La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

miércoles, 18 de octubre de 2017

Capítulo 31: Diez segundos.

Escuchando la lluvia golpear el cristal de la ventana me pregunto, ¿cuánto dan de si diez segundos?

Ese tiempo es el que se tarda en leer una frase no demasiado larga. Es la duración de un sorbo de nuestra bebida favorita durante la cena. Es lo pasa cuando cuentas diez ovejitas en una noche de imsomnio. Es lo que te lleva atarte el cordón de una zapatilla. Es el tiempo que tardas, de media, en sacarte el móvil del bolsillo y comprobar si hay mensajes o llamadas. Es la mitad de lo que duran la mayoría de los semáforos para peatones de las calles estrechas.

En estos instantes diez segundos me parecen tremendamente cortos. Muy escasos. Un tiempo tan leve que ni te das cuenta de que ya ha pasado. Diez segundos, sin duda, es lo que ya ha sucedido cuando te preguntas qué está pasando. 
Y ese tiempo es en el que tengo que hacer un recorrido, una prueba física que muchos ya pasaron y que por lo tanto es posible. Sin embargo, a mí me parece una tarea hercúlea. Muy propia de ese semidiós griego de la antigüedad y que enmascarada entre sus doce míticas pruebas sería pan comido. Para mí, un simple mortal, ese tiempo me parece tan efímero que veo improbable terminar incluso por debajo de algún segundo más allá de esos terribles diez. 

Me he pasado la noche recorriendo mentalmente esa endiablada prueba y en ninguno de los escenarios sería capaz de hacerlo, a no ser que esto fuera una película de Zhang Yimou y el lugar de la prueba la casa de las dagas voladoras. (Para los no iniciados en el cine del director asiático, es una de sus películas más interesantes...en mi modesta opinión.)

Pero bueno, siempre existe esa pequeña gotita de magia en el frasco de las esencias que la vida nos tiene reservado para cada uno de nosotros. Si otros lo hicieron, es factible; así que aunque esos diez segundos me parezcan un universo realmente pequeño habrá que intentarlo...y sino se supera la prueba, como me dijeron algunas personas ayer, siempre quedará la posibilidad de repetir al año que viene. 


viernes, 6 de octubre de 2017

Capítulo 30: Nothing good happens in the 4am hour.

El despertador, con sus verdes dígitos iluminando tenuemente, marca las cuatro de la mañana. Cierro los ojos. Paso mi mano bajo la almohada. Siento la calidez de las sábanas y me sumerjo bajo ellas. Aislo de esta manera mi cuerpo y mis sentimientos; permitiendo  que cada sensación con sus pasiones y tristezas intrínsecas al ser humano y que por lo tanto, me hacen ser y padecer no se vean sorprendidos ante la guerra encubierta que asola las calles de un planeta hostil. Me recluyo así, creando alrededor de mi cama un lugar confortable y seguro; para bucear sin ser molestado, en un mundo onírico lleno de posibilidades. Impermeabilizando mi corazón de la maldad que, más allá de ese pedacito de paz que es el mullido colchón, campa a sus anchas.
Dejo que los sonidos de un piano se metan bajo mi piel. Las notas cargadas de una sensibilidad abrumadora permiten que una lágrima aparezca tímidamente tras las largas pestañas de unos ojos cerrados con fuerza y determinación. Causa y efecto de la sinfonía que de manera muy discreta envuelve aquel lugar al que llamo hogar. Esa redondeada gotita salada, la primera del gran batallón que se aproxima, resbala por la mejilla cayendo en aquella almohada que mi mano sujeta contra mi cara ahogando un pequeño murmullo que sale del fondo de mi alma...¿dónde estás?

Casi instantáneamente, como si la música de aquel piano hubiera creado un conjuro o sortilegio que de pronto se hizo hechizo al susurrar mi curiosa pregunta, me transporté a un lugar alejado de aquella cama que me incomunicaba del despiadado mundo. Con la mente contemplé lo que había a mi alrededor, con los ojos de mi alma la vi detenida bajo un gran árbol cuyas hojas amarilleaban. ¿Me acerco? Dudaba. Desde la distancia parecía una ninfa, un hada de un bosque encantado, una ensoñación a punto de esfumarse si alargaba la mano para acariciar su suave piel. Tenía miedo, ¿y si desaparecía al ir hacia ella? 

Tras unos instantes de indecisión, arrinconé el temor que atenazaba mi mente. No te asustes, logré decir. Solo quiero mirarte a los ojos.
Paso a paso me fui aproximando. Lentamente. Fue entonces cuando aquel mágico bosque me pareció inmensamente luminoso. En cualquier otro escenario, aquel lugar sería terroríficamente sobrecogedor. La noche era oscura al acostarme pero allí, en esa realidad paralela, la luna brillaba de tal manera que las ramas de los robles y hayas parecían cobrar vida creando una atmósfera de cuento de los hermanos Grimm. ¿Estarán Hansel y Gretel escondidos tras aquel robusto tronco? 

Escuché el aullido lejano de un lobo, enmascarado por el crujido de las ramas secas que bajo mis pies se partían en mil pedazos. El ulular de algún pájaro nocturno me dio la bienvenida. El siseo del viento colándose entre los árboles me saludaba con cortesía. Y la voz de aquel maravilloso espectro, de ese espíritu resplandeciente por la blanquecina luz de la luna llena, llegó hasta mis oídos trasportada por las notas musicales de ese piano que aún escuchaba. ¿Me das la mano? Sostuvo, con voz inocente y tierna. 

Sin poder desviar mis ojos de los suyos adelanté mi brazo, ofreciéndole mi mano. Ella sonrió levemente y tocó mis dedos con sus yemas, recorriendo toda su longitud con una delicadeza etérea. Sentí como su energía invadía mi cuerpo. El bello del brazo se me erizó. El corazón empezó a latir. La sangre fluyó. La respiración se hizo más intensa. Los nervios amagaron con aparecer, no obstante, su sonrisa logró tranquilizar a mi alma que por instantes empezaba a desvocarse como un caballo salvaje cabalgando sin atadura alguna. 
Durante un tiempo estuvimos de pie bajo ese gran roble. Uno frente al otro, mi mano con la palma hacia arriba y su mano acariciando la mía. El encantamiento de su mirada me impedía decir nada, su belleza me encomiaba a no estropear ese momento con alguna frase estúpida y fútil. 

Fue ella la que rompió un silencio lleno de sonidos de la noche, y con una suave entonación me preguntó, ¿quieres dar un paseo?
Me dejé llevar, hubiera seguido a ese hada hasta el mismisimo infierno si con eso conseguía mantener mi mano junto a la suya. Sin embargo no me condujo hacia el lugar donde reposan las almas perdidas, sino hacia una cabaña de madera oscura. Mi hogar, me susurró al oído. ¿Quieres entrar?

Asentí. Confiaba en aquella mirada; su embrujo era tal que era imposible negarme a contemplar el lugar de descanso de aquel maravilloso ente angelical. 
Dentro seguía escuchando el piano cuyas notas no permitían que esa ensoñación terminase. El repiqueteo de las teclas producían una armonía digna de escucharse con el alma y no simplemente con los oídos, era la banda sonora de aquel momento en el que yo la veía prepararme un chocolate caliente sentado a la mesa de su cocina llena de enseres antiguos que ni tan siquiera sabría nombrar.
Trajo dos tazas. Se sentó frente a mi y me señaló con un leve ademán el chocolate. Pruébalo, dijo. Obediente, pegué un pequeño sorbo. El calor que mi corazón sentía en esos momentos se trasladó a mi lengua...¡quema! Exclamé. 
Ella cogió entonces mi mano de nuevo, acercó su carita a la mía y me besó.

No hay mayor regalo en el mundo que un beso lleno de cariño, afecto y amor. Toda la fuerza, la vida y la energía de aquel hada entró dentro de mí por medio de aquella boca que dulcemente mordía mi labio inferior. Esa vitalidad llenó enteramente mi corazón, el cual vibró intensamente. 
El piano mecía nuestros sentimientos, los llevaba en volandas hacia las nubes para luego dejarlos caer libremente de nuevo hacia nuestros cuerpos en un viaje lleno de pasión. 
Mi mano no se separó de la suya, mis labios no dejaron de besar y mordisquear, y nuestras almas se fundieron en una sola cuando yacimos en el suelo de aquella cocina de una extraña cabaña perdida en medio del bosque.

Al despertar, el incansable reloj me decía que eran las ocho de la mañana. El móvil llamaba mi atención con una luz intermitente. Emails sin leer, notificaciones de varias aplicaciones y una canción pausada en mitad de la noche, que mientras me desperezaba volví a escuchar. 

El piano traía recuerdos de un sueño especial. Nexo de unión entre esos dos mundos, permitió que contemplase imágenes de una vida paralela a aquella en la que me encontraba. En ese singular camino, me despertaba junto a un hada que me daba los buenos días con un beso y un abrazo. 

Desde luego, mucha gente diría que nada bueno puede ocurrir a las cuatro de la mañana...excepto si te topas con la magia. 


miércoles, 20 de septiembre de 2017

Capítulo 29: Otoño.

Era otoño cuando, en una casa de una pequeña población alejada del bullicio de París, ella se puso de parto. Estaba allí ocultándose del mundo, llevada por el amor de su vida. Nadie podía saber que ambos estaban enamorados, nadie podía enterarse que el fruto de aquel amor asomaba, irreverente, la cabeza en ese lugar tan hostil, como era la Francia de un otoñal día de hace novecientos años. 

Era otoño también cuando se conocieron. Él quedó prendado de aquella chica tan distinta a las demás. En todo Occidente no había ninguna persona como ella. Héloïse le robó el corazón en el mismo instante en el que se vieron por primera vez. 

Las hojas de los centenares de árboles que poblaban aquel lugar caían lentamente mecidas por el suave viento de una templada mañana de principios de Octubre. El silencio tan solo era roto por el apenas perceptible crujido de mis pisadas al deambular por el inmenso cementerio de Père-Lachaise. Allí yacían para el resto de la eternidad personajes que influyeron de un modo u otro en la mentalidad de las gentes que, cómo ellos, descansaban en aquellos nichos bellamente decorados. Balzac, Chopin, Molière, Champollion, Delacroix, Doré, Méliès, Morrison, Piaf...
Pensando en lo efímero de la vida, mientras recorría el asfalto de aquel famoso camposanto me topé con un precioso mausoleo. Un monumento hecho en memoria de las dos personas que ocupaban, desde hacía algo más de doscientos años, aquellas tumbas. 
"...mon coeur ne vieillit point et je l'ai senti s'émouvoir au récit des malheurs d'Abélard et d'Héloïse..."
"...mi corazón no envejece en absoluto y lo he sentido emocionarse con el relato de las desventuras de Aberlardo y Eloisa..." Voltaire. 1774. 

Aquel Otoño de 1114, ella fue a París a estudiar bajo la protección de su tío. Eloisa era una chiquilla única, su portentosa inteligencia la distinguía del resto. Hace nueve siglos era tremendamente complicado ver a una mujer que dedicara su vida al estudio, por lo que llamó la atención de la sociedad parisina de la neblinosa Edad Media. 
El destino quiso que el tutor de Eloisa cobijara también bajo su amplio e influyente manto a un joven profesor, un escolástico llamado Abelardo. Éste al ver a la joven quiso por todos los medios cortejarla, y como no, se propuso hacerlo mediante una serie de cartas. Epístolas por las que conocemos la historia de este desdichado amor. 
La manera más sencilla que encontró Abelardo de enamorar a aquella dama fue la de proponer a Fulberto (el tutor y pariente de Eloisa) ser su profesor particular. La fama y sabiduría de aquel escolástico le precedía, por lo que no fue muy complicado convencer al protector padrino. 

Aquí ya he hablado de trovadores, minnesängers y demás locuelos que en aquellas épocas iban cantando, de plaza en plaza, sobre el amor. Bien, pues el joven Abelardo era uno de ellos, un avezado compositor y poeta que encandilaba a las mujeres de media Francia con sus palabras y versos. Aquellas melodías franquearon el inocente corazón de una Eloisa que prácticamente sucumbió bajo el influjo de aquel tipo que escribía por y para ella.
Tan devoto fue ese amor que ella terminó por ser una mera esclava de un deseo que no era tan puro como las letras de esos trovadores dejaban entrever. Sentía una pasión irrefrenable hacia él, un martirio contra el que lucharía toda su vida. 

Los días transcurrían entre paseos por los pasillos del claustro de Notre Dame y las clases de lógica y dialéctica, artes en las que Abelardo era muy ducho y por las que se ganó muchas enemistades en aquel París del siglo XII. Esas lecciones infundían más respeto y admiración a una ya enamorada Eloisa, y el corazón convenció a su ingeniosa mente. La pasión transgresora pasó a formar parte de ese triángulo equilatero del amor. Sin embargo, las aspiraciones de Abelardo no pasaban del simple cortejo a esa singular chica. Él sólo actuaba en su papel de galante, su predilección era la enseñanza y eso era incompatible con una vida junto a la bonita Eloisa.

El azar nos lleva, en ocasiones, por extraños caminos. Y el rumbo de Abelardo giró ciento ochenta grados al quedarse la joven pupila embarazada. Él la amaba, de eso no había duda. Por eso hizo algo fuera de la lógica común de nuestro siglo. En el otoño del año 1116 raptó al amor de su vida de los cuidados de su tío y protector, Fulberto, y la llevó a casa de su hermana lejos de los focos de París. Allí dio a luz a su hijo, al que poéticamente llamó Astrolabio. 
En estos momentos la historia se transfigura de inocentemente romántica a casqueria de película de serie B, y pasa a ser salvajemente truculenta. El profesor se presenta en París para pedir perdón ante una ciudad que clama por su bella Eloisa. Éste promete casarse con ella, y lo hacen en medio del secretísmo de una anónima capilla. No obstante y pese a los intentos de un Abelardo saturado por las dos vidas que debe llevar, claudica ante la idea de ser padre y convence a su querida esposa para que decida ingresar en un convento. 
Furioso, el tío decide vengarse de tamaña afrenta y una noche entra sigiloso en la alcoba del joven Abelardo y consigue castrarle, cortándole su viril miembro, humillándole e hiriendo de muerte su orgullo.

Pasó meses oculto, avergonzado y dolido, entre los monjes benedictinos hasta que le pidieron que volviera a la enseñanza. Esa época fue muy fructífera en cuanto a cartas se refiere. Él escribía prácticamente a diario a su mujer, que enclaustrada entre monjas se preguntaba qué le pasaba. ¿Por qué seguía sintiendo un deseo tan brutal hacia Abelardo? ¿Por qué ella no había sido castrada al igual que su marido? Al fin y al cabo, el pecado lo cometieron ambos.

La carrera de él se va moviendo, a partir de entonces, entre la enseñanza y la vida monástica. Incluso llega a construir una abadía de la cual se hace cargo su propia esposa, siendo una de las primeras mujeres en ostentar un cargo de tal embergadura en un mundo, el eclesiástico, repleto de hombres. Las misivas siguen enviándose de un lado y de otro, cartas en las que siguen confesándose amor eterno. Un amor que, desde que nació su primer y único vástago, ya no pudo consumarse jamás. 

Abelardo muere recluido en una abadía de la orden de Cluny, perseguido por la Iglesia de Roma que no veía con buenos ojos las impías enseñanzas de un hombre que tan solo creía que la razón debía imponerse a la fe. 
Tras su muerte, Eloisa logra mover algunos hilos y trae el cuerpo de Abelardo a la abadía que él fundó y de la cual es abadesa durante muchos años más. Tiempo en el que se convierte en una de las mujeres más sabias y veneradas de su época llegando incluso a aconsejar a reyes y príncipes sobre diversos temas. Algo más de veinte años más tarde de la muerte de su amado esposo, perece y su cuerpo es sepultado sobre el de su marido en señal de sumisión absoluta. Una admiración y devoción que jamás perdió pese a las vicisitudes de sus vidas. 

París se tornaba gris por momentos, un color y una luz especialmente románticos. Admiraba las siluetas que había talladas en las tumbas. Repasaba con los dedos los nombres en relieve de las dos personas que allí yacían desde hacía poco más de dos siglos, traídas desde una pequeña abadía del centro de una Francia muy distinta a la que yo me encontraba en esos instantes. Héloïse et Abelard. 

El otoño trae consigo historias llenas de sentimientos. Melodías tocadas en un inexistente piano. Cuadros llenos de besos enmascarados. Miradas furtivas tras libros llenos de palabras escritas por manos que desean acariciar. Respiraciones entrecortadas al observar unos ojos, unos labios, una nariz. Sueños con tintes dramáticos y dramas con pinceladas tiernas y delicadas. Deseos rebosantes de placeres inconfesables. Corazones henchidos de hormonas traviesas que confunden a la racional mente. Manos temblorosas que vislumbran la suavidad de un pecho tras el cual hay un latido colmado de amor. 
París, Roma, Nueva York, Shanghái, Delhi, San Petersburgo o Madrid. Es indiferente el lugar del planeta, el otoño es universalmente romántico mires el cielo que mires.
Por eso, quizá en un día de finales de Septiembre, cuando el verano da sus últimos estertores de vida, se entiende mucho mejor esa frase de otro gran personaje enterrado en ese famoso cementerio de Paris. "Solo el amor puede ayudar a vivir." Oscar Wilde. 




sábado, 16 de septiembre de 2017

Capítulo 28: Dreams.

Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Hoy os ahorraré leer unas cuantas.

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"Piensa, sueña, cree y atrévete." W. Disney.



"No duermas para descansar, duerme para soñar porque los sueños están para cumplirse." W. Disney.



"Muero por volar." Rubén Ferrán Vázquez.


jueves, 14 de septiembre de 2017

Capítulo 27: Memory Call.

Does anybody remember laughter?

Pantalones vaqueros muy ajustados. Camiseta oscura igualmente ceñida. Música a tope mientras cepillo mi pelo rapado. Stairway to heaven rebotando en las paredes del baño. Llega el solo de guitarra y me quedo mirando el espejo. Al otro lado estoy yo. 

El tiempo se detiene unos instantes. Lo suficiente para quedarme a solas y recordar. 

Salgo del trance, y sonrio. Cojo el bote de colonia. Seven, de Loewe. Rocio levemente mi cuello y aspiro profundamente. 
Echo un último vistazo al reflejo que tras la bombilla del espejo me observa. Chico, no se puede hacer más. Digo, excusandome.

Sentado en aquella terraza muero por saber. Es algo que me mantiene inquieto, ¿qué le habrá pasado? 
- ¿Puedo hacerte una pregunta sin que te moleste? Tanteo, aún indeciso.
- Claro. Dime.
- ¿Por qué llevas tiritas en los pezones? 
Ella se rie haciéndome sentir un pelin bobo. 
- Porque no encontraba los cubre pezones.
- ¿Eh? Suelto sorprendido, imaginándome algo parecido a algún utensilio de tortura del medievo. 
- Esta tela, al rozarme, los irrita. Me explica ella, viendo que pongo cara de no entender. Hay unas cositas que se ponen en los pezones en estos casos, yo tenía un par pero no los encontré así que como solución improvisada opté por las tiritas. 
Quiero hacerme el listillo e inocentemente pregunto algo que a ella le parece una absoluta locura. 
- ¿Y por qué no un sujetador?
- Pero como voy a llevar un sujetador, Ru. ¡La camiseta va abierta en la espalda! 

El tiempo se detiene nuevamente, lo suficiente para quedarme a solas y recordar.  

El pantalón ajustado descansa en una cómoda. La camiseta ceñida cuelga cual equilibrista a su lado, sorteando las leyes de la gravedad. Estoy tumbado sobre una cama que no es la mia esperando a alguien a quien apenas conozco. 
Ella llega sonriente, la luz tenue de la lamparita que descansa en la mesilla repleta de pulseras llena mis ojos de reflejos que causan un efecto mágico en la entrada en escena de aquella voluptuosa y desconocida mujer. 
¿Dormimos? Pregunto, sospechando que ella no me ha traido hasta allí solo para eso. 
Vale, me engaña. Al apagar la luz se acerca a mi. Me besa en la mejilla. Buenas noches, Ru. 
Sería poco amable no responder a ese beso, pienso. Asi que actuo. Giro y me pongo de lado. Rozo sus labios con los mios suavemente. Sus manos, a su vez, se ponen en movimiento desencadenando el proceso como si fueran piezas de dominó cayendo una tras otra. Sutilmente desliza una de ellas hacia abajo.

El renqueante tiempo vuelve a detenerse. Lo suficiente para quedarme a solas y recordar. 

Sus pechos estan en mi boca. No puedo evitar reir. Perdona, digo al separarse de mi cuerpo y mirarme extrañada. Me he acordado de las tiritas. Besa mis sonrientes labios y baja con la boca lentamente. Muerde mi barbilla, uno de mis pezones, pequeño mordisco en la tripa...el tour acaba en mis huevos. Juega con ellos con la lengua. 

Al perezoso tiempo parece que hoy le cuesta arrancar. Se para lo suficiente para quedarne a solas y recordar. 

La polla está en su boca. Las manos sujetan su cabeza y la impulsan hacia mi provocando un pequeña arcada en ella. Lo siento, susurro. Parece no importarle, ahora es ella la que se la mete hasta lo más profundo de su garganta. Mis manos aprietan la sábana intentando evitar correrme, aún es pronto. Esto no ha hecho más que comenzar. 
Incrementa la velocidad de la felación. Aullo de placer como un lobo a la luna llena. 

El tiempo juega, se mofa de mi deteniendose lo justo para quedarme a solas y recordar.

He girado su cuerpo mientras me come la polla. Yo tambien quiero saborear. Está húmedo. Paso la lengua en toda su amplitud. Lentamente. Las manos sujetan sus piernas abiertas. A cámara lenta introduzco la lengua dentro de ese chorreante agujero. 
Ella ha pasado a utilizar sus manos. Con una aprieta las bolas, con la otra me pajea tan suavemente que apenas noto el movimiento. 
El placer es tan salvajemente intenso que sumerjo mi cara entera dentro de ella metiendo mi nariz donde antes había estado la lengua.
Muerdo al notar el semen eyectado hacia las nubes.  Ella se retuerce y convulsiona al ver el chorro blancuzco salir despedido. Cortos movimientos de pelvis, espasmos seguidos de un gemido ahogado por sus piernas que aprietan mi cara contra su cuerpo me dicen que ha llegado también al extasis definitivo.

El maldito tiempo vuelve a hacer de las suyas. Harto de tanto parón me quedo a solas y recuerdo. 

Ido. Totalmente. Ella cabalga sobre mi con ímpetu. Se cree un jodido vaquero en el salvaje oeste. Me agarro al cabecero de la cama e impulso mi cadera hacia arriba con la fuerza de un toro bravo intentado liberarse de su yugo. Empotro mi polla en ella, taladrando sus entrañas. Es tanta la potencia con la que nuestros cuerpos chocan que la polla sale del oscuro agujero y al subir no encuentra de nuevo el camino. 
Ella echa una mano ahí abajo, enseñando el sendero a mi ciega polla. Ni ella ni yo vemos cosa alguna en estos momentos. La liberación de endorfinas junto al tremendo esfuerzo mantienen en una inquietante oscuridad a mi cuerpo y mi alma. Ceguera absoluta. 

Ya se...el tiempo. Siempre él. Manejando todo el cotarro. Se detiene lo suficiente para quedarme a solas y recordar.

¡Qué cojones!  ¿ Aún hay más? Se ha levantado al servicio a refrescar la boca. La he seguido, yo también tengo sed. Después de beber ambos, nos besamos frente a la cama. Abrazo el sudoroso y resbaladizo cuerpo. Su pelo se enreda en mis manos mientras la llevo contra la puerta del armario. Sujeto sus brazos sobre la madera y aprieto la cadera contra ella. Gime, se revuelve, se suelta y da la vuelta mostrando que quiere que haga. Ru, métela de nuevo. No pares. No pares jamás.  Extiende las manos y arquea la espalda. No puedo negarme, seria de estúpidos. Cojo su cintura y observo su precioso culo. La penetro una y otra vez, gritando su nombre a un aire viciado por el sexo y el sudor. 

El tiempo ya no camina. Finalmente se ha detenido para siempre, permitiéndome quedarme a solas y recordar. 

Recordar algo que da miedo. Los implantes de memoria que hicieron furor en las películas de ciencia ficción de los años noventa ahora son una realidad. Científicos del MIT hicieron ciertos avances hace unos años en el ámbito de la neurociencia, concediendo la posibilidad tan extravagante como atractiva, de poder reescribir la memoria como si de un disco duro de un ordenador se tratara. 
Puedo elegir los recuerdos a la carta y que un neurólogo los introduzca en mi confuso cerebro. 
Los pantalones ajustados estan en el armario. La camiseta ceñida en el cajón de la cómoda. A mi lado un panfleto de una empresa llamada Memory Call. (¿plagio?) 
Estoy solo en la habitación, tumbado en mi cama y el tiempo...el tiempo camina veloz hacia un nuevo día.  

"...In a tree by the brook, there's a songbird who sings. Sometimes all our thoughts are misgiven..."







lunes, 11 de septiembre de 2017

Capítulo 26: Requiem.

Aquella gota de sudor bajó por la espalda con una parsimonia impropia del momento. Con calma, y tomando todo el tiempo que le fue necesario, desde que se creó cerca de los pliegues del cuello hasta que murió estampada en una sábana oscura, dejando su mortal huella en ella. 

Fue una batalla épica contra lo inevitable. Caía lentamente. Resbalaba a lo largo de la piel llena de marcas. Pareciera que se resistiese a sucumbir, y quizá por ello se aferraba a los poros de aquella húmeda espalda como buenamente pudo. Sin embargo, la caída agónica hacia el abismo era inapelable. 
La desesperación no hizo mella en su espíritu de supervivencia y llegando a la parte baja de aquel pequeño tobogán humano, hizo un leve quiebro al destino. Intentó esconderse entre aquellos dos montículos que formaban el culo. Procuró agazaparse entre las nalgas, ocultándose de mi vista como si nunca hubiera existido. Mas no pude resistirme, separé los dos cachetes de ese bonito trasero que frente a mi tenía, preguntándome si habría podido esconderse en alguna oscura cavidad. 
Quizá la gota sintió que me burlaba de su infortunio, que aquella afrenta que fue separar las dos cachas tan solo era por mofarme de tan cruel "vía crucis", la realidad fue otra muy distinta. Me veía inmerso en una caída hipnótica de una muerte anunciada, mi único deseo era acompañarla en sus instantes finales, asumiendo que no habría manera posible de engañar a la parca. Esa gota de sudor acabaría pereciendo, pero...¿y si los milagros existían? 

Por eso mis manos cogieron aquel culo, separándolo. Curioso bajé la mirada. Al principio no la ví. ¿Se habrá evaporado? Mis ojos no la distinguían en aquella penumbra. ¿Dónde estás, pequeña? No podía quedarme con la intriga de no saber que había ocurrido, saqué entonces a pasear mi lengua. Quizá el sentido del gusto tuviera más fortuna que el de la vista, pensé. Acaricié primero con la nariz, acercando mi piel poco a poco para no asustar a la luchadora gotita de sudor. Con los ojos cerrados, para concentrar todos mis sentidos en aquel acto, lamí aquellas nalgas buscando el distintivo sabor salado. 
Tras unos segundos de sublime placer sonreí, creyendo que la magia había hecho acto de presencia. No obstante al separar mi cara poco a poco y abrir los ojos, la ví. Temblorosa se deslizaba bordeando la cueva en la que se unían ambos cachetes de aquel bello culo. 
No creo que nadie pueda imaginarse el terrible pánico que sintió aquella gotita de sudor. Un terror que paralizaba todos sus sentidos. Estaba llamando a las puertas del cielo...o del infierno. 
Cada nanosegundo de su improrrogable existencia era un instante menos de vida, esa idea atenazaba su alma acuosa haciendo que se agitara y convulsionara de manera frenética. Su final era inminente tras sobrepasar la media luna del culo. 
En su inverosímil huida de lo irremediable se alargó cambiando su redondeada forma. Puede que incluso se dislocara algún hueso o los tendones se rompiesen por mil sitios a la vez, con esa transfiguración postrera. Aunque no creo que eso la matara, ni probablemente fuera el miedo que sintió al caer al vacío. El impacto con la sábana fue brutal. Inenarrable. 
Pasé mi dedo índice por aquel tétrico cerco, testimonio de su efímera vida. Descansa en paz, musité.

Tras unos segundos de un reflexivo silencio, en señal de respeto, volví mi inquieta mirada sobre aquella espalda; acariciando el sendero que había recorrido esa amiga reservada y valiente. Entonces gemí tan alto que aquel culo paró de pronto su movimiento cadente y sensual, pensando que había llegado a mi climax. Fue un sonido gutural que salió de las profundidades de mi alma, mezcla de dolor y placer. Tan intenso fue que todas las demás gotas de sudor que lo escucharon, lloraron la muerte de aquella que las había precedido y les invadió tal tristeza que se lanzaron al unísono a aquel vertiginoso vacío tras su compañera, creando una imagen dantesca en mis oscuras sábanas. 
Semen, sudor y lágrimas esparcidas por aquel esperpéntico cuadro, muy del estilo de Pieter Brueghel el viejo en su óleo repleto de una crueldad devastadora y un salvajismo inhumano que es "El triunfo de la muerte". Un campo de batalla desgarradoramente feroz. Extraño, caótico, turbio. Tremendamente peculiar. 

Requiem aeternam dona eis Domine. Et lux perpetua luceat eis. Requiescant in pace. 

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Capítulo 25: Alice in Wonderland.

Los ojos intentaban escrutar más allá. Curiosos, se preguntaban qué habría al otro lado. ¿Sería la misma locura o la realidad estaría basada en algo muy distinto, quizá otro punto de vista? 
Mirada frente a mirada.
Levanté el brazo, la mano se posó en aquel rostro. Barba incipiente de un par de dias, labios gruesos, cara angulosa...acaricié sus pómulos. ¿Quién demonios eres? 

El espejo devolvía un reflejo. Una imagen de lo que el mundo observaba desde la lejana línea que se interponía entre mi alma y yo. 
Esa imagen especular causó en decenas de personas comentarios superfluos tales como...Tienes aspecto de tipo duro. De tío sin sentimientos, de persona "non grata". Tu mirada es intensa, me cohibe. Tus escrutadores ojos, ¿están juzgándome?
Alguna vez esos enigmáticos ojos, que ahora tenía frente a mi, jugaron a mi favor sin proponérmelo...Dios, deja de observarme así porque estoy a punto de correrme tan solo con esa mirada. Me excita, me pone nerviosa, me hace pensar en cosas oscuras. ¡Para ya!

No podía entender qué es lo que vieron esas personas. Los ojos que me miraban, aquellos que tras el espejo estudiaban los míos propios, eran fríos como el hielo. ¿Es esta la realidad en la que nos movemos o estamos en una dimensión diferente? 

El vapor del agua se condensaba poco a poco, la humedad iba en aumento. La visión se enturbió durante un instante. ¡El conejo!
Por un momento creí verlo corretear. Limpié el espejo rápidamente, buscando al veloz animalito. Entonces, queriendo imitar a Alicia, atrevesé aquella frontera delimitada por el cristal y, de un modo mágico y algo sobrenatural, fui a parar al otro lado. 

En aquella realidad no existía un cuerpo que pudiera reflejarse, ni unos ojos que juzgaran, ni tan siquiera un rostro al que acariciar. No había formas ni perfiles, y por lo tanto nada era tangible. En ese lugar solo había sentimientos. El conejo me había llevado al reino encantado de las almas.
Miles, millones de ellas, flotaban en una especie de mundo creado de plasma. Un éter apenas viscoso, muy volátil y ligero. 

Curioso cómo soy, empecé a buscar la mía. Pero, ¿cómo diferenciarla del resto? Me di cuenta de algo desesperante en esos momentos, no tenía ni idea de la manera de leer sentimientos. No sabía nada de aquellas ánimas que pululaban por el embriagador vacío de aquel mundo. Al rato, me cansé de preguntar a todos los espíritus invisibles y fantasmales con los que me topaba. ¿Eres tú la esencia que anida en mi? 

El gato de Chesire, ese sabio animal que guía los pasos de Alicia, no existía tras aquel espejo. Sin embargo no todo estaba perdido. Hablé con una estrella. Al ser de la misma materia que la que poblaba aquella dimensión, ese mundo estaba plagado de ellas. Una, tan brillante que por un momento cegó mi visión, intuyendo que andaba totalmente perdido acudió en mi ayuda. Muchacho, me dijo, ¿qué buscas por aquí? Necesito saber quién soy. Respondí tímidamente. Mi querido amigo, todas las almas que han existido y existirán, en este mundo se hayan. Por lo tanto aquí debe estar la tuya. Todas me parecen la misma cosa, el mismo ente. Sostuve, triste y desesperado. Primero debes recordar cómo eras, ya que si no logras invocar esa reminiscencia de tu propia luz interior encontrarte será imposible.

El brillo de la estrella se fue apagando lentamente mientras me alejaba de allí pensando en sus palabras. Tenía que hacer memoria, necesitaba concentrarme en ello. Tan abstraído estuve en esos momentos que no lo vi llegar. Un planeta gaseoso, el más grande que jamás humano alguno hubiera visto, (al menos eso me pareció) chocó conmigo en mi sosegado deambular. ¿Cómo un ente sin cuerpo y un planeta gaseoso pueden chocar en un lugar en el que lo material no existe? Os preguntaréis muchos en este preciso instante. Pues la verdad, para ser sinceros, no me lo explico yo tampoco. Sin embargo hay que poner énfasis en algo importante. Estamos en otro mundo muy distinto al que os encontráis vosotros, en una dimensión diferente y por tanto, las leyes de la física convencionales, esas que se enseñan en todos los colegios, institutos y universidades, aquí no sirven de nada.
 
¡Ups! Perdone señor planeta; no le había visto, absorto en mis pensamientos como estaba. ¿Y qué reflexiones tan profundas tenían ocupada tu mente para no ver a este loco y enorme planeta? Intentaba recordar algo, ¿por qué dice que es usted un loco? Bueno, así me llaman por aquí ya que nadie ha logrado averiguar qué órbita es la que sigo. Estoy tan loco que mi movimiento no imita patrón alguno. Bien, bien. Dije sin prestar demasiada atención a ese planeta un tanto tarado. Sabes muchacho, cuando yo deseo acordarme del camino errante que he recorrido en mi pausado devenir tan solo miro hacia atrás y observo la estela que voy dejando. Asi se de donde provengo, aunque mi locura me impida conocer hacía que lugar me dirijo. 
No entendía nada de lo que decía ese endiablado planeta. Bueno señor, no le interrumpo más. Me apartaré para que prosiga su errático camino. Muy bien muchacho, observa tu huella, el rastro que vas dejando. Eso será lo más adecuado para resolver tu dilema. 

Estaba cansado de pensar. Mis neuronas no daban para más ¿En este mundo no había algo parecido al Candy crush para dejar libre la mente un ratito? ¡Mecachis en la mar! 

Fluía en aquel plasma. Me dejaba llevar por las corrientes de otras almas que a su vez eran arrastradas por algunas más. Ese océano invisible y vacío de todo ente material y físico envolvió cuanto yo era en aquel instante. ¡Eso es! Dije de pronto, exclamando tan alto como pude al modo de Arquímedes gritando su famoso eureka. 
Mirando mi pasado sabré quién soy o quien deseo ser. Buscaré en mi álbum de fotos, sostuve chasqueando mis intangibles dedos, o mejor aún...miraré en la nube que justo pasa por encima y que llega en mi auxilio, llena de recuerdos. 
¡Qué razón tenía aquel que dijo que la solución siempre llama a tu puerta en el momento en el que dejas de buscarla!
La nube estaba repleta de información, entre sus pliegues algodonosos y etéreos se escondía todo lo que deseaba saber. Durante muchos amaneceres y atardeceres de ese extraño mundo me dediqué a estudiar cada dato, cada referencia, cada reseña y apunte de quién era yo. 
Y entonces, en una de esas puestas de sol sin nungun astro que se le pareciese, vi pasar mi alma. Por fin lograba dar con ella. Allí estaba, frente a mi. Dispuesta a entablar una conversación con mi cansada mente. 

- Te he estado buscando tanto tiempo que me parece increíble que estés frente a mi, dije observando su inmaterial forma. 
- Pues aquí me tienes. ¿Qué haremos ahora? Preguntó mi alma. 
- Unirnos, ¿no? Contesté dubitativo. 
- Pero, ¿dónde iremos? ¿Cruzaremos de nuevo el espejo ahora que me has encontrado?
- No, creo que tengo una idea mejor. Sostuve, sonriendo. 
- ¿Cuál? Me interrogó con curiosidad. 
- Vayamos hacia la segunda estrella a la derecha y todo recto hacia el amanecer.
- ¿A Neverland?
- Eso es, mi querida alma. Al país de nunca jamás. 


Al otro lado del espejo.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Capítulo 24: Hakuna Matata.

"...Hakuna Matata, vive y deja vivir. Hakuna Matata, vive y se feliz. Ningún problema debe hacerte sufrir. Lo más fácil es, saber decir...Hakuna Matata."

La primera vez que lo escuché fue en Nueva York, en el musical del rey león. Me dejó boquiabierto, me alucinaron las canciones y la escenografía. Luego no he parado de tararearlas siempre que me ha venido su música a la cabeza e incluso no he podido evitar mover brazos y piernas al compás de la pegadiza melodia.

Desde hace unos años hago algo que puede parecer estúpido y algo vanidoso. Siempre por estas fechas me hago una foto de mi espalda, con los brazos en alto y las manos en la nuca. ¿Por qué?

Año tras año, misma postura. Ru, ¿eres un tio demasiado vanidoso? En realidad lo sería si esas fotos las hiciera para los demás pero...

Esa foto de mi espalda llena de lunares es un símbolo, es mi Hakuna Matata. Me recuerda aquella primera foto de hace unos años, y que al subirla a mi perfil de facebook titulé, detenido.

Asi me sentía, aprisionado. Encarcelado en un mundo tan extraño para mi, que apenas recordaba que era sonreir. Sin embargo, al poco de dejarla colgada en la red social alguien me mando un mensaje, el primer mensaje de whatsapp en varios dias. ¡Vaya foto! Decía, esa chica. Me sacó una sonrisa. Timida y leve, pero sonrisa al fin y al cabo.

Bueno, direis, eso suena a definición de vanldad. No, para nada. La colgué porque me sentía un recluso de mi propia mente. No obstante, segundos después de hacerme la foto pensé que todo era posible. Incluso que sonriera.

Cada año en estas fechas me hago la misma foto para recordar eso que cantan Timón y Pumba. "...it means no worries, for the rest of your days..."
Cuando me hice aquella primera instantánea, escuchaba precisamente la banda sonora de la peli de Disney. Por eso, cada vez que me viene a la mente sonrio y me digo, todo es posible en este mundo. Sonreí entonces, cuando mi alma deambulaba por el terrible infierno. Nada es imposible, pues. Años más tarde sigo sonriendo, ahora mismo lo hago, la música del rey león envuelve mi habitación. Grito al aire Hakuna Matata. Y sonrio. Canto Hakuna Matata. Y me rio. ¡Timón es tan gracioso!

"...Hakuna matata! What a wonderful phrase. Hakuna matata! Ain't no passing craze. It means no worries, for the rest of your days. It's our problem-free, philosophy...Hakuna matata!"

Pero, ¿por qué la publicas si es para ti? Os preguntaréis. Muy sencillo, porque estoy orgulloso. Contento de que al otro lado de esa espalda, haya una sonrisa. Todo es posible, Ru.

2017
¡Hakuna Matata!

martes, 29 de agosto de 2017

Capítulo 23: Just keep swimming.

¿Seré capaz de ir desde mi casa hasta la estación de Atocha?
Hace un rato me he puesto el disfraz de Nemo y me he adentrado en el infinito océano de las calles de un Madrid poblado de nubes.

La empresa no era baladí en cualquier caso. Los que me conocen lo saben, me pierdo en una baldosa. Un pirata madrileño, para más inri, navegando por callejuelas estrechas y amplios bulevares.

¡Pero Ru, si es todo recto desde tu casa! Exclamarán los más atrevidos, pero queridos, en mi mundo la linea recta no existe.

Asi que, ataviado nada más que con el valor propio de un Nemo de colores llamativos, me he puesto a andar descifrando a cada paso el sendero a seguir, con más ímpetu que pericia.

He procurado no guiarme por app ninguna, ni preguntar a los lugareños, que complacientes me dirian que camino era el adecuado. No, lo quería hacer complicado. Debía ser un auténtico reto por lo que mi única guía serían los árboles, viendo hacia que lado crecían las ramas o salía el musgo en sus ancianos troncos. El viento, por supuesto, oliendo el rastro cuál adiestrado sabueso. Los pájaros, con su misterioso vuelo. Las estrellas, imaginando donde estaria la Osa Mayor. En fin, mi metodología para lograr cantar victoria, era intentar desplegar toda mi sabiduría de boy scout y ver donde paraba.


Observando hacía donde soplaba el viento. La fuente me fue de gran ayuda. 
Un pequeño receso para escuchar a los árboles. Esos troncos no tenian musgo que me diera pistas, pero aún asi me aventuré a seguir mi instinto. Just keep swimming!
Encrucijada. Palomas, ¿qué sendero he de tomar? Nada, ni caso. 
¡Lo conseguí!
Saboreando la victoria. Conquistada Atocha, una ďuda me sobrevino de inmediato...¿y ahora por donde vuelvo?

Capítulo 22: Modelo.

Confesión. Me encantaría parecerme de mayor a Phil Dunphy de Modern Family. Es total.

sábado, 26 de agosto de 2017

Capítulo 20: Vomitando nubes de colores.

"I saw thee smile! The sapphire's blaze 
Beside thee ceased to shine; 
It could not match the living rays 
That filled that glance of thine."
Lord Byron, 1815. (Extracto del poema I saw thee weep)

La lucha incesante era abrumadora. Fogonazos de un lado, del otro llamas ardientes. Unos salían disparados desde la mente hacia el mismo centro del alma. El fuego, a su vez, intentaba replicar desde lo más profundo del corazón.

Las sombras se cernían en el interior trás cada descarga. Ninguna de las dos partes se creía en desventaja y por ello nadie retrocedía. Cerebro y corazón se batían en duelo, a tumba abierta, hasta que uno de los dos pereciera al fin.

Mientras, los ojos, invitados inoportunos a tan descomunal batalla, se desligaban de cualquier conflicto y se posaban distraidos sobre las nubes. Ignorantes de la contienda que se desarrollaba más abajo, flotaban ligeras mecidas por el viento que las envolvía, llevandolas hacia lugares lejanos, quizá más allá de las estrellas.

Las manos palparon el corazón, seguía latiendo.
El corazón miró de reojo a la mente, seguía pensando.
¡Maldita terquedad!

El fresco aliento del atardecer entró en los pulmones dando un respiro. Una necesitada tregua en la que recobrar fuerzas. En esa pausa momentánea, los ojos se cerraron y ambos bandos se acercaron a hablar. ¡Parlamento! Gritó uno de ellos.

- Cerebro: ¡No ves, estúpido corazón, que todo esto es en beneficio tuyo!
- Corazón: ¿Qué tiene de bueno no sentir, loco incrédulo?
- Cerebro: Evita que vengas gimoteando cuando alguna flecha del endiablado Cupido te alcanza y resquebraja parte de tu cuerpo.
- Corazón: ¿No te das cuenta que si dejo de latir tu morirás?
- Cerebro: Prefiero la muerte a leer u oir alguna sandez tuya que tenga que ver con el amor. ¡Estoy harto de tanto empalago!
- Corazón: El ser humano fue creado para amar, mi querido enemigo. ¿No leiste a Byron o Tennyson?¿No fue este último el que dijo aquello de «es mejor haber amado y perdido que jamás haber amado»?
- Cerebro: Necios todos ellos. Románticos sin cura posible. El amor es una enfermedad, debilita y trae consigo la muerte. ¿¡Cuántas batallas comenzaron por eso que llamas amor!?
- Corazón: ¿Dejarás que alguna vez diga te quiero?

El cerebro, en un instante de absoluta osadía, desenfundó su espada dispuesto a dar la última estocada.
Solo había una manera de salvarse, pensó el corazón. 
El pulso se aceleró, los latidos se notaron en cada rincón y órgano del cuerpo. Un enorme torrente de sangre fluyó desde el corazón hasta el cerebro llevando consigo un recuerdo.

Noche oscura. Dos manos, dos personas. Ella buscó su mano, él dejó que la encontrase fácilmente. Los dedos se entrelazon de manera sutil, casual. Entonces ella apretó la mano de él con fuerza, necesitándola. Echándo de menos cada uno de esos dedos. Él respondió de la única manera posible.
Amándola. Eternamente.

¡Qué diablos!
Vomitadas de la boca, asombrosamente, salieron pequeñas figuras algodonosas que tomaban diversas formas según iban subiendo hacia el cielo.
Su estructura, indefinible, estaba plagada de bellos colores. Tonos anaranjados, verdes y rojos. También se podían observar cúmulos llenos de amarillos y marrones, el azul apenas distiguible del horizonte subió rápidamente tras salir a trompicones en una exhalación al dejar abierta la boca por el desconcierto.

¿Qué está ocurriendo? Se preguntaron los ojos, extrañados ante tan mágico acontecimiento. ¿Estoy vomitando nubes de colores?

- Cerebro: Permitiré que digas te quiero con una condición.
- Corazón: Pide y te será concedido.
- Cerebro: Que tan solo menciones esas palabras si ese sentimiento es verdadero.
- Corazón: Así sea.

La paz ha llegado, esa fumata mágica y colorida da fe de ello. Cerebro y corazón han sellado un acuerdo.
La mente será mas permisiva y el corazón...bueno él seguirá siendo él.

"Deep in my soul that tender secret dwells,
Lonely and lost to light for evermore,
Save when to thine my heart responsivee swells,
Then trembles into silence as before."
Lord Byron, 1814. (Fragmento de The corsair, el corsario).

viernes, 25 de agosto de 2017

Capítulo 19: Wonderland.

Basado en hechos reales.

Escena primera: Plano medio de alguien sentado en un sofá, sujetando un vaso de whisky al que da pequeños sorbos de vez en cuando. Mientras el plano se va abriendo y la cámara se aleja poco a poco de esa persona que lleva un extraño sombrero, una voz en off empieza a hablar.

...Hay ocasiones en las que nada se puede hacer, y otras en las que por mucho que hagas nada cambiará en absoluto. Sin embargo, si ella no volvía Manhattan se marchitaría poco a poco...

Esa voz se apaga en un susurro justo en el momento en el que la cámara se para en un plano de la cara de ella reflejado en una foto que reposa sobre la mesa al pie del sofá. Blanco sobre negro. El vestido de ella, tan claro como la Luna, resaltaba su ojos oscuros. Su pelo negro rodeaba un rostro sonriente y reposaba sobre el sensual vestido. La mirada perdida en la mueca de su acompañante, el mismo que bebía preocupado en el sofá, denotaba admiración. De fondo las luminosas letras del Wonderland dejaban un rastro de destellos mágicos en la instantánea.

La cámara se detiene de nuevo en el hombre del sombrero, su mirada de ojos verdes se posa sobre la foto de ella mientras una melodía, que no hacía mucho se coló en sus pensamientos, suena con aires nostálgicos. "...though I try to hide it, it's clear. My world crumbles when you are not here..."

Fundido a negro.

Escena segunda: Una calle desierta, una oscura noche sin luna. Plano general de un barrio típicamente americano de casas bajas. Se escucha a Duke Ellington tocando it don't mean a thing...

Al fondo aparece un hombre impecablemente vestido con traje gris oscuro. Bajo el sombrero, que lleva algo ladeado, se dibuja un rostro. Es el de Reuben.

La voz en off se escucha de nuevo mientras la cámara va recorriendo en un lento travelling las calles del alto Manhattan. 

Edward Reuben Niemmen caminaba por la calle con la seguridad que le daba sentirse adorado por la gente. Sin embargo, ese día, su semblante no transmitía ese magnetismo que le caracterizaba. Una hora antes había tenido una conversación con Beatriz. Esa mujer le tenía descolocado, quien lo iba a decir. Eddy Niemmen, más conocido en la ciudad como "Shorty" se había quedado sin palabras ante lo que aquella intrigante y, al mismo tiempo, maravillosa mujer le había dicho hacía unos pocos minutos. 

Un par de manzanas antes de llegar al club se paró un instante, se apoyó en la fría pared de piedra gris de una tienda de ultramarinos y se frotó los ojos. Necesitaba un trago. 

- Una botella del mejor Bourbon que tenga, por favor. Le pidió al tendero que distraído escuchaba la CBS en su viejo aparato de radio. 

- ¿Una mala noche? Le preguntó el hombre canoso detrás del mostrador. 

Eddy, sin mirar siquiera el rostro de quien le hablaba, sacó un fajo de billetes y pagó la botella de 10 dólares con uno de veinte. 

- Quédese el cambio. 

Salió a la calle, fría y solitaria. La amarillenta luz de las farolas creaban una atmósfera aún más gélida. ¿O quizá era su maldita percepción? Abrió la botella y bebió mientras las palabras de Bea se asomaban a su mente. ¡Te odio, Eddy!

Su mirada entonces se quedó fija en un hombre sentado al otro lado de la calle.

- ¡Amigo! Le gritó éste al ver que Eddy detenía su vista en él. ¿Tiene un par de pavos para un hombre sin suerte? 

Shorty se acercó.

- Haré algo mejor, compartiré mi botella contigo. ¿Quieres un trago? 

- Nunca diré que no a un ofrecimiento como ese. 

Shorty le pasó el Bourbon. 

-¿Sabes? Nunca entedenderé a las mujeres. 

- Es mejor así, dijo el vagabundo. Es lo que las hace tan fascinantes. El misterio que hay tras sus miradas.

Eddy se quedó pensativo. Si, las mujeres eran una incógnita para él. 

El mendigo hizo el gesto de devolverle la botella. Edward sonrió levemente.

- Quédatela, hoy la disfrutarás tu más que yo. 

Metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó un par de billetes.

- Busca un lugar en el que te den un buen filete y así lo acompañas con el whisky. 

El hombre sentado sobre un cartón mugriento sonrió mientras Ed se alejaba. 

- ¡Gracias amigo! Gritó. 

Shorty saludó con una mano sin mirar hacia atrás, quitándole importancia al gesto que acababa de tener. ¿Qué importaban unos dólares en una noche así? 

Caminó unos minutos sin apenas desviar la vista del suelo, hasta que empezó a escuchar el bullicio. A lo lejos se intuían la luces del club de moda en las noches de Nueva York. Una larga cola se podía ver ante la entrada. Gente de todo tipo esperaba horas para entrar en aquel lugar. Chicos intentando impresionar a sus citas, grupos de amigos que deseaban conocer a la actriz del momento, amantes del blues, fanáticos que deseaban que Billie les dirigiera una sensual mirada al tiempo que se movía sobre el escenario, niñas que anhelaban un beso de Errol y gritaban excitadas ante tal posibilidad. 

Edward adelantó a la gente que esperaba impaciente su turno. 

- ¡Hey, amigo, póngase a la cola! 

Escuchó que le gritaba alguien. Ed con las manos en los bolsillos ni se inmutó. Llegó a la doble puerta negra con un gran ojo de buey a cada lado y levantó la vista observando el letrero luminoso que centelleaba en la noche.

Today, the great and marvellous Billie Holiday. Como cada Domingo, en la noche de las estrellas, allí estaría Eleanora cantando para él. 

Al bajar la mirada se topó con la figura del grandullón. Franky, el búlgaro. Una mole de unos dos metros de alto y brazos enormes. El búlgaro era tan americano como Shorty pero le llamaban así porque contaban las malas lenguas que unos años atrás había matado a un hombre de nacionalidad búlgara que intentó camelar a su chica en un garito de mala muerte en Brooklyn. Se decía que Frank había cortado cada dedo de la mano con la que había tocado el culo de su novia dejando que se desangrara poco a poco. La policía nunca pudo demostrar tales habladurías porque el búlgaro nunca apareció ni vivo ni muerto, pero Frank se quedó el apodo. Y si alguno de vosotros le pudierais preguntar os diría lo mismo que le dijo a Edward cuando una noche sacó el tema. Oye Frank, ¿qué hay de cierto en todo eso del búlgaro? Shorty, eso es algo que sólo el propio búlgaro podría responder.

Y ahí se encontraba Eddy, a las puertas del club más chic de todo Estados Unidos. Una noche más, pero no una cualquiera. Era la celebrities night en el mágico Wonderland y allí todo podía suceder. 

Franky dió la mano a Ed al verle y le abrió la puerta. 

- Dentro esta Jess. Te espera en la barra. 

- Gracias Frank. Esta noche pinta bien, dijo señalando con la mirada la larga fila. 

- Si, Lady Day los tiene a todos locos. 

Traspasar aquellas puertas era como adentrarse en un mundo irreal y luminoso. El olor de la amplia entrada era inconfundible. Allí estaba Rachel frente a un pequeño mostrador flanqueado por dos enormes jarrones de rosas blancas y rojas que ella misma traía cada noche. 

- Hola cariño. 

- Hola Rachel, ¿qué tal la noche?¿muchas propinas?

- No esta mal, Bugsy me ha soltado un billete de 50 sólo por cuidar de su abrigo como si fuera mi querido gatito. Con esas mismas palabras me lo ha pedido. 

- Vaya, ¿Bugsy ha venido?

- Así es Ed, hoy tenemos a gente importante. 

- El jefe va a tener que subir el sueldo a Billie, reúne a más millonarios que una junta del bueno de Rockefeller. Soltó Edward, entre risas, mientras daba un beso en la mano de Rachel.

Un pasillo estrecho unía la recepción con el gran salón. La pared negra estaba repleta de fotos de mujeres con preciosos vestidos y apuestos hombres acompañándolas, posando a la entrada del Wonderland o sentados en alguna de sus mesas. Recorrer esos metros cambió el humor de Eddy, ya escuchaba el clarinete de Lester Young. Fuera de allí el mundo era violento y cruel, despiadado. Pero todo cambiaba al caminar por ese pasillo. Ese era el único lugar en todo Nueva York en el que blancos o negros, mafiosos o banqueros, músicos o escritores, actores o jugadores de béisbol eran tratados por igual. Sólo había un requisito para poder disfrutar de todo aquel ambiente, tener diez pavos en el bolsillo que era lo que costaba un sidecar. Mezcla de coñac, cointreau y zumo de limón, era el cóctel que ahora estaba más de moda entre las nuevas actrices de la MGM que se dejaban caer por la Costa Este entre rodaje y rodaje. 

- ¡Ed! 

Una preciosa muñequita de largo y sedoso pelo rojizo con pequitas por toda la cara le llamaba a la entrada del salón. Era Beth, una jovencita de Boston que había dejado su hogar para labrarse un futuro en el mundo del espectáculo. De momento, era una de las camareras del Wonderland. 

- ¡Hola nena! ¿Qué ocurre? 

- El señor Siegel quiere verte, me ha pedido que te avisara cuando llegaras.

- Luego me acerco a su mesa, antes tengo que hablar con Jess.

Extremadamente luminoso, el gran salón del Wonderland era enorme y estaba lleno de vida. La luz era esencial en un lugar al que la gente iba para ser vista y para lograrlo tres grandes lámparas colgaban del alto techo creando ese increíble contraste entre el oscuro pasillo de entrada y la inmensidad y claridad del salón. Edward siempre decía que hacer ese recorrido era como volver a nacer, como cuando un bebé recien nacido atraviesa el útero de la madre para salir al mundo. Por supuesto, para Shorty el mundo entero se concentraba en aquel maravilloso salón del Wonderland.

Siempre se asombraba del poder de la música. En cualquier otro lugar, esos tipos sentados en las mesas estarían matandose unos a otros. Allí disfrutaban del alcohol y de las chicas, hablaban y reían. Nada  parecía preocuparles, desde luego que no era así. ¡Pero todo era tan idílico! 

En el centro estaba la orquesta y una pequeña zona abierta donde algunas parejas bailaban. Lester hacia las delicias de los que agarrados se susurraban cosas inconfesables al oído. Estaba calentando el ambiente hasta que ella saliera y fuera el centro de atención. La vió en una mesa, sentada junto a Duke y su mujer. Billie estaba excepcionalmente bella esa noche, luego iría a verla antes de su actuación. Ahora necesitaba localizar a Jess.

- Maggy, cielo, lleva una botella de Crystal a la mesa del señor Louis.

- Muy bien Ed, pongo el cóctel a la señora Pickford y enseguida estoy con el campeón. 

Eddy había estado en el estadio de los Yankees viendo el combate de Joe contra Schmeling. Max había aceptado la revancha a aquel primer encuentro que tuvieron ambos un par de años atrás. Esta vez Joe Louis estudió mejor los golpes de Schmeling y ante un estadio lleno hasta la bandera, setenta mil personas según el Times, logró noquearle y llevarse una bolsa de un millón de dólares. The Brown Bomber tenía un buen montón de dinero para gastar y Edward quería que se dejara una pequeña parte en el Wonderland y para ello tenía que tenerlo contento. 

Tras la barra había dos mujeres. Jeannie, una rubia de pelo corto y amplia sonrisa, y Natalie una morenita de Alabama de reciente adquisición para los intereses del club. 

- Natalie, bombón, ponme un Macallan. ¿No estaba por aquí Jess?

- Si, ha ido a saludar al señor Luciano. 

¿Lucky Luciano y Bugsy Siegel el mismo día? Eso era algo sobre lo que pensar, se dijo Edward. Pero luego se encargaría de ese tema. Ahora mismo acababa de aparecer lo que andaba buscando. Jessica Wilson llevaba un vestido rojo sin mangas ajustado en la cadera. Su caminar era seguro pese a los vertiginosos zapatos negros con los que daba pasos cortos pero decididos. El pelo rubio lo tenía recogido en un moño salvo por dos pequeños y finos mechones que, uno a cada lado de su atractiva carita, se balanceaban como el péndulo de un ilusionista que intentara hipnotizarnos. Sus preciosos y enormes ojos azules estaban fijos en él. Durante diez segundos no pudo evitar admirar a esa impresionante mujer, luego fue a su encuentro para saludarla. Jessica era la encargada de aquel explendido club.

Una de las extravagantes señas de identidad del Wonderland era que el local estaba regentado y atendido por mujeres únicamente. Salvo dos excepciones. Frank el búlgaro, y Edward "Shorty" Niemmen.

- Hola Jess, hoy tu ojos brillan más que nunca. Le dijo Eddy al darle un beso en la mejilla. 

- Buenas noches, jefe. Tus ojos, sin embargo, me dicen que su dueño esta algo más triste de lo habitual. 

- Tienes razón, Bea ha desaparecido. Debo pedirte un favor, pero antes disfrutemos de la voz de Billie un rato. Quizá eso me permita aclarar las ideas.

En ese momento salía la señorita Holiday al escenario y los primeros acordes de "Strange fruit" empezaban a sonar.

El Wonderland bullía de vida, la melancolía desapareció brevemente de su mirada y por unos instantes contempló su mundo, aquel increible salón. Ese ecosistema único en el que él era el mago que hacia que cualquier cosa fuera posible en el país de las maravillas. No había nada que Eddy y sus chicas no pudieran conseguir, y eso era lo que hacia que todo el que tuviera un nombre en esa jodida ciudad quisiera estrechar la mano de Edward Reuben Niemmen. 

Sin embargo, tras los primeros acordes y la melancólica voz de Lady Day la mente de Eddy no pudo evitar rememorar esa conversación.

- Te odio, Eddy. Odio amarte. Por eso me largo de Manhattan.
Edward, de pie en la puerta, la abrazó. La besó en la mejilla.
Mientras la observaba alejarse por el pasillo una melodía recorrió aquel lugar como si alguien, un ser divino o un guionista improvisado de aquella pequeña tragedia, supiera exactamente lo que la mente de shorty pensaba.
"...though I try to hide it, it's clear. My world crumbles when you are not here..."

Shorty, en una de las pocas fotografías que se conservan de él. 


miércoles, 23 de agosto de 2017

Capítulo 18: La singular mente de la chica de la Luna llena.

Siempre se ha creido que llegará un instante en el desarrollo de la humanidad en el que habrá un cambio irreversible donde todo lo que conocemos, sentimos y observamos jamás podrá volver a ser igual. Este momento en el espacio-tiempo, es lo que se ha venido a llamar singularidad.

En el ámbito de la ciencia, ese singular punto vendrá dado por varios factores. La neurociencia y el estudio de los sistemas de inteligencia artificial junto a la compleja simbiosis cerebro-máquina harán que dentro de no mucho podamos averiguar qué es lo que realmente piensa y siente una persona.

Erase una vez una chica cuyo rostro brilló junto al de la Luna llena. Sus ojos parecían estrellas y su sonrisa pequeñas nubes algodonosas que flotaban alrededor del luminoso astro.

Como toda narración que se precie de ser contada, debe tener un hilo conductor, éste no puede ser otro que su singular cerebro. Él es el prota en esta ocasión, el hilo, nudo y desenlace de esta pequeña historia.

Sobre el papel, su cerebro visto desde fuera no revestía nada especialmente llamativo. Era igual que muchos otros, con sus rugosidades, sus lóbulos perfectamente diferenciados, su bulbo, su cerebelo. La singularidad (esta palabra se va a repetir bastante a lo largo de tan singular escrito) residia en lo que había en su interior y recorría velozmente axones y dendritas a traves de los neurotransmisores. Esos paquetes de datos que, sin parar, discurrían fugazmente de un lado a otro creando verdaderas autopistas de pensamientos, era lo realmente fascinante de esta chica.

En el mundo del mañana, sería muy sencillo poner ciertos electrodos en puntos estratégicos de su esponjoso cerebro y observar mientras las máquinas analizan datos y comportamientos.
En el mundo de hoy, esa mujer es el enigma del siglo. Decenas de personas en algún momento u otro de su vida se preguntaron algo que jamás tendrían oportunidad de averiguar. ¿Qué pensaba?

Si lloraba, ¿era de felicidad o de tristeza? Si sonreía, ¿se debía a algun hecho del presente, del pasado o quizá del futuro?
¿Un si, era realmente un si? ¿Las palabras que salían por su boca eran la transmisión literal de sus pensamientos o su prodigiosa mente la engañaba con algún truco que solo ella era capaz de realizar? ¿Tenía sentimientos o al ser un cerebro tan desarrollado, éste los había desechado al fondo "del armario" por ser inservibles en épocas en las que esta mal visto dejar hablar al alma?

Ningún ser humano se propuso averiguar realmente tales cuestiones. Todos se rendían al primer embate de dificultad. Todos y cada uno de ellos dijeron, bueno ya llegará el dia en el que las máquinas hagan ese trabajo. Un día los ordenadores entenderán la mente de esta chica cuya cara refulgió en una ocasión tanto como lo hizo la bella Luna.

Ese nudo gordiano tan dificil de desliar que era su mente causó estragos en algunas personas, pero quizá la más afectada era la propia chica. Muchas veces quiso huir de ella, dejándola abandonada en cualquier antro maloliente. No pocas noches intentó dar esquinazo a su vívido cerebro, pero éste se las sabía todas y por muchos garitos a los que fuera siempre se acostaba con el acuestas. No había forma alguna de desligarse de sus pensamientos.

No todo era sufrimiento, desde luego. Esa hiperactividad eterna que mantenía su mente en vertiginoso funcionamiento, le hacía ser una persona tremendamente inteligente. ¿Pero hasta que punto valía la pena? Muchos conocimientos, mucha sabiduría, el dominio de muchas artes y sin embargo cada noche solo su cerebro era capaz de comprenderse a si mismo. Como una máquina que llegado ese punto de inflexión, esa singularidad, sabe aprender de si misma para hacerse mejor y más eficiente, desoyendo al cada vez más tímido corazón cuyo hilo de voz apenas se escucha entre el rugir de la información correteando a velocidad de la luz por todo su cerebro.

En este punto de mis cuentos siempre suele aparecer el héroe, sin embargo en esta ocasión esa persona no tiene pinta de valeroso y fuerte caballero andante.
El único ser humano capaz de comprender ese cerebro es uno que, muy lejano de ese estereotipo de chico con capa y espada, pese a los nulos abances no se detiene en su férrea determinación de averiguar quien es la mujer de la Luna llena.
¿Qué le lleva a ello? En una de mis historias sería el amor, el verdadero amor. No obstante este cuento es muy peculiar (singular, si lo preferimos) y su motivo puede que no sea ese.

El antihéroe sabe que hay muchas cosas que los hombres no conocen, que permaneceran durante mucho tiempo en algún lugar etéreo y nebuloso, velado para el entendimiento humano. Quizá hasta que alguna máquina, robot o ser artificial sepa desentrañar esos misterios.
El antihéroe no quiere conocer sus pensamientos por simple curiosidad o por llegar donde ningun otro hombre estuvo. No desea culminar ninguna cumbre antes que nadie por el simple mérito de haberlo conseguido.
El antihéroe, el único que tiene la potestad real de averiguar el secreto de los pensamientos de la chica-luna, tan solo desea coger su mano en las noches en las que ella desee huir agobiada por su hiperdesarrollada mente y decirla entre susurros. Tranquila, yo te entiendo y estaré a tu lado para siempre. Cada amanecer de cada día besaré tu alma y acariciaré tus pensamientos.

Algunos científicos han dado fecha para esa singularidad. Mediados del siglo XXI. En ese momento la neurociencia y la tecnología se unirán para que el ser humano llegue a un punto de no retorno. Entonces esa chica dejará de ser un misterio, y quizá por trartarse de algo cotidiano eso de leer y comprender mentes, nadie se preocupe por averiguar sus sueños y pensamientos.

Suena demasiado gris, ¿no creéis? Alguien debe dar color a este final e intentarlo antes de que ese día llegue y el mundo sea demasiado viejo para creer...en lo singular del amor.
Antihéroe, ¿dónde te metes? Esa chica necesita que le sostengas la mano en las noches más oscuras.

lunes, 21 de agosto de 2017

Capítulo 17: Corazones de hielo.

Fase1: Ser majete.
Fase 2: Buscar un tema de conversación que le atraiga.
Fase 3: Hacerla reir.
Fase 4: Mirarla con sinceridad.

¿Qué  hacer cuando nada de eso funciona? ¿Cómo actuar ante una de esas almas llenas de vericuetos? ¿Cómo se conquista un corazón helado? ¿Con fuego? No, corres el riesgo de chamuscarte. ¿Con cariño? Tampoco, la capa de hielo es demasiado espesa para poder traspasarla con algo de afecto. ¿Con indiferencia? Imposible.

Estas y muchas otras preguntas asomaron por mi mente en varias ocasiones. Mi poca experiencia en el tema me decia que debía buscar el consejo y la sabiduria de los grandes.

Empecé por estudiar los antiguos tratados en los que decian que la palabra escrita y leida era la mejor forma de despertar el lado romántico de alguien. Bueno, me dije, parece sencillo. Trillones de palabras en innumerables cartas no surtieron el efecto deseado.
El corazón helado no se derritió con las infinitas misivas hablando del amor.

De acuerdo, busquemos un nuevo método. Según esos mismos tratados, los caballeros serviciales, atentos y dispuestos a toda clase de actos nobles y valerosos las volvían loquitas.
Siempre que sonó el telefono alli estaba. Siempre que ella dijo ven, allí que fui. No, ser cortés tampoco parecía la manera de llegar donde quería con un corazón helado.

Pero Rubén, ¡qué estamos en el siglo XXI!
Vale, vale. Abancemos un poco en las artes de cortejo y veamos ejemplos más cercanos.

El cine desplazó a los libros en este siglo, por tanto debería fijarme que hicieron algunos de sus protagonistas para llevarse a la chica de turno. ¿Qué hizo, por ejemplo, Clarence para ligarse a Alabama?
En "True Romance" el inocente Clarence lleva a la chica a una tienda de cómics. Alli le explica, con luz tenue y miradas furtivas, el cómo y porqué del anillo que lleva Peter Parker colgado al cuello antes de ser Spiderman. Tras eso y una noche llena de caricias y besos, Alabama le declara su amor a Clarence para al dia siguiente convertirse en la señora Worley.
Muy bien, no me veo llevando a nadie al Fnac, y en mitad de todo ese jaleo impresionar a una bonita chica con un cómic en las manos. También podria llevarla a la Warner (sabiendo que me pirran los parques de atracciones) y alli, subidos en la montaña rusa de Spiderman declarar mi amor eterno, pero me da en la nariz que tampoco funcionaría, el miedo de ella desvirtuaría sus posibles sentimientos hacia mi.

Prosigamos, pues. Tom Cruise en "Magnolia" da una clase magistral y un tanto misógina sobre como ligar con tias. Para él la clave está en tomar el mando, llevar el control y tener un calendario a mano. Hay que esperar cuatro dias una vez hecho el contacto y después, según  su metodología, la tendremos a nuestra merced. Dejadme decirlo por favor, ¡pero qué clase de chorrada es esa! En este mundo, si esperas cuatro dias te han birlado a la chica, a no ser que ella ya sienta algo, entonces la cosa cambia. Pero si no es asi, ¡espabila!

Dejemos al duro de Cruise y vayamos hacia lados más amables. En "Lost in traslation" Bill Murray va a un karaoke en Tokyo y alli logra encandilar en parte a la bella Scarlett Johansson. ¡Qué mono! Exclamaron las chicas de medio mundo.
Podría cantar, desde luego. Poner alguna canción que me encanta de Estopa, o quizá una de esa banda sonora de mi peli de Disney favorita pero seamos honestos, mi voz no derrite corazones helados, a lo más que puede llegar es a producir una sonora carcajada.

Siguiente método, la socorrida cena. ¿En cuántas películas no hemos visto que él la lleva a cenar a un precioso restaurante y alli surge la chispa que hace que todo acabe como un cuento de hadas?
Yo me tiraria por llevarla a un americano a comer una hamburguesa, pero para conseguir que alguien con armadura se la quite en parte, necesitamos algo con más clase. Un restaurante japones de moda, por ejemplo. Estaría loco si intentara llevar a alguien a un "japo", no se comer con palillos y produciría mas de alguna risa en ella al ver que pierdo la comida a mitad de camino entre el plato y mi boca. Eso no enamora, más bien me miraría con cara de...al menos lo has intentado, chico.

¿Quién diablos no ha llorado con "El diario de Noah"?
Pues si, también me propuse en una ocasión escribir una especie de diario. Tal y como hizo Gosling, plasmé pensamientos y deseos en unas cartas durante un tiempo. Toda esa correspondencia, leida junta, parecería un diario de alguien enamorado. Martes, 11 de..., en algún lugar de Madrid.

Vaya, los corazones de hielo hacen honor a su apelativo. Pero no desesperemos, Robin Williams tuvo la ansiada respuesta en otra de esas películas plagadas de sabiduría.

"La poesia, la belleza, el romanticismo, el amor...son las cosas que nos mantienen vivos.
Las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo."
En "El club de los poetas muertos" el profesor (Robin Williams) conmina a sus alumnos a sentir las palabras, vivirlas y soñarlas.

Un corazón helado, ¿cómo se conquista? Tengo una idea. Extraña, extravagante y muy evidente al mismo tiempo.
Las almas más endurecidas, frias y protegidas con cien armaduras de mil llaves cada una, se salvan de una sola forma. Mecidas por el suave susurro del agua.
El hielo se deshace en agua. Tranquila y plácidamente. Solo necesita algo de tiempo y templanza. No hay duda, el hielo sabe que su destino es convertirse en agua y acabar siendo uno con ella.
Hielo y agua son lo mismo, pues.
Asi que la solución a tan endiablado problema es esa, convertirse en agua y fluir.

Ya lo dijo otro de esos sabios, Bruce Lee. "Be water, my friend."

Capítulo 16: El vuelo del águila.

Fuerza. Destreza. Potencia. Velocidad. Visión. Respeto. Oido. Ligereza. El águila es el rey de los cielos, quizá por eso sea uno de mis animales favoritos.

Eso mismo debieron pensar en la antigua China, en un viejo templo Shaolin, cuando observaron las enormes aptitudes de este bello animal. Estos monjes idearon unas técnicas de Kung Fu a las que denominaron garra del águila.

Generación tras generación el conocimiento de este noble arte fue cayendo en manos de diferentes maestros cuyo punto común era el amor hacia el ave que dominaba los cielos.

La última en esa estirpe de valerosos guerreros es Lily Lau, cuya sabiduria intentó transmitirme.

Capítulo 15: Bailar en la habitación.

Hace unos tres años alguien me hizo un extraño ofrecimiento.

Me acababa de topar con ella cinco minutos antes, en una de esas muchas aplicaciones que existen para conocer  gente.
Era una de esas noches solitarias y tristes que abundan en mi vida. Tengo una fantasia, me dijo. Enrollarme en el metro con un desconocido. Al instante pensé que era una broma, un tio haciendose el gracioso. Aún asi le seguí el rollo, total no habia nada mejor que hacer.

Durante la media hora siguiente concretamos como seria el encuentro.
Habia una regla unicamente. Ninguno de los dos podia decir una sola palabra. La impuse yo y ella aceptó.

A la mañana siguiente, al llegar a la parada en la que habiamos quedado, no pensé que estaría asi que me sorprendió ver a una chica en el punto en el que habiamos dicho de vernos.

Muy bien, le dije la noche anterior. Alli estaré a las 8:30. Me pararé a unos metros de ti, si quieres que me acerque y continuar con todo, hazme un gesto afirmativo con la cabeza. Si quieres anular el asunto tan solo da media vuelta y desaparece.

Alli parado, durante el breve instante en el que ella decidió que todo continuara, la observé. Iba con vaqueros y camisa oscura. Pelo oscuro también, rizado. Sonreia mientras movió la cabeza afirmativamente.

Yo ni tan siquiera estaba nervioso porque no esperaba encontrar a nadie. Pero en el mismo momento de decirne que si, una pregunta hizo que algo dentro del estomago me hiciera cosquillas. ¿qué hago?

No lo pensé más. Fui hacia ella con paso decidido y la besé en los labios. Primero fue algo tierno, timido, sugerente. Diez segundos después nuestras lenguas jugaban en el interior de las bocas. Una de mis manos sujetaba su cabeza, la otra cogia su mano a la altura de la cadera.
No se cuanto tiempo duró aquello pero al finalizar ella continuaba sonriendo, motivo por el cual la hice un gesto con la mano para dirigirnos a los tornos de entrada al metro.

Esperando en el andén me apoyé en la pared y ella en mi. Nuestros cuerpos estaban muy juntos, tanto que ella debió notar la excitación creciente bajo mis pantalones. Deslizó la mano hacia abajo por mi cuerpo y rozó mi polla a traves de los vaqueros. Yo le metí las manos en los bolsillos traseros del pantalon apretandole el culo contra mi.

Un primer tren pasó. Apenas nos dimos cuenta hasta que sonó el pitido avisando que las puertas se cerraban. Ambos sonreimos y seguimos basándonos hasta que el siguiente tren hizo acto de presencia. Entonces la cogí de la mano y entramos.

El vagón estaba hasta arriba pero encontramos un hueco en el que ella y yo nos fundimos con las paredes para mimetizarnos con el propio vagón.

La empotraba contra la pared con mi cadera. Empujones leves. Ella gemia sutilmente. Lo notaba tras los auriculares que me mantenian ausente del mundo. Escuchando música con el volumen muy bajo para poder oir esos suspiros que de vez en cuando, y sólo en los breves momentos en los que nuestros labios se separaban, lanzaba al aire.

De pronto me hizo una señal. Esa era su parada. Me cogió de la mano y me sacó con ella. En las escaleras mecánicas se puso delante. Me agaché un poco y le pegué un pequeño mordisco en el culo. Ella se giró y metió la mano bajo los pantalones. Me tocó la polla erecta.

Traspasados los tornos de salida y en la misma boca del metro me paré. Ese era el final del trato. Acompañarla hasta su trabajo y luego desaparecer para siempre.
Sin embargo ella rompió la unica norma que había en todo aquel asunto.
¿Cuando follamos? Me preguntó.
Yo no follo sin estar enamorado, la contesté dandome la vuelta y volviendo a coger el metro hacia mi destino.

Jodido estúpido. Me dije en el vagón nuevamente, pero ahora solo y sin manos que me sobaran.
¿Por qué tienes que ser asi?

Ella, aquella noche y varias más, me siguió escribiendo. Hablamos durante un tiempo. Incluso me pidió que la llevara de viaje en ese verano que ya empezaba a vislumbrarse. Quiero ir contigo a un sitio que siempre me ha apetecido, me decía.
Lo siento, solo viajo con alguien si estoy enamorado.
Pero, ¡qué cojones te pasa Rubén!

Unas nuevas vacaciones llegan a su fin. Sol, playa, helados...Pero nadie en el asiento del acompañante, nadie cantando junto a mi para amenizar el camino.
Debes dejar que las cosas fluyan, me han recomendado no hace mucho tiempo. Tan sólo dejar que lo que tenga que ocurrir pase sin más. Pero no puedo, son dos normas que simplemente no puedo olvidar. No quiero follar sin sentir algo por ella y no puedo viajar con nadie de la que no esté enamorado.

¿Por qué? Obvio. Quiero bailar en la habitación del hotel, para después hacer el amor hasta el amanecer.

Capítulo 14: La increible futilidad de ser romántico.

Creo que la culpa de todo la tuvo Elvis.

"I wonder if you're lonesome tonight.
You know someone said that the world's a stage. And each must play a part.
Fate had me playing in love you as my sweet heart.
Act one was when we met, I loved you at first glance.
You read your line so cleverly and never missed a cue.
Then came act two."

"And when you smile the world is brighter,
You touch my hand and I'm a king.
Your kiss to me is worth a fortune,
Your love for me is everything.
I'll guess I'll never know the reason why
You love me like you do.
That's the wonder, the wonder of you."

"Wise men say, only fools rush in.
But I can't help falling in love with you.
Shall I stay? Would it be a sin?
If I can't help falling in love with you?"

"Love me tender, love me dear, 
tell me you are mine. 
I´ll be yours through all the years, 
till the end of time."

Con 10 años cayó en mis manos una cinta de casette de Elvis. Durante los diez años siguientes la escuché hasta la saciedad aprendiendo de las letras del "rey" lo que era el amor. Sin duda, Elvis fue el culpable de todo.

Esta tarde me ha dado por poner en el móvil una recopilación de sus éxitos que me compré hace tres o cuatro años. Mientras veía una preciosa puesta de sol e inevitablemente a una pareja disfrutando de ella, he pensado en lo inútil que me ha sido ser romántico. 

En realidad tuve momentos preciosos. Situaciones en las que deseé dominar el tiempo y detenerlo para siempre. 

Desde luego despertar y observar a alguien a tu lado es uno de esos instantes. Las pocas veces que ha sucedido me he preguntado que estaría soñando ella, que pasaría por su mente, cuáles serian sus sueños.

Ver su cuerpo desnudo sobre la cama, acariciarlo suavemente para que no se despierte, sentir su cálida piel con las yemas de los dedos. Quizá, con mucho cuidado, besar sus labios pasando antes los mios por su mejilla. 

Es muy probable que en una escena muy parecida a estas, Elvis escribiera eso de "...no puedo evitar estar enamorado de ti..."

Deslizando lentamente la mano hasta llegar a la cadera y dejarla ahi el tiempo suficiente para sentir el calor de su cuerpo. La otra mano descansando sobre la almohada, bajo la cabeza que mantiene su mirada fija en ella. Observando su respiración, la cadencia de su pecho, su silueta en la oscuridad de la habitación. Si, ciertamente Elvis diría entonces algo como "...seré tuyo para el resto de mis dias..."

Viendo esa puesta de sol y a esa anónima pareja he tenido envidia. Lo confieso. 

"Don't, don't, that's what you say. Each time that I hold you this way. When I feel like this and I want to hold you, baby, don't say don't." 

Al hacer la foto escuchaba justamente esta canción. Pensaba en lo bonito que sería decir alguna vez que si. Responder con un si rotundo al amor y porqué no, ser yo el protagonista de una estampa parecida. 

Tumbados en el agua, acoplados de tal manera que sintieramos la piel húmeda de nuestros cuerpos. El sol pegando en los sonrientes rostros llenándolos de una calidez y una luminosidad angelical. Las manos bajo el agua jugando, acariciando traviesamente partes ocultas y prohibidas de la anatomía. Besos salados. Abrazos llenos de sutileza. Timidas sonrisas, miradas pícaras. Palabras de amor susurradas al oído. Quizá un te amo. Puede que un siempre estaré a tu lado. Ojos que levemente se desvian hacia el sol para contemplar, y a la vez comprobar, que el tiempo no se detiene por y para nadie, por muchas ganas que tengas de que eso ocurra y que ese atardecer sea eterno.

"..let our love survive. Or dry the tears from your eyes. Let's don't let a good thing die..."

Definitivamente él tuvo la culpa de que yo sea un estúpido romántico. Esa idea, el concepto mismo de romanticismo, solo funciona en películas de Hollywood cuyos guiones estan escritos por gentes que quizá escucharon a Elvis tanto como yo. Los protas de El diario de Noah, Love actually, Serendipity, o Ghost, por poner unos simples ejemplos, se quedarian a dos velas en la vida real observando a mi lado la puesta de sol. Bueno, quizá Ryan Gosling tuviera algo de fortuna, por lo que sé todas suspiran por él. ¡Tipo con suerte! 

Nota: Las letras utilizadas son de las siguientes canciones, por si alguien tiene curiosidad y ganas de escucharlas. "Are you lonesome tonight?" "The wonder of you" "Can't help falling in love" "Love me tender" "Don't" "Suspicious minds"