La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

sábado, 19 de agosto de 2017

Capítulo 13: Pequeñas pinceladas.

Capítulo 12: El polvo de Cantor.

Parece algo del estilo de Michael Curtiz en Casablanca. Ese final, que nunca acabó de gustarme del todo, en el que Rick (Bogart) se despide de Ilsa. (Ingrid Bergman)
"Siempre nos quedará París. No lo teníamos, lo habíamos perdido hasta que viniste a Casablanca, pero lo recuperamos anoche."
Parece romántico, pero en absoluto lo es. Joder, Rick. ¡Qué bobo eres! Besa a Ilsa en vez de largarla en el avión. Fúgate con ella a una paradisíaca isla y tened muchos churumbeles que correteen por la playa.

¿Por qué el cielo nocturno es oscuro? ¿Nunca os habéis hecho esa pregunta?

La escena se situa en un coche en el que hay un chico y una chica. Ambos se abrazan, se miran levemente a los ojos para, una vez más, fundirse en un nuevo abrazo. Mejilla contra mejilla ella le susurra algo. Te quiero, le dice al oído. Al escuchar esas palabras, él busca los labios de ella. Los besa suavemente, saboreando el momento. Dedicando cada latido de su corazón a ese instante, mordisquea el labio inferior de ella. Separarandose unos milimetros, aprovecha para decir. Yo también te quiero.
Baja del coche y camina unos metros, se da la vuelta mientras él la observa. Ella sonrie. 
Luego él arranca el coche y acelera rápidamente, perdiendose en la oscuridad de la noche.
La escena termina con un fundido a negro. La música que ameniza los títulos de crédito deja a varios espectadores anónimos con las lágrimas correteando por sus mejillas, esperando (deseando) que sea un taquillazo y haya una segunda parte.

¿Por qué el cielo por la noche es oscuro? ¿Por qué todas las estrellas del universo no alumbraron, con todo su esplendor y potencia, ese momento para que él pudiera tener un mejor recuerdo de aquel instante? Me pregunto, metiéndome en el papel de aquel chico.

La paradoja de Olbers es algo que inquietó a los científicos de medio mundo desde el siglo XVI.
Suponiendo un universo infinito y una cantidad de estrellas igualmente infinitas y homogeneamente distribuidas, matemáticamente se demostraba que hacia cualquier punto que mirasemos del cielo nos toparíamos con una estrella cuya luz apuntaría directamente a la tierra. Es decir, el cielo por la noche tendría que ser una fiesta de luz cual concierto iluminado por potentes focos.

¡Coño! Debió exclamar el matemático que por primera vez se encontró con el problema. ¡Pero si la noche es tan oscura como el mismísimo infierno!

Los astrofísicos, entonces, empezaron a darle vueltas al asunto. ¿Qué es lo que ocurre aquí? Se preguntaban extrañados. A partir del siglo XIX a este dilema se le conoció como la paradoja de Olbers.

Bien, ¿cuál es la solución?
¿La intensidad de la luz de las estrellas decrece? ¿Cuerpos opacos que obstaculizan que esa luz nos ilumine? ¿Las estrellas no son infinitas? ¿O es el universo el que es finito?
La respuesta más bonita es la del polvo de Cantor.

Un matemático llamado Mandelbrot sugirió que quizá las estrellas y galaxias no estuvieran distribuidas homogeneamente. Es decir, que no tenia porqué haber regiones del cielo en las que hubiera astro alguno. Demostró que las galaxias y estrellas del firmamento seguían un patrón fractal. El polvo de Cantor.

Una linea recta, divididla en tres trozos. Quitad el de en medio. Volved a dividir los segmentos en tres partes y eliminad el central. Y asi sucesivamente. Hacedlo un buen número de veces y tendréis el fractal llamado polvo de Cantor. La solución por la que la noche es oscura y ese chico no pudo contemplar con más precisión cada detalle de la sonrisa de aquella chica.

¡Malditos fractales! Puedo imaginar que dijo ese chico en mitad de una oscura noche estrellada, tras ese fundido a negro.

Capítulo 11: El cuento de Oliver.

Pearl Jam sonaba de fondo. Bee girl, la canción. Los acordes de la guitarra retumbaban en el interior del coche ya que él había subido el volumen a tope. Queria dejar que el sonido envolviera aquel lugar, no deseaba hablar.
Ella le miró, sonrió. Unos segundos después, cuando él desvió la mirada hacia el tráfico, ella aprovechó para decir..."lo voy a tener. Aqui dentro está nuestro hijo."

Doce horas antes. En algun lugar, ella debía estar bailando o quizá bebiendo o puede que tan sólo estuviera sentada en alguna mesa de cualquier oscuro garito, observando su teléfono mientras alguien le hablaba.
Él, en cambio, no tenía ni idea de que aquella noche la vería. Habia desechado la idea tan pronto como se le asomó por la mente. No, ella no se acordará. Se dijo mientras conducia hacia casa aquella noche.

Bajó el volumen un poco mientras Eddie Vedder cantaba. "...you know time is long, life is short. Begin to live while still you can..."
Ella, entonces, lo repitió. Voy a tenerlo, seremos padres.
La reacción inmediata de él fue coger la mano de ella, acariciar sus dedos y mirarla mientras detenidos en un semáforo, no podía creer que aquello estuviera sucediendo. Ella sonreía. ¿Era una broma?
Él empezó a llorar de alegría. A ella también le resbalaron algunas lágrimas por sus mejillas.

Diez horas antes ambos estaban tumbados en un sofá. Ella posaba su cabeza en el estomago de él. Mientras él acariciaba su largo y oscuro pelo, ella lloraba, pero en esta ocasión de tristeza. Las pequeñas gotitas saladas caian sobre el pantalón de su pijama. Me voy dos años, y ni tu ni nadie puede hacer nada para evitarlo, decía compungida. Él solo escuchaba, no deseaba decir nada. No habia más que añadir a lo que ya le habia dicho. En esos momentos solo podía consolarla y sentir esos instantes como si fueran los últimos aprovechando cada segundo para memorizar cada poro de su piel.

La guitarra susurraba ahora. "...Bee girl, be a girl..."
Oliver esta dentro, ya lo siento. Dijo ella, dejándose llevar por el momento y posando la mano que tenía libre sobre su tripita.
Él no paraba de pensar. Dios, ¡cuánto quiero a esta chica!

Siete horas antes estaban sobre la cama. Observaban el reloj de la mesilla de noche. ¿Sabes? Dijo él. Naci un día como hoy a las seis de la mañana. Ella observó el reloj, quedaban un par de minutos aún. Se arrimó a él, en estos instantes tu madre debia estar maldiciendo el momento en el que se folló a tu padre. Sostuvo con mirada sonriente mientras le acariciaba su cara. Después le besó dulcemente. Felicidades, soltó tras ese precioso regalo en forma de beso.

¡Jo! ¡Ya me lo podias haber dicho antes de subir al coche! Reía él, mientras se secaba las lágrimas queriendo abrazarla sin poder hacerlo.
Pearl Jam habia desaparecido hacia unos segundos, pero ya no importaba. Tan solo escuchaba los latidos de su corazón a mil por hora.

Seis horas antes él y ella hacian el amor. Él solo pensaba en disfrutar cada instante, posaba su mirada en la de ella. Esos oscuros ojos llenaban toda su alma, su boca exhalaba deseo, una pasión que mostraba con besos en la comisura de los labios, jugando con la lengua y sintiendo el cálido aliento dentro de él.
Ni sus prominentes pechos, ni el precioso culo que agarraba con sus manos le atraia tanto como aquella cara desencajada de placer. Amaba ese rostro.

Por fin pudo parar el coche y bajar. Lo rodeó lo más rápido que pudo y casi al tiempo que ella abría la puerta se abalanzó a abrazarla. Tenía que sentirla, necesitaba hacerlo. Te quiero, dijo él. Te amo, respondió ella.

Cinco horas antes ella estaba en la calle. Desorientada. Perdida en mitad de la nada. ¿Como has podido hacerlo? Le preguntó al teléfono. No lo he pensado, tan sólo he vivido el momento y no me he dado cuenta. Lo siento. Vente y hablamos. Le suplicó él, en esa llamada. Estoy yendo para allá. Dijo aún enfadada, añadiendo ¿lo has hecho para que no me vaya? No quiero que te vayas porque te quiero, no porque te puedas quedar embarazada o no.

Después de dejarla, él subió de nuevo al coche. El interior olía a ella. Respiró profundamente y sonrió.

Cuatro horas antes estaban nuevamente en el sofá. Ahora ella, sentada, sostenía una cerveza en la mano. Más tranquila empezó a hablar de una posibilidad de quedarse. Aun puedo cambiar de opinión. Él creyó verla sonreir. Trás un par de horas de charla se trasladaron de nuevo a la cama y volvieron a hacer el amor.

Al salir del coche la escribió. Ya he llegado, te quiero. Ella respondió, vamos a tenerlo, de verdad. Te amo.

Eddie Vedder, el vocalista de Pearl Jam, resuena ahora en mis oidos. Los rítmicos acordes de su guitarra acompañan a la letra de Bee girl. "...everything you imagine needn't be stuck in your mind..."
El cuento de Oliver.

viernes, 18 de agosto de 2017

Capítulo 10: Yo, robot.

Tenía un libro en mis manos.
Su primera página constaba de tres sentencias. Breves y concisas normas.

Primera Ley: Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
Segunda Ley: Un robot debe hacer o realizar las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la 1ª Ley.
Tercera Ley; Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la 1ª o la 2ª Ley.

Durante mucho tiempo no pasé de esa primera página. Cogia el libro, lo abría, leia las leyes y lo cerraba.
Pasados unos meses de indecisiones y tras leer un millón de veces esas breves normas, un Rubén adolescente leyó por primera vez la novela de Asimov.

En una ocasión conocí a una persona que los construía. Hacia robots. Su confesión una mañana paseando por un poco transitado parque me dejó perplejo. ¿Pero pones tu los chips y sensores? Si, claro. Respondió. Mi extrañeza era lógica, esa persona no tenia apariencia ninguna de "profesor bacterio", típico cliché de científico loco pero que todos tenemos en mente al hablar de experimentos con bata blanca y miles de circuitos rondando por mesas con cachivaches de toda índole.

¿Por qué tardé tanto tiempo en decidirme a leer "Yo, robot"? Tenía muchas expectativas ante aquel libro. Habia escuchado tantas cosas que quizá no deseaba empezarlo para no acabarlo jamás. 

Los robots más simples son los autómatas. "Seres" que de un modo u otro saben lo que tienen que hacer y donde ir. Mediante una serie de algoritmos llegan a deducir cual es el siguiente paso.
Eso es lo que me empezó a alucinar de este mundo cuando era un simple niño que imaginaba un futuro al estilo de Blade Runner.
Los autómatas no tenian dudas.

¿En cuantas ocasiones hay que insistir hasta conseguir tus sueños?
Una pregunta sencilla para un pequeño robot, una muy complicada para un humano.
"For i:=1 to 500". Un contador (i) y un maldito bucle que llega hasta el número en cuestión. Después de eso, el robot pasa a la siguiente tarea.
No hay duda alguna posible. Cuando el contador llega a 500 (i:=500) el algoritmo termina (End) y los circuitos analógicos y digitales del cerebro "pensante" de la máquina se dedican a otros menesteres.

Los humanos (yo) somos distintos. Al bajar de una montaña rusa, por ejemplo no puedo simplemente pasar a otra cosa. ¡Quiero repetir!

Es bien cierto que los viejos autómatas y los hombres de hojalata del mago de Oz quedaron muy atrás. Apareció la inteligencia artificial, las redes neuronales y la nanotecnología. ¡Boom! Los robots con decisiones "propias" se hicieron tangibles.
Ahora bien, ¿tendrán dudas?

Para eso fueron dadas esas tres leyes del inicio. Los robots del futuro podrian vacilar ante cualquier cuestión. ¿En cuantas ocasiones hay que intentar conseguir aquello con lo que se sueña?
Un simple contador no bastaría para estas máquinas, ya que las variables a analizar se hacen infinitas.
¿Como solucionamos, pues, nuestro dificil dilema?

Algo que se les achaca a los robots en las novelas, documentales y artículos de todo calado es la inestimable capacidad de sentir. Carecen de corazón y alma, por tanto, no hay sentimientos. ¿Sería posible simularlos con unos y ceros o simples subidas y bajadas de tensión?
Filosofía aparte, la cuestión es que una máquina siempre es programada para hacer lo que sea que haga de la manera más eficiente posible. Guardando recursos y tiempo para otras tareas.
Un robot, a mi modo de ver, jamás pasaría del 500 en ese hipotético contador, por mucha inteligencia artificial que intentara simular algun atisbo de sentimientos. No es eficiente. Punto.

No obstante, el mundo de las máquinas pensantes, de Terminator o Blade Runner, aun queda un pelin lejos. Por eso, al empezar esta entrada me he dicho...¿qué ocurrirá en la 501?

Capítulo 9: El cuadro de la mujer silenciosa.

Una melodia tibetana ahuyenta todo aquello superfluo, eso que es inservible y que obstaculiza poder escribir con el alma. La mujer a la que escucho la descubrí hace tres o cuatro años y desde entonces, cuando necesito relajarne voy en su búsqueda.
Ella es de una región de Mongolia, un lugar inhóspito lleno de misticismo.

Una vez, otra mujer, me enseñó un cuadro. Me mandó una foto con la enigmatica frase...lo he pintado yo, bueno y otra persona más.
Aquella foto ya no está en mi poder pero recuerdo que habia una chica dibujada, muchos libros y símbolos matemáticos por doquier. ¿Qué significa? Pregunté. Tendrás que averiguarlo tu. Contestó misteriosamente.
Durante varias horas del siguiente día, me dediqué a descifrar el mensaje que se me ocultaba. Amplié la foto con el visor del móvil y recorrí con la mirada cada milímetro de aquella pintura.
Me encontraba en una biblioteca en ese momento, rodeado de libros como el personaje del cuadro. Embuido, con todos mis sentidos en esta preciosa canción que se cuela en mis oidos en estos instantes. Fui incapaz de dar con la solución. ¿Qué se ocultaba tras esos símbolos?

Algún tiempo después leí un artículo que se titulaba "pintando sentimientos".
En una parte de aquel compendio de leyes sobre lo que debía ser un buen maestro decía que habia que pensar en todas las posibilidades, por muy descabelladas que estas fueran. "Solo las mentes más locas son capaces de innovar", creo recordar que apostillaba la autora del artículo.
Eso me llevó de nuevo a aquella pintura de la mujer silenciosa. ¿Tendría que mirar con otros ojos para descubrir sus secretos?
Ese "pintando sentimientos" provocó dos cosas en mi. Cambié mi punto de vista ante un enigma olvidado y plagié su título para escribir mi propio "pintando sentimientos".

Seguí en blanco. Esa mujer del cuadro era un auténtico rompecabezas para mi. Entre esa simbología mística que, aqui y allá, se solapaba con las decenas de libros, logré descubrir alguna beta, alguna fórmula física (E=mc2) e incluso desentrañé entre las pinceladas algún misterio más. Pero el meollo del asunto me seguía siendo indescifrable. ¿En serio se ocultaba algo ahí, o tan solo era un pequeño juego de las autoras?

Más adelante en el tiempo observé una pequeña pista. La realidad de mi mundo y la del suyo era muy distinta. La mujer del cuadro vivía en un universo distinto. Durante todo ese tiempo en el que admiré el cuadro había cometido un grave error. Dar por supuesto que el simbolo igual (=) en ambos mundos tendria el mismo significado. Me regía por unos convencionalismos euclidianos. Por unas leyes newtonianas. Por unas reglas nemotécnicas que pudieran muy bien no ser las que reinaban dentro del universo de la chica del cuadro.

Cuando uno tiene delante un Rembrandt, un Goya o un Tiziano lo que hace para comprender sus obras en su total amplitud es estudiar las biografias de aquellos que dedicaron sus mentes a dar dimensión a las imagenes que se guardaban en el interior de sus almas. Solo asi seria posible intentar desentrañar el porqué de una pincelada, asi que lo tuve claro. Queria conocer al menos a una de las autoras, hasta donde ella dejara que metiera mis curiosas zarpas.

El arte, en cualquiera de sus formas, me conmueve. No entiendo demasiado de estilos, ni tan siquiera de modos ni actitudes ante la presencia de tal o cual obra. Pero si se de sentimientos, quizá es lo que mejor se ver y, en definitiva, pintar va de eso. La dificil tarea de plasmar sentimientos en dos dimensiones.
En mi objetivo de conocer a la autora jamás le pregunté sobre el tema o quizá si lo hice estaba demasiado embriagado para recordar respuesta alguna. Por tanto, mis devaneos con la mujer silenciosa continuaban en el mismo punto en el que aquel día en una biblioteca del centro de Madrid, me dediqué a desafiar aquella mirada llena de intenciones.

Pasado más tiempo aún y ya casi olvidados algunos trazos de aquella obra que me desveló muchas noches, vuelvo a la pregunta inicial que me hice por entonces. ¿Qué escondes tras ese silencio? ¿Qué arcano secreto esconde el cuadro de la chica que tan sólo hablaba mediante extraños simbolos y libros de ocultos misterios?
Cerrando los ojos veo a una niña con coletas, pinceladas oscuras, trazos marrones y verdes. Solicitando mas neuronas a mi olvidadizo cerebro puedo llegar a imaginar una sonrisa, quizá riendose de este pobre bobo que pasó mas tiempo del debido delante de los disparatados enigmas que suscitaba su mirada.

Sigo escuchando a Sa Dingding y sus melodías evocadoras. Me sumen en un leve trance. La brisa del mar, que poco a poco se hace notar, me lleva a un lugar. Un lejano lugar tanto en el tiempo como en su posición.

Sólo, en la popa de aquel enorme barco observaba las pequeñas cascadas que caían sobre el frio y azul mar que rodea la peninsula de Alaska. Allí, me hice una pregunta. ¿Esto es lo más bello que he visto en mi vida? Las escarpadas y verdes cornisas por las que caia el agua se veian brumosas, vaporosas. ¿Habrá algo más impresionante que esto? El atardecer oscurecia la visión pero me permitió quedarme a solas unos momentos para disfrutar de aquello que jamás pensé que pudiera ver.

Viendo los ojos de aquella mujer silenciosa me hice la misma pregunta. ¿Hay en algun lugar una mirada tan sobrecogedora como esta?
De ahí, que hace mucho tiempo, decidiera desentrañar sus secretos, empeñando mi tiempo y conocimientos en algo en lo que, a dia de hoy, sigue siendo un misterio insondable.
A pesar de ser un enamorado de los acertijos, de charadas adivinazas y miradas jeroglíficas llenas de oscuros secretos, ese cuadro pudo conmigo, con mi intelecto, y mi corazón. Mi mente y mi alma no supieron ver la respuesta a la pregunta. ¿Qué misterio escondes?

jueves, 10 de agosto de 2017

Capítulo 8: Au revoir. (Parte 3)

Un ruido ensordecedor heló la sangre de Rubén al darse cuenta de donde provenía. Los franceses acababan de lanzar un cañonazo desde su costado de estribor. La gran bola que atravesaba la corta distancia entre los dos buques silbó en el aire yendo a parar justo sobre su cabeza, partiendo el palo de la vela que, desplegada, caía sobre la cubierta. Miles de astillas salieron volando, con la mala fortuna de que una de ellas se clavó en el hombro derecho del Conquistador. Rubén aulló de dolor e intentó llegar con la boca a la afilada astilla. Demasiado lejos para sacarla, se revolvió furiosamente pero apenas pudo moverse, ya que aún seguía atado al palo destrozado por el cañonazo. De pronto se dió cuenta de que un joven yacía a su lado llorando sobre un enorme charco de sangre. Otra de esas balas de 24 libras que despedían los cañones del mercante francés había amputado su pierna y el desconsolado chaval no paraba de gimotear viendo que se desangraba.

- ¡Eh, chico! 

El muchacho levantó despacio su cara manchada de sangre y lágrimas. 

- Ayúdame, acércate y desata el nudo que sujeta mis manos. 

- ¡Me muero! ¡No puedo aguantar este dolor! Contestó el pobre chaval.

- Hijo, haz ese esfuerzo. ¿Quieres morir como un cobarde? Libérame y podré ayudarte a cortar la hemorragia. ¡Somos piratas, luchamos hasta la muerte!

El chico se quedó pensativo unos instantes. Recordó las viejas historias que le contaba su tío sobre valerosos corsarios. Esta era su oportunidad de ser parte de una de esas historias, todo cuanto había soñado desde niño. Fortuna y gloria. Empezó entonces a arrastrarse los pocos metros que le separaban del Conquistador. 

- ¡Muy bien, muchacho! ¿Cómo te llamas?

- Peter, señor. Peter McKnee. 

- Yo soy Rubén, y juntos nos haremos con ese maldito mercante que nos esta jodiendo vivos. 

Peter le desató con una tremenda dificultad, cayendo desmayado cuando lo consiguió. Rubén se arrancó la astilla del hombro y acto seguido rasgó un trozo del velamen caído sobre la cubierta y practicó un torniquete sobre la herida del muchacho. La sangre paró de salir pero Peter aún seguía inconsciente. El Conquistador no quería dejarle ahí, a su suerte. Buscó algo de agua dulce para dársela a beber.

- ¡Venga chico, despierta!

Peter reaccionó al agua que le dio a beber Rubén y se animó al ver que de la herida había parado de manar sangre. 

- Bien muchacho, te he traído una daga para cuando comience el abordaje. Mientras tanto quédate aquí recuperando fuerzas. Si eres valiente sobrevivirás, podrás contar a tus nietos como salvaste la vida de este loco pirata. 

- ¿Y tu qué harás? Preguntó el joven Peter. 

- Yo voy a Boston, en busca del amor verdadero.

- ¿Ella está allí?

- No lo se mi querido amigo, pero por algún lugar hay que comenzar.

Peter iba a decir algo pero Rubén ya se alejaba corriendo. Tan sólo pudo soltar una palabra entre susurros mientras miraba la daga con inquietud. Suerte, dijo con voz entrecortada. No sabía muy bien si se la deseaba al Conquistador en su búsqueda imposible o a él mismo para la inminente batalla. Y así, con la pequeña espada en la mano esperó hasta sentir que los dos buques se encontraban. Un choque suave y seco. Entonces se levantó sujetandose en un cabo y se preparó para cuando llegara el primer francés. Hoy me convertiré en un pirata de verdad, se dijo. Hoy seré parte de la historia. 

Mientras tanto, el resto de la tripulación se veía ajetreada evitando el impacto por una de aquellas pesadas balas de cañón al mismo tiempo que ellos lanzaban las suyas propias. Un caos espectacular en la cubierta principal hizo que Rubén pasara desapercibido y pudiera recorrer el barco hasta la popa. Se detuvo de pronto mirando hacia el mar y lanzó unos pequeños versos al aire..                             

J'aurais aimé t'aimer                                   
comme on aime le soleil.                             
Te dire que le monde est beau.                   
et que c'est beau d'aimer.                           
J'aurais aimé t'écrire                                  
le plus beau des poèmes,                           
et construire un empire                                
juste pour ton sourire.                                 
Devenir le soleil                                           
pour sécher tes sanglots,                            
et faire battre le ciel                                     
pour un futur plus beau.                              
Au revoir mes amis,                                     
au revoir.                          

Me hubiera gustado amarte,

Como se ama al sol.

Decirte que el mundo es bonito,

Y que es bonito el amar.

Me habría gustado escribirte

el más bonito de los poemas

y construir un imperio

sólo para tu sonrisa.

Convertirme en Sol

para secar tus sollozos,

y sacudir el cielo 

para un futuro más bonito. 

Adiós amigos míos,

adiós. 

...tras estos bellos versos Rubén se tiró de cabeza al mar y nadó hasta convertirse en un punto indistinguible en el horizonte. Una insignificante gota de agua en el infinito océano. 


Por cierto para los más curiosos, las últimas palabras del Conquistador no son mías. Son de una canción de Saez Damien titulada "Je veux qu'on baise sur ma tombe". La traducción sería algo así como quiero que follen sobre mi tumba. Bonita despedida del pirata más famoso de todos los tiempos y más conociendo una curiosa y extraña leyenda que durante mucho tiempo se ha transmitido de boca en boca. Se cree que Rubén el Conquistador aún sigue vivo. Ahí, es nada. 

Au revoir mes amis.

Capítulo 7: Au revoir. (Parte 2)

"...en mis viajes por las indias he recopilado objetos y tesoros por valor de cien mil libras y es mi deseo que el gobierno pueda beneficiarse de ellas...si fracaso en mi empeño no pediré más merced que ser ejecutado, en cumplimiento de mi sentencia. Su desafortunado y humilde servidor, William Kidd."

Sentado en la lúgubre celda de la prisión de Newgate en Londres, kidd redactaba esta carta. Esa noche la impávida mirada de la parca se cernía sobre él. Una tenebrosa sombra que deseaba llevarle consigo y ese pliego de papel, garabateado con letras imprecisas, contenía su única oportunidad para librarse de ella. Su salvoconducto para esquivar la horca y por lo tanto a la maquiavélica muerte.

Pocos meses antes, en Nueva York, como parte de la negociación para ser liberado de los cargos que se le imputaban, había desvelado el escondite de parte de su tesoro. En una pequeña porción de tierra al este de los Hamptons llamada Isla Gardiners había enterrado un botín de cerca de quince mil libras en oro y joyas. El gobernador de Nueva York, raudo y veloz, fue a por el tesoro descubriendo que era cierto que allí se encontraba, tal y como había dicho el bueno de Kidd. No obstante, no fue suficiente como para hacer la vista gorda y William fue llevado a la vieja Inglaterra para su juicio ante el parlamento. 

Allí, los delegados de la India querían la cabeza de Kidd por haber capturado el Quedagh Merchant, un navío mercante lleno de seda y oro con bandera francesa pero de pertenencia India. El Almirantazgo Inglés, temiendo el cese de la fructífera relación con oriente, condenó a Kidd haciendo caso omiso de la misiva que escribió en Newgate y del fabuloso tesoro que decía poseer.

Días más tarde, en las orillas del Támesis, el corsario William Kidd iba a ser ahorcado por piratería. Un ajusticiamiento que tendría que ser modélico para todo aquel marino que se viera tentado de traspasar la línea y convertirse en pirata. Por eso, embadurnaron el cuerpo inerte de Kidd con brea y lo colgaron, atado con cadenas, sobre el río. Cualquiera que transitara el Támesis en los dos años siguientes pudo ver el cuerpo descompuesto del capitán del Adventure Galley, el del señor William Kidd. Y así fue como la leyenda de ese magnífico tesoro llegó hasta el nuevo continente. Y por supuesto, tanto Rubén como Jack conocían esta leyenda que se contaba en todas las tabernas desde New Providence hasta Nueva Inglaterra. 

Alrededor de veinte años más tarde de la muerte de Kidd, Rubén el Conquistador estaba sentado ante la feroz mirada de Anne Bonny.

- Creo que no has entendido bien tu situación, Conquistador. Empieza a hablar ahora mismo y te prometo que no seré demasiado cruel contigo, ya que de morir no te libras.

Rubén, sabiendo que aún tenía una carta en la manga, sonrió. 

- Anne, eso es lo que me gustaba de ti. La sensación al poseer a un animal salvaje cuando te follaba en esa sucia cama de aquella posada de Port Royal. 

En ese instante Mary se acercó y le abofeteó con ganas. 

- Habla, ¡maldito bastardo! Le ordenó Read.

- Jack, tranquiliza a tus gatitas o te quedarás sin saber el final del cuento. 

- Vamos chicas, dejadle terminar la jodida historia. Y tu, ¡déjate de rodeos y ve al grano!

- Bien, queridos amigos, ¿conocéis la Isla del Roble?

Oak Island es una pequeñísima isla en Nueva Escocia, Canadá. Allí, en esas rocosas playas, yace el mayor misterio de cuantos se narran en los viejos tratados. Un enigma que comenzó en 1795 y que a día de hoy no ha sido resuelto. En ese año, un grupo de tres adolescentes descubrieron algo que les llamó la atención. Andando por la isla se fijaron en una pequeña hondonada en el terreno, les pareció tan extraño que alguien hubiera hecho un agujero en ese inhóspito lugar que se pusieron a cavar.
Así que, tan sólo armados con sus propias manos, comenzaron a trabajar quitando arena y piedras. Y lo que descubrieron les dejó boquiabiertos. A unos 30 centímetros había una especie de enrejado hecho con pequeñas ramas y piedras. A la semana siguiente se citaron allí mismo, pero esta vez llevaban unas palas. Al mismo tiempo que ellos cavaban se dieron cuenta de que aquello tenía pinta de haber sido hecho por la mano del hombre, no era algo casual o un capricho de la naturaleza. Y eso se confirmó cuando a los tres metros de profundidad encontraron una plataforma hecha con troncos. 

Esos tres chavales, sin más medios que unas tristes palas y una enorme curiosidad, llegaron hasta los diez metros de profundidad y comprobaron que cada tres una nueva plataforma de troncos aparecía ante sus ojos. 

Algunos años más tarde una compañía formada con el único objetivo de desentrañar ese misterio, la Onslow Company, llegó a la isla y perforó hasta una profundidad de veintisiete metros. Encontrándose, por supuesto, con las susodichas plataformas cada vez que bajaban tres metros más. Pero aquí viene lo más intrigante de todo este enigmático tema, al llegar a los 27 metros encontraron una tablilla de piedra grabada con unos extraños símbolos. Cuando lograron descifrar su significado surgió una increíble frase, "...14 pies más abajo, 2,000,000 de libras están enterradas....". 

¿Qué ocurrió entonces? El nuevo descubrimiento hizo que los trabajadores de la compañía corrieran demasiado a la hora de perforar, sin darse cuenta de que el que hizo aquel tremendo pozo puso alguna trampa para que no fuera tan sencillo apropiarse de lo que se escondía ahí abajo. Muchos años más tarde se descubrió, en una playa cercana al lugar de perforación, que había un canal que comunicaba el pozo con el agua salada del mar. Los trabajadores de Onslow desconocían este hecho y al bajar unos 10 metros más, de los 27 donde encontraron la piedra con los símbolos grabados, todo se inundó. 

Desde entonces ha sido imposible dragar el pozo, ya que no sólo se comunica por un sólo canal con el mar sino que el arquitecto que diseñó el misterioso agujero horadó cinco de estos inoportunos conductos en el subsuelo de la isla. 

Estudios recientes sobre el pozo del dinero, nombre por el que es conocido ese enigmático agujero, dicen que fue construido alrededor del año 1700. William Kidd fue ahorcado a finales de Mayo de 1701. ¿Sería verdad lo que decía esa carta que escribió encerrado en una oscura celda en Londres?¿Es posible que el pozo del dinero esconda el legendario tesoro de Kidd?

Desde luego estos hechos eran totalmente desconocidos por El Conquistador, pero había llegado a sus oídos cierto rumor de una isla en el norte, más allá de Boston. Un marinero que había escuchado una historia de boca de una fulana cuya hermana regentaba una tasca, donde un desconocido sentado en una de sus mesas había mencionado que fue compañero de un viejo marino que había estado bajo el mando de uno de los que estuvieron con Kidd en el Adventure Galley. Esas historias hablaban de un pozo que construyeron ingenieros franceses que obedecían órdenes de cierto pirata Escocés.

- ¿La Isla del Roble? Preguntó Jack Rackham.

- Eso es, llévame a Boston y te diré exactamente donde está escondido el tesoro de William Kidd. Habrá oro y joyas suficientes para que puedas retirarte de la piratería y vivir feliz con tus gatitas ronroneando junto a ti. 

Calicó Jack cogió entonces una carta de navegación que había sobre su mesa.

- Indícame donde está, ¡vamos!

Rubén se iba a negar a hacerlo esgrimiendo cualquier estúpida razón cuando, de pronto, bajó alguien corriendo. Arriba, en cubierta, se empezó a escuchar cierto alboroto.

- Capitán, hemos avistado un mercante francés. Rumbo sur-suroeste, a unas 15 millas. 

- ¡Subamos! Y señalando a Rubén añadió, ¡átalo al mástil! 

Así que allí estaba El Conquistador, amarrado al palo de la pequeña balandra de Jack Rackham. Una embarcación con apenas 8 cañones. Enfrente, a babor de la balandra, un navío de unos 40 cañones y quizá el doble de eslora. O Jack era muy bueno en lo suyo o Rubén acabaría siendo pasto de los tiburones.