La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Día 4: Otoño.

Los árboles que veo cada mañana van tiñendo sus hojas de tonos pardos, marrones apagados, amarillos sin brillo. Las nubes pasean ligeramente por el cielo, flotando de un lado a otro llevadas por el suave viento que trae un aire que empieza a ser frío. La gente camina rápido, con las manos en los bolsillos y la mirada baja. Se ven las primeras bufandas de la temporada anudadas en los calentitos cuellos, bailando al son de los pasos de los que las llevan. De vez en cuando me cruzo con algún chiflado que aún no se ha enterado que ya hemos cambiado de estación y viste con bermudas y una fina camiseta, ¿su sangre será más caliente que la mía o sólo es que esta tarado? En mi camino sorteo algún charco que otro, señal inequívoca de que la noche ha sido lluviosa. De pronto detengo mi marcha y observo a un par de ancianos. Él lleva un bastón que le ayuda en su lento caminar, ella le agarra del brazo fuertemente, tanto como le dejan sus escasas energías. Estoy a unos metros de ellos y les miro. Me asombra su compenetración al dar cada paso, casi parece una marcha militar. Derecha, izquierda, derecha, izquierda. Muy lentamente van desapareciendo de mi vista y me hago una pregunta, ¿cuanto tiempo se necesitará para llegar a tener esa conjunción, ese entendimiento? Toda una vida, sin duda. 
Al desviar la mirada de los entrañables viejecitos me fijo en otro detalle que me llama la atención. En este mundo, en el que todo va tan rápido, es reconfortante ver que aún hay personas que no corren y se toman su café sentados en un banco del parque. Un tipo trajeado, con gabardina marrón, sostiene un periódico en una mano mientras con la otra sujeta un vaso de plástico con el logo de una gran empresa de cafés estampado en el. Con las piernas cruzadas una sobre la otra, lee alguna noticia que parece interesarle sobremanera. Mera suposición por el gesto de su rostro, atento y ceñudo. Quizá lee sobre extraños virus, políticos corruptos, o el buen juego del Madrid, puede que incluso sólo este mirando el pronóstico del tiempo. ¿Quien sabe?
Si, llega el otoño y con él mi eterna melancolía. Esa sensación ocupa todo mi ser y hace que me convierta en un estúpido soñador. Esta época del año es complicada para alguien como yo, en verdad todas lo son, pero quizá cuando llegan los primeros fríos es cuando más necesitado estoy de un abrazo. Un poco de calor corporal de alguien especial, una persona con la que no me importaría perderme en la inmensidad de cualquier solitario bosque. 
El romanticismo acude a mi con el transcurrir de los días. El templado Octubre da paso al ventoso Noviembre dejando tras de si un extraño poso en mi alma. Un deseo irrefrenable de querer pasear por un bosque, abrazado a una mujer que me ame. No creo que haya un lugar más romántico en esta época del año. Caminar por la espesura junto a ella, cogerla de la mano recorriendo senderos repletos de hojas de multitud de colores, sintiendo su respiración confundida con los enigmáticos sonidos que se escuchan en la lejanía. Creo que es increíblemente bello compartir un instante así, terriblemente evocador.
Mi mente juega conmigo e imagino llegar a un claro en mitad de la arboleda. En ese sugerente sueño me veo descansar del bonito paseo apoyado en un tronco de un milenario árbol, tan grueso y grande que ni mil tempestades juntas podrían arrancarlo. Ella se sienta en el hueco dejado entre mis piernas, su espalda roza mi pecho, mis brazos la rodean abrazándola. Huelo su pelo, le beso el cuello, juntos escuchamos los sonidos que nos trae el suave viento que mece las amarillentas hojas. Ese mismo aire que atraviesa el frondoso bosque crea un susurro encantadoramente placentero, momento en el cual ella gira levemente su rostro para comentar precisamente eso. Jamás he estado tan a gusto como en este instante, me dice. Yo observo su rostro y beso la comisura de sus labios, la aprieto fuertemente contra mi pecho. Quiero meterme dentro de ella, quiero que seamos una sola alma. Se lo digo al oído. Sonríe y lentamente se gira para mirarme a los ojos. Con sus suaves manos acaricia mi cara, su dedo recorre cada arruga de mi rostro desde los ojos hasta el mentón y me besa en los labios. Es tierno y dulce durante unos segundos, cálido. Luego el beso se transforma, se vuelve fogoso y pasional, intenso. Rubén, me susurra en un breve descanso para coger algo de aliento, hazme el amor ahora, aquí. La miro con una mezcla de cariño y deseo, ella me devuelve esa mirada con creces. Me quito la chaqueta y la extiendo en el suelo, ella hace lo mismo y la pone junto a la mía improvisando una superficie algo más cómoda. Se tumba mirando el cielo, a la espera. Es preciosa. Puede que sea mi corazón el que hable o quizá sean las increíbles tonalidades que crea la luz otoñal reflejandose en su piel, pero al verla ahí recostada pienso que es la mujer más bonita de todo el planeta. Me pongo de rodillas, una pierna a cada lado de su cuerpo y empiezo a besar su bella carita. Durante un rato sólo nos besamos pero la pasión sube en intensidad y acabo por quitarle el suéter para acto seguido sacarme el jersey que impide que ella acaricie mi pecho. Juegos, mordiscos y pellizcos continúan el ritual, sin embargo lo que viene luego es algo confuso. No se de que forma ella se deshace de sus vaqueros ni me imagino como puedo yo quitarme los míos sin dejar de besar sus labios pero el caso es que allí estamos ambos, desnudos bajo el viejo y gigantesco árbol. Es entonces cuando cumplo mi deseo de estar dentro de ella y ser ambos uno sólo. La penetro despacio y muy lentamente, me muevo con ritmo pausado hasta que ella pone en su cara esa expresión de estar en el mismísimo paraíso. Sus ojos, entonces, me dicen que es el momento de cambiar de ritmo y poco a poco los golpes de cadera se hacen más acentuados, ella sigue esa cadencia levantando su culo en ese sensual baile. De pronto agarra con fuerza mis manos clavandome las uñas, inmediatamente bajo la velocidad e intento llegar lo más adentro posible, concentrándome en aquel instante, saboreando el éxtasis que provoca que ambos gritemos en medio de aquel solitario bosque y que decenas de pájaros alcen el vuelo asustados. Minutos después aún yacemos desnudos sobre la alborotada ropa. Su cabeza reposa sobre mi pecho, escucha los latidos de mi corazón. Levanto su cara suavemente con la mano para mirarla a los ojos. Te amo. Te amaré eternamente. Confieso. Me mira fijamente, sabe que soy sincero y que será para siempre. Entonces sucede, me da el beso con más amor que jamás haya recibido persona alguna. No son necesarias más palabras, la energía que me transmite es brutal y se que ella también me ama. Soy feliz. 
Quizá alentado por las miles de imágenes bucólicas de estos días esta mañana me he parado un par de minutos a observar a los ancianos, al hombre del traje y a la gente que iba y venía de un lado a otro. Una ráfaga de viento ha hecho que cerrara los ojos unos segundos y hundiera las manos en los bolsillos momento que ha aprovechado mi malvada mente para crear estas imágenes en las que me encontraba tumbado bajo un enorme árbol de hojas amarillas. Si, el otoño ya esta aquí de nuevo. Bienvenido sea. 

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Día 3: La foto

Experimento: Publicación de una foto de un tío en bolas en mi perfil de Facebook. 
Objetivo: Descubrir la reacción de las mujeres al ver un cuerpo desnudo. 
Tamaño de la muestra: Indefinido.
Hipótesis inicial: Es imposible intuir, de una manera razonable, que le gusta a una mujer.

Mi primera tentativa en el proceso de llegar a entender a las mujeres mediante la difusión de una canción japonesa no fue lo que podríamos decir muy concluyente así que ayer de nuevo me puse a pensar.
¿Qué diablos les gusta a las mujeres? 
Hace tiempo que estoy dado de alta en una página de contactos. Nunca me ha gustado esa manera de conocer gente ya que es algo así como el segunda mano de las citas. Pones un anuncio y si a alguien le interesas te da un toque. Bastante frío todo el tema pero cuestiones filosóficas a parte hay algo que me llamó mucho la atención al leer los perfiles de las mujeres. Un porcentaje bastante alto decían no sentirse atraídas por chicos que van a gimnasios. De hecho, lo que pude comprobar es que si ponías una foto haciendo deporte o mostrando tu cuerpo moldeado a base de esfuerzo y sudor te decían que no les interesabas, que eras poco menos que un chulito que vacila de cuerpo y que seguramente no tuvieras nada de cerebro, es decir, lelo perdido. 
Frases como "no eres el tipo de hombre que busco","no me gustan los que van de chulos por la vida","no me gusta el deporte así que odio a todo aquel que dedica algo de tiempo a esa insufrible tortura","eres un flipao"... En fin, y todo esto antes incluso de cruzar una sola palabra conmigo.
Sin embargo echo un vistazo a las publicaciones de Facebook y veo miles de me gusta a fotos de modelos enseñando pectorales, leo comentarios escritos por mujeres a fotos de tíos con cuerpazos llenos de esteroides. Babeando tan sólo por rozar un músculo de ese desconocido, soñando con pasar unas horas en una cama estudiando anatomía y queriendo suspender el examen para poder repetir de nuevo. ¿Qué es lo que ocurre aquí? ¿Las mujeres son bipolares?
Hace una semana escuché esta conversación entre dos chicas...
- ...¿qué tal te va con Carlos?
- Tía, es super majo y muy mono pero he conocido a otro. Esta buenísimo.
- ¿Estaba en la boda?
- Si. (Saca el móvil para enseñarle una foto a la otra). ¿Has visto que cuerpazo?
- Tia, eres una cabrona. (Ríen las dos)

Quería ser ambicioso con mi nuevo experimento, algo a nivel global. Deseaba llegar a la mayor cantidad de mujeres posible para poder evitar ciertas desviaciones que hay en todo estudio que se precie. ¿Y qué mejor lugar que la red social por excelencia para servir a mis propósitos? Tocaba entonces elegir una foto que provocara, que no dejara indiferente. Decidí publicar una mía totalmente desnudo. ¿Por qué yo y no un desconocido y potente hombre de cualquier revista tipo Men's Health o algo así? Evidentemente mi estudio abarca a toda la población femenina pero lo que de verdad me interesa son las opiniones de aquellas a las que conozco y supuse que si era yo el retratado habría más comentarios, quizá por eso de ser alguien conocido el que se mostraba. Por lo tanto me aventuré a pensar que seria mejor recibida y que obtendría más material de análisis. La foto estuvo unas cuatro horas visible en mi muro en lo que televisivamente podríamos llamar el prime time del face, desde las 8 de la tarde a las 11 de la noche. Sin embargo cometí un pequeño error, no tuve en cuenta un factor importante. La gente es muy celosa de su intimidad y le cuesta decir lo que piensa, máxime si los demás van a ver lo que dices así que el efecto no fue el deseado. Unos pocos me gusta, algún comentario en la publicación, y seis o siete mensajes al móvil tanto aprobando como regañando mi indecorosa actitud. 
Definitivamente el experimento vuelve a ser inconcluyente, no hay suficientes datos para emitir un juicio pero lo que si me esta quedando cada vez más claro es que las mujeres son muy difíciles de analizar. Debo seguir investigando, tengo que estrujarme más el cerebro para crear nuevos experimentos. Estoy convencido que al final lograré algún avance significativo, seré el primer hombre en entender a las mujeres. Luego escribiré un libro y me forraré. Tendré el dinero por castigo y una bella mujer con la que gastarlo. 

Archivos adjuntos: 

jueves, 30 de octubre de 2014

Día 2: Ricky Martín y el perro.

¿Quién no ha oído alguna vez la historia de un perro, una niña y un bote de mermelada?
La resumiré para aquellos despistados que allá por el año 99 no escucharon aquel rumor que corrió rápido por esta piel de toro que es nuestro país. Por entonces había un programa en la televisión que daba pequeñas sorpresas a gente anónima. Familiares o amigos de personas que idolatraban a tal o cual actor o cantante escribían a los productores pidiendo que admirado y admirador fueran presentados. Claro, para que el efecto fuera más conmovedor e impresionante el famoso de turno se escondía para aparecer en un momento dado causando una reacción de total desconcierto en el susodicho sorprendido. Bien, pues los papas de una niña que adoraba a Ricky Martín escribieron una misiva solicitando que el cantante puertorriqueño diera una alegría a la chiquilla. Sin embargo, ella ya tenía quien le proporcionara su pequeño momento de placer. Me explicaré. Llegado el día de autos la gente del programa escondió a Ricky en el armario de la habitación de la niña. Los padres, al llegar esta del colegio, pusieron una excusa para salir un momento de casa y dejar a la cría sola. En ese momento ella dijo, esta es la mía. Se fue a la cocina, cogió un bote de mermelada y se lo untó por aquella parte del cuerpo en la que todos estamos ahora imaginando para acto seguido gritar, ¡Ricky, ven aquí! No, no llamaba al cantante, el cual aún aguardaba escondido. Demandaba la presencia de su perro que también respondía por ese nombre. El perrito, solícito, corrió en busca de la niña y en su habitación empezó a darle lametones mientras Ricky Martín veía todo el espectáculo y salía escandalizado del armario. 
Todo el mundo hablaba de esto aquel invierno del 99. ¿Pero de verdad ocurrió? Según se ha podido saber aún no se ha encontrado a una sola persona que lo haya visto de primera mano. Se ha convertido en una de esas leyendas urbanas que forman parte de nuestro acervo cultural. 
Sin ninguna duda no hay producto que haya sufrido más cantidad de mala prensa que la Coca Cola. Bulos de toda clase se han dicho sobre esta refrescante bebida. Desde que en el interior de las latas y botellas se escondían cuchillas o dedos mutilados de los empleados hasta que en los almacenes de la compañía había miles de ratas que orinaban sobre las muchas remesas de latas que allí se guardaban transmitiendo enfermedades mortales a quienes bebieran de ellas. He leído estudios que dicen que este producto desatasca tuberías e incluso vi un programa en la tele en el que se dedicaban a probar que juntando Coca Cola con caramelos de la marca Mentos la reacción que se producía era como estar delante de un auténtico géiser, una impresionante liberación de energía. ¿De nuevo estamos ante un gran cúmulo de patrañas o es algo real y tangible?
Nos encontramos en la antesala del día en el que honramos a los muertos, a los que ya no están con nosotros y fueron a lugares más etéreos. Puedo decir, sin equivocarme, que la protagonista de esta historia deambula por caminos que están entre este mundo y el siguiente. Adoro conducir de noche, me encanta. Y siempre que voy por alguna carretera secundaria y algo revirada me viene a la mente esta pregunta, ¿me encontraré en algún momento con la chica de la curva? Una niña en unas versiones, una mujer joven en otras. Siempre vestida con un camisón o vestido blanco, de largo pelo oscuro y tez mortecina. Dicen que murió en un accidente unas curvas más adelante de donde se la ve y que se muestra a la gente para recomendarles que pongan atención y bajen la velocidad para así librarles de una muerte segura. Algunos cuentan que aparece dentro del coche sin ser invitada. Otros narran asustados lo que un amigo de un amigo les susurró... al llegar a la fatídica curva desaparió por arte de magia del asiento trasero. ¿De verdad existen los espíritus o simplemente son tétricos embustes?
Desde luego esta historia da un poco de miedito pero no tanto como esta otra. Escalofriantemente real. Ayer, mientras hacia cola en el banco, una chica me escribió un mensaje extrañamente raro. "Me he enamorado". Al leerlo puse cara de poker, y pensé ¡venga ya!¡el amor es una leyenda urbana! No me dió tiempo a responder, ella mandaba otro mensaje aclaratorio. "No es amar, es enamorarse". Aquí ya me dejó sin palabras, ¿cuál es la diferencia entre enamorarse y amar?¿Es algo así como una especie de podium en el que enamorarse esta en segundo lugar y amar en el primero?¿O es al revés? ¿Y qué es lo que queda relegado al tercer puesto?¿El sexo, la amistad o una mezcla de ambos, los terribles follamigos? En fin, no quise seguir ayer por este camino con ella ya que en varias conversaciones telefónicas surgieron acaloradas discusiones sobre este polémico asunto así que mientras mi mente me llevaba por estas livianas cuestiones deje que ella me contara su bella historia. Cuando terminó su relato y salí del banco cogí el coche. E inevitablemente me puse a pensar. ¿El amor realmente es un engaño o es posible que esta chica haya dado con él? Por la experiencia que me han dado los dos últimos años en los que me han contado innumerables crónicas del singular mundo de las relaciones dejé de creer que el amor fuera algo real. Si, hay pasión. Por supuesto que existe la atracción y no negaré que hasta pueda haber cierto tipo de comunión entre dos almas. Pero del amor ni rastro. Así que, hace algunos meses me di por vencido y acabé por creer que era una leyenda urbana como las de la chica de la curva, las de la Coca Cola o el goloso perro y Ricky Martín. ¿El amor es un bulo?¿Es un simple rumor que ha llegado a nosotros traído por algunos ilusos que habitaban este mundo en tiempos inmemoriales? Preguntas sin respuesta por el momento, sólo el pasar de los días dará solución a este enigma. Espero que ella lo logre y dentro de unos años me cuente que estuvo ahí, en ese lugar donde el corazón late sin miedo y el alma vuela alto. Me encantaría que me dijera que ha podido comprobar, de primera mano, que el amor existe y que no es un camelo de estúpidos soñadores. Desde luego da miedo volver a creer, pero sería maravilloso ilusionarse con un mundo en el que es posible amar de verdad, sin reservas ni tapujos. Eso si que sería una auténtica sorpresa y no la de Ricky Martín. 


miércoles, 29 de octubre de 2014

Día 1: El experimento.

Experimento: Distribución aleatoria de una canción japonesa. "Ninja re bang bang" de Kyary Pamyu Pamyu.
Objetivo: Descubrir el funcionamiento del cerebro femenino. ¿Es posible llegar a entender a las mujeres?
Tamaño de la muestra: 20 mujeres comprendidas entre los 30 y los 45 años. 
Hipótesis inicial: Es imposible intuir, de una manera razonable, que le pasa a una mujer por la cabeza.

Ayer se me ocurrió un pequeño juego. ¿Cómo reaccionarían las chicas ante una canción japonesa que a mi me parecía súper graciosa y pegadiza? El experimento me diría dos cosas, la primera me permitiría saber si podría adivinar que diría cada una de ellas al recibir y escuchar algo fuera de lo común. Esta parte iba orientada a responder la eterna cuestión de si entiendo o no las intrincadas leyes que rigen el extraño modo de pensar de las mujeres. La segunda parte de este curioso juego me diría bastante sobre la mentalidad de las personas implicadas. ¿Están abiertas a nuevas experiencias? 
Me fascina el modo en el que las mujeres desarrollan sus pensamientos. Más aún, soy un enamorado de su forma de ver el mundo y creo que su potencial es mayor que el de los hombres. Por ello he dedicado bastante tiempo a analizar sus gestos, sus palabras y por supuesto la manera en la que se comportan llegando a una terrible conclusión. Son impredecibles, no hay forma humana de entrever una relación coherente entre lo que piensan y lo que hacen. Y eso las convierte en increíblemente peligrosas, diría que ellas son el arma más mortífera de todo el planeta. Con una sola mirada, por ejemplo, pueden hundir a un hombre o llevarlo al éxtasis más extremo en cuestión de segundos. El poder que lucen es ilimitado y ellas lo saben, desde luego que si. Ahí radica su verdadera amenaza, dominan muy bien su fuerza pero no sólo eso, conocen nuestros puntos débiles y eso hace que ostenten una supremacía total sobre el destino de cualquier hombre. Yo no me dejo engañar cuando dicen eso de...soy más simple que el mecanismo de un chupete. 
Las admiro. No hay duda. Y por eso ayer me embarqué en este loco experimento.
Veamos, de las 20 chicas tres no contestaron. Esto me hace pensar que o bien no escucharon la canción por falta de tiempo o ganas o bien no les gustó en absoluto. Del resto, tan sólo tres me contestaron que les encantó. Sin embargo, el grupo mayoritario fue el que dijo. ¿Qué leches es eso Rubén?
He de decir que con ninguna acerté la posible contestación a mi envio de la canción. Bien es cierto que esa parte del experimento tenia una variable de la que dependían bastante los resultados. ¿Cuanto conozco al sujeto en cuestión?
La mayoría no se definió ni en un sentido ni en otro. Hay varios grados claro, desde la que dijo que era una fricada hasta la que me animó a estudiar japonés para traducirle la canción de marras pasando por la que a mi pregunta de "¿a que mola?" me contestó con un "el que mola eres tu".
Desconcierto total. No sólo no había adivinado que diría cada cual sino que las respuestas eran tan dispares que era imposible hacer un gráfico que sintetizara el estudio. Había una nube de puntos en el cero y otra en el diez y luego, los demás, estaban dispersos a lo largo de esa inconcluyente tabla.
A la vista de estos datos sólo puedo decir que necesito seguir estudiando esas misteriosas conexiones sinápticas que se producen en las mentes de las mujeres que activan esos invisibles resortes que las hacen tan atrayentes a la par que inescrutables. Si en algún momento quiero hacer feliz a alguna de ellas debo entenderlas, comprender sus motivaciones. Y el único modo real de hacerlo es de forma experimental, provocando reacciones y sentimientos. Tan sólo así lograré adivinar que diablos desean las mujeres. 

Agradecimientos: Este pequeño estudio no hubiera sido posible sin la colaboración de esos entrañables conejillos de indias que fueron las mujeres a las que envié la canción. A todas ellas gracias, espero que no se hayan sentido ofendidas ni molestas. Todo es en beneficio de la ciencia. 



jueves, 23 de octubre de 2014

¿Qué coño es ser mono?

Abrumado. Confuso. Cabreado. Incrédulo. Estúpido. 
Así me siento ahora, en este preciso instante. No deseo hablar con nadie, no quiero interactuar con persona humana alguna. ¿Por qué? Muy sencillo, no entiendo el comportamiento de la gente. No comprendo las motivaciones que llevan a mis congéneres a actuar de la manera como lo hacen. 
"¿Sabes eso del amor sobre lo que tanto escribes? ¿Qué pasa, te has enamorado? Si, me ha estallado en la cara. Pero es algo imposible. ¿Por qué? El esta casado y va a tener un bebé."
Esta conversación de ayer me dejó perplejo. ¡¿Pero que cojones le pasa al mundo?! Ella me explicaba que tan sólo había pasado, no era algo buscado. Evidentemente, no lo creo. Soy algo excéptico en eso de que sólo fue una mirada y salieron a flote todos esos sentimientos. Cuidado, no juzgo el comportamiento de ella, persona libre y sin ataduras. Es adulta y supongo que sabe donde se mete. Sin embargo es a él a quien va dirigido todo mi cabreo y frustración. Una persona que hace unos meses decidió tener un hijo, un tío que mientras duerme al lado de su mujer embarazada le dice a otra que esta loco por ella, un energúmeno que antes de que pasara todo esto no se paró a pensar en las consecuencias de sus mensajes por whatsapp. "No hemos hecho nada aún pero estoy enamorada". Esa frase me hizo sonreír, una sonrisa de incredulidad. No hay que follar con alguien para hacer algo, el mero hecho de dormir junto a una mujer y decir a otra que no haces más que pensar en ella ya es demasiado. Ese hombre es un hipócrita, un terrorista emocional. 
Dos semanas y media antes de la conversación de ayer iba en el metro un viernes por la noche. Había quedado con una mujer preciosa e iba observando mi reflejo en la ventanilla del vagón intentando dilucidar si había escogido bien la ropa que me había puesto cuando de pronto recibí un mensaje al móvil. "Me ha vuelto a escribir y me ha dicho que busque un sitio íntimo para mañana pasar la noche. ¿Qué hago Rubén?". No daba crédito a lo que leía. Me enfadé y mucho. Cuarenta y ocho horas antes, esa mujer que se planteaba ver a ese hombre, me mandaba mensajes llorando, jurando y perjurando que jamás volvería a tener sexo vacío y sin sentimientos con nadie. ¡Estoy harta de todo eso! Exclamaba entre sollozos. Bien, ¿alguien me puede explicar como un tío de treinta y pico años es tan gañán de decirle a una mujer que busque un sitio para follar? Aunque sea sólo por las formas es para dar de leches a este hombre. ¿Dónde ha quedado relegada la educación? La galanteria de invitar a una mujer a cenar, hacerla sonreír, jugar con las miradas, acariciar su brazo, susurrar al oído... Si quieres meterte en la cama de una mujer hay maneras más elegantes de intentarlo que con un mensaje tan burdo como el que escribió este torpe aquel día. 
Más o menos por esos días otra simpática chica me escribía para contarme sus escarceos en temas amorosos. Si, ya se lo que pensáis, parece que soy consultor sentimental o algo así. En cierta forma me halaga pero acabo abrumado por todo este torrente de uniones y rupturas express. La breve historia de esta pequeña mujercita es sencilla. "Hola Rubén, he conocido a alguien y ¡creo que es el amor de vida! ¡Me alegro mucho xxxx! Si, pero quiero que sigamos siendo amigos, ¿vale? Claro xxxx, aquí estaré siempre que quieras."
Una semana más tarde o quizá semana y media volvió a dar señales de vida. "¿Qué tal estas Rubén? Muy bien y tu, ¿qué tal va esa bella historia de amor? Pues no hay historia. Vaya, lo siento".
Pero sin ninguna duda lo que le pasó a otra de mis "clientes" en el consultorio fue de echarse a reír o llorar, no se muy bien. Es una mujer realmente bonita, tiene un cuerpo increíble y una carita de ángel. De ahí que me quedara alucinado cuando me contaba lo que le había pasado. Antes del verano me puso un whatsapp..."creo que he encontrado al definitivo". Durante el tiempo que hablamos me contó como le conoció y que había sido un flechazo, que sentía latir fuerte su corazón. La cosa se quedó ahí, con mis mejores deseos para que de una vez por todas a esta encantadora niña le saliera un príncipe que no fuera rana. La cosa no iba a ser de cuento precisamente. A mediados de Agosto, una tarde después de subir de la playa recibí un mensajito de ella. "¿Qué tal tus vacaciones? Geniales, un poco aburridito en La Manga pero estoy en la playa. ¿Y tu?¿Qué tal tu cuento? Pues creo que era gay. ¿¿Qué?? Si, no me tocó ni una sola vez. Quizá fuera tímido dije yo, incrédulo total. No, ¡que va! Creo que todo era por aparentar delante de su familia."
Pequeños relatos de gente que se acercó a mi buscando una opinión o puede que solamente queriendo compartir algo de su momentánea alegría. Pero la verdad es que no puedo ni opinar ni juzgar porque no comprendo este mundo. No entiendo un carajo de nada. Las relaciones son tan enigmáticamente extrañas como esta jodida expresión...¡Eres tan mono! 
Todas y cada una de las mujeres de estas historias me lo dijeron en un momento u otro pero, ¿qué diablos quiere decir?¿Qué soy gilipollas?¿Un imbécil integral? Porque así es como me siento, un moñas, un necio más sobre el planeta. Quizá no sólo eso sino el más estúpido de los estúpidos, ese que aún cree en la honestidad. 
Si, hoy no quiero hablar con nadie. Me iré a mi isla desierta y me evadiré de todo y de todos. Hoy no me busquéis, he salido a soñar. 




jueves, 16 de octubre de 2014

¿El huevo o la gallina?

¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? 
Esta mañana me hacia esa pregunta esperando en la parada del autobús con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en el horizonte.
Parece una estúpida cuestión pero nada más lejos de la realidad, ya desde la antigüedad los filósofos y sabios del momento se detuvieron unos instantes ante este maravilloso enigma. Aristóteles, por ejemplo, entre clase y clase de retórica o matemáticas en la Academia de Atenas conversaba con Platón sobre este tema intentando dilucidar cual sería la respuesta correcta. Asunto escabroso también en el entorno de la iglesia hace unos cuantos siglos, la Biblia era clara en este caso. Dios creó todo ser viviente que habita la Tierra, por lo tanto la gallina estuvo cacareando mucho antes de que cualquier huevo fuera puesto. Pero entraron en escena los evolucionistas y dijeron...No, no, no. Las aves son animales que han llegado a nosotros a partir de los dinosaurios y por lo tanto, como cualquier cambio genético se da en fase embrionaria, el huevo ha de ser sin ninguna duda lo primero. Incluso al tío más listo del planeta, el señor Stephen Hawking, en alguna rueda de prensa para presentar alguno de sus libros sobre el origen del Universo o acerca de la teoría de la existencia o no de los tan enigmáticos agujeros negros, se le ha preguntado su opinión. Su respuesta, tajante. El huevo. 
En fin, que mucha gente con mentes sesudas y grandes coeficientes intelectuales se han metido de lleno en el asunto de la gallina y el huevo. ¿Y cuál es mi opinión? 
Todo esto viene a colación de algo que me llamó la atención hace unos días. ¿Se besa a alguien antes de sentir o se siente antes de besar?
El beso es algo tan antiguo como la propia vida pero se cree que fue en la India, hace algo más de tres mil años, donde se empezó a convertir en un gesto erótico y sensual. Escenas sacadas del Kamasutra nos corroboran este dato. Fue Alejandro Magno, quien al conquistar esa parte de Asia trajo el arte del beso, como activador erógeno, a Europa. 
Los antiguos sabios hindúes no iban desencaminados al tratar al beso como una parte esencial en el placer de amar. Según estudios bastante concienzudos, al besar el cerebro libera varias hormonas como son la oxitocina, la dopamina y la adrenalina. Unido a que los labios son una de las zonas con mayor número de terminaciones nerviosas de nuestro cuerpo hace que el beso actúe de contacto entre nuestra alma y nuestras necesidades fisiológicas como seres totalmente sexuales. Y es ahí, en esta conexión entre alma y cuerpo, donde reside mi dilema moral. ¿Hace falta sentir para besar a alguien? En caso afirmativo, ¿qué clase de sentimiento? Amor, deseo, pasión, cariño...
Creo en el romanticismo del beso. El juego de miradas, la leve mueca previa, la piel sintiendo el contacto, los labios de uno en las comisuras del otro, la pequeña apertura que deja salir el aliento, cálido y sensual. El mordisqueo, el baile de lenguas, el sabor inconfundible de la excitación, el intercambio de saliva...
Algunas personas creen que el mundo es eterno, que no hay principio ni final. Según esta teoría, la vida se ha desarrollado tras una serie de infinitos ciclos y por lo tanto, la respuesta que dan a la cuestión de qué fue primero si la gallina o el huevo es que ninguno. Ambos ya estaban aquí, y aquí seguirán para siempre.
¿Se puede besar sin sentir? Por supuesto. Un gesto como cualquier otro, lleno de reacciones químicas que activan nuestros sentidos y los llevan a cotas inimaginables. Sin embargo, lo que lo hace único, causante de guerras y batallas, de muertes sospechosas, o de actos valerosos a lo largo de los siglos es el amor. Lo verdaderamente mágico sucede cuando dos personas enamoradas se besan, entonces el mundo se para y deja de girar. El tiempo no existe, se vuelve infinito. 
Hace muchos años, tantos que me da miedo recordar, me gustaba una chica de mi clase. Ella se sentaba delante de mi, por lo que podía observar muy bien cada movimiento que hacía. De vez en cuando se giraba para hablar conmigo o con mi compañera de mesa, yo esperaba esos instantes con una tremenda impaciencia. Un día soñé que la besaba al darse la vuelta, un beso tierno y dulce. Un beso de niño enamorado. Al día siguiente quería hacerlo, la besaría sin más. ¿Por qué no? El que no se la juega no gana, me dije. Instantes antes de atreverme a dar ese enorme paso algo hizo que cambiara de opinión. Me enteré de que a ella le gustaba otro. Mi corazón se puso triste y me sentí estúpido por lo que había estado a punto de hacer, desde ese día antes de besar a nadie siempre he necesitado saber que sentía la otra persona. Quizá el que dijo aquello de que los besos que más huella dejan son los que no se dan tenía razón, aunque yo me quedaria con esta otra frase de Emil Ludwig, "la decisión del primer beso es la más crucial en cualquier historia de amor, porque contiene dentro de sí la rendición."

sábado, 14 de junio de 2014

ECM

El Viernes 13 ha pasado ya, no sin antes dejarme una terrible pesadilla. Un sueño que ha hecho que me despierte entre lágrimas y con el corazón a mil por hora. 
El 13 siempre fue un número asociado a la muerte y al mal augurio en general. Según algunos tratados de historia todo empezó un Viernes 13 de Octubre de 1307 cuando, esa noche, miles de calles de toda Europa se llenaron de sangre. La codicia de un rey francés junto con la inestimable ayuda de un Papa sin escrúpulos hicieron que ese día pasara a ser uno de aquellos momentos perdurables en la historia.
Un dato curioso es que el capítulo trece del Apocalipsis está dedicado al anticristo, el ser por antonomasia ligado a la muerte y la destrucción del mundo conocido. El trece, también, podría escribirse como uno y tres, que sumados dan cuatro. En la cábala, ese número representa la memoria. ¿Qué se yo de la muerte? Que mejor que el Réquiem de Mozart para hacerme recordar, una música compuesta para acompañar al difunto hasta la otra orilla del río. Mozart compuso esta música pocos días antes de morir acuciado por una misteriosa enfermedad que lo postró en la cama tan hinchado que los médicos y familiares que le rodeaban en esos instantes no fueron capaces de vestirle con su mejor traje en esos últimos momentos de vida. El réquiem fue un encargo de un enigmático hombre que se le presentó, encapuchado, una noche templada de Junio. Sin embargo, el bueno de Mozart siempre creyó que era su propio Réquiem, él pensaba que el inquietante hombre era un enviado de la muerte que le avisaba de su inminente final. Esa intuición no iba desencaminada ya que cinco meses después el Kyrie, una de las más bellas partes del Réquiem, era tocado en una pequeña iglesia de Viena en memoria del compositor recientemente fallecido. 
Bien, mientras escucho a Mozart, volveré a esa extraña pregunta de hace unos instantes, ¿he visto a la muerte de cerca? 
Tendría alrededor de unos 12 años, nos dirigíamos a un pueblo en mitad de Cuenca. Mis hermanos y yo mismo no sabíamos mucho de aquella persona, tan sólo que era un familiar de mi padre, una tía creo recordar. Las imágenes son vagas y difusas en mi mente, pero hay una que se me quedó grabada. El cementerio tenía diversos montículos elevados, pequeñas colinas. Mi madre se quedó junto a nosotros en la base de una de aquellas lomas en las que sería enterrada la pobre mujer. Como niño curioso que era, no quitaba ojo de lo que acontecía y fue un acto de tremenda tristeza lo único que puedo recordar con absoluta claridad. Un primo de mi padre, hijo por lo tanto de la fallecida, estaba arrodillado al lado del agujero mientras varios hombres bajaban con cuerdas el ataúd. Mi visión era a contra luz por lo que no distinguía más que sombras recortadas sobre el cielo claro y azul iluminado por un sol que subía hacia su cenit. De pronto, mientras cuatro sombras intentaban deslizar la caja de madera lo más suavemente posible, ese hombre arrodillado empezó a gritar furioso. ¡No! Decía una y otra vez. Inquieto, vi como ese desconsolado hombre se levantó rápidamente y dijo ¡iré contigo madre! A punto estuvo de saltar al abismo pero unas sombras entre las que, intuí, estaba mi padre le sujetaron antes de que pudiera pasar cualquier desgraciado accidente. Eso es lo único que puedo recordar de ese instante, bueno quizá otro pequeño detalle. Era época de matanza y nos trajimos del pueblo unos chorizos que estaban bien ricos. Los recuerdos de un niño, curioso. 
Afortunadamente tuvo que pasar bastante tiempo hasta que, de nuevo, me viera enfrentado a la muerte. Era el día después de Reyes, el último de las vacaciones de Navidad y me había ido al cine después de comer. Como siempre, quité el sonido del móvil antes de que comenzara la película. La verdad es que no recuerdo el título pero se que era una de Harrison Ford. Al terminar miré el teléfono y tenía bastantes mensajes y varias llamadas. Uno de aquellos SMS decía, "nos vamos a Guadalajara, tu abuelo se ha puesto malito." Llamé a mi madre y no lo cogió. Fui a por el coche y conduje hasta el hospital sin saber la gravedad del asunto. Mi abuelo ya estaba enfermo pero llevaba tiempo así, sin mejoría aparente pero tampoco sin empeorar. Al llegar allí volví a llamar y conseguí hablar con mi madre, sube a la habitación fue el mensaje escueto que recuerdo. Nunca está uno preparado para ver a un ser querido en una cama de un hospital pero verlo luchando por quedarse unos instantes más en este mundo es chocante y frustrante. Veía a mi abuelo que respiraba con dificultad, aún con los ojos abiertos quien sabe si observando lo que le rodeaba. Nada se podía hacer por aliviar ese instante, nada más que esperar. Me acerqué a darle un beso y no hubo reacción ninguna, no movió ni un sólo músculo. Pensé que estaría utilizando toda su energía para aguantar un poco más, aferrandose a un lugar que por muy triste que fuera ya no era su mundo. Algunos minutos después llegó el desenlace, mi abuelo empezó a dar bocanadas de aire, su piel cambió de color y la temperatura de su cuerpo bajó. Miré a mi madre, después a mi abuela. Mi madre salió en busca del médico con lágrimas en los ojos, mi abuela acariciaba a mi abuelo sin decir nada. Poco después el médico nos dijo que saliéramos de la habitación, mi abuelito había fallecido. No lloré, tan sólo cogí la mano de mi abuela mientras andábamos sin rumbo por el pasillo del hospital. 
Algo más reciente fue este último episodio. Íbamos a Toledo, ella hablaba por teléfono con su madre mientras yo conducía. Estaba ingresada en el hospital pero su madre le juraba que estaba bien, tan sólo la mantenían en observación por una recaída. ¡Pasaoslo bien! Le dijo animada desde el otro lado de la línea. "Vale, luego vamos a verte" le contestó. Intentamos hacerla caso pero la cara de mi ex denotaba preocupación. Intenté que pensara en otra cosa mientras comíamos e incluso la convencí para subir al tren turístico que recorría la ciudad. Íbamos a sacar los billetes para montar al trenecito cuando recibió una llamada de su hermano. Al terminar la conversación estaba muy nerviosa. ¡Vamos al hospital! Me dijo. Volaba por la autopista. Me sentía culpable por haberla convencido para hacer algo distinto ese día que teníamos libre, creí que pensar en otra cosa le vendría bien. ¿Y si por ello no podía despedirse de su madre? Corrí como jamás habia corrido, volaba a 180 deseando que todo fuera una falsa alarma. Cuando llegamos al hospital recuerdo que comía una pera de la cena que le habían dado. Nos saludó y preguntó que tal el día, si lo habíamos pasado bien. Entonces respiré profundamente, todo había sido sólo un susto. Sin embargo, a los pocos minutos empezó a hablar de cosas inconexas y nos miramos extrañados. Mi ex llamó a la doctora y lo que le dijo fueron malas noticias. El final estaba muy próximo. ¿Cómo es posible? ¡Hace un momento comía una pera tranquilamente! Hubo muchos momentos tristes en los dos días siguientes. En esta ocasión si que lloré, y mucho. Y el más triste de todos fue en el momento de cerrar el ataúd para enterrarla. Nos dijeron que podíamos estar un rato a solas antes de llevarla al coche fúnebre. Yo no sabía que eso iba a ser tan duro. En la sala estábamos cinco personas. Su hermana y hermano, ella y el marido de su hermana. Nada más quedarnos a solas mi ex puso sobre el pecho de su mamá una foto de cada uno de nosotros, para que la acompañáramos a donde fuera. Luego metió un Belén pequeñito de cristal que le habíamos comprado en Toledo para regalárselo la tarde que murió. Acto seguido ellos tres se cogieron de la mano, mientras el marido de la hermana le daba un beso de despedida y se unía a ellos. Yo estaba sólo al otro lado, mirando el rostro de esa mujer que siempre me trató con cariño. Desconsolado, no pude parar de llorar durante un par de horas.
La muerte es cruel, desgarradora. Desde luego que es así para los que lo sufren desde fuera, pero visto del otro lado ¿qué se sentirá? ¿Qué es una ECM?
Mucho antes de estos tres episodios de mi vida sufrí un pequeño percance. Un insólito suceso que a día de hoy aún no he podido explicar con una cierta coherencia. Un caluroso día de Julio jugaba en la playa, como tantos otros niños me divertía en la orilla saltando las olas. En un descuido me metí demasiado, tanto que en uno de esos brincos dejé de hacer pie. La resaca del mar hizo que cada vez me alejara más de la orilla, asustado empecé a gritar. Me hundía hacia el fondo sin poder evitarlo, pero no sólo por la acción del indolente mar. Allí había alguien más. Mi cabeza estaba ya más tiempo bajo el agua que sobre ella y en una de esas incursiones vi a un niño. Me cogía de la pierna y tiraba hacia abajo. Nunca olvidaré ese rostro. Un chaval algo mayor que yo, de pelo rizado y oscuro. En su cara se dibujaba una amplia sonrisa cuando tiraba de mi pie hacia el fondo. Intenté zafarme pero era más fuerte que yo y no conseguía librarme de esa mano que me agarraba por el tobillo. Agotado y ya casi a punto de abandonarme a mi suerte sentí que alguien me sacaba del agua. Mi primera reacción al ver que todo el mundo me rodeaba para ver que tal estaba fue gritar, ¡hay otro niño! La misma persona que fue a por mi se metió de nuevo en el cada vez más enfurecido mar, al poco rato mientras mi madre me abrazaba y secaba con una toalla volvió el hombre que me había salvado. Allí no hay nadie más, ¡¿a alguien le falta un niño?! Gritó. Por lo visto estaba yo sólo allí. Entonces, ¿quien era ese niño?
Los testimonios de personas que han sufrido una experiencia cercana a la muerte dicen haber visto personas que las guían a través de un túnel. Gente sonriente y feliz que las acompañan por la travesía que une ambos mundos, el de los muertos y el de los vivos. ¿Ese niño era mi guía? No sabría responder a esa pregunta pero la verdad es que el muy cabroncete me quería llevar a algún lado. 
Tanto en la vida como en la muerte suceden ciertos hechos que podrían denominarse como caprichosos y a veces ese misterioso ser encapuchado te acecha con su guadaña y en otras ocasiones, en cambio, aparece un turbador niño que te da un zarpazo y sólo logra herirte. Eso es lo que pienso que me ocurrió ese día en la playa. No obstante soy de la opinión de Woody Allen quien, en una de sus películas, dijo que no le tenía miedo a la muerte, tan sólo no quería estar allí cuando ocurriera. Por eso si vuelvo a ver a ese pequeño diablillo de pelo rizado cambiaré de rumbo e intentaré darle esquinazo.