La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Wicked

Andar por Broadway es una de esas cosas que te llena de ilusión, sientes cada neón, cada luz, iluminando tu cara de asombro por la cantidad de teatros que observas. Te fijas en los carteles, todos te llaman la atención de una forma u otra. Reclaman tu asistencia con comentarios de críticos que alaban esa obra en particular. En cada teatro contemplas los nombres de las estrellas que forman el elenco que actuará en unos momentos allí dentro y te sorprendes al ver a tal o cual nombre conocido. Al actor de Hollywood que para reciclarse se mete a protagonizar un musical o una comedia teatral.
Broadway y en particular la parte en la que se concentran los teatros es un hervidero de gente minutos antes de que empiecen los espectáculos. Personas venidas de todos los rincones del mundo que desean empaparse del glamour de haber asistido a un lugar con una clase especial. Un lugar de ensueño donde miles de actores han conseguido fama mundial, donde el sueño de triunfar es proporcional a la popularidad que consigas.
La gente se agolpa en las entradas de los teatros, nerviosos, espectantes. Muchos se visten con sus mejores galas para la ocasión. Otros, en cambio, se intuyen que son turistas de paso y van más acorde a su condición. Pero todos tienen en su semblante una sonrisa. Porque te adentras en un mundo que hasta hace poco tiempo estaba vedado a la mayoría. Ahora las funciones son diarias con incluso dos pases algún que otro día, los precios son asequibles y puedes conseguir unas entradas aceptables por un buen precio. Internet y la globalización han hecho que todo esté más al alcance de la mano de cualquiera. Pero todo eso no le quita ni ápice de ese sentimiento de saberse especial. Un privilegiado.
Eso mismo sentí yo cuando fui a ver Wicked. He visto otros espectáculos en Broadway pero ni siquiera la grandiosidad de El Rey León, ni la delirante comedia How to succeed in business without really trying, pueden comparárse a la historia protagonizada por Elphaba.
Al entrar al teatro no me esperaba el caudal de sensaciones que me produjo el musical, había leído críticas muy buenas, y más o menos sabía el hilo conductor de la obra. Que para aquel que no haya oído hablar nunca de ella, se centra en la vida de las brujas del oeste y del norte antes de encontrarse con Dorothy en Munchkinland y de intentar buscar al temido mago de Oz.
El teatro era bastante grande y todos pululábamos antes del comienzo por el hall, viendo la muestra de fotografías de los mejores momentos del musical, observando el vestuario que exponían en vitrinas de un cristal reluciente, tomando una cerveza o un refresco antes de enfrentarse a la bruja mala del oeste, viendo la tienda y decidiendo si más tarde comprarás algo.
Y llega el momento de sentarse en la butaca, reclinarse, ponerse cómodo, y disfrutar. Y desde el primer segundo es lo que haces. La historia te llena, te conmueve, te toca la fibra sensible, hay momentos en los que sientes que vas a llorar como un niño y otros en los que sueltas carcajadas que se escuchan cuatro filas más atrás. Quizá yo lo vi de esa forma porque me sentí identificado con el personaje de Elphaba, la bruja del oeste. Una mujer buena en su interior pero diferente, nació verde. Y eso provocó el rechazo de la gente, y sentirse incomprendida la hizo cambiar al final. Ella quería ser una bruja buena, quería utilizar la magia para el bien. Bueno, todos sabemos lo que le ocurre a la bruja del oeste en el mago de Oz. Acaba bajo la casa de Dorothy, aplastada. Un final triste para una bruja que en el fondo tenía su corazoncito de hada buena.
Los actores lo bordan y la música es vibrante, te engancha, te sumerge en la historia. Y el número estrella, el que realmente me hizo estremecer fue Defying Gravity. Esa canción esta llena de intenciones. La amistad entre las dos brujas, la lucha interior que se debate en Elphaba, el decidir tomar un camino aunque la vida se empeñe en que tomes otro. Las voces de las actrices se te mete en el corazón, en el alma y el final tan espectacular de este número te hace aplaudir hasta que te duelen las palmas de las manos. Increíble, es una fiesta para los sentidos. Un final de acto espectacular.
Sigues la historia de los personajes atentamente, sufres con ellos sus aventuras. Los actores consiguen transmitirte ese aluvión de sentimientos y sus voces hacen que tu vida durante un par de horas sea parte de ese mundo, un mundo de fantasía, de amistad, de traición. Y cuando todo acaba te deja pensativo. Piensas que ahora cuando veas el mago de Oz ya nada será igual. Has sufrido un cambio interior. La bruja del oeste que acaba bajo la casa de Dorothy por el terrible tornado ya no será la malvada bruja, será Elphaba. Comprenderás porque ha llegado hasta ahí, el recorrido que sufrió su vida para actuar del modo en el que lo hizo.
Al levantarte de la butaca y salir al hall de nuevo, eres otra persona, ves la vida con otros ojos. Eso es lo que tiene el arte. Cambia a las personas. Y Wicked es un obra de arte.
Y me fui a la tienda y compré el cd con la banda sonora para escucharlo de vez en cuando y recordar ese instante en el que, emocionado, te das cuenta que todos somos un poco Elphaba, todos intentamos luchar contra viento y marea por lo que queremos llegar a ser.

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