Objetivo: Descubrir el funcionamiento del cerebro femenino. ¿Es posible llegar a entender a las mujeres?
Tamaño de la muestra: 20 mujeres comprendidas entre los 30 y los 45 años.
Hipótesis inicial: Es imposible intuir, de una manera razonable, que le pasa a una mujer por la cabeza.
Ayer se me ocurrió un pequeño juego. ¿Cómo reaccionarían las chicas ante una canción japonesa que a mi me parecía súper graciosa y pegadiza? El experimento me diría dos cosas, la primera me permitiría saber si podría adivinar que diría cada una de ellas al recibir y escuchar algo fuera de lo común. Esta parte iba orientada a responder la eterna cuestión de si entiendo o no las intrincadas leyes que rigen el extraño modo de pensar de las mujeres. La segunda parte de este curioso juego me diría bastante sobre la mentalidad de las personas implicadas. ¿Están abiertas a nuevas experiencias?
Me fascina el modo en el que las mujeres desarrollan sus pensamientos. Más aún, soy un enamorado de su forma de ver el mundo y creo que su potencial es mayor que el de los hombres. Por ello he dedicado bastante tiempo a analizar sus gestos, sus palabras y por supuesto la manera en la que se comportan llegando a una terrible conclusión. Son impredecibles, no hay forma humana de entrever una relación coherente entre lo que piensan y lo que hacen. Y eso las convierte en increíblemente peligrosas, diría que ellas son el arma más mortífera de todo el planeta. Con una sola mirada, por ejemplo, pueden hundir a un hombre o llevarlo al éxtasis más extremo en cuestión de segundos. El poder que lucen es ilimitado y ellas lo saben, desde luego que si. Ahí radica su verdadera amenaza, dominan muy bien su fuerza pero no sólo eso, conocen nuestros puntos débiles y eso hace que ostenten una supremacía total sobre el destino de cualquier hombre. Yo no me dejo engañar cuando dicen eso de...soy más simple que el mecanismo de un chupete.
Las admiro. No hay duda. Y por eso ayer me embarqué en este loco experimento.
Veamos, de las 20 chicas tres no contestaron. Esto me hace pensar que o bien no escucharon la canción por falta de tiempo o ganas o bien no les gustó en absoluto. Del resto, tan sólo tres me contestaron que les encantó. Sin embargo, el grupo mayoritario fue el que dijo. ¿Qué leches es eso Rubén?
He de decir que con ninguna acerté la posible contestación a mi envio de la canción. Bien es cierto que esa parte del experimento tenia una variable de la que dependían bastante los resultados. ¿Cuanto conozco al sujeto en cuestión?
La mayoría no se definió ni en un sentido ni en otro. Hay varios grados claro, desde la que dijo que era una fricada hasta la que me animó a estudiar japonés para traducirle la canción de marras pasando por la que a mi pregunta de "¿a que mola?" me contestó con un "el que mola eres tu".
Desconcierto total. No sólo no había adivinado que diría cada cual sino que las respuestas eran tan dispares que era imposible hacer un gráfico que sintetizara el estudio. Había una nube de puntos en el cero y otra en el diez y luego, los demás, estaban dispersos a lo largo de esa inconcluyente tabla.
A la vista de estos datos sólo puedo decir que necesito seguir estudiando esas misteriosas conexiones sinápticas que se producen en las mentes de las mujeres que activan esos invisibles resortes que las hacen tan atrayentes a la par que inescrutables. Si en algún momento quiero hacer feliz a alguna de ellas debo entenderlas, comprender sus motivaciones. Y el único modo real de hacerlo es de forma experimental, provocando reacciones y sentimientos. Tan sólo así lograré adivinar que diablos desean las mujeres.
Agradecimientos: Este pequeño estudio no hubiera sido posible sin la colaboración de esos entrañables conejillos de indias que fueron las mujeres a las que envié la canción. A todas ellas gracias, espero que no se hayan sentido ofendidas ni molestas. Todo es en beneficio de la ciencia.
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