La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

domingo, 6 de agosto de 2017

Capítulo 4 : El teniente Kolesnikov.

Mar de Barents, 12 de Agosto del año 2000. El comandante Gennady Lyachin contempla las pantallas en la sala de control con gesto adusto, serio. Sin duda esta feliz y orgulloso de capitanear el submarino nuclear de ataque más poderoso de toda la flota del país pero no es momento de andarse con frivolidades, a sus 54 años está en el momento culmen de su carrera militar. Sin embargo, los acontecimientos de aquel día tomarán un rumbo insospechado para él. Aún no tiene conciencia de ello, pero el comandante Lyachin se encuentra a tan sólo unos minutos de morir junto a 118 compatriotas rusos.

A pocos metros bajo la superficie, unos 20, la tripulación del Kursk espera con impaciencia. El día anterior habían tenido un enorme éxito, su misión era la de lanzar un misil tipo Granit sin ojiva nuclear. Pruebas, tan sólo eso según reza el informe oficial. Sin embargo, esa mañana era el día en el que el submarino de la clase Oscar II, debía enseñar al mundo entero que todavía seguían siendo una potencia naval temible. Para ello, ese sábado tenían previsto lanzar un torpedo capaz de alcanzar los 500 km/h, algo totalmente fuera del alcance de cualquier país europeo o americano. Lyachin, con calma, saboreando el momento, se acerca a su primer oficial y le ordena que armen el torpedo. Éste coge el teléfono que le comunica con la proa del submarino. Allí otro oficial contesta, todo listo. El primer oficial mira al comandante, Lyachin entonces gira la cabeza y observa el objetivo a través del monitor lleno de verdes y negros. Y con una tremenda energía grita....¡Láncenlo!

Las 11:28 comprueba el comandante en el enorme reloj que cuelga encima de la pantalla del sónar, las manecillas avanzan lentamente, los segundos se hacen eternos. Tic-tac, tic-tac, tic-tac. El silencio allí es abrumador, y de pronto algo sucede. Una pequeña explosión que hace tambalear a todo el mundo. Cada uno se sujeta donde puede, ¿qué demonios ha ocurrido? Se preguntan todos. Lyachin interroga con la mirada a sus oficiales, nadie sabe a ciencia cierta que ha pasado. Alguien se comunica con el comandante desde algún punto indefinido del submarino de 155 metros. Sin embargo no hay tiempo para la reacción, a los dos minutos una nueva explosión, esta vez mucho mayor que la anterior abre un boquete enorme en la cámara uno y dos del submarino. La proa empieza a llenarse de agua, pero las compuertas estancas del reactor nuclear situado más a popa salen intactas salvando al mundo de un desastre de dimensiones impredecibles. Al sentir esta segunda sacudida algunos hombres huyen hacia los compartimentos posteriores corriendo lo más rápido posible hacia popa. Los pocos que estaban en los compartimentos siete, y ocho se refugian en el nueve cerrando la compuerta tras de si. El resto de la tripulación ha muerto.

Mar de Barents, 12 de Agosto del año 2000. En la superficie el Almirante de la flota norte Vyacheslav Popov a bordo del buque "Pedro el grande" espera con semblante triunfal en la cubierta, se acerca la hora de probar los temibles Shkvall, los novisimos torpedos de supercavitación. Capaces de superar en velocidad a cualquiera de los torpedos del resto de potencias navales, son el orgullo de Rusia. Y éstos pretenden vender esa tecnología a China. De hecho, varios delegados y militares de ese país se encuentran allí, observando lo que el alto mando ruso había denominado como el principio del resurgimiento de la nación. La supremacía en el ámbito naval era un buen comienzo. 

Un recién elegido Vladimir Putin había heredado una Rusia decadente, el gobierno de Yeltsin había estado lleno de corruptos que se habían llevado el dinero a espuertas dejando un país obsoleto y viejo. Putin quería revertir esa caída en picado y lo primero de todo era mostrar al mundo entero que ellos seguían ahí, para ello organizó unas maniobras en las que juntaría a la mayor parte de sus buques estrella para realizar unos ejercicios de simulación. Es posible que se escuchara a Putin decir, en una de esas reuniones después de ser elegido Presidente....¡Demostremos a esos jodidos yanquis que deben andarse con cuidado, el mundo no es suyo! 

Sin embargo, en esa pequeña parte del Océano Ártico había mucho movimiento esos días. Y desde luego sería un iluso cualquiera que pensara que sólo los rusos campaban a sus anchas por allí. Para empezar, al ser las maniobras tan cerca de la frontera de Noruega, estos mandaron un par de barcos espía, por si las moscas debieron pensar. Los ingleses estaban también "a la escucha". La OTAN tampoco perdía ripio de lo que acontecía. Pero los que de ninguna manera iban a faltar a una fiesta de este tipo eran los americanos. 

Esa mañana de sábado el USS Memphis y el USS Toledo, dos submarinos nucleares de la clase Los Angeles, seguían a cierta distancia al Kursk. Algunos, incluso, podrían decir que le marcaban muy de cerca, tanto que a las 11:28 el Toledo se estampa con el Kursk. ¿Un fallo del sónar o algo premeditado? El caso es que ese choque hace que todo se precipite hacia una posible Tercera Guerra Mundial. El kursk ha sido atacado, y el comandante Lyachin quiere responder con furia. Desea cambiar el rumbo previsto del torpedo Shkvall hacia el USS Toledo, pero algo sucede antes de que pueda ser disparado. El submarino que esta más alejado de todo el altercado, el Memphis necesita distraer al Kursk de alguna forma para que el Toledo pueda huir. Un par de minutos después de la colisión, un torpedo Mark 48 surca el Mar de Barents en dirección a los rusos haciendo impacto en la parte de proa y abriendo un agujero enorme en el doble casco. 

Popov, el Almirante a bordo del "Pedro el grande", al enterarse de la desaparición del Kursk de sus ecos del sónar vuela en helicóptero hasta la base de Murmansk. Llegan horas de incertidumbre, momentos en los que hay que ser cuidadosos o algo terrible podría desencadenarse. Días de mentiras a la opinión pública, de ocultación de hechos. ¿El Memphis en un dique seco?¿El Toledo oculto?¿Boyas de localización americanas?¿Los rusos no encuentran al Kursk hundido a tan sólo 100 metros de la superficie?¿No pueden abrir las escotillas por falta de medios?

Putin, de vacaciones en Sochi, hace varias llamadas a Clinton. Empiezan las negociaciones. Mientras tanto, los familiares de los que yacen ahí abajo están a oscuras en todo este tema. Incluso no saben si sus hijos o maridos han embarcado o no ya que un submarino nuclear tiene dos tripulaciones. ¿Quién estaba de guardia? Se preguntan entre lloros y ataques incontrolados de histeria.

Al principio los rusos cuentan lo que creen que ha pasado, el incomprensible ataque americano. No obstante todo es un juego para ellos, un tira y afloja en busca de dinero. Varias llamadas después y unos cuantos días más tarde el mando ruso cambia el argumento. La versión oficial habla de un accidente causado por agua oxigenada. Si, tan simple como eso. El torpedo va alimentado por Peróxido de Hidrógeno, un compuesto altamente peligroso que reacciona con el metal. Una pequeña parte se ha infiltrado por la carcasa del torpedo y ha provocado la primera explosión, luego una reacción en cadena causa, dos minutos más tarde, el segundo estallido. Los americanos sabían de este peligro, ellos ya tuvieron los mismos problemas en la década de los 50. Clinton y sus consejeros les sirvieron en bandeja a Putin y sus ministros la excusa perfecta. Días más tarde Estados Unidos canceló parte de la deuda que Rusia tenía para con ellos, un montón de pasta. Y les fueron concedidas más ayudas y préstamos. Más pasta aún. Una solución perfecta para todos, ¿o quizá no?

Mar de Barents, 12 de Agosto del año 2000. En el compartimento número siete el teniente Dmitri Kolesnikov, oficial a cargo de la sala de turbinas, mira las parpadeantes luces de los diversos cuadros de instrumentación que le rodean. Concentrado, observa cada señal que se enciende en la consola. Escucha a sus hombres de confianza diciendo que todo se desarrolla con normalidad, según lo previsto. De pronto siente un temblor bajo sus pies, se sujeta al pasamanos que hay en la pared metálica que se encuentra a su derecha y empieza a observar como varias luces rojas y anaranjadas aparecen en el panel. Algunos estridentes pitidos se van adueñando de la sala poco a poco. Decidido a averiguar que pasa coge el teléfono y llama a la sala de lanzamiento de torpedos. Mira la hora de soslayo, las 11:28, ¿pero qué diablos ha ocurrido? Dmitri ve pasar a un hombre corriendo, es el encargado de las llaves. Los protocolos son claros, ante una amenaza de cualquier índole ese tipo debe ir a la caja de seguridad donde se guardan los códigos para lanzar los misiles con ojivas nucleares, esos que los propios rusos negaron que llevaran a bordo. Kolesnikov no escucha nada al otro lado del auricular y empieza a evaluar los daños. Instantes después una sacudida tremenda que le tira al suelo le hace comprender algo, la cosa pinta mal. Alguien entonces detiene los reactores nucleares, sin ellos no hay suministro de energía y las luces se apagan. Automáticamente las de emergencia se encienden pero las baterías no durarán mucho. Hay que decidir que hacer y grita a sus hombres, ¡vamos, al nueve todos! Corren hacia popa, en el último compartimento hay una escotilla de emergencia. Quizá la puedan abrir desde el otro lado y salvarles. Es su única oportunidad de salir con vida de ese trance. Llegan allí justo al mismo tiempo que el Kursk se posa en el lecho del Mar de Barents, a 108 metros de profundidad. Cierran la compuerta y empiezan a golpear las paredes y a gritar tanto como pueden. Minutos de angustia y locura dejan paso a un decaimiento total cuando los generadores de emergencia dejan de funcionar y las pocas luces que había se apagan. La oscuridad, ahora, es total ahí abajo. 

Dmitri comienza a pensar entonces en su mujer. Cuatro meses antes se había casado con la que había sido su novia de toda la vida. Poco antes de partir, éste le había escrito una pequeña nota vaticinando una posible catástrofe. “Cuando llegue la hora de morir, pese a que intento no pensar en ello, querría haber tenido tiempo para decirte....querida, te amo”. Entonces se le ocurre una idea algo estúpida en ese instante pero que le mantendrá ocupada la mente durante algún tiempo, escribir una carta a su amada esposa. ¡Quería decirla tantas cosas! Entre palabra y palabra, escrita en la terrible oscuridad, habla con los que están allí encerrados y les comenta que esta escribiendo una nota. Les pide que digan sus nombres en alto para apuntarlos y quede constancia de su historia. 

Pasan las horas y nada sucede. Se están volviendo locos, hacinados allí sin apenas espacio empiezan a pensar en el posible final. Quedaría oxígeno para un par de días más, quizá tres con suerte. Pero el principal problema no era ese, en algún lado existía una grieta que dejaba pasar agua al compartimento 9. 

Alguien, en el segundo o tercer día de reclusión, de pronto escucha un murmullo suave. El fantasmal silencio que impera en el interior se ve roto por el lejano sonido de un motor. ¿Un pequeño submarino de rescate? Notan que están manipulando la escotilla. ¡Les van a sacar de allí! Entonces todo el mundo empieza a golpear el fuselaje del submarino. Lanzan proclamas patrióticas y tararean el himno de Rusia. Minutos más tarde dejan de escuchar a los que estaban al otro lado de ese maldito sarcófago de hierro en el que se había convertido el Kursk ¿Pero por qué cojones no nos sacan ya? ¡¡Estamos vivos!! 

Kolesnikov se da cuenta, a las pocas horas de este hecho, que no saldrán con vida de ahí dentro y escribe una segunda carta explicando todo lo sucedido desde las 11:28 del 12 de Agosto. Esta segunda misiva tiene fecha del 15 de ese mes, tres días después del incidente. 

Tan sólo han salido a la luz algunos fragmentos de las cartas, el resto es secreto de estado.

“13.15. Todos los tripulantes de los compartimientos sexto, séptimo y octavo se trasladaron al noveno. Aquí nos encontramos 23 personas. Tomamos esta decisión como resultado de la avería. Ninguno de nosotros puede subir a la superficie.

13.50. Escribo a ciegas...”

Capítulo 3: Las perseidas, Tinkerbell y las lágrimas de San Lorenzo.

"Cuando nació el Sol y su hermana la Luna su madre murió. El Sol le ofreció a la Tierra el cuerpo de su madre del cual surgió la vida y de su pecho extrajo las estrellas y las lanzó hacia el cielo nocturno en memoria de su espíritu."

Por estas fechas siempre me da por mirar al cielo, escudriñando esferas celestes y puntitos brillantes. Buscando mitos y leyendas, quizá personajes inventados o sobrenaturales, deseando ver realizados sueños locos. Estimando oportuno creer en aquello en lo que viejos chamanes y brujos, avezados guerreros y niños con demasiados pájaros en la cabeza quisieron aceptar como válido y real. ¿Y por qué no? Me digo mirando ese firmamento que cada noche trae a mi mente cuentos llenos de evocaciones ensoñadoras y mágicas. 

Perseo está en su apogeo en estos momentos. Ahí arriba lucen en estos instantes con mayor luminosidad las estrellas que componen esta constelación. Entrecerrando los ojos, esforzando la vista y con algo de imaginación podríamos distinguir a Mirfak, Algol, Menkib, Atik, Gorgonea Tertia...Sugerentes nombres que conminan a soñar con otras épocas, otros lejanos tiempos, otras vidas en las que los temidos dioses poblaban el Olimpo y los simples mortales se desvivían por complacerles. En los antiguos manuscritos, Perseo estaba representado por un valiente guerrero pertrechado con el casco de Hades y el escudo de Atenea. En una mano portaba la espada de Hermes, en la otra la cabeza de Medusa. 
Se ganó su hueco en la Teogonía de Hesiodo al derrotar a la terrible guardiana con cabellos de serpiente. En un hábil y rápido movimiento de su escudo logró cercenar el cuello de Medusa de cuya sangre nació Pegaso. Pera esa, esa es otra historia. 
El cometa Swift-Tuttle saluda a Perseo en su veloz recorrido por los cielos. En su rápido caminar alrededor del Sol pequeñas porciones de polvo estelar atraviesan la atmósfera terrestre creando un bello y singular fenómeno. La lluvia de meteoros o lluvia de estrellas. Las perseidas. 

El 10 de Agosto es una fecha señalada para algunos. 
San Lorenzo fue un diácono de Roma al que dieron caza en un mundo despiadado y sangriento. Escuché esta historia en el mismo lugar en el que ocurrieron los hechos y en aquel momento no pude imaginar la escena. Intentaré describirla. Lorenzo atado a una parrilla, el fuego llegando desde el suelo hasta su cuerpo, gritos de dolor, desesperación, risas nerviosas, súplicas, llantos, lágrimas.
Un diez de Agosto del año 258, un ser humano era quemado como si de un simple asado se tratase. Lorenzo, derramó unas pocas lágrimas antes de exhalar su último aliento. 
Las perseidas también son llamadas las lágrimas de San Lorenzo porque su apogeo, su mayor esplendor, ocurre la noche del diez de Agosto. 

Pero vayamos a una parte más amable de mi relato de hoy. ¿Seré solo yo o alguno de vosotros ha confundido alguna vez una estrella fugaz con el vuelo de Tinkerbell?
Quizá sea solo cosa mía como Peter Pan que nunca quise dejar de ser. Puede que tan solo sean imaginaciones mías y que una estrella fugaz sea solo eso pero... ¿Qué sabemos de ella? ¿Quién es Campanilla?
Bien, no podría decirse que sea un experto en el tema. Su vida en los años anteriores a Peter me es desconocida completamente. ¿Cómo llegó a tener el poder de volar? ¿Aprendió o nació siendo así? ¿De dónde sale el polvo de hadas? Sé que hay varias películas sacadas directamente en DVD sobre su vida, documentos que tuve en mi poder, pero el tiempo (siempre escaso) hizo que no pudiera echarles un vistazo y me quedase con esa intriga. ¿De dónde salió Tinkerbell?
Lo único que puedo analizar, pues, es lo que he conocido de ella mediante Peter Pan.
Se cuenta que tenía una hermana gemela, Periwinkle. Pero desconozco si hubo más hermanos o si su madre era un hada también. 
Lo que desde luego todos tenemos en mente es su cualidad más llamativa, la de poder volar. Por lo tanto tiene esa fe en lo imposible. Es soñadora. Cree a pies juntillas que todo es realizable. Según confiesa Peter a Wendy y los demás niños, es la única condición necesaria para poder volar. Hay que pensar en algo feliz y dejar que suceda. 
También sabemos que la pequeña Tinker es una enfadica. Se cabrea cuando Peter ayuda a los niños y sobre todo a Wendy. Siente celos de ella. ¿Por qué? Cabría preguntarse, Wendy no es el tipo de persona por la que Peter se volvería loco. Campanilla se comporta de manera caprichosa en ocasiones, es como una niña pequeña. 
Sin embargo comprobamos al poco, que en el fondo es buena chica. Cuando Peter necesita ayuda ahí está, al pie del cañón con todos sus poderes de hada, para derrotar al malvado Garfio.
¿Qué más podemos saber? Pues que está un pelin loca y es valiente. Deducciones lógicas. Pese a su pequeño tamaño no duda en enfrentarse a cualquier peligro. 
Es adorable, eso lo demuestra el hecho de que no hay niño en este planeta que no tenga un especial cariño por Campanilla. Al verla exclaman, señalan, sonríen. ¡¡Tinkerbell!!
Aunque su padre literario la describió de manera distinta, menos "Disney" podría decirse. Algo que descubrimos escarbando un poco en su historia. Debido a su tamaño tiene más de un sentimiento a la vez y eso provoca que sea en ocasiones malcriada, irascible y ciertamente vengativa. Pero de pronto se vuelve cariñosa y servicial con Peter, al que trata de manera especial al estar enamorada de él. Barrie, en su novela, no pule esos detalles y deja que sea arisca en ocasiones pero en el fondo, como hada buena que es, deja entrever a un bello ser que fruto de su vida y experiencias no ha podido evitar comportarse en instantes dados de una manera menos amable. Disney cambió ese lado más borde aunque dejó la esencia de lo que representa, una niña que nunca quiso crecer. 
Tinkerbell en definitiva es un arcoiris de emociones, atributos, sentimientos, habilidades. Una paleta completa de tonalidades, una explosión de colores. 

He visto a Campanilla varías veces. La primera de todas en un cielo oscuro lleno de reflejos de brillantes y fugaces colores. Al verla volar grité, señalé, exclamé...¡Tinkerbell! 
No es extraño (al menos para mí) que después de aquella ocasión, en las noches cercanas al diez de Agosto, cuando veo una de esas pequeñas lágrimas de San Lorenzo, diminutos trocitos de polvo estelar dejados por un cometa que más allá de las nubes va mostrando su rastro de "miguitas de pan" por toda la Vía Láctea, piense que alguna de esas estrellas fugaces sea la dulce Tinkerbell que viene a saludarme. 

Pffffffff...escucho resoplar entre dientes a las gentes sin fe en lo imposible. ¿Qué chorrada es esta? Dicen, negando con la cabeza. ¿Campanilla, un mártir de hace dos mil años y semidioses olímpicos?
El cielo esconde miles de secretos. Creedlo o no. Pero como dijo Peter en una ocasión..."No dejes de soñar, solo quien sueña aprende a volar." 
Si fuera vosotros esta noche, y las que siguen, levantaría la mirada y observaría. Yo lo haré, sin duda.



sábado, 5 de agosto de 2017

Capítulo 2: National treasure.

De todas las películas de Disney que no son de animación la que más me gusta es la búsqueda. Siempre quise ser como Nicolas Cage en National treasure y dedicarme a buscar tesoros escondidos. 

Me empeñé en ir a Washington.
Quería ir desde que vi la biblioteca del congreso en la película, siempre he amado ese tipo de edificios y ese era el más grande del mundo. Meses antes de viajar a la capital de los Estados Unidos me dediqué a cotillear en su web, me di de alta en su newsletter y quise hacerme socio para que me dejaran entrar hasta sus salas más ocultas para tan solo vislumbrar y poder tocar los lomos de los libros que se pudieran esconder en sus estanterías. 
La biblioteca es un lugar enorme lleno de turistas. Eso me decepcionó en parte porque me hubiera gustado poder disfrutar del silencio que reina en cualquier biblioteca que se precie. Como lugar arquitectónico es impresionante, sus salas son de una belleza increíble y cada una de ellas está repleta de historia, que el guía te va contando con sus diversos chascarrillos y anécdotas. 

Sin embargo no sólo quise ir a Washington por su famosa biblioteca. Había otras cuatro cosas que quería ver en esa ciudad. 

Una de ellas, la declaración de independencia. El texto más nombrado del mundo occidental después de la Biblia. Quería verla con mis propios ojos. Intentar leer sus líneas y comprender, hasta dónde llegaba mi inglés, los párrafos que han gobernado ese país y por ende el mundo en los últimos decenios. 
Era parte de la historia y yo no quería dejar de contemplarlo. 

El museo de historia natural. El archiconocido Smithsonian. Bueno, aquí entraba en juego mi lado infantil. Quería perderme por sus salas de dinosaurios y de dioramas de las distintas épocas del planeta. 

El monumento a Washington es el obelisco que vigila toda la ciudad. Me moría por subir hasta arriba y espere sentado impaciente hasta que llegó mi turno. Arriba, en lo más alto del cielo de aquella ciudad contemplé la punta original de aquella faraónica construcción y observé por sus ventanas el magnífico lago del Mall. 

Y por último, no quise irme sin haber tocado brevemente las alas del avión de los Hermanos Wright. El Wright Flyer que a principios del siglo XX dio el pistoletazo de salida a los viajes por el aire. Amo volar y no podía dejar pasar la oportunidad de contemplar el biplano en persona. 
Ese museo, el del aire y el espacio de Washington, creo que ha sido el que más me ha alucinado de cuantos he estado. Y han sido unos cuantos. El módulo lunar, cabinas de aviones, salas repletas de bombarderos de la Segunda Guerra Mundial, aviones comerciales colgados de manera increíble de techos tan altos como el cielo. En fin, nunca pensé que hubiera tanto que ver allí. 

Hubo otro lugar al que no pude entrar porque las reservas son con varios meses de antelación y me quedé con las ganas. La sala oval, el despacho presidencial de la Casa Blanca. 
Quizá en otra ocasión. 

Hoy me he puesto de nuevo el DVD de la búsqueda. 
Contemplando la declaración de independencia justo cuando Cage decide que debe robarla para protegerla dice una de mis frases favoritas. 
- ...pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones dirigida invariablemente al mismo objetivo, evidencia el designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto. Es su derecho, es su deber, derrocar a ese gobierno y proveer de nuevas salvaguardas para su futura seguridad...
- Precioso, pero no he entendido nada. 
- Significa que si algo va mal, los que tienen la capacidad de actuar, tienen la responsabilidad de actuar. 

En otro momento habla de Edison. Cuenta que fracasó en más de dos mil ocasiones al fabricar el filamento de su bombilla. Pero que cuando le preguntaron a él mismo sobre ello dijo, "no fracasé, descubrí dos mil modos de cómo no construir una bombilla. Solo necesitaba encontrar un modo de que funcionara." 

Interesante modo de acabar la entrada de hoy. Aquel día que vi la declaración de independencia me compré una réplica en la tienda del museo. "...los que tienen la capacidad de actuar, tienen la responsabilidad de actuar." 



viernes, 4 de agosto de 2017

Capítulo 1: Galicia calidade.

Hace unos días me pasó algo curioso.
Eran las cinco de la tarde más o menos y una pareja entró al bar.
- ¡Qué sed tengo! Dijo ella.
- ¿Tienes Estrella  Galicia? Me preguntó él.
- No, dije simplemente. Añadiendo. De barril tengo Cruzcampo. De botella Mahou, Heineken, Sol, Yuste, Guiness, Desperado, Amstel Oro, Cruzcampo especial, Paulaner, Radler...
- Bueno pues pon un par de tercios de Mahou. Dijo él con una mirada de resignación hacia ella.

Un par de horas después entra la chica que atiende la terraza y me pregunta...
- Rubén, ¿tenemos Estrella Galicia?
Extrañado le digo que no, que pidan cualquiera de las que aparece en la carta.

La cosa se puso graciosa cuando por la noche un chico jovencito entra y me dice...
- Me voy a sentar fuera, ¿me sacas una Estrella Galicia?
Flipando, claro. Sonreí.

Acabé descojonandome cuando casi al cierre pasó una chica al servicio. Al salir se acercó a la barra.
- ¡Hola! Saludó jovial y alegre. ¿Por casualidad tenéis Alhambra?
- Menos mal que no has pedido Estrella Galicia, sino pensaría que esto es una cámara oculta o algo así.
- Galicia calidade. Soltó ella.
- No tengo ni idea, nunca la he probado.
Le puse una copa de Cruzcampo de barril, salió a la terraza y yo me quedé pensativo. ¿Qué tendrá esa cerveza?

jueves, 3 de agosto de 2017

Capítulo 0: Patrones.

Los anillos de un árbol en el interior de su tronco. Las hojas que nacen de los tallos. Las alas de los pajaritos que se posan en sus ramas. Las nubes que atraviesan esas aves. Las estrellas que en ocasiones tapan los cúmulos. Los planetas que giran alrededor de esas estrellas. Las galaxias que repletos de planetas llenan el universo.

Todo. Absolutamente todo. Cada creacion, cada nacimiento, cada evento, cada sueño, cada vida está gobernada por una serie de patrones.

Los matemáticos los veneran. Los físicos los estudian. Los informáticos crean algoritmos para predecirlos. Los meteorólogos se fijan en ellos para sus previsiones...

Es muy complicado huir de los patrones. Nos persiguen a lo largo y ancho de nuestros sueños y pesadillas. Son lo que anhelamos y lo que tememos. Lo que sin duda nos atrae hasta límites insospechados.

Mi patrón está claro. Hace un tiempo escribí una entrada titulada, ¿las chicas malas nos resultan más monas?
Hay gente que busca chicas con un aspecto determinado, con tetas desproporcionadas, con culos imponentes, con un peso determinado, con curvas, con ojos claros, con pelo rubio o moreno. Yo no me fijo en nada de eso, la personalidad y que ella este totalmente pirada es lo que hace que mi corazón se vuelva loco y haga que mi mente realice cosas impensables.

En las últimas veinticuatro horas he pensado en ello trás una conversación con mi hermana. ¿Por qué estoy sólo en mis vacaciones? Le preguntaba sin querer escuchar la respuesta. ¿Será que me pasa algo? ¿No soy buena gente? ¿Alguien me habrá echado un mal de ojo?  ¿Alguna de esas chicas a las que jamás llegué a conocer por diversos y absurdos motivos?
Mi hermana en toda su experiencia y sabiduria me contestó...Quizá sea por los patrones.

Desde luego que es por eso. Haciendo un ejercicio de introspección y memoria recuerdo haberme enamorado sólo de mujeres a las que les faltaba un tornillo o engranaje en su interior. No lo digo de forma despectiva, cuidado. Hablo con todo el respeto del mundo. Ese tornillo, esa pieza que faltaba en sus mentes inquietas es lo que las hacia únicas y lo que sin ningún género de dudas me atraía hasta la desesperación.

Sólo quizá una excepción. La mujer que durante diez años compartió mi vida se podría decir que era la más cuerda en un mundo de locos. Por eso, elucubrando una posible respuesta a mis actos, no me casé cuando me dijo...Rubén, creo que va siendo hora de pasar por la Iglesia. Quizá, no estaba lo suficientemente loca para que cuando me dijo que quería ser mamá yo le contestará vilmente con un ya veremos.
Si, ella no era mi patrón. Ella no tenía el tipo de personalidad que haría que dejase todo y a todos por una caricia, ella no era la persona capaz de conseguir que transgrediera las leyes por su mera protección y cuidado, ella no era el tipo de mujer por la que yo pudiera abandonar todos mis miedos para decir...si, quiero ser papá.

Una vez admitido eso, una vez puesto sobre la mesa que me pirran las chifladas. ¿Son ellas compatibles con mi forma de ser? ¿Soy un chiflado también y esto es como los imanes, polos iguales se repelen? ¿O quizá soy una persona demasiado cabal y en esta ocasión lo que   es inmiscible son nuestras distintas personalidades, algo así como agua y aceite?

Sentado en el retiro, al pie del lago y viendo el atardecer sobre las copas de los árboles pienso en las posibilidades, busco patrones en el horizonte, hojas movidas por el aire, dibujos en las cortezas de los árboles, formas geométricas en la hierba. Mientras todo eso sucede y tecleo sin parar, sueño con compartir un abrazo o puede que un beso observando el rojizo astro y que de pronto esa enigmática y majareta mujer soltase algo como...Ru, te quiero.
Eso, queridos y desconocidos amigos, si sería estar loca de remate. ¿Quién es su sano juicio querría estar conmigo?

Mientras intento buscar respuestas a preguntas indiscretas escucho un murmullo. Miro alrededor. Detrás una chica lee, delante el lago refleja los rayos que caen sobre los árboles. Nadie más cerca de mi. El murmullo viene de mi mente. ¿Qué dices, Ru?
Escucho más atentamente. ¡Quieres dejar de escribir y disfrutar de la puesta de sol!
Esta bien, te haré caso. Luego lo acabo.

martes, 4 de julio de 2017

Día 71: Sudando.

Avicii a todo volumen. Las paredes retumban. Gotas de sudor recorren mi cara, espalda, brazos, pecho.
Cojo la botella de agua que frente a mi descansa sobre la mesa dejando un cerco del agua condensada que resbala a lo largo de todo su esbelto cuerpo.
Doy un gran trago. ¡Qué bien me sabe!
Observo las pesas, el saco de arena, el chaleco de 10 kilos, la colchoneta que ocupa parte de mi salón, ¿qué ejercicio hago ahora? Necesito no parar demasiado. Los músculos gritan más tiempo. La cabeza, más analista, cuenta sesenta segundos. El corazón duda, las pulsaciones claman parar un ratito más, la sangre que bombea susurra un ya está bien, ¡vago!

Es difícil habituarse a hacer ejercicio por la mañana cuando tus ritmos circadianos han sido otros el resto del año pero para eso ya está Avicii...enardeciendo el alma, poniéndome a tope. ¡Vamos! Suelto a lo Nadal.

Decido hacer algo con el saco, piernas. Un par de series de lunges y otro par de sentadillas.
Quema, las piernas arden, los glúteos sufren, el sudor que cae por la espalda me hace cosquillas.
Joder Rubén, ¿hacemos una más? No seas bruto me digo, que mañana también hay que darle caña al tema.
Vale, concedo a mi mente. Tienes razón. No hay que pasarse. Entonces, ¿acabamos ya con unas abdominales? Venga, va.

Me tumbo en la colchoneta, cojo el cronómetro del móvil. Cierro los ojos para mentalizarme. A partir de ahora doce minutos de series descansando veinte segundos entre cada una.

El tiempo corre, quizá en algunos ejercicios más que en otros. La mirada se me va al móvil, ¿ocho minutos aun? Aprieto los dientes, expulso el aire y dejo el estómago vacío para que el esfuerzo se note un pelín más. En algún lado leí o escuché eso, no se si funciona pero lo hago. El teléfono vibra y me pega un pequeño susto al caer al suelo desde la pata de la mesa donde está apoyado. Un correo. ¡once minutos ya! Acelero para hacer más repeticiones en el último instante que me queda hasta finalizar por hoy. 
Me derrumbo en el suelo, respiro fuerte, intentando coger la mayor cantidad de oxígeno posible. Noto las gotas de sudor por todo mi cuerpo.

Dos minutos después, bajo el agua de la ducha, me digo...Julio, welcome back again.