La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

martes, 29 de agosto de 2017

Capítulo 23: Just keep swimming.

¿Seré capaz de ir desde mi casa hasta la estación de Atocha?
Hace un rato me he puesto el disfraz de Nemo y me he adentrado en el infinito océano de las calles de un Madrid poblado de nubes.

La empresa no era baladí en cualquier caso. Los que me conocen lo saben, me pierdo en una baldosa. Un pirata madrileño, para más inri, navegando por callejuelas estrechas y amplios bulevares.

¡Pero Ru, si es todo recto desde tu casa! Exclamarán los más atrevidos, pero queridos, en mi mundo la linea recta no existe.

Asi que, ataviado nada más que con el valor propio de un Nemo de colores llamativos, me he puesto a andar descifrando a cada paso el sendero a seguir, con más ímpetu que pericia.

He procurado no guiarme por app ninguna, ni preguntar a los lugareños, que complacientes me dirian que camino era el adecuado. No, lo quería hacer complicado. Debía ser un auténtico reto por lo que mi única guía serían los árboles, viendo hacia que lado crecían las ramas o salía el musgo en sus ancianos troncos. El viento, por supuesto, oliendo el rastro cuál adiestrado sabueso. Los pájaros, con su misterioso vuelo. Las estrellas, imaginando donde estaria la Osa Mayor. En fin, mi metodología para lograr cantar victoria, era intentar desplegar toda mi sabiduría de boy scout y ver donde paraba.


Observando hacía donde soplaba el viento. La fuente me fue de gran ayuda. 
Un pequeño receso para escuchar a los árboles. Esos troncos no tenian musgo que me diera pistas, pero aún asi me aventuré a seguir mi instinto. Just keep swimming!
Encrucijada. Palomas, ¿qué sendero he de tomar? Nada, ni caso. 
¡Lo conseguí!
Saboreando la victoria. Conquistada Atocha, una ďuda me sobrevino de inmediato...¿y ahora por donde vuelvo?

Capítulo 22: Modelo.

Confesión. Me encantaría parecerme de mayor a Phil Dunphy de Modern Family. Es total.

sábado, 26 de agosto de 2017

Capítulo 20: Vomitando nubes de colores.

"I saw thee smile! The sapphire's blaze 
Beside thee ceased to shine; 
It could not match the living rays 
That filled that glance of thine."
Lord Byron, 1815. (Extracto del poema I saw thee weep)

La lucha incesante era abrumadora. Fogonazos de un lado, del otro llamas ardientes. Unos salían disparados desde la mente hacia el mismo centro del alma. El fuego, a su vez, intentaba replicar desde lo más profundo del corazón.

Las sombras se cernían en el interior trás cada descarga. Ninguna de las dos partes se creía en desventaja y por ello nadie retrocedía. Cerebro y corazón se batían en duelo, a tumba abierta, hasta que uno de los dos pereciera al fin.

Mientras, los ojos, invitados inoportunos a tan descomunal batalla, se desligaban de cualquier conflicto y se posaban distraidos sobre las nubes. Ignorantes de la contienda que se desarrollaba más abajo, flotaban ligeras mecidas por el viento que las envolvía, llevandolas hacia lugares lejanos, quizá más allá de las estrellas.

Las manos palparon el corazón, seguía latiendo.
El corazón miró de reojo a la mente, seguía pensando.
¡Maldita terquedad!

El fresco aliento del atardecer entró en los pulmones dando un respiro. Una necesitada tregua en la que recobrar fuerzas. En esa pausa momentánea, los ojos se cerraron y ambos bandos se acercaron a hablar. ¡Parlamento! Gritó uno de ellos.

- Cerebro: ¡No ves, estúpido corazón, que todo esto es en beneficio tuyo!
- Corazón: ¿Qué tiene de bueno no sentir, loco incrédulo?
- Cerebro: Evita que vengas gimoteando cuando alguna flecha del endiablado Cupido te alcanza y resquebraja parte de tu cuerpo.
- Corazón: ¿No te das cuenta que si dejo de latir tu morirás?
- Cerebro: Prefiero la muerte a leer u oir alguna sandez tuya que tenga que ver con el amor. ¡Estoy harto de tanto empalago!
- Corazón: El ser humano fue creado para amar, mi querido enemigo. ¿No leiste a Byron o Tennyson?¿No fue este último el que dijo aquello de «es mejor haber amado y perdido que jamás haber amado»?
- Cerebro: Necios todos ellos. Románticos sin cura posible. El amor es una enfermedad, debilita y trae consigo la muerte. ¿¡Cuántas batallas comenzaron por eso que llamas amor!?
- Corazón: ¿Dejarás que alguna vez diga te quiero?

El cerebro, en un instante de absoluta osadía, desenfundó su espada dispuesto a dar la última estocada.
Solo había una manera de salvarse, pensó el corazón. 
El pulso se aceleró, los latidos se notaron en cada rincón y órgano del cuerpo. Un enorme torrente de sangre fluyó desde el corazón hasta el cerebro llevando consigo un recuerdo.

Noche oscura. Dos manos, dos personas. Ella buscó su mano, él dejó que la encontrase fácilmente. Los dedos se entrelazon de manera sutil, casual. Entonces ella apretó la mano de él con fuerza, necesitándola. Echándo de menos cada uno de esos dedos. Él respondió de la única manera posible.
Amándola. Eternamente.

¡Qué diablos!
Vomitadas de la boca, asombrosamente, salieron pequeñas figuras algodonosas que tomaban diversas formas según iban subiendo hacia el cielo.
Su estructura, indefinible, estaba plagada de bellos colores. Tonos anaranjados, verdes y rojos. También se podían observar cúmulos llenos de amarillos y marrones, el azul apenas distiguible del horizonte subió rápidamente tras salir a trompicones en una exhalación al dejar abierta la boca por el desconcierto.

¿Qué está ocurriendo? Se preguntaron los ojos, extrañados ante tan mágico acontecimiento. ¿Estoy vomitando nubes de colores?

- Cerebro: Permitiré que digas te quiero con una condición.
- Corazón: Pide y te será concedido.
- Cerebro: Que tan solo menciones esas palabras si ese sentimiento es verdadero.
- Corazón: Así sea.

La paz ha llegado, esa fumata mágica y colorida da fe de ello. Cerebro y corazón han sellado un acuerdo.
La mente será mas permisiva y el corazón...bueno él seguirá siendo él.

"Deep in my soul that tender secret dwells,
Lonely and lost to light for evermore,
Save when to thine my heart responsivee swells,
Then trembles into silence as before."
Lord Byron, 1814. (Fragmento de The corsair, el corsario).

viernes, 25 de agosto de 2017

Capítulo 19: Wonderland.

Basado en hechos reales.

Escena primera: Plano medio de alguien sentado en un sofá, sujetando un vaso de whisky al que da pequeños sorbos de vez en cuando. Mientras el plano se va abriendo y la cámara se aleja poco a poco de esa persona que lleva un extraño sombrero, una voz en off empieza a hablar.

...Hay ocasiones en las que nada se puede hacer, y otras en las que por mucho que hagas nada cambiará en absoluto. Sin embargo, si ella no volvía Manhattan se marchitaría poco a poco...

Esa voz se apaga en un susurro justo en el momento en el que la cámara se para en un plano de la cara de ella reflejado en una foto que reposa sobre la mesa al pie del sofá. Blanco sobre negro. El vestido de ella, tan claro como la Luna, resaltaba su ojos oscuros. Su pelo negro rodeaba un rostro sonriente y reposaba sobre el sensual vestido. La mirada perdida en la mueca de su acompañante, el mismo que bebía preocupado en el sofá, denotaba admiración. De fondo las luminosas letras del Wonderland dejaban un rastro de destellos mágicos en la instantánea.

La cámara se detiene de nuevo en el hombre del sombrero, su mirada de ojos verdes se posa sobre la foto de ella mientras una melodía, que no hacía mucho se coló en sus pensamientos, suena con aires nostálgicos. "...though I try to hide it, it's clear. My world crumbles when you are not here..."

Fundido a negro.

Escena segunda: Una calle desierta, una oscura noche sin luna. Plano general de un barrio típicamente americano de casas bajas. Se escucha a Duke Ellington tocando it don't mean a thing...

Al fondo aparece un hombre impecablemente vestido con traje gris oscuro. Bajo el sombrero, que lleva algo ladeado, se dibuja un rostro. Es el de Reuben.

La voz en off se escucha de nuevo mientras la cámara va recorriendo en un lento travelling las calles del alto Manhattan. 

Edward Reuben Niemmen caminaba por la calle con la seguridad que le daba sentirse adorado por la gente. Sin embargo, ese día, su semblante no transmitía ese magnetismo que le caracterizaba. Una hora antes había tenido una conversación con Beatriz. Esa mujer le tenía descolocado, quien lo iba a decir. Eddy Niemmen, más conocido en la ciudad como "Shorty" se había quedado sin palabras ante lo que aquella intrigante y, al mismo tiempo, maravillosa mujer le había dicho hacía unos pocos minutos. 

Un par de manzanas antes de llegar al club se paró un instante, se apoyó en la fría pared de piedra gris de una tienda de ultramarinos y se frotó los ojos. Necesitaba un trago. 

- Una botella del mejor Bourbon que tenga, por favor. Le pidió al tendero que distraído escuchaba la CBS en su viejo aparato de radio. 

- ¿Una mala noche? Le preguntó el hombre canoso detrás del mostrador. 

Eddy, sin mirar siquiera el rostro de quien le hablaba, sacó un fajo de billetes y pagó la botella de 10 dólares con uno de veinte. 

- Quédese el cambio. 

Salió a la calle, fría y solitaria. La amarillenta luz de las farolas creaban una atmósfera aún más gélida. ¿O quizá era su maldita percepción? Abrió la botella y bebió mientras las palabras de Bea se asomaban a su mente. ¡Te odio, Eddy!

Su mirada entonces se quedó fija en un hombre sentado al otro lado de la calle.

- ¡Amigo! Le gritó éste al ver que Eddy detenía su vista en él. ¿Tiene un par de pavos para un hombre sin suerte? 

Shorty se acercó.

- Haré algo mejor, compartiré mi botella contigo. ¿Quieres un trago? 

- Nunca diré que no a un ofrecimiento como ese. 

Shorty le pasó el Bourbon. 

-¿Sabes? Nunca entedenderé a las mujeres. 

- Es mejor así, dijo el vagabundo. Es lo que las hace tan fascinantes. El misterio que hay tras sus miradas.

Eddy se quedó pensativo. Si, las mujeres eran una incógnita para él. 

El mendigo hizo el gesto de devolverle la botella. Edward sonrió levemente.

- Quédatela, hoy la disfrutarás tu más que yo. 

Metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó un par de billetes.

- Busca un lugar en el que te den un buen filete y así lo acompañas con el whisky. 

El hombre sentado sobre un cartón mugriento sonrió mientras Ed se alejaba. 

- ¡Gracias amigo! Gritó. 

Shorty saludó con una mano sin mirar hacia atrás, quitándole importancia al gesto que acababa de tener. ¿Qué importaban unos dólares en una noche así? 

Caminó unos minutos sin apenas desviar la vista del suelo, hasta que empezó a escuchar el bullicio. A lo lejos se intuían la luces del club de moda en las noches de Nueva York. Una larga cola se podía ver ante la entrada. Gente de todo tipo esperaba horas para entrar en aquel lugar. Chicos intentando impresionar a sus citas, grupos de amigos que deseaban conocer a la actriz del momento, amantes del blues, fanáticos que deseaban que Billie les dirigiera una sensual mirada al tiempo que se movía sobre el escenario, niñas que anhelaban un beso de Errol y gritaban excitadas ante tal posibilidad. 

Edward adelantó a la gente que esperaba impaciente su turno. 

- ¡Hey, amigo, póngase a la cola! 

Escuchó que le gritaba alguien. Ed con las manos en los bolsillos ni se inmutó. Llegó a la doble puerta negra con un gran ojo de buey a cada lado y levantó la vista observando el letrero luminoso que centelleaba en la noche.

Today, the great and marvellous Billie Holiday. Como cada Domingo, en la noche de las estrellas, allí estaría Eleanora cantando para él. 

Al bajar la mirada se topó con la figura del grandullón. Franky, el búlgaro. Una mole de unos dos metros de alto y brazos enormes. El búlgaro era tan americano como Shorty pero le llamaban así porque contaban las malas lenguas que unos años atrás había matado a un hombre de nacionalidad búlgara que intentó camelar a su chica en un garito de mala muerte en Brooklyn. Se decía que Frank había cortado cada dedo de la mano con la que había tocado el culo de su novia dejando que se desangrara poco a poco. La policía nunca pudo demostrar tales habladurías porque el búlgaro nunca apareció ni vivo ni muerto, pero Frank se quedó el apodo. Y si alguno de vosotros le pudierais preguntar os diría lo mismo que le dijo a Edward cuando una noche sacó el tema. Oye Frank, ¿qué hay de cierto en todo eso del búlgaro? Shorty, eso es algo que sólo el propio búlgaro podría responder.

Y ahí se encontraba Eddy, a las puertas del club más chic de todo Estados Unidos. Una noche más, pero no una cualquiera. Era la celebrities night en el mágico Wonderland y allí todo podía suceder. 

Franky dió la mano a Ed al verle y le abrió la puerta. 

- Dentro esta Jess. Te espera en la barra. 

- Gracias Frank. Esta noche pinta bien, dijo señalando con la mirada la larga fila. 

- Si, Lady Day los tiene a todos locos. 

Traspasar aquellas puertas era como adentrarse en un mundo irreal y luminoso. El olor de la amplia entrada era inconfundible. Allí estaba Rachel frente a un pequeño mostrador flanqueado por dos enormes jarrones de rosas blancas y rojas que ella misma traía cada noche. 

- Hola cariño. 

- Hola Rachel, ¿qué tal la noche?¿muchas propinas?

- No esta mal, Bugsy me ha soltado un billete de 50 sólo por cuidar de su abrigo como si fuera mi querido gatito. Con esas mismas palabras me lo ha pedido. 

- Vaya, ¿Bugsy ha venido?

- Así es Ed, hoy tenemos a gente importante. 

- El jefe va a tener que subir el sueldo a Billie, reúne a más millonarios que una junta del bueno de Rockefeller. Soltó Edward, entre risas, mientras daba un beso en la mano de Rachel.

Un pasillo estrecho unía la recepción con el gran salón. La pared negra estaba repleta de fotos de mujeres con preciosos vestidos y apuestos hombres acompañándolas, posando a la entrada del Wonderland o sentados en alguna de sus mesas. Recorrer esos metros cambió el humor de Eddy, ya escuchaba el clarinete de Lester Young. Fuera de allí el mundo era violento y cruel, despiadado. Pero todo cambiaba al caminar por ese pasillo. Ese era el único lugar en todo Nueva York en el que blancos o negros, mafiosos o banqueros, músicos o escritores, actores o jugadores de béisbol eran tratados por igual. Sólo había un requisito para poder disfrutar de todo aquel ambiente, tener diez pavos en el bolsillo que era lo que costaba un sidecar. Mezcla de coñac, cointreau y zumo de limón, era el cóctel que ahora estaba más de moda entre las nuevas actrices de la MGM que se dejaban caer por la Costa Este entre rodaje y rodaje. 

- ¡Ed! 

Una preciosa muñequita de largo y sedoso pelo rojizo con pequitas por toda la cara le llamaba a la entrada del salón. Era Beth, una jovencita de Boston que había dejado su hogar para labrarse un futuro en el mundo del espectáculo. De momento, era una de las camareras del Wonderland. 

- ¡Hola nena! ¿Qué ocurre? 

- El señor Siegel quiere verte, me ha pedido que te avisara cuando llegaras.

- Luego me acerco a su mesa, antes tengo que hablar con Jess.

Extremadamente luminoso, el gran salón del Wonderland era enorme y estaba lleno de vida. La luz era esencial en un lugar al que la gente iba para ser vista y para lograrlo tres grandes lámparas colgaban del alto techo creando ese increíble contraste entre el oscuro pasillo de entrada y la inmensidad y claridad del salón. Edward siempre decía que hacer ese recorrido era como volver a nacer, como cuando un bebé recien nacido atraviesa el útero de la madre para salir al mundo. Por supuesto, para Shorty el mundo entero se concentraba en aquel maravilloso salón del Wonderland.

Siempre se asombraba del poder de la música. En cualquier otro lugar, esos tipos sentados en las mesas estarían matandose unos a otros. Allí disfrutaban del alcohol y de las chicas, hablaban y reían. Nada  parecía preocuparles, desde luego que no era así. ¡Pero todo era tan idílico! 

En el centro estaba la orquesta y una pequeña zona abierta donde algunas parejas bailaban. Lester hacia las delicias de los que agarrados se susurraban cosas inconfesables al oído. Estaba calentando el ambiente hasta que ella saliera y fuera el centro de atención. La vió en una mesa, sentada junto a Duke y su mujer. Billie estaba excepcionalmente bella esa noche, luego iría a verla antes de su actuación. Ahora necesitaba localizar a Jess.

- Maggy, cielo, lleva una botella de Crystal a la mesa del señor Louis.

- Muy bien Ed, pongo el cóctel a la señora Pickford y enseguida estoy con el campeón. 

Eddy había estado en el estadio de los Yankees viendo el combate de Joe contra Schmeling. Max había aceptado la revancha a aquel primer encuentro que tuvieron ambos un par de años atrás. Esta vez Joe Louis estudió mejor los golpes de Schmeling y ante un estadio lleno hasta la bandera, setenta mil personas según el Times, logró noquearle y llevarse una bolsa de un millón de dólares. The Brown Bomber tenía un buen montón de dinero para gastar y Edward quería que se dejara una pequeña parte en el Wonderland y para ello tenía que tenerlo contento. 

Tras la barra había dos mujeres. Jeannie, una rubia de pelo corto y amplia sonrisa, y Natalie una morenita de Alabama de reciente adquisición para los intereses del club. 

- Natalie, bombón, ponme un Macallan. ¿No estaba por aquí Jess?

- Si, ha ido a saludar al señor Luciano. 

¿Lucky Luciano y Bugsy Siegel el mismo día? Eso era algo sobre lo que pensar, se dijo Edward. Pero luego se encargaría de ese tema. Ahora mismo acababa de aparecer lo que andaba buscando. Jessica Wilson llevaba un vestido rojo sin mangas ajustado en la cadera. Su caminar era seguro pese a los vertiginosos zapatos negros con los que daba pasos cortos pero decididos. El pelo rubio lo tenía recogido en un moño salvo por dos pequeños y finos mechones que, uno a cada lado de su atractiva carita, se balanceaban como el péndulo de un ilusionista que intentara hipnotizarnos. Sus preciosos y enormes ojos azules estaban fijos en él. Durante diez segundos no pudo evitar admirar a esa impresionante mujer, luego fue a su encuentro para saludarla. Jessica era la encargada de aquel explendido club.

Una de las extravagantes señas de identidad del Wonderland era que el local estaba regentado y atendido por mujeres únicamente. Salvo dos excepciones. Frank el búlgaro, y Edward "Shorty" Niemmen.

- Hola Jess, hoy tu ojos brillan más que nunca. Le dijo Eddy al darle un beso en la mejilla. 

- Buenas noches, jefe. Tus ojos, sin embargo, me dicen que su dueño esta algo más triste de lo habitual. 

- Tienes razón, Bea ha desaparecido. Debo pedirte un favor, pero antes disfrutemos de la voz de Billie un rato. Quizá eso me permita aclarar las ideas.

En ese momento salía la señorita Holiday al escenario y los primeros acordes de "Strange fruit" empezaban a sonar.

El Wonderland bullía de vida, la melancolía desapareció brevemente de su mirada y por unos instantes contempló su mundo, aquel increible salón. Ese ecosistema único en el que él era el mago que hacia que cualquier cosa fuera posible en el país de las maravillas. No había nada que Eddy y sus chicas no pudieran conseguir, y eso era lo que hacia que todo el que tuviera un nombre en esa jodida ciudad quisiera estrechar la mano de Edward Reuben Niemmen. 

Sin embargo, tras los primeros acordes y la melancólica voz de Lady Day la mente de Eddy no pudo evitar rememorar esa conversación.

- Te odio, Eddy. Odio amarte. Por eso me largo de Manhattan.
Edward, de pie en la puerta, la abrazó. La besó en la mejilla.
Mientras la observaba alejarse por el pasillo una melodía recorrió aquel lugar como si alguien, un ser divino o un guionista improvisado de aquella pequeña tragedia, supiera exactamente lo que la mente de shorty pensaba.
"...though I try to hide it, it's clear. My world crumbles when you are not here..."

Shorty, en una de las pocas fotografías que se conservan de él. 


miércoles, 23 de agosto de 2017

Capítulo 18: La singular mente de la chica de la Luna llena.

Siempre se ha creido que llegará un instante en el desarrollo de la humanidad en el que habrá un cambio irreversible donde todo lo que conocemos, sentimos y observamos jamás podrá volver a ser igual. Este momento en el espacio-tiempo, es lo que se ha venido a llamar singularidad.

En el ámbito de la ciencia, ese singular punto vendrá dado por varios factores. La neurociencia y el estudio de los sistemas de inteligencia artificial junto a la compleja simbiosis cerebro-máquina harán que dentro de no mucho podamos averiguar qué es lo que realmente piensa y siente una persona.

Erase una vez una chica cuyo rostro brilló junto al de la Luna llena. Sus ojos parecían estrellas y su sonrisa pequeñas nubes algodonosas que flotaban alrededor del luminoso astro.

Como toda narración que se precie de ser contada, debe tener un hilo conductor, éste no puede ser otro que su singular cerebro. Él es el prota en esta ocasión, el hilo, nudo y desenlace de esta pequeña historia.

Sobre el papel, su cerebro visto desde fuera no revestía nada especialmente llamativo. Era igual que muchos otros, con sus rugosidades, sus lóbulos perfectamente diferenciados, su bulbo, su cerebelo. La singularidad (esta palabra se va a repetir bastante a lo largo de tan singular escrito) residia en lo que había en su interior y recorría velozmente axones y dendritas a traves de los neurotransmisores. Esos paquetes de datos que, sin parar, discurrían fugazmente de un lado a otro creando verdaderas autopistas de pensamientos, era lo realmente fascinante de esta chica.

En el mundo del mañana, sería muy sencillo poner ciertos electrodos en puntos estratégicos de su esponjoso cerebro y observar mientras las máquinas analizan datos y comportamientos.
En el mundo de hoy, esa mujer es el enigma del siglo. Decenas de personas en algún momento u otro de su vida se preguntaron algo que jamás tendrían oportunidad de averiguar. ¿Qué pensaba?

Si lloraba, ¿era de felicidad o de tristeza? Si sonreía, ¿se debía a algun hecho del presente, del pasado o quizá del futuro?
¿Un si, era realmente un si? ¿Las palabras que salían por su boca eran la transmisión literal de sus pensamientos o su prodigiosa mente la engañaba con algún truco que solo ella era capaz de realizar? ¿Tenía sentimientos o al ser un cerebro tan desarrollado, éste los había desechado al fondo "del armario" por ser inservibles en épocas en las que esta mal visto dejar hablar al alma?

Ningún ser humano se propuso averiguar realmente tales cuestiones. Todos se rendían al primer embate de dificultad. Todos y cada uno de ellos dijeron, bueno ya llegará el dia en el que las máquinas hagan ese trabajo. Un día los ordenadores entenderán la mente de esta chica cuya cara refulgió en una ocasión tanto como lo hizo la bella Luna.

Ese nudo gordiano tan dificil de desliar que era su mente causó estragos en algunas personas, pero quizá la más afectada era la propia chica. Muchas veces quiso huir de ella, dejándola abandonada en cualquier antro maloliente. No pocas noches intentó dar esquinazo a su vívido cerebro, pero éste se las sabía todas y por muchos garitos a los que fuera siempre se acostaba con el acuestas. No había forma alguna de desligarse de sus pensamientos.

No todo era sufrimiento, desde luego. Esa hiperactividad eterna que mantenía su mente en vertiginoso funcionamiento, le hacía ser una persona tremendamente inteligente. ¿Pero hasta que punto valía la pena? Muchos conocimientos, mucha sabiduría, el dominio de muchas artes y sin embargo cada noche solo su cerebro era capaz de comprenderse a si mismo. Como una máquina que llegado ese punto de inflexión, esa singularidad, sabe aprender de si misma para hacerse mejor y más eficiente, desoyendo al cada vez más tímido corazón cuyo hilo de voz apenas se escucha entre el rugir de la información correteando a velocidad de la luz por todo su cerebro.

En este punto de mis cuentos siempre suele aparecer el héroe, sin embargo en esta ocasión esa persona no tiene pinta de valeroso y fuerte caballero andante.
El único ser humano capaz de comprender ese cerebro es uno que, muy lejano de ese estereotipo de chico con capa y espada, pese a los nulos abances no se detiene en su férrea determinación de averiguar quien es la mujer de la Luna llena.
¿Qué le lleva a ello? En una de mis historias sería el amor, el verdadero amor. No obstante este cuento es muy peculiar (singular, si lo preferimos) y su motivo puede que no sea ese.

El antihéroe sabe que hay muchas cosas que los hombres no conocen, que permaneceran durante mucho tiempo en algún lugar etéreo y nebuloso, velado para el entendimiento humano. Quizá hasta que alguna máquina, robot o ser artificial sepa desentrañar esos misterios.
El antihéroe no quiere conocer sus pensamientos por simple curiosidad o por llegar donde ningun otro hombre estuvo. No desea culminar ninguna cumbre antes que nadie por el simple mérito de haberlo conseguido.
El antihéroe, el único que tiene la potestad real de averiguar el secreto de los pensamientos de la chica-luna, tan solo desea coger su mano en las noches en las que ella desee huir agobiada por su hiperdesarrollada mente y decirla entre susurros. Tranquila, yo te entiendo y estaré a tu lado para siempre. Cada amanecer de cada día besaré tu alma y acariciaré tus pensamientos.

Algunos científicos han dado fecha para esa singularidad. Mediados del siglo XXI. En ese momento la neurociencia y la tecnología se unirán para que el ser humano llegue a un punto de no retorno. Entonces esa chica dejará de ser un misterio, y quizá por trartarse de algo cotidiano eso de leer y comprender mentes, nadie se preocupe por averiguar sus sueños y pensamientos.

Suena demasiado gris, ¿no creéis? Alguien debe dar color a este final e intentarlo antes de que ese día llegue y el mundo sea demasiado viejo para creer...en lo singular del amor.
Antihéroe, ¿dónde te metes? Esa chica necesita que le sostengas la mano en las noches más oscuras.

lunes, 21 de agosto de 2017

Capítulo 17: Corazones de hielo.

Fase1: Ser majete.
Fase 2: Buscar un tema de conversación que le atraiga.
Fase 3: Hacerla reir.
Fase 4: Mirarla con sinceridad.

¿Qué  hacer cuando nada de eso funciona? ¿Cómo actuar ante una de esas almas llenas de vericuetos? ¿Cómo se conquista un corazón helado? ¿Con fuego? No, corres el riesgo de chamuscarte. ¿Con cariño? Tampoco, la capa de hielo es demasiado espesa para poder traspasarla con algo de afecto. ¿Con indiferencia? Imposible.

Estas y muchas otras preguntas asomaron por mi mente en varias ocasiones. Mi poca experiencia en el tema me decia que debía buscar el consejo y la sabiduria de los grandes.

Empecé por estudiar los antiguos tratados en los que decian que la palabra escrita y leida era la mejor forma de despertar el lado romántico de alguien. Bueno, me dije, parece sencillo. Trillones de palabras en innumerables cartas no surtieron el efecto deseado.
El corazón helado no se derritió con las infinitas misivas hablando del amor.

De acuerdo, busquemos un nuevo método. Según esos mismos tratados, los caballeros serviciales, atentos y dispuestos a toda clase de actos nobles y valerosos las volvían loquitas.
Siempre que sonó el telefono alli estaba. Siempre que ella dijo ven, allí que fui. No, ser cortés tampoco parecía la manera de llegar donde quería con un corazón helado.

Pero Rubén, ¡qué estamos en el siglo XXI!
Vale, vale. Abancemos un poco en las artes de cortejo y veamos ejemplos más cercanos.

El cine desplazó a los libros en este siglo, por tanto debería fijarme que hicieron algunos de sus protagonistas para llevarse a la chica de turno. ¿Qué hizo, por ejemplo, Clarence para ligarse a Alabama?
En "True Romance" el inocente Clarence lleva a la chica a una tienda de cómics. Alli le explica, con luz tenue y miradas furtivas, el cómo y porqué del anillo que lleva Peter Parker colgado al cuello antes de ser Spiderman. Tras eso y una noche llena de caricias y besos, Alabama le declara su amor a Clarence para al dia siguiente convertirse en la señora Worley.
Muy bien, no me veo llevando a nadie al Fnac, y en mitad de todo ese jaleo impresionar a una bonita chica con un cómic en las manos. También podria llevarla a la Warner (sabiendo que me pirran los parques de atracciones) y alli, subidos en la montaña rusa de Spiderman declarar mi amor eterno, pero me da en la nariz que tampoco funcionaría, el miedo de ella desvirtuaría sus posibles sentimientos hacia mi.

Prosigamos, pues. Tom Cruise en "Magnolia" da una clase magistral y un tanto misógina sobre como ligar con tias. Para él la clave está en tomar el mando, llevar el control y tener un calendario a mano. Hay que esperar cuatro dias una vez hecho el contacto y después, según  su metodología, la tendremos a nuestra merced. Dejadme decirlo por favor, ¡pero qué clase de chorrada es esa! En este mundo, si esperas cuatro dias te han birlado a la chica, a no ser que ella ya sienta algo, entonces la cosa cambia. Pero si no es asi, ¡espabila!

Dejemos al duro de Cruise y vayamos hacia lados más amables. En "Lost in traslation" Bill Murray va a un karaoke en Tokyo y alli logra encandilar en parte a la bella Scarlett Johansson. ¡Qué mono! Exclamaron las chicas de medio mundo.
Podría cantar, desde luego. Poner alguna canción que me encanta de Estopa, o quizá una de esa banda sonora de mi peli de Disney favorita pero seamos honestos, mi voz no derrite corazones helados, a lo más que puede llegar es a producir una sonora carcajada.

Siguiente método, la socorrida cena. ¿En cuántas películas no hemos visto que él la lleva a cenar a un precioso restaurante y alli surge la chispa que hace que todo acabe como un cuento de hadas?
Yo me tiraria por llevarla a un americano a comer una hamburguesa, pero para conseguir que alguien con armadura se la quite en parte, necesitamos algo con más clase. Un restaurante japones de moda, por ejemplo. Estaría loco si intentara llevar a alguien a un "japo", no se comer con palillos y produciría mas de alguna risa en ella al ver que pierdo la comida a mitad de camino entre el plato y mi boca. Eso no enamora, más bien me miraría con cara de...al menos lo has intentado, chico.

¿Quién diablos no ha llorado con "El diario de Noah"?
Pues si, también me propuse en una ocasión escribir una especie de diario. Tal y como hizo Gosling, plasmé pensamientos y deseos en unas cartas durante un tiempo. Toda esa correspondencia, leida junta, parecería un diario de alguien enamorado. Martes, 11 de..., en algún lugar de Madrid.

Vaya, los corazones de hielo hacen honor a su apelativo. Pero no desesperemos, Robin Williams tuvo la ansiada respuesta en otra de esas películas plagadas de sabiduría.

"La poesia, la belleza, el romanticismo, el amor...son las cosas que nos mantienen vivos.
Las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo."
En "El club de los poetas muertos" el profesor (Robin Williams) conmina a sus alumnos a sentir las palabras, vivirlas y soñarlas.

Un corazón helado, ¿cómo se conquista? Tengo una idea. Extraña, extravagante y muy evidente al mismo tiempo.
Las almas más endurecidas, frias y protegidas con cien armaduras de mil llaves cada una, se salvan de una sola forma. Mecidas por el suave susurro del agua.
El hielo se deshace en agua. Tranquila y plácidamente. Solo necesita algo de tiempo y templanza. No hay duda, el hielo sabe que su destino es convertirse en agua y acabar siendo uno con ella.
Hielo y agua son lo mismo, pues.
Asi que la solución a tan endiablado problema es esa, convertirse en agua y fluir.

Ya lo dijo otro de esos sabios, Bruce Lee. "Be water, my friend."

Capítulo 16: El vuelo del águila.

Fuerza. Destreza. Potencia. Velocidad. Visión. Respeto. Oido. Ligereza. El águila es el rey de los cielos, quizá por eso sea uno de mis animales favoritos.

Eso mismo debieron pensar en la antigua China, en un viejo templo Shaolin, cuando observaron las enormes aptitudes de este bello animal. Estos monjes idearon unas técnicas de Kung Fu a las que denominaron garra del águila.

Generación tras generación el conocimiento de este noble arte fue cayendo en manos de diferentes maestros cuyo punto común era el amor hacia el ave que dominaba los cielos.

La última en esa estirpe de valerosos guerreros es Lily Lau, cuya sabiduria intentó transmitirme.

Capítulo 15: Bailar en la habitación.

Hace unos tres años alguien me hizo un extraño ofrecimiento.

Me acababa de topar con ella cinco minutos antes, en una de esas muchas aplicaciones que existen para conocer  gente.
Era una de esas noches solitarias y tristes que abundan en mi vida. Tengo una fantasia, me dijo. Enrollarme en el metro con un desconocido. Al instante pensé que era una broma, un tio haciendose el gracioso. Aún asi le seguí el rollo, total no habia nada mejor que hacer.

Durante la media hora siguiente concretamos como seria el encuentro.
Habia una regla unicamente. Ninguno de los dos podia decir una sola palabra. La impuse yo y ella aceptó.

A la mañana siguiente, al llegar a la parada en la que habiamos quedado, no pensé que estaría asi que me sorprendió ver a una chica en el punto en el que habiamos dicho de vernos.

Muy bien, le dije la noche anterior. Alli estaré a las 8:30. Me pararé a unos metros de ti, si quieres que me acerque y continuar con todo, hazme un gesto afirmativo con la cabeza. Si quieres anular el asunto tan solo da media vuelta y desaparece.

Alli parado, durante el breve instante en el que ella decidió que todo continuara, la observé. Iba con vaqueros y camisa oscura. Pelo oscuro también, rizado. Sonreia mientras movió la cabeza afirmativamente.

Yo ni tan siquiera estaba nervioso porque no esperaba encontrar a nadie. Pero en el mismo momento de decirne que si, una pregunta hizo que algo dentro del estomago me hiciera cosquillas. ¿qué hago?

No lo pensé más. Fui hacia ella con paso decidido y la besé en los labios. Primero fue algo tierno, timido, sugerente. Diez segundos después nuestras lenguas jugaban en el interior de las bocas. Una de mis manos sujetaba su cabeza, la otra cogia su mano a la altura de la cadera.
No se cuanto tiempo duró aquello pero al finalizar ella continuaba sonriendo, motivo por el cual la hice un gesto con la mano para dirigirnos a los tornos de entrada al metro.

Esperando en el andén me apoyé en la pared y ella en mi. Nuestros cuerpos estaban muy juntos, tanto que ella debió notar la excitación creciente bajo mis pantalones. Deslizó la mano hacia abajo por mi cuerpo y rozó mi polla a traves de los vaqueros. Yo le metí las manos en los bolsillos traseros del pantalon apretandole el culo contra mi.

Un primer tren pasó. Apenas nos dimos cuenta hasta que sonó el pitido avisando que las puertas se cerraban. Ambos sonreimos y seguimos basándonos hasta que el siguiente tren hizo acto de presencia. Entonces la cogí de la mano y entramos.

El vagón estaba hasta arriba pero encontramos un hueco en el que ella y yo nos fundimos con las paredes para mimetizarnos con el propio vagón.

La empotraba contra la pared con mi cadera. Empujones leves. Ella gemia sutilmente. Lo notaba tras los auriculares que me mantenian ausente del mundo. Escuchando música con el volumen muy bajo para poder oir esos suspiros que de vez en cuando, y sólo en los breves momentos en los que nuestros labios se separaban, lanzaba al aire.

De pronto me hizo una señal. Esa era su parada. Me cogió de la mano y me sacó con ella. En las escaleras mecánicas se puso delante. Me agaché un poco y le pegué un pequeño mordisco en el culo. Ella se giró y metió la mano bajo los pantalones. Me tocó la polla erecta.

Traspasados los tornos de salida y en la misma boca del metro me paré. Ese era el final del trato. Acompañarla hasta su trabajo y luego desaparecer para siempre.
Sin embargo ella rompió la unica norma que había en todo aquel asunto.
¿Cuando follamos? Me preguntó.
Yo no follo sin estar enamorado, la contesté dandome la vuelta y volviendo a coger el metro hacia mi destino.

Jodido estúpido. Me dije en el vagón nuevamente, pero ahora solo y sin manos que me sobaran.
¿Por qué tienes que ser asi?

Ella, aquella noche y varias más, me siguió escribiendo. Hablamos durante un tiempo. Incluso me pidió que la llevara de viaje en ese verano que ya empezaba a vislumbrarse. Quiero ir contigo a un sitio que siempre me ha apetecido, me decía.
Lo siento, solo viajo con alguien si estoy enamorado.
Pero, ¡qué cojones te pasa Rubén!

Unas nuevas vacaciones llegan a su fin. Sol, playa, helados...Pero nadie en el asiento del acompañante, nadie cantando junto a mi para amenizar el camino.
Debes dejar que las cosas fluyan, me han recomendado no hace mucho tiempo. Tan sólo dejar que lo que tenga que ocurrir pase sin más. Pero no puedo, son dos normas que simplemente no puedo olvidar. No quiero follar sin sentir algo por ella y no puedo viajar con nadie de la que no esté enamorado.

¿Por qué? Obvio. Quiero bailar en la habitación del hotel, para después hacer el amor hasta el amanecer.

Capítulo 14: La increible futilidad de ser romántico.

Creo que la culpa de todo la tuvo Elvis.

"I wonder if you're lonesome tonight.
You know someone said that the world's a stage. And each must play a part.
Fate had me playing in love you as my sweet heart.
Act one was when we met, I loved you at first glance.
You read your line so cleverly and never missed a cue.
Then came act two."

"And when you smile the world is brighter,
You touch my hand and I'm a king.
Your kiss to me is worth a fortune,
Your love for me is everything.
I'll guess I'll never know the reason why
You love me like you do.
That's the wonder, the wonder of you."

"Wise men say, only fools rush in.
But I can't help falling in love with you.
Shall I stay? Would it be a sin?
If I can't help falling in love with you?"

"Love me tender, love me dear, 
tell me you are mine. 
I´ll be yours through all the years, 
till the end of time."

Con 10 años cayó en mis manos una cinta de casette de Elvis. Durante los diez años siguientes la escuché hasta la saciedad aprendiendo de las letras del "rey" lo que era el amor. Sin duda, Elvis fue el culpable de todo.

Esta tarde me ha dado por poner en el móvil una recopilación de sus éxitos que me compré hace tres o cuatro años. Mientras veía una preciosa puesta de sol e inevitablemente a una pareja disfrutando de ella, he pensado en lo inútil que me ha sido ser romántico. 

En realidad tuve momentos preciosos. Situaciones en las que deseé dominar el tiempo y detenerlo para siempre. 

Desde luego despertar y observar a alguien a tu lado es uno de esos instantes. Las pocas veces que ha sucedido me he preguntado que estaría soñando ella, que pasaría por su mente, cuáles serian sus sueños.

Ver su cuerpo desnudo sobre la cama, acariciarlo suavemente para que no se despierte, sentir su cálida piel con las yemas de los dedos. Quizá, con mucho cuidado, besar sus labios pasando antes los mios por su mejilla. 

Es muy probable que en una escena muy parecida a estas, Elvis escribiera eso de "...no puedo evitar estar enamorado de ti..."

Deslizando lentamente la mano hasta llegar a la cadera y dejarla ahi el tiempo suficiente para sentir el calor de su cuerpo. La otra mano descansando sobre la almohada, bajo la cabeza que mantiene su mirada fija en ella. Observando su respiración, la cadencia de su pecho, su silueta en la oscuridad de la habitación. Si, ciertamente Elvis diría entonces algo como "...seré tuyo para el resto de mis dias..."

Viendo esa puesta de sol y a esa anónima pareja he tenido envidia. Lo confieso. 

"Don't, don't, that's what you say. Each time that I hold you this way. When I feel like this and I want to hold you, baby, don't say don't." 

Al hacer la foto escuchaba justamente esta canción. Pensaba en lo bonito que sería decir alguna vez que si. Responder con un si rotundo al amor y porqué no, ser yo el protagonista de una estampa parecida. 

Tumbados en el agua, acoplados de tal manera que sintieramos la piel húmeda de nuestros cuerpos. El sol pegando en los sonrientes rostros llenándolos de una calidez y una luminosidad angelical. Las manos bajo el agua jugando, acariciando traviesamente partes ocultas y prohibidas de la anatomía. Besos salados. Abrazos llenos de sutileza. Timidas sonrisas, miradas pícaras. Palabras de amor susurradas al oído. Quizá un te amo. Puede que un siempre estaré a tu lado. Ojos que levemente se desvian hacia el sol para contemplar, y a la vez comprobar, que el tiempo no se detiene por y para nadie, por muchas ganas que tengas de que eso ocurra y que ese atardecer sea eterno.

"..let our love survive. Or dry the tears from your eyes. Let's don't let a good thing die..."

Definitivamente él tuvo la culpa de que yo sea un estúpido romántico. Esa idea, el concepto mismo de romanticismo, solo funciona en películas de Hollywood cuyos guiones estan escritos por gentes que quizá escucharon a Elvis tanto como yo. Los protas de El diario de Noah, Love actually, Serendipity, o Ghost, por poner unos simples ejemplos, se quedarian a dos velas en la vida real observando a mi lado la puesta de sol. Bueno, quizá Ryan Gosling tuviera algo de fortuna, por lo que sé todas suspiran por él. ¡Tipo con suerte! 

Nota: Las letras utilizadas son de las siguientes canciones, por si alguien tiene curiosidad y ganas de escucharlas. "Are you lonesome tonight?" "The wonder of you" "Can't help falling in love" "Love me tender" "Don't" "Suspicious minds"

sábado, 19 de agosto de 2017

Capítulo 13: Pequeñas pinceladas.

Capítulo 12: El polvo de Cantor.

Parece algo del estilo de Michael Curtiz en Casablanca. Ese final, que nunca acabó de gustarme del todo, en el que Rick (Bogart) se despide de Ilsa. (Ingrid Bergman)
"Siempre nos quedará París. No lo teníamos, lo habíamos perdido hasta que viniste a Casablanca, pero lo recuperamos anoche."
Parece romántico, pero en absoluto lo es. Joder, Rick. ¡Qué bobo eres! Besa a Ilsa en vez de largarla en el avión. Fúgate con ella a una paradisíaca isla y tened muchos churumbeles que correteen por la playa.

¿Por qué el cielo nocturno es oscuro? ¿Nunca os habéis hecho esa pregunta?

La escena se situa en un coche en el que hay un chico y una chica. Ambos se abrazan, se miran levemente a los ojos para, una vez más, fundirse en un nuevo abrazo. Mejilla contra mejilla ella le susurra algo. Te quiero, le dice al oído. Al escuchar esas palabras, él busca los labios de ella. Los besa suavemente, saboreando el momento. Dedicando cada latido de su corazón a ese instante, mordisquea el labio inferior de ella. Separarandose unos milimetros, aprovecha para decir. Yo también te quiero.
Baja del coche y camina unos metros, se da la vuelta mientras él la observa. Ella sonrie. 
Luego él arranca el coche y acelera rápidamente, perdiendose en la oscuridad de la noche.
La escena termina con un fundido a negro. La música que ameniza los títulos de crédito deja a varios espectadores anónimos con las lágrimas correteando por sus mejillas, esperando (deseando) que sea un taquillazo y haya una segunda parte.

¿Por qué el cielo por la noche es oscuro? ¿Por qué todas las estrellas del universo no alumbraron, con todo su esplendor y potencia, ese momento para que él pudiera tener un mejor recuerdo de aquel instante? Me pregunto, metiéndome en el papel de aquel chico.

La paradoja de Olbers es algo que inquietó a los científicos de medio mundo desde el siglo XVI.
Suponiendo un universo infinito y una cantidad de estrellas igualmente infinitas y homogeneamente distribuidas, matemáticamente se demostraba que hacia cualquier punto que mirasemos del cielo nos toparíamos con una estrella cuya luz apuntaría directamente a la tierra. Es decir, el cielo por la noche tendría que ser una fiesta de luz cual concierto iluminado por potentes focos.

¡Coño! Debió exclamar el matemático que por primera vez se encontró con el problema. ¡Pero si la noche es tan oscura como el mismísimo infierno!

Los astrofísicos, entonces, empezaron a darle vueltas al asunto. ¿Qué es lo que ocurre aquí? Se preguntaban extrañados. A partir del siglo XIX a este dilema se le conoció como la paradoja de Olbers.

Bien, ¿cuál es la solución?
¿La intensidad de la luz de las estrellas decrece? ¿Cuerpos opacos que obstaculizan que esa luz nos ilumine? ¿Las estrellas no son infinitas? ¿O es el universo el que es finito?
La respuesta más bonita es la del polvo de Cantor.

Un matemático llamado Mandelbrot sugirió que quizá las estrellas y galaxias no estuvieran distribuidas homogeneamente. Es decir, que no tenia porqué haber regiones del cielo en las que hubiera astro alguno. Demostró que las galaxias y estrellas del firmamento seguían un patrón fractal. El polvo de Cantor.

Una linea recta, divididla en tres trozos. Quitad el de en medio. Volved a dividir los segmentos en tres partes y eliminad el central. Y asi sucesivamente. Hacedlo un buen número de veces y tendréis el fractal llamado polvo de Cantor. La solución por la que la noche es oscura y ese chico no pudo contemplar con más precisión cada detalle de la sonrisa de aquella chica.

¡Malditos fractales! Puedo imaginar que dijo ese chico en mitad de una oscura noche estrellada, tras ese fundido a negro.

Capítulo 11: El cuento de Oliver.

Pearl Jam sonaba de fondo. Bee girl, la canción. Los acordes de la guitarra retumbaban en el interior del coche ya que él había subido el volumen a tope. Queria dejar que el sonido envolviera aquel lugar, no deseaba hablar.
Ella le miró, sonrió. Unos segundos después, cuando él desvió la mirada hacia el tráfico, ella aprovechó para decir..."lo voy a tener. Aqui dentro está nuestro hijo."

Doce horas antes. En algun lugar, ella debía estar bailando o quizá bebiendo o puede que tan sólo estuviera sentada en alguna mesa de cualquier oscuro garito, observando su teléfono mientras alguien le hablaba.
Él, en cambio, no tenía ni idea de que aquella noche la vería. Habia desechado la idea tan pronto como se le asomó por la mente. No, ella no se acordará. Se dijo mientras conducia hacia casa aquella noche.

Bajó el volumen un poco mientras Eddie Vedder cantaba. "...you know time is long, life is short. Begin to live while still you can..."
Ella, entonces, lo repitió. Voy a tenerlo, seremos padres.
La reacción inmediata de él fue coger la mano de ella, acariciar sus dedos y mirarla mientras detenidos en un semáforo, no podía creer que aquello estuviera sucediendo. Ella sonreía. ¿Era una broma?
Él empezó a llorar de alegría. A ella también le resbalaron algunas lágrimas por sus mejillas.

Diez horas antes ambos estaban tumbados en un sofá. Ella posaba su cabeza en el estomago de él. Mientras él acariciaba su largo y oscuro pelo, ella lloraba, pero en esta ocasión de tristeza. Las pequeñas gotitas saladas caian sobre el pantalón de su pijama. Me voy dos años, y ni tu ni nadie puede hacer nada para evitarlo, decía compungida. Él solo escuchaba, no deseaba decir nada. No habia más que añadir a lo que ya le habia dicho. En esos momentos solo podía consolarla y sentir esos instantes como si fueran los últimos aprovechando cada segundo para memorizar cada poro de su piel.

La guitarra susurraba ahora. "...Bee girl, be a girl..."
Oliver esta dentro, ya lo siento. Dijo ella, dejándose llevar por el momento y posando la mano que tenía libre sobre su tripita.
Él no paraba de pensar. Dios, ¡cuánto quiero a esta chica!

Siete horas antes estaban sobre la cama. Observaban el reloj de la mesilla de noche. ¿Sabes? Dijo él. Naci un día como hoy a las seis de la mañana. Ella observó el reloj, quedaban un par de minutos aún. Se arrimó a él, en estos instantes tu madre debia estar maldiciendo el momento en el que se folló a tu padre. Sostuvo con mirada sonriente mientras le acariciaba su cara. Después le besó dulcemente. Felicidades, soltó tras ese precioso regalo en forma de beso.

¡Jo! ¡Ya me lo podias haber dicho antes de subir al coche! Reía él, mientras se secaba las lágrimas queriendo abrazarla sin poder hacerlo.
Pearl Jam habia desaparecido hacia unos segundos, pero ya no importaba. Tan solo escuchaba los latidos de su corazón a mil por hora.

Seis horas antes él y ella hacian el amor. Él solo pensaba en disfrutar cada instante, posaba su mirada en la de ella. Esos oscuros ojos llenaban toda su alma, su boca exhalaba deseo, una pasión que mostraba con besos en la comisura de los labios, jugando con la lengua y sintiendo el cálido aliento dentro de él.
Ni sus prominentes pechos, ni el precioso culo que agarraba con sus manos le atraia tanto como aquella cara desencajada de placer. Amaba ese rostro.

Por fin pudo parar el coche y bajar. Lo rodeó lo más rápido que pudo y casi al tiempo que ella abría la puerta se abalanzó a abrazarla. Tenía que sentirla, necesitaba hacerlo. Te quiero, dijo él. Te amo, respondió ella.

Cinco horas antes ella estaba en la calle. Desorientada. Perdida en mitad de la nada. ¿Como has podido hacerlo? Le preguntó al teléfono. No lo he pensado, tan sólo he vivido el momento y no me he dado cuenta. Lo siento. Vente y hablamos. Le suplicó él, en esa llamada. Estoy yendo para allá. Dijo aún enfadada, añadiendo ¿lo has hecho para que no me vaya? No quiero que te vayas porque te quiero, no porque te puedas quedar embarazada o no.

Después de dejarla, él subió de nuevo al coche. El interior olía a ella. Respiró profundamente y sonrió.

Cuatro horas antes estaban nuevamente en el sofá. Ahora ella, sentada, sostenía una cerveza en la mano. Más tranquila empezó a hablar de una posibilidad de quedarse. Aun puedo cambiar de opinión. Él creyó verla sonreir. Trás un par de horas de charla se trasladaron de nuevo a la cama y volvieron a hacer el amor.

Al salir del coche la escribió. Ya he llegado, te quiero. Ella respondió, vamos a tenerlo, de verdad. Te amo.

Eddie Vedder, el vocalista de Pearl Jam, resuena ahora en mis oidos. Los rítmicos acordes de su guitarra acompañan a la letra de Bee girl. "...everything you imagine needn't be stuck in your mind..."
El cuento de Oliver.

viernes, 18 de agosto de 2017

Capítulo 10: Yo, robot.

Tenía un libro en mis manos.
Su primera página constaba de tres sentencias. Breves y concisas normas.

Primera Ley: Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
Segunda Ley: Un robot debe hacer o realizar las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la 1ª Ley.
Tercera Ley; Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la 1ª o la 2ª Ley.

Durante mucho tiempo no pasé de esa primera página. Cogia el libro, lo abría, leia las leyes y lo cerraba.
Pasados unos meses de indecisiones y tras leer un millón de veces esas breves normas, un Rubén adolescente leyó por primera vez la novela de Asimov.

En una ocasión conocí a una persona que los construía. Hacia robots. Su confesión una mañana paseando por un poco transitado parque me dejó perplejo. ¿Pero pones tu los chips y sensores? Si, claro. Respondió. Mi extrañeza era lógica, esa persona no tenia apariencia ninguna de "profesor bacterio", típico cliché de científico loco pero que todos tenemos en mente al hablar de experimentos con bata blanca y miles de circuitos rondando por mesas con cachivaches de toda índole.

¿Por qué tardé tanto tiempo en decidirme a leer "Yo, robot"? Tenía muchas expectativas ante aquel libro. Habia escuchado tantas cosas que quizá no deseaba empezarlo para no acabarlo jamás. 

Los robots más simples son los autómatas. "Seres" que de un modo u otro saben lo que tienen que hacer y donde ir. Mediante una serie de algoritmos llegan a deducir cual es el siguiente paso.
Eso es lo que me empezó a alucinar de este mundo cuando era un simple niño que imaginaba un futuro al estilo de Blade Runner.
Los autómatas no tenian dudas.

¿En cuantas ocasiones hay que insistir hasta conseguir tus sueños?
Una pregunta sencilla para un pequeño robot, una muy complicada para un humano.
"For i:=1 to 500". Un contador (i) y un maldito bucle que llega hasta el número en cuestión. Después de eso, el robot pasa a la siguiente tarea.
No hay duda alguna posible. Cuando el contador llega a 500 (i:=500) el algoritmo termina (End) y los circuitos analógicos y digitales del cerebro "pensante" de la máquina se dedican a otros menesteres.

Los humanos (yo) somos distintos. Al bajar de una montaña rusa, por ejemplo no puedo simplemente pasar a otra cosa. ¡Quiero repetir!

Es bien cierto que los viejos autómatas y los hombres de hojalata del mago de Oz quedaron muy atrás. Apareció la inteligencia artificial, las redes neuronales y la nanotecnología. ¡Boom! Los robots con decisiones "propias" se hicieron tangibles.
Ahora bien, ¿tendrán dudas?

Para eso fueron dadas esas tres leyes del inicio. Los robots del futuro podrian vacilar ante cualquier cuestión. ¿En cuantas ocasiones hay que intentar conseguir aquello con lo que se sueña?
Un simple contador no bastaría para estas máquinas, ya que las variables a analizar se hacen infinitas.
¿Como solucionamos, pues, nuestro dificil dilema?

Algo que se les achaca a los robots en las novelas, documentales y artículos de todo calado es la inestimable capacidad de sentir. Carecen de corazón y alma, por tanto, no hay sentimientos. ¿Sería posible simularlos con unos y ceros o simples subidas y bajadas de tensión?
Filosofía aparte, la cuestión es que una máquina siempre es programada para hacer lo que sea que haga de la manera más eficiente posible. Guardando recursos y tiempo para otras tareas.
Un robot, a mi modo de ver, jamás pasaría del 500 en ese hipotético contador, por mucha inteligencia artificial que intentara simular algun atisbo de sentimientos. No es eficiente. Punto.

No obstante, el mundo de las máquinas pensantes, de Terminator o Blade Runner, aun queda un pelin lejos. Por eso, al empezar esta entrada me he dicho...¿qué ocurrirá en la 501?

Capítulo 9: El cuadro de la mujer silenciosa.

Una melodia tibetana ahuyenta todo aquello superfluo, eso que es inservible y que obstaculiza poder escribir con el alma. La mujer a la que escucho la descubrí hace tres o cuatro años y desde entonces, cuando necesito relajarne voy en su búsqueda.
Ella es de una región de Mongolia, un lugar inhóspito lleno de misticismo.

Una vez, otra mujer, me enseñó un cuadro. Me mandó una foto con la enigmatica frase...lo he pintado yo, bueno y otra persona más.
Aquella foto ya no está en mi poder pero recuerdo que habia una chica dibujada, muchos libros y símbolos matemáticos por doquier. ¿Qué significa? Pregunté. Tendrás que averiguarlo tu. Contestó misteriosamente.
Durante varias horas del siguiente día, me dediqué a descifrar el mensaje que se me ocultaba. Amplié la foto con el visor del móvil y recorrí con la mirada cada milímetro de aquella pintura.
Me encontraba en una biblioteca en ese momento, rodeado de libros como el personaje del cuadro. Embuido, con todos mis sentidos en esta preciosa canción que se cuela en mis oidos en estos instantes. Fui incapaz de dar con la solución. ¿Qué se ocultaba tras esos símbolos?

Algún tiempo después leí un artículo que se titulaba "pintando sentimientos".
En una parte de aquel compendio de leyes sobre lo que debía ser un buen maestro decía que habia que pensar en todas las posibilidades, por muy descabelladas que estas fueran. "Solo las mentes más locas son capaces de innovar", creo recordar que apostillaba la autora del artículo.
Eso me llevó de nuevo a aquella pintura de la mujer silenciosa. ¿Tendría que mirar con otros ojos para descubrir sus secretos?
Ese "pintando sentimientos" provocó dos cosas en mi. Cambié mi punto de vista ante un enigma olvidado y plagié su título para escribir mi propio "pintando sentimientos".

Seguí en blanco. Esa mujer del cuadro era un auténtico rompecabezas para mi. Entre esa simbología mística que, aqui y allá, se solapaba con las decenas de libros, logré descubrir alguna beta, alguna fórmula física (E=mc2) e incluso desentrañé entre las pinceladas algún misterio más. Pero el meollo del asunto me seguía siendo indescifrable. ¿En serio se ocultaba algo ahí, o tan solo era un pequeño juego de las autoras?

Más adelante en el tiempo observé una pequeña pista. La realidad de mi mundo y la del suyo era muy distinta. La mujer del cuadro vivía en un universo distinto. Durante todo ese tiempo en el que admiré el cuadro había cometido un grave error. Dar por supuesto que el simbolo igual (=) en ambos mundos tendria el mismo significado. Me regía por unos convencionalismos euclidianos. Por unas leyes newtonianas. Por unas reglas nemotécnicas que pudieran muy bien no ser las que reinaban dentro del universo de la chica del cuadro.

Cuando uno tiene delante un Rembrandt, un Goya o un Tiziano lo que hace para comprender sus obras en su total amplitud es estudiar las biografias de aquellos que dedicaron sus mentes a dar dimensión a las imagenes que se guardaban en el interior de sus almas. Solo asi seria posible intentar desentrañar el porqué de una pincelada, asi que lo tuve claro. Queria conocer al menos a una de las autoras, hasta donde ella dejara que metiera mis curiosas zarpas.

El arte, en cualquiera de sus formas, me conmueve. No entiendo demasiado de estilos, ni tan siquiera de modos ni actitudes ante la presencia de tal o cual obra. Pero si se de sentimientos, quizá es lo que mejor se ver y, en definitiva, pintar va de eso. La dificil tarea de plasmar sentimientos en dos dimensiones.
En mi objetivo de conocer a la autora jamás le pregunté sobre el tema o quizá si lo hice estaba demasiado embriagado para recordar respuesta alguna. Por tanto, mis devaneos con la mujer silenciosa continuaban en el mismo punto en el que aquel día en una biblioteca del centro de Madrid, me dediqué a desafiar aquella mirada llena de intenciones.

Pasado más tiempo aún y ya casi olvidados algunos trazos de aquella obra que me desveló muchas noches, vuelvo a la pregunta inicial que me hice por entonces. ¿Qué escondes tras ese silencio? ¿Qué arcano secreto esconde el cuadro de la chica que tan sólo hablaba mediante extraños simbolos y libros de ocultos misterios?
Cerrando los ojos veo a una niña con coletas, pinceladas oscuras, trazos marrones y verdes. Solicitando mas neuronas a mi olvidadizo cerebro puedo llegar a imaginar una sonrisa, quizá riendose de este pobre bobo que pasó mas tiempo del debido delante de los disparatados enigmas que suscitaba su mirada.

Sigo escuchando a Sa Dingding y sus melodías evocadoras. Me sumen en un leve trance. La brisa del mar, que poco a poco se hace notar, me lleva a un lugar. Un lejano lugar tanto en el tiempo como en su posición.

Sólo, en la popa de aquel enorme barco observaba las pequeñas cascadas que caían sobre el frio y azul mar que rodea la peninsula de Alaska. Allí, me hice una pregunta. ¿Esto es lo más bello que he visto en mi vida? Las escarpadas y verdes cornisas por las que caia el agua se veian brumosas, vaporosas. ¿Habrá algo más impresionante que esto? El atardecer oscurecia la visión pero me permitió quedarme a solas unos momentos para disfrutar de aquello que jamás pensé que pudiera ver.

Viendo los ojos de aquella mujer silenciosa me hice la misma pregunta. ¿Hay en algun lugar una mirada tan sobrecogedora como esta?
De ahí, que hace mucho tiempo, decidiera desentrañar sus secretos, empeñando mi tiempo y conocimientos en algo en lo que, a dia de hoy, sigue siendo un misterio insondable.
A pesar de ser un enamorado de los acertijos, de charadas adivinazas y miradas jeroglíficas llenas de oscuros secretos, ese cuadro pudo conmigo, con mi intelecto, y mi corazón. Mi mente y mi alma no supieron ver la respuesta a la pregunta. ¿Qué misterio escondes?

jueves, 10 de agosto de 2017

Capítulo 8: Au revoir. (Parte 3)

Un ruido ensordecedor heló la sangre de Rubén al darse cuenta de donde provenía. Los franceses acababan de lanzar un cañonazo desde su costado de estribor. La gran bola que atravesaba la corta distancia entre los dos buques silbó en el aire yendo a parar justo sobre su cabeza, partiendo el palo de la vela que, desplegada, caía sobre la cubierta. Miles de astillas salieron volando, con la mala fortuna de que una de ellas se clavó en el hombro derecho del Conquistador. Rubén aulló de dolor e intentó llegar con la boca a la afilada astilla. Demasiado lejos para sacarla, se revolvió furiosamente pero apenas pudo moverse, ya que aún seguía atado al palo destrozado por el cañonazo. De pronto se dió cuenta de que un joven yacía a su lado llorando sobre un enorme charco de sangre. Otra de esas balas de 24 libras que despedían los cañones del mercante francés había amputado su pierna y el desconsolado chaval no paraba de gimotear viendo que se desangraba.

- ¡Eh, chico! 

El muchacho levantó despacio su cara manchada de sangre y lágrimas. 

- Ayúdame, acércate y desata el nudo que sujeta mis manos. 

- ¡Me muero! ¡No puedo aguantar este dolor! Contestó el pobre chaval.

- Hijo, haz ese esfuerzo. ¿Quieres morir como un cobarde? Libérame y podré ayudarte a cortar la hemorragia. ¡Somos piratas, luchamos hasta la muerte!

El chico se quedó pensativo unos instantes. Recordó las viejas historias que le contaba su tío sobre valerosos corsarios. Esta era su oportunidad de ser parte de una de esas historias, todo cuanto había soñado desde niño. Fortuna y gloria. Empezó entonces a arrastrarse los pocos metros que le separaban del Conquistador. 

- ¡Muy bien, muchacho! ¿Cómo te llamas?

- Peter, señor. Peter McKnee. 

- Yo soy Rubén, y juntos nos haremos con ese maldito mercante que nos esta jodiendo vivos. 

Peter le desató con una tremenda dificultad, cayendo desmayado cuando lo consiguió. Rubén se arrancó la astilla del hombro y acto seguido rasgó un trozo del velamen caído sobre la cubierta y practicó un torniquete sobre la herida del muchacho. La sangre paró de salir pero Peter aún seguía inconsciente. El Conquistador no quería dejarle ahí, a su suerte. Buscó algo de agua dulce para dársela a beber.

- ¡Venga chico, despierta!

Peter reaccionó al agua que le dio a beber Rubén y se animó al ver que de la herida había parado de manar sangre. 

- Bien muchacho, te he traído una daga para cuando comience el abordaje. Mientras tanto quédate aquí recuperando fuerzas. Si eres valiente sobrevivirás, podrás contar a tus nietos como salvaste la vida de este loco pirata. 

- ¿Y tu qué harás? Preguntó el joven Peter. 

- Yo voy a Boston, en busca del amor verdadero.

- ¿Ella está allí?

- No lo se mi querido amigo, pero por algún lugar hay que comenzar.

Peter iba a decir algo pero Rubén ya se alejaba corriendo. Tan sólo pudo soltar una palabra entre susurros mientras miraba la daga con inquietud. Suerte, dijo con voz entrecortada. No sabía muy bien si se la deseaba al Conquistador en su búsqueda imposible o a él mismo para la inminente batalla. Y así, con la pequeña espada en la mano esperó hasta sentir que los dos buques se encontraban. Un choque suave y seco. Entonces se levantó sujetandose en un cabo y se preparó para cuando llegara el primer francés. Hoy me convertiré en un pirata de verdad, se dijo. Hoy seré parte de la historia. 

Mientras tanto, el resto de la tripulación se veía ajetreada evitando el impacto por una de aquellas pesadas balas de cañón al mismo tiempo que ellos lanzaban las suyas propias. Un caos espectacular en la cubierta principal hizo que Rubén pasara desapercibido y pudiera recorrer el barco hasta la popa. Se detuvo de pronto mirando hacia el mar y lanzó unos pequeños versos al aire..                             

J'aurais aimé t'aimer                                   
comme on aime le soleil.                             
Te dire que le monde est beau.                   
et que c'est beau d'aimer.                           
J'aurais aimé t'écrire                                  
le plus beau des poèmes,                           
et construire un empire                                
juste pour ton sourire.                                 
Devenir le soleil                                           
pour sécher tes sanglots,                            
et faire battre le ciel                                     
pour un futur plus beau.                              
Au revoir mes amis,                                     
au revoir.                          

Me hubiera gustado amarte,

Como se ama al sol.

Decirte que el mundo es bonito,

Y que es bonito el amar.

Me habría gustado escribirte

el más bonito de los poemas

y construir un imperio

sólo para tu sonrisa.

Convertirme en Sol

para secar tus sollozos,

y sacudir el cielo 

para un futuro más bonito. 

Adiós amigos míos,

adiós. 

...tras estos bellos versos Rubén se tiró de cabeza al mar y nadó hasta convertirse en un punto indistinguible en el horizonte. Una insignificante gota de agua en el infinito océano. 


Por cierto para los más curiosos, las últimas palabras del Conquistador no son mías. Son de una canción de Saez Damien titulada "Je veux qu'on baise sur ma tombe". La traducción sería algo así como quiero que follen sobre mi tumba. Bonita despedida del pirata más famoso de todos los tiempos y más conociendo una curiosa y extraña leyenda que durante mucho tiempo se ha transmitido de boca en boca. Se cree que Rubén el Conquistador aún sigue vivo. Ahí, es nada. 

Au revoir mes amis.

Capítulo 7: Au revoir. (Parte 2)

"...en mis viajes por las indias he recopilado objetos y tesoros por valor de cien mil libras y es mi deseo que el gobierno pueda beneficiarse de ellas...si fracaso en mi empeño no pediré más merced que ser ejecutado, en cumplimiento de mi sentencia. Su desafortunado y humilde servidor, William Kidd."

Sentado en la lúgubre celda de la prisión de Newgate en Londres, kidd redactaba esta carta. Esa noche la impávida mirada de la parca se cernía sobre él. Una tenebrosa sombra que deseaba llevarle consigo y ese pliego de papel, garabateado con letras imprecisas, contenía su única oportunidad para librarse de ella. Su salvoconducto para esquivar la horca y por lo tanto a la maquiavélica muerte.

Pocos meses antes, en Nueva York, como parte de la negociación para ser liberado de los cargos que se le imputaban, había desvelado el escondite de parte de su tesoro. En una pequeña porción de tierra al este de los Hamptons llamada Isla Gardiners había enterrado un botín de cerca de quince mil libras en oro y joyas. El gobernador de Nueva York, raudo y veloz, fue a por el tesoro descubriendo que era cierto que allí se encontraba, tal y como había dicho el bueno de Kidd. No obstante, no fue suficiente como para hacer la vista gorda y William fue llevado a la vieja Inglaterra para su juicio ante el parlamento. 

Allí, los delegados de la India querían la cabeza de Kidd por haber capturado el Quedagh Merchant, un navío mercante lleno de seda y oro con bandera francesa pero de pertenencia India. El Almirantazgo Inglés, temiendo el cese de la fructífera relación con oriente, condenó a Kidd haciendo caso omiso de la misiva que escribió en Newgate y del fabuloso tesoro que decía poseer.

Días más tarde, en las orillas del Támesis, el corsario William Kidd iba a ser ahorcado por piratería. Un ajusticiamiento que tendría que ser modélico para todo aquel marino que se viera tentado de traspasar la línea y convertirse en pirata. Por eso, embadurnaron el cuerpo inerte de Kidd con brea y lo colgaron, atado con cadenas, sobre el río. Cualquiera que transitara el Támesis en los dos años siguientes pudo ver el cuerpo descompuesto del capitán del Adventure Galley, el del señor William Kidd. Y así fue como la leyenda de ese magnífico tesoro llegó hasta el nuevo continente. Y por supuesto, tanto Rubén como Jack conocían esta leyenda que se contaba en todas las tabernas desde New Providence hasta Nueva Inglaterra. 

Alrededor de veinte años más tarde de la muerte de Kidd, Rubén el Conquistador estaba sentado ante la feroz mirada de Anne Bonny.

- Creo que no has entendido bien tu situación, Conquistador. Empieza a hablar ahora mismo y te prometo que no seré demasiado cruel contigo, ya que de morir no te libras.

Rubén, sabiendo que aún tenía una carta en la manga, sonrió. 

- Anne, eso es lo que me gustaba de ti. La sensación al poseer a un animal salvaje cuando te follaba en esa sucia cama de aquella posada de Port Royal. 

En ese instante Mary se acercó y le abofeteó con ganas. 

- Habla, ¡maldito bastardo! Le ordenó Read.

- Jack, tranquiliza a tus gatitas o te quedarás sin saber el final del cuento. 

- Vamos chicas, dejadle terminar la jodida historia. Y tu, ¡déjate de rodeos y ve al grano!

- Bien, queridos amigos, ¿conocéis la Isla del Roble?

Oak Island es una pequeñísima isla en Nueva Escocia, Canadá. Allí, en esas rocosas playas, yace el mayor misterio de cuantos se narran en los viejos tratados. Un enigma que comenzó en 1795 y que a día de hoy no ha sido resuelto. En ese año, un grupo de tres adolescentes descubrieron algo que les llamó la atención. Andando por la isla se fijaron en una pequeña hondonada en el terreno, les pareció tan extraño que alguien hubiera hecho un agujero en ese inhóspito lugar que se pusieron a cavar.
Así que, tan sólo armados con sus propias manos, comenzaron a trabajar quitando arena y piedras. Y lo que descubrieron les dejó boquiabiertos. A unos 30 centímetros había una especie de enrejado hecho con pequeñas ramas y piedras. A la semana siguiente se citaron allí mismo, pero esta vez llevaban unas palas. Al mismo tiempo que ellos cavaban se dieron cuenta de que aquello tenía pinta de haber sido hecho por la mano del hombre, no era algo casual o un capricho de la naturaleza. Y eso se confirmó cuando a los tres metros de profundidad encontraron una plataforma hecha con troncos. 

Esos tres chavales, sin más medios que unas tristes palas y una enorme curiosidad, llegaron hasta los diez metros de profundidad y comprobaron que cada tres una nueva plataforma de troncos aparecía ante sus ojos. 

Algunos años más tarde una compañía formada con el único objetivo de desentrañar ese misterio, la Onslow Company, llegó a la isla y perforó hasta una profundidad de veintisiete metros. Encontrándose, por supuesto, con las susodichas plataformas cada vez que bajaban tres metros más. Pero aquí viene lo más intrigante de todo este enigmático tema, al llegar a los 27 metros encontraron una tablilla de piedra grabada con unos extraños símbolos. Cuando lograron descifrar su significado surgió una increíble frase, "...14 pies más abajo, 2,000,000 de libras están enterradas....". 

¿Qué ocurrió entonces? El nuevo descubrimiento hizo que los trabajadores de la compañía corrieran demasiado a la hora de perforar, sin darse cuenta de que el que hizo aquel tremendo pozo puso alguna trampa para que no fuera tan sencillo apropiarse de lo que se escondía ahí abajo. Muchos años más tarde se descubrió, en una playa cercana al lugar de perforación, que había un canal que comunicaba el pozo con el agua salada del mar. Los trabajadores de Onslow desconocían este hecho y al bajar unos 10 metros más, de los 27 donde encontraron la piedra con los símbolos grabados, todo se inundó. 

Desde entonces ha sido imposible dragar el pozo, ya que no sólo se comunica por un sólo canal con el mar sino que el arquitecto que diseñó el misterioso agujero horadó cinco de estos inoportunos conductos en el subsuelo de la isla. 

Estudios recientes sobre el pozo del dinero, nombre por el que es conocido ese enigmático agujero, dicen que fue construido alrededor del año 1700. William Kidd fue ahorcado a finales de Mayo de 1701. ¿Sería verdad lo que decía esa carta que escribió encerrado en una oscura celda en Londres?¿Es posible que el pozo del dinero esconda el legendario tesoro de Kidd?

Desde luego estos hechos eran totalmente desconocidos por El Conquistador, pero había llegado a sus oídos cierto rumor de una isla en el norte, más allá de Boston. Un marinero que había escuchado una historia de boca de una fulana cuya hermana regentaba una tasca, donde un desconocido sentado en una de sus mesas había mencionado que fue compañero de un viejo marino que había estado bajo el mando de uno de los que estuvieron con Kidd en el Adventure Galley. Esas historias hablaban de un pozo que construyeron ingenieros franceses que obedecían órdenes de cierto pirata Escocés.

- ¿La Isla del Roble? Preguntó Jack Rackham.

- Eso es, llévame a Boston y te diré exactamente donde está escondido el tesoro de William Kidd. Habrá oro y joyas suficientes para que puedas retirarte de la piratería y vivir feliz con tus gatitas ronroneando junto a ti. 

Calicó Jack cogió entonces una carta de navegación que había sobre su mesa.

- Indícame donde está, ¡vamos!

Rubén se iba a negar a hacerlo esgrimiendo cualquier estúpida razón cuando, de pronto, bajó alguien corriendo. Arriba, en cubierta, se empezó a escuchar cierto alboroto.

- Capitán, hemos avistado un mercante francés. Rumbo sur-suroeste, a unas 15 millas. 

- ¡Subamos! Y señalando a Rubén añadió, ¡átalo al mástil! 

Así que allí estaba El Conquistador, amarrado al palo de la pequeña balandra de Jack Rackham. Una embarcación con apenas 8 cañones. Enfrente, a babor de la balandra, un navío de unos 40 cañones y quizá el doble de eslora. O Jack era muy bueno en lo suyo o Rubén acabaría siendo pasto de los tiburones.