La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Pelea

Hace un año más o menos ocurrió este hecho.
Nunca lo comenté con nadie, aunque me impactó e hizo que pensara sobre la naturaleza humana.
Yo tenía que coger el metro ligero que va de Sanchinarro a Pinar de Chamartin, en Madrid, cada mañana. La mayoría de ellas coincidía con un chaval de no más de 16 años. El iría a su instituto cada día, supongo. El caso es que este crio iba siempre con un móvil en la mano y ponía música en el altavoz. El chico, de etnia gitana, ponía canciones de flamenco, el típico que escuchan. Tampoco entiendo mucho de flamenco. La verdad es que a las 7 y media de la mañana no era muy agradable poner a todo volumen la música pero los días que coincidí con él en el vagón nadie le dijo nada. Tampoco era un trayecto muy largo, unos 10 minutos.
Pues uno de esos días se subió este niño en la estación siguiente a la mía, y como siempre, llevaba su música. En la siguiente parada se montó otro tío. Éste tenía como 30 años, y empezó a decirle al chaval que quitara la música, que ya le había avisado el día anterior. El chico pareció pasar un poco del tema. Y acto seguido el de 30 le arreó un puñetazo en toda la cara al niño. Yo me quedé pasmado porque no me esperaba una reacción así por parte de un adulto. El niño se revolvió, claro,  y empezó una maraña de golpes entre los dos hasta que dos hombres pudieron separarles.
Yo me sobrecogí por dos razones. La primera es que no reaccioné y todo ocurrió delante de mis narices. Me quedé patidifuso en el asiento y no pude ni mover un músculo para separarles o simplemente ayudar al niño. No se sí fue la rapidez de todo o que no esperaba una reacción tan brutal a una niñería pero el caso es que ni respiré ante aquel estallido de violencia. La segunda cosa que me sobrecogió fue ver como un adulto perdía los nervios de tal manera. Fue un acto de tal furia y sobre una persona tan indefensa que todo el mundo se puso a incriminar al hombre. Él se dió cuenta de lo que había hecho y dos paradas después de la pelea se bajó del metro y se fue corriendo. Un hombre intentó retenerle para denunciarle al agente de seguridad pero se zafó y se fue. El chaval se quedo sangrando en el vagón con la ceja y el labio abiertos y una mujer se ofreció a ayudarle. También otros pasajeros que coincidían con él le dijeron que se lo había buscado por estar todos los días provocando con la música por el altavoz del móvil. Hasta un señor se ofreció a comprarle unos cascos.
Cuando llegamos a la última estación, la señora que ayudó al niño a limpiarse la sangre le llevo a ver a la seguridad del metro y ellos ya se encargaron. Y yo me fui.
Estuve toda la mañana pensando en lo que había ocurrido. Nunca había visto algo tan violento, y me dejó con una sensación rara en el cuerpo. No me podía creer que no hubiera hecho nada. Que no me levantara al menos para proteger al más indefenso y evitarle algún golpe. Me dije a mi mismo que había sido la velocidad a la que se desarrolló todo pero la verdad es que no se sí pudo ser que no quise implicarme por miedo o cobardía. Nunca he sido una persona que se meta en peleas o discusiones pero me extrañó mi propia reacción. No se lo que pudo ser, y quizá nunca lo averigüe, pero quiero pensar que no tuve miedo por mi integridad y que sólo no hice nada por la rapidez de todo y el asombro ante el ensañamiento del adulto sobre el niño.
También pensé en lo violento que se ha vuelto este mundo. La gente pierde los nervios casi por cualquier cosa y no aguantamos nada. Que le hubiera costado al hombre este hablar un poco más con el crio o simplemente irse un poco más allá y luego decirles algo a la seguridad del metro para que le llamarán la atención. Había muchas formas de actuar, muchas cosas que se podían hacer antes de soltar el puño. Era una pelea tan desigual. ¿Qué es lo que pudo pasar por la cabeza del hombre para perder de esa manera la cordura? Es imposible de saber. Yo, personalmente, no volví a verlo ningún día más.
Al chaval si, 4 o 5 meses después coincidimos otra vez. Y seguía llevando su música en el altavoz del móvil. Seguía siendo el mismo de siempre. Me hizo gracia, y me cayó bien el chico. A pesar de la pelea no se había amedrentado. Tenía personalidad. Era valiente. No juzgo que lo que haga este bien o no, la música es molesta a todo volumen si no te gusta especialmente. Pero ese día que le volví a ver me senté a su lado a escuchar un poco de flamenquito. Y sonreí.

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