántas películas no hemos visto que él la lleva a cenar a un precioso restaurante y alli surge la chispa que hace que todo acabe como un cuento de hadas?
Yo me tiraria por llevarla a un americano a comer una hamburguesa, pero para conseguir que alguien con armadura se la quite en parte, necesitamos algo con más clase. Un restaurante japones de moda, por ejemplo. Estaría loco si intentara llevar a alguien a un "japo", no se comer con palillos y produciría mas de alguna risa en ella al ver que pierdo la comida a mitad de camino entre el plato y mi boca. Eso no enamora, más bien me miraría con cara de...al menos lo has intentado, chico.

¿Quién diablos no ha llorado con "El diario de Noah"?
Pues si, también me propuse en una ocasión escribir una especie de diario. Tal y como hizo Gosling, plasmé pensamientos y deseos en unas cartas durante un tiempo. Toda esa correspondencia, leida junta, parecería un diario de alguien enamorado. Martes, 11 de..., en algún lugar de Madrid.

Vaya, los corazones de hielo hacen honor a su apelativo. Pero no desesperemos, Robin Williams tuvo la ansiada respuesta en otra de esas películas plagadas de sabiduría.

"La poesia, la belleza, el romanticismo, el amor...son las cosas que nos mantienen vivos.
Las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo."
En "El club de los poetas muertos" el profesor (Robin Williams) conmina a sus alumnos a sentir las palabras, vivirlas y soñarlas.

Un corazón helado, ¿cómo se conquista? Tengo una idea. Extraña, extravagante y muy evidente al mismo tiempo.
Las almas más endurecidas, frias y protegidas con cien armaduras de mil llaves cada una, se salvan de una sola forma. Mecidas por el suave susurro del agua.
El hielo se deshace en agua. Tranquila y plácidamente. Solo necesita algo de tiempo y templanza. No hay duda, el hielo sabe que su destino es convertirse en agua y acabar siendo uno con ella.
Hielo y agua son lo mismo, pues.
Asi que la solución a tan endiablado problema es esa, convertirse en agua y fluir.

Ya lo dijo otro de esos sabios, Bruce Lee. "Be water, my friend."

Capítulo 16: El vuelo del águila.

Fuerza. Destreza. Potencia. Velocidad. Visión. Respeto. Oido. Ligereza. El águila es el rey de los cielos, quizá por eso sea uno de mis animales favoritos.

Eso mismo debieron pensar en la antigua China, en un viejo templo Shaolin, cuando observaron las enormes aptitudes de este bello animal. Estos monjes idearon unas técnicas de Kung Fu a las que denominaron garra del águila.

Generación tras generación el conocimiento de este noble arte fue cayendo en manos de diferentes maestros cuyo punto común era el amor hacia el ave que dominaba los cielos.

La última en esa estirpe de valerosos guerreros es Lily Lau, cuya sabiduria intentó transmitirme.