La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Extraños

La vida, sin ninguna duda, te reserva sorpresas. Es difícil que en el mundo que nos ha tocado vivir alguien se sienta sobrecogido por los hechos que voy a narrar porque la gente se ha vuelto egoísta, y como si fueran trenes guiados por railes cada uno sigue su rumbo sin desviarse lo más mínimo.
Pero en ocasiones sucede que lo más inverosímil puede ocurrir.
Hace mucho tiempo, tanto que ni lo recuerdo, causé buena impresión a una persona. No quiero decir físicamente, sino como persona. Yo no era consciente de ello, simplemente la trataría como trato a cualquiera. Con amabilidad y respeto. No lo sé. El caso es que por una de esas cosas de la vida, ahora que mi espíritu, mi alma, y mi corazón pasan por momentos de flaqueza, y como si pareciera que algunas cosas están conectadas, recibí un mensaje en el móvil de esta persona. Un pequeño conjunto de palabras unidas para formar unas frases que supusieron para mi un alivio emocional momentáneo. ¿Por qué justo se acordó, esta persona, de mi en esos precisos instantes? Un guiño de la vida, así lo veo yo. Un guiño a la esperanza del ser humano porque cada semana recibo una nota desde su teléfono preocupándose por mi, sin ningún tipo de interés en otras cosas. Simple y llanamente recibo sus ánimos y preocupación. Se han hecho experimentos en los que dos personas conectadas de alguna forma, por parentesco, o sencillamente por conexiones neuronales a través del espacio, saben cuando sufren o cuando les ha pasado algo malo. No digo que ella y yo tengamos algún vinculo especial, ni siquiera la recordaba y ni le podía poner cara a ese mensaje pero ¿es para sentir curiosidad, no?
Otro hecho remarcable, más aún si cabe que el anterior, es que esa extraña persona con la que te encuentras por azares de la vida, te ayude desinteresadamente. Aquí entra la otra persona de la que hablaré hoy. Cada vez se ve menos, cierta clase de humanidad, ayudar al prójimo, ayudar a la gente que lo está pasando mal. Pese a que cada uno tiene sus propios problemas, y los lleva como mejor puede, esta persona saca tiempo y ganas para escribirme, para conversar. He dicho antes que era remarcable, me explicaré mejor. Es una persona que también pasó por mi vida hace muchísimo tiempo, pero a diferencia de la persona anterior, ella pasó como pasa el viento entre los árboles. Susurrando. Fue un contacto somero y frugal. Unas miradas, unos saludos. Y después del correr del tiempo se toma las molestias de interesarse por mi, de pasar alguna noche a mi lado con el móvil en la mano pese a que hace miles de días que no nos vemos. Ni apenas nos conocemos.
Estos dos hechos me emocionan, me hacen creer en la bondad de la gente. Al menos de algunas personas. Ojalá el mundo estuviera lleno de gente como ellas. Gente anónima que ayuda sin esperar recibir nada a cambio.
La sociedad de ahora nos ha inculcado que para sobrevivir hay que pisar a los demás, que lo único que vale es el yo. Nos lo han marcado a fuego en nuestros corazones. Competir, machacar, ganar, ascender sobre nuestros rivales. Cada vez hay menos compañerismo, menos interés por lo que le pasa al que tenemos al lado. El individualismo gana la batalla. Sin embargo, pienso en las dos personas que he mencionado aquí y tengo fe.
La vida es caprichosa. En un momento dado te da una bofetada en plena cara que te deja sin sentido y al rato te obsequia con el mejor de los regalos, esperanza.
Para un día tan especial como el de hoy, el optimismo por un mundo mejor, creer que es posible cualquier cosa si uno pone su granito de arena, es el mejor presente navideño.
Feliz Navidad a estas dos personas en especial, y a todo el mundo en general. Merry Christmas!

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