La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

martes, 13 de agosto de 2013

Ruta 66

Con Dylan de fondo escribo sobre un sueño. Banda sonora de la America profunda.
Desde hace mucho tiempo me atrae hacer ese recorrido, de Chicago a Santa Monica, la ruta 66.
Y hace unos meses, cuando recien acababa de pasar los peores momentos de mi vida, buscaba un sueño al que aferrarme. Algo en lo que poner mi mente y mi ilusión para seguir luchando un dia más.
Busqué información, lei blogs de gente que lo habia hecho, soñé despierto con llevar el volante de un Mustang con la musica a tope y mirando por el retrovisor las millas de carreteras solitarias que atravesaba por el corazón de la América más auténtica.
¿Qué es lo que veía en mi sueño?
Un viaje a la libertad. Para mi todo esto va de eso.
Coger el volante y antes de poner el coche en marcha, mirar en el retrovisor como me queda mi sombrero vaquero y las gafas de aviador. Cristales reflectantes para que no puedan intuir mi mirada. Asi incluso puedo parecer un tipo duro, de esos que se han hecho a si mismos. Uno de esos personajes que dicen, aqui se hacen las cosas de dos formas. La mia o la puta calle. Si, la verdad es que no me pega. Pero si nadie ve mi mirada, mis ojos, puedo dar el pego. Vaqueros ajustados, camisa, botas de cowboy, sombrero y gafas. Un Steve McQueen en potencia.
Girando la cabeza, después de observar que estoy rompedor, hacia la derecha para dar con una rubia impresionante que me mira con ojos verdes intensos. Esa mirada que me dice, llévame donde quieras porque te seguiré donde vayas. Una mujer cuya camiseta ajustada con escote interminable hace que pierda la cabeza durantes unos segundos. (Es mi sueño, la chica puede no ser asi en sueños ajenos).
Salir zumbando hacia el desierto de Nuevo Mexico, perderse por Arizona, carretear por las llanuras de Kansas y contemplar como se pone el sol por el horizonte mientras la rubia te agarra del brazo y te dice, en un susurro, que pares en el proximo motel porque desea hacerte el amor. Y yo, sin ninguna duda, quiero dejar que me lo haga. Sin prisa pero sin pausa, sigo siendo el tipo duro, me aproximo al motel de carretera. Pillamos una habitación cochambrosa, pero que en realidad me importa una mierda si la colcha tiene una mancha verdosa oscura y ni me pregunto quien cojones habrá dormido alli antes porque la rubia ya tiene medio cuerpo desnudo a la vista y eso me hace olvidar incluso mi propio nombre. Y me quito las gafas de sol para admirar sus curvas. E instantáneamente dejo de ser el tipo duro. Toma el relevo el amante romántico que venera cada poro de la piel de esa preciosa chica que por alguna extraña razón esta ahi conmigo, besandome como si el mundo se acabara al día siguiente. Arañando mi espalda con sus uñas rojo pasión, mordiendo mi oreja con sus labios suaves y carnosos.
Mi sueño continúa y despierto con esa locura de mujer a mi lado y le doy un beso mientras me visto para ir a desayunar unos huevos con bacon, un zumo de naranja y una taza de cafe insipido. Desayuno de campeones. Y seguimos millas hacia California.
Pero antes parada estratégica en Las Vegas. Para emborracharnos y tirar unos dados, para reir y gozar. Para, esta vez si, follar con mi rubia en un jacuzzi de la planta 46 del Caesar Palace con una botella de Crystal en una mano y su hermoso culo en la otra. Lo que sin duda ocurrirá en esa habitación solo lo sabremos ella y yo. Y esta vez, lo que pasa en Las Vegas se quedará en Las Vegas.
Y la última etapa, llegar a las playas de Santa Monica. Mi sueño termina poco a poco. Dejo el coche y voy por el paseo agarrado de la mano de ese angel que durante los casi 4000 km ha hecho que ese viaje sea inolvidable. Llego al Pier,  donde está la noria y subimos a ella y en lo alto le digo al oido...rubita, ¿quieres repetir la ruta? Pero esta vez siendo mi mujer. Y mientras declaro mi amor eterno a ese bomboncito, me pongo mis gafas de tipo duro y mirando al Océano Pacífico desde las alturas me digo, tio lo has conseguido. Eres el jodido tipo con más suerte del planeta. Has cumplido tu sueño.
Durante 11 meses he soñado con ello. Todo este tiempo he deseado viajar por las autopistas interestatales, haciendo la mítica ruta. Pero me ha faltado algo sin lo que no puedo partir. La rubia. Porque este viaje tengo que hacerlo con una mujer que esté enamorada de mi y que quiera perderse conmigo por el desierto. Que me guie cuando me despiste al mirar durante unos instantes sus piernas.
Asi que este sueño queda pendiente. Este sueño seguirá en mi mente alimentando las ganas de seguir un día más porque sinceramente quiero compartir ese jacuzzi con ella, quiero hacerla el amor sobre la moqueta de un motel barato sin importarme nada más que ella, quiero agarrarla de la mano mientras conduzco y decirla que es preciosa y sin la menor duda quiero volver a subir a una noria y en lo alto decirla que la amo y que nada ni nadie podrá romper ese amor eterno.

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