La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

martes, 22 de enero de 2013

Mente analítica IV (disertación)

Rubén se acababa de despertar cuando un trabajador del juzgado le trajo algo para desayunar. A los pocos minutos apareció su abogado. 
(Abogado) - ¿Que tal has dormido?¿Has descansado algo?
(Rubén) - Todo lo bien que puede uno dormir en una celda. Tengo que pedirte un favor, abogado.
(Abogado) - Dime, si está en mi mano lo haré.
(Rubén) - Quiero dictarte algo, quiero leerlo delante del jurado y que le des una copia al fiscal.
(Abogado) - Rubén, la cosa esta jodida, sinceramente del veredicto de culpable no te libras, ¿quieres empeorar las cosas?
(Rubén) - Tengo que hacerlo. Por mí. El resto no importa, ¿las consecuencias? nada significa una mierda si no estoy en paz conmigo mismo.
(Abogado) - Muy bien, espera que pido una silla y empezamos. Tenemos algo más de una hora antes de que comience el juicio.
El empleado que había llevado algo para comer a Rubén trajo una pequeña silla y se llevó la bandeja de comida casi intacta. Y el abogado empezó a transcribir todo lo que Rubén le dijo. 
Juicio número xxxxxxxx. El estado contra Rubén Ferrán.
(Juez) - Veamos, la defensa tenía la palabra ayer cuando finalizamos. Señor abogado continúe con su interrogatorio al acusado.
(Abogado) - Gracias. Estábamos en los días posteriores a la ruptura. Rubén, nos describías como te sentías. ¿Durante esos días pensabas que podía haber una reconciliación?
(Rubén) - Si y no. Por lo que me decía parecía que había una lucha interna también en ella. Decía unas cosas y al día siguiente opinaba otras. Yo estaba confuso. Tras la primera semana en la que todo fueron lloros y enfrentamientos verbales realmente dañinos vinieron unos días de calma. Unos días llenos de frialdad.
(Abogado) - ¿Aún seguían viviendo juntos?
(Rubén) - Si. No me di cuenta, hasta pasados unos días, que yo sobraba allí. Era mi casa también, era mi vida, y me aferraba a cualquier reacción favorable por parte de ella, por minúscula que fuera. Sin embargo la frialdad imperaba esos días por la casa. Dejó de besarme. Incluso dejó de tocarme. Ya ni me daba las buenas noches. Simplemente decía un hasta mañana. 4 o 5 días así bastaron para que me enterara de que ya no era sostenible esa situación. Y decidí que tenía que marcharme.
(Abogado) - ¿Cuándo se marchó se llevó todas sus cosas?
(Rubén) - Imposible. Durante 10 años he acumulado cosas que no se puede uno llevar de una vez.
(Abogado) - ¿Ella le pidió que se llevara todas sus cosas?
(Rubén) - En ese momento no. Ella me vio guardar algo en la maleta y bolsas que hice con lo más importante. No me dijo nada de llevarme más. No fue hasta una semana o 10 días después que hablamos por teléfono y me pidió que me llevara todo de una vez. Fue una conversación dura. Le dije que le regalaba todo, que lo diera a beneficencia, que se lo diera a una ONG. Pero no quiso. Yo no deseaba nada, ella en cambio hasta me ofreció dinero por todo lo que habíamos comprado a medias. Estaba realmente furioso y hundido a la vez.
(Abogado) - ¿Y fue a recoger el resto?
(Rubén) - Si. El psicólogo me había recomendado recoger cuanto antes todo. Y así lo intenté. Fui tres veces. La primera fue muy duro, estuve durante una hora en "mi cama" llorando. Ese día fue el más horrible de toda mi vida. El segundo día la vi por primera vez en un mes. Encuentro muy distante. 15 minutos de una absoluta frialdad por su parte. El tercer día fue de un cabreo monumental. Por mensajes me pidió que dejara mis llaves en la casa. Que ya recogería lo que faltaba cuando a ella le viniera bien. Acepté por no discutir. No quise acabar la relación como cualquier vulgar pareja que se separa.
(Abogado) - ¿Ha vuelto a ir para acabar de recoger?
(Rubén) - En tres meses solo he estado allí esas tres veces. Cuando he conseguido el valor para decirle que si podía ir a terminar de llevarme mis cosas o me ha contestado que no estaba preparada aún o se ha enfadado porque, según ella, le exigía una fecha determinada.
(Abogado) - ¿Y la ha visto?¿Han quedado para hablar?
(Rubén) - Una vez, a finales de Diciembre. Hablamos pero ella seguía con rabia hacia mí. Le comenté lo de las llaves y me contestó que tenía miedo por si entraba por la noche. Que se encerraba en casa. ¿Cómo es posible que diga eso de mi? Me puse a llorar cuando me dijo eso. Que una mujer a la que has cuidado durante diez años piense eso, o necesite pensar eso para separarse de mi es un acto tan vil que no pude más que llorar. Sentí una pena infinita.
(Abogado) - Señoría, ahora mi cliente solicita la oportunidad de dirigirse al jurado. Esta misma mañana me ha dictado una carta, que el fiscal posee, y pide permiso para proceder a leerla.
(Juez) - ¿El fiscal está de acuerdo?
(Fiscal) - Si. Recibí ese escrito esta mañana. No tengo ninguna objeción a que el acusado la lea.
(Juez) - En ese caso finalicemos ya con el interrogatorio y lea su carta señor Ferrán.
El abogado se acerca al estrado y le da unos folios a Rubén. Este no los necesita, sabe exactamente cada palabra que va a decir, aún así los coge.
(Abogado) - ¿Estas seguro Rubén?
(Rubén) - Si.
(Abogado) - Entonces adelante.
Rubén se gira un poco en la silla para mirar al jurado de frente. Observa a esos hombres y mujeres que le están juzgando desde hace tres días. Piensa, que en realidad, no le importa gran cosa lo que ellos opinen. Sólo desea tener su mente en paz.
(Rubén) - El amor lo puede todo, omnia vincit amor, como diría Virgilio. Eso pensaba yo hace tres meses. Ahora ya no creo en eso. Soy culpable, ya lo he dicho en esta sala y lo repetiré cuantas veces sean necesarias. Yo soy el causante de este infierno. Y he pasado 3 meses en el purgatorio. Creo que es suficiente castigo. Mis pecados han sido ya pagados con el sufrimiento más terrible. Ella dejó de amarme, de acuerdo, pero ¿no merecía un poco de compasión y saber la verdad? Si me ha costado tanto superar esto es por lo que ella opinaba de mi, por lo que me dijo que era. Pensé, en un momento dado, que era un monstruo. Me creí todo lo que me dijo hasta el día que me enteré de que estaba con otra persona. Ese día fue un alivio para mi. Comprendí todo. Cada pieza del rompecabezas encajaba. Supe de él tres días después de cortar pero no le di importancia. Ella me juraba que estaba sola pasando este mal trago. Yo la creí. Confié en ella. Un mes después me enteré que estaba con él. No diré como lo supe, no quiero meter a otras personas en este embrollo, el caso es que lo supe. Después de enterarme la he visto dos veces y me ha mentido. No se equivoquen, ahora ya me da igual, no quiero saber si otro hombre duerme en mi cama o si se sienta en mi sofá. El momento de decirlo ya pasó. ¡Sufrí un primer mes tan horrendo! Desde el día 14 de Octubre ella era libre para hacer lo que quisiera, pero ¿a qué precio? Despreciarme, mentirme, ignorarme, humillarme, decir que era el diablo en persona. Todo para ella sentirse mejor consigo misma. Para qué su cerebro se creyera cada mentira que decía y fuera más sencillo alejarse de mi. Y aún así la amé hasta hace una semana. Hablé con ella por teléfono y me di cuenta de algo que no me había pasado con ella en 10 años. No supe de que hablar. Ella me contó cosas superficiales, y yo le contesté con otras igual de banales. Y en un instante me di cuenta de que ya no la amaba. No puedo amar a una persona que ya no tiene interés en saber que tal estoy. Para ella soy como cualquier tío que pasa a su lado por la calle y ni se cruzan la mirada. Ese desprecio es el que más me ha dolido. Más que enamorarse de otro, más que mentirme. Echo de menos la vida en pareja, por supuesto, cuando vives con alguien tanto tiempo y te gusta esa vida luego la echas en falta. Cuando me enamoré de ella, en el mismo instante de hacerlo, dejé de pensar en mi mismo. Ahora, señores del jurado, quiero ser egoísta, volver a pensar en mi. Quiero ser como una tablón de madera en medio del océano, un objeto en continuo movimiento. No quiero quedarme estancado en el dolor, en el sufrimiento. Y para eso necesito que me declaren inocente. ¡Quiero la libertad!
(Abogado) - Señoría, nada más que añadir.
(Juez) - Bien, después de estos momentos tan intensos necesitamos un receso. Luego continuaremos con las alegaciones finales. Se levanta la sesión.
Rubén se queda un instante en la silla sin escuchar nada. Una lágrima cae por su mejilla, desearía estar en el mar donde esa lágrima se perdería en el infinito.

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