La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

sábado, 14 de junio de 2014

ECM

El Viernes 13 ha pasado ya, no sin antes dejarme una terrible pesadilla. Un sueño que ha hecho que me despierte entre lágrimas y con el corazón a mil por hora. 
El 13 siempre fue un número asociado a la muerte y al mal augurio en general. Según algunos tratados de historia todo empezó un Viernes 13 de Octubre de 1307 cuando, esa noche, miles de calles de toda Europa se llenaron de sangre. La codicia de un rey francés junto con la inestimable ayuda de un Papa sin escrúpulos hicieron que ese día pasara a ser uno de aquellos momentos perdurables en la historia.
Un dato curioso es que el capítulo trece del Apocalipsis está dedicado al anticristo, el ser por antonomasia ligado a la muerte y la destrucción del mundo conocido. El trece, también, podría escribirse como uno y tres, que sumados dan cuatro. En la cábala, ese número representa la memoria. ¿Qué se yo de la muerte? Que mejor que el Réquiem de Mozart para hacerme recordar, una música compuesta para acompañar al difunto hasta la otra orilla del río. Mozart compuso esta música pocos días antes de morir acuciado por una misteriosa enfermedad que lo postró en la cama tan hinchado que los médicos y familiares que le rodeaban en esos instantes no fueron capaces de vestirle con su mejor traje en esos últimos momentos de vida. El réquiem fue un encargo de un enigmático hombre que se le presentó, encapuchado, una noche templada de Junio. Sin embargo, el bueno de Mozart siempre creyó que era su propio Réquiem, él pensaba que el inquietante hombre era un enviado de la muerte que le avisaba de su inminente final. Esa intuición no iba desencaminada ya que cinco meses después el Kyrie, una de las más bellas partes del Réquiem, era tocado en una pequeña iglesia de Viena en memoria del compositor recientemente fallecido. 
Bien, mientras escucho a Mozart, volveré a esa extraña pregunta de hace unos instantes, ¿he visto a la muerte de cerca? 
Tendría alrededor de unos 12 años, nos dirigíamos a un pueblo en mitad de Cuenca. Mis hermanos y yo mismo no sabíamos mucho de aquella persona, tan sólo que era un familiar de mi padre, una tía creo recordar. Las imágenes son vagas y difusas en mi mente, pero hay una que se me quedó grabada. El cementerio tenía diversos montículos elevados, pequeñas colinas. Mi madre se quedó junto a nosotros en la base de una de aquellas lomas en las que sería enterrada la pobre mujer. Como niño curioso que era, no quitaba ojo de lo que acontecía y fue un acto de tremenda tristeza lo único que puedo recordar con absoluta claridad. Un primo de mi padre, hijo por lo tanto de la fallecida, estaba arrodillado al lado del agujero mientras varios hombres bajaban con cuerdas el ataúd. Mi visión era a contra luz por lo que no distinguía más que sombras recortadas sobre el cielo claro y azul iluminado por un sol que subía hacia su cenit. De pronto, mientras cuatro sombras intentaban deslizar la caja de madera lo más suavemente posible, ese hombre arrodillado empezó a gritar furioso. ¡No! Decía una y otra vez. Inquieto, vi como ese desconsolado hombre se levantó rápidamente y dijo ¡iré contigo madre! A punto estuvo de saltar al abismo pero unas sombras entre las que, intuí, estaba mi padre le sujetaron antes de que pudiera pasar cualquier desgraciado accidente. Eso es lo único que puedo recordar de ese instante, bueno quizá otro pequeño detalle. Era época de matanza y nos trajimos del pueblo unos chorizos que estaban bien ricos. Los recuerdos de un niño, curioso. 
Afortunadamente tuvo que pasar bastante tiempo hasta que, de nuevo, me viera enfrentado a la muerte. Era el día después de Reyes, el último de las vacaciones de Navidad y me había ido al cine después de comer. Como siempre, quité el sonido del móvil antes de que comenzara la película. La verdad es que no recuerdo el título pero se que era una de Harrison Ford. Al terminar miré el teléfono y tenía bastantes mensajes y varias llamadas. Uno de aquellos SMS decía, "nos vamos a Guadalajara, tu abuelo se ha puesto malito." Llamé a mi madre y no lo cogió. Fui a por el coche y conduje hasta el hospital sin saber la gravedad del asunto. Mi abuelo ya estaba enfermo pero llevaba tiempo así, sin mejoría aparente pero tampoco sin empeorar. Al llegar allí volví a llamar y conseguí hablar con mi madre, sube a la habitación fue el mensaje escueto que recuerdo. Nunca está uno preparado para ver a un ser querido en una cama de un hospital pero verlo luchando por quedarse unos instantes más en este mundo es chocante y frustrante. Veía a mi abuelo que respiraba con dificultad, aún con los ojos abiertos quien sabe si observando lo que le rodeaba. Nada se podía hacer por aliviar ese instante, nada más que esperar. Me acerqué a darle un beso y no hubo reacción ninguna, no movió ni un sólo músculo. Pensé que estaría utilizando toda su energía para aguantar un poco más, aferrandose a un lugar que por muy triste que fuera ya no era su mundo. Algunos minutos después llegó el desenlace, mi abuelo empezó a dar bocanadas de aire, su piel cambió de color y la temperatura de su cuerpo bajó. Miré a mi madre, después a mi abuela. Mi madre salió en busca del médico con lágrimas en los ojos, mi abuela acariciaba a mi abuelo sin decir nada. Poco después el médico nos dijo que saliéramos de la habitación, mi abuelito había fallecido. No lloré, tan sólo cogí la mano de mi abuela mientras andábamos sin rumbo por el pasillo del hospital. 
Algo más reciente fue este último episodio. Íbamos a Toledo, ella hablaba por teléfono con su madre mientras yo conducía. Estaba ingresada en el hospital pero su madre le juraba que estaba bien, tan sólo la mantenían en observación por una recaída. ¡Pasaoslo bien! Le dijo animada desde el otro lado de la línea. "Vale, luego vamos a verte" le contestó. Intentamos hacerla caso pero la cara de mi ex denotaba preocupación. Intenté que pensara en otra cosa mientras comíamos e incluso la convencí para subir al tren turístico que recorría la ciudad. Íbamos a sacar los billetes para montar al trenecito cuando recibió una llamada de su hermano. Al terminar la conversación estaba muy nerviosa. ¡Vamos al hospital! Me dijo. Volaba por la autopista. Me sentía culpable por haberla convencido para hacer algo distinto ese día que teníamos libre, creí que pensar en otra cosa le vendría bien. ¿Y si por ello no podía despedirse de su madre? Corrí como jamás habia corrido, volaba a 180 deseando que todo fuera una falsa alarma. Cuando llegamos al hospital recuerdo que comía una pera de la cena que le habían dado. Nos saludó y preguntó que tal el día, si lo habíamos pasado bien. Entonces respiré profundamente, todo había sido sólo un susto. Sin embargo, a los pocos minutos empezó a hablar de cosas inconexas y nos miramos extrañados. Mi ex llamó a la doctora y lo que le dijo fueron malas noticias. El final estaba muy próximo. ¿Cómo es posible? ¡Hace un momento comía una pera tranquilamente! Hubo muchos momentos tristes en los dos días siguientes. En esta ocasión si que lloré, y mucho. Y el más triste de todos fue en el momento de cerrar el ataúd para enterrarla. Nos dijeron que podíamos estar un rato a solas antes de llevarla al coche fúnebre. Yo no sabía que eso iba a ser tan duro. En la sala estábamos cinco personas. Su hermana y hermano, ella y el marido de su hermana. Nada más quedarnos a solas mi ex puso sobre el pecho de su mamá una foto de cada uno de nosotros, para que la acompañáramos a donde fuera. Luego metió un Belén pequeñito de cristal que le habíamos comprado en Toledo para regalárselo la tarde que murió. Acto seguido ellos tres se cogieron de la mano, mientras el marido de la hermana le daba un beso de despedida y se unía a ellos. Yo estaba sólo al otro lado, mirando el rostro de esa mujer que siempre me trató con cariño. Desconsolado, no pude parar de llorar durante un par de horas.
La muerte es cruel, desgarradora. Desde luego que es así para los que lo sufren desde fuera, pero visto del otro lado ¿qué se sentirá? ¿Qué es una ECM?
Mucho antes de estos tres episodios de mi vida sufrí un pequeño percance. Un insólito suceso que a día de hoy aún no he podido explicar con una cierta coherencia. Un caluroso día de Julio jugaba en la playa, como tantos otros niños me divertía en la orilla saltando las olas. En un descuido me metí demasiado, tanto que en uno de esos brincos dejé de hacer pie. La resaca del mar hizo que cada vez me alejara más de la orilla, asustado empecé a gritar. Me hundía hacia el fondo sin poder evitarlo, pero no sólo por la acción del indolente mar. Allí había alguien más. Mi cabeza estaba ya más tiempo bajo el agua que sobre ella y en una de esas incursiones vi a un niño. Me cogía de la pierna y tiraba hacia abajo. Nunca olvidaré ese rostro. Un chaval algo mayor que yo, de pelo rizado y oscuro. En su cara se dibujaba una amplia sonrisa cuando tiraba de mi pie hacia el fondo. Intenté zafarme pero era más fuerte que yo y no conseguía librarme de esa mano que me agarraba por el tobillo. Agotado y ya casi a punto de abandonarme a mi suerte sentí que alguien me sacaba del agua. Mi primera reacción al ver que todo el mundo me rodeaba para ver que tal estaba fue gritar, ¡hay otro niño! La misma persona que fue a por mi se metió de nuevo en el cada vez más enfurecido mar, al poco rato mientras mi madre me abrazaba y secaba con una toalla volvió el hombre que me había salvado. Allí no hay nadie más, ¡¿a alguien le falta un niño?! Gritó. Por lo visto estaba yo sólo allí. Entonces, ¿quien era ese niño?
Los testimonios de personas que han sufrido una experiencia cercana a la muerte dicen haber visto personas que las guían a través de un túnel. Gente sonriente y feliz que las acompañan por la travesía que une ambos mundos, el de los muertos y el de los vivos. ¿Ese niño era mi guía? No sabría responder a esa pregunta pero la verdad es que el muy cabroncete me quería llevar a algún lado. 
Tanto en la vida como en la muerte suceden ciertos hechos que podrían denominarse como caprichosos y a veces ese misterioso ser encapuchado te acecha con su guadaña y en otras ocasiones, en cambio, aparece un turbador niño que te da un zarpazo y sólo logra herirte. Eso es lo que pienso que me ocurrió ese día en la playa. No obstante soy de la opinión de Woody Allen quien, en una de sus películas, dijo que no le tenía miedo a la muerte, tan sólo no quería estar allí cuando ocurriera. Por eso si vuelvo a ver a ese pequeño diablillo de pelo rizado cambiaré de rumbo e intentaré darle esquinazo. 

lunes, 2 de junio de 2014

Orange is the new black

El tema carcelario siempre ha sido algo atractivo para la gente, quizá porque muchos de nosotros sentimos curiosidad por lo que sucede ahí dentro, ya que nunca hemos estado tras las rejas de una celda.
En ese termómetro social que es el cine, se demuestra que fue un asunto que siempre estuvo muy en boga. Desde la violencia y la locura extremas que se veían en "el expreso de medianoche", situando la acción en una cárcel turca de principios de los 70. Hasta la mágica versión de "la milla verde" en la que se cuenta la historia de un hombre que en los años 30, esperando en el corredor de la muerte de una de las muchas penitenciarias americanas, empezó a curar a gente usando métodos un tanto sobrenaturales. Pasando por una de mis favoritas sin ninguna duda, "la leyenda del indomable", en la que un díscolo Paul Newman intentaba escaparse de su confinamiento de mil maneras, a cada cual más inverosímil. 
Pero hay muchas otras, infinidad de historias cancelarías llenas de ternura, compañerismo y por supuesto con altas dosis de violencia. Relatos inventados o basados en la realidad en los que aparecen personajes de todo tipo, asesinos despiadados, hombres sin escrúpulos, locos con un punto de cordura o cuerdos con ciertos ataques de locura transitoria. Una cárcel es por tanto un universo en sí mismo, por eso no me extrañó para nada que se hablara tanto de esta serie que empecé a ver hace unos días. Pero, ¿qué tiene de nuevo una historia más sobre reclusos? Pues curiosamente tiene algo novedoso, el argumento se desarrolla en una cárcel de mujeres. Que yo sepa, muy pocas historias de este tipo se han centrado en contar las aventuras y desventuras de una mujer condenada a pasar sus días tras las altas vallas de una cárcel. En realidad yo no conozco más que un precedente, una película erótica llamada cárceles de mujeres, creo recordar, de la que vi imágenes hace mucho tiempo. 
Ayer me encontraba viendo un nuevo episodio de "orange is the new black" cuando me puse a pensar en algo. ¿Sería capaz de sobrevivir a una condena? No, no penséis mal. Mis planes de dar el gran golpe y atracar el Banco de España para hacerme con las reservas del país aún están en la fase de proyectos para un futuro lejano. Más bien mis pensamientos iban por el camino de si yo sería un personaje sumiso y obediente o en cambio sería rebelde e indisciplinado. ¿Sería yo el que diera o el que recibiera? En definitiva, la pregunta que me hice fue.....¿Soy un macho alfa?
Extraña cuestión para hacerse un domingo después de comer, pero como suele ser habitual en estos pequeños relatos que vengo escribiendo desde hace un tiempo, todo tiene un fondo. No suelo dar puntadas sin hilo, aunque haya veces que me disperse un poco. 
En fin, vayamos al grano. Llevo unos días obsesionado con algo. Una idea martillea mi cerebro al igual que el herrero golpea una pieza a la que quiere dar forma en el yunque. Me encantaría tener un perro.
Si, es una afirmación que me ha asombrado incluso a mi. Me encantan los animales, me fascina su comportamiento y la nobleza de la mayoría de ellos pero nunca sentí la necesidad de tener alguno junto a mi. Salvo las tortuguitas pequeñas o los pececitos que apenas sobrevivían a la semana de vida jamás tuve en mi casa un animal y no me preocupaba demasiado, la verdad.
Sin embargo, hace unos días vi un pequeño video de una mujer que grababa a su nueva mascota recién llegada a casa. Era un cachorrito que daba sus primeros pasos por su nuevo hogar, olisqueando y mordiendo una vieja alfombra. Me pareció una imagen tan tierna que me enamoré en un instante de esa raza y me zambullí en internet para averiguar más sobre esos preciosos animales. Era un Akita Inu, un perro desarrollado en Japón para la caza de osos, entre otros animales. Al ver las fotos del perro adulto me enganchó aún más, me pareció extremadamente bello. Pero había otro detalle más que me atrajo, el Akita es un animal increiblemente fiel, crea un vínculo afectivo con su amo muy fuerte y jamás le abandona. Leí durante un buen rato sobre las virtudes de este perro y algo me extrañó enormemente, esa bolita de pelo tan mona que había visto en el video jugando en una deshilachada alfombra estaba considerada en España como una raza potencialmente peligrosa, e incluso me topé con la noticia de un Akita que había matado a un bebe al morderle en el cuello en un descuido de los padres. 
Los expertos decían que para dominar al perro había que ser el macho alfa de la manada, es decir, yo tendría que enseñarle que era el líder. Sino, el perro jamás toleraría una orden mía y mucho menos haría caso de lo que dijera. Para un primerizo como yo sería difícil optar a un perro de ese nivel así que me puse a pensar y de niño siempre hubo otra raza que veía por la calle y hacia que girara la cabeza al pasar a mi lado. De crio el pastor alemán siempre me pareció un lobo, un animal salvaje. Me gustaba la fuerza que transmitía, el poder de su mirada, el ladrido seco y autoritario. El Akita y el pastor alemán son ambos excelentes perros guardianes, no obstante el carácter de cada uno es bastante distinto. El japonés es más solitario, más terco en ocasiones. El ovejero es más trabajador, quiere agradar al amo en cada tarea que realiza. Pero una vez más estaba en la misma tesitura que antes, el pastor alemán necesitaba de un experto dueño que le dijera quien mandaba en la manada. 
El Golden Retriever tiene mirada de bonachón, de compañero de travesuras y juegos. Es la tercera y última raza de la que busqué información. Para un novato era perfecto, un perro listo que sin apenas esfuerzo aprendía las órdenes básicas. El Golden es un animal criado para la recuperación de presas, le encanta por tanto jugar y corretear detrás de una pelota o chapoteando en el agua, un perro muy activo y divertido. Aún así no estaba seguro de poder criar, todo lo bien que debiera, a un perro de tal tamaño y no se me ocurrió otra cosa que pensar..... Bien, ¿y por qué no un gato? Son más independientes, no necesitan de un cuidador tan experto y pueden estar en casa sin salir demasiado. Y con esa idea estuve todo este fin de semana leyendo acerca de diversas razas de gatos y sus características más notables. Tres fueron los que más llamaron mi atención por lo bonito de su manto, sus hipnotizantes ojos y sus elegantes andares. 
El Russian blue (azul ruso) es adorable, parece un peluche. Un gato muy listo y curioso que enseguida coge cariño a los integrantes de la casa. La mascota perfecta si de gatitos hablamos.
El Bengal o Bengalí es un cruce entre dos especies, el de un gato doméstico y un gato leopardo de procedencia asiática. Su manto es lo que lo hace único y por lo que nació esta especie que parece un leopardo en miniatura. Después de varias generaciones hicieron que la parte doméstica de su ADN prevaleciera ante la parte más salvaje y así su naturaleza fuera la de un animal tranquilo y muy sociable con altas dosis de curiosidad.
Por último, pero no por ello menos impactante, el Savannah. Su silueta es impresionante, no en vano este es el mayor gato doméstico criado hasta el momento. Es imponente verle caminar. Tres veces mayor que sus hermanos gatunos es un animal híbrido. Un experimento precioso, y caro. Un ejemplar de calidad puede costar cerca de los 8000€. Es el cruce entre un gato doméstico y un Serval, un gato salvaje de las llanuras africanas. De ahí su exótico nombre, Savannah. Y el increíble resultado de este juego en el que parece haberse convertido la genética es un minino que puede saltar en vertical unos tres metros de altura. Patas fuertes y potentes, muy musculoso y ágil. Es tremendamente veloz. Y pese al gran tamaño y fiereza que se le presupone por herencia ancestral, es muy cariñoso con su dueño y la familia de éste. 
Tres razas de animales que respetan la jerarquía de la manada, como son los perros, me llevaron a otras tres razas en las que lo que impera es marcar el territorio, los gatos. No obstante, aún había un pequeño detalle en el que reparé con tristeza. La vida de esas mascotas era muy corta comparada con la de los humanos. Los perritos rondaban de media entre doce y catorce años, los gatitos alguno más. Eso me dejó pensativo, siendo como soy yo me daría una pena terrible perder a alguien que ha estado conmigo tanto tiempo. Entonces empecé a leer sobre la salud de estos animales y sus enfermedades más comunes, displasia de cadera, moquillo, diversos cánceres, problemas oculares. ¿Cómo sería posible alargar su vida de forma que vivieran sin complicaciones ni achaques más que los debidos a la propia vejez? La solución me vino de una página web en la que decían que los criadores que se especializan en una sola raza escogen sólo a los mejores especímenes para la cría, libres de enfermedades hereditarias. Ellos te aseguraban, mediante el pedigrí, que tu mascota sería descendiente de animales completamente sanos y fuertes. 
¿Es mejor reservar a un animal que aún no ha nacido que adoptar a uno que ya lo ha hecho y darle cobijo para que no acabe en una perrera esperando un desenlace fatal? Pregunta delicada y en la que seré egoísta. Cuando quiero a alguien lo que más deseo es que esté a mi lado eternamente, disfrutando de la vida sin problemas ni enfermedades. Es imposible, lo sé. Pero si me dan a elegir entre un cachorrito que vivirá ocho años y otro que tiene más posibilidades de estar conmigo otros seis años más, sin duda elegiré que me rompan el corazón lo más tarde posible. Como digo, cuestión de egoísmo. 
Todo esto es el cuento de la lechera por supuesto, ya que antes de decidir que raza, de las seis que he mencionado, escogería para ser mi fiel amigo he de contestar a esa sencilla cuestión que me preguntaba ayer al terminar de ver el episodio de "orange is the new black". ¿Soy un macho dominante?¿Podría ser el animal al que la manada siguiera? Mi respuesta fue clara y rotunda. No, yo no me veo como un macho alfa, y quizá por eso jamás tendré un gatito restregandose entre mis piernas ni un perrito que juegue conmigo mientras mueve la cola complaciente. 


jueves, 15 de mayo de 2014

El beso

Necesito escribir, realmente lo necesito. La impotencia me está matando. Puede que sea la única manera de lograr recordar como era su cara.
El deseo por perderme de nuevo en sus ojos es lo que ha hecho que lleve media hora intentando que mi mente vuelva a revivir algo ocurrido tan sólo un par de horas atrás. ¿Tan complicado es? No me he movido de la cama en todo este tiempo quizá para que todo estuviera de la misma forma y así poder repetir ese momento tan increíblemente sensual y mágico. ¡Maldita sea! ¿Por qué me habré despertado justo en ese instante?
Tengo miedo a que esa deliciosa escena se borre de mi mente y pase a formar parte de ese archivo akásico que fluye en el aire. Es un temor real y tangible, ya que cada segundo que pasa su recuerdo se va haciendo más vago y etéreo.
De nuevo ha sido una pelirroja de larga melena la que ha hecho que mi corazón vibre, se desboque y vuelva a latir. Sin embargo era muy distinta a la de ese primer sueño que tuve hace tiempo.
¿Cómo apareció? No lo se, es un auténtico misterio. La primera vez que recuerdo que la vi estábamos en una enorme tienda. Ella caminaba entre estanterías llenas de prendas, observando con deleite todos esos vestidos, pantalones y blusas. Mientras, yo pensaba en otro detalle que me tenía un poco loco. ¿Fuera de la tienda estaba Mario Vaquerizo?¿Y qué hacía en un desfile de Reyes vestido de payaso y con pantalones de colores? 
Aún le daba vueltas al tema de Mario cuando, de sopetón, en ese diáfano local que era la tienda apareció una estructura colgante. Una plataforma sustentada en el aire tan sólo por unos fuertes hilos de acero que venían de un techo altísimo, el cual creo que jamás logré vislumbrar. En ese instante escuché la voz de la pelirroja diciéndome que quería subir, y sin prestarle demasiada atención le contesté que yo esperaría dando una vuelta por abajo. 
Y fue entonces cuando alguien agitó su varita mágica, o quizá cupido lanzara una de sus conocidas flechas, incluso pudiera ser que un rayo de feromonas salidas de su precioso cuerpo acertara de lleno en la diana, justo en mi insensible corazón. Escoged lo que más os guste, pero lo cierto es que empezó a sonar "Lady in red" de fondo en la gigantesca tienda, aunque puede que esa canción sólo estuviera en mi mente. Y ahora que lo pienso, hacía años que no la escuchaba. ¿Por qué aparecería en el sueño en ese momento? En fin, que mientras la música empezaba a salir de algún sitio indeterminado miré hacia arriba buscando esos inexistentes altavoces. Un gesto mecánico supongo, pero que provocó que por fin la viera de verdad. Llevaba un vestido negro, ajustado, en el que no me había fijado hasta entonces. Brillaba, por la acción de unos focos que tampoco conseguía ubicar, lanzando destellos hacia mi. De pronto ella cogió un pañuelo de una estantería y se lo colocó alrededor del cuello y empiezó a bailar siguiendo el ritmo de la música. "....I'll never forget the way you look tonight....".
Incluso ahora, después de unas horas, mi corazón se acelera con ese sensual recuerdo. Ese baile me deshizo por dentro, derritió todas mis defensas y desde ese mismo instante me enamoré perdidamente de esa chica de pelo rojo.
Pasados un par de minutos y queriendo recordar ese mágico momento saqué mi móvil y la grité. ¡No bajes, que voy a hacerte una foto! Se que la llamé por su nombre pero por más que estrujo mi cerebro no consigo acordarme cual era. Sin embargo algo extraño sucedió repentinamente, un giro inexplicable de los acontecimientos. Mientras intentaba enfocar bien con la cámara del teléfono, alguien apareció de la nada y me cogió del brazo. Una rubia me decía algo sonriendo. ¡Ven a ver esto, Rubén! 
¡Dios! ¡No estaba sólo con la pelirroja! Había alguien más en la tienda acompañándonos. De hecho, tengo la sensación de que la protagonista de mi sueño, esa niña del vestido negro, era una amiga de la rubia.  
Un rato después del momento baile estabamos los tres en una zona de la tienda repleta de carritos con ropa colgada. Multitud de perchas sostenían prendas de todo tipo que la pelirroja miraba distraídamente. Paseaba tranquila, rozando la ropa con sus manos y sonriendo cada vez que algo le gustaba. 
De golpe, soltó la bomba. De espaldas, mientras continuaba desechando camisas y faldas que no le llamaban la atención me preguntó.....
- ¿Vas a besarme en algún momento o seguirás mirándome así eternamente?
- Eh.....¿qué? Conseguí decir sorprendido. 
- Esa mirada tuya me pone nerviosa.
- ¿Qué mirada?
Entonces se dió la vuelta y me miró a los ojos. Lentamente se acercó a mi. ¡Esa mujer era tan bonita! Mis palabras jamás podrían hacer justicia ante tal belleza. No soy capaz de poner adjetivos y describir a ese ángel que se movía con decisión y delicadeza hacia mi. 
Tan sólo puedo añadir que yo no estaba nervioso en absoluto, su mirada había evaporado cualquier sensación de intranquilidad. Sentía una paz terrible. La calma antes de la tormenta, sin ninguna duda. 
- Esta mirada. Dijo, acariciandome con sus suaves dedos uno de mis ojos. 
Dejé que llegara con su índice hasta la barbilla. Con los ojos cerrados sentía su perfume, su respiración, incluso llegué a intuir sus latidos a través de los finos capilares de las yemas de sus dedos. 
Abrí los ojos y vi su mirada, esa que ahora no puedo recordar. Era la de una mujer que acaba de rendirse ante lo evidente. Había una atracción entre ambos, química si queréis, 
Acerqué mi mano hacia su cara y ella giró su cabeza para apoyarse en ella. Y entonces lo hice. La besé. Un tímido beso en el que tan sólo nuestros labios se rozaban. Recuerdo que con la otra mano cogí la suya, y sentí su suavidad, su calidez. Me separé un instante de ella mordisqueando levemente su labio y no se como explicar esto, pero apareció una cama delante de mi. ¿Mobiliario de la tienda? La llevé de la mano hasta allí y nos sentamos en el borde. Observé su increíbles y grandes ojos, su nariz llena de pequitas, su largo pelo rojo y de nuevo la besé. Esta vez fue más pasional. Tumbados sobre el mullido colchón dábamos vueltas de un lado a otro sin despegar nuestros labios. Mis manos acariciaban su pelo y cintura, las suyas cogían con fuerza el edredón de tonos azules que cubría la cama. 
Unos minutos después ese beso paró y ella, que estaba sobre mi en ese instante, me dijo...besas bien. Al tiempo que apoyaba y acariciaba con su dedo mis labios, que dibujaban una amplia sonrisa. 
Iba a contestar algo cuando, en un acto de crueldad infinita, me he despertado abrazado a la almohada y con una gran erección.
Ha sido inútil volver a cerrar los ojos y pensar en esa mujer para dormirme de nuevo y continuar ese maravilloso sueño. Al darme cuenta de que sería imposible volver a soñar, he intentado concentrarme en su pelo, su nariz, sus ojos. Pero todas las tentativas han caído en saco roto y me ha sido imposible volver a esa cara. Como último, y desesperado, acto para evocar esos recuerdos he buscado "lady in red" en internet pero lo único que he conseguido ha sido derramar un par de lágrimas al pensar que jamás la volvería a tener en mis brazos. Esa pelirroja se había desvanecido en el mundo de los sueños y nunca más sus labios se unirían a los míos. 
Sin embargo si que hay algo que he conseguido llevarme de ese mundo onírico e irreal. "...I'll never forget the way you look tonight..." Si, jamás olvidaré ese brillante vestido negro.
 




martes, 6 de mayo de 2014

I want to believe

Ross y Rachel. Rachel y Ross. Deseaba que esos dos acabaran juntos de una vez por todas. 
Cada día a las tres de la tarde ponía el plus para ver un nuevo episodio de friends y comprobar si por fin ambos se dejaban de tonterías y se declaraban amor eterno. Ya estaba cansado de que les buscaran parejas imposibles, con las que no pegaban para nada. Esos dos habían nacido para estar juntos y así debía ser, así que cuando vi en el último episodio, justo hace ahora 10 años, que el amor saldría victorioso respiré profundamente y sonreí.  
En una habitación de hotel dos bandos enfrentados se desafían a gritos, los de narcóticos por un lado y los hombres de Drexler por otro. Y en medio estaban ellos, Clarence y Alabama, intentando cerrar el negocio de sus vidas. Pero la cosa de pronto se desmadra y, en esa habitación de hotel de Los Angeles, empieza la locura en forma de lluvia de balas. Cuando en ese instante vi que a Clarence le impactaba uno de esos proyectiles perdido en ese tremendo caos, mi corazón se encogió y grité un no entre indignado y triste. Quizá no fuera tan espectacular como el lamento de la señorita Worley al ver a su querido Clarence allí tirado con la cara desfigurada, pero sinceramente quise atravesar la pantalla y liarme a tiros por pura venganza. Pero esa sed de sangre pasó a los pocos segundos al ver que no había muerto y que esa bala tan sólo le había rozado. Si, el amor triunfaba de nuevo. Clarence y Alabama tendrían un hijo al que llamarían Elvis y vivirían felices el resto de sus tranquilas vidas. 
Estaba en el cine, tendría 19 años y la sala estaba prácticamente desierta. En un instante, sentado en esa butaca, todo mi mundo se precipitó hacia un oscuro vacío y rompí a llorar como un crio al ver que le habían disparado, Guido había muerto fusilado por un jodido nazi. Jamás vi a un personaje como el que interpretaba Roberto Benigni, lleno de vitalidad y alegría. Ese tipo era genial y ahora estaba muerto, no lo podía creer. Me negué a pensar que jamás volvería a ver a su princesa y al salir del cine aún llorando me imaginé que Dora y él se reunían mientras los soldados americanos liberaban a la gente del campo de concentración. Cerré los ojos y vi a ese italiano, menudo y extremadamente delgado, saliendo del oscuro callejón donde había sufrido ese traicionero disparo y arreglándose un poco el pelo ir al encuentro de su maravillosa Dora. ¡Buenos días, princesa! Le diría con una amplia sonrisa mientras la abrazaba y la besaba y el pequeño Giosué, se agarraba a su cintura y gritaba....¡papa, papa, hemos ganado el tanque! ¿Verdad que si? Quizá sea por eso que a partir de ese día me prometí que cuando amara a alguna mujer, todas y cada una de las mañanas que estuviera a su lado le daría los buenos días de una forma especial. Guido no habría muerto en vano, su espíritu seguiría en mi. El romanticismo no moriría mientras yo creyera en el amor verdadero y eterno.
Siempre he creído que alguien en algún lado me amaría, que al despertar pensaría en mi. Quizá al tomarse el primer café en el trabajo su mente la llevaría hasta la noche anterior cuando, tumbados en el sofá, le acariciaba la mano al ver juntos la tele. Y que al comer me echaría tanto en falta que me llamaría por teléfono y le diría cuanto la amo y que mi existencia no tendría ningún sentido sin ella a mi lado. Desde que fui un adolescente soñé que abrazaría a una preciosa mujer por las noches, jugando en la cama entrelazando las piernas. 
Pero lo más sorprendente es que tuve todo eso, y mucho más. Mi sueño se cumplió. Entonces, ¿por qué cuando me pidieron dar un paso más no lo hice? Esa pregunta me rondó por la cabeza durante varios meses. Hasta que decidí que era una tontería seguir dándole vueltas y empecé a conocer a otras mujeres. Si ella no era mi princesa, quizá mi destino aún estuviera esperándome en algún lugar.  Sin embargo cometí un error, un fallo que me hizo sentirme mal. Comencé a dar los buenos días a varias mujeres a la vez. Durante un par de meses, puede que alguno más, cada mañana escribía a 10 o 15 chicas. Se suponía que debía ser un mensaje especial de buenos días, intentaba que fuera distinto cada mañana y para cada chica. Era realmente agotador, toda mi capacidad inventiva estaba a punto de desbordar. Mí objetivo no era camelarlas y llevarlas a la cama, eso creo que todas lo tenían claro. Mi único propósito era enamorarlas como Guido hizo con su principessa y ahí es donde estaba mi error. 
Yo no se jugar a lo que juegan los demás. Una mañana me sentí horriblemente mal. Entre mensaje y mensaje levanté la cabeza y miré por la ventana del autobus. Cuando aparezca esa mujer especial, ¿qué mensaje de buenos días distinguirá a una de otra? Desde ese momento no pude escribir más mensajes de ese estilo. 
Algunas de esas chicas desaparecieron por creer que ya no deseaba saber de ellas, otras siguieron escribiendo preguntándome el motivo de mi silencio. 
No es que no pensara en esas mujeres al escribirme con ellas, tan sólo es que quiero que esa mujer que me enamore se sienta especial. 
No me imagino a Roberto Benigni dando los buenos días a otra que no fuera su principessa, ni a Alabama llorando por otro hombre de la forma como lo hizo al creer que Clarence estaba muerto, ni tan siquiera se me puede pasar por la cabeza otro final de friends en el que Ross no acabe con Rachel. 
Sé que en algún lugar se encuentra esa mujer que se merece mis besos, mis caricias y mis buenos días. Tiene que existir esa chica, lo sé. Esta historia tiene que acabar bien, no puede ser de otro modo.
Necesito y quiero pensar de esta forma, porque yo soy así. Simplemente por eso, creo en el amor verdadero y el destino. La inquebrantable fe en esos conceptos ha hecho que cada día de mi vida tenga ganas de levantarme. Cuando tuve el amor y ahora que no lo tengo. 
Quiero creer, necesito creer. 





miércoles, 23 de abril de 2014

La camisa de Abercrombie

Cierto día de hace un par de años tenía en mis manos una camisa, y una importante duda me inquietaba de tal forma que no había manera de salir de ese atolladero. ¿Me la compro? Indeciso, la dejé de nuevo en el estante posando mi mirada en una camiseta que había al lado.
Me encontraba entre los pasillos del Abercrombie & Fitch del centro comercial del hotel Caesar Palace, en Las Vegas. Cuando llegamos a la tienda llevaba ya un rato dando vueltas mirando escaparates, admirando la belleza de ese mundo irreal, llamado The Forum Shops, cubierto por un cielo azul de pega que escondía al aunténtico, mucho más luminoso y de un azul más....azul y cálido.
Seguramente mi asombro tuviera cierta mirada nostálgica y triste. Es probable que caminara con algo de desgana por los pasillos del centro comercial, suspirando de vez en cuando y apretando fuerte la mano de quien dejaba que me guiara por aquel laberinto lleno de bonitos escaparates. Ese día era uno de los últimos que pasaría de vacaciones y quizá esa fuera la última compra que haría ese verano.
Sin embargo esa melancolía se mantuvo fuera de las puertas de la tienda. ¿Por qué me gustaba tanto ese lugar? El ambiente oscuro, la música bien alta, gente por todos lados, chicas guapas doblando ropa. No se, es un cúmulo de pequeñas cosas que hacen que probablemente sea la tienda en la que pasaría algo más de 20 minutos sin cansarme. 
Pues bien, yo seguía dando tumbos entre salita y salita de la tienda sin saber muy bien que comprarme en esa ocasión. Y de nuevo volví a por la camisa, la desdoblé para verla mejor. ¿La pillo? Pregunté a mi acompañante. Ella asintió con la cabeza, y pronunció unas palabras para convencerme. Llevas mucho tiempo queriendo comprarla, hazlo. ¡Llévatela!
Y era cierto, esa camisa la había visto cuatro o cinco años antes por primera vez. Me enamoré de ella a primera vista. 
Una bonita tarde de Agosto paseando por el centro de Santa Monica me entró frio. Se había levantado algo de viento y tan sólo llevaba una camiseta en lo que debía ser un día caluroso de playa. Pero no fue así, hacia una rasca importante pero no quería volverme aún a Los Angeles así que cuando andando por la avenida peatonal me topé con una tienda de Abercrombie no me lo pensé dos veces y entré a mirar alguna cosa que me abrigara. Nada más traspasar la puerta, un chico con una enorme sonrisa nos saludó. Hi, how are you doing? Yo respondí con otra sonrisa y un tímido hi. Fue entonces cuando tuvo lugar el flechazo. No, no soy gay. Ese sentimiento no era causado por la mirada de ese tio de cuerpo escultural. Fue algo realmente extraño, ese chico llevaba unos vaqueros ajustados y una camisa de cuadros. Era roja de pequeños cuadritos azules y manga larga que llevaba recogida a la altura casi del codo. Es muy raro en mi, pero en ese preciso instante tuve la imperiosa necesidad de tener esa camisa. La quería, deseaba ponérmela. ¿Por qué esa camisa? Me he preguntado en varias ocasiones. Hay muchas de ese estilo, con cuadros de distintos colores y tamaños. Y sin embargo era esa la que ansiaba tener, no cualquier otra. Aquel día busqué ese modelo, miré las tallas. Cogí la S pero no me la probé. Quizá hacia demasiado frío para comprármela en esa ocasión en la que necesitaba algo que abrigara un poquito más, me dije devolviéndola a la percha y colgándola de nuevo. Entonces, volviendo a lo que me había llevado a la tienda en un primer momento, fui a la sección de sudaderas y vi una que me gustó de color beige, y sin dudarlo ni un instante pagué y al salir de la tienda le quité la etiqueta y me la puse. Ahora ya no sentía el frío viento en mi cuerpo, pero durante unos minutos no pensé en eso. En mi cabeza rondaba una idea, reservar 79$ para comprar esa camisa cuando viera otra tienda de Abercrombie & Fitch.
Pero la vida a veces es muy curiosa, y pese a que después de Santa Monica estuve en bastantes ciudades en las que había un A&F y siempre me dejaba caer por allí, nunca compré esa camisa. Así llegué a ese instante de hace casi dos años en el que en medio del barullo de la tienda de Las Vegas, llena de gente, me debatía entre dos opciones. ¿La compro o no? Ese dilema existencial que venía persiguiéndome desde hacía tanto tiempo quedó resuelto como despacho casi todas mis dudas, dejándolo para más tarde. Bueno, dije, si al final no me compro nada en el outlet cuando vaya, me pillo la camisa el último día. 
Ayer pensé en ello de pronto. Sentí curiosidad por saber cual era el motivo de no haber comprado nunca esa camisa y me he dado cuenta de que hago algo muy similar con las mujeres. 
He conocido a algunas personas interesantes en el último año pero en especial me he encontrado a tres o cuatro chicas con las que me entiendo bien, personas muy agradables por las que sin duda me preocupo y siento algo así como cariño. Bien, diréis, ¿y cuál es el problema? Pues que jamás las he visto en persona aunque ellas me han dejado claro que quieren verme y abrazarme como hacen los amigos de verdad. Alguna vez me dicen que no lo entienden, incluso me preguntan si es que no tengo interés en que seamos amigos. Y nunca supe explicárselo a ninguna de ellas de una forma satisfactoria. Tan sólo, después de divagar por los distintos motivos que se me ocurrían, podía decir...yo soy así. 
Pienso en esa camisa que siempre dejé colgada en la tienda, que ni tan siquiera me probé una sola vez y me pregunto, ¿es posible que en el fondo tenga miedo de tenerla en mi armario?¿será que creo que a mi jamás me quedará igual que al maniquí o al tío de la tienda de Santa Monica?¿quizá prefiero que se quede en la tienda y soñar?
Es inevitable extrapolar, y meditando sobre todo esto cuestionarme algo. ¿Antepongo los sueños a la realidad?¿Escojo el camino más sencillo en vez de enfrentarme al mundo tangible y real?
El recuerdo de esa camisa roja de cuadritos azules me ha entristecido un poco, pero los pensamientos se desvanecerán con el tiempo para formar parte del aire que nos rodea y seguiré siendo un niño soñador que un día se enamoró de algo que tenía un miedo terrible de poseer. 
Por eso escribo la entrada de hoy, para recordarme cuando lea estas palabras que la vida no sólo es cerrar los ojos e imaginar que soy un pirata, o soñar que una preciosa chica me vendrá a buscar, me cogerá del brazo y me dirá, ¡eh tu! Si tu, el estúpido que sólo sueña. ¡Ven aquí y bésame!
No, creo que eso no sucederá nunca y supongo que en algún momento tendré que enfrentarme a mis miedos y mis deseos y entrar en Abercrombie, comprar esa maldita camisa y ponérmela para ir a cenar con una de esas amigas a las que tanto aprecio. 
Quizá mañana.

lunes, 31 de marzo de 2014

¿Belstaff o H&M?

Cuentan los viejos libros que antes de que naciera la humanidad entera, una sabiduría infinita y todopoderosa creó la luz y la oscuridad, los rios y mares, la tierra y las nubes. 
Una vez hecho el trabajo más complejo a priori, ese Ente totalmente loco, por lo que se pudo comprobar unos instantes después, se rascó la cabeza y dijo...aquí me falta algo, ¿no? Efectivamente, su sapiencia extrema no estaba exenta de estupidez porque se le ocurrió que su creación no estaría completa si no había quien habitara ese mundo tan perfecto que acababa de dar a luz. Así que, ese poderoso Ser, hizo aparecer a un ser humano llamado Adán. Por supuesto, para que el chico recién llegado a ese nuevo mundo se divirtiera pisando charcos en el bonito e idílico Paraíso, el bondadoso Ser le dió una compañera de juegos, Eva. Y aquí viene la soberana tontería del Ente creador que puso sobre la tierra a ese par de almas cándidas. Quiso que esos dos se comportaran como él mismo, se propuso que su última creación fuera perfecta. Adán y Eva serían unos modelos impecables de él, a su imagen y semejanza como rezan esos antiguos tratados sobre la creación de nuestro mundo. Una entelequia, la cuadratura del círculo. ¿Cómo un Ser supremo e infinitamente sabio no supo ver que eso era imposible? Y encima, el pobre iluso para más inri, puso a la parejita un árbol de dulces y jugosos frutos delante de sus narices y les dijo.....Niños, niños, niños. Escuchadme atentamente, no seáis revoltosos y comáis el fruto prohibido del árbol de la sabiduría. ¿De acuerdo?¿Me habéis entendido? Adán y Eva se miraron con cara de pillos y asintieron con una sonrisita en el rostro. Si, señor. ¡Jamás cogeremos nada de ese bonito árbol! Dijeron ambos al unísono. ¿Pero quien podría resistirse? ¡Coño! Hasta yo mismo habría esperado que el magnánimo Ser se diera la vuelta para dar un bocado a una de esas frutas y sin necesidad de que una malvada serpiente me comiera la oreja contándome las alabanzas del arbolito de marras y lo que disfrutaría saboreando tan delicioso manjar. Si, yo le hubiera hincado el diente a la manzana del pecado original. ¿O quizá no?
El sábado por la mañana me encontraba tirado en la cama, no me apetecía hacer nada. Miraba el techo sin más, escuchando la lluvia golpear la ventana. De pronto una palabra apareció en mi cabeza. Belstaff. 
¿Cuanto costaría una cazadora de Belstaff? Me pregunté. Curioso, cogí el IPad y tecleé en el buscador. Nada más entrar en su página web vi una foto. David Beckham posaba con una de ellas, un modelo en marrón oscuro que le quedaba como un guante, perfecta. ¿Me quedaría igual a mi? Cerré los ojos y me imaginé con la cazadora puesta junto a David y salvando las distancias, creí que incluso yo estaba más mono con ella puesta que él. Vale, puede que exagere, pero tan sólo un pelin de nada.... Estuve un buen rato mirando modelos y colores. Vi una que me llamó poderosamente la atención, tanto que me di de alta en su web y la metí en el carrito de la compra. Y de pronto me dije, ¿para que quiero una cazadora? Ya tengo. Y de comprar otra, ¿por qué no una de H&M, Zara o Springfield? Y sólo pude contestar.....¡Es que es tan chula!
El antojo de lo que no tenemos, el interés por lo prohibido, el capricho de querer acariciar con nuestras propias manos lo que nos esta vedado. Todos hemos tropezado con esa enorme piedra pese a que se ve desde lejos. Adán, Eva, yo mismo. 
Hace cuatro o cinco años me encontraba sentado frente a la tele. Veía una película mientras cenaba, lo recuerdo bien. El puente sobre el río Kwai. Había aprovechado que ella no estaba para ponerla, ese tipo de historias no le gustaban demasiado. Hacia la mitad de la película el móvil vibró, un mensaje. En un principio creí que era ella dándome las buenas noches desde la cama de su hotel, sin embargo el sms que leí fue de alguien que no esperaba que me escribiera. Una mujer a la que había conocido mucho tiempo atrás.
- ¿Qué tal te va? 
- ¡Hola, cuanto tiempo! Bien, ¿tu como estas?
- Cansada, acabo de llegar del curro.
- ¡Que tarde! Abusan de ti, rubita.
- Ya, pero no tengo más remedio, hay que pagar el piso. ¿Qué haces?
- Viendo una peli tirado en el sofá. 
- ¿Solito?
- Si, ella se ha ido unos días a Londres.
- ¿Te apetece que nos veamos mañana? Tengo un par de horas libres, te invito a comer en mi casa.
- No se, ¿tu casa?
- Si, bueno, o en cualquier sitio. 
- Venga vale, mañana por la mañana te llamo y me das la dirección. 
- Muy bien, entonces a dormir que se me cierran los ojos ya. Besos.
- Besitos guapa.
Al terminar la conversación en la tele aún seguía el puente sobre el rio, pero en ese momento ya no hacia mucho caso a las peripecias de los soldados ingleses que intentaban volarlo. Le di al pause y me quedé mirando a la nada, pensativo. 
Me había tanteado en otras ocasiones, sin embargo nunca di ese paso. Y aquel día acepté, ¿por qué?
Negar que ella me gustaba seria mentir, pero no iba detrás de un polvo. Si tan sólo fuera eso habría dicho que no sin dudar, el problema estribaba en que su personalidad me atraía de veras. ¿Pero tanto como para engañar a la mujer a la que amaba? Un juego peligroso, sin duda. Quise mentirme pensando que sólo era una comida entre amigos, lo malo es que para nada lo éramos. ¿Qué es lo que quería ella?¿Y yo? Otro par de años antes recibí otro enigmático mensaje desde su teléfono. Hola Rubén, mi padre ha muerto. Esa noche yo leía tumbado en la cama, mi ex dormía junto a mi. Lo siento mucho, contesté. ¿Quieres hablar? Añadí. Silencio hasta un año más tarde. Cuatro o cinco mensajes más y desaparecía como engullida por la niebla. Hasta aquella noche del puente y el río Kwai. 
¿Por qué acepté ir a comer con ella? Quería tener lo que no tuve diez años atrás. O al menos tener la posibilidad de poseer algo que anhelaba, su deseo por mi. Ansiaba oír algo del estilo Rubén me gustas, vayamonos lejos tu y yo. Huyamos donde las caricias sean eternas y el amor no se marchite.
Sentado en el sofá, con la película aún en pause, pensé en todo esto durante un par de horas. Cansado de darle vueltas al asunto me fui a la cama con la mente abotargada, unos minutos después caí en un sueño profundo del que desperté al día siguiente con el ruido de la alarma del móvil. Al apagarla vi un mensaje escrito una hora antes. "Buenos días cariño, te amo."
Recuerdo que lloré. No fue una llorera desconsolada, tan sólo unas cuantas lágrimas que acabaron humedeciendo la almohada. Cinco minutos después volvió a sonar la alarma y me sacó del trance. Esta vez la apagué bien y mandé dos mensajes antes de meterme en la ducha.
"Lo siento, me viene mal quedar a comer hoy. Un beso, ya hablaremos."
"Buenos días ricitos, yo también te amo. Más que nunca."
De ella no supe más, jamás volvió a escribir. Fui yo quien lo hizo cuatro meses después de que mi historia de cuento se terminara. Un tímido saludo, un simple que tal. Pero no hubo respuesta. Definitivamente se desvaneció como si nunca hubiera existido.
Mi ex nunca supo de esta pequeña tribulación. Jamás escuchó de mis labios que al final si que rechacé esa fruta del árbol prohibido. Nunca creí que fuera demasiado reseñable, al fin y al cabo en ningún momento supe a ciencia cierta lo que ella buscaba.
Alguno, llegados a este punto, podría decir que Beckham juega en ambos bandos. Lleva cazadoras de Belstaff y calzoncillos de H&M. ¿Podría hacer yo lo mismo algún día? Obviamente mi respuesta en un no rotundo. ¡Esos calzoncillos blancos que lleva son terriblemente feos!





jueves, 27 de marzo de 2014

El día que murió Michael Jackson

Corría el mes de Junio del 2009. Finalizaba un mes bastante estresante al que seguiría otro no menos agobiante. Estaba, pues, en ese impasse que marcaba la unión de esos calurosos días del comienzo veraniego en Madrid. 
A pesar de que en unos quince días me mudaría de casa, me desperté sin prisa alguna. No había muchas ganas de empaquetar cosas, mi casa era un batiburrillo de cachivaches y papeles inservibles. Cosas que guardé quien sabe por qué extraño motivo, bueno, en realidad si lo sé. Me da pena tirar cualquier cosa que emocionalmente signifique algo para mi, desde un resguardo de un ticket de parking de aquel día que fuimos al teatro a ver ese musical que tanto me gustó hasta una factura del restaurante en el que me tomé ese solomillo tan jugoso contemplando una bonita sonrisa frente a mi, pasando por una simple nota de tiende la lavadora cuando te levantes, porfa. En fin, que serían las diez o las once de la mañana cuando abrí los ojos despertado por alguna sirena de ambulancia o quizá por algún bocinazo de un nervioso conductor. Cosas de vivir en el Paseo de la Habana, en un tercero cuyas ventanas apenas cerraban. El caso es que, como hacia cada mañana al despertar si ella ya no estaba en casa, cogí el móvil para mandar un mensaje de buenos dias. Pero algo evitó que lo hiciera en esos instantes, tenía un par de mensajes sin leer. Así que con la mirada aún borrosa y los ojos medio entornados intenté descifrar lo que decían. "Buenos días cariño, me acabo de enterar de que Michael Jackson ha muerto. ¡Qué fuerte!". "He hablado con Tony y Laura, dicen que todo parece indicar que ha sido un suicidio." La verdad es que la noticia me dejó algo perplejo. No soy el fan número uno de Michael, ni tan siquiera el un millón pero sin ninguna duda fue alguien que marcó tendencias en el mundo musical y visual. Una persona a la que admirar por su talento creativo. 
Sin contestar a esos mensajes fui al salón y puse la tele en busca de alguna noticia más detallada de lo que había sucedido. Cambié de canal un par de veces hasta que vi que en Antena 3 estaba Susana Griso entrevistando a Tony, creo que por aquel entonces era el presidente del club de fans de Jackson en España a parte de un buen amigo de mi ex. Encendí el DVD y pulsé el botón de rec. Entonces fui al armario que hacía de despensa, me agencié un bollito (seguramente de chocolate) y me senté en el sofá a escuchar que diablos había pasado para que el mayor talento musical desde Elvis Presley se quitara de en medio de esa forma tan dramática. Al rato contesté a esos mensajes que tenía pendientes al despertar. 
Un par de meses después estaba delante de la estrella de Michael Jackson en el paseo de la fama en Hollywood Boulevard. Era un viaje planeado con antelación a su muerte, pero no quise pasar la oportunidad de visitar ese lugar. Alrededor de su nombre había flores y velas que la gente aún seguía llevando pese a los casi dos meses que habían pasado desde ese día de finales de Junio. Y allí, en ese mismo instante en mitad de Hollywood levanté la mirada hacia el cielo azul y sin nubes de Los Angeles y dije... Siempre escucharé tus canciones. Después saqué la cámara de fotos y como cualquier turista, de los muchos que había esa mañana en el centro de la ciudad californiana, continué sacando fotos de las estrellas dibujadas en el suelo. 
¿Por qué hablo hoy de Michael Jackson? Simplemente porque siempre me fascinó el personaje. No me refiero a su vida llena de supuestos escándalos de abusos a menores, o su extraña unión con la hija de Elvis, ni hablo de su inquietante adolescencia o niñez. Lo que de verdad me atraía de él era su modo de bailar y moverse, su forma de cantar, su increíble visión para el espectáculo.
Permitidme que cuente otro recuerdo al hilo de todo esto. 
Llegué rendido al hotel, había pasado horas y horas recorriendo las calles y avenidas inmensas de esa preciosa ciudad. Probablemente habría estado paseando por Central Park, o quizá me había dejado caer por Chinatown para regatear por algún reloj de imitación, incluso puede que me pasara la tarde por la quinta avenida mirando escaparates para finalmente caer en la tentación de entrar en alguna de esas elitistas tiendas y comprar algún detallito, un pañuelo o cinturón que llevara la marca impresa. Esto último quizá no fuera idea mía pero en pequeñas dosis también me parecía divertido. En fin, que me diluyo....pues eso, que estaba muerto al subir a la habitación y me derrumbé en la cama. Puse la tele mientras me quitaba la ropa y cambié canales. CNN, Fox, ESPN, The Weather Channel, TNT, ABC, CBS....De pronto me detuve en uno. Un jovencísimo Travolta, con camisa roja ajustada y chaqueta de cuero negro, caminaba con paso seguro por las calles de Brooklyn al tiempo que sonaba Stayin' Alive de los Bee Gees. ¡Si! Estaba empezando Fiebre del Sábado noche. Desde ese instante no pude dejar de mirar la pantalla. Intuí que alguien me dió un beso y me dijo algo así como buenas noches junto a un te quiero que me pareció muy lejano. Pese a haber visto esa película bastantes veces el magnetismo de Tony Manero me atrapó como nunca. ¡Quiero ser como él! Me decia una y otra vez. ¡Quiero bailar como Tony!
El prototipo de hombre que me gustaría ser, y al que en nada me parezco. Quizá sólo en un pequeño detalle, yo también me cepillo el pelo delante del espejo. 
Seguro de si mismo, prepotente, vacilón, sabiendose el mejor dentro de la pista de baile. Como algunos dirían ahora, Manero es el puto amo. Y una escena habla por sí misma....Llega a la disco justo instantes después de verle en su 'beauty moment' delante del espejo, amén de su sesión de posturitas al estilo de que bueno estoy y que culito tengo. Bien, pues nada más entrar en la zona de baile una chica le ordena...¡kiss me! A lo que Travolta no hace mucho caso pero ella una vez más grita ¡¡kiss me!! Que diablos, soy Tony Manero, ¿qué otra cosa puedo hacer? Sin pensarlo más la besa, por supuesto. Y como no podía ser de otra manera ella queda tan satisfecha que lo compara con un beso de Pacino, el Brad Pitt de aquellos años, o quizá el Clooney. Para gustos, los colores. Manero tan acostumbrado a tanto piropo sigue moviéndose como si tal cosa, deleitando a hombres y mujeres por igual.
Desearia ser asi, salir a la pista y sonreír a la rubia de turno que observa con ganas de conocerme o a la morena de cuerpo increíble que intenta cautivarme con su mirada. Deslizarme bajo la bola de brillantes luces y conquistar a golpe de cadera. Pero no soy ese, desgraciadamente mis movimientos no son ni la milésima parte de los de Manero o Michael Jackson. Y mira que lo intento, en la intimidad claro esta (aunque se han podido ver un par de vídeos por mi perfil de Facebook haciendo de las mías, es decir, el tonto). Pero no no hay manera, no consigo movimientos fluidos.....será que tengo que practicar más. O puede que necesite primero algo de beber antes de salir a comerme el mundo. Así que, como diría Tony, ¡Ponme un 7/7 nena!