La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

martes, 18 de junio de 2013

Confesiones

Una tarde me encontraba trabajando y entró una chica en el bar. Una chica que ya había visto por allí pero ese día, extrañamente, se puso a hablar conmigo. Le serví su aquarius y ella empezó a preguntarme como me llamaba, cuantos años tenía, por donde vivía. Yo estaba un poco alucinado por ese repentino interés. Ella me contó que iba a ver una película de dibujos animados. Estuvimos hablando diez minutos más o menos, hasta que entró la taquillera del cine de al lado y le dijo que ya podía pasar. Esta chica tiene cierto retraso mental. No demasiado, creo que incluso vive sola. Claro, las camareras me miraban riéndose y es que ellas sabían algo que yo no. Ivelisse, una de ellas, le había dicho un par de horas antes que yo había preguntado por ella. Una pequeña broma.
A partir de ese día, cada fin de semana que ella iba al cine se pasaba a hablar conmigo. Un día me preguntó que porque no tenía hijos, ¿es que no quieres a tu novia? Me dijo. Claro, ¿qué podía responder a eso? Soy muy joven aún le decía. Hubo una temporada que me insistía mucho en que si me gustaban las películas de dibujos, era su forma de decir que la llevara al cine. Tuve que decirla que me había casado. Algo falso, pero no supe decirla de otra forma que ella no me interesaba y que las compañeras del trabajo nos habían gastado una broma. Hace tres semanas que no la veo, la última vez me dijo que va menos al cine porque esta muy caro y no tiene mucho dinero. Y esta última vez volvió a preguntarme si ya tenía hijos. Y la respuesta fue la misma. ¡Aún soy un chaval!
Pero la verdad es que no soy un chaval. Las canas ya asoman, las arrugas en los ojos empiezan a ser más profundas. La mirada es menos inocente, quizá más pensativa.
Esta mañana he visto, mientras esperaba el autobús, a un padre que llevaba a sus tres hijas al colegio. Las subía en el coche, las hablaba cariñosamente, las contaba una historia para que no trastearan demasiado. Y me ha dado envidia. Si. Esa es mi confesión. He sentido envidia de ese padre con tres niñas agarradas a él.
Siempre quise tener hijos. Y más que nada una hija. Una pequeña princesita.
En agosto me encontraba en Disneyland, esperando una tremenda cola de dos horas para subir en la atracción de Toy Story. Delante nuestro había una niña de unos 6 o 7 años vestida de princesa. Un niña encantadora, muy educada le pedía a su madre permiso para todo. Daba vueltas a nuestro alrededor, jugaba y bailaba sola, miraba con expectación la cola deseando entrar con impaciencia. A mi se me caía la baba, y mi ex se daba cuenta. Supongo que ella se preguntaría ¿si desea tener hijos por qué no los tenemos? Yo me he hecho la misma pregunta siempre. ¿Por qué?
La única respuesta que puedo dar es cobardía. Siempre le comenté a ella que no siento que fuera a ser un buen padre y su contestación era que creía que sería un padre genial. Pero yo nunca lo sentí así. No tengo madera de padre, no podría decir que no a las cosas que me pidiera, no podría castigarla sin tele si se porta mal, no podría regañarla porque no se ha comido toda la verdura que le ha hecho mamá. Si se pusiera a llorar me derrumbaría y acabaría siendo una niña consentida y malcriada. Y tampoco podría dejar que la madre fuera la mala de la película porque no sería justo para nadie. Sería un mal papá, lo se.
No quería variar tampoco mi vida. Estaba a gusto como estaba. Cómodo. Y pese a que cada vez que veía un bebe yo quería uno nunca me atreví de manera convincente a decir si, quiero tener hijos. Me dejé llevar más que nada por su insistencia, y supongo que mi falta de decisión me lo notaba ella.
Y por el motivo que fuera durante los dos años que estuvimos buscándolo no lo encontramos, también es verdad que no lo intentamos con ahínco.
Esta mañana observando a la niñas con sus mochilas, y al papá esforzándose por contar su cuento me ha venido esa cosa al estómago, un sentimiento de que pudo haber sido y no fue.
He conocido a varias mamás en estos meses. Y todas y cada una de ellas coinciden en una opinión. Mis hijos son lo mejor que me ha pasado. Eso dicen. Y me parece en cierta forma triste. ¿Qué hay del papá? Quizá nunca me atreví tampoco a tener hijos por miedo a que el amor que la otra persona sentía por mi se fuera o simplemente me sustituyeran por el amor a un hijo. Egoísmo. Si.
Si la chica que va por el bar me volviera a preguntar porque no tengo hijos debería decir, que la cobardía, la comodidad y el egoísmo me lo impidieron.
O puedo engañarme y seguir diciendo, aún soy un chaval.

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