La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

jueves, 31 de enero de 2013

Memoria

¿Qué es lo que hace que recordemos unos hechos determinados y otros pasen a formar parte del olvido?
El cerebro es algo intrincado, ni lo comprendemos ahora ni en un futuro próximo. En alguna ocasión he escuchado que solo utilizamos el 10% de la capacidad de este. ¿Qué hay del resto?¿Por qué no podemos más que vislumbrar nuestro potencial?
Ayer hablé con dos personas de mi pasado más lejano. Dos personas que fueron una fracción importante de mi niñez. Al menos ese es mi recuerdo. Sería interesante ver que recuerdan esas dos personas de mi. Se lo preguntaré algún día. Bueno, una de ellas me dió un par de nombres, personas que como ellas dos fueron a mi clase de pequeño. A una de ellas no la recuerdo y la otra tuve que pensar varios minutos hasta caer en la cuenta. Sin embargo, de las personas con las que contacté ayer, recordaba sus apellidos. Incluso hay un par de personas más que también puedo decir sus nombres completos. ¿Por qué?¿Fueron más importantes para mi?¿Me caían mejor?¿O sólo es que tenía más trato con ellos?
La mente juega con nosotros a veces. Es curioso pensar, y a todos nos ha pasado esto, que en un examen no podemos recordar algo que hemos leído un par de horas antes y si que recitamos el estribillo de la canción que suena por la radio.
Cuando menos esperamos nos vienen a la mente datos que parecen ser irrelevantes para la vida diaria. De pronto el nombre de un actor te viene a la cabeza y piensas, ¡vaya, me gustaría ver de nuevo esa película! O quizá estas leyendo el periódico y tu mente deambula por sus pasadizos secretos y saca a colación un escritor del que te apetece leer algo en ese instante.
Ayer, me di cuenta de lo asombroso de la memoria. Vi alguna foto de esas personas y cientos de recuerdos vinieron a mi, inundando de nostalgia mi frágil mundo en el que ahora me encuentro. Recordar la infancia no deja indiferente. Algunas personas tendrán recuerdos buenos y otras malos. Los míos en general son de esos que te hacen sonreír. También quizá porque tendemos a sacar a la luz la historias felices y puede que algún asunto turbio quede enterrado bajo miles de neuronas. Quien sabe. Pero sin duda es fascinante pensar que después de tanto tiempo una mirada, unos simples ojos pueden llevarte tan lejos en el tiempo. Será porque esa mirada la tenía grabada a fuego en mi mente.
Una cara hace que vueles 25 años atrás. La máquina del tiempo más efectiva hasta el momento. La memoria. Claro que sólo funciona para un sentido. ¡Vaya por dios!
Interesante es el tema de lo que podemos hacer o no. Me explico, los mentalistas, psíquicos, sensitivos, y todo ese tipo de personas dicen que son capaces de realizar funciones para las que la gente de a pie, tu y yo, no soñaríamos con hacer. Mover objetos, leer pensamientos, intuir donde se encuentra una cosa o persona, ver a través del tiempo, bilocaciones, etc, etc. Todo eso, que es discutible, se produce mediante un ejercicio mental. Es decir, esa gente utiliza más del 10%. ¿Cómo?
Gente excepcional, sean engaños o no. Si es cierto, da miedo. Sino, se lo han currado bastante. En cualquier caso son personas fuera de lo común.
Más fácil de probar son ese otro tipo de gente cuyo coeficiente intelectual es superior a la media. Su cerebro trabaja más rápido, es más ágil, más potente, más efectivo. ¿Por qué unas personas tienen ese don y otras nos tenemos que conformar con leer mil veces una cosa para memorizarla?
Según las teorías de Darwin, el naturalista, el ser que mejor se adapta es el que sobrevive. El que perpetuará sus genes para el futuro. ¿Cuál de las especies es la que sobrevivirá? ¿Los que somos gente corriente o los que extrañamente tienen un don excepcional?
Me da a mi que la mediocridad gana la batalla. Ahora vale más ser un pirata que un navegante. Los corsarios se adueñan del mundo mientras los exploradores se agazapan esperando no ser aniquilados.
En fin, yo me quedaré con mis recuerdos de niño. Época en la que solo pensaba en jugar, reír, y por qué no, mirar a los ojos a una pequeña niña con sonrisa risueña. ¡Ah, que tiempos!



miércoles, 30 de enero de 2013

Las Moiras

¿Sería mi vida distinta de haber tomado un camino distinto?¿Qué habría pasado si hubiera cogido otra bifurcación?
Preguntas que todo el mundo se ha hecho en un momento u otro de su vida.
Hace ya algunos años me encontraba estudiando en una biblioteca municipal. Iba allí cada día durante el mes que duraba el periodo de exámenes. Un día me fijé en una chica que estaba en la mesa de enfrente. Me llamó la atención por su mirada. Recuerdo que usaba gafas y eso le daba un aire más interesante. No se el motivo, sinceramente. El caso es que cada vez que ella levantaba la vista de sus apuntes yo me volvía loco, me quedé prendado de esos ojos, de esa expresión, de esa mirada. De vez en cuando sonreía y susurraba algo a los que compartían mesa con ella. Amigos suyos de clase supuse. Aquel día me enamoré en un instante, un amor intenso pese a ser repentino. De pronto deseé estar a su lado, sentir su mirada, sentir su piel, sentir cada suspiro. En un momento salí a la calle a descansar de mis estudios y unos minutos después ella salió con sus amigos. Y entonces escuché su voz. Angelical. Sólo puedo describirla así. No solo tenía unos ojos cautivadores sino que su voz era tan dulce y suave que la hacía casi irreal. Era como una ninfa, un ser realmente bello, lleno de vida.
Al día siguiente la volví a ver. Intenté ponerme en su misma mesa pero ya estaba completa. La sala estaba muy llena y me senté en la otra punta de la biblioteca. Estuve triste todo el día. Tal impacto me causó esta chica. Al tercer día no la vi y acabé por pensar que era una tontería engancharse por alguien de esa forma, un pensamiento quizá para protegerme de mi mismo. Pero al cuarto día sucedió algo que me dejó confundido. Llegué al abrir, a eso de las 9 de la mañana. Me senté en una mesa cualquiera de una zona tranquila de la sala alejado de la puerta donde nada pudiera despistarme. Un par de horas más tarde alguién se sentó justo a mi lado. Si, era ella. Alucinado y nervioso a partes iguales no daba crédito a la coincidencia. Ella no me habló, ni siquiera hizo gesto alguno de que no fuera otra cosa que una pura casualidad. ¡Dile algo! Me repetía una y otra vez, pero no me lancé. Por la tarde me arrepentí tanto que me dije que tenía que hacer algo y pensé de que forma podría conocerla. Y se me ocurrió una cosa tan absurda y loca que quizá pudiera funcionar. Escribí una poesía. Y se la pensaba dejar encima de sus apuntes en cuanto ella saliera a tomarse un respiro. Mi plan solo funcionaría si todos los de la mesa se iban al mismo tiempo y si yo reunía el valor para hacerlo. Ambas cosas se dieron a media mañana del día siguiente. Me acerqué a una estantería con libros que había cercana a su mesa y disimuladamente deslicé el papel encima de sus apuntes. Volví a mi sitio y esperé. Minutos lentos, interminables. Pero al fin apareció y leyó la poesía. Pude ver la expresión de su cara desde mi sitio y sonrió y yo me sentí el chico más feliz de todo el maldito planeta.
Mi plan tenía un pequeño fallo, ella no sabía quien era yo. Y en la nota solo escribí la poesía. ¿Cómo diantres iba a decirle que era yo el poeta? Seguía siendo un desconocido para ella y eso anuló la euforia inicial. ¡Maldita sea! ¿Qué podía hacer? Pues, evidente, escribir una segunda nota. Esta vez, además de alabar sus encantos, le pedía una cosa. Le puse que si le había gustado la poesía que al día siguiente llevara una camiseta azul. ¿Quien era yo para exigir? Nadie, pero tenía que estar seguro de que le había gustado y que no estaba haciendo el ridículo más espantoso. Repetí el proceso para dejar el papel sobre su mesa y esperé de nuevo. Esta vez al leer ella la nota miró hacia todos lados observando a todos los que allí estábamos. Pensé que no le había gustado esa intromisión y dudé de todo cuanto había hecho. ¡Estás loco Rubén! Me repetí mentalmente.
Al día siguiente ella vino solo por la tarde, pero adivinad de que color era la camiseta que llevaba puesta. ¡Azul! ¡Dios, me estaba siguiendo el juego!
La tercera nota fue más difícil de escribir. ¿Le decía ya quien era o jugaba un poco más? Me decidí por mantener el misterio. Le propuse salir a una hora determinada a la puerta de la biblioteca. Tampoco quería alargar mucho la intriga porque los días iban pasando y no estaba seguro de verla de nuevo al día siguiente. Así que en la nota no decía quien era pero ya iba siendo hora de darme a conocer. Nervioso puse la nota y esperé a su reacción. La leyó y se la guardó.
Yo la citaba para el día siguiente por la mañana a las once en la puerta. ¿Iría? ¿Estaría enfadada? Bueno, pronto lo descubriría.
Biblioteca municipal. 11:00 de la mañana. A finales de Junio. Calor. Nervios. Curiosidad. Y por fin, llegó. Preciosa, como todos los días anteriores. Y hablamos. Me dijo que se llamaba Susana y que estudiaba derecho, ese año era el último. Era mayor que yo. Me confesó que le había gustado la poesía. Que al principio pensó que era una broma de sus amigos. Charlamos durante veinte minutos, quizá media hora. Una chica muy simpática. Pero mi círculo y el suyo no intersecaban. Me quedé con buen sabor de boca, al menos por haberlo intentado.
En Septiembre volví a verla, más guapa si cabe por el moreno del verano. Y nos saludábamos todos los días. Ella ya sabía quien era yo.
Esta historia no llegó a nada, pero ¿habría sido mi vida distinta si no lo hubiera intentado? Mi respuesta es afirmativa. Este hecho me dió la confianza necesaria para otras empresas similares. Llegué a la conclusión de que puedo ser creativo y original. Y me siento orgulloso de ello.
Creo en el destino, al modo de los griegos y de su hilo de la vida. Hay un nacimiento, una duración y una muerte ya elegidos de antemano. Las moiras se encargaban de ello. Pero lo que hagamos en el camino es cosa nuestra.
Una leyenda asiática, creo que japonesa, habla del hilo rojo de la vida. Todas las personas tenemos un hilo rojo atado a nuestro meñique y que está unido al meñique de la otra persona a la que estamos destinados a conocer. Hay una arteria que une el dedo más pequeño de la mano con el corazón y con la unión de ese cordel rojo a la otra persona nos da a entender la unión de los corazones de ambos. Ese hilo puede dar millones de vueltas, pero nunca se romperá. Una manera romántica de ver las cosas. Sin ninguna duda me gusta pensar que la vida es así.

lunes, 28 de enero de 2013

Seis grados de separación

Recorría el norte de Francia. Iba por una carretera secundaria que discurría por la costa. Vistas preciosas, el sonido de las olas rompiendo contra los acantilados, el azul del mar y el del cielo se confundían en el horizonte. Paré en un mirador para observar el plano de carreteras más cómodamente. Salí del coche y extendí el mapa sobre el capó. Un par de minutos después un coche aparca a mi lado. Que sorpresa me llevé al ver que la matrícula indicaba que las personas en su interior eran también de Madrid. Y me dije, el mundo es un pañuelo.
Esta frase es la premisa que utilizó un escritor húngaro para narrar un cuento y mencionar por primera vez la teoría de los seis grados de separación. Una teoría realmente curiosa pero que por ello no deja de ser posible. El señor Karinthy nos contaba en su pequeña narración que dos personas totalmente desconocidas entre sí podían ponerse en contacto mediante una serie de conocidos comunes. Y que esta cadena de intermediarios no sería mayor a seis personas.
Parece algo improbable, a priori, pensar que con solo seis personas abarquemos a todo el planeta. Pero si nos detenemos un poco en esto y lo pensamos veremos que no es nada descabellado.
Para explicarlo tengo que mencionar al psicólogo Stanley Milgram. Este hombre es conocido en muchos ámbitos ya que sus estudios y experimentos son válidos para multitud de disciplinas. Uno de sus experimentos le llevó a formular la teoría del mundo pequeño. Cogiendo a dos personas al azar, en este caso en Estados Unidos, ¿llegará una carta desde el sujeto A al sujeto B sin enviársela directamente? La persona de origen tenía que enviar el mensaje a un conocido directo, y éste a su vez a otra persona que conociera directamente y así sucesivamente hasta llegar al destinatario final. ¿Cuantas personas se necesitarían para ello? Uno podría pensar que bastantes. Un país tan grande, bueno, ya es difícil que te lleguen las cartas del banco, así que... Fuera de bromas, lo que comprobó Milgram sorprendió a más de uno. La media de personas, para trasladar un mensaje de una punta de Estados Unidos a la otra, era de 5. También es cierto que había pequeñas trampas en su experimento que suscitaron algo de rechazo por parte de la opinión más ortodoxa del mundo científico. La gente que recibía el mensaje para volver a enviarlo sabían la dirección y trabajo del destinatario. Es decir, estaban algo condicionadas. Y había que confiar en que los intermediarios eligieran a la persona más idónea para que el recorrido fuera el menor posible. Había unas cuantas variables que no se podían controlar. La cosa también cambiaba si las razas o la condición social de los sujetos A y B eran dispares. Pero ensayando con distintos tipos de personas se pudo llegar a la conclusión de que esta cadena solo necesitaría de 6 personas.
Se han llegado a hacer experimentos bastante curiosos. ¿Cuál es la interconexión entre miembros de un mismo gremio? Aquí surgió el número de Erdōs. Este hombre fue un reconocido matemático que publicó, en colaboración con otros colegas suyos, numerosos trabajos y estudios. Erdōs tenía número cero. Y a todo aquel que colaboró con él se le asignó el número 1. Y los que, a su vez, escribieron artículos con estos últimos se les asignó el número 2. Con lo que el número de gente sube exponencialmente cada vez que avanzamos en la cadena. Ahora mismo hay científicos de número 8 y 9 de relación con Erdōs. Varios miles de ellos.
Algo parecido se ha hecho con el actor Kevin Bacon. Mediante una base de datos de seiscientos mil actores, de todo el mundo, se ha relacionado a todos con el actor americano. Como media se llega a una cadena de 4 personas. Por ejemplo, Fernando Fernán Gómez  trabajó en "Los restos del naufragio" (1978) con Isabel Garcia Lorca, que trabajó con Kevin Bacon en "She's having a baby". Por lo tanto, Fernán Gómez está a solo dos pasos de Kevin Bacon. Increíble, ¿verdad?
Estas ideas basadas en teorías de conjuntos y grafos son estudiadas ahora por el auge de las redes sociales y por ser base de los motores de búsquedas. La implementación de Facebook o Google están basadas en estas teorías que al fin y al cabo son interacciones entre conjuntos y grupos, intersecciones y relaciones entre ellos y los elementos que los conforman.
El planeta cada vez esta más ínterconectado. La expresión con la que comencé del mundo es un pañuelo cada día que pasa se hace más cierta.
Si cada persona tiene 100 conocidos, cada uno de ellos 100 más y así durante 6 iteraciones, si hacemos el cálculo nos saldrá un montón de gente.
Y salvo que una comunidad esté aislada completamente, difícil por no decir imposible en esta época, los 6 mil millones de personas están al alcance de unas pocas llamadas telefónicas.
Todo esto me ha venido a la mente por un hecho raro, extraño. Ayer por la noche pensé en ello, aunque ya era consciente de este peculiar dato. No creo que deba contarlo porque concierne a más personas pero es una situación de esas en la que exclamas, ¡qué jodidamente pequeño es el mundo!


domingo, 27 de enero de 2013

Bon vivant

No me resisto a contar esto.
Hace poco me topé con este término, bon vivant. Son dos palabras francesas que vienen a definir un tipo de filosofía de vida.
El vividor.
No como lo entendemos de forma despectiva sino como una persona con clase, elegante, culta, que le gustan los placeres de la vida.
Disfruta igual un restaurante, con tres estrellas Michelin, degustando un buen solomillo de carne de Kobe, acompañado por un buen vino, a poder ser uno con denominación de origen, quizá de una bodega pequeña y con calidad. Como ir a un restaurante italiano de barrio, y tomar una pizza hecha al horno de leña junto a una refrescante coca cola. Se deleita conduciendo un buen coche con varios cientos de caballos bajo el capó. Uno de esos que se encienden con apretar un botón y el motor ruge como una manada de leones en celo. Un Aston Martín por ejemplo. Elegancia es su eslogan. Su marca. Líneas bellas, potencia, velocidad,  y encima su logo son unas alas. A mi medida. Vivir en una casa confortable, con todo lujo de detalles. Cocina amplia, con electrodomésticos para todo. Un salón con una pantalla enorme en la que poner tus películas en bluray y disfrutarlas en tu excelente sofá de piel mientras el home cinema hace que el sonido te envuelva completamente. Un equipo de música Bang & Olufsen en el que disfrutar, los domingos por la mañana, de las canciones  de Springsteen. Un dormitorio cuya cama esté cubierta con sábanas de seda y varias almohadas tan mullidas que desees no levantarte un sábado y aprovechar para soñar o pecar.
Al bon vivant le gusta viajar. Le encantan las ciudades, alojarse en hoteles donde la botella de agua te cuesta más que tomarte un copa del minibar. Pero también le gustan los sitios minimalistas. Lugares en los que la belleza del entorno te descubre que tienes un alma de poeta y piensas en verso.
Conoce el arte de vivir, y como experto disfruta de cada momento. Al observar una escultura, por ejemplo, se pregunta sobre los sentimientos del autor. ¿Qué sentía en el momento de cincelar ese pequeño detalle? Al leer un libro se empapa de la historia, investiga a los personajes, intenta descubrir las motivaciones que llevan al desenlace. Cuando escucha una canción cierra los ojos y abre el corazón, deja que el compositor le llegue bien adentro. Se deja llevar por el ritmo.
Es un apasionado del deporte. Lo ve  y lo practica. Sentirse bien. Se cuida, se mima.
A esta persona le gustan las pequeñas cosas de la vida. Prueba todo. Es un creyente acérrimo de la frase, si no lo conozco no puedo opinar. Y por ello, su mayor deseo es poseer el conocimiento. La experiencia.
Viste bien. Con un especial don para ponerse lo correcto en el momento oportuno.
Siempre he tenido el sueño de ser así. Un bon vivant. Y a mi manera lo he conseguido. Desde luego no con los lujos que he descrito pero he vivido instantes preciosos, únicos. Y he procurado disfrutar de cada cosa. Quien haya leído algo de todo esto que cada día escribo se habrá dado cuenta de mi pasión por todo. Amo todas y cada una de las cosas que la vida me ofrece. Nunca me he preocupado del mañana, quizá eso me ha llevado a una situación limite. No obstante no me arrepiento. Para nada. Y sin ninguna duda, por encima de todas las cosas, amo viajar. Cada céntimo que he tenido lo he invertido en eso, en ver lugares que me fascinan. (Utilizo bastante esta palabra, la verdad es que soy fácilmente impresionable)
Hace tiempo vi una película protagonizada por David Dochovny. Un tipo que me encanta, por cierto. Fan incondicional de él desde la intrigante y, en mi modesta opinión, serie de culto X-files. Y con Californication he acabado por querer parecerme a su personaje, Hank Moody, al menos en el descaro, la irreverencia y la sinceridad que rezuma por los cuatro costados. Basado sin duda en su propia vida personal. Bueno pues en esa película, Kalifornia, David pone un anuncio en un tablón para realizar un viaje, compartir gastos y aventuras con un desconocido. A él no le sale demasiado bien el tinglado pero me da pie a lanzar un órdago. Una propuesta loca, incluso podríamos decir que extravagante. Quizá caiga en saco roto pero ahí la dejo. Quiero hacer un viaje en Agosto. Lejano, es decir, no a la vuelta de la esquina. ¿Destino? Japón, Tailandia, Singapur, Usa, China. Cualquier lugar al que haya que coger un avión y pasar un mar, un océano o una charca más o menos grande. Y este es mi tablón de anuncios.
El vividor no deja de serlo por las circunstancias excepcionales de un revés. Un tipo con clase encajaría el golpe, pasaría una etapa de añoranza y se sobrepondría de una forma elegante, aventurera, original.
Julio César dijo, "por lo general, los hombres creen fácilmente en lo que desean". Yo creo en la filosofia del bon vivant.

viernes, 25 de enero de 2013

Mente analítica VII (epílogo)

La escuela de Atenas es una pintura que me fascina. Ya la conocía cuando la vi en las estancias de Rafael en los Museos Vaticanos pero verla a tamaño natural impresiona. Recuerdo haberme parado un buen rato a observarla. Pese al agotamiento de ese día y que decenas de personas te daban pequeños empujones para tener una mejor visibilidad me quedé inmóvil durante un momento admirando a esos personajes ahí representados. Pensando en que me hubiera gustado estar ahí. Ser parte de ellos. Gente sabia. Pensadores. Científicos. Conocían las matemáticas, la física, discutían sobre la Verdad. Aristóteles y Platón, cada uno dando su versión de la vida. Filosofaban. Pitagoras, Heráclito, Plotino, Hipatia. Sí, me hubiera encantado estar ahí. Charlar con cada uno de ellos en su época, en su momento de esplendor.
El conocimiento ha sido siempre parte de unos pocos. Unos elegidos a los que se les ha iluminado con la sabiduría. Con la oportunidad de conocer algo que estaba vedado a la mayoría.
El libro de los muertos, por ejemplo. Los egipcios que querían tener el conocimiento y la preparación para la vida en el más allá tenían que pagar cantidades de dinero astronómicas para la época si querían que un escriba les hiciera una copia. Y aún teniendo el papiro alguien tenía que enseñarles, que mostrarles el camino para interpretar todo aquello correctamente.
Los misterios eleusinos eran otros ritos de iniciación. Los candidatos al conocimiento eran puestos a prueba por los sacerdotes griegos. El saber era algo que no todo el mundo podía poseer. No todos estaban preparados. La gente de a pie sabía que llegaba la primavera, la vida aparecia ante sus ojos, pero los iniciados conocían la intrahistoria. El por qué.
Egipcios y griegos compartieron su hambre de conocimientos. La mítica biblioteca de Alejandría debía contener miles de pensamientos que ahora nos harían palidecer, en pleno siglo XXI. Hace 3000 años se sabía que la Tierra tenía forma esférica. Incluso Eratóstenes midió el perímetro de esta equivocandose en muy pocos kilometros. Más tarde, en el siglo XIV y XV, quemaban a la gente por decir tales cosas. Lógico que surgieran las sociedades secretas. ¿Qué ocurrió para tal retroceso?
Los romanos eran ingenieros sublimes, se dedicaron a inventar formas en las que el dia a dia fuera más sencillo para todos. La calidad de vida subió un escalón.
Sin embargo el poder y la política corrompieron el saber. Intereses creados por gente que quería subir en el escalafón social solapó a esa otra gente que quería conocer, crecer intelectualmente. La iglesia se hizo con el control de lo que se podía estudiar. Se hizo poseedora de la Verdad Suprema.
Años de oscuridad. Años en los que surgieron grupos que se reunían para discutir sobre teorías, teoremas, fórmulas, ideas. Grupos que a modo de la pintura de Rafael se juntaban para hablar sobre el conocimiento. Sociedades secretas, en las que había que iniciarse para poder ser parte de ellas. E incluso siendo un miembro de estas había círculos dentro del círculo. Pequeños corpúsculos que manejaban el verdadero saber.
En los tiempos en los que estamos creemos que por la globalización, internet y la posibilidad de manejar datos de todo tipo no pasan este tipo de cosas. Pero sigue sucediendo. La gente poderosa sigue al pie del cañón, inventando y tergiversando hechos. Controlando lo que podemos o no podemos saber.
El incidente del golfo de Tonkin fue un engaño americano para que la opinión pública viera con buenos ojos una guerra en la Vietnam comunista.
Alemania hizo algo parecido años antes para provocar la invasión a Polonia y desencadenar así la Segunda Guerra Mundial. Se infiltraron los alemanes tras las líneas polacas y atacaron, haciéndose pasar por estos, a los alemanes apostados al otro lado.
El asesinato de Kennedy fue otro asunto en el que se actuó engañando a la gente corriente. Ahora los americanos querían Cuba a toda costa y un solo hombre no iba a fastidiarles los planes.
Los atentados de Nueva York y del metro de Madrid. La prima de riesgo tan nombrada en estos momentos. La subida de los precios de la gasolina pese a que el petróleo baja de precio. Bancos que se declaran en bancarrota. Gente de las altas esferas que dimite de sus puestos porque se les ha pillado con una amante, cosas que tienen un tufillo a que alguien maneja los hilos.
Antes era la iglesia, ahora quien sabe.
Y yo tengo una duda.
"No todas las verdades han de ser explicadas a todos los hombres."
Esta frase que dijo Clemente de Alejandría, uno de los padres de la Iglesia, me sirve para relatar la duda que me ha surgido.
¿Debo seguir hablando sobre mi vida o guardar algo para mi mismo?
Esta mañana me he despertado con este pensamiento. Y creo que no diré más sobre mi. Haré un parón. No pondré, a vista de todos, mis vivencias. No por el momento. Quiero que el conocimiento sobre mi persona sea algo que sepa un pequeño círculo. Como sí de una sociedad secreta se tratara. Y quizá contar estas cosas a gente especial. Iniciados.
Podría borrar cada cosa que he escrito. El único motivo de escribir era y sigue siendo conocerme. No lo haré. No me arrepiento de haber puesto mi vida a dominio público. Pero como diría alguien archifamoso, si queréis conocerme venid a mi.
Eso ha quedado un poco pedante pero es lo que pienso en estos momentos. Quizá cambie de opinión. Nunca se sabe.
El resto de mi vida, mis problemas, mis vivencias, mi experiencia queda para alguien especial. Sea quien sea. Esté donde esté.
Gracias por vuestra compañía.

jueves, 24 de enero de 2013

Mente analítica VI (Final)

Juicio número xxxxxxxx. El estado contra Rubén Ferrán.
Todos están preparados. El juez sentado a su gran mesa de madera noble, el fiscal ojeando unas notas junto a una chica que debía ser su ayudante, su abogado escribiendo algo en un folio, anotaciones de última hora a su discurso final. Y él, Rubén, se sentía calmado. Contemplativo. Observando al público que le miraba con aire de superioridad, juzgando sus actos, juzgando su vida, juzgando su forma de ser. No tenía de que avergonzarse. Salvo por estos últimos tres meses, él ha creído ser una persona buena en términos generales. Mucha gente, que apenas le conocían, decía eso. Lo que le preocupó es la opinión de la única persona que le conoció quizá al 75%, y por eso sus devastadoras palabras eran tan importantes. Por eso había vivido como alma en pena durante esos casi 100 días. 
(Juez) - Bien, ya solo nos quedan oír las alegaciones finales. Señor Fiscal tiene la palabra.
(Fiscal) - Señoría, miembros del jurado, ¿qué es lo que sabemos? El acusado tuvo en sus manos decisiones importantes, y tomó partido por un lado en vez de por el otro. Tenemos el problema de su fobia a los médicos, tenemos su aplazamiento, como el mismo denominó, a hablar de casarse. Hubo problemas de comunicación. Y por sí fuera poco, según ha admitido el señor Ferrán, los últimos meses no fueron el paraíso en esa relación. ¿Entonces, de que se extraña el acusado?¿Qué demonios tendría que haber pasado? Lo más lógico que sucediera es la ruptura. Cuando algo es blanco y está en una botella se diría que es leche. Era obvia esta situación, era de lo más normal que acabara como ha acabado. Y por sí fuera poco hasta él mismo dice que es culpable. Creo que no tendrán que pensar demasiado en su veredicto. ¡Rubén Ferrán es culpable de todos los cargos que se le imputan!
(Juez) - Abogado, su turno.
(Abogado) - Mi cliente, Rubén, ha admitido su culpabilidad, si. No se ha escondido detrás de excusas de cualquier tipo. Sabe lo que hizo, y sabe que algunas cosas no fueron todo lo bien que debieron ir. Sin embargo, como hemos descrito aquí, el mes anterior no hubo señales, no hubo palabras, no hubo si quiera broncas que hicieran pensar en una ruptura drástica. Rubén siempre ha dicho lo que ha pensado, y a eso se le ha llamado control. Rubén admitió, con todo lo que debió costarle, sus debilidades ante esa otra persona. Y luego se lo echó en cara. Que unos días antes hablaran de hacer cosas juntos y unos días después fuera todo tan absurdamente brutal no le encajaba. Algo debió pasar la víspera de la pelea, Rubén así lo cree. Algo podrido debía haber en Dinamarca. Mi cliente se ha mantenido fiel desde el primer día hasta el último a una persona de la cual el pensaba que era la mujer de su vida. Y esta persona le ha decepcionado. Y no por separarse, ni por encontrar afecto en otro lugar, no. Rubén estuvo mirando al mismísimo diablo a los ojos en el infierno. Rubén cayó a un abismo terriblemente profundo por todo lo que se dijo de él y ahora empieza a salir. Poco a poco recupera su amor propio, poco a poco empieza a tener confianza. Su condena ha sido cumplida con creces, y si el jurado tiene un poco de compasión dirá que este hombre es inocente.
(Juez) - Miembros del jurado, una vez escuchadas ambas partes, pueden ir a deliberar.
Las doce personas se levantaron y una tras otra desaparecieron detrás de un puerta que les llevaba a una salita acondicionada para ellos. Rubén les miró uno a uno a los ojos. Vió rostros que mostraban dureza, en otros vio una mueca de compresión y en alguno incluso indiferencia. 
Mientras les veía marcharse pensó en una moneda tirada al aire. ¿Sería cara o saldría cruz? Había creído durante toda su vida que las cosas buenas y las cosas malas se tienden a igualar. De la misma forma que si tiras una moneda mil veces, la mitad caerán de un lado y la otra mitad del contrario. A toda época floreciente le siguen tiempos oscuros. Y ahora solo se preguntaba cuanto duraría ese periodo negro de su vida. ¿A cuanto equivalen 10 años de felicidad?¿Dependerá de la intensidad de esa negrura?¿Quien coño mide esas cosas? Quería salir de este bucle infinito de añoranza, de tristeza, de melancolía. Pero, ¿Cómo? Ya se sentía preparado para mirar al futuro, aunque por ahora lo veía tan oscuro como una noche sin luna. 
(Juez) - Creo que el jurado ya tiene su veredicto, ¿no es así?
(Portavoz del jurado) - Así es señoría. Por unanimidad declaramos al acusado culpable de todos los cargos. Aunque quisiéramos añadir una sugerencia a la condena que deberá cumplir. Así cómo creemos en la culpabilidad de esta persona también pensamos que es innecesario que pase más tiempo enclaustrado. Creemos que ya ha pagado por sus actos y pedimos la mínima condena posible.
(Juez) - Muy bien, señor Ferrán pasará en los calabozos una noche más, y le diré el motivo de mi clemencia. Desde hace cientos de años ha ocurrido que las parejas se rompen, por los motivos que sean. También ha pasado que esas mismas parejas han rehecho su vida, solas o encontrando a otras personas a su vez. La vida es dura señor Ferrán, pero también ese es el misterio que tiene. Esa es su belleza. Luchar y sobrevivir. Déjese de hacer preguntas, déjese de recordar los malos momentos. Abra la ventana de su celda interior en la que esta aprisionado y mire fuera. Hay un mundo por descubrir. No se pierda el espectáculo de la vida. Y este día en el calabozo quiero que piense en eso, que se deshaga de todo lo viejo y respire el aire nuevo. ¿Me ha entendido?
(Rubén) - Si, pensaré en esas palabras señoría.
Mientras los agentes de seguridad le llevaban por última vez a su cubículo, Rubén tenía dos palabras en mente. Durar y ser.

miércoles, 23 de enero de 2013

Mente analítica V (getting strong now)

Rubén era llevado de nuevo a la pequeña celda de los calabozos. Mientras recorría los pasillos del juzgado, escoltado por un guardia de seguridad delante y otro detrás, pensaba en el desarrollo de los tres días anteriores. El juicio le había resultado realmente liberador. Había contado su punto de vista, sus opiniones, su análisis de los hechos. Y creía no desviarse demasiado de la realidad de lo sucedido. En líneas generales estaba satisfecho. 
Eso se traducía en un ánimo distinto al que había tenido en mucho tiempo. 
Al llegar a la celda número 15, en la que había pasado las últimas noches, se sentó en la cama. Se quitó la camiseta y el pantalón. Únicamente los calzoncillos le cubrían el cuerpo. Y se puso a dar pequeños saltitos. Quería entrar en calor. Ahí abajo la temperatura había bajado unos diez grados. Con los saltos la sangre empezó a circular por los finos vasos sanguíneos. Las venas se llenaban de sangre oxigenada que comenzó a vigorizar sus músculos. Cuando notó que su cuerpo ya estaba más caliente hizo estiramientos. Movió los brazos en círculos, rotaciones del hombro. Giraba tronco y cuello al unísono. La cintura describía circunferencias amplias. Las rodillas, juntas, hacían un movimiento de vaivén. Con una pierna en la pared y la otra en el suelo formando un ángulo de unos sesenta grados intentó tocar los dedos del pie situado en la pared. Rodillas rectas, sin flexionar. Notando como los abductores se tensaban. Primero una pierna, luego la otra. Ahora con las piernas juntas en el suelo intentó tocarlo, cada vez lograba bajar más abajo. Rozando las losas. Poniendo los dedos sobre ellas finalmente. Levantó la rodilla una y otra vez hasta el pecho. La izquierda y luego la derecha. Su mente estaba puesta en la realización de cada movimiento, proceder de la manera correcta, mover de la forma más óptima su cuerpo para que trabajara eficientemente. 
Y una vez hubo calentado se puso en el suelo. Manos a la altura de los hombros, piernas estiradas formando unas rectas paralelas con la manos si uniéramos ambos miembros. Comenzó su serie de flexiones, escuchando en su mente la canción de Rocky "the eye of the tiger". En ese momento Rubén tenía esa mirada, la de un felino que se siente poderoso, veloz, ágil. 
Una, recordaba las escenas de la película. Dos, eran motivadoras. Tres, sentía la música dentro de él. Cuatro, ritmo. Cinco, apretaba los dientes cuando subía. Seis, notaba los músculos de la espalda. Siete, los del pecho. Ocho, los músculos del brazo le empezaban a quemar. Nueve, las abdominales mantenían su tronco recto. Diez, las manos apoyadas en el frío suelo transmitían toda la fuerza de su cuerpo. Once, trying hard now. Doce, it's so hard now. Trece, trying hard now. Catorce, compases de guitarra aullentan el dolor. Quince, getting strong now. Dieciséis, won't be long now. Diecisiete, getting strong now. Dieciocho, la música envuelve la celda entera y hace que saque todo lo que lleva dentro. Diecinueve, gonna fly now. Veinte, flying high now. Veintiuno, gonna fly, fly, fly. Veintidós, finaliza la serie. Gotas de sudor le recorren la espalda proporcionándole un cosquilleo que le hace sonreír. Rubén se siente pletórico. 
Rocky es una de esas historias que tanto gustan. Donde un tío que no es nadie consigue todo a base de lucha, esfuerzo y un poco de suerte. El típico sueño americano. Historias como esa son las que fotograma a fotograma dan alas a Rubén. 
Ahora se tumba en el suelo, el contraste del frío de las baldosas con el calor de su espalda no hace mella en su determinación. Y hace abdominales. Manos en las sienes levanta el tren superior de su cuerpo hasta tocar con el codo derecho la rodilla izquierda que levanta al mismo tiempo. Repite este movimiento unas cincuenta veces, alternando los lados. Acompasando su ritmo al de la música que escucha en su mente. Después levanta la piernas aguantando el esfuerzo con la abdominales, cuenta hasta cuarenta y pasa al siguiente ejercicio, encoge las piernas hasta llegar casi al pecho. La cintura le arde. Buena señal. Muy buena. Se gira y pone los antebrazos en el suelo, pies apoyados. Y se sostiene con la espalda recta. Sin moverse. Cuenta hasta cien. 
Se levanta y mira alrededor. Se le ocurre una idea. Coge la cama y la levanta. Se agacha haciendo una sentadilla, y sube hacia arriba. Siente el peso de la estructura. Pero consigue ponerla por encima de sus hombros. Repite este movimiento hasta que no puede más. 
Cada vez está más cansado pero aún así sigue. No puede parar, no quiere parar. Aún no.
Con las manos en el suelo, apoya los pies en la pared. Y vuelve a hacer flexiones. Otra serie. Agotador.
Coge la sábana de la cama, mugrienta pero sirve. La pasa por los barrotes de la celda. Y la coge por ambos extremos. Boca arriba sube y baja solo sustentado por la sábana, los barrotes y su fuerza. 
Aún le queda una pizca de gasolina, y se propone hacer una serie de burpees. Se puede hacer en el pequeño espacio que tiene. Hace una flexión, mueve las rodillas al pecho y se levanta acabando con un salto. Hace 15 repeticiones.
Le interrumpe un trabajador del juzgado. Le trae una bandeja de comida.
Le menciona que en media hora comenzará el juicio de nuevo.
Rubén estaba hambriento y debora la comida de apariencia terrible y de sabor aún peor. No obstante no deja nada.
Al poco viene su abogado para acompañarle hasta la sala. Rubén sonríe, está preparado para acabar el juicio. Listo para el veredicto final