La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

miércoles, 9 de agosto de 2017

Capítulo 5: Una tarde de viernes cualquiera.

Año 2020. Lugar, una casa domótica en algún sitio cercano a Madrid.

Es viernes y a la señorita Y no le apetece hacer nada. Esta cansada por el trabajo y la semana agotadora. Al llegar a casa el chico X la saluda con un beso, como cada día. Él tiene preparada una ensalada de pasta para comer. Cuando terminan, a ella le apetece quedarse adormilada en el sofá mientras él ve un documental en la amplisima tele que domina el salón. Uno de esos que tanto le gustan sobre historia y misterios. De vez en cuando el chico X mira a la señorita Y de reojo. Ella duerme placenteramente con la cabeza apoyada en el brazo del sofá y los pies sobre el cuerpo de él. Tiene ganas de acariciarla pero no quiere que se despierte y muy suavemente recorre parte de la pierna de ella con su mano. Esta encantadoramente bella durmiendo. Parece un ángel. Al rato ella se despierta y lo primero que ve al abrir los ojos es el rostro de él. Y sonríe. Se alegra de tenerle a su lado. Pero lo que más le gusta es que él desea estar ahí, junto a ella, y en ningún otro lugar del mundo. 

Él observa que ella se ha despertado de su siesta y le dice que si le apetece dar una vuelta pero al mismo tiempo que lo pregunta se abalanza a darla un beso y se quedan tumbados ambos. Acariciandose el brazo, escuchando sus respiraciones. Sintiendo el latido de ambos corazones con cada bocanada de aire. Cogidos de la mano permanecen así un buen rato. Sin hablar, sin estropear ese bonito momento con ninguna palabra, que estaría de más en ese preciso instante. 

Al cabo de un rato sus miradas de nuevo se encuentran y sonríen. Ella le besa a él en la mejilla y le susurra algo al oído. Él asiente y responde algo al oído de ella. Y de paso le mordisquea el lóbulo. Ella siente como el pelo se le eriza y le aprieta la mano más fuerte. Él baja de la oreja al mentón y le pega otro pequeño mordisquito. Ella no aguanta más y lo besa con pasión. Un beso que a él le causa una excitación evidente. Segundos después ambos se desnudan mutuamente. Él admira el cuerpo de ella, lo acaricia con devoción. Sabiendo que esos pechos le pertenecen, que sólo él podrá besarlos eternamente, que sólo él los lamerá cada vez que desee. Roza el vientre de ella con la mano, sintiendo su suave piel y deseando cada vez más fundirse con su cuerpo. Ella, a su vez, lo mira a él. Observa su mirada. Le atrae el deseo de sus ojos. Ella sabe que él esta loco por ella y eso le da mucho poder. A ella le encanta ejercer esa fuerza sobre él. Le gusta el control que posee porque nunca ningún hombre sintió nada parecido por ella. Ningún ser humano deseará tenerme en sus brazos como él, piensa. Y eso la pone. La pone mucho. 

Él baja hacia abajo. Lame su cuerpo entero. Se detiene unos minutos metiendo la lengua en la vagina. Jugando con el clítoris. Saboreando, introduciento, acariciando. Escuchando los gemidos de placer de ella. De pronto y sin previo aviso ella le dice, me toca a mi. Y le empieza a lamer el pene erecto. Él tiembla por la excitación. Grita. Gime. Siente.

Ella se pone sobre él. Introduce el pene dentro de ella y sube y baja acompasadamente. Un ritmo que poco a poco va "in crescendo". Él observa sus pechos botar, ella a su vez siente las manos de él apretando su culo. Él sube sus manos acariciando su espalda, sus brazos, sus manos. Ella las aprieta fuerte en el mismo instante en el que se corre al sentir que él también lo acaba de hacer. Él, entonces deja que ella se recueste sobre su pecho. Ella escucha aún el corazón de él acelerado por la adrenalina. Él acaricia su pelo. Ella le da un beso en la mejilla.

No hay duda, la señorita Y y el chico X están enamorados. Un amor sin caducidad, para siempre. Me aventuro a imaginar. Hasta que el mundo se extinga y no quedé nada en el universo. Eternamente unidos. 

La escena continua unos minutos más tarde, cuando ella se separa unos centímetros de él, le mira y sonriendo dice. ¿Qué hay de ese paseo?¿Te apetece?
El contesta, ¿dónde te apetece ir? Ella le susurra, al fin del mundo.

Ella, tras esas palabras que le dejan a él con cara de bobo, se levanta del sofá y desaparece tras la puerta del salón. Él mira el precioso culo de ella contoneandose hasta ocultarse de su mirada, luego cierra los ojos y sonrie feliz.