La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Día 24: La reina de Mayo.

Solo queda sentarme, cerrar los ojos y soñar. 
La mano se apoya suavemente en mi pierna mientras sus ojos se deslizan sin prestar demasiada atención por la gente que a través de la ventanilla observa como sombras de un mundo ajeno al nuestro. De pronto gira su cabeza hacia mi, me mira a los ojos y sin decir una sola palabra besa mis labios. Tierno. Dulce. Casto. Un beso de esos que no esperas, uno que te eriza la piel y hace que el planeta entero se detenga de golpe. Instintivamente cierro los ojos al juntar sus labios con los míos, sintiendo muy dentro de mí como los sentimientos fluyen de un cuerpo a otro. Un intenso intercambio de sensaciones que termina por hacer que abra los ojos para mirarla detenidamente al tiempo que las primeras luces se asoman por el gran ventanal del autobús. Sonrío y digo...¡Ya están!¡Las luces de Navidad!
Nervios. Mucha impaciencia. Una excitación creciente que culmina al bajar del autobús y mirar hacia el gran árbol iluminado que adorna la plaza. Cojo su mano enguantada y la llevo rápidamente a su base, saco el móvil del bolsillo y besándola en la mejilla hago una foto de ambos con el enorme árbol de fondo.
Quiero esa foto, deseo esa foto, anhelo esa foto.

Solo queda sentarme, cerrar los ojos y soñar.
Me despierto por la noche. Me meo. Si, tengo unas ganas tremendas de hacer pis. Voy al baño tanteando la pared, sin apenas abrir los ojos. Al girar el picaporte de la puerta me detengo un instante, huelo a ella. El perfume que ha quedado impregnado en su ropa y que unas horas antes había dejado tirada en el baño en un momento de pasión repentina ha llenado toda la habitación. Respiro profundamente y sonrío. Adoro ese olor, suave y afrutado. Sutil. 
De nuevo en la cama acaricio su pelo y ella se despierta. Gira su cabeza y con los ojos entornados me susurra un hola. Yo no puedo más que abrazarla y tras pegarle un pequeño mordisquito en su oreja decir...Duerme cielo, aún es pronto.
Mientras miro las sombras cambiantes en el impoluto techo, pienso. Escuchando su respiración cada vez más profunda, siento. Apagando lentamente esos sentidos, sueño. 

Solo queda sentarme, cerrar los ojos y soñar. 
Sumidos en un buen atasco me acomodo en el asiento del conductor y subo un poco el volumen de la radio. A los pocos minutos una canción empieza a sonar y ella tararea. Miro su perfil, observo como ladea la cabeza y mira al coche de al lado distraídamente. Su mano de pronto se dirige a la rueda del volumen, lo sube y empieza a cantar. Ese gesto me distrae hasta tal punto que el coche de atrás me da las largas para que continúe una decena de metros. Ella sigue cantando ajena a todo, su voz inunda el coche. Mi alma se encoge y aprieta para luego expandirse hasta el infinito y estallar a modo de big bang estelar. Una explosión de amor, deseo y ganas de estar dentro de ella, bajo su piel, en sus entrañas. Su voz hace que me pregunte...¿Existe la felicidad absoluta? De ser así, debe parecerse mucho a esto. Me digo al tiempo que cojo su mano, la acerco a mis labios y beso su palma. 

Cuentan las leyendas que Rhiannon era una mujer de una belleza increíble. La gran reina del mundo de las hadas, hija de un dios del inframundo, podía desenvolverse igual de bien en el lado de los vivos como en el de los muertos. Un día decidió salir de su confortable mundo e ir a parar al nuestro, entonces algunos la llamaron la reina de Mayo. Los antiguos druidas y magos encendían hogueras el día de Beltane en su honor, conmemorando la primavera, el reverdecer de los campos y el renacer de la vida tras el largo invierno. 
Allá, en el norte, los fríos mantenían la vida en un horrible letargo, el corazón prácticamente se paralizaba en su continuo latir y todo, incluso el amor, permanecía a la espera. Todo se detenía en el tiempo hasta que los primeros rayos del sol de la primavera calentaban esas tierras. La reina de Mayo salía de su oculto escondite y cabalgando desnuda en su precioso corcel iluminaba el mundo. 
Estos días estamos a punto de entrar en el oscuro invierno, y hoy quiero pedir un favor a Rhiannon si por casualidad estas palabras le llegan hasta su misteriosa morada. 
Bella dama de largos cabellos, señora de la vida y reina de la luz, no dejes que mi alma hiberne y se oscurezca pese a la llegada del frío. No permitas que deje de soñar, tan solo me queda eso. 



miércoles, 9 de diciembre de 2015

Día 23: Seducir y destruir. De lo más pequeño a lo más grande.

Una vez mi abuelita me dijo que había visto a alguien como yo en la calle. Tan parecido a ti era, me contaba, que le llamé por tu nombre y todo, al girarse vi que erais iguales. 
En ese momento en el que ella me "veía", yo estaba tomando el sol en la playa. Ella, en cambio, iba hacia casa, muy cerquita ya del portal. Por lo tanto nos separaban unos centenares de metros y era imposible que ese misterioso chico tan parecido a mí fuera yo mismo. Una pequeña confusión seguramente, pero ¿y si mi encantadora abuela llevaba razón?

Hay algo que me fascina sobremanera. Bueno, para ser sinceros, en realidad son dos cosas. Los labios pintados de un rojo potente de una desconocida que frente a mí teclea suavemente el nombre de algún archivo metido en su ordenador portátil. Y, por supuesto, la posibilidad de que existan mundos paralelos a este en el que estoy escribiendo.
¿Es tan descabellado pensar en mundos simultáneos al nuestro? Bien, para intentar responder a esa difícil cuestión tendré que remontarme un pelin hacia atras en el tiempo. Justo en el instante en el que varios científicos como Einstein o De Broglie dedujeron que la luz era mágica. Aparecía y desaparecía sin previo aviso. ¿Cómo era posible tamaña hazaña? Entró en escena lo que ellos denominaron dualidad onda-corpúsculo, la característica más increíble de los fotones (el elemento más pequeño que encontramos en la luz). Con este hallazgo se abría un interesante mundo sobre nosotros, el maravilloso cosmos de lo infinitamente pequeño. 
Muchos años antes de todo este galimatías de cosas ínfimas y microscópicas, Newton había demostrado que cualquier masa, por pequeña que esta fuera, sufría una fuerza de atracción. A esto lo llamó gravedad. Por ejemplo, las mareas son un efecto de la masa de la luna y el sol sobre la de la tierra. Desarrollando estos conceptos, Einstein llegó a su teoría de la relatividad general y su noción de que la gravedad causaba una curvatura en el espacio-tiempo. Es decir, que el tiempo se hacía relativo dependiendo de quién y dónde lo observara. Nos movíamos ahora por el universo de lo inabarcable, el mundo de lo increíblemente grande.
Sin embargo, algo fallaba en todo esto y el bueno de Einstein se dió cuenta. Las leyes que rigen lo más pequeño no iban bien para determinar qué ocurría con lo más grande. Se pasó toda su vida intentando dar sentido a todo esto, buscando su teoría de campo unificada. Algo que describiera todas las cosas que existen en el universo, tanto las más minusculas como las más gigantescas. 

¿Sabes Rubén? Me gustaría encontrar el amor y también hacerlo. Esa pequeña frase hizo que sonriera. El amor y el sexo, una y otra vez. No quise adentrarme en esa conversación y cambié de tema...¿tienes vértigo? Solté sin más.  Diez minutos después, al conocer que a ella no le gustaban las alturas y yo saberme desilusionado, la conversación se acabó. No obstante el eco de esas palabras iniciales se mantuvieron en mi cabeza un buen rato más. ¿Sería posible encontrar una ecuación o alguna ley que uniera ambos mundos? Al igual que aquellos sesudos científicos que allá por 1950 creían en una sola teoría que abarcara todas las leyes de la naturaleza. yo creo que existe una norma generalizada que gobierna el corazón. Estoy convencido de que tiene que haber algo que describa tanto el amor como el sexo. El método experimental, el de ensayo-error de toda la vida, hace pensar que no es así. El amor va por un camino y el sexo por otro.

A finales del siglo XX apareció una corriente de nuevos pensadores. Físicos que descubrieron que los protones y neutrones estaban constituidos por unas partículas aún más pequeñas, los quarks. También hallaron indicios de otra serie de partículas pequeñísimas como los gluones, los leptones y los bosones. Esos científicos, observando el comportamiento de estas partículas llegaron a la conclusión de que un quark no es más que un pequeño hilo finísimo unido por sus puntas y que vibra. A esta increíble deducción se le ha llamado la teoría de supercuerdas y es algo que a día de hoy aún sigue en pañales pero que tiene unas posibilidades enormes. De un plumazo se han pasado de tener cuatro dimensiones (las tres espaciales más la temporal) a una cantidad variable entre diez y veintiséis (la creencia más generalizada es pensar que existen once dimensiones). Es decir, que lo que Einstein buscó durante el final de sus días sí que es posible. La teoría del todo es una realidad tangible, lejana pero casi al alcance de las yemas de nuestros dedos. 

El universo vibra, esa es la clave. ¿Será posible que esa ley fundamental de toda la materia pueda describir algo tan misterioso como lo que ocurre en el corazón humano? Quiero pensar que si. Deseo creer que cuando vea al amor de mi vida, al estar frente a ella; mi corazón, todos los quarks, leptones y bosones que hay en el, vibrarán de tal forma que pondrán de acuerdo a mi alma y sepa que amar y hacer el amor es lo mismo. Que no hay diferencia alguna entre esos dos conceptos o mejor dicho que simplemente esa causalidad está motivada porque ambas cosas van de la mano al igual que nosotros, el ser humano, estamos constituidos por particulas realmente pequeñas y formamos parte de un sistema enormemente grande. 
Esa dualidad de la luz que hace cien años descubrieron unos locos científicos y que fue el pistoletazo de salida para todo este embrollo de fórmulas y leyes, es la misma dualidad del alma. La misma incertidumbre en la que me sumo cada noche al preguntarme si al día siguiente mi corazón será capaz de vibrar. Pero quizá lo más complicado sea encontrar, una vez aceptada y demostrada esta teoría del todo, otro cuerpo que vibre conmigo uniendonos en una resonancia infinita. Eso es lo realmente difícil. Pero no desespero en mis deseos, todo es posible en el mundo de las interacciones fundamentales de la naturaleza. No en vano, somos polvo de estrellas. 









miércoles, 18 de noviembre de 2015

Día 23: Le mirouer des simples ames anientis et qui seulement demourent en vouloir et desir d’amour.

- Necesito tu ayuda.
- ¿Qué te pasa, Rapsi?
- He vuelto a caer. Ayer me convencieron para hacer algo, no pude evitar volver a mi lado oscuro.
- Pero, ¿en qué puedo ayudarte yo?
- Quiero que me hables...Sobre el amor. 

Corría el año del Señor de 1310. Una mujer, atada por la cintura a una gran estaca de madera con la vista hacia el frente, miraba desafiante a todos los que se congregaban a su alrededor. Lugar, la place de Grève. 
Los expectantes parisinos rodeaban a la misteriosa mujer mientras las llamas hacían crepitar la madera seca. Una voz se escuchó, fuerte y ronca, a través del tumulto. ¿Te arrepientes de tus pecados? Ella, con los pies abrasados por el calor que ya empezaba a subir a lo largo de la pira, negó con la cabeza. ¡El señor se apiade de tu alma! Logró escuchar la anciana antes de desmayarse por el insufrible dolor causado por las llamas que comenzaban a devorar su pequeño cuerpo.

Estoy seguro que muchas de aquellas gentes, arremolinadas en un primaveral día de comienzos del siglo XIV en aquel lugar al lado del Sena, se preguntaron lo mismo que yo. ¿Qué diablos habría hecho esa mujer para acabar muriendo de una forma tan atroz en lo que ahora es la plaza del ayuntamiento de París?

Al mismo tiempo que Rapsi me pedía apoyo moral con algo en lo que jamás podré ayudarle, leia la historia de esta mujer. 
Tenemos constancia de Margueritte Porrette por los pocos legajos que se conservan de su juicio llevado a cabo por la Inquisición. Era una beguina, una de esas mujeres que se dedicaban a ayudar al prójimo sin más recompensa que la de estar en paz con su propia alma. Socorría a enfermos, protegía a los desamparados, cuidaba de niños y mujeres sin posibilidad de sobrevivir. Pero más allá de estas buenas obras era una mujer letrada y sabia, tanto que tuvo un buen puñado de seguidores a los que alentaba a practicar la bondad hacia los demás seres humanos. 

- Cuéntame, ¿qué pasó ayer?
- Ayer fui a Fusión.
- ¿Fusión?
- Si, un garito liberal. 
- Rapsi, no quiero saberlo. De verdad.
- Necesito que me ayudes.
- ¿Qué pasó allí?
- Varios hombres se corrieron en mi cara. 

Porrette fue considerada una mística, es decir, alguien que no necesitaba de intermediarios para estar en contacto con Dios. Y esto, como podréis suponer, les jodia bastante a los curillas y párrocos de la época. Margueritte escribió un libro, compendio de todas sus creencias, que lleva el mismo título que el de esta entrada que hoy escribo. El espejo de las almas simples. 
Entre otras cosas nos dice que si un alma es pura no necesita de nadie para poder hablar de tú a tú con Dios. De un plumazo quitaba el trabajo a obispos y toda la farándula eclesiástica y eso puso sobre aviso a todo el estamento de la Iglesia, que advirtieron a su autora quemando el libro en un acto público. No obstante, ella siguió siendo fiel a sí misma y no se retractó de sus polémicas opiniones, hecho que le llevó a ser encarcelada durante año y medio. 

- Pero, ¿y toda la terapia con Sergio?
- Un amigo, al que le gusta mirar, me escribió ayer y me propuso algo que no pude quitarme de la cabeza durante toda la tarde. Estuve mojada toda la noche pensando en ello. 
- Sabes que te utilizan, ¿verdad?
- Si, y creo que me excita ser utilizada. 

Más curioso aun, es el tema de que en el juicio inquisitorial, a Margueritte la vincularon con los Hermanos del libre espíritu. En una de las partes de su libro intentaron ver lo que en un principio podría catalogarse como el "haz lo que te de la gana mientras tu alma siga siendo honesta consigo misma". Allá por el año 1300 ya se tenían las mismas inquietudes que tiene Rapsi en estos momentos, el amor libre. 
Porrette aconsejaba que uno no se tenía que preocupar por las consecuencias de ciertos comportamientos si su alma era virtuosa. El concepto de pecado era algo que solo Dios debía juzgar y no los hombres. El miedo que la Iglesia había inculcado en los cristianos devotos se ponía en entre dicho y para los rectos inquisidores este era otro motivo de herejía. Así que, si no se retractaba de sus actos y palabras, Margueritte moriría en la hoguera. 

Rapsi es una mujer bella. Así la definiría. Porque lo es y porque se lo cree. Su belleza radica en querer algo más de la vida, no se conforma con lo que es, sino que desea ir más allá. Se cuestiona cosas y las debate interiormente. Siempre que hemos hablado lo hemos hecho sobre el amor, en sus distintas acepciones. Ella lo ve de forma distinta a la mía, sin embargo yo la entiendo muy bien. Se de lo que habla cuando menciona su "dark side". 
No me sorprendió en absoluto que me pidiera consejo sobre algo tan intimo pese a que tan solo la he visto un breve espacio de tiempo en un anónimo banco de la plaza de Colón. Lo que me ha hecho escribir todo esto es que en el mismo momento de pedírmelo yo tuviera delante de mis ojos la biografía de esta notable mujer que sacó los pies fuera del tiesto. ¿Un hecho casual? Puede que así sea, pero no deja de llamarme la atención.

- Rapsi, se tú misma. 

Eso fue lo último que le dije ese día. Y creo que esta historia va de eso, de llevar nuestras convicciones hasta las últimas consecuencias. Si creemos en ello, si nos hace ser más virtuosos y nuestra alma se siente mejor, ¿por qué dejar de ser uno mismo?
Porrette murió en la hoguera al mantenerse firme ante la cruel Inquisición. Afortunadamente, las mentes de los hombres se han transformado en estos 700 años. Ahora, sin duda, somos un pelin más libres. 


miércoles, 4 de noviembre de 2015

Día 22: Facilius sit Nili caput invenire.

2 de Febrero. Una multitud de personas de toda índole y condición rodean una pequeña tarima en la que varios hombres vestidos con sus mejores galas esperan algo excepcional. Nerviosos e inquietos, empiezan a jalear a alguien. Animan, aplauden e incluso, algunas de esas gentes de un pequeño y perdido pueblo del Condado de Jefferson, exhortan a grito pelado...¡Vamos Phil!
¿Por qué atrapado en el tiempo me fascina tanto? Si, hablo del día de la marmota y de esa película que todo el mundo ha visto al menos una vez en su vida.
Bill Murray se levanta una y otra vez con la voz de Cher en la radio, sin poder avanzar en su vida. Este hombre gris y apático intenta alejarse de todo aquel circo en el que se ha convertido una bonita e inocente tradición, tan antigua como los propios bosques de aquellos parajes de Pensilvania.

Esta mañana al despertar y meterme en la ducha me he sentido como él, no he escuchado a Cher sonando en mi móvil tras el pitido de la alarma pero sí que me encuentro estancado reviviendo una y otra vez el mismo momento.

Bill, en la película, intenta enamorar a Andy de una manera artificial, con trucos y chistes que ocultan al verdadero hombre que hay tras esa indolente alma. Evidentemente no le funciona y poco a poco se va dando cuenta de que tan solo siendo él mismo la vida le sonreirá. Con cada repetición de ese extraño día aprende un poquito más de sí mismo y al final deja salir al verdadero hombre que se ocultaba tras la máscara.

Hace un par de días hablaba con una chica por teléfono y me hizo una pequeña observación. Rubén, no dejas que te conozcan ni deseas conocer. Y añadía, el amor no surge con el chasquido de los dedos apareciendo por arte de magia. 

Cuando Alejandro Magno llegó a la ribera del Nilo, tras su afán de conquistar el mundo conocido y persiguiendo derrotar a su archienemigo Darío, al observar la inexplicable crecida que este tenía en verano le preguntó a los sabios del lugar...¿dónde nace?
Mucho tiempo después aún no se sabían las fuentes del que fue considerado el mayor río del mundo, y bastantes fueron los que perecieron en busca de tan misterioso lugar. No fue hasta mediados del siglo XIX que Henry Morton Stanley, junto a otros valientes aventureros como Speke, Burton y Livingstone, dieron con el Lago Victoria. Para maravilla del mundo entero "redescubrieron" las indomitas tierras del África más salvaje y el origen de las aguas del río Nilo, las cataratas Ripon. Tan difícil fue averiguar de dónde salía todo ese agua que fluía a través del Nilo blanco y el Nilo azul juntándose a la altura de Jartum, que poco después de la época del gran Alejandro y cuando la dinastía ptolemaica daba sus últimos coletazos de vida con Cleopatra, se decían estas palabras..."Facilius sit Nili caput invenire".

Sería más fácil encontrar la fuente del Nilo. Eso es lo que he pensado esta mañana al ducharme y darme buena cuenta de que mi vida está en un bucle infinito en la búsqueda de un mito tan enigmático como lo fue el origen de esas oscuras aguas que desembocan en el Mediterráneo. ¿Cuántas primeras citas habré tenido? Es bien cierto que con cada una de ellas aprendo un poco más. Cada nueva mujer me descubre un matiz de mi personalidad y me hace deambular por lugares de mi alma aún no transitados. Soy como el doctor Livingstone o cualquiera de esos aventureros que remontando el Nilo intentaban desentrañar sus secretos. Pero de vez en cuando, estoy seguro de ello, estos avezados hombres se preguntaban qué hacían en ese endiablado lugar, al transitar por los inhóspitos lodazales del Sudd en pleno centro del África más despiadada. 
Esta chica que hablaba conmigo hace apenas un par de días me sugería que yo era el culpable de cada fiasco, ya que no daba tiempo a que nadie lograra conocerme. Según su teoría no permito que nadie se acerque a mi demasiado y más aún, no llegaba a conocer realmente a ninguna de ellas por el estúpido asunto de pensar que tiene que haber un flechazo instantáneo y que si no lo hay paso a la siguiente.
Con los ojos cerrados en el autobús pensaba en ello unas horas atrás. ¿Si en algún momento me encuentro con una mujer maravillosa, tengo que dejarla entrar en mi corazón pese a que pocas cosas nos unan?
Me encuentro en el día de la marmota, aprendiendo de mi, escuchando mi alma. Siempre la primera cita, siempre las mismas conversaciones, siempre los mismos nervios. De momento no avanzo, no logro pasar de la región pantanosa del Sudd en la lejana y antigua Sudán. Vivo una y una vez el mismo momento deseando, soñando, que uno de estos días alguien me pregunte...¿probabilidad de salir de aquí? Y yo, sonriendo, responda...el 100%. 

 



miércoles, 28 de octubre de 2015

Día 21: La noche de Samhain.

Observo ahora mismo a una preciosa rubia cuyos ojos, delineados en un profundo negro, se han posado sobre mí un par de veces. Rápida y fugazmente, esa mirada ha vuelto hacia abajo, olvidándose su dueña de este chico que hoy escribe sobre la noche más aterradora de cuantas en mi corta vida me ha tocado transitar.
Trece meses antes, día arriba día abajo, de esa terrorífica noche me encontraba sentado en un banco de un lejano parque. Hacía frío; un viento gélido que, a parte de traer consigo unas nubes bastantes negras que amenazaban lluvia, se metía por cada poro de mi piel. Esto hizo que me abrazara y acurrucara aún más a ella mientras mirábamos divertidos como a unas decenas de metros la gente iba formando una cola. Niños con sus padres, parejas que cogidas de la mano se besaban tiernamente, abuelos luchando con sus nietos para que no se alejaran demasiado, todos ellos esperaban que fueran las cinco de la tarde. Era entonces cuando la fiesta del helado de ese tormentoso martes daría comienzo en la inquietante y misteriosa ciudad de Salem. 
Unas pocas horas antes había estado dando un paseo por aquellas calles que allá por el año 1692 fueron testigo mudo de la locura de un pueblo, la inseguridad e insensatez de los habitantes de esa parte del mundo campaban a sus anchas sin más razón que la de desterrar el mal de sus  rectas vidas. Unas niñas, quién sabe si jugando o quizá llevadas por el histerismo de una población temerosa en exceso del poder del diablo, hicieron que unas 200 personas cayeran como piezas de dominó en un tablero. Dos centenares de acusados en total; unos veinte muertos entre lapidaciones, ahorcamientos y duras noches en la carcel y un sinfín de legajos escritos con las declaraciones de vecinos, familiares y amigos de esa pobre gente acusada de haber traído al mismísimo Satán a las puertas de sus casas. ¿Ha practicado o visto algún indicio de brujería en alguno de sus inestimables conciudadanos?
Estuve en uno de los muchos museos que reclamaban la atención del visitante con simbología pagana en sus fachadas. Figuras de brujas, dibujos de druidas y símbolos de runas por doquier que harían que cualquiera de los puritanos que vivieron esos tristes hechos trescientos años atrás se revolviera en su tumba pidiendo la muerte de tanto hereje. Al final del recorrido del museo por el que me decidí para enterarme de la terrible historia de la caza de brujas de Salem había una pequeña tiendecita de souvenirs. Quería comprar algo de recuerdo así que deambulé un rato cotilleando cada estantería de la tienda. Vi libros de hechizos, biblias satánicas, figuritas de la típica bruja volando en su escoba, juegos de cartas...no me decidía por nada en concreto hasta que me paré en la sección de colgantes. En cuanto lo vi supe que era lo que deseaba. Una cruz solar. Simbolizaba la unión entre el cielo y la tierra, la divinidad del astro frente al eterno y terrenal ciclo de las estaciones; pero también era una alegoría de lo que anidaba en mi corazón en esos momentos, un encomiable e irrefrenable deseo de que mi sol (ella) amaneciera junto a mí cada día de mi vida volviendo nuestra unión eterna. 
Pasando un frío de muerte en un banco de un bonito parque de la ciudad de Salem veíamos como decenas de niños portaban sus bandejas con diez tarrinas de helado y se sentaban sobre la hierba con cara pensativa, ¿con cuál empiezo? La oferta era tentadora, cinco dólares por diez helados a elegir entre un variado grupo de tenderetes diseminados por el parque. Ese día, en aquel lugar sonreí ampliamente, y en el catamarán de vuelta a Boston no podía ser más dichoso. Al llegar al puerto, nos quedamos un rato sentados en el borde del mar viendo el atardecer y el trajín de los barcos que iban y venían de distintos lugares. En silencio, admiramos el vuelo de las gaviotas sobre el Atlántico mientras el sol bajaba y las luces de la ciudad poco a poco se iban encendiendo dejando vislumbrar el bonito perfil de la bahía de la capital de Massachussetts. Siempre que echo la vista atrás recuerdo ese instante como el último en el que verdaderamente sentí una felicidad extrema en mi corazón. Por eso, trece meses después, cuando hacia la maleta para irme de mi casa cogi el olvidado amuleto comprado en una pequeña tienda de museo que andaba olvidado en el fondo de un cajón y me lo puse. Mirando mi triste reflejo en el espejo del baño, veía las lágrimas caer por mi rostro. Mientras éstas resbalaban precipitándose hacia la encimera del lavabo, aquel 31 de Octubre, acortaba la cuerda que sujetaba esa cruz solar; deseaba que todos los espíritus que residían en el averno me ayudaran a recuperar aquella sensación que tuve en Salem. Quería hacer un pacto, y aquel talismán sería mi conexión con el mundo de lo invisible. 
La casualidad (¿de verdad existen?) había hecho que mi primera noche sin amor fuera la noche de Samhain, una de las más tenebrosas de cuantas hay en el año. La oscuridad de aquel día cayó sobre mí como una pesada losa y como si fuera un alma en pena vagué por un mundo sin sueños. Para mí, la peor pesadilla de todas. Esa noche tuve tanto miedo, un terror tan atroz, que por la mañana huí tan lejos como pude. Cogi el coche y conduje intentando alejarme lo más aprisa posible de esa negrura que se cernía en mi horizonte. 
No recuerdo cuánto tiempo llevé ese colgante. Puede que tres o cuatro meses, quizá cinco. Un día me di cuenta de que  ese bonito instante en Salem jamás volvería a mi, pero eso no era lo más importante. Lo interesante de todo ello es que llegó ese día en el que si pudiera entrevistarme con el diablo en persona y éste me concediera un deseo por mi alma ya no le pediría volver a su lado. La cruz solar había dejado de tener significado para mí, entonces me la quité y la guardé en una vieja caja de zapatos en la que conservo aquellas pequeñas cosas de mi pasado que está bien no olvidar.
La rubia sigue con su mirada perdida en sus cosas mientras yo la cotemplo en la distancia. Manos pequeñas que de vez en cuando sujetan un rotulador, que recogen su corta melena colocándosela tras la oreja, que pasan páginas de un cuaderno lleno de anotaciones. ¿Cómo sería volar con ella? La veo coger el móvil y sonreír. Seguramente ya haya alguno que desee volar con ella o peor aún, quizá ya estén sobre las nubes cogidos de la mano para no caer. 
Los celtas denominaban a estos días en los que estamos Samhain, cuya traducción podría ser el final del verano. Para ellos, esa noche del 31 de Octubre era muy especial. Los espíritus deambulaban junto a las personas vivas, en esas horas tras la caída del sol unos y otros podían comunicarse. Hecho que utilizaban los brujos, hechiceros y chamanes para hacer sus conjuros a la luz de la luna de la primera madrugada del mes de Noviembre. Y yo me pregunto, si entre ese batiburrillo de almas eternas pudiera hablar con una de ellas esa mágica noche...¿qué le pediría a ese sabio y etéreo ente? 
Sin duda algo bastante simple, ¿cómo hago para que la rubita sepa que existo?

                                        

jueves, 22 de octubre de 2015

Día 20: Minnesänger

He buscado un título, así comienzo siempre. Mi corazón quiere, más bien necesita, hablar de los minnesängers.
Seguidamente he ido a mi móvil y me he puesto algo de música. Es mi peyote particular, pero al contrario que éste, no amarga la boca sino que me conecta dulcemente con mi mundo interior. Durante un par de minutos he cerrado los ojos dejando que los sonidos se introduzcan a través de los poros de mi piel y se entremezclen con los glóbulos rojos para ser transportados a todas las partes de mi imperfecto cuerpo. En ese tiempo, necesario para que las notas lleguen desde mis oídos a las yemas de los dedos, he volado hacia otros lugares en los que las percepciones cambian y los sentimientos afloran. Una lágrima cae, otras muchas siguen a esa primera. 
Mis dedos, ahora, se posan sobre el inexistente teclado del iPad. Resbalan sobre la superficie del cristal, fría y suave, sin saber muy bien a qué recóndito lugar de mi alma me llevarán las palabras que empiezo a teclear sin demasiado sentido aún.
Hace diez días me encontraba en la cama de una mujer, ella no era una niña cualquiera. Inocentemente se podría decir que era una chica de vida alegre, otros menos ingenuos en cambio dirían que era una simple puta. El inexcrutable azar había hecho que nuestros hilos de la vida se entrelazaran un par de meses atrás. Sin embargo yo no estaba allí en calidad de cliente suyo, sino que esa mañana al despertar necesité imperiosamente a alguien que me abrazara y sabía que ella lo haría con afecto. Esa extraña amistad se había fraguado en base a una serie de confesiones más o menos íntimas al resguardo del anonimato que suponen los mensajes de whatsapp.
Tumbado en esa cama me pregunté cuantos hombres con sus fantasías habrían pasado por ella. Curioso cómo soy no me pude contener y le pregunté. Mi mente, entonces, deambuló durante un buen rato entre las imágenes de las historias, que esa mujer que ahora miraba mis ojos, me narraba. Fue en ese preciso momento cuando me di cuenta de que el ser humano está encorsetado. Enjaulado bajo unas normas y comportamientos que oprimen sus entrañas y que algunos deben liberar de alguna forma u otra. Todo el mundo tiene derecho a soñar, ya sea con mujeres embadurnadas en tomate o con chicas duchándose con ropa. Durante un rato ella y yo debatimos sobre la conveniencia de dejar que esas fantasías, normalmente bastante retorcidas y truculentas, las realizaran las propias parejas de los que allí venían. ¿Hasta qué punto uno puede ser sincero con su alma gemela?
Filosofamos toda la mañana sobre diversos temas. En un momento dado alguien se escuchó tras la seguridad de aquella puerta que, cerrada, guardaba todas las confesiones de tantos y tantos hombres. "Espera, que tengo que hablar con mi compi." Me dijo, interrumpiendo nuestra conversación. Al volver, yo le pregunté algo bastante estúpido. "¿Pero, y ella es puta también?" No llegué a verla pero la sola presencia de otra mujer, en la misma casa, que también se dedicaba a dar placer a los hombres me excitó. "Claro", me contestó. Añadiendo un..."pero ella es mucho más fea que yo". Reimos.
Ambos estábamos desnudos, necesitaba sentir el calor humano. Esa mañana mi intranquila alma requería ese contacto entre dos cuerpos. Piel con piel. Ella yacía en la cama de lado y yo le hablaba mirando su espalda. Abrazado a ella. De pronto comencé a llorar. No fue una gran llorera, simplemente unas pocas lágrimas derramadas por la tristeza que invadió mi corazón al darme cuenta de algo enormemente devastador.  

Un Minnesänger canta sobre el amor idílico. Eran trovadores germánicos que creían que existían dos formas de amor, el carnal y el del alma. Estos poetas y músicos iban de corte en corte lanzando sus rimas y versos a toda dama que quisiera escucharlos. Enamorando a muchas de ellas con tan solo recitar al pie de sus castillos y palacios sus dulces, ingenuas y melancólicas letras. 
"Un doble empeño me atormenta;
 amor carnal o amor sublime, 
 ¿en quién debo confiar?
 ¿Canto o no canto a las mujeres 
 mientras dura mi existencia?
 Tengo muchas razones, y de peso, 
 para no cantar ya más. 
 Pero sigo, pues mi apetencia de amor y juventud
 me alecciona, me incita, me arrebata." 
Estas palabras escritas por un famoso trovador llamado Raimon de Miraval dan buena cuenta de las tribulaciones de alguien que vive para y por el amor. 
¿Te tiras a todo lo que se pone a tu alcance o sigues enamorado del amor? 
Esa pregunta me vino a la mente mientras una exuberante mujer me mostraba su culo, como gesto indudable de amistad entre ambos, avivando mi libido en aquel pequeño lupanar en el que me encontraba. Fue entonces cuando le di un beso en su espalda, la abracé y solté esas lágrimas que afligían mi alma. Ella me entendió al instante. Hacía tiempo había transitado por esos parajes llenos de decepciones, pesares y angustias que es el camino hacia el amor. Sin embargo, ella optó por dirigir sus pasos hacia otros lugares con menos quebraderos de cabeza. Una puta tiene que dejarse de chorradas sensibleras no porque no posea un corazón capaz de amar sino porque es incompatible con una vida en pareja. 
Y en ese preciso momento, en el que me hice esa condenada pregunta, me di perfecta cuenta de que soy un puto trovador. Un maldito tipo que aún cree en los sentimientos que trascienden el alma y van más allá de cualquier lugar y tiempo. Un estupido que está enamorado de ese jodido concepto que es el amor verdadero y puro. Me llamo Rubén y soy minnesänger. Pobre gilipollas. 

lunes, 21 de septiembre de 2015

Día 19: El muro de pollas.

Una luz se vislumbra en mi oscura mente.
Ayer, mientas conducía, me di cuenta de un hecho irrefutable. Una pequeña apreciación que me hizo sonreír segundos antes de sortear a un viejete que iba con su antiguo Mercedes por el carril central de la autopista a ochenta kilómetros por hora. Maldita sea, tronco, ¡ponte a la derecha! Farfullé al sobrepasarle observando como el abuelillo agarraba con ambas manos el fino volante y me dedicaba una mirada desafiante. Sin querer pasar de largo sobre esa sonrisa que había provocado aquel pensamiento instantes antes, me olvidé enseguida del tráfico y dejé que mi mente divagara y le diera vueltas a una idea. 
Pollas y vaginas. 
A ver que gilipollez suelta Rubén hoy, seguro que os estaréis preguntando. Pues debo decir, mis queridos y desconocidos lectores (si es que los hay) que ayer el mismísimo Espíritu Santo debió aparecerse delante mío e hizo que contemplara con total claridad cual es la sutil diferencia entre hombres y mujeres.
¿Qué es lo que hace que una mujer moje sus delicadas y bonitas braguitas de encaje? Una idea. ¿Y qué demonios hace que a un hombre se le ponga tan dura como si tuviera un mástil de un navío inglés del XVII bajo los vaqueros? Una imagen. 
Puede que alguno de vosotros haya llegado a esta conclusión antes que yo, sin duda no soy el más avispado de los seres humanos, pero fue ayer cuando yo tuve esta especie de clarividencia y el velo que mantenía mi mente entre tinieblas se esfumó de golpe. 
It's all about ideas and images, como dirían los angloparlantes.

El Conquistador observaba con una terrible desazón y contrariedad lo que tenía frente a él mientras una joven dama le pasaba un trapo mojado en agua perfumada por todo su cuerpo. Se encontraba en una habitación amplia, luminosa. Grandes ventanales dejaban pasar la luz que proyectaba el sol, eso hacia más tétrico aquel lugar. Decenas de sombras inundaban la estancia, espectros fantasmales de vergas de todos los tipos y tamaños. Una visión que a Rubén le provocó el irremediable reflejo de taparse con las manos sus partes más nobles e hizo que se preguntara que desquiciada mente había ideado aquello. 
- Veo que te ha impresionado el muro de pollas.
Acababa de entrar en la habitación la mujer que un rato antes le había contado que estaba en la isla de Goreé, aquella que según las leyendas la poblaban mil mujeres, sin embargo esas fábulas con las que soñaban miles de marinos, no hablaban de esa espeluznante sala. 
- Pronto tu serás parte de esa pared, Conquistador. 
- Antes de tal honor me gustaría saber quien eres. ¿Cual es tu historia? ¿Cómo has llegado a aborrecer tanto a los hombres como para hacer algo así? Repuso Rubén señalando con la mirada el siniestro muro. 
- Mi nombre es lo de menos, mi querido pirata. La historia de mi vida no es muy distinta a la de la chica que limpia tu cuerpo ahora mismo.
- En serio, yo no soy el tal Conquistador ese del que hablas. Tan solo soy un comerciante, un mercader de té sin más ambición que la de hacer dinero. Podemos llegar a un acuerdo, se me da bien hacer negocios. 
- Las historias que hablan de ti cuentan que eres un valeroso corsario. Temido por los ingleses, franceses y españoles. Lo único que deseo de ti es tu polla, y eso es innegociable. 
- Ya que conoces tanto de él, ¿sabes que es lo que le mueve a desafiar al mundo?
- No me interesa lo más mínimo. Todos los hombres sois iguales, mucha palabrería sin sentido. 
- Las palabras son necesarias, comunican las almas. 
- ¡Venga ya, Conquistador! ¿Ahora me dirás que estas enamorado y que ella te espera fuera de esta isla?
- No, no lo estoy. Por eso debes dejar que me marche. Debo encontrar a mi amor verdadero y demostrar al mundo entero que es posible, que las historias felices existen.
- No me conmueves, querido. Hace mucho tiempo que en este lugar no creemos en el amor. Dentro de unas horas un molde de tu polla estará en esa pared, para uso y disfrute de todas las habitantes de Goreé pero primero comprobaré la mercancía yo misma antes de matarte. 
- Mátame si quieres, pero eso no hará que el mundo cambie. 
- No, desde luego que no. No aspiro a ello, mi única meta es sentirme mejor. Y según tengo entendido tu lo vas a conseguir, tu fama te precede. ¡Vamos, se acabó la cháchara! Pasemos a la acción, incluso te permitiré que me digas que me amas si con eso se te pone más dura. 

Quizá fuera un destello lejano de esas clases de filosofía infumables en las que un tipo extraño nos contaba las diferencias de pensamiento entre Platón y Aristóteles lo que me llevó ayer a tal extasis de comprensión. 
La batalla de los sexos llevada a ámbitos filosóficos contemplados por una mente, la mía para más señas, que nada sabe de Platón más allá de suponer que era un griego bastante listo y que tuvo sus momentos. 
Pollas contra vaginas. El combate del siglo. (Con permiso del Mayweather vs Paquiao) 
En un lado del cuadrilatero el mundo de las cosas visibles, en el otro el mundo de los conceptos o ideas. Dos formas de ver la vida muy distintas pero que, al mismo tiempo, están increíblemente cercanas.
La prueba esta en el viejo juego de insinuar o mostrar. Ellas siempre eligen la insinuación, las historias que sugieren una blusa transparente a través de la cual se vislumbra un sujetador negro, o una tímida sonrisa después de una caricia en el brazo, o el tan traído intercambio de miradas. Juegos e historias. Sin embargo, ellos prefieren ver esos turgentes pechos, sin más. Observar tetas y culos dejándose de cuentos. Sin ninguna duda, díganselo a la creadora del famoso Grey, una mujer escogería literatura erotica, un hombre ver porno. 
Ideas vs imágenes. 
Un día, hace algun tiempo, una chica que no me conocía de nada me contó una confidencia. Al leer una de mis historias ella se había excitado tanto que acabó haciendose un dedo. Creo que ha sido lo mas bonito que jamás me han dicho en relación a las estupideces que escribo. Me gusta ser parte del mundo de las ideas...aunque dos tetas....en fin, quizá en el fondo yo sea un poco andrógino y ambiguo o quizá solamente me mueva por esa delgada línea que divide la visual y sugerente representación de follar y el ideal e ilusorio concepto de amar.