La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

lunes, 2 de junio de 2014

Orange is the new black

El tema carcelario siempre ha sido algo atractivo para la gente, quizá porque muchos de nosotros sentimos curiosidad por lo que sucede ahí dentro, ya que nunca hemos estado tras las rejas de una celda.
En ese termómetro social que es el cine, se demuestra que fue un asunto que siempre estuvo muy en boga. Desde la violencia y la locura extremas que se veían en "el expreso de medianoche", situando la acción en una cárcel turca de principios de los 70. Hasta la mágica versión de "la milla verde" en la que se cuenta la historia de un hombre que en los años 30, esperando en el corredor de la muerte de una de las muchas penitenciarias americanas, empezó a curar a gente usando métodos un tanto sobrenaturales. Pasando por una de mis favoritas sin ninguna duda, "la leyenda del indomable", en la que un díscolo Paul Newman intentaba escaparse de su confinamiento de mil maneras, a cada cual más inverosímil. 
Pero hay muchas otras, infinidad de historias cancelarías llenas de ternura, compañerismo y por supuesto con altas dosis de violencia. Relatos inventados o basados en la realidad en los que aparecen personajes de todo tipo, asesinos despiadados, hombres sin escrúpulos, locos con un punto de cordura o cuerdos con ciertos ataques de locura transitoria. Una cárcel es por tanto un universo en sí mismo, por eso no me extrañó para nada que se hablara tanto de esta serie que empecé a ver hace unos días. Pero, ¿qué tiene de nuevo una historia más sobre reclusos? Pues curiosamente tiene algo novedoso, el argumento se desarrolla en una cárcel de mujeres. Que yo sepa, muy pocas historias de este tipo se han centrado en contar las aventuras y desventuras de una mujer condenada a pasar sus días tras las altas vallas de una cárcel. En realidad yo no conozco más que un precedente, una película erótica llamada cárceles de mujeres, creo recordar, de la que vi imágenes hace mucho tiempo. 
Ayer me encontraba viendo un nuevo episodio de "orange is the new black" cuando me puse a pensar en algo. ¿Sería capaz de sobrevivir a una condena? No, no penséis mal. Mis planes de dar el gran golpe y atracar el Banco de España para hacerme con las reservas del país aún están en la fase de proyectos para un futuro lejano. Más bien mis pensamientos iban por el camino de si yo sería un personaje sumiso y obediente o en cambio sería rebelde e indisciplinado. ¿Sería yo el que diera o el que recibiera? En definitiva, la pregunta que me hice fue.....¿Soy un macho alfa?
Extraña cuestión para hacerse un domingo después de comer, pero como suele ser habitual en estos pequeños relatos que vengo escribiendo desde hace un tiempo, todo tiene un fondo. No suelo dar puntadas sin hilo, aunque haya veces que me disperse un poco. 
En fin, vayamos al grano. Llevo unos días obsesionado con algo. Una idea martillea mi cerebro al igual que el herrero golpea una pieza a la que quiere dar forma en el yunque. Me encantaría tener un perro.
Si, es una afirmación que me ha asombrado incluso a mi. Me encantan los animales, me fascina su comportamiento y la nobleza de la mayoría de ellos pero nunca sentí la necesidad de tener alguno junto a mi. Salvo las tortuguitas pequeñas o los pececitos que apenas sobrevivían a la semana de vida jamás tuve en mi casa un animal y no me preocupaba demasiado, la verdad.
Sin embargo, hace unos días vi un pequeño video de una mujer que grababa a su nueva mascota recién llegada a casa. Era un cachorrito que daba sus primeros pasos por su nuevo hogar, olisqueando y mordiendo una vieja alfombra. Me pareció una imagen tan tierna que me enamoré en un instante de esa raza y me zambullí en internet para averiguar más sobre esos preciosos animales. Era un Akita Inu, un perro desarrollado en Japón para la caza de osos, entre otros animales. Al ver las fotos del perro adulto me enganchó aún más, me pareció extremadamente bello. Pero había otro detalle más que me atrajo, el Akita es un animal increiblemente fiel, crea un vínculo afectivo con su amo muy fuerte y jamás le abandona. Leí durante un buen rato sobre las virtudes de este perro y algo me extrañó enormemente, esa bolita de pelo tan mona que había visto en el video jugando en una deshilachada alfombra estaba considerada en España como una raza potencialmente peligrosa, e incluso me topé con la noticia de un Akita que había matado a un bebe al morderle en el cuello en un descuido de los padres. 
Los expertos decían que para dominar al perro había que ser el macho alfa de la manada, es decir, yo tendría que enseñarle que era el líder. Sino, el perro jamás toleraría una orden mía y mucho menos haría caso de lo que dijera. Para un primerizo como yo sería difícil optar a un perro de ese nivel así que me puse a pensar y de niño siempre hubo otra raza que veía por la calle y hacia que girara la cabeza al pasar a mi lado. De crio el pastor alemán siempre me pareció un lobo, un animal salvaje. Me gustaba la fuerza que transmitía, el poder de su mirada, el ladrido seco y autoritario. El Akita y el pastor alemán son ambos excelentes perros guardianes, no obstante el carácter de cada uno es bastante distinto. El japonés es más solitario, más terco en ocasiones. El ovejero es más trabajador, quiere agradar al amo en cada tarea que realiza. Pero una vez más estaba en la misma tesitura que antes, el pastor alemán necesitaba de un experto dueño que le dijera quien mandaba en la manada. 
El Golden Retriever tiene mirada de bonachón, de compañero de travesuras y juegos. Es la tercera y última raza de la que busqué información. Para un novato era perfecto, un perro listo que sin apenas esfuerzo aprendía las órdenes básicas. El Golden es un animal criado para la recuperación de presas, le encanta por tanto jugar y corretear detrás de una pelota o chapoteando en el agua, un perro muy activo y divertido. Aún así no estaba seguro de poder criar, todo lo bien que debiera, a un perro de tal tamaño y no se me ocurrió otra cosa que pensar..... Bien, ¿y por qué no un gato? Son más independientes, no necesitan de un cuidador tan experto y pueden estar en casa sin salir demasiado. Y con esa idea estuve todo este fin de semana leyendo acerca de diversas razas de gatos y sus características más notables. Tres fueron los que más llamaron mi atención por lo bonito de su manto, sus hipnotizantes ojos y sus elegantes andares. 
El Russian blue (azul ruso) es adorable, parece un peluche. Un gato muy listo y curioso que enseguida coge cariño a los integrantes de la casa. La mascota perfecta si de gatitos hablamos.
El Bengal o Bengalí es un cruce entre dos especies, el de un gato doméstico y un gato leopardo de procedencia asiática. Su manto es lo que lo hace único y por lo que nació esta especie que parece un leopardo en miniatura. Después de varias generaciones hicieron que la parte doméstica de su ADN prevaleciera ante la parte más salvaje y así su naturaleza fuera la de un animal tranquilo y muy sociable con altas dosis de curiosidad.
Por último, pero no por ello menos impactante, el Savannah. Su silueta es impresionante, no en vano este es el mayor gato doméstico criado hasta el momento. Es imponente verle caminar. Tres veces mayor que sus hermanos gatunos es un animal híbrido. Un experimento precioso, y caro. Un ejemplar de calidad puede costar cerca de los 8000€. Es el cruce entre un gato doméstico y un Serval, un gato salvaje de las llanuras africanas. De ahí su exótico nombre, Savannah. Y el increíble resultado de este juego en el que parece haberse convertido la genética es un minino que puede saltar en vertical unos tres metros de altura. Patas fuertes y potentes, muy musculoso y ágil. Es tremendamente veloz. Y pese al gran tamaño y fiereza que se le presupone por herencia ancestral, es muy cariñoso con su dueño y la familia de éste. 
Tres razas de animales que respetan la jerarquía de la manada, como son los perros, me llevaron a otras tres razas en las que lo que impera es marcar el territorio, los gatos. No obstante, aún había un pequeño detalle en el que reparé con tristeza. La vida de esas mascotas era muy corta comparada con la de los humanos. Los perritos rondaban de media entre doce y catorce años, los gatitos alguno más. Eso me dejó pensativo, siendo como soy yo me daría una pena terrible perder a alguien que ha estado conmigo tanto tiempo. Entonces empecé a leer sobre la salud de estos animales y sus enfermedades más comunes, displasia de cadera, moquillo, diversos cánceres, problemas oculares. ¿Cómo sería posible alargar su vida de forma que vivieran sin complicaciones ni achaques más que los debidos a la propia vejez? La solución me vino de una página web en la que decían que los criadores que se especializan en una sola raza escogen sólo a los mejores especímenes para la cría, libres de enfermedades hereditarias. Ellos te aseguraban, mediante el pedigrí, que tu mascota sería descendiente de animales completamente sanos y fuertes. 
¿Es mejor reservar a un animal que aún no ha nacido que adoptar a uno que ya lo ha hecho y darle cobijo para que no acabe en una perrera esperando un desenlace fatal? Pregunta delicada y en la que seré egoísta. Cuando quiero a alguien lo que más deseo es que esté a mi lado eternamente, disfrutando de la vida sin problemas ni enfermedades. Es imposible, lo sé. Pero si me dan a elegir entre un cachorrito que vivirá ocho años y otro que tiene más posibilidades de estar conmigo otros seis años más, sin duda elegiré que me rompan el corazón lo más tarde posible. Como digo, cuestión de egoísmo. 
Todo esto es el cuento de la lechera por supuesto, ya que antes de decidir que raza, de las seis que he mencionado, escogería para ser mi fiel amigo he de contestar a esa sencilla cuestión que me preguntaba ayer al terminar de ver el episodio de "orange is the new black". ¿Soy un macho dominante?¿Podría ser el animal al que la manada siguiera? Mi respuesta fue clara y rotunda. No, yo no me veo como un macho alfa, y quizá por eso jamás tendré un gatito restregandose entre mis piernas ni un perrito que juegue conmigo mientras mueve la cola complaciente.