La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

jueves, 15 de mayo de 2014

El beso

Necesito escribir, realmente lo necesito. La impotencia me está matando. Puede que sea la única manera de lograr recordar como era su cara.
El deseo por perderme de nuevo en sus ojos es lo que ha hecho que lleve media hora intentando que mi mente vuelva a revivir algo ocurrido tan sólo un par de horas atrás. ¿Tan complicado es? No me he movido de la cama en todo este tiempo quizá para que todo estuviera de la misma forma y así poder repetir ese momento tan increíblemente sensual y mágico. ¡Maldita sea! ¿Por qué me habré despertado justo en ese instante?
Tengo miedo a que esa deliciosa escena se borre de mi mente y pase a formar parte de ese archivo akásico que fluye en el aire. Es un temor real y tangible, ya que cada segundo que pasa su recuerdo se va haciendo más vago y etéreo.
De nuevo ha sido una pelirroja de larga melena la que ha hecho que mi corazón vibre, se desboque y vuelva a latir. Sin embargo era muy distinta a la de ese primer sueño que tuve hace tiempo.
¿Cómo apareció? No lo se, es un auténtico misterio. La primera vez que recuerdo que la vi estábamos en una enorme tienda. Ella caminaba entre estanterías llenas de prendas, observando con deleite todos esos vestidos, pantalones y blusas. Mientras, yo pensaba en otro detalle que me tenía un poco loco. ¿Fuera de la tienda estaba Mario Vaquerizo?¿Y qué hacía en un desfile de Reyes vestido de payaso y con pantalones de colores? 
Aún le daba vueltas al tema de Mario cuando, de sopetón, en ese diáfano local que era la tienda apareció una estructura colgante. Una plataforma sustentada en el aire tan sólo por unos fuertes hilos de acero que venían de un techo altísimo, el cual creo que jamás logré vislumbrar. En ese instante escuché la voz de la pelirroja diciéndome que quería subir, y sin prestarle demasiada atención le contesté que yo esperaría dando una vuelta por abajo. 
Y fue entonces cuando alguien agitó su varita mágica, o quizá cupido lanzara una de sus conocidas flechas, incluso pudiera ser que un rayo de feromonas salidas de su precioso cuerpo acertara de lleno en la diana, justo en mi insensible corazón. Escoged lo que más os guste, pero lo cierto es que empezó a sonar "Lady in red" de fondo en la gigantesca tienda, aunque puede que esa canción sólo estuviera en mi mente. Y ahora que lo pienso, hacía años que no la escuchaba. ¿Por qué aparecería en el sueño en ese momento? En fin, que mientras la música empezaba a salir de algún sitio indeterminado miré hacia arriba buscando esos inexistentes altavoces. Un gesto mecánico supongo, pero que provocó que por fin la viera de verdad. Llevaba un vestido negro, ajustado, en el que no me había fijado hasta entonces. Brillaba, por la acción de unos focos que tampoco conseguía ubicar, lanzando destellos hacia mi. De pronto ella cogió un pañuelo de una estantería y se lo colocó alrededor del cuello y empiezó a bailar siguiendo el ritmo de la música. "....I'll never forget the way you look tonight....".
Incluso ahora, después de unas horas, mi corazón se acelera con ese sensual recuerdo. Ese baile me deshizo por dentro, derritió todas mis defensas y desde ese mismo instante me enamoré perdidamente de esa chica de pelo rojo.
Pasados un par de minutos y queriendo recordar ese mágico momento saqué mi móvil y la grité. ¡No bajes, que voy a hacerte una foto! Se que la llamé por su nombre pero por más que estrujo mi cerebro no consigo acordarme cual era. Sin embargo algo extraño sucedió repentinamente, un giro inexplicable de los acontecimientos. Mientras intentaba enfocar bien con la cámara del teléfono, alguien apareció de la nada y me cogió del brazo. Una rubia me decía algo sonriendo. ¡Ven a ver esto, Rubén! 
¡Dios! ¡No estaba sólo con la pelirroja! Había alguien más en la tienda acompañándonos. De hecho, tengo la sensación de que la protagonista de mi sueño, esa niña del vestido negro, era una amiga de la rubia.  
Un rato después del momento baile estabamos los tres en una zona de la tienda repleta de carritos con ropa colgada. Multitud de perchas sostenían prendas de todo tipo que la pelirroja miraba distraídamente. Paseaba tranquila, rozando la ropa con sus manos y sonriendo cada vez que algo le gustaba. 
De golpe, soltó la bomba. De espaldas, mientras continuaba desechando camisas y faldas que no le llamaban la atención me preguntó.....
- ¿Vas a besarme en algún momento o seguirás mirándome así eternamente?
- Eh.....¿qué? Conseguí decir sorprendido. 
- Esa mirada tuya me pone nerviosa.
- ¿Qué mirada?
Entonces se dió la vuelta y me miró a los ojos. Lentamente se acercó a mi. ¡Esa mujer era tan bonita! Mis palabras jamás podrían hacer justicia ante tal belleza. No soy capaz de poner adjetivos y describir a ese ángel que se movía con decisión y delicadeza hacia mi. 
Tan sólo puedo añadir que yo no estaba nervioso en absoluto, su mirada había evaporado cualquier sensación de intranquilidad. Sentía una paz terrible. La calma antes de la tormenta, sin ninguna duda. 
- Esta mirada. Dijo, acariciandome con sus suaves dedos uno de mis ojos. 
Dejé que llegara con su índice hasta la barbilla. Con los ojos cerrados sentía su perfume, su respiración, incluso llegué a intuir sus latidos a través de los finos capilares de las yemas de sus dedos. 
Abrí los ojos y vi su mirada, esa que ahora no puedo recordar. Era la de una mujer que acaba de rendirse ante lo evidente. Había una atracción entre ambos, química si queréis, 
Acerqué mi mano hacia su cara y ella giró su cabeza para apoyarse en ella. Y entonces lo hice. La besé. Un tímido beso en el que tan sólo nuestros labios se rozaban. Recuerdo que con la otra mano cogí la suya, y sentí su suavidad, su calidez. Me separé un instante de ella mordisqueando levemente su labio y no se como explicar esto, pero apareció una cama delante de mi. ¿Mobiliario de la tienda? La llevé de la mano hasta allí y nos sentamos en el borde. Observé su increíbles y grandes ojos, su nariz llena de pequitas, su largo pelo rojo y de nuevo la besé. Esta vez fue más pasional. Tumbados sobre el mullido colchón dábamos vueltas de un lado a otro sin despegar nuestros labios. Mis manos acariciaban su pelo y cintura, las suyas cogían con fuerza el edredón de tonos azules que cubría la cama. 
Unos minutos después ese beso paró y ella, que estaba sobre mi en ese instante, me dijo...besas bien. Al tiempo que apoyaba y acariciaba con su dedo mis labios, que dibujaban una amplia sonrisa. 
Iba a contestar algo cuando, en un acto de crueldad infinita, me he despertado abrazado a la almohada y con una gran erección.
Ha sido inútil volver a cerrar los ojos y pensar en esa mujer para dormirme de nuevo y continuar ese maravilloso sueño. Al darme cuenta de que sería imposible volver a soñar, he intentado concentrarme en su pelo, su nariz, sus ojos. Pero todas las tentativas han caído en saco roto y me ha sido imposible volver a esa cara. Como último, y desesperado, acto para evocar esos recuerdos he buscado "lady in red" en internet pero lo único que he conseguido ha sido derramar un par de lágrimas al pensar que jamás la volvería a tener en mis brazos. Esa pelirroja se había desvanecido en el mundo de los sueños y nunca más sus labios se unirían a los míos. 
Sin embargo si que hay algo que he conseguido llevarme de ese mundo onírico e irreal. "...I'll never forget the way you look tonight..." Si, jamás olvidaré ese brillante vestido negro.
 




martes, 6 de mayo de 2014

I want to believe

Ross y Rachel. Rachel y Ross. Deseaba que esos dos acabaran juntos de una vez por todas. 
Cada día a las tres de la tarde ponía el plus para ver un nuevo episodio de friends y comprobar si por fin ambos se dejaban de tonterías y se declaraban amor eterno. Ya estaba cansado de que les buscaran parejas imposibles, con las que no pegaban para nada. Esos dos habían nacido para estar juntos y así debía ser, así que cuando vi en el último episodio, justo hace ahora 10 años, que el amor saldría victorioso respiré profundamente y sonreí.  
En una habitación de hotel dos bandos enfrentados se desafían a gritos, los de narcóticos por un lado y los hombres de Drexler por otro. Y en medio estaban ellos, Clarence y Alabama, intentando cerrar el negocio de sus vidas. Pero la cosa de pronto se desmadra y, en esa habitación de hotel de Los Angeles, empieza la locura en forma de lluvia de balas. Cuando en ese instante vi que a Clarence le impactaba uno de esos proyectiles perdido en ese tremendo caos, mi corazón se encogió y grité un no entre indignado y triste. Quizá no fuera tan espectacular como el lamento de la señorita Worley al ver a su querido Clarence allí tirado con la cara desfigurada, pero sinceramente quise atravesar la pantalla y liarme a tiros por pura venganza. Pero esa sed de sangre pasó a los pocos segundos al ver que no había muerto y que esa bala tan sólo le había rozado. Si, el amor triunfaba de nuevo. Clarence y Alabama tendrían un hijo al que llamarían Elvis y vivirían felices el resto de sus tranquilas vidas. 
Estaba en el cine, tendría 19 años y la sala estaba prácticamente desierta. En un instante, sentado en esa butaca, todo mi mundo se precipitó hacia un oscuro vacío y rompí a llorar como un crio al ver que le habían disparado, Guido había muerto fusilado por un jodido nazi. Jamás vi a un personaje como el que interpretaba Roberto Benigni, lleno de vitalidad y alegría. Ese tipo era genial y ahora estaba muerto, no lo podía creer. Me negué a pensar que jamás volvería a ver a su princesa y al salir del cine aún llorando me imaginé que Dora y él se reunían mientras los soldados americanos liberaban a la gente del campo de concentración. Cerré los ojos y vi a ese italiano, menudo y extremadamente delgado, saliendo del oscuro callejón donde había sufrido ese traicionero disparo y arreglándose un poco el pelo ir al encuentro de su maravillosa Dora. ¡Buenos días, princesa! Le diría con una amplia sonrisa mientras la abrazaba y la besaba y el pequeño Giosué, se agarraba a su cintura y gritaba....¡papa, papa, hemos ganado el tanque! ¿Verdad que si? Quizá sea por eso que a partir de ese día me prometí que cuando amara a alguna mujer, todas y cada una de las mañanas que estuviera a su lado le daría los buenos días de una forma especial. Guido no habría muerto en vano, su espíritu seguiría en mi. El romanticismo no moriría mientras yo creyera en el amor verdadero y eterno.
Siempre he creído que alguien en algún lado me amaría, que al despertar pensaría en mi. Quizá al tomarse el primer café en el trabajo su mente la llevaría hasta la noche anterior cuando, tumbados en el sofá, le acariciaba la mano al ver juntos la tele. Y que al comer me echaría tanto en falta que me llamaría por teléfono y le diría cuanto la amo y que mi existencia no tendría ningún sentido sin ella a mi lado. Desde que fui un adolescente soñé que abrazaría a una preciosa mujer por las noches, jugando en la cama entrelazando las piernas. 
Pero lo más sorprendente es que tuve todo eso, y mucho más. Mi sueño se cumplió. Entonces, ¿por qué cuando me pidieron dar un paso más no lo hice? Esa pregunta me rondó por la cabeza durante varios meses. Hasta que decidí que era una tontería seguir dándole vueltas y empecé a conocer a otras mujeres. Si ella no era mi princesa, quizá mi destino aún estuviera esperándome en algún lugar.  Sin embargo cometí un error, un fallo que me hizo sentirme mal. Comencé a dar los buenos días a varias mujeres a la vez. Durante un par de meses, puede que alguno más, cada mañana escribía a 10 o 15 chicas. Se suponía que debía ser un mensaje especial de buenos días, intentaba que fuera distinto cada mañana y para cada chica. Era realmente agotador, toda mi capacidad inventiva estaba a punto de desbordar. Mí objetivo no era camelarlas y llevarlas a la cama, eso creo que todas lo tenían claro. Mi único propósito era enamorarlas como Guido hizo con su principessa y ahí es donde estaba mi error. 
Yo no se jugar a lo que juegan los demás. Una mañana me sentí horriblemente mal. Entre mensaje y mensaje levanté la cabeza y miré por la ventana del autobus. Cuando aparezca esa mujer especial, ¿qué mensaje de buenos días distinguirá a una de otra? Desde ese momento no pude escribir más mensajes de ese estilo. 
Algunas de esas chicas desaparecieron por creer que ya no deseaba saber de ellas, otras siguieron escribiendo preguntándome el motivo de mi silencio. 
No es que no pensara en esas mujeres al escribirme con ellas, tan sólo es que quiero que esa mujer que me enamore se sienta especial. 
No me imagino a Roberto Benigni dando los buenos días a otra que no fuera su principessa, ni a Alabama llorando por otro hombre de la forma como lo hizo al creer que Clarence estaba muerto, ni tan siquiera se me puede pasar por la cabeza otro final de friends en el que Ross no acabe con Rachel. 
Sé que en algún lugar se encuentra esa mujer que se merece mis besos, mis caricias y mis buenos días. Tiene que existir esa chica, lo sé. Esta historia tiene que acabar bien, no puede ser de otro modo.
Necesito y quiero pensar de esta forma, porque yo soy así. Simplemente por eso, creo en el amor verdadero y el destino. La inquebrantable fe en esos conceptos ha hecho que cada día de mi vida tenga ganas de levantarme. Cuando tuve el amor y ahora que no lo tengo. 
Quiero creer, necesito creer.