La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

lunes, 11 de septiembre de 2017

Capítulo 26: Requiem.

Aquella gota de sudor bajó por la espalda con una parsimonia impropia del momento. Con calma, y tomando todo el tiempo que le fue necesario, desde que se creó cerca de los pliegues del cuello hasta que murió estampada en una sábana oscura, dejando su mortal huella en ella. 

Fue una batalla épica contra lo inevitable. Caía lentamente. Resbalaba a lo largo de la piel llena de marcas. Pareciera que se resistiese a sucumbir, y quizá por ello se aferraba a los poros de aquella húmeda espalda como buenamente pudo. Sin embargo, la caída agónica hacia el abismo era inapelable. 
La desesperación no hizo mella en su espíritu de supervivencia y llegando a la parte baja de aquel pequeño tobogán humano, hizo un leve quiebro al destino. Intentó esconderse entre aquellos dos montículos que formaban el culo. Procuró agazaparse entre las nalgas, ocultándose de mi vista como si nunca hubiera existido. Mas no pude resistirme, separé los dos cachetes de ese bonito trasero que frente a mi tenía, preguntándome si habría podido esconderse en alguna oscura cavidad. 
Quizá la gota sintió que me burlaba de su infortunio, que aquella afrenta que fue separar las dos cachas tan solo era por mofarme de tan cruel "vía crucis", la realidad fue otra muy distinta. Me veía inmerso en una caída hipnótica de una muerte anunciada, mi único deseo era acompañarla en sus instantes finales, asumiendo que no habría manera posible de engañar a la parca. Esa gota de sudor acabaría pereciendo, pero...¿y si los milagros existían? 

Por eso mis manos cogieron aquel culo, separándolo. Curioso bajé la mirada. Al principio no la ví. ¿Se habrá evaporado? Mis ojos no la distinguían en aquella penumbra. ¿Dónde estás, pequeña? No podía quedarme con la intriga de no saber que había ocurrido, saqué entonces a pasear mi lengua. Quizá el sentido del gusto tuviera más fortuna que el de la vista, pensé. Acaricié primero con la nariz, acercando mi piel poco a poco para no asustar a la luchadora gotita de sudor. Con los ojos cerrados, para concentrar todos mis sentidos en aquel acto, lamí aquellas nalgas buscando el distintivo sabor salado. 
Tras unos segundos de sublime placer sonreí, creyendo que la magia había hecho acto de presencia. No obstante al separar mi cara poco a poco y abrir los ojos, la ví. Temblorosa se deslizaba bordeando la cueva en la que se unían ambos cachetes de aquel bello culo. 
No creo que nadie pueda imaginarse el terrible pánico que sintió aquella gotita de sudor. Un terror que paralizaba todos sus sentidos. Estaba llamando a las puertas del cielo...o del infierno. 
Cada nanosegundo de su improrrogable existencia era un instante menos de vida, esa idea atenazaba su alma acuosa haciendo que se agitara y convulsionara de manera frenética. Su final era inminente tras sobrepasar la media luna del culo. 
En su inverosímil huida de lo irremediable se alargó cambiando su redondeada forma. Puede que incluso se dislocara algún hueso o los tendones se rompiesen por mil sitios a la vez, con esa transfiguración postrera. Aunque no creo que eso la matara, ni probablemente fuera el miedo que sintió al caer al vacío. El impacto con la sábana fue brutal. Inenarrable. 
Pasé mi dedo índice por aquel tétrico cerco, testimonio de su efímera vida. Descansa en paz, musité.

Tras unos segundos de un reflexivo silencio, en señal de respeto, volví mi inquieta mirada sobre aquella espalda; acariciando el sendero que había recorrido esa amiga reservada y valiente. Entonces gemí tan alto que aquel culo paró de pronto su movimiento cadente y sensual, pensando que había llegado a mi climax. Fue un sonido gutural que salió de las profundidades de mi alma, mezcla de dolor y placer. Tan intenso fue que todas las demás gotas de sudor que lo escucharon, lloraron la muerte de aquella que las había precedido y les invadió tal tristeza que se lanzaron al unísono a aquel vertiginoso vacío tras su compañera, creando una imagen dantesca en mis oscuras sábanas. 
Semen, sudor y lágrimas esparcidas por aquel esperpéntico cuadro, muy del estilo de Pieter Brueghel el viejo en su óleo repleto de una crueldad devastadora y un salvajismo inhumano que es "El triunfo de la muerte". Un campo de batalla desgarradoramente feroz. Extraño, caótico, turbio. Tremendamente peculiar. 

Requiem aeternam dona eis Domine. Et lux perpetua luceat eis. Requiescant in pace. 

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Capítulo 25: Alice in Wonderland.

Los ojos intentaban escrutar más allá. Curiosos, se preguntaban qué habría al otro lado. ¿Sería la misma locura o la realidad estaría basada en algo muy distinto, quizá otro punto de vista? 
Mirada frente a mirada.
Levanté el brazo, la mano se posó en aquel rostro. Barba incipiente de un par de dias, labios gruesos, cara angulosa...acaricié sus pómulos. ¿Quién demonios eres? 

El espejo devolvía un reflejo. Una imagen de lo que el mundo observaba desde la lejana línea que se interponía entre mi alma y yo. 
Esa imagen especular causó en decenas de personas comentarios superfluos tales como...Tienes aspecto de tipo duro. De tío sin sentimientos, de persona "non grata". Tu mirada es intensa, me cohibe. Tus escrutadores ojos, ¿están juzgándome?
Alguna vez esos enigmáticos ojos, que ahora tenía frente a mi, jugaron a mi favor sin proponérmelo...Dios, deja de observarme así porque estoy a punto de correrme tan solo con esa mirada. Me excita, me pone nerviosa, me hace pensar en cosas oscuras. ¡Para ya!

No podía entender qué es lo que vieron esas personas. Los ojos que me miraban, aquellos que tras el espejo estudiaban los míos propios, eran fríos como el hielo. ¿Es esta la realidad en la que nos movemos o estamos en una dimensión diferente? 

El vapor del agua se condensaba poco a poco, la humedad iba en aumento. La visión se enturbió durante un instante. ¡El conejo!
Por un momento creí verlo corretear. Limpié el espejo rápidamente, buscando al veloz animalito. Entonces, queriendo imitar a Alicia, atrevesé aquella frontera delimitada por el cristal y, de un modo mágico y algo sobrenatural, fui a parar al otro lado. 

En aquella realidad no existía un cuerpo que pudiera reflejarse, ni unos ojos que juzgaran, ni tan siquiera un rostro al que acariciar. No había formas ni perfiles, y por lo tanto nada era tangible. En ese lugar solo había sentimientos. El conejo me había llevado al reino encantado de las almas.
Miles, millones de ellas, flotaban en una especie de mundo creado de plasma. Un éter apenas viscoso, muy volátil y ligero. 

Curioso cómo soy, empecé a buscar la mía. Pero, ¿cómo diferenciarla del resto? Me di cuenta de algo desesperante en esos momentos, no tenía ni idea de la manera de leer sentimientos. No sabía nada de aquellas ánimas que pululaban por el embriagador vacío de aquel mundo. Al rato, me cansé de preguntar a todos los espíritus invisibles y fantasmales con los que me topaba. ¿Eres tú la esencia que anida en mi? 

El gato de Chesire, ese sabio animal que guía los pasos de Alicia, no existía tras aquel espejo. Sin embargo no todo estaba perdido. Hablé con una estrella. Al ser de la misma materia que la que poblaba aquella dimensión, ese mundo estaba plagado de ellas. Una, tan brillante que por un momento cegó mi visión, intuyendo que andaba totalmente perdido acudió en mi ayuda. Muchacho, me dijo, ¿qué buscas por aquí? Necesito saber quién soy. Respondí tímidamente. Mi querido amigo, todas las almas que han existido y existirán, en este mundo se hayan. Por lo tanto aquí debe estar la tuya. Todas me parecen la misma cosa, el mismo ente. Sostuve, triste y desesperado. Primero debes recordar cómo eras, ya que si no logras invocar esa reminiscencia de tu propia luz interior encontrarte será imposible.

El brillo de la estrella se fue apagando lentamente mientras me alejaba de allí pensando en sus palabras. Tenía que hacer memoria, necesitaba concentrarme en ello. Tan abstraído estuve en esos momentos que no lo vi llegar. Un planeta gaseoso, el más grande que jamás humano alguno hubiera visto, (al menos eso me pareció) chocó conmigo en mi sosegado deambular. ¿Cómo un ente sin cuerpo y un planeta gaseoso pueden chocar en un lugar en el que lo material no existe? Os preguntaréis muchos en este preciso instante. Pues la verdad, para ser sinceros, no me lo explico yo tampoco. Sin embargo hay que poner énfasis en algo importante. Estamos en otro mundo muy distinto al que os encontráis vosotros, en una dimensión diferente y por tanto, las leyes de la física convencionales, esas que se enseñan en todos los colegios, institutos y universidades, aquí no sirven de nada.
 
¡Ups! Perdone señor planeta; no le había visto, absorto en mis pensamientos como estaba. ¿Y qué reflexiones tan profundas tenían ocupada tu mente para no ver a este loco y enorme planeta? Intentaba recordar algo, ¿por qué dice que es usted un loco? Bueno, así me llaman por aquí ya que nadie ha logrado averiguar qué órbita es la que sigo. Estoy tan loco que mi movimiento no imita patrón alguno. Bien, bien. Dije sin prestar demasiada atención a ese planeta un tanto tarado. Sabes muchacho, cuando yo deseo acordarme del camino errante que he recorrido en mi pausado devenir tan solo miro hacia atrás y observo la estela que voy dejando. Asi se de donde provengo, aunque mi locura me impida conocer hacía que lugar me dirijo. 
No entendía nada de lo que decía ese endiablado planeta. Bueno señor, no le interrumpo más. Me apartaré para que prosiga su errático camino. Muy bien muchacho, observa tu huella, el rastro que vas dejando. Eso será lo más adecuado para resolver tu dilema. 

Estaba cansado de pensar. Mis neuronas no daban para más ¿En este mundo no había algo parecido al Candy crush para dejar libre la mente un ratito? ¡Mecachis en la mar! 

Fluía en aquel plasma. Me dejaba llevar por las corrientes de otras almas que a su vez eran arrastradas por algunas más. Ese océano invisible y vacío de todo ente material y físico envolvió cuanto yo era en aquel instante. ¡Eso es! Dije de pronto, exclamando tan alto como pude al modo de Arquímedes gritando su famoso eureka. 
Mirando mi pasado sabré quién soy o quien deseo ser. Buscaré en mi álbum de fotos, sostuve chasqueando mis intangibles dedos, o mejor aún...miraré en la nube que justo pasa por encima y que llega en mi auxilio, llena de recuerdos. 
¡Qué razón tenía aquel que dijo que la solución siempre llama a tu puerta en el momento en el que dejas de buscarla!
La nube estaba repleta de información, entre sus pliegues algodonosos y etéreos se escondía todo lo que deseaba saber. Durante muchos amaneceres y atardeceres de ese extraño mundo me dediqué a estudiar cada dato, cada referencia, cada reseña y apunte de quién era yo. 
Y entonces, en una de esas puestas de sol sin nungun astro que se le pareciese, vi pasar mi alma. Por fin lograba dar con ella. Allí estaba, frente a mi. Dispuesta a entablar una conversación con mi cansada mente. 

- Te he estado buscando tanto tiempo que me parece increíble que estés frente a mi, dije observando su inmaterial forma. 
- Pues aquí me tienes. ¿Qué haremos ahora? Preguntó mi alma. 
- Unirnos, ¿no? Contesté dubitativo. 
- Pero, ¿dónde iremos? ¿Cruzaremos de nuevo el espejo ahora que me has encontrado?
- No, creo que tengo una idea mejor. Sostuve, sonriendo. 
- ¿Cuál? Me interrogó con curiosidad. 
- Vayamos hacia la segunda estrella a la derecha y todo recto hacia el amanecer.
- ¿A Neverland?
- Eso es, mi querida alma. Al país de nunca jamás. 


Al otro lado del espejo.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Capítulo 24: Hakuna Matata.

"...Hakuna Matata, vive y deja vivir. Hakuna Matata, vive y se feliz. Ningún problema debe hacerte sufrir. Lo más fácil es, saber decir...Hakuna Matata."

La primera vez que lo escuché fue en Nueva York, en el musical del rey león. Me dejó boquiabierto, me alucinaron las canciones y la escenografía. Luego no he parado de tararearlas siempre que me ha venido su música a la cabeza e incluso no he podido evitar mover brazos y piernas al compás de la pegadiza melodia.

Desde hace unos años hago algo que puede parecer estúpido y algo vanidoso. Siempre por estas fechas me hago una foto de mi espalda, con los brazos en alto y las manos en la nuca. ¿Por qué?

Año tras año, misma postura. Ru, ¿eres un tio demasiado vanidoso? En realidad lo sería si esas fotos las hiciera para los demás pero...

Esa foto de mi espalda llena de lunares es un símbolo, es mi Hakuna Matata. Me recuerda aquella primera foto de hace unos años, y que al subirla a mi perfil de facebook titulé, detenido.

Asi me sentía, aprisionado. Encarcelado en un mundo tan extraño para mi, que apenas recordaba que era sonreir. Sin embargo, al poco de dejarla colgada en la red social alguien me mando un mensaje, el primer mensaje de whatsapp en varios dias. ¡Vaya foto! Decía, esa chica. Me sacó una sonrisa. Timida y leve, pero sonrisa al fin y al cabo.

Bueno, direis, eso suena a definición de vanldad. No, para nada. La colgué porque me sentía un recluso de mi propia mente. No obstante, segundos después de hacerme la foto pensé que todo era posible. Incluso que sonriera.

Cada año en estas fechas me hago la misma foto para recordar eso que cantan Timón y Pumba. "...it means no worries, for the rest of your days..."
Cuando me hice aquella primera instantánea, escuchaba precisamente la banda sonora de la peli de Disney. Por eso, cada vez que me viene a la mente sonrio y me digo, todo es posible en este mundo. Sonreí entonces, cuando mi alma deambulaba por el terrible infierno. Nada es imposible, pues. Años más tarde sigo sonriendo, ahora mismo lo hago, la música del rey león envuelve mi habitación. Grito al aire Hakuna Matata. Y sonrio. Canto Hakuna Matata. Y me rio. ¡Timón es tan gracioso!

"...Hakuna matata! What a wonderful phrase. Hakuna matata! Ain't no passing craze. It means no worries, for the rest of your days. It's our problem-free, philosophy...Hakuna matata!"

Pero, ¿por qué la publicas si es para ti? Os preguntaréis. Muy sencillo, porque estoy orgulloso. Contento de que al otro lado de esa espalda, haya una sonrisa. Todo es posible, Ru.

2017
¡Hakuna Matata!

martes, 29 de agosto de 2017

Capítulo 23: Just keep swimming.

¿Seré capaz de ir desde mi casa hasta la estación de Atocha?
Hace un rato me he puesto el disfraz de Nemo y me he adentrado en el infinito océano de las calles de un Madrid poblado de nubes.

La empresa no era baladí en cualquier caso. Los que me conocen lo saben, me pierdo en una baldosa. Un pirata madrileño, para más inri, navegando por callejuelas estrechas y amplios bulevares.

¡Pero Ru, si es todo recto desde tu casa! Exclamarán los más atrevidos, pero queridos, en mi mundo la linea recta no existe.

Asi que, ataviado nada más que con el valor propio de un Nemo de colores llamativos, me he puesto a andar descifrando a cada paso el sendero a seguir, con más ímpetu que pericia.

He procurado no guiarme por app ninguna, ni preguntar a los lugareños, que complacientes me dirian que camino era el adecuado. No, lo quería hacer complicado. Debía ser un auténtico reto por lo que mi única guía serían los árboles, viendo hacia que lado crecían las ramas o salía el musgo en sus ancianos troncos. El viento, por supuesto, oliendo el rastro cuál adiestrado sabueso. Los pájaros, con su misterioso vuelo. Las estrellas, imaginando donde estaria la Osa Mayor. En fin, mi metodología para lograr cantar victoria, era intentar desplegar toda mi sabiduría de boy scout y ver donde paraba.


Observando hacía donde soplaba el viento. La fuente me fue de gran ayuda. 
Un pequeño receso para escuchar a los árboles. Esos troncos no tenian musgo que me diera pistas, pero aún asi me aventuré a seguir mi instinto. Just keep swimming!
Encrucijada. Palomas, ¿qué sendero he de tomar? Nada, ni caso. 
¡Lo conseguí!
Saboreando la victoria. Conquistada Atocha, una ďuda me sobrevino de inmediato...¿y ahora por donde vuelvo?

Capítulo 22: Modelo.

Confesión. Me encantaría parecerme de mayor a Phil Dunphy de Modern Family. Es total.

sábado, 26 de agosto de 2017

Capítulo 20: Vomitando nubes de colores.

"I saw thee smile! The sapphire's blaze 
Beside thee ceased to shine; 
It could not match the living rays 
That filled that glance of thine."
Lord Byron, 1815. (Extracto del poema I saw thee weep)

La lucha incesante era abrumadora. Fogonazos de un lado, del otro llamas ardientes. Unos salían disparados desde la mente hacia el mismo centro del alma. El fuego, a su vez, intentaba replicar desde lo más profundo del corazón.

Las sombras se cernían en el interior trás cada descarga. Ninguna de las dos partes se creía en desventaja y por ello nadie retrocedía. Cerebro y corazón se batían en duelo, a tumba abierta, hasta que uno de los dos pereciera al fin.

Mientras, los ojos, invitados inoportunos a tan descomunal batalla, se desligaban de cualquier conflicto y se posaban distraidos sobre las nubes. Ignorantes de la contienda que se desarrollaba más abajo, flotaban ligeras mecidas por el viento que las envolvía, llevandolas hacia lugares lejanos, quizá más allá de las estrellas.

Las manos palparon el corazón, seguía latiendo.
El corazón miró de reojo a la mente, seguía pensando.
¡Maldita terquedad!

El fresco aliento del atardecer entró en los pulmones dando un respiro. Una necesitada tregua en la que recobrar fuerzas. En esa pausa momentánea, los ojos se cerraron y ambos bandos se acercaron a hablar. ¡Parlamento! Gritó uno de ellos.

- Cerebro: ¡No ves, estúpido corazón, que todo esto es en beneficio tuyo!
- Corazón: ¿Qué tiene de bueno no sentir, loco incrédulo?
- Cerebro: Evita que vengas gimoteando cuando alguna flecha del endiablado Cupido te alcanza y resquebraja parte de tu cuerpo.
- Corazón: ¿No te das cuenta que si dejo de latir tu morirás?
- Cerebro: Prefiero la muerte a leer u oir alguna sandez tuya que tenga que ver con el amor. ¡Estoy harto de tanto empalago!
- Corazón: El ser humano fue creado para amar, mi querido enemigo. ¿No leiste a Byron o Tennyson?¿No fue este último el que dijo aquello de «es mejor haber amado y perdido que jamás haber amado»?
- Cerebro: Necios todos ellos. Románticos sin cura posible. El amor es una enfermedad, debilita y trae consigo la muerte. ¿¡Cuántas batallas comenzaron por eso que llamas amor!?
- Corazón: ¿Dejarás que alguna vez diga te quiero?

El cerebro, en un instante de absoluta osadía, desenfundó su espada dispuesto a dar la última estocada.
Solo había una manera de salvarse, pensó el corazón. 
El pulso se aceleró, los latidos se notaron en cada rincón y órgano del cuerpo. Un enorme torrente de sangre fluyó desde el corazón hasta el cerebro llevando consigo un recuerdo.

Noche oscura. Dos manos, dos personas. Ella buscó su mano, él dejó que la encontrase fácilmente. Los dedos se entrelazon de manera sutil, casual. Entonces ella apretó la mano de él con fuerza, necesitándola. Echándo de menos cada uno de esos dedos. Él respondió de la única manera posible.
Amándola. Eternamente.

¡Qué diablos!
Vomitadas de la boca, asombrosamente, salieron pequeñas figuras algodonosas que tomaban diversas formas según iban subiendo hacia el cielo.
Su estructura, indefinible, estaba plagada de bellos colores. Tonos anaranjados, verdes y rojos. También se podían observar cúmulos llenos de amarillos y marrones, el azul apenas distiguible del horizonte subió rápidamente tras salir a trompicones en una exhalación al dejar abierta la boca por el desconcierto.

¿Qué está ocurriendo? Se preguntaron los ojos, extrañados ante tan mágico acontecimiento. ¿Estoy vomitando nubes de colores?

- Cerebro: Permitiré que digas te quiero con una condición.
- Corazón: Pide y te será concedido.
- Cerebro: Que tan solo menciones esas palabras si ese sentimiento es verdadero.
- Corazón: Así sea.

La paz ha llegado, esa fumata mágica y colorida da fe de ello. Cerebro y corazón han sellado un acuerdo.
La mente será mas permisiva y el corazón...bueno él seguirá siendo él.

"Deep in my soul that tender secret dwells,
Lonely and lost to light for evermore,
Save when to thine my heart responsivee swells,
Then trembles into silence as before."
Lord Byron, 1814. (Fragmento de The corsair, el corsario).

viernes, 25 de agosto de 2017

Capítulo 19: Wonderland.

Basado en hechos reales.

Escena primera: Plano medio de alguien sentado en un sofá, sujetando un vaso de whisky al que da pequeños sorbos de vez en cuando. Mientras el plano se va abriendo y la cámara se aleja poco a poco de esa persona que lleva un extraño sombrero, una voz en off empieza a hablar.

...Hay ocasiones en las que nada se puede hacer, y otras en las que por mucho que hagas nada cambiará en absoluto. Sin embargo, si ella no volvía Manhattan se marchitaría poco a poco...

Esa voz se apaga en un susurro justo en el momento en el que la cámara se para en un plano de la cara de ella reflejado en una foto que reposa sobre la mesa al pie del sofá. Blanco sobre negro. El vestido de ella, tan claro como la Luna, resaltaba su ojos oscuros. Su pelo negro rodeaba un rostro sonriente y reposaba sobre el sensual vestido. La mirada perdida en la mueca de su acompañante, el mismo que bebía preocupado en el sofá, denotaba admiración. De fondo las luminosas letras del Wonderland dejaban un rastro de destellos mágicos en la instantánea.

La cámara se detiene de nuevo en el hombre del sombrero, su mirada de ojos verdes se posa sobre la foto de ella mientras una melodía, que no hacía mucho se coló en sus pensamientos, suena con aires nostálgicos. "...though I try to hide it, it's clear. My world crumbles when you are not here..."

Fundido a negro.

Escena segunda: Una calle desierta, una oscura noche sin luna. Plano general de un barrio típicamente americano de casas bajas. Se escucha a Duke Ellington tocando it don't mean a thing...

Al fondo aparece un hombre impecablemente vestido con traje gris oscuro. Bajo el sombrero, que lleva algo ladeado, se dibuja un rostro. Es el de Reuben.

La voz en off se escucha de nuevo mientras la cámara va recorriendo en un lento travelling las calles del alto Manhattan. 

Edward Reuben Niemmen caminaba por la calle con la seguridad que le daba sentirse adorado por la gente. Sin embargo, ese día, su semblante no transmitía ese magnetismo que le caracterizaba. Una hora antes había tenido una conversación con Beatriz. Esa mujer le tenía descolocado, quien lo iba a decir. Eddy Niemmen, más conocido en la ciudad como "Shorty" se había quedado sin palabras ante lo que aquella intrigante y, al mismo tiempo, maravillosa mujer le había dicho hacía unos pocos minutos. 

Un par de manzanas antes de llegar al club se paró un instante, se apoyó en la fría pared de piedra gris de una tienda de ultramarinos y se frotó los ojos. Necesitaba un trago. 

- Una botella del mejor Bourbon que tenga, por favor. Le pidió al tendero que distraído escuchaba la CBS en su viejo aparato de radio. 

- ¿Una mala noche? Le preguntó el hombre canoso detrás del mostrador. 

Eddy, sin mirar siquiera el rostro de quien le hablaba, sacó un fajo de billetes y pagó la botella de 10 dólares con uno de veinte. 

- Quédese el cambio. 

Salió a la calle, fría y solitaria. La amarillenta luz de las farolas creaban una atmósfera aún más gélida. ¿O quizá era su maldita percepción? Abrió la botella y bebió mientras las palabras de Bea se asomaban a su mente. ¡Te odio, Eddy!

Su mirada entonces se quedó fija en un hombre sentado al otro lado de la calle.

- ¡Amigo! Le gritó éste al ver que Eddy detenía su vista en él. ¿Tiene un par de pavos para un hombre sin suerte? 

Shorty se acercó.

- Haré algo mejor, compartiré mi botella contigo. ¿Quieres un trago? 

- Nunca diré que no a un ofrecimiento como ese. 

Shorty le pasó el Bourbon. 

-¿Sabes? Nunca entedenderé a las mujeres. 

- Es mejor así, dijo el vagabundo. Es lo que las hace tan fascinantes. El misterio que hay tras sus miradas.

Eddy se quedó pensativo. Si, las mujeres eran una incógnita para él. 

El mendigo hizo el gesto de devolverle la botella. Edward sonrió levemente.

- Quédatela, hoy la disfrutarás tu más que yo. 

Metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó un par de billetes.

- Busca un lugar en el que te den un buen filete y así lo acompañas con el whisky. 

El hombre sentado sobre un cartón mugriento sonrió mientras Ed se alejaba. 

- ¡Gracias amigo! Gritó. 

Shorty saludó con una mano sin mirar hacia atrás, quitándole importancia al gesto que acababa de tener. ¿Qué importaban unos dólares en una noche así? 

Caminó unos minutos sin apenas desviar la vista del suelo, hasta que empezó a escuchar el bullicio. A lo lejos se intuían la luces del club de moda en las noches de Nueva York. Una larga cola se podía ver ante la entrada. Gente de todo tipo esperaba horas para entrar en aquel lugar. Chicos intentando impresionar a sus citas, grupos de amigos que deseaban conocer a la actriz del momento, amantes del blues, fanáticos que deseaban que Billie les dirigiera una sensual mirada al tiempo que se movía sobre el escenario, niñas que anhelaban un beso de Errol y gritaban excitadas ante tal posibilidad. 

Edward adelantó a la gente que esperaba impaciente su turno. 

- ¡Hey, amigo, póngase a la cola! 

Escuchó que le gritaba alguien. Ed con las manos en los bolsillos ni se inmutó. Llegó a la doble puerta negra con un gran ojo de buey a cada lado y levantó la vista observando el letrero luminoso que centelleaba en la noche.

Today, the great and marvellous Billie Holiday. Como cada Domingo, en la noche de las estrellas, allí estaría Eleanora cantando para él. 

Al bajar la mirada se topó con la figura del grandullón. Franky, el búlgaro. Una mole de unos dos metros de alto y brazos enormes. El búlgaro era tan americano como Shorty pero le llamaban así porque contaban las malas lenguas que unos años atrás había matado a un hombre de nacionalidad búlgara que intentó camelar a su chica en un garito de mala muerte en Brooklyn. Se decía que Frank había cortado cada dedo de la mano con la que había tocado el culo de su novia dejando que se desangrara poco a poco. La policía nunca pudo demostrar tales habladurías porque el búlgaro nunca apareció ni vivo ni muerto, pero Frank se quedó el apodo. Y si alguno de vosotros le pudierais preguntar os diría lo mismo que le dijo a Edward cuando una noche sacó el tema. Oye Frank, ¿qué hay de cierto en todo eso del búlgaro? Shorty, eso es algo que sólo el propio búlgaro podría responder.

Y ahí se encontraba Eddy, a las puertas del club más chic de todo Estados Unidos. Una noche más, pero no una cualquiera. Era la celebrities night en el mágico Wonderland y allí todo podía suceder. 

Franky dió la mano a Ed al verle y le abrió la puerta. 

- Dentro esta Jess. Te espera en la barra. 

- Gracias Frank. Esta noche pinta bien, dijo señalando con la mirada la larga fila. 

- Si, Lady Day los tiene a todos locos. 

Traspasar aquellas puertas era como adentrarse en un mundo irreal y luminoso. El olor de la amplia entrada era inconfundible. Allí estaba Rachel frente a un pequeño mostrador flanqueado por dos enormes jarrones de rosas blancas y rojas que ella misma traía cada noche. 

- Hola cariño. 

- Hola Rachel, ¿qué tal la noche?¿muchas propinas?

- No esta mal, Bugsy me ha soltado un billete de 50 sólo por cuidar de su abrigo como si fuera mi querido gatito. Con esas mismas palabras me lo ha pedido. 

- Vaya, ¿Bugsy ha venido?

- Así es Ed, hoy tenemos a gente importante. 

- El jefe va a tener que subir el sueldo a Billie, reúne a más millonarios que una junta del bueno de Rockefeller. Soltó Edward, entre risas, mientras daba un beso en la mano de Rachel.

Un pasillo estrecho unía la recepción con el gran salón. La pared negra estaba repleta de fotos de mujeres con preciosos vestidos y apuestos hombres acompañándolas, posando a la entrada del Wonderland o sentados en alguna de sus mesas. Recorrer esos metros cambió el humor de Eddy, ya escuchaba el clarinete de Lester Young. Fuera de allí el mundo era violento y cruel, despiadado. Pero todo cambiaba al caminar por ese pasillo. Ese era el único lugar en todo Nueva York en el que blancos o negros, mafiosos o banqueros, músicos o escritores, actores o jugadores de béisbol eran tratados por igual. Sólo había un requisito para poder disfrutar de todo aquel ambiente, tener diez pavos en el bolsillo que era lo que costaba un sidecar. Mezcla de coñac, cointreau y zumo de limón, era el cóctel que ahora estaba más de moda entre las nuevas actrices de la MGM que se dejaban caer por la Costa Este entre rodaje y rodaje. 

- ¡Ed! 

Una preciosa muñequita de largo y sedoso pelo rojizo con pequitas por toda la cara le llamaba a la entrada del salón. Era Beth, una jovencita de Boston que había dejado su hogar para labrarse un futuro en el mundo del espectáculo. De momento, era una de las camareras del Wonderland. 

- ¡Hola nena! ¿Qué ocurre? 

- El señor Siegel quiere verte, me ha pedido que te avisara cuando llegaras.

- Luego me acerco a su mesa, antes tengo que hablar con Jess.

Extremadamente luminoso, el gran salón del Wonderland era enorme y estaba lleno de vida. La luz era esencial en un lugar al que la gente iba para ser vista y para lograrlo tres grandes lámparas colgaban del alto techo creando ese increíble contraste entre el oscuro pasillo de entrada y la inmensidad y claridad del salón. Edward siempre decía que hacer ese recorrido era como volver a nacer, como cuando un bebé recien nacido atraviesa el útero de la madre para salir al mundo. Por supuesto, para Shorty el mundo entero se concentraba en aquel maravilloso salón del Wonderland.

Siempre se asombraba del poder de la música. En cualquier otro lugar, esos tipos sentados en las mesas estarían matandose unos a otros. Allí disfrutaban del alcohol y de las chicas, hablaban y reían. Nada  parecía preocuparles, desde luego que no era así. ¡Pero todo era tan idílico! 

En el centro estaba la orquesta y una pequeña zona abierta donde algunas parejas bailaban. Lester hacia las delicias de los que agarrados se susurraban cosas inconfesables al oído. Estaba calentando el ambiente hasta que ella saliera y fuera el centro de atención. La vió en una mesa, sentada junto a Duke y su mujer. Billie estaba excepcionalmente bella esa noche, luego iría a verla antes de su actuación. Ahora necesitaba localizar a Jess.

- Maggy, cielo, lleva una botella de Crystal a la mesa del señor Louis.

- Muy bien Ed, pongo el cóctel a la señora Pickford y enseguida estoy con el campeón. 

Eddy había estado en el estadio de los Yankees viendo el combate de Joe contra Schmeling. Max había aceptado la revancha a aquel primer encuentro que tuvieron ambos un par de años atrás. Esta vez Joe Louis estudió mejor los golpes de Schmeling y ante un estadio lleno hasta la bandera, setenta mil personas según el Times, logró noquearle y llevarse una bolsa de un millón de dólares. The Brown Bomber tenía un buen montón de dinero para gastar y Edward quería que se dejara una pequeña parte en el Wonderland y para ello tenía que tenerlo contento. 

Tras la barra había dos mujeres. Jeannie, una rubia de pelo corto y amplia sonrisa, y Natalie una morenita de Alabama de reciente adquisición para los intereses del club. 

- Natalie, bombón, ponme un Macallan. ¿No estaba por aquí Jess?

- Si, ha ido a saludar al señor Luciano. 

¿Lucky Luciano y Bugsy Siegel el mismo día? Eso era algo sobre lo que pensar, se dijo Edward. Pero luego se encargaría de ese tema. Ahora mismo acababa de aparecer lo que andaba buscando. Jessica Wilson llevaba un vestido rojo sin mangas ajustado en la cadera. Su caminar era seguro pese a los vertiginosos zapatos negros con los que daba pasos cortos pero decididos. El pelo rubio lo tenía recogido en un moño salvo por dos pequeños y finos mechones que, uno a cada lado de su atractiva carita, se balanceaban como el péndulo de un ilusionista que intentara hipnotizarnos. Sus preciosos y enormes ojos azules estaban fijos en él. Durante diez segundos no pudo evitar admirar a esa impresionante mujer, luego fue a su encuentro para saludarla. Jessica era la encargada de aquel explendido club.

Una de las extravagantes señas de identidad del Wonderland era que el local estaba regentado y atendido por mujeres únicamente. Salvo dos excepciones. Frank el búlgaro, y Edward "Shorty" Niemmen.

- Hola Jess, hoy tu ojos brillan más que nunca. Le dijo Eddy al darle un beso en la mejilla. 

- Buenas noches, jefe. Tus ojos, sin embargo, me dicen que su dueño esta algo más triste de lo habitual. 

- Tienes razón, Bea ha desaparecido. Debo pedirte un favor, pero antes disfrutemos de la voz de Billie un rato. Quizá eso me permita aclarar las ideas.

En ese momento salía la señorita Holiday al escenario y los primeros acordes de "Strange fruit" empezaban a sonar.

El Wonderland bullía de vida, la melancolía desapareció brevemente de su mirada y por unos instantes contempló su mundo, aquel increible salón. Ese ecosistema único en el que él era el mago que hacia que cualquier cosa fuera posible en el país de las maravillas. No había nada que Eddy y sus chicas no pudieran conseguir, y eso era lo que hacia que todo el que tuviera un nombre en esa jodida ciudad quisiera estrechar la mano de Edward Reuben Niemmen. 

Sin embargo, tras los primeros acordes y la melancólica voz de Lady Day la mente de Eddy no pudo evitar rememorar esa conversación.

- Te odio, Eddy. Odio amarte. Por eso me largo de Manhattan.
Edward, de pie en la puerta, la abrazó. La besó en la mejilla.
Mientras la observaba alejarse por el pasillo una melodía recorrió aquel lugar como si alguien, un ser divino o un guionista improvisado de aquella pequeña tragedia, supiera exactamente lo que la mente de shorty pensaba.
"...though I try to hide it, it's clear. My world crumbles when you are not here..."

Shorty, en una de las pocas fotografías que se conservan de él.